"Comentario Al Trabajo De S. Staude "r: Un Alcoholista Apremiado: Los Tiempos De La Intervención Clínica"" (*) Escuela Freudiana De Buenos Aires. 2001 Silvia Wainsztein La homofonía que el título ofrece me inspiró a escribirlo de este modo: "Un alcoholista ha premiado los tiempos de la intervención clínica". El cambio de sentido en la frase del título me servirá de guía para el comentario a la presentación clínica que Sergio nos expone. No es habitual en el ámbito de nuestra Escuela la presentación clínica de casos tratados en instituciones que, sin ser hospitalarias, se especializan en el tratamiento de patologías de tipo adictivas y se proponen como centros de rehabilitación. Estas instituciones prometen la erradicación de dichos fenómenos a condición de ser reconocidos por quienes los padecen como una enfermedad, es decir, que le otorgan una entidad psicopatológica en sí misma. Estas "centros de salud" son parte de un mercado sanitario cuya oferta de curación promueve, paradojalmente, una identidad, " alcohólico ", " drogadicto"," toxicómano ", lo cual por una parte ubica a estos sujetos en un lugar marginal, discriminatorio, y por otro les da una pertenencia a algún conjunto, a una clase. Desde la perspectiva del psicoanálisis cabe preguntarse dónde está el sujeto del alcohólico, del drogadicto, del toxicómano, así nominados desde el discurso social. Pero la pregunta crucial atañe a la intervención posible del analista en estas situaciones. La factibilidad de la operación transferencia en el seno de un encuadre que ya está determinado por la institución. Tendrá el analista en esta situación que poner en juego una puesta en escena, para dar pie a la posibilidad de que un análisis comience?. - Página 1 de 5 -
Uno de los primeros tiempos de la intervención clínica en casos como este es la puesta en escena. Es la maniobra que el analista ejecuta abriendo la dimensión imaginaria donde la mirada, a modo de ejemplo, concierne al sujeto. Cuando la invasión de goce no se articula más que como letra sin dialectizar deja al sujeto en una posición marginal que no reconoce ninguna filiación. Para la madre, "R" es casi un milagro de Navidad, porque después de eso "nunca más". Nunca más se relaciona sexualmente con su marido. Entonces "R" es la causa de " nunca más". Inundarse de alcohol, psicofármacos o cocaína, irriga el campo desértico del narcicismo, tornándolo en terreno lleno de La Cosa, que conlleva la esperanza de colmar la sed de la madre. En cambio los vómitos intentan fallidamente regar otro campo que el del desierto. Como dice el texto tienen el valor de la mostración única forma que encuentra "R" de formular alguna demanda al Otro. Este fenómeno ordena desde el registro imaginario una radical suplencia narcicista y testimonia a su vez la suplencia de la instancia simbólica que la insuficiencia del Padre promueve. "R" lleva el mismo nombre que su padre, su cuerpo no está velado por un nombre que lo represente y como tal lo ausente. Por el contrario, debe estar en guardia permanente tratando de producir un nuevo cuerpo que la trama imaginario simbólica no determinó. Este estado de guardia se manifiesta en el recorrido ritual por los bares que lo conducen al trabajo. El círculo vicioso es el circuito cerrado que intenta tapar los orificios por donde el otro no castrado pueda penetrar. Círculo vicioso, circuito cerrado que intenta dibujar un borde donde se cierre algo del cuerpo y resistir la invasión del otro. Ese milagro de Navidad que "R" es para el Otro materno lo actúa llenando el cuerpo de alcohol, de fármacos. Con ello confirma su lugar de ofrenda que para el otro es signo y como tal no entra en la dialéctica del lenguaje. A diferencia del síntoma, que es la respuesta del sujeto al enigma del otro, la adicción es una respuesta a la imposibilidad de horadar la excesiva completud del Otro. El "nunca más" viene acompañado de las depresiones de la madre y la sospecha de un padre homosexual. Impidiéndole al joven "R" constituir alguna trama familiar e inscribir su lugar en el mito. **** Esa "nada" que hay entre sus padres y para con él, que en alguna medida le transmiten, revela la inexistencia de inscripción del deseo de los cuerpos de un hombre y una mujer y su - Página 2 de 5 -
encuentro en alguna escena. De allí puede surgir su desinterés por las mujeres y por su propia sexualidad. Si al padre le dicen "paraste", y la madre dice "nunca más", a quién podrá formular "R" alguna demanda?. La imposibilidad de formular alguna demanda fálica retorna en "R" como un estancamiento pulsional en el cuerpo, como impedimento de escribir el borde imaginario del objeto y por ende como imposibilidad de construir algún fantasma. Es importante señalar que las pulsiones parciales se recorren en un doble movimiento de apertura y de cierre del cuerpo. El empuje de la pulsión a la demanda y al deseo del Otro, se realiza por medio de las palabras, por ejemplo de la madre. Así es como el cuerpo pasa a ser asumido en la lengua. La interrupción del trayecto pulsional se produce cuando no encuentra en el Otro el eco, a través