Memorias de Caracas EMILIO POL C.

Transcripción

1 Memorias de Caracas EMILIO POL C.

2 MEMORIAS DE CARACAS PROLOGO Mis recuerdos de Caracas comienzan en el mes de Marzo de 1956, cuando llegué al puerto de La Guaira, y terminan casi medio siglo más tarde, a finales del año En ningún momento he pensado que mi trabajo sería algo espectacular. Sin falsa modestia sólo aspiro que sea entretenido. Me considero un hombre común y corriente; no creo que en mi vida haya ocurrido algo extraordinario, pero tengo muchas cosas que deseo contar a quien tenga la paciencia y la bondad de leerme. Naturalmente, cuarenticinco años son muchos años, y en este tiempo han pasado muchas cosas en la ciudad que he vivido. En esta ciudad fueron naciendo primero mis hijos, y más tarde mis nietos y como es natural, son muchos los recuerdos que guardo en mi mente y que procuraré ir contando a continuación. Como todo emigrante he tenido la suerte de vivir en dos países. En España viví mi niñez y juventud y en Venezuela mi madurez. Por lo tanto, en mis memorias es natural que se

3 mezclen los sucesos y acontecimientos que vayamos viviendo, con el recuerdo y las noticias de la tierra que, aunque lejana, siempre estuvo en nuestro pensamiento. Con los amigos que hicimos a través de los años, que fueron emigrantes como nosotros, y que procedían de diferentes partes de España, era natural que las conversaciones nuestras fueran de cosas y personajes de nuestro país de origen. Era inevitable que discutiéramos sobre el fútbol, al principio con las escasas noticias de la prensa o de la radio, más tarde, gracias a la televisión, podíamos disfrutar o sufrir del espectáculo en directo. En cambio, con los venezolanos, ya no hablábamos de las cosas nuestras de España. Se comentaba algo de la política local, si bien en los dos primeros años se hablaba muy poco del gobernante de turno, admirado por algunos y odiado por otros. Al mirar hacia atrás, parece imposible que hayan pasado tantos años y que tengamos tantos recuerdos guardados en la memoria. Recoger estos recuerdos y ordenarlos no será fácil, y dentro de lo posible procuraré no mencionar nombres de mi familia para que no sean protagonistas, o las estrellas de mi relato. Debe quedar muy claro que son los recuerdos de un hombre común y corriente, ni mejor ni peor que los demás, y espero solamente que mi relato no sea aburrido para el lector que llegare a leerlo.

4 De madrugada el "Virginia de Churruca" estaba acercándose al puerto de la Guaira. Poco a poco veíamos más claros el todavía distante muelle del puerto y al fondo una montaña de unos dos mil metros de altura y cuyas cimas estaban cubiertas de nubes, el Avila. Llegó el remolcador que dirigió al buque hasta el muelle donde ya empezábamos a distinguir aunque vagamente, una gran cantidad de personas que esperaban a los viajeros. Del pequeño barco subieron a bordo unos funcionarios que empezaron a pedirnos los pasaportes para agilizar el desembarco de los pasajeros. No tardamos en descubrir entre la multitud a nuestros padres y hermanos, y después de los saludos a distancia, pudimos con la emoción que es de suponer abrazarnos al pie de la escalerilla. Hacía muchos meses que no nos habíamos visto, incluso no conocían a nuestro hijo que llegaba al país con escasos seis meses, pero lo importante es que de nuevo estábamos reunidos para empezar una nueva vida en un país que sólo conocíamos por referencias, las que nos habían explicado por carta. Mi padre tenía una camioneta Ford que nos estaba esperando y en ella nos subimos tanto los que llegábamos, como los que nos estaban esperando, diez personas en total. Entramos en una flamante autopista con dos majestuosos puentes y túneles y en pocos minutos subimos hasta Caracas, ciudad que era como nos habían contado. Modernas construcciones, casas de comienzos de siglo y unas pocas construcciones de la época de la colonia, y los "ranchitos" como aquí le llamaban a las chabolas o barracas, y una buena cantidad de modernos bloques de viviendas para las clases más necesitadas. Nos daban el nombre de las calles y avenidas que íbamos pasando y conocimos las "Torres del Silencio", dos torres que se habían convertido en el símbolo de la moderna capital de Venezuela.

