TEMA 6. LAS AGUAS Y LA RED HIDROGRÁFICA

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1.- Los regímenes fluviales. 2.- Las vertientes hidrográficas españolas. 3.- Los ríos y las cuencas hidrográficas. 4.- Uso y aprovechamiento de las aguas. TEMA 6. LAS AGUAS Y LA RED HIDROGRÁFICA INTRODUCCIÓN. La Tierra, el llamado planeta azul, está cubierto en un 71% de su superficie por agua. La mayor parte, un 97 %, corresponde a las aguas de océanos y mares y solo el 3 % restante es agua dulce. Es ese pequeño porcentaje del 3% el que es objeto de estudio de este tema, puesto que se trata de un recurso imprescindible para la vida, que permite al ser humano desarrollar gran parte de sus actividades económicas. La rama de la Geografía Física que estudia las aguas de la superficie terrestre, tanto las marinas como las continentales, es la Hidrografía. España es un país de grandes contrastes hidrológicos, con claros desequilibrios en el reparto de los recursos hídricos, tanto sobre el espacio (distribución geográfica) como en el tiempo (distribución estacional e interanual). Las características fluviales derivan de las condiciones morfológicas y climáticas de la Península. Las más importantes son: a) Pobreza de caudal. Excepto los ríos que desembocan en el Cantábrico y algunos del Atlántico (Iberia húmeda), y los mayores (Ebro, Duero y Guadalquivir), la mayoría de ellos recorren territorios con escasas lluvias, por eso el caudal absoluto es mínimo, y a esto hay que sumar las pérdidas por evaporación (Iberia seca), filtraciones (Iberia caliza) y sangrías para riegos. b) Disimetría de la red fluvial. A pesar que no existe demasiada diferencia entre los litorales atlántico y mediterráneo, si que la hay entre la superficie peninsular que vierte sus aguas hacia el océano y la que las vierte hacia el Mediterráneo, que son del 69% y 31% respectivamente. c) Organización de la red. Es consecuencia de la disposición de las grandes unidades morfoestructurales. La inclinación hacia el W. Explica que la mayoría de los ríos desembocan en el Atlántico. d) Paralelismo. La red presenta una disposición paralela, a excepción del Ebro. Los grandes ríos discurren entre las alineaciones orográficas dispuestas de W a E (C. Cantábrica, S. Central, Montes de Toledo, Sierra Morena y Béticas), adecuándose al relieve. e) Carácter torrencial. La mayoría de los ríos han de salvar una gran diferencia de altura desde el nacimiento hasta las planicies costeras o hasta las más interiores, y desde éstas al mar. Grandes desniveles medios explican los encajonamientos y la torrencialidad, que son mayores en la vertiente atlántica, pues desde las cordilleras exteriores, vierten directamente al mar cercano. 1

f) Irregularidad. Se debe al tipo de alimentación del río, fundamentalmente pluvial. Los ríos cantábricos son regulares, debido a la regular distribución de sus lluvias. Los demás tienen grandes estiajes en verano, época en la que aparecen secos. Debido a estas irregulares lluvias se han construido muchos embalses para aprovechar al máximo el agua y contrarrestar las peligrosas crecidas de los ríos mediterráneos. La irregularidad es la relación entre el caudal medio más elevado y el más bajo, siendo el Miño el río español más regular y el Guadiana el más irregular. g) Intensa relación con la ocupación del territorio. Emplazamiento de ciudades antiguas como Toledo, Córdoba, Mérida, Zaragoza, etc., o la utilización de los valles fluviales como vías de comunicación. 1.