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SEMANA 3. APRENDIENDO A EJERCER CIUDADANÍA ECONÓMICA: CIUDADANO O CONSUMIDOR? Lección 3.2 Inclusión financiera en América Latina En la siguiente lección se aborda un tema que hace parte del debate actual en la agenda política, como es la educación financiera, vista desde un enfoque multidimensional. Este enfoque, además del acceso y del uso a una gama variada y de calidad de productos y servicios financieros, debe considerar las capacidades y las competencias que requieren las personas para que, a través de esa inclusión en el sistema financiero, puedan mejorar no sólo su bienestar económico, sino también el de sus comunidades. Desafíos para la inclusión en América Latina Los países de la región han asumido un compromiso con el tema de la inclusión financiera que no se limita a que exista una oferta competitiva de productos y servicios financieros, sino que apuesta por lograr un uso efectivo y eficiente de esos servicios por parte de todos los segmentos de la población. No se trata de bancarizar por bancarizar, sino de dotar de herramientas financieras a la población, y principalmente a la población más vulnerable. Por ello, los esfuerzos de la inclusión financiera abordan por lo menos tres ámbitos: 2 1. Generar una oferta diversa y competitiva de productos y servicios adecuada a los distintos perfiles y segmentos de la población. 2. Promover acciones para tener una demanda informada, con capacidad para decidir qué productos financieros usar. Para ello, es clave desarrollar esquemas de educación financiera, y promover el contacto, tanto entre usuarios potenciales como con el mercado financiero. 3. Propiciar un entorno saludable de información y esquemas de protección adecuados a todos los consumidores. Para responder a este desafío, varios países de América Latina y el Caribe han iniciado rutas de desarrollo hacia la consolidación de estrategias internacionales de inclusión financiera. Mucho más recientemente se ha reconocido la necesidad de desarrollar, como parte de esas estrategias, la educación financiera; toda vez que se requiere de población capaz de tomar decisiones informadas, y saber cuándo hacer uso o no de los productos y servicios financieros.
Avances y brechas en América Latina Surge entonces la pregunta acerca de qué tanto hemos avanzado en la región y cuáles son los temas pendientes. En lo que corresponde al acceso, el porcentaje de bancarizados en América Latina aumentó del 30,2% a 51,5% entre 2011 y 2014, de acuerdo con los datos suministrados por el Global Findex, lo cual da cuenta de un mayor nivel de penetración del sistema financiero. Sin embargo, la brecha de género y entre quintiles de ingreso se redujo muy poco. Incluso, en algunos países, la brecha de género se amplió, lo que sugiere que los procesos intensivos de inclusión no son siempre tan equitativos. Una opción muy prometedora utilizada por varios gobiernos para mejorar el acceso ha sido la promoción de la inclusión financiera de receptores de transferencias monetarias condicionadas (en su mayoría mujeres) y otros pagos de gobierno a personas, promoviendo la apertura de cuentas bancarias para realizar el pago de los beneficios sociales. Un ejemplo de ello corresponde a la estrategia conjunta desarrollada en Perú entre el Banco de la Nación y el Programa de Transferencias Monetarias Condicionadas Juntos, que buscó promover el acceso a cuentas bancarias de mujeres receptoras de beneficios sociales. En el año 2009 inició la apertura de cuentas bancarias a todas las usuarias del programa. Sin embargo, en el año 2011, cuando se les preguntó a estas mujeres si sabían bien que tenían una cuenta bancaria, tan solo el 3,9% sabía que tenía una cuenta de ahorros en el Banco de la Nación. 3 Esta evidencia da cuenta de que la simple apertura de una cuenta de ahorros no garantiza que sea usada como una herramienta más en el control y el manejo del dinero. Precisamente por esto, muchos investigadores argumentn que es pertinente incorporar un componente de educación financiera, que permita disminuir esas distancias entre los hogares beneficiarios y el sistema financiero. Deben considerarse las características iniciales de esas familias, que las ponen entre los grupos que menos han interactuado con el sistema financiero, por ser los menos incluidos de éste y de otros mercados. El caso chileno se ha presentado de forma distinta, dado los importantes avances que ha tenido en los últimos años respecto al acceso y la cobertura de servicios financieros. De acuerdo con un informe entregado en el año 2016 por la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, el 76% de la población adulta tiene algún producto de administración del efectivo, principalmente asociado a la tarjeta de débito. De forma paralela, se ha tenido un importante incremento en el acceso a tarjetas de crédito bancarias y no bancarias, principalmente tarjetas de créditos de casas comerciales.