5 El carro llegó por fin a una moderna urbanización: San Bernardino y a un edificio de cinco plantas donde vivía mi familia, y donde mientras tanto viviríamos nosotros. Estábamos detrás del Avila, la montaña que por el norte daba al mar y por el sur dominaba la ciudad capital. Me gustó San Bernardino, era una urbanización moderna y además de bastantes edificios de seis o siete plantas, existían numerosas quintas con jardines más o menos grandes y con muchos árboles tropicales: samanes, jabillos, apamates, ceibas etc. Estábamos en el trópico, y para mí particularmente que no era amante del frío y del invierno, este clima era maravilloso, casi una eterna primavera, y por supuesto nada de ropa de abrigo ni de cobijas en la cama; me aseguraban que todo el año se podía ir a la playa, incluso en diciembre cuando el tiempo refrescaba un poco. Orientarse en Caracas no era fácil entonces, (ni lo es todavía hoy en día. El centro de la ciudad se caracteriza por la ausencia de nombres de las calles, tampoco se emplea la numeración.. Para orientarse deben conocerse el nombre de las esquinas: Torre, Santa Capilla, Gradillas, Viento, Muerto, Carmelitas, Marrón, Pele el Ojo, Peligro, Misericordia, San Jacinto etc. y otros numerosos y curiosos nombres. Afortunadamente, se podían adquirir planos gratis de la ciudad y de las carreteras del país, cuando se compraba gasolina para el carro. Con bastante rapidez descubrí la ciudad con el plano, no por las preguntas a la gente de la calle, que no conocían bien su propia ciudad, o por ser forasteros, te enviaban a veces en dirección incorrecta, no teníamos el recurso de preguntarle a la Guardia Urbana como en Barcelona, en Caracas la policía se ocupaba del tránsito y no era demasiado colaboradora. Todas las noches salía a dar una vuelta por la ciudad con el carro de mi padre, y el cómo anfitrión le gustaba enseñarnos los edificios que hacía poco se habían construido, y como

6 albañil que era, disfrutaba al explicarnos las características de las modernas construcciones. Ya sabíamos que llegábamos a un nuevo país y una nueva ciudad y era natural que comentáramos las diferencias entre Barcelona, la ciudad que habíamos dejado hacía unas semanas, y la Caracas que estábamos conociendo. Era difícil la comparación entre una ciudad milenaria como Barcelona y con tantas construcciones que eran conocidas en todo el mundo, y Caracas, joven capital de un país que estaba progresando con construcciones modernas, nuevas calles, avenidas y autopistas que significaban la destrucción de mansiones de la época colonial. La autopista del Este partía la ciudad en dos en forma horizontal, lo mismo que el río Guaire que pasaba muy cerca. Realmente era absurdo comparar ambas urbes. Una de las cosas que más nos llamó la atención, a pesar de que estábamos enterados, fue el calor, más de treinta grados durante el día, pero soportable por la noche. Por supuesto que el tremendo frío que tuvimos que aguantar los últimos días que estuvimos en Barcelona quedaba atrás. En adelante no habría de preocuparnos el frío. Estábamos en el trópico y teníamos que acostumbrarnos a las ventajas y desventajas de esta tierra, y resultaba agradable este clima tropical. Establecidos en Caracas, lo más importante ahora era conseguir trabajo. Venezuela en general, y Caracas en particular, estaban atravesando una situación de bonanza económica, por el petróleo y el hierro que el país tenía en abundancia El gobierno estaba haciendo obras de todo tipo, tanto en la capital como en el interior y el trabajo abundaba. De Europa había llegado millares de emigrantes de casi todos los países, pero los más numerosos fueron los españoles, italianos y portugueses. Pero por las calles de la ciudad era normal encontrarse con judíos de muchos países europeos que hablaban un castellano casi incomprensible y emigrantes de casi todos los países de Latinoamérica. Personalmente me costó mucho conseguir mi primer trabajo. Compraba el periódico y leía las ofertas de trabajo, acudía a las entrevistas, y casi siempre me decían lo mismo": ya le avisaremos". Entonces no sabía que esto significaba que no estaban interesados en mis servicios.

