UNIDAD 14. LA ESCULTURA EN EL S. XIX La escultura del siglo XIX se caracteriza por una mayor persistencia de las tendencias neoclásicas que en las otras manifestaciones artísticas; en general, el proceso de renovación de la escultura es más lento y no se inicia verdaderamente hasta finales del siglo. La clientela burguesa promueve el desarrollo de las esculturas de pequeño tamaño, así como de los retratos de busto; tiene también un importante desarrollo la escultura funeraria: los cementerios se pueblan de grandes y pequeñas esculturas y construcciones con las que se crean verdaderas «ciudades de la muerte». Pero el género más característico de la escultura del XIX es el monumento público, promovido por el Estado. A través de múltiples monumentos, la burguesía en el poder exalta las virtudes de sus modélicos próceres. En la evolución de la escultura decimonónica cabe distinguir dos fases fundamentales, la primera marcada por la influencia del neoclasicismo, el romanticismo y el realismo, y la segunda, más innovadora, en la que algunos «pioneros» de la escultura contemporánea (Rodin, Rosso, Maillol) rompen definitivamente con los fundamentos escultóricos clasicistas. 1. PRIMERA ETAPA DE ESCULTURA: NEOCLASICISMO, ROMANTICISMO Y REALISMO.- El principal escultor neoclásico es el italiano Antonio Canova, quien depura la tradición del clasicismo en sus idealizadas figuras en mármol, de superficies pulimentadas. (Estudiado en el tema del Neoclasicismo) Durante el Romanticismo y el Realismo, la inexistencia de claros elementos cohesionadores en esta época, hace que resulte complicado realizar una clasificación en la escultura. La escultura romántica como tal se desarrolló de un modo casi exclusivo en Francia y será precisamente en este país donde nazca uno de los más interesantes escultures del s. XIX: François Rude (1784-1855), al que algunos autores 1
consideran el nexo de unión entre el Neoclasicismo y el Romanticismo. Rude fue partidario de Napoleón, lo que motivaría que, tras la caída de este, huyera a Bruselas. Su obra más importante son los relieves del Arco del Triunfo de l Etoile de París (1833-36) de entre los que sobresale La marcha de los voluntarios, también conocido como la Marsellesa, composición llena de heroicidad y dinamismo. Su otra obra magistral es el monumento de bronce del Despertar de Napoleón, que se encuentra situado en un parque en una pequeña localidad próxima a Dijon. Rude demostró una gran capacidad para el retrato en obras como la estatura en bronce del matemático e ingeniero Gaspard Monge. Más avanzada y realista es la obra del francés Jean-Baptiste Carpeaux (1827-1875), el escultor más representativo de mediados del siglo XIX. Formado en el círculo de Rude, estudió las obras de Miguel Ángel en su estancia en Roma donde estudio en la Academia Francesa. Sus primeras esculturas son academicista, Ugolino y sus hijos, en la que hace gala de un gran dominio técnico, sobre todo en la representación de las anatomías. Su obra más importante es el grupo escultóricos La danza (1869) que forma parte del conjunto que decora la fachada de la Ópera de París, y que fue considerada vulgar e indecorosa. Más tarde se le encargó la escultura para una de las fuentes de los jardines del Observatorio de Luxemburgo, cuyo tema serán los cuatro continentes (representadas por cuatro figuras desnudas sujetando una esfera con los doce signos del zodiaco) En Bélgica encontramos a Constantin Meunier (1831-1904), pintor escultor y uno de los mejores intérpretes de la vida obrera. Realista exacerbado, 2
