SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS - CICLO B Jesús, vino NUEVO Por José Enrique Ruiz de Galarreta, sj

Transcripción

1 SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA MADRE DE DIOS - CICLO B Jesús, vino NUEVO Por José Enrique Ruiz de Galarreta, sj I. TEXTOS DEL LIBRO DE LOS NÚMEROS (6, 22-27) El Señor habló a Moisés: Di a Aarón y a sus hijos: Esta es la fórmula con que bendeciréis a los israelitas: El Señor te bendiga y te guarde; ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor. El Señor se fije en ti y te conceda la paz. Así invocarán mi nombre sobre los israelitas y yo los bendeciré. DE LA CARTA DE PABLO A LOS GÁLATAS (4, 4-7) Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo, que clama: " Abbá, Padre!". Así que ya no eres esclavo si no hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios. DEL EVANGELIO DE LUCAS (2, 16-21) Los pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, les contaron lo que les habían dicho de aquel niño. Todos los que lo oían se admiraban de lo que decían los pastores. Y María, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón. Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y oído: todo como les habían dicho. Al cumplirse los ocho días tocaba circuncidar al niño y le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su concepción. II. TEMAS Y CONTEXTOS EL LIBRO DE LOS NÚMEROS Este es un texto precioso y muy antiguo. Lo recoge el Libro de los Números, pero es patrimonio tradicional y muy querido del pueblo de Israel. Es un texto de bendición, recitado en la oración de generación en generación.

2 EL TEXTO DE LA CARTA A LOS GÁLATAS Pablo, en la carta a los Gálatas hace un resumen de un punto básico de su doctrina. La Palabra, nacida en Israel, ha llegado a su plenitud en Jesús, y ha roto todos los moldes. Se ha anunciado al mundo entero, a judíos y gentiles, libres y esclavos, y nos ha mostrado quiénes somos: no simples cumplidores de la Ley, sino hijos y herederos. Es la síntesis y la esencia del mensaje de la Navidad. El texto, sin embargo, plantea graves interrogantes. Parece decir que antes de Jesús los humanos no somos hijos, ni siquiera después lo somos propiamente sino solamente hijos adoptivos. Si esto es así, nos encontraríamos ante una concepción de Padre e Hijo cercana a la de algunos textos joaneos, en los que Padre tiene poco que ver con Abbá y mucho con engendrador, expresión que se aplica al Hijo Unigénito, segunda persona de la Trinidad, y no a nosotros. EL EVANGELIO DE LUCAS Es el relato inmediatamente posterior al nacimiento. Se plantea ya en él, protagonizada por María, la pregunta básica del evangelio y de todo hombre: quién es éste niño, de apariencia normal? Es normal sólo en apariencia? La segunda parte del texto muestra la circuncisión de Jesús. La circuncisión es la señal del pueblo, la señal de la Alianza, y expresa el sometimiento a la Ley. La gran polémica que sostendrá Pablo en los primeros años de la Iglesia se centrará precisamente en la circuncisión: hay que seguir circuncidándose para seguir a Jesús? No se trata de algo exterior, de un mero rito. La circuncisión simboliza la aceptación de toda la ley judaica. Pero Pablo vio bien, mejor que nadie, que Jesús no es simplemente la plenitud de Israel, y que la Ley de Israel se ha quedado atrás, absolutamente superada por Jesús. III. REFLEXIÓN En el día de hoy, primero de Enero y del año, se mezclan difícilmente dos celebraciones. La celebración religiosa, en que la Iglesia sigue reflexionando sobre Jesús y sobre su madre, y la celebración profana, el primer día de nuestro año, que nada tiene que ver con la Navidad. En la fiesta religiosa se ha alternado históricamente entre tres celebraciones: la circuncisión de Jesús, porque hace ocho días que nació el niño, y es el día de circuncidarlo; por esto, se celebraba hoy la fiesta del nombre de Jesús, porque en la ceremonia de la circuncisión