7 Pasaron varias semanas hasta que al fin conseguí trabajo de vendedor en una papelería, ocupándome además de la contabilidad, y afortunadamente desde entonces siempre tuve buenos trabajos, no puedo quejarme. Eramos extranjeros, pero salvo la palabra "musiu", que significaba señor en francés, pero que se aplicaba a todo el que venía de fuera y no hablaba castellano, y que en algunos casos se empleaba casi como una ofensa, en general fuimos muy bien acogidos, y aunque nuestra mentalidad era distinta, las costumbres diferentes y el modo de ver las cosas tampoco era parecido. El venezolano vivía pensando en el presente, el futuro ya vendría inevitablemente. Siempre pensé que la bondad del clima y la riqueza petrolera, hicieron que la gente viviera al día, no era necesario como en España ser como las hormigas, guardar en verano para el venidero invierno. Acá no teníamos invierno y por lo tanto no hacía falta sacrificarse. La mayoría pensaban: vivamos hoy, mañana Dios dirá, y ahora comprendo este pensamiento, pero entonces no lo entendía así. A los pocos días de mi llegada a Caracas cumplí 27 años. Tuve una sorpresa mayúscula cuando delante del apartamento donde vivíamos se paró un carro y el conductor subió con una torta que una tía de mi madre había preparado personalmente. La tía era hermana de mi abuela que falleciera en España durante un bombardeo aéreo en Enero del 39. Ella estaba residenciada en Caracas desde hacía mucho tiempo, pero pasaban años sin que supiéramos algo de su vida. No sé como se enteró de que estábamos en Caracas, pero el detalle me causó mucha alegría, nunca antes había celebrado mi cumpleaños (en mi pueblo celebrábamos el santo de cada uno, pero no el aniversario), por lo tanto nunca me habían regalado una torta. Este primer aniversario en Caracas fue inolvidable. También mi familia me sorprendió cuando sacaron unos refrescos, prendieron una vela y me cantaron el " cumpleaños feliz ". Todo eran una novedad, y novedades de todo tipo iríamos descubriendo a lo largo de los años.

8 Aunque ya teníamos conocimiento de ello, el poder ver de nuevo las monedas de plata fue muy agradable, después de casi 20 años, cuando en España fueron retiradas durante la guerra. El Bolívar era una moneda sólida, y viniendo de España donde reinaba la pobre peseta rubia, uno se sentía más tranquilo por esta solidez económica del país. Cada día hacíamos más descubrimientos, como las carretas de los isleños que vendían frutas y verduras en la calle. Cambures, patillas, melones, pinas, mangos etc. fueron una agradable sorpresa, y en cuanto a las verduras no podíamos quejarnos, teníamos papas, cebollas, tomates, lechugas y otras, pero ni los guisantes, ni las habas, ni las alcachofas podían compararse con las nuestras; estaba claro que no tendríamos problema con la comida, así lo aseguraban mis padres, quienes encontraban carne de ternera de excelente calidad y embutidos de todo tipo, además de variados pescados y estupendos mariscos. Por cierto que en aquellos tiempos los langostinos y la langosta eran baratísimos pues el venezolano común no los conocía y por tanto se podían comprar a menudo, pero poco a poco la gente los fue apreciando y naturalmente el precio subió notablemente. Con el pan hicimos otro descubrimiento. Si bien existían panaderías, no se acostumbraba a ir a comprar el pan. Existía un servicio de reparto con motocicleta y temprano por la mañana y a media tarde dejaban el pan en la puerta de las casas y el sábado pasaban a cobrar. Es bueno aclarar que el venezolano si bien come pan, acostumbra desayunar con arepa de maíz y rellena con jamón, queso o chicharrón. Pasaron varios años hasta poder acostumbrarme a la arepa, que para mí nunca podía sustituir al pan; y recordaba con desagrado el pan de maíz que tuvimos que tragar en la posguerra española, cuando el trigo brillaba por su ausencia. Mis hijos se burlaban porque a veces al ir a comer a un restaurante de comida criolla no servían pan, y para mí esto representaba un grave problema, que con los años se ha ido solucionando, pero sigo creyendo que el pan de trigo es un don de Dios y que no existe ningún sustituto.

