Don Ramón Luis Valcárcel Presidente del Comité de las Regiones de la Unión Europea Madrid, 8 de de mayo de 2014 Con el patrocinio de
Don Ramón Luis Valcárcel, Presidente del Comité de las Regiones de la Unión Europea Señor Ministro de Economía y Competitividad, Señor Presidente del Foro Nueva Economía, Excelentísimas e Ilustrísimas Autoridades, Señoras y Señores. Mis primeras palabras hoy han de ser para expresar un doble agradecimiento. De un lado al Foro Nueva Economía que me ofrece, una vez más, la posibilidad de compartir con todos ustedes ideas y reflexiones. Que me permite no sólo hablar, sino escuchar y tomar buena nota de este pulso permanente a la actualidad española que realizan con tanto acierto. Agradecimiento también a Luis de Guindos, por sus amables palabras de presentación, por acompañarnos hoy y por su extraordinaria labor en unos momentos en que era preciso conjugar capacidad y valentía, y sobre todo, llevar a la práctica un compromiso con España y con los españoles. En un tiempo en que era preciso afrontar medidas tan difíciles como necesarias. Porque, fíjense que han pasado poco más de dos años desde que el Gobierno de Mariano Rajoy asumió la responsabilidad de conducir con firmeza a España hacia la recuperación. En política, muchas veces podemos caer en la tentación de ver tan solo ante nosotros los problemas que aún nos quedan por resolver. Es nuestra prioridad y nuestro compromiso. Nuestra obligación, sin duda alguna. Y lo que ha de ocupar todo nuestro tiempo. Pero a veces no sería malo que pusiéramos también sobre la mesa los muchos expedientes resueltos. Aquellos problemas que un día fueron y que ya duermen almacenados en los archivos. Porque el camino que hemos recorrido no ha sido fácil, sin duda alguna. Y sin embargo hemos logrado ir cubriendo, paso a paso, los objetivos que nos marcamos. España fue un problema para la Unión Europea. No sólo porque no tuviéramos credibilidad, ni porque las instituciones comunitarias no confiaran en el anterior Gobierno (que bien que se labró esa pésima fama día a día). España era un problema porque la consideración que había era que nuestra situación era tan mala que no seríamos capaces de resolverla por nosotros mismos. Porque había una absoluta convicción en que deberían venir de fuera a decidir por los españoles y a sacarnos del pozo.
Pues bien. Como saben todos ustedes; como el propio Ministro de Economía ha podido constatar en cada una de sus reuniones en el ámbito de la Unión, hoy esa percepción ha cambiado. Los españoles, con un Gobierno del Partido Popular al frente, hemos vuelto a ganarnos una vez más- la confianza de nuestros vecinos. Hemos demostrado que podemos afrontar la recuperación y que ya estamos recorriendo el camino que a ella nos conduce. Tenemos credibilidad para tener voz. Hemos ganado una confianza que hoy nos permite plantear propuestas y decisiones y ser, una vez más, miembros activos de esa Europa de los veintiocho que no puede avanzar a varias velocidades. Señoras y señores, Se ha dicho en más de una ocasión, y hoy lo reitero, que cada día son más las decisiones que se adoptan en la Unión Europea y que afectan a la vida de las personas. A la realidad cotidiana de quinientos millones de europeos. La Unión Europea no es tan solo un conjunto de instituciones. No es una estructura supranacional con una finalidad burocrática, ni tampoco un escenario en el que se deciden obligaciones o sacrificios para los Estados que la integran. Europa es un instrumento eficaz, un medio que nos permite alcanzar objetivos concretos, tangibles y evaluables. Un escenario en el que se resuelven los problemas diarios de las personas, una unión cercana a sus ciudadanos. Esa es, estoy convencido, la principal tarea que hoy tenemos ante nosotros: la de transmitir a los españoles que lo que se decide en Bruselas o en Estrasburgo son cuestiones básicas del día a día. Que allí se regulan las ayudas al campo y las normas que han de regir su desarrollo. Las relaciones y tratados con terceros países que afectan a nuestro comercio exterior, un comercio exterior que es parte fundamental y básica en la recuperación. Que los fondos que se administran conjuntamente en la Unión son los que permiten abrir infraestructuras sociales, los que posibilitan que afrontemos con éxito nuevos retos en las comunicaciones como lo han de ser muy pronto los corredores que vertebrarán con un mapa de comunicaciones absolutamente diferente a Europa. En los próximos años serán aún más las cuestiones que los europeos resolveremos juntos. Decisiones en las que los españoles no hemos de ser espectadores, ni destinatarios de las mismas, sino partícipes en su elaboración. Pues bien, todo eso hemos de saber transmitirlo a los españoles.
