PARTICIPACIÓN DE LA SEÑORA MINISTRA OLGA SÁNCHEZ CORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, EN LA ENTREGA DE DIPLOMAS DE LA GENERACIÓN 1997-2001 DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNAM, EL 19 DE SEPTIEMBRE DE 2002, EN EL ANFITEATRO SIMÓN BOLIVAR DEL ANTIGUO COLEGIO DE SAN ILDEFONSO, EN EL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE MÉXICO. DINAMISMO Y ESPERANZA. De universitarios a profesionistas. Cuando el juez es necio y el letrado flojo y el procurador también Ay de ti Jerusalén! Refrán popular. Este recinto es, sin lugar a dudas, uno de los pocos lugares entrañables, íntimos y apartados que la Ciudad guarda todavía en sus entrañas para ciertos privilegiados como los hoy presentes. Los murales que nos cercan, la posibilidad de diálogo que permite su diseño arquitectónico y su acústica maravillosa, nos permiten no sólo pensar, sino sentir y, me atreveré a decirlo, hasta vibrar. Por los asientos que hoy ocupan, queridos jóvenes, han pasado generaciones de hombres brillantes, sabios de México; pero también el pueblo, la gente sencilla, los niños, el alma de México que la Universidad Nacional forja con cada uno de sus eventos, ya sean académicos, o de difusión de la cultura.
Por eso me siento no solamente honrada, sino feliz, de estar en medio de ustedes, emocionada y conmovida por contemplarlos aquí, llenos de dinamismo y esperanza. Por eso he titulado esta breve alocución con esas palabras, porque es de ellas que quisiera que hoy se fueran llenos y que no las olvidaran, ni las arrumbaran, ni las perdieran durante su ejercicio profesional. Porque el abogado, y en general el ser humano, esencialmente necesitan de estas armas para dejar huella de su paso por esta vida fugaz. Sin dinamismo ese dinamismo que ustedes tienen en abundancia ahora por su condición cronológica y fisiológica no se puede ir por la vida, no se puede caminar en medio de los hombres, porque, al igual que casi todas las cosas malas, la apatía se contagia y se propaga de una manera a veces insuperable. Hoy me llena de una tristeza infinita ver a tantos jóvenes sin esperanza, sin motivaciones, sin deseos de vivir la vida porque la vida les ha jugado malas pasadas y los ha vuelto apáticos, desganados, indolentes. Me llena de tristeza saber que esos jóvenes van por la vida sin el dinamismo que la juventud impone, sin la libertad que a esa edad se concientiza, sin la fuerza que desata la misma naturaleza cuando uno tiene un motivo en la vida. Queridos universitarios, no hace falta que yo les diga que la vida está llena de cosas bellas y que vale aun más la pena disfrutarla con intensidad, porque de sobra lo saben; pero si me han permitido amablemente dirigirles unas palabras en esta ceremonia, déjenme que 2
les recomiende no perder el dinamismo, porque sin él la vida transcurre lenta; sin sobresaltos, pero sin satisfacciones, y lo que es peor, sin esperanza. Esa esperanza que hoy les exhorto a que tampoco pierdan, porque es el motor de la persona. Es esa fuerza a la que alude nuestro lema vasconceliano inscrito en el escudo de la UNAM, cuando se refiere al espíritu. En el espíritu del hombre subyace la esperanza y por esa esperanza el hombre se mueve, por esa esperanza vive, por esa esperanza habla el espíritu. Dinamismo y esperanza, para quienes aspiramos a ejercer cabalmente el derecho, son dos baluartes de los que no debemos prescindir. Dos bastiones que nos deben acompañar siempre. Porque en la tarea de construir un nación más justa y equitativa, que debe ser premisa fundamental en su vida profesional, el derecho y, por consecuencia, el dinamismo y la esperanza, que también le son inherentes, se vuelven blasones para lograrlo. Para muchos el derecho no es más que una herramienta, para otros es un arte; 1 hay quienes lo consideran un arma 2 o un mal necesario. Pero el papel del abogado, del jurista, del juez, del notario profesiones que seguramente muchos de ustedes desempeñarán son lo que define en cada sociedad lo que el derecho verdaderamente significa. 1 El abogado que no se siente artista es un artesano reza un pensamiento anónimo. Cabanellas, Guillermo. Repertorio jurídico. 4ª edición ampliada por Ana María Cabanellas. Buenos Aires, 1992, p. 240. 2 El derecho es un arma cuya calidad no es tan importante como su manejo. Idem. 3
Por eso es tan importante este evento. Porque con el esfuerzo que ustedes han hecho para concluir sus estudios, están transformando la manera de pensar, de definir, de ejercer, de comprender y valorar al derecho en nuestra sociedad. Nos demuestran, a quienes vamos delante suyo, que construir el derecho es una labor que tenemos los abogados para toda la vida; pero sobre todo, que la educación, por sí misma, no nos hace libres, sino que es la clave, la herramienta, el medio que nos permite descubrir que somos libres y que podemos amar y ser felices. La función que desempeña el abogado es fundamental en la sociedad, pero lo es hoy más que nunca porque en los profesionales de la ciencia jurídica se funda la esperanza de construir uno de los más altos ideales modernos: el Estado de Derecho. En el ejercicio libre de la profesión, el servicio público en todas su vertientes, en el notariado y la iniciativa privada, el abogado puede hacer florecer sus conocimientos o bien ponerlos al servicio de intereses mezquinos que los aprovechen y los exploten; pero en la docencia y la investigación, en la educación, encuentra su semillero. Ustedes han abrevado de los conocimientos de uno de los mejores claustros de profesores que hay en México, pero su responsabilidad ahora es doble, porque además de poner sus conocimientos al servicio de quienes les provean el sustento, están obligados, quizá más que muchos otros, a mejorar nuestro sistema jurídico a todos los niveles. 4
En ello deben centrar gran parte de sus fuerzas. Porque, al parecer, nos hemos olvidado de enseñar valores en los jóvenes recién egresados del bachillerato que pueblan nuestras universidades. Jóvenes que ven en la universidad no la ciencia ni la tradición, sino el boleto de entrada a los empleos mejor remunerados. No sean ustedes de estos jóvenes. Por el contrario, busquen ejercer la profesión con aristocracia intelectual, buscando ser de esa clase de alumnos que no se conforma con lo que le enseñaron sus profesores, sino que busca siempre la mejora personal. Por todo ello, quiero reiterar mi agradecimiento a las autoridades de esta mi universidad, por hacer que la educación siga siendo prioridad y por permitirme transmitirles a ustedes estas ideas, esperando que sigan siempre cosechando éxitos y triunfos; que se opongan, con su trabajo, a la decadencia moral e intelectual de la profesión; que se realicen como abogados; que luchen, con dinamismo y esperanza, por mantener siempre su calidad de universitarios en todos los actos de su vida. Por mi raza hablará el espíritu. Muchas Gracias. 5
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