9 Por las calles de la urbanización circulaban unas carretas que arrastraba un caballo, generalmente algo viejo y manso. Disponía de unas tablas para dar asiento a los pasajeros (niños y niñas de la zona) y daba unas vueltas por los alrededores, previo el pago de unas pocas monedas, y con el regocijo de la gente menuda. Entonces el tráfico era tolerable. Caracas acababa de alcanzar la cifra de dos millones de habitantes. Al ir creciendo la ciudad, naturalmente muchas cosas desaparecieron, y las carretas del frutero y la de los niños ya han desaparecido. Un domingo decidimos ir a la playa. El carro de mi padre nos transportó a toda la familia, unas diez o doce personas nos apretujamos en su interior. Primero por la autopista que conocimos el día de nuestra llegada, y después por una carretera que bordeaba la costa, llegamos al balneario de " Los Caracas " a unos 80 Kms. de Caracas. La playa no era nada del otro mundo, tenía bastantes piedras y bastante oleaje, pero a mí personalmente me gustó poder bañarme en el mar en pleno mes de marzo, teniendo en cuenta que hacía pocas semanas habíamos sufrido un invierno crudísimo en España. Con el tiempo llegamos a considerar algo natural, él poder disfrutar de la playa durante todo el año; verdaderamente el clima tropical era maravilloso. Y por cierto otro de los cambios a que tuvimos que adaptarnos era el que en Venezuela no tenían como en España las cuatro estaciones. Acá teníamos una estación seca que duraba más o menos de Octubre a Mayo y una estación húmeda cuando llovía torrencialmente casi todos los días, desde Mayo hasta Octubre, cuando alrededor del día de San Francisco caía una tormenta " el cordonazo de San Francisco " que anunciaba el final de las lluvias. En el campo se producían dos curiosos fenómenos, por la sequía se producían muchos incendios y el ganado se moría de sed. Pero al llegar las lluvias, en pocos días la vegetación se recuperaba, el color verde dominaba por todos lados, y el ganado en muchos casos se moría ahogado. Eran, y son particularidades del trópico.

10 Los días festivos acostumbrábamos a ir a los parques del Calvario, de Los Caobos o de Los Chorros. Nuestro hijo se montaba en los columpios, comíamos un helado, y pasábamos la jornada sin gastar mucho. Las cosas iban mejorando poco a poco, pero todavía no podíamos darnos muchos lujos. Pero de cuando en cuando nos dábamos una vuelta por la plaza Candelaria que parecía un rincón de España, no sólo por los numerosos paisanos que hacían tertulia en la plaza, sino por las numerosas tascas con nombres que evocaban a la madre patria. En un ambiente de corrección y orden, se podían tomar unas cervezas y unas tapas y conversar de nuestra tierra y, discutir de fútbol y comentar los resultados de la jornada dominguera. En nuestro pueblo de origen, como en todas partes, una de las distracciones más populares era el cine. Aquí también gustaba a la gente, pero la diferencia más notable que descubrimos era que, excepto las películas españolas, mejicanas o argentinas que eran habladas naturalmente en castellano, las películas americanas que eran mayoría, eran habladas en inglés con títulos en español. Costó un poco acostumbrarse a estar pendiente de la acción de la película y de la lectura del diálogo al mismo tiempo, pero no había remedio, pues no se doblaban ( ni se doblan todavía) las películas extranjeras al castellano. Para los venezolanos esto era natural y no representaba ningún problema, más bien rechazaban algunas series de televisión dobladas en Miami, o las películas españolas con acento andaluz. En Caracas vimos televisión por primera vez. A todos nos gustó de inmediato. A mí me gustaban los noticieros, las revistas musicales y las series producidas en los Estados Unidos principalmente. A ni esposa le fascinaban las telenovelas y los programas cómicos, y a nuestro hijo los dibujos animados, que acá se conocían por "comiquitas". Sin duda la televisión era mejor que la radio y permitía reunir por la noche, a toda la familia delante del aparato. En este sentido, también Venezuela estaba mucho más adelantada que España. Casi todos los domingos por la tarde, íbamos al Centre Cátala que estaba instalado en una quinta de la urbanización la Florida. Teníamos sesión de baile con una pequeña orquesta,