Debemos ser capaces de hacerles ver que es mucho lo que hay que decidir, y que sería un error despojar estas elecciones al Parlamento Europeo de su verdadero sentido, y enfocarlas como un nuevo capítulo de los episodios nacionales. Jugar a la confrontación política entre partidos sería un error, por más que y no me cabe duda de ello- de hacerlo así sólo cabría obtener un beneficio electoral para el Partido Popular, que es a fin de cuentas- el que ha conseguido llevar a España a la recuperación económica tras la absoluta quiebra a la que nos condujeron las políticas socialistas. Tenemos la obligación de mostrar de manera clara la importancia que tienen las decisiones europeas en la vida cotidiana de nuestros ciudadanos y en la actividad de nuestros agentes económicos y de nuestras empresas. Pero además hay que esforzarse por explicar, en particular a los 413 millones de electores, qué soluciones estamos aportando a los problemas que deben afrontar cada día. Los españoles daremos el 25 de mayo un veredicto sobre cómo queremos gestionar la salida de la crisis en el conjunto de Europa. Una coyuntura en la que la Unión necesita valentía para consolidar los signos de recuperación económica. Las políticas activas de empleo y de la reforma laboral que se han puesto en marcha en España no han sido fáciles, pero sus resultados son hoy indicio de que estamos en el camino correcto. Y la creación de empleo no es sólo prioritaria para España, sino que es también una especial preocupación para Europa. Cuyo apoyo precisamos para mejorar aún más unos resultados que en los últimos meses invitan, ciertamente, a una prudente esperanza. Soy consciente, no lo niego, de que contamos con una gran dificultad, pues sin lugar a dudas, la crisis económica y financiera ha dado un duro golpe a la percepción que se tiene del proceso de construcción europea. La desconfianza que se había generado hacia España y las medidas de contención que Europa exigía y que finalmente han hecho posible abandonar la crisis, no se han percibido quizá de forma positiva. Por más que, como les digo, ese rigor no es sólo el que hoy nos permite hablar de recuperación o de creación de empleo, sino el que ha hecho que todo eso fuera posible salvaguardando las medidas sociales, la Educación o la Sanidad, que por más que les duela a algunos y por más que quieran seguir con sus eslóganes o sus mareas, siguen vivas y hoy, precisamente por cuanto en ellas se ha actuado, más fuertes que nunca.