se incluía la imposición del nombre; y finalmente en los últimos años celebramos hoy la fiesta de María madre de Dios. La fiesta civil es el Año Nuevo, que no coincide con el año litúrgico (que empieza como sabemos en el primer domingo de Adviento), pero que es una de las fiestas más celebradas, con su necesario antecedente de la Nochevieja, fiesta para desearnos todos que el nuevo año esté lleno de felicidades. Contrariamente a lo que sucede con muchas otras fiestas de la Iglesia, parece que en ésta lo religioso y lo civil van cada vez más en desacuerdo. En otras celebraciones, la Iglesia se ha preocupado de bautizar una fiesta popular, ofreciendo motivaciones religiosas para la celebración. La misma fiesta de Navidad fue situada en estas fechas no porque en ellas naciera Jesús (no sabemos cuándo nació) sino para apropiarse de la fiesta de la luz en el solsticio de invierno. El año nuevo sin embargo pasa desapercibido a los ojos de la celebración religiosa, que se fija solamente en sus propios temas. 2

3 Y sin embargo sería fácil dar sentido religioso a la palabra nuevo desde Jesús, y desde el nombre de Jesús, e incluso desde la circuncisión. La circuncisión es la vieja ley. Jesús nace sometido a la vieja Ley, pero la romperá desde dentro, como el vino nuevo que rompe los odres viejos, como el paño nuevo que rasga el vestido viejo. Y su propio nombre Dios salvador muestra un Dios nuevo, que destruye al viejo ídolo que todos tendemos a venerar, el amo/juez que inspira temor. Éste es un tema históricamente real. La primera Iglesia tuvo que hacer esa conversión, y se nos ha entregado un documento espléndido de esta transición: los Hechos de Apóstoles, en los que se da fe de la fortísima tensión que el problema supuso en las primeras comunidades. A veces se ha afirmado, con bastante ligereza, que el verdadero fundador de la Iglesia no es Jesús sino Pablo. Es evidentemente falso, pero sí es verdad que debemos a Pablo el enorme esfuerzo para separar a la Iglesia de a vieja Ley. Que los cristianos no tuvieran que pasar por la circuncisión significa que lo de Jesús no es simplemente la plenitud de la vieja Ley, y que ésta sólo puede aspirar a la categoría de prehistoria de lo de Jesús, que es mucho más que su cumplimiento. Jesús, su figura y su mensaje, sus acciones y Abbá son verdaderamente nuevos. Nunca insistiremos suficientemente en la validez del significado de Evangelio = Buena Noticia. La palabra Noticia es sinónima de Novedad, novedad buenísima, porque descubre la esencia de Dios, no conocida hasta Jesús, y nos invita al Reino, que es muchísimo más que el cumplimiento de la Ley. Por esta razón, sería magnífico que en día del Año Nuevo nuestra consideración se dirigiese mejor a la Buena Nueva, al Vino Nuevo de Jesús, a la Vida Nueva a que Jesús invita. En la misma línea, hoy suele ser día de deseos de felicidad. Feliz Año Nuevo es la frase que más repetiremos. Y también aquí sería oportuno pensar en los nuevos criterios de felicidad que ofrece Jesús. Pienso que el evangelio más apropiado para hoy sería el de las Bienaventuranzas, el código de felicidad de Jesús. Dichosos los pobres, los no violentos, los que sufren, los que perdonan, los limpios de corazón, los que luchan y sufren por la justicia. Oponer estos criterios de felicidad a nuestros deseos de salud, dinero, y amor es absolutamente oportuno en un día de buenos deseos como hoy. Y recordar que Jesús no fue feliz por otra cosa que porque asumió enteramente su misión: ser Salvador, ser para todos, ser Hijo, en cualquier circunstancia, agradable o desagradable, de su vida. La novedad de Jesús se concreta en nuevos valores, en nuevos criterios, nuevas maneras de ver el mundo y la vida. Jesús cree en ellos hasta el punto de considerar dichosos a los que viven así. Hoy que nos deseamos felicidad deberíamos deseárnosla según la entiende Jesús. No podemos desearnos sin más que nos toque la lotería. Año