11 conversábamos con los paisanos, naturalmente de los recuerdos de nuestra tierra, y fue fácil hacer amistad con bastantes personas. Debo aclarar que el baile se celebraba en una pista al aire libre, pues con el clima de Caracas naturalmente se estaba más fresco afuera que en el interior de la quinta, y esta no era tan grande que permitiera disponer de una sala para estas actividades. Fue precisamente en el Centre Cátala donde redescubrimos las fiestas de carnaval que de pequeños habíamos conocido en nuestro pueblo, y que después de la guerra habían desaparecido casi totalmente. Los bailes de disfraces eran populares y se derrochaba el buen gusto y el humor. Para los pequeños se organizaban también concursos de disfraces con premios para los más originales. Por la ciudad desfilaban bastantes carrozas muy bien adornadas y llenas de bonitas muchachas. Caracas en particular y Venezuela en general disfrutaban del carnaval. En muchas plazas se instalaban las orquestas para amenizar los bailes, donde las máscaras y disfraces eran lucidos por la mayoría. Nos llamó la atención el caso de más de uno que por no tener disfraz, se ponía el saco " chaqueta " al revés y pasaba a disfrutar de la fiesta, como si luciera algún disfraz. Pero el carnaval tenía también una parte muy desagradable, la lamentable costumbre de echar agua a los transeúntes; a muchos que no tenían ganas de fiesta los bañaban y fueron numerosas las peleas y riñas por este motivo, y peor aún era el caso de botar huevos, harina o azulillo. A pesar del gobierno dictatorial, y a pesar de la severa policía de entonces, no se pudo ( o no se quiso) combatir estos excesos que por muchos años tuvo que soportar la población. Afortunadamente esta costumbre está prácticamente desaparecida, y también han desaparecidos los desfiles y las carrozas desde donde se echaban caramelos a los niños y abundaban las serpentinas y los papelillos. Hoy día el carnaval está muerto. Después del Carnaval la Cuaresma, preparación para la Pascua, pero antes la Semana Santa que era esperada por muchos para tomarse unas cortas vacaciones en la playa. Desde el Jueves Santo hasta el domingo de Pascua, las playas estaban repletas de gente que se 10