Asistimos con preocupación a cómo se generaliza un sentimiento de escepticismo y desconfianza. Una sensación de falta de transparencia de las decisiones tomadas por las instituciones europeas que hace que, paradójicamente, los únicos que parecen ganar espacio en Europa son precisamente los que NO creen en ella. La irresponsabilidad absoluta de la izquierda para seguir auspiciando las mismas políticas que nos llevaron a ahondar en la crisis les lleva también a mostrar el proyecto europeo en contra de los intereses de los Estados miembros y de sus ciudadanos. Y nuestra obligación no ha de ser otra que evitar que esta tendencia tenga la suficiente repercusión como para marcar las agendas e influir en las políticas nacionales. A los euroescépticos hay que convencerles de que Europa no juega en nuestra contra, no juega en contra de los ciudadanos. Nunca ha sido así. Claro que a veces basta no hace ni falta que nos dediquemos a recordar cómo llegamos hasta aquí. Basta con observar las contradicciones más evidentes entre lo que aquí dice la izquierda y lo que, con mayor responsabilidad, sin duda alguna, tiene que hacer si verdaderamente quiere propiciar la recuperación, como está sucediendo en Francia. Ahora parecen haber descubierto Europa, sólo falta que sepamos qué Europa han descubierto, cuál es su proyecto y en qué Europa creen. Ante eso, no creo en otro camino que el de centrarnos en nuestros planteamientos, en redoblar nuestros esfuerzos para aumentar la confianza de las personas en el proyecto europeo. Y a la hora de explicar la importancia de la Unión Europea en la vida de sus ciudadanos y en resolver sus problemas diarios, desde mi experiencia en el Comité de las Regiones y durante mucho tiempo al frente de una Comunidad Autónoma creo que contamos con ejemplos claros de la utilidad concreta de la integración europea y del éxito de sus consecuencias el progreso de nuestras regiones. Regiones que gracias a los fondos de la política de cohesión, hemos financiado hospitales, autovías, depuradoras, colegios, recursos turísticos y un largo etcétera. Regiones que seguirán financiando en el nuevo período presupuestario medidas concretas con repercusiones tangibles, como la elaboración de planes de eficiencia energética; la captación de proyectos I+D+i; o el apoyo a PYMES para su establecimiento, su desarrollo y la creación de condiciones óptimas para ofrecer nuevos puestos de trabajo. De igual modo, el proceso de integración europea ha sido tremendamente útil en el gran impacto que la Política Agraria Común ha tenido en nuestras zonas rurales; así como en el impulso que la Unión está dando a las Redes Transeuropeas de Transportes, con corredores que serán los nudos de comunicación más importantes del continente.
Considero que este es el valor añadido de Europa: la consecución de proyectos cercanos y tangibles que tienen como objetivo mejorar el bienestar de las personas. Tenemos que ser conscientes y saber transmitir, en resumen, que este proyecto no es sólo de integración en el ámbito económico, sino que constituye el territorio de mayores cotas de respeto de los derechos humanos del planeta, en un proceso de unificación cada vez más político y social. Porque todas estas medidas a favor de la convergencia en el aspecto económico quedan en un segundo plano respecto a la necesidad de un reforzamiento de la unión política. Porque sólo así, desde el convencimiento de que la gran familia europea obtiene su fuerza en la medida que persigue unida unos mismos fines, seremos capaces de afrontar con éxito los desafíos que se nos presentan día a día. Señoras y Señores, Las Elecciones del próximo 25 de mayo son, en cierto modo, diferentes de las anteriores. Y lo son, entre otras cuestiones porque por vez primera, los ciudadanos, gracias al Tratado de Lisboa, ya saben que si el Partido Popular Europeo gana las elecciones y se convierte en la primera fuerza política del Parlamento, Jean-Claude Juncker será el Presidente de la Comisión Europea, con el excelente aval de su gestión al frente del Gobierno de Luxemburgo y su demostrado afán europeísta. Esta circunstancia, así como el aumento de las competencias del Parlamento Europeo, son buena muestra de una Europa cada vez más democrática y transparente. Se abre un nuevo período en el que la Comisión y el Parlamento Europeo que salgan elegidos en unas semanas, así como el resto de instituciones europeas, deberán centrar sus trabajos en afrontar los desafíos que se plantean en tres áreas fundamentales para el ciudadano. Tres áreas que son Crecimiento y empleo, Inmigración y Política de vecindad. En la primera de ellas nos toca consolidar la estabilidad económica y financiera de Europa. Las previsiones de crecimiento para España ya son positivas y las regiones somos actores clave de esta tendencia. Como bien saben, tanto el Fondo Monetario Internacional (FMI) como la Comisión europea han mejorado sus previsiones de crecimiento para la economía española para 2014 y 2015. De hecho, la revisión al alza de las perspectivas de crecimiento que realizó el FMI para España es la más significativa entre las principales economías mundiales y, la Comisión, pronostica un aumento del crecimiento para el año que viene por encima del 2% del PIB.