prefirió la utilización del bronce antes que otros materiales. Sus personajes solitarios y de gran fortaleza física encarnan a toda una clase social. Se podría establecer un paralelismo entre la pintura de Millet y la escultura de Meunier, puesto que, en ambos casos, los artistas comparten la preocupación por la dignificación del hombre y su trabajo. Su fascinación por las temáticas realistas permiten incluir a Meunier dentro de esta corriente artística, si bien su obra también estuvo muy influida por artistas posteriores como Rodin. 2. LA INNOVACIÓN ESCULTÓRICA A FINALES DEL S.XIX.- Las personalidades más destacadas de la escultura a finales del S.XIX, además de Rodin, son Medardo, Rosso y Maillol. Medardo Rosso (1858-1928), de origen italiano, fue un hombre rebelde e inconformista que luchó con todas sus fuerzas contra la tradición y, especialmente, contra el peso que aún seguía teniendo la obra de Miguel Ángel. Él mismo inventó una nueva técnica: cera sobre escayola. La cera traslúcida se combinaba con la luz y hacía que las formas pareciesen más suaves, más blandas, que se diluyesen tanto que de ellas tan sólo nos quedase su impresión. En este sentido podemos hablar de escultura plenamente impresionista. El francés Aristide Maillol (1861-1944) se inició en el arte dentro de la pintura, interesado, sobre todo, por la obra de Gauguin y Bernard. Más tarde, de un modo totalmente autodidáctica, comenzó a esculpir. Sus esculturas son, 3
generalmente, robustas figuras femeninas aisladas, de pie o reclinadas, de formas clásicas y contornos suaves (La noche, Pomona) Pero el verdadero transformador de la escultura decimonónica es el francés Auguste Rodin (1840-1917), un contemporáneo de los impresionistas que da paso con su obra al fértil desarrollo escultórico del siglo XX. Es uno de los artistas que más ha aportado a la escultura, siendo admirado en su tiempo y el escultor más valorado desde Bernini. Estaba interesado por investigar todas las facetas del ser humano, aislado o en grupos, así como todos los aspectos de la escultura: el volumen, la luz, etc. Se le negó su ingreso en la Escuela de Bellas Artes de París por lo que debió estudiar en la Petite École, destinado a los artesanos, más que a os artistas. Una de sus primeras obras, El hombre con la nariz rota, en la que la imperfección, lo inconcluso y la fealdad también tienen cabida dentro del arte, provocó no pocas detracciones entre la crítica del momento. Su primer gran éxito llega con su obra La edad de bronce. En 1880 se le encarga unas puertas para el museo de Artes Decorativas que nunca llego a construir, Las puertas del infierno, llamada así por la temática dantesca que aborda, un colosal trabajo que acaparó veinte años de su vida. En ellas, la figura de Dante, sentado y meditabundo, será el punto de partida para un de sus más conocidas obras: El pensador (1880), de fuerte anatomía influido por Ugolino de Carpeaux. Para la realización de estas puertas se inspiró, tanto en las Puertas de Baptisterio de Florencia, como en el Juicio Final de Miguel Ángel. Este fue un importante punto de partida para él, ya que, por un 4
lado, le interesó la terribilitá de algunos de sus personajes, y, por otro, el aspecto non finito o inacabado de sus últimas obras (Los esclavos, La piedad Rondanini). Su interés por las superficies rugosas de aspecto indeterminado es una de las claves de su obra y un elemento decisivos para los escultores del S. XX. Valora especialmente los efectos luminosos superficiales en múltiples estudios anatómicos en bronce y mármol (El beso,1888), muchos de ellos fragmentarios; y revoluciona la idea del monumento-retrato burgués (Balzac, 1891.98) y del monumento conmemorativo (Los ciudadanos de Calais, 1884-88) al suprimir el pedestal y «desmaterializar» las figuras, afirmando la dignidad del hombre. En sus esculturas Rodin eliminó algunas partes del cuerpo como recurso expresivo: Iris, mensajera de los dioses carece del brazo izquierdo y de la cabeza. Esta tendencia a la descomposición formal caracteriza también la obra del italiano Medardo Rosso, considerado como «el escultor impresionista» que trabaja con cera, disolviendo las formas en una masa traslúcida. En la exposición de 1900 Rodin presentó una retrospectiva de toda su obra. A su muerte ya había acordado con el gobierno francés la construcción de un museo en el que se recogiese su obra. 5