Nuevo, Vida Nueva, es un buen eslogan. Eso es lo que ofrece Jesús, una Vida Nueva, completamente nueva. Hoy es el día para recordarla y deseárnosla. En otro orden de cosas, el título de Madre de Dios que la fiesta de hoy otorga a María nos propone un auténtico desafío. La Teología y la devoción popular pueden estar aquí un tanto enfrentadas. La Teología sabe bien lo que dice con esta expresión, pero la piedad popular se ha visto empujada más de una vez a interpretarlo de modos poco correctos. Es evidente que para la Teología Madre de Dios no significa madre de Dios Padre, ni madre del Verbo antes de su encarnación, ni madre del Espíritu Santo. Es la madre de Jesús, en quien hemos reconocido al hombre lleno del Espíritu, de quien decimos que todo lo hizo bien porque Dios estaba con él. En definitiva, el título de Madre de Dios mal entendido es una negación de la Encarnación. En Jesús reconocemos a Dios hecho hombre, 3

4 no a Dios con apariencia humana. De ese Dios hecho hombre es madre María, no de una apariencia humana de Dios, no de un Dios que no sea real y verdaderamente hombre. IV. PARA NUESTRA ORACIÓN La celebración cristiana del Año Nuevo es un desafío. Cuando el mundo celebra profanamente la Navidad, gastando más que nunca, distanciándose más que nunca de los más marginales, cuando todos los deseos van dirigidos a felicidades vanas, la Vida Nueva, Jesús Nuevo Vino, Nuevas Fiesta, nos desafía, nos debe desafiar. Nuestra celebración de la Nochebuena debe ser religiosa. Nuestra celebración de la Nochevieja no puede ser una orgía. Nuestros deseos para el nuevo año no pueden ser deseos de más carne sino de más espíritu. Si no somos capaces de bautizar estas fiestas es porque no somos capaces de bautizar la vida entera, porque nuestro seguimiento de Jesús es sacral, desencarnado. Pero lo de Jesús es nuevo precisamente porque hace sagradas todas las cosas, porque descubre que el reino es la vida, que Dios es el espíritu que hace nuevas todas las cosas que antes teníamos por profanas, independientes de Dios. Encarnación no significa sin más que Dios se metió en un hombre, sino que la carne puede recibir el espíritu, que toda nuestra vida es de Dios y para Dios, que nada hay profano, ni el trabajo ni el descanso, ni el placer ni el dolor, ni el Viernes Santo ni la Nochevieja. YO CREO EN EL DIOS DE JESÚS APÉNDICE: Acerca de Hijos adoptivos El corazón de la Buena Noticia es Abbá, es decir, creer en el Dios de Jesus, y sólo en Él. Sigue a Jesús el que dice creo en Abbá, porque Jesús mostró que así es Dios. No lo creo porque sea lógico, razonable, porque me explica el origen del universo, porque me aclara el problema del mal, porque mi razón lo demuestre. Creo en Él porque Jesús creía en Él. Y por nada más. Jesús se dirigía a Dios en su oración llamándole Abbá, papá, y no lo hacía porque él mismo se sentía hijo excluyendo a los demás, sino porque sentía que Dios es papá para todos. Con esta palabra Jesús está mostrando cómo es su relación con Dios y cómo siente que es Dios en relación con él. El niño pequeño siente ante su papá una veneración total, su papá lo puede todo y lo sabe todo; pero además y por encima de todo lo demás, una confianza absoluta: el niño se siente querido, inmensamente querido, por alguien de quien puede esperarlo todo. Jesús siente que eso es Dios para él y así se siente él mismo ante Dos. Esto no es conocimiento abstracto de la divinidad, ni descripción de los atributos divinos ni explicación del poder creador de Dios ni nada por el estilo. Me atrevería a decir que esto no es base suficiente para un tratado teológico sobre Dios. Pero los intelectuales de la Iglesia, y (quizá más aún) sus gobernantes, necesitaban más. Necesitaban competir con otras teologías y necesitaban fundamentar su autoridad en una autoridad superior. Así que le corrigieron la expresión a Jesús, en dos sentidos. 4