Este cambio de tendencia se ha producido en parte por la puesta en marcha de las reformas estructurales de nuestro Gobierno, y por la confianza que estas reformas han creado entre los inversores y mercados. Hemos logrado entre todos mejorar la credibilidad de España en Europa, y pasar de la España del rescate a la España de la recuperación. Atravesar los momentos más duros de la crisis nos ha llevado a la constatación de que es necesaria una mayor coordinación económica y financiera a nivel europeo, como también entre los distintos niveles de la Administración Pública. Las regiones europeas no sólo han de comprometerse, por ejemplo, a controlar el déficit, sino que han debido abordar reformas estructurales muy duras para salvaguardar el Estado del bienestar y garantizar unos servicios públicos básicos de calidad. Cumplir con los objetivos coyunturalmente establecidos por las instituciones europeas es también crucial para afrontar la principal prioridad de todo Gobierno: hacer frente a los porcentajes de desempleo y, en particular, al referido a los jóvenes. Y aunque los datos con los que se ha iniciado 2014 son buenos, aún no podemos conformarnos. Nuestra posición al respecto es nítida: para combatir el desempleo juvenil, la población joven en su conjunto debe contar con una oferta de empleo de calidad, así como con una educación superior o una formación profesional adaptada al mercado laboral. Por ello, desde el Comité de las Regiones apostamos fuertemente por el modelo de Garantía Juvenil europeo que se está aplicando ya en todos los Estados miembros. Nos sentimos plenamente satisfechos de haber podido colaborar en el impulso a esta iniciativa de creación de empleo juvenil, acordada por la Unión Europea y que cuenta con 6.000 millones de euros para atajar el que es, sin duda alguna, el principal problema de Europa hoy en día, implicando a las empresas en la creación de empleo para los jóvenes. Empresas que son fundamentalmente PYMES más de 20 millones en Europa- que ocupan a casi 90 millones de trabajadores, es decir al 60 % de quienes trabajan en la Unión Europea. Por tanto, si queremos consolidar a Europa en la vía del crecimiento innovador, sostenible e integrador, es absolutamente crucial que el apoyo a las PYMES sea la prioridad a todos los niveles, principalmente actuando desde nuestro entorno más próximo: las PYMES dependen en su mayoría de la demanda del mercado local.
Tenemos que asegurar un entorno favorable que facilite la creación de nuevas empresas, así como un apoyo económico, fiscal y financiero y un contexto político que ayuden a paliar la desaparición de las mismas. Y además hacerlo con medidas concretas, no sólo con expresiones de voluntarismo. Medidas como la que ha anunciado la Comisión europea de incrementar el apoyo a las PYMES hasta los cerca de 140.000 millones de euros en el marco de la nueva Política de cohesión para el periodo 2014-2020. Ayudar a las empresas para que consigan financiación e inviertan en innovación nos hará salir reforzados de la crisis actual. Y ayudar a las empresas es también una obligación para el sistema bancario, que ha recibido apoyos públicos (no sin polémica) en los momentos más complicados y que ahora debe devolver esa confianza ofreciendo una respuesta mucho más generosa y comprometida, haciendo posible que el crédito fluya con normalidad y con ello permitiendo a los empleadores condiciones favorables para la creación de empleo estable. Y esto, señoras y señores, también es un tema que se aborda en Europa, con por ejemplo- recientes acuerdos del Consejo y del Parlamento Europeo para completar la Unión Bancaria, creando el Mecanismo de resolución de crisis bancaria y la reforma de la Directiva de garantía de depósitos, para evitar situaciones como la que hemos vivido recientemente en distintos Estados Miembros de la UE. El segundo gran tema que necesitará soluciones inmediatas en el ámbito europeo, y que afecta tanto a personas, como a los Estados y las regiones, se centra en el control de la inmigración irregular. Hace un mes, los días 3 y 4 de abril tuve la ocasión de visitar las ciudades de Ceuta y Melilla con el fin de conocer sobre el terreno la realidad del fenómeno migratorio en todas sus dimensiones, y mantener encuentros con las autoridades melillenses y ceutíes, así como con funcionarios que gestionan los centros temporales de acogida de inmigrantes (CETI). Fui, he de decirlo, el primer representante de una institución europea, y hasta ahora el único, que ha querido ver lo que sucede directamente. Sobre el terreno. La inmigración irregular en las fronteras sur de Europa se ha convertido, no debemos olvidarlo, ante todo en un drama humano que precisa de una respuesta común europea, de una respuesta que va más allá de la mera defensa de las fronteras. Los límites territoriales de Ceuta y Melilla son también las fronteras de la Unión. Son la puerta de entrada por donde acceden ingentes cantidades de africanos pero no