- LOS REGÍMENES FLUVIALES. El régimen fluvial* es la evolución del caudal de una corriente a lo largo del año. Para poder analizar esta evolución, utilizamos unos parámetros o «elementos», que son todos aquellos aspectos cuantificables con los que podemos valorar la cantidad de agua que fluye por un río. El caudal: Lo usamos como el elemento de medida más destacado. Es el volumen de agua que lleva un río por segundo en un lugar determinado (la estación de medición, se denomina estación de aforo) y se expresa en m 3 /s. Este valor es absoluto y varía continuamente, por lo que suelen emplearse valores promedio, como son el caudal medio diario, mensual y anual. La aportación es la cantidad total de agua que drena anualmente una cuenca. El caudal específico o relativo relaciona el caudal con la superficie de la cuenca, lo que permite comparar cuencas de tamaños muy diferentes. Se mide en l/s/km 2. En España los caudales máximos generalmente están ligados a las grandes cuencas fluviales, aunque el factor climático afecta directamente al caudal de los ríos en una tendencia norte-sur. El río más caudaloso de la península Ibérica es el Duero, seguido del Ebro y el Tajo. La irregularidad y las variaciones estacionales del caudal: La irregularidad define las variaciones de caudal de un río a lo largo del año o entre distintos años y está directamente relacionada con el régimen de precipitaciones. En España, los ríos más regulares son los cantábricos, mientras que los mediterráneos, con un régimen pluviométrico muy variable entre unos años húmedos y otros secos, son ríos muy irregulares. Los ríos más irregulares en nuestro país son los levantinos. Las crecidas y estiajes: Una crecida o avenida* es un momento de máximo caudal, un aumento brusco en un plazo corto de tiempo, que suele deberse a lluvias intensas que, a veces, se acompañan de efectos catastróficos. El estiaje* es el fenómeno contrario, un momento de mínimo caudal. Ambos fenómenos son característicos de los ríos españoles, y sobre todo de las cuencas fluviales del área mediterránea. Es en esta región donde la torrencialidad de las precipitaciones, características 2

de la gota fría, se manifiesta en las crecidas más espectaculares (el río Júcar, el Turia y el Mijares han llegado a aumentar hasta más de cuatrocientas veces su media). Igualmente, los estiajes más pronunciados corresponden a esta región mediterránea. Las ramblas (cauces de río normalmente secos que ocasionalmente pueden llevar agua), muy presentes en la zona mediterránea, ilustran a la perfección este fenómeno de las crecidas y los estiajes. En los ríos de la vertiente cantábrica, ni las crecidas ni los estiajes llegan a ser muy pronunciados, ya que el régimen de precipitaciones es regular. En los grandes ríos atlánticos sí se producen crecidas importantes, pero no llegan a ser tan llamativas ni a causar los efectos que acompañan las de algunos ríos mediterráneos. Los factores que influyen en los regímenes fluviales son: Clima: condiciona las precipitaciones, la evaporación, el deshielo, etc. Suelo: condiciona el volumen de agua en escorrentía. El tipo de materiales por el que discurre el río varía la densidad del drenaje: Así los suelos arcillosos son impermeables y en los calizos desaparece el drenaje superficial. El relieve condiciona la gran disimetría entre vertientes y la capacidad erosiva de los ríos. Vegetación. Puede retener más o menos agua de las precipitaciones. Intervención del hombre: embalses, regadíos, modificación de cauces, presas, etc. Tipos de regímenes fluviales: dependen básicamente del factor climático, concretamente de la cuantía y el tipo de las precipitaciones que alimentan a nuestros ríos. Desde este punto de vista, distinguimos los ríos de alimentación pluvial, nival y mixtos (nivo-pluvial o pluvio-nival). - Ríos de régimen pluvial. El régimen pluvial es el más extendido en España. Está condicionado directamente por las precipitaciones en forma de lluvia. Se diferencian varios subtipos en función del régimen de precipitaciones. - El régimen pluvial oceánico es característico de los ríos del norte peninsular de clima atlántico, área de precipitaciones elevadas y regulares y una evaporación relativamente baja. Presenta un máximo invernal y un mínimo poco pronunciado durante el verano. Ríos como el Tambre y el Ulla responden a este régimen. - El régimen pluvial mediterráneo es propio de un contexto climático de precipitaciones irregulares, con una pronunciada sequía estival y frecuentes lluvias de carácter torrencial. Presenta un acusado estiaje veraniego, aguas máximas en primavera y una importante evaporación a lo largo del año. - Ríos de régimen nival: son propios de zonas de montaña con cabeceras por encima de los 2.500 m de altitud. Se alimentan con el agua de las nieves retenidas durante el invierno, época que corresponde a la estación de aguas bajas. A finales de la primavera e incluso comienzos del 3