Más preocupante aún es el destino de los créditos, principalmente en los segmentos más vulnerables, que corresponde a gastos cotidianos de la casa, salud y gastos en la educación. No se trata de satanizar el crédito u otros productos y servicios financieros, pero sí de prestar atención sobre el balance que debe existir entre la inclusión y la educación financiera. El objetivo es que las personas, cuando acceden a estos productos, puedan tomar decisiones informadas; y tengan la capacidad para comparar las opciones que maneja el mercado, calcular su capacidad de pago, y saber cuándo y en qué es conveniente endeudarse. Porque el riesgo de incluir sin educación es que finalmente terminemos por excluir a las personas. Ahorro e inclusión financiera Contrario a lo que podría pensarse, las familias pobres nos han mostrado que, cuando hay pocos recursos, esos deben ser administrados con muchísimo cuidado, por lo que se han visto obligados a desarrollar estrategias muy diversas para que esos recursos les alcancen. Entre ellas, el uso de múltiples mecanismos de ahorro. El Proyecto Capital, implementado en Perú y Chile por el Instituto de Estudios Peruanos, realizó la primera evaluación de impacto a una estrategia de ahorro formal, destinada a beneficiarios de programas de transferencias monetarias condicionadas. De esta forma, se buscó comprobar que era posible promover el ahorro entre las familias pobres. Los datos obtenidos en el año 2012 con la encuesta de salida fueron contundentes sobre los cambios en el comportamiento financiero de las mujeres: antes de la intervención, en el año 2009, menos del 2,5% de las usuarias ahorraba en el sistema financiero formal. Posterior a la intervención, en el año 2012, un 20,8% de estas mujeres ahorraba en un banco, cooperativa o caja. 4 Por lo tanto, entre las capacidades financieras que han demostrado ser más efectivas en los programas de educación financiera para población de bajos ingresos, se refiere en primer lugar a la capacidad de ahorro. Es importante reconocer que no se parte de cero. Se trata de valorar los conocimientos y habilidades con que las personas llegan a los programas; y potenciarlos para que, a través de las herramientas financieras, puedan romper con varias de las trabas de la pobreza. Lo más importante no es la mera acumulación de dinero en una cuenta bancaria, sino los efectos positivos que ha tenido el ahorro en las vidas de estas mujeres, en la construcción de sus activos, en el poder que tiene el ahorro de instalar un sueño sobre las posibilidades de futuro. El sueño, por ejemplo, de la educación de los hijos, la adquisición de activos productivos o una mejor vivienda.
Desafío para las instituciones financieras Hemos explorado los obstáculos y potencialidades por el lado de la demanda. Sin embargo, un elemento igualmente importante es el compromiso que deben asumir las instituciones financieras en ofrecer los productos y servicios que aporten valor a los usuarios. En muchos de los países de América Latina, y principalmente para la población ubicada en las zonas rurales, persisten altos costos de transacción para acceder a la oferta. En Perú, por ejemplo, el tiempo promedio para llegar desde sus casas hasta la oferta financiera es de 2,5 horas, gastando en sus traslados entre 3 a 5 dólares. A esto se suma la desconfianza generalizada en el sistema financiero, que puede ser ocasionada ya sea por el desconocimiento de cómo funciona y de los mecanismos de protección existentes, o por prejuicios basados en malas experiencias o mitos. Por ejemplo, que el banco las engañe o se quede con su dinero. Es necesario realizar una labor educativa con las instituciones financieras. Pero es necesario también desafiar los mitos y prejuicios que esas instituciones tienen acerca de las personas en situación de pobreza; y que logren adecuarse a sus particularidades ofreciendo más facilidades de acceso. 5 Reflexión final La inclusión financiera, acompañada de educación financiera, trae seguridad, más oportunidades para las personas, formaliza e incluye. La instalación de esas capacidades financieras aumenta la probabilidad de generar un consumo estable a través del tiempo, reducir la vulnerabilidad de los hogares, manejar la incertidumbre y volatilidad los ingresos; generar mecanismos efectivos para enfrentar mejor las emergencias, imprevistos y tragedias, induciendo de esta forma a planificar y presupuestar. Y con ello, a mejorar la autoestima, no sólo como producto de una reducción de la vulnerabilidad, sino también de sentirse más integrados a la sociedad. Para citar este material educativo: Villada, Ivonne (2017) Inclusión financiera en América Latina. Material del curso "Educación Financiera Ciudadana", impartido en UAbierta, Universidad de Chile. Obra acogida a licencia de Creative Commons Atribución- No Comercial- CompartirIgual 4.0 Internacional.