ENTRE TERRORISMO Y NO VIOLENCIA Mario Wainstein Hay que poner en duda la predisposición palestina a lograr una convivencia pacífica con Israel basada en un Estado propio en fronteras similares a las anteriores a la Guerra de los Seis Días de 1967. Si de verdad fuese ése el objetivo palestino, hace ya tiempo que se hubiera logrado. Le gente -y me refiero no sólo al mundo sino a nosotros mismostiende a olvidar muy rápidamente sin registrar hechos históricos elementales. Todos hablan como si el conflicto hubiese nacido ayer, seguramente como consecuencia de una cruel y arbitraria decisión israelí de privar a los pobres refugiados de alimentos y luz eléctrica. La verdad es que cuando Israel declaró su Independencia hace casi exactamente 60 años, sobre un territorio que nadie en el mundo alega que fuera ocupado por las armas, lo hizo en medio de crueles ataques que se sucedían desde hacía casi seis meses, provenientes de palestinos que podían declarar su propia independencia en la mitad del territorio correspondiente al Mandato Británico. Pero también entonces se rebelaban contra la ocupación y consideraban que reivindicaban sus legítimos derechos.
Mucho me temo que es muy poco lo que ha cambiado hasta ahora. Lo único que se ha tratado de mantener, pese a las dificultades para ello, es el conflicto. Se lo ha mantenido contra viento y marea cuando se promulgó el Libro Blanco y cuando se accedió a la partición, y se lo sigue manteniendo a través de refugiados que son ya cuarta generación de los originales, a quienes se les ha impedido por todos los medios dejar su condición de tales y pasar a ser ``exiliados'', si ese es su deseo. El temor a que ese pueblo, tratado como una masa de gente sin voluntad propia, llegue a tomar conciencia de su situación y se independice de líderes que pretenden seguir utilizándolo como instrumento de su política, tuvo uno de sus puntos culminantes hace alrededor de 20 años, cuando estalló en forma espontánea lo que recibió el nombre de ``intifada'' y que no fue sino un levantamiento popular genuino y auténtico que no obedecía a órdenes de líderes políticos sino a una conducción propia, local, surgida de los propios acontecimientos. Ya casi nadie recuerda el pánico que se apoderó de los comandantes de la OLP, empezando por el propio Arafat, ante esa manifestación de independencia que, para colmo, obtenía más y mejores logros que lo que podían esgrimir los ``dirigentes''. 2
Ya allí quedó claro lo que sigue siendo cierto hasta hoy: si los palestinos quieren un Estado independiente al lado de Israel para una convivencia pacífica en fronteras similares a las de 1967, lo pueden lograr en forma rápida y completa, sin disparar ni una sola bala. Quizás algunas piedras. Probablemente ni siquiera eso. Menciono esto a raíz de la anunciada y fallida manifestación civil de los habitantes de Gaza frente a la frontera con Israel. Falló porque fue un nuevo intento de manipular a la población, como lo es también el mantenerla viviendo en condiciones miserables. Pero la verdad es que ni Tzáhal ni ningún ejército de un país democrático puede hacer nada contra civiles -niños, hombres, amas de casa- que avancen desarmados pidiendo lo elemental: pan, trabajo, independencia. Aquella intifada casi lo logra, para sorpresa y alarma de los dirigentes políticos de la OLP, porque era un pueblo desarmado pero decidido el que lo exigía. Esta semana murió el jefe del Estado Mayor que tuvo la ingrata tarea de estar al frente de una fuerza a la cual se le exigía enfrentar ese fenómeno, que de ninguna manera podía vencer porque no podía confrontarse. 3
Es distinto cuando lo que se exige, a través de la dirigencia política, es lo mismo que en 1948: no un Estado al lado de Israel sino en su lugar. No la existencia de Gaza y Hebrón como ciudades de un Estado independiente, sino la inexistencia de Tel Aviv como parte de un Estado judío. Cuando esa es la exigencia -y lamentablemente la es- ni siquiera el levantamiento civil puede prosperar. Porque así como no se pueden reivindicar fines nobles, verbigracia la independencia palestina, a través de medios innobles como el terrorismo y ataques a civiles, la fórmula es válida también al revés: los medios nobles, como la rebelión civil no violenta, no sirven ni alcanzan cuando los fines son despreciables, como la desaparición del otro. En aquella intifada genuina, yo y decenas de ciudadanos israelíes nos negamos a prestar servicio en los territorios ocupados. Le escribí mis motivos a Shomrón desde la cárcel militar, donde cumplí 28 días de arresto por desacato. Le dije que yo no deso-bedecía por cuestiones políticas sino por un problema de conciencia. Si al ir corriendo tras alguien que haya arrojado piedras, llegara yo a asustar a un niño que me vea con mi uniforme y mi arma y levantara sus manos en señal de rendición para que no le haga nada, esa imagen me habrá de perseguir por el resto de mis días y yo ya no seré el que era antes. Para evitar esa hipotética situación estoy dispuesto a ir preso, le dije. Agregué que pese a 4
que mi idea política era que Israel debía retirarse de todos los territorios ocupados en 1967 y cuanto antes mejor, entendía que Tzáhal no formaba parte de la lucha política y, para demostrar que no mezclaba conceptos, estaba dispuesto a servir en los terri-torios, con la condición de que no tuviese ningún contacto, ni siquiera casual, con la población local. Mandé la carta con la idea de que había dicho lo que tenía que decir aunque no pasara nada. Pero pasó: me reclutaron, y bajo órdenes derivadas directamente del Estado Mayor, todo un aparato se ocupó de que sea como el sargento (R) Wainstein había solicitado para dejar en paz su conciencia y su voluntad democrática. Existe en todo el mundo otro ejército como ese? Vaya como recuerdo y sentido homenaje a Dan Shomrón. 5