verano, la fusión de las nieves aumenta el caudal del río; es la época de aguas altas. En España se limita a los ríos pirenaicos de alta montaña, como el Caldarés, subafluente del Gallego. - Ríos de régimen mixto: Los regímenes mixtos combinan ambos tipos de alimentación, nival y pluvial, nombrándose en primer lugar el tipo de precipitación que aporta más recursos. - Nivo-pluvial: domina la alimentación nival sobre la pluvial. Tiene aguas altas al final de la primavera, coincidiendo con el deshielo de las nieves. En España es propio de algunos ríos pirenaicos, como el Gállego y el Cinca, y también de los cursos altos de los ríos cantábricos y algunos ríos del Sistema Central. - Pluvio nival: predomina la pluvial sobre la nival, con máximos a comienzos de la primavera (cuando al agua de lluvia se suma el agua de fusión de las nieves) y un claro estiaje durante el verano. Los grandes ríos españoles se definen por tener unos regímenes complejo, al combinar distintos tipos de alimentación, porque al tener cuencas muy extensas van cambiando las condiciones físicas. También reciben el aporte de sus afluentes a lo largo de su recorrido. 2.- LAS VERTIENTES HIDROGRÁFICAS ESPAÑOLAS. Una vertiente es un espacio geográfico limitado por cadenas montañosas que vierte sus aguas en un mismo mar. Podemos distinguir: La red fluvial peninsular se estructura en dos vertientes hídricas: la vertiente atlántica y la vertiente mediterránea. Son dos vertientes bien diferenciadas, tanto por su desigual extensión como por las características de los ríos y los recursos que cada una ofrece. En los archipiélagos no encontramos auténticos ríos, y la escorrentía superficial se limita a una red de barrancos y torrentes*. A. Vertiente atlántica. La vertiente atlántica, la más extensa, ocupa el 69% del espacio peninsular. Dentro de ella podemos diferenciar dos sectores o conjuntos. El primero corresponde a los ríos del norte peninsular (ríos vascos, cántabros, astures y gallegos), reunidos en la cuenca norte. El segundo conjunto agrupa los grandes colectores de la Meseta y la depresión Bética. La cuenca norte. Incluye los ríos del dominio de clima oceánico, tanto los que desembocan en el mar Cantábrico (en ocasiones se habla de vertiente cantábrica para referirnos a ellos) como los gallegos, que tienen unos rasgos comunes con los cantábricos. Esta cuenca se define por unos cursos fluviales cortos. La mayoría de sus ríos nacen en la Cordillera Cantábrica, muy próximos a su desembocadura. En su recorrido excavan profundos valles para salvar los desniveles (de hasta 2.000 m) entre las montañas donde nacen y el mar, por lo que tienen una gran fuerza erosiva y un carácter torrencial que se aprovecha a lo largo de toda la cornisa cantábrica para producir electricidad. 4

Las elevadas y regulares precipitaciones otorgan a estos ríos un caudal abundante y regular, con un régimen de alimentación pluvial y pluvio-nival. Los ríos vascos (Bidasoa, Nervión) son los más regulares. Los cántabros y astures (Pas, Deva, Sella, Nalón, Narcea, Navia) tienen una gran potencia erosiva. Y los ríos gallegos (Eo, Tambre, Ulla, Miño y Sil) son los que presentan un curso más suave, acorde con el relieve del Macizo Galaico. Los grandes colectores de la Meseta y la depresión Bética. Los grandes ríos atlánticos se caracterizan por su gran longitud, ya que nacen en montañas alejadas de su desembocadura. Discurren por extensas llanuras, en un ambiente climático mediterráneo con una marcada aridez estival, (régimen irregular). Su caudal absoluto es elevado, pero su caudal relativo desciende significativamente, puesto que estos ríos han labrado amplias cuencas fluviales entre los relieves que las limitan. De norte a sur se localizan las grandes cuencas de la Meseta (Duero, Tajo y Guadiana) y el río Guadalquivir. B. Vertiente mediterránea. La vertiente