constituyen el destino final de su periplo migratorio, puesto que el deseo de estas personas es llegar a otros lugares de la Unión europea. Desde mi punto de vista, para gestionar este fenómeno migratorio, las instituciones europeas deberían aplicar una formula compuesta de tres elementos en paralelo: 1º Control eficaz de las fronteras exteriores, garantizando el cumplimiento de la normativa europea e internacional ayudando a las autoridades locales, regionales y nacionales a gestionar estos flujos utilizando los instrumentos existentes en la UE. 2º Cooperación con los países de origen y de tránsito: Es imprescindible atajar el problema desde el propio país de origen de las personas que emigran, pero no sólo con la cooperación económica, sino con el impulso de prácticas políticas democráticas, transparentes, con ideas basadas en la libertad y en la modernización de sus estructuras institucionales, políticas y sociales. No hay que olvidar que la Unión Europea es la principal potencia en cooperación al desarrollo y ayuda humanitaria a nivel internacional. Existe, por tanto, la necesidad imperiosa de buscar de manera eficaz y racional un futuro mejor para los inmigrantes en su lugar de origen y una respuesta desde Europa. 3º Solidaridad política y económica del conjunto de la Unión Europea con los Estados que son frontera exterior y sufren una mayor presión migratoria: Es necesario un compromiso real y urgente, así como la adopción de medidas tangibles y financieras por parte de la Unión europea, ya que esta situación no es un problema español, sino un desafío europeo que debemos afrontar entre todos. Las Ciudades de Ceuta y Melilla y sus autoridades locales, al igual que otros enclaves del sur de Italia, necesitan el apoyo de las Instituciones europeas y su situación particular bien merece un reconocimiento a nivel europeo. Finalmente, como tercer desafío que atañe a cada ciudadano europeo y a las entidades regionales, me gustaría mencionar la Política de Vecindad y Exterior de la UE como clave para la estabilidad geopolítica de nuestro continente: Rusia está manteniendo un pulso importante con la Unión Europea en lo relativo a la situación en Ucrania. El hecho de que la bandera europea haya ondeado en la Plaza Maidán durante los momentos más duros de resistencia al régimen de Yanukovich debería ser objeto de reflexión para aquellos que dudan del proyecto europeo.
La vocación europeísta de nuestros territorios vecinos es indicio de que el conjunto de garantías, derechos y libertades en que se basa la UE se aprecia más claramente desde fuera de su territorio que dentro del mismo. Desde el Comité de las Regiones estamos apoyando al pueblo ucraniano y a su Gobierno de transición, siendo conscientes que la Unión Europea tiene que estar unida e implicada para evitar una guerra civil que se vislumbra a todas luces como fruto de un comportamiento más propio de la guerra fría que del mundo interconectado que vivimos en el siglo XXI. La población ucraniana tiene que sentir que la UE no les abandona y les ayuda en el duro trance de transitar hacia una democracia más plural, sin tutelas ni directrices externas. Estoy convencido de que una reorganización territorial del Estado basada en la descentralización de competencias, entendida como un modo de gestión eficaz y de respeto a todas las sensibilidades del país, incluidas las minorías de habla rusa, puede ser la vía para aliviar las tensiones que vive Ucrania. Señoras y señores, Como indiqué al principio de mi intervención, la unidad europea es la mejor manera de hacer frente a los desafíos comunes. Tenemos una moneda común que nos convierte en líderes financieros, pero tenemos que desarrollar nuevos mecanismos de integración para seguir siendo una potencia económica, y más allá un verdadero territorio de integración política y social. Tenemos que entender y transmitir que la Unión europea es un proyecto común que irradia democracia, estabilidad y progreso, y que necesita del compromiso de todos. Es la única manera de que los ciudadanos revaliden la confianza y la certeza de ser parte del proyecto europeo, un proyecto en el que España podrá ser activa, exigente y fuerte. Muchas gracias.