de la distancia impuesta por la palabra, para que el circuito avance hacia el retorno sobre el cuerpo. El objeto mantiene el estatuto de alucinatorio y no permite la simbolización de la demanda del Otro. Este trayecto pulsional interrumpido no puede desglosar un objeto para el deseo en el intervalo entre dos significantes. Lo que debiera retornar bajo la forma de la voz o de la mirada del Otro, no se desprende como objeto "a" perdido. Queda pegado en el cuerpo del Otro. El goce del vicio no tiene límites ya que el sujeto no puede constituirse a partir de la falta, por lo tanto, del deseo del Otro. Para "R " no hay inscripción de quién es él en el deseo de la pareja parental. Su desinterés por la sexualidad como fuente de placer es una consecuencia de ser el objeto parcial del goce del Otro. Volvamos a la pregunta acerca de la intervención posible del analista con este tipo de pacientes y en el contexto de una institución como la que el texto nos describe. Si el encuadre está del lado de la institución, la puesta en escena es la maniobra del lado del analista. Podrá servirse de ella para delinear las coordenadas y lograr que algún mito se construya como un tiempo imprescindible de la cura. Tendrá que contar para ello con la operación transferencia que dicha puesta en escena conlleva. Pensemos el alcohol como la prótesis, el suplemento que R necesita para sostener su imagen - Página 3 de 5 -
cuando se dirige hacia su trabajo y que le restituye la relación imaginaria con el otro que se juega en todo lazo social. Este suplemento es suprimido en el Centro de Rehabilitación. Cómo sustituye entonces lo que se considera que otros tienen, es decir, el suplemento fálico imaginario?. El alcohol y el fármaco adormecen, apaciguan la ambigüedad entre el ser y el tener, otorgando un cierto ordenamiento a la demanda del otro. Los rasgos obsesivos que manifiesta R en relación con el trabajo, surgen desde el llamado al goce al que el empuje de la pulsión lo conduce. Se hace deshecho, excremento de la figura autoritaria que la policía, el juez, el padre militar representan. Bajo la forma de las neurosis actuales, la angustia no opera como señal que guía el despliegue del deseo. Los suplemetos utilizados son signos no subjetivados que se ofrecen como la vía posible para que el analista arriesgue desde su posición alguna intervención. La madre nos relata, que cuando R tenía 12 años consultan con un psicólogo y allí R expresa interés por su pasado. Interés que de haber continuado hubiera posibilitado desde la ficción del mito, arribar a la construcción de un fantasma, recurso esencial para abordar la sexualidad que el drama puberal desencadena. Es importante tener en cuenta el episodio de las amenazas que anteceden a dicha consulta, debido a las cuales R es llevado al colegio con una cuerda como si fuera un perrito. El verdadero atentado a la subjetividad del niño ya se había producido. La nefasta consecuencia fue el aislamiento, el encierro familiar y el desencuentro con sus semejantes. Quedó privado del lazo social imprescindible para el proceso de identificaciones que le hubieran facilitado un anudamiento más consistente de la estructura. Quiero señalar que estos pacientes son generalmente traídos a la consulta por los padres u otros allegados, quienes toman a su cargo toda la preocupación del caso. Son muy raras las ocasiones en que los propios pacientes se avienen a tomar la iniciativa. Podemos asimilar el modo indirecto por el cual comienzan un tratamiento a lo que ocurre en la vida de estas personas. Hay un impedimento a formular alguna demanda al otro del cual dependen, no poseen el registro de esta posibilidad. Sergio en su presentación subraya que en este caso, desde la escena donde se despliega la reunión familiar, propicia que R pida el tratamiento individual. Un borde empieza a dibujarse en el acto, donde la puesta en escena comienza a tener otro movimiento que el del encuadre. Solo una posición flexible del analista le permite allí jugar su role y apuntar a lo no constituido aún en la estructura del sujeto. El apremio a premiar es indicador de la urgencia de la neurosis de tipo narcisista en restituir la - Página 4 de 5 -
imagen del cuerpo. El alcohol y el trabajo son la conjunción que le garantizaba el éxito de sostener una imagen. El precio a pagar son las" obsesiones" de no ser descubierto el modo perverso en el que consigue los casos. Para retomar el equívoco del título. Si leemos el apremio de R como "el alcoholista que ha premiado los tiempos de la intervención clínica", podemos situar el sujeto del deseo como tiempo en el que el deseo es el deseo del Otro. Este tiempo es necesario e imprescindible desde el registro imaginario e incide en la matriz narcisista para producir el pasaje del signo al síntoma. Lo que a R le falta es la dimensión fálica ( -fi) que lo saque de ser el doble del padre, el otro R, el adicto al juego, donde el apremio está impregnado por el empuje pulsional sin la significación fálica que implica una dimensión temporal que va a contrapelo de la urgencia por obtenerla. - Página 5 de 5 -