5 Ante todo, cambiaron el sentido de la palabra Padre. Volvieron al Antiguo Testamento, y vieron en Dios al paterfamilias, ante todo amo y señor de todo su clan, con derecho de vida y muerte, caracterizado por el poder y al que se debe ante todo respeto (cuando no temor). La palabra padre en esta mentalidad es masculina, marca distancia, y su bondad o misericordia (si las tiene) son de hecho atributos secundarios, diríamos que adjetivos. Esto aparece muy bien en las representaciones de Dios: un vigoroso anciano venerable volando por los cielos o sentado en un trono. Esto mismo se ha transmitido a la palabra padre utilizada por la iglesia para sus sacerdotes, más aún cuando se acompaña por su acostumbrado reverendo (o sea, digno de reverencia), que nada tiene que ver con cariño o confianza. Por este camino, el santo padre no es un título cariñoso sino respetuosísimo. Lo mismo pasó con la palabra abad, que deriva de Abbá pero quiere decir lo contrario, hasta el punto de que su femenino abadesa nada tiene que ver con amor maternal sino con poder, representado incluso en el báculo. Una flagrante y desgraciada deformación. Esta deformación de Abbá tiene oscuros orígenes, de los que podemos señalar algunos: ante todo, la falta de respeto al estilo de Jesús: para Jesús, Abbá tiene sentido paralelo a médico, a madre, a agua, a pan. Dios es curación, salud, Dios es comprensión, cariño, Dios es alimento y refresco. Pero, cambiado el estilo, Dios resulta (y casi exclusivamente) engendrador. Por tanto, cuando Jesús habla de mi padre, se refiere al que le engendró: se trata de la paternidad biológica o legal. Por tanto, no se trata de que Jesús se sienta ante Dios como se sentía ante José y María, sino de que su estirpe es altísima. Con esto, los demás humanos no pueden decir Abbá, padre, sino dar gracias porque son hijos adoptivos (desgraciadísima expresión por cierto). Jesús es hijo natural ; nosotros, no. Todo esto ha nacido de cambiar el estilo de Jesús: Jesús habla en parábolas; los teólogos, en conceptos; lo que para Jesús era una comparación, para nosotros es una definición; lo que en su origen fue un sentimiento mutuo entre el ser humano y Dios se convierte en la definición de su esencia; hijo pasa de ser cariño a engendrado; padre pasa de ser amor a engendrador. Un desastre, nacido de cambiarle el estilo a Jesús. Tan importante es su estilo. En este momento es cuando me queda claro que padre=engendrador es una deformación. Dios no es mi engendrador. Como mucho, podemos decir que es mi creador, engendrador de mis engendradores desde el primer eslabón de la cadena vital. Pero esto se aplica a todos los seres creados, no tiene que ver, en principio, con el amor, no es Buena Noticia, ni siquiera noticia. No es ése el mensaje de Jesús. Las consecuencias de esta modificación del lenguaje son fatídicas: padre, entendido como engendrador o reverendo padre, se identifica con creador, con señor, con amo. Y la relación con él es fundamentalmente de obediencia, de respeto, de distancia y aun de temor: Antiguo testamento en sus peores extremos, sin más. Ha muerto la Buena Noticia. Podríamos mostrar ejemplos clamorosos en la predicación que se ha hecho en los Ejercicios espirituales sobre la muerte repentina del que comete un sólo pecado y predicaciones atemorizantes parecidas. Pero si Dios es Abbá la religión es una relación de amor y confianza. Me resulta muy sugerente la imagen de una familia poligámica, en la que el varón engendra hijo tras hijo de diversas mujeres... y apenas sabe nada de ellos ni se preocupa más que para nombrar al heredero y cosas 5