12 bronceaba bajo un tórrido sol y se bañaba en las cálidas aguas del mar y de los ríos. Muchos dormían en tiendas de campaña o bajo lonas y toldos que les proporcionaban la imprescindible sombra. Los más afortunados tenían casas en el litoral y otros llenaban los hoteles. Se disfrutaba y sufría por partes iguales, y lo curioso era que a pesar de la enorme cantidad de personas que llenaban las playas, las iglesias estaban también llenas en aquellos días de feligreses asistiendo a los oficios religiosos. Deseábamos adaptarnos al país lo más pronto posible, y como éramos unos recién llegados y queríamos conocer el país que nos había acogido, de cuando en cuando hacíamos pequeñas excursiones por los pueblos y ciudades cercanas. Las carreteras eran excelentes, se respetaban mucho las leyes de tránsito, en parte por miedo a las sanciones y en parte por las alcabalas policiales que se encontraban a la entrada y salida de varias poblaciones. Solíamos llevarnos la comida en una cesta y una pequeña nevera con agua, refrescos y alguna cerveza. Cuando encontrábamos un sitio que nos gustaba, estacionábamos el carro y en un momento todo estaba dispuesto para la comida, para después descansar un poco del trabajo de la semana. Venezuela estaba gobernada por un militar: el general Pérez Jiménez, admirado por muchos y odiado por otros. Era innegable que el país había sufrido un cambio enorme desde que los militares dieron su golpe de estado (uno más en la larga lista de la historia de Venezuela) Los partidos políticos estaban prohibidos, muchos diligentes estaban exiliados en el exterior, y otros permanecían presos en varias cárceles del país, pero para quienes no se metían en política, la seguridad y el orden junto a la innegable prosperidad que se disfrutaba, era algo muy a tomar en cuenta. En Julio se celebraba la Semana de la Patria. Habían desfiles de estudiantes, obreros y empleados públicos, muchos desfilaban sin demasiado entusiasmo, más de uno los hacía por obligación, pero a la mayoría le gustaban los festejos de todo tipo que se celebraban en aquel mes, coincidiendo con el 5 de Julio, día de la Independencia. 11

13 Existía una censura mucho más suave que la que conocimos en España, se criticaba al gobierno entre personas de confianza, aunque éste había creado muchas fuentes de trabajo con su plan de obras que no sólo se desarrollaban en la capital, sino en muchos puntos de la geografía venezolana., Pero la crítica era sobre la falta de libertades y de algunos abusos cometidos de los cuales, naturalmente la prensa no comentaba, y en cambio la gente decía en voz baja, que el gobierno robaba con el costo de tales obras. Han pasado muchos años, pero no puede negarse que muchas de aquellas obras que para algunos eran suntuarias, están prestando servicio hoy en día. Al parecer se utilizaron materiales de primera calidad, y el gobierno tenía un buen control sobre los contratistas y las obras que éstos realizaban. El país no tenía deuda externa, y era fácil pensar que la dictadura duraría fácilmente una década; parecía que la inmensa mayoría de los venezolanos estaban de acuerdo con el general, y cuando éste anunció la celebración de un referéndum para que el pueblo decidiera si deseaba que continuara su gobierno, a mí personalmente me pareció que ganaría fácilmente. Acudí a depositar mi voto ( era extranjero pero nos estaba permitido votar) Recuerdo que fue un domingo tranquilo pero me sorprendió la cantidad de votos en contra del gobierno, ya que como la mayoría de las veces, los resultados a favor suelen alcanzar fácilmente el 95% de los votos. En este caso los resultados favorecieron ampliamente al gobierno, quizás por la abstención o la imposibilidad de votar por la oposición. Pero era evidente que yo no conocía a los venezolanos, pensaba que no deseaban cambiar, que estaban satisfechos y felices, pero no era así, pues la oposición empezó actuar provocando disturbios y preparando alteraciones al orden. Casi todos los caraqueños quedaron sorprendidos y asustados el primer día del año 1958, cuando unos aviones a reacción de la base aérea de Maracay surcaron los cielos de la 12

14 ciudad. Primero se pensaba que era un espectáculo que organizaba el gobierno para celebrar el Año Nuevo, pero no tardó en conocerse la noticia de un alzamiento militar, y cuando los aviones dejaron caer unas bombas ( pocas afortunadamente), volvimos a recordar aquellos bombardeos de nuestra guerra civil en Enero de 1939, cuando yo tenía 9 años. Mi madre se puso a rezar, pidiéndole a Dios que no tuviéramos que vivir de nuevo otra guerra. El alzamiento fue derrotado y los cabecillas fueron detenidos. Pareció que todo había fracasado y que las cosas seguirían como antes, pero siguieron reuniones clandestinas de opositores al gobierno con el objeto de alterar el orden y organizar una huelga general. Aparecieron clandestinamente folletos pidiendo a la ciudadanía que a las doce del mediodía del día 21 se paralizara toda la ciudad, se cerraran las tiendas, oficinas y fábricas y que los conductores hicieran sonar las cornetas de sus carros, que tocasen las campanas de las iglesias y las sirenas de las fábricas sonasen en señal de protesta contra el gobierno. La huelga fue un éxito total, y la ciudad quedó paralizada completamente. La respuesta de la policía no se hizo esperar. Primero fueron los planazos con el machete, y ante la defensa de la población que estaba bien armada, principalmente en los ranchitas tan numerosos en los cerros y las zonas marginales de la ciudad. Se utilizaron pistolas y armas largas y empezaron a producirse las primeras víctimas, tanto de parte de la policía, como de los civiles. Los disparos se escucharon por todas partes durante la tarde y la noche, y disminuyeron el día 22 cuando parecía que el gobierno había sofocado los disturbios, y las sirenas de los carros de la policía y de las ambulancias, con heridos y muertos, y también las de los vehículos de los bomberos que acudían para apagar pequeños incendios fueron disminuyendo, y al caer la noche ya no se oían disparos, pero la tensión era grande y los comunicados de la televisión no ayudaban a tranquilizar a la población. Serían las dos o las tres de la madrugada cuando el paso de un avión sobre la ciudad despertó a mucha gente. La noticia corrió como un reguero de pólvora. En la Vaca Sagrada ( avión presidencial) Pérez Jiménez había huido con su familia para el exterior. Recuerdo a la gente saliendo de su casa felicitándose con un curioso:

15 FELIZ ANO!! Era la madrugada del 23 de Enero de Aquél día terminaba una época en Caracas y en toda la nación, y empezaba otra llena de incertidumbre. Nos preguntábamos si nos pasaría algo a nosotros por ser extranjeros, aunque no teníamos nada que ver con lo que hizo el gobierno pasado. Vinimos a Venezuela para trabajar, la política no nos interesaba y afortunadamente, a pesar de algunos pequeños detalles, para nosotros las cosas siguieron prácticamente igual. Muchos españoles pensaron que al igual que Pérez Jiménez había caído, también un día caería Franco en España y los exiliados podrían regresar a la patria, pero este no era nuestro problema. Unas pocas familias de extranjeros regresaron a sus países, y la llegada de emigrantes europeos disminuyó a partir de aquella fecha. No hay que olvidar que Europa se estaba recuperando, y era más cerca irse a trabajar a Francia o Alemania que cruzar el Atlántico para venirse a América. 14

16 Después de las tres de la madrugada no se pudo dormir en Caracas el 23 de Enero de Al confirmarse la huida del Presidente Pérez Jiménez la radio y la televisión estaban dando a todo volumen informaciones sobre los sucesos de aquella noche. La gente se asomaba por los balcones y ventanas, algunos gritando eufóricos; en la calle abundaban los abrazos y las felicitaciones y también algunos estaban preocupados por lo que pidiera ocurrir En casa no estábamos muy tranquilos, pero a las ocho yo salía para el trabajo, pues así lo aconsejaban algunos locutores. Decían que todo estaba normal y recomendaban que todos acudieran a sus puestos de trabajo. Mi trabajo no estaba muy lejos de donde vivíamos, y como siempre iba a pié. Las calles estaban repletas de gente; pasaban camiones cargados con unos tipos que no inspiraban la menor confianza. Prácticamente todo estaba cerrado, y no pudimos abrir el negocio porque no vino el personal ni tampoco era de esperar que vinieran clientes. Todo el mundo estaba de fiesta celebrando la caída de la dictadura Pronto salieron ediciones extraordinarias de los periódicos que se agotaron rápidamente. La televisión y la radio no paraban de informar sobre los sucesos que habían ocurrido durante los dos días de la huelga y empezaron a dar detalles de lo que estaba ocurriendo: incendio de la Seguridad Nacional, donde estuvieron detenidos muchos presos políticos y también presos comunes. Todos quedaron libres, y al parecer el incendio lo provocaron los que tenían antecedentes delictivos para hacer desaparecer los registros, aunque se decía que era una venganza del pueblo. También nos enteramos de saqueos y pillaje en las residencias de los colaboradores del gobernante huido. No teníamos policía, y el ejército tardó algo en salir a la calle, lo que 15