mediterránea, que ocupa el 31% de la superficie peninsular, se extiende, de norte a sur, desde Girona hasta Gibraltar. Hacia el interior, la divisoria de aguas de la vertiente está definida por el Sistema Ibérico y los Sistemas Béticos; este aspecto condiciona las características de sus cuencas fluviales, puesto que, salvo el Ebro, son cursos de pequeña o mediana longitud, cuencas reducidas, y pronunciadas pendientes en sus cabeceras*, debido a la proximidad de los relieves montañosos a la costa. El clima mediterráneo explica la pobreza del caudal de estos cursos fluviales y su gran irregularidad, con frecuentes crecidas y acusados estiajes, a los que se suma una elevada evapotranspiración, que contribuye aún más a reducir el caudal de estos ríos. De hecho, muchos de ellos son cursos intermitentes, torrentes o ramblas, que solo en ocasiones llevan el agua de unas intensas precipitaciones (generalmente otoñales) con consecuencias, muchas veces, catastróficas. C. Insular, Ceuta y Melilla. Baleares y Canarias carecen de auténticos ríos. El clima y la litología son factores decisivos a la hora de entender las características hídricas de los archipiélagos. En Baleares, en la isla de Mallorca encontramos cursos intermitentes, torrentes o torrents, que tienen unos rasgos similares a las ramblas levantinas: solo llevan agua en los períodos de precipitaciones (fundamentalmente equinocciales), y sus cauces* están secos durante gran parte del año. En el resto de las islas, más llanas, la escorrentía superficial es mucho menor. En todas ellas la litología caliza favorece la circulación subterránea, de manera que existen numerosos acuíferos*, que tienen una importancia vital desde la antigüedad debido a los escasos recursos hídricos superficiales. 5

En Canarias, la aridez de gran parte de las islas, junto al carácter permeable de la litología volcánica, justifica la ausencia de cursos permanentes de agua. La mayor parte de los recursos hídricos procede de las aguas subterráneas, los acuíferos. La infrecuente escorrentía superficial se limita a la red de barrancos que encauzan las aguas de las escasas precipitaciones. Ceuta y Melilla reducen sus recursos hidrográficos a una red formada por arroyos de escasa longitud y de acusado carácter estacional y torrencial. En Melilla, llamado río de Oro es actualmente un cauce seco, salvo en momentos esporádicos de crecidas, como las acontecidas en el otoño de 2008. El abastecimiento en ambas ciudades se logra a través de la extracción mediante pozos de las aguas freáticas* del subsuelo, más abundantes en la ciudad de Melilla. 3.- LOS RÍOS Y LAS CUENCAS HIDROGRÁFICAS. Una cuenca es un territorio cuyas aguas vierten a un río principal y sus afluentes. Las cuencas hidrográficas principales son: Cuenca del Miño. Es el río gallego por excelencia y aunque desemboca en la vertiente atlántica tiene las mismas características de caudal, de longitud y de velocidad que los cantábricos. Nace en Lugo, discurriendo de Norte a Sur hasta Orense, donde tras confluir con su principal afluente; el Sil, toma dirección SW hasta desembocar en Tuy, haciendo frontera con Portugal. Es un río muy caudaloso, sobre todo, si tenemos en cuenta en caudal relativo. El Duero. Es la cuenca más extensa de la Península. Drena las tierras de la Submeseta Norte y recoge las aguas de las cordilleras Cantábrica, Ibérica y Central. Nace en los Picos de Urbión, atraviesa las tierras castellanas, salvando el gran desnivel entre las tierras españolas y las portuguesas. Este desnivel se aprovecha para la construcción de presas que producen electricidad. Sus afluentes de la margen derecha (Pisuerga y Esla) son más caudalosos que los de la margen izquierda (Duratón, Adaja, Tormes) y su régimen de alimentación es pluvio-nival, con máximos en marzo-abril. El Tajo, en la Submeseta Sur, discurre entre el Sistema Central, las estribaciones del suroeste del Sistema Ibérico y los Montes de Toledo. Es el río más largo de la Península: nace en la Sierra de Albarracín y desemboca en Lisboa. Está regulado por muchos embalses. Sus principales