6 semejantes. Pero son las madres las que cuidan de los niños, las que los alimentan, los curan cuando están enfermos, se preocupan de sacarlos adelante. Sacar adelante a los hijos es un término, derivado de Abbá, en el que no se ha reparado lo suficiente. Es el principal trabajo de los padres. Se puede engendrar hasta por descuido, pero sacar adelante al hijo requiere toda la dedicación, el esfuerzo y el amor. Y aquí llegamos a algo más serio: los padres engendran porque quieren un hijo (y jugamos con los dos significados de la palabra querer: decidir/amar). Los padres quieren a sus hijos (los aman) antes de verlos. La generación humana perfecta va mucho más allá de lo biológico, de la necesidad de perpetuar la especie: es un acto de amor. Entender así la paternidad de Dios cambia muchísimas cosas, diríamos que lo cambia todo y explica el por qué del primer mandamiento (??): amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas. Israel fue capaz de enunciarlo, quizá sin darse cuenta de que era absurdo: por qué amar al señor, al amo, al poderoso, al terrible, al que castiga...? Se puede decir respecto de él obedecerás, respetarás, venerarás... Por qué amarás?. Jesús da la solución: Amarás a Dios porque él te ama más que tu madre. Nunca nadie ha dicho algo semejante respecto de los dioses. Y nosotros la Iglesia no hemos sido capaces de digerir semejante novedad, y hemos regresado al Dios/generador/amo/legislador/juez, porque lo de Jesús es demasiado fuerte y trae consecuencias demasiado revolucionarias. Pues bien, yo le creo a Jesús, y no a los antiguos, ni a los que interpretaron sus palabras volviendo al pasado. En consecuencia, no me interesan las elucubraciones sobre Dios creador, sino el corazón del creador, porque de eso habla Jesús. No me interesa (y no me asusta) el juicio de Dios sino el corazón del juez (porque conozco ese corazón). Y desde aquí se puede construir todo lo demás, porque ésta es la piedra fundamental, Desde ella se entiende todo; sin ella, todo son malos arreglos, retrocesos, chapuzas, abusos y mentiras. Podríamos extendernos ahora en las maravillosas sabidurías que exhibe la elucubración racional cristiana (??) sobre las relaciones entre las tres personas divinas, de cómo es la generación del Hijo por el Padre, de cómo el Hijo es engendrado, no creado, antes de todos los siglos, de cómo el Espíritu Santo no es hijo del Padre, no procede del padre por vía de generación, como el Hijo, sino por vía de espiración. Y llego a la conclusión de que todo eso tiene dos orígenes: primero, un uso abusivo de la Escritura: tomar textos de la Escritura, especial y casi exclusivamente del cuarto evangelio, forzando su significado inmediato, haciéndoles decir lo que de por sí no dicen, y omitiendo textos que dicen lo contrario. Segundo, dando a todas las expresiones de los evangelios un significado filosófico, metafísico, cuando en su origen no tienen tal sentido, sino que son más bien metafóricas, parabólicas. Como ejemplo, y voy a citar sólo uno, la identificación del Hijo con el Padre tendría que superar el escándalo de Getsemaní y el por qué me has abandonado, pero estos textos no se citan en ninguna parte en los tratados trinitarios (y no aparecen en el cuarto evangelio; por lo visto no encajaban en su teología del Logos) Todo esto viene a cuento a partir de la expresión hijos adoptivos, antiquísima y nefasta deformación del mensaje de Jesús, nacida de la falta de respeto a su estilo, de la transformación 6

7 de Abbá en reverendo y temible progenitor, expresiones que destruyen la esencia de la Buena Noticia. En resumen, toda esa aparatosa, admirable y obscurísima elucubración no me parece que procede de una lectura culta de los evangelios sino de una especulación filosófica que no se basa en los evangelios sino que los utiliza a su gusto. Pero, sobre todo, no es ninguna Buena Noticia. Aquellas palabras que pone Lucas en boca del ángel en Belén: No temáis, os traigo una buena noticia para todo el pueblo es sustituida por: Postraos ante el misterio: os traigo una revelación incomprensible, al alcance solamente de los más cultos. ( Qué mala noticia!). Pero ya dijo Jesús: Te doy gracias Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y poderosos y se las has revelado a la gente sencilla ) 7