17 aprovecharon muchos inescrupulosos, como siempre ha ocurrido en todas partes. Además, casi todas las residencias de aquellos partidarios del anterior régimen anterior estaban abandonadas y los propietarios y sus familias salieron precipitadamente al exterior, y los que no pudieron, se refugiaron en embajadas que les dieron asilo político. Ahora se conocían los nombres de aquellas personas que organizaron los actos que culminaron con la caída del gobierno. Un periodista: Fabricio Ojeda, totalmente desconocido hasta entonces, fue quien estuvo al frente de la Junta Patriótica con otras personas que se reunían en secreto sin que la temida policía del gobierno pudiera enterarse de sus planes revolucionarios. Fue un éxito para los conspiradores y un sonado fracaso para el aparato policial gubernamental. Rápidamente se formó una Junta de Gobierno, integrada por militares que no habían tenido grandes puestos en el anterior gobierno, y como cabeza se eligió a un contraalmirante Wolfang Larrazabal desconocido para la mayoría de la población. A los dos días, por una fuerte presión de la prensa, salieron de la Junta dos militares y dos civiles los reemplazaron. Esta Junta gobernaría lo que restaba de año, pues ya se había decidido que para Diciembre se realizaran elecciones, para elegir el nuevo Presidente y a los Senadores y Diputados, y pronto empezaron a sonar los nombres de los candidatos. No podíamos dejar de recordar en casa aquellos sucesos que vivimos al comienzo de la guerra civil española, y temíamos que como en España, de un momento a otro veríamos los incendios de las iglesias y conventos y el posterior asesinato de los sacerdotes y monjas. Afortunadamente nada de esto ocurrió, y con una rapidez asombrosa, los semáforos que fueron destruidos durante los disturbios, fueron reparados y volvió la normalidad casi en todo el país. Fue una agradable sorpresa ciertamente. 16

18 Los políticos que estaban en el exterior regresaron de inmediato, y tuvieron un recibimiento apoteósico en el aeropuerto de Maiquetía. Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba fueron los que reunieron a más gente para recibirles, y también fueron recibidos con entusiasmo los exiliados que regresaban a su tierra. A partir de Enero y hasta finales de año, conocimos por primera vez el juego de la política. Parecía que todo lo que hiciera el anterior Gobierno estaba malo, que todos los males del país eran culpa del gobierno derrocado, y todos prometían solucionar los problemas, que sin duda existían. Lamentablemente, después de 40 años, muchos problemas quedaron sin solución, el derroche de la dictadura fue superado por el de la democracia, y muchos que se alegraron con la caída del militar, años más tarde añoraban las cosas positivas que realizara. Gracias a que todo se normalizó rápidamente, pudimos seguir ahorrando para cumplir con la promesa que hiciéramos al salir de España, la de reclamar a la madre y hermana de mi esposa. Cada mes la cuenta de ahorros aumentaba un poco hasta llegar a la cifra necesaria para enviarle el importe de los pasajes en barco. En poco tiempo arreglaron sus papeles y nos anunciaron la fecha de la llegada. Pocos meses después llegaban las dos al puerto de la Guaira. Para las tres fue muy emocionante el reunirse de nuevo con mi esposa, y pasaron días contando cosas del pueblo y de la familia, principalmente de la abuela Rosa, de edad avanzada, y a quien la marcha de la hija y de la nieta le afectó mucho, temían no poder verse más. Para preparar su llegada, oportunamente alquilamos un apartamento en el mismo edificio que vivían mis padres. Lo amoblamos con sencillos muebles, una nevera eléctrica de segunda mano y una cocina de kerosén. Nuestro hijo como es natural no conocía a la abuela ni a la tía, pero en pocos días se acostumbró a verlas y las aceptó totalmente. Ahora éramos nosotros los que paseábamos a las recién llegadas para que conocieran la ciudad, como mis padres hicieran con nosotros años atrás. Afortunadamente Caracas les gustó y se