afluentes de la margen derecha son el Jarama, el Alberche, el Tiétar y el Alagón. Los de la izquierda, menos caudalosos, son el Guadiela, el Algodor y el Almonte. Sus aguas se aprovechan para la producción de electricidad (presa de Alcántara) y su régimen de alimentación es pluvionival. El Guadiana, también en la Submeseta Sur, extiende su cuenca entre los Montes de Toledo, Sierra Morena y las Subbéticas. Nace en las lagunas de Ruidera y desemboca en Ayamonte. Es un río de caudal pobre (es el menos caudaloso de los grandes ríos atlánticos) e irregular, con acusados estiajes. Además, la litología caliza presente en parte de la cuenca favorece la circulación subterránea. Su régimen de alimentación es pluvial y sus afluentes Jabalón, Zújar y Matachel, aportan poca agua al curso principal. Casi todos sus embalses se aprovechan para el regadío. 6

El Guadalquivir recorre la depresión Bética. Recoge las aguas de Sierra Morena y las Subbéticas. Nace en la Sierra de Cazorla y desde Sevilla discurre por una llanura casi horizontal hasta su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, en el golfo de Cádiz, donde se forman las marismas del Guadalquivir. Su régimen de alimentación es pluvial subtropical, aunque el de su principal afluente, el Genil, que nace cerca de Sierra Nevada, tiene influencia nival. Los ríos catalanes (Fluviá, Ter y Llobregat), con un régimen de alimentación mixto, son cortos y algo más caudalosos. Los levantinos (Mijares, Palancia, Turia, Júcar y Segura) tienen unas cuencas de pequeña o medianas dimensiones, un régimen de alimentación pluvial o pluvio-nival, caudal pobre y gran irregularidad interanual, con peligrosas crecidas otoñales debidas a la gota fría. Los ríos meridionales (Almanzora, Guadalfeo y Guadalhorce) tienen un régimen pluvial mediterráneo subtropical. Son muy cortos, rápidos e irregulares, de difícil aprovechamiento y, como los levantinos, con frecuentes crecidas. El Ebro es una excepción en la vertiente mediterránea. Nace en la Cordillera Cantábrica, en Fontibre, por lo que su cabecera es lluviosa; atraviesa la depresión del Ebro, donde la aridez se impone en la parte central, y, tras pasar el Sistema Costero-Catalán, desemboca en el Mediterráneo formando un delta* con los materiales que arrastra. En consecuencia, es un río largo, de extensa cuenca y caudal destacado, tanto por su cabecera húmeda como por el aporte de sus afluentes pirenaicos (Aragón, Gállego, Cinca y Segre). Sus afluentes ibéricos Jalón, Guadalope, tienen un caudal más pobre. El régimen de alimentación es pluvio nival, con estiajes cortos y menor irregularidad que el resto de los ríos mediterráneos. Sus aguas se aprovechan tanto para la producción de energía hidroeléctrica como para un intenso regadío, por lo que se han construido numerosos embalses para uso agrícola (Mequinenza, Caselles). 4.- USO Y APROVECHAMIENTO DE LAS AGUAS. El agua, recurso básico para la existencia, está en España desigualmente repartida y es escasa. Procede en su mayor parte de ríos, mares, lagos y acuíferos. Los recursos hídricos están condicionados por factores físicos y humanos. a) Factores físicos: - Clima: Tiene un papel fundamental, ya que el agua procede de las precipitaciones, distinguiéndose la Iberia húmeda de la seca. - Relieve: Influye en la organización de las cuencas hidrográficas, en la capacidad erosiva de los ríos y en la construcción de obras hidráulicas. - Litología: Según el tipo de roca puede favorecer la escorrentía superficial (arcilla, impermeabilidad) o los acuíferos (caliza, permeabilidad). 7

- Vegetación: Impide la evaporación actuando como pantalla frente a la radiación solar. b) Factores humanos: - El hombre hace disminuir los recursos hídricos consumiendo el agua para sus necesidades. El aprovechamiento de los recursos hídricos tiene larga tradición en España. Desde las construcciones romanas (acueductos, implantación de regadíos,..) a los árabes que implantan una cultura del agua al servicio de la agricultura. El Plan Nacional de Obras Públicas de 1.933, que contemplaba la construcción de presas, embalses, trasvases, muchos realizados a partir de 1.960, cambió la situación de España para el aprovechamiento de los recursos hídricos, a través de obras hidráulicas (presas, trasvases y canalizaciones), e infraestructuras (depuradoras y potabilizadoras). El objetivo de las primeras es: - Aumento de los recursos disponibles. - Procurar el abastecimiento urbano. - Cubrir las necesidades de la agricultura e industria. - Disminución de la demanda como resultado de las medidas de ahorro. - Prevenir inundaciones mediante el encauzamiento de las cabeceras. - Protección del medio ambiente hídrico. - Generación de energía hidroeléctrica. Las infraestructuras intentan mejorar el uso del agua por la población, las depuradoras tratan aguas residuales para no contaminar, y las potabilizadoras tratan el agua para su consumo humano. Las desaladoras se localizan en zonas turísticas con déficit de agua, sobre todo en los archipiélagos y litoral mediterráneo. No obstante, a pesar de tener un elevado número de presas, son insuficientes para cubrir la demanda. A ello se une la colmatación de los pantanos. La demanda de agua en España supera los 30.000 hm 3, distribuidos en estos usos: - Uso agrícola y ganadero. El regadío, que supone casi el 80% de la utilización del recurso. - Producción energética: ya sea hidroelectricidad, en grandes o pequeñas centrales, o bien como sistema refrigerante en centrales térmicas y nucleares. - Abastecimientos urbanos e industriales (14%). El consumo doméstico ha ido en aumento constantemente y se incrementa con la segunda residencia, ajardinamientos, etc. - Usos recreativos, deportivos y turísticos, que se incrementan especialmente en los meses de menor precipitación, como parques acuáticos, campos de golf, etc. - Sistema de evacuación de residuos de actividades domésticas y económicas tanto primarias como industriales. La escasez de agua, el consumo excesivo, la creciente demanda, su mal uso, la contaminación, ponen de manifiesto la fragilidad del modelo tradicional del uso y gestión del agua en España, provocando tensiones sociales, territoriales y políticas. Por ello, se promulga en 1985 la Ley de Aguas; en 1993 se presenta el Plan Hidrológico Nacional (modificado en 2005) y el 1998, el Libro Blanco del Agua. Con estas iniciativas se pretende lograr un modelo basado en 8

una política integral del agua, en la planificación a escala estatal y por cuencas hidrográficas, en el uso racional y equilibrado de los recursos hídricos, Considerando que el agua es un bien escaso la gestión del agua se presenta como un problema cada vez que se proyecta un trasvase que afecta a distintas Comunidades, o la presión urbanística que degrada los recursos hídricos y que son más alarmantes en unas zonas que en otras. REGULACIÓN DE LOS CURSOS FLUVIALES: AGUA EMBALSADA España es uno de los países donde la red de pantanos es más amplia, y ello se ha observado como una necesidad desde el siglo XIX. En la actualidad se están observando algunos problemas ecológicos derivados de estos pantanos, construidos a veces sin la mínima planificación, sobre todo, durante el franquismo. Tanto el clima como los ríos españoles son muy irregulares, presentando períodos de grandes sequías y otros de grandes avenidas de agua. Otras características del clima y de los ríos son los contrastes. Nos encontramos con una España húmeda al norte y oeste, a la que le sobra agua, y otra España seca al sur y este que demanda agua, y en la que están situados los grandes núcleos de regadío y de turismo español. Ello ha generado la construcción de grandes pantanos, trasvases y proyectos para trasvasar agua de unas a otras cuencas, proyectos muy polémicos. En la actualidad, los principales ríos españoles tienen sus cauces regulados por embalses. Esto ha permitido la mejora en los abastecimientos, la expansión de los regadíos, el control de las crecidas y la explotación energética de las aguas. Sin embargo la planificación no siempre ha sido la apropiada. Se han hecho pantanos en lugares pocos aptos. Algunos reciben demasiada sedimentación con lo que pronto se han colmatado, u otros se han construido en medios muy áridos, sin suficiente alimentación y con gran evaporización, lo que ha ido empobreciendo los caudales. LOS ESPACIOS LAGUNARES Y HUMEDALES España, por sus características orográficas y climáticas, no es un país rico en este tipo de formaciones. Las aguas estancadas continentales pueden ser diversos tipos, dependiendo del criterio que utilicemos para su división. Así, si utilizamos la cantidad del agua, la profundidad y la estabilidad tenemos aguas lacustres o lagos si es un área endorreica, con agua dulce o salobre. Hablaremos de aguas palustres o lagunas, humedales cuando la cantidad y la profundidad es pequeña y su permanencia en el tiempo es estacional. En España tienen escasa importancia los lagos y áreas endorreicas. Hay 2.474 lagos y lagunas, repartidos, sobre todo en relieves cársticos y montañosos. Tienen escaso volumen de agua. Son importantes como recurso económico: agricultura (riegos), turismo, comunicaciones (navegación interior), y aportan humedad a la zona, por lo que hay un aumento de lluvias. Se alimentan por ríos, precipitaciones en la misma cuenca y descarga de acuíferos. Se distinguen 3 tipos de lagos: 9

- Endógenos (originados por fuerzas del interior de la tierra); tectónicos como la Laguna de la Janda. Volcánicos como La laguna de Fuentilleja, en el Campo de Calatrava (Ciudad Real). Exógenos, (originados por fuerzas externas, como la erosión producida por el agua, hielo o viento). Los glaciares como: Ibones de los Pirineos, Sanabria, Laguna Negra. Los cársticos como. Lagunas de Ruidera, Laguna de Fuente Piedra. - Mixtos que se crean por la combinación de varios factores. Entre los mixtos destaca el de Banyoles en Girona. Los humedales o formaciones palustres son extensiones de terreno cubiertas por aguas poco profundas, e intermitentes, llegando a desaparecer en el estío. Son las lagunas, marismas, deltas, albuferas y turberas. Tienen un alto interés biológico por ser lugar de paso de aves migratorias. (Marismas del Guadalquivir, delta del Ebro, albufera de Valencia). Las albuferas son pequeñas lagunas paralelas a la costa, separadas del mar por un cordón de arena. A menudo una o más bocanas comunican la laguna con el mar abierto. Destacan las albuferas de Valencia, el Mar Menor o la de la Mata o Torrevieja. El hombre las ha utilizado para aprovechamientos agrícolas o como salinas. En las costas sur-atlánticas se suceden las marismas asociadas a las desembocaduras de los ríos Barbate, Guadalete, Guadalquivir, Tinto o Guadiana. Se trata de costas muy bajas y llanas donde la acción combinada de los ríos y las mareas van depositando progresivamente sedimentos, convirtiéndolas en zonas pantanosas, aptas para el cultivo de arroz, por ejemplo, como se ha hecho en las marismas del Guadalquivir. Las marismas del Guadalquivir eran un lago en la época romana y en la actualidad, en un proceso inacabado, se han convertido en marismas. En las zonas más deprimidas aparecen los esteros, inundados por aguas marinas y aprovechados para la explotación de sal marina o para convertirlos en explotaciones de acuicultura. Los deltas son depósitos triangulares de sedimentos que depositan los ríos en su desembocadura. El delta del Ebro es el más extenso e importante de los deltas españoles, que ha sido ocupado en una gran parte para el cultivo del arroz. LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS. (Acuíferos) Las aguas subterráneas discurren dentro de la zona saturada del subsuelo, yendo hacia los cauces de ríos, lagunas y humedales. El carácter permeable de las áreas calizas hace que abunden los acuíferos. Las actividades humanas han alterado este recurso por practicar numerosos pozos, que han llevado a la desecación (Tablas de Daimiel), salinización (Almería) y contaminación por plaguicidas, fertilizantes, actividades ganaderas, industriales y vertidos urbanos. También la construcción de pozos sin licencia o ilegales contaminan las aguas. En Baleares y Canarias, la mayor parte de los recursos hídricos procede de los acuíferos, aunque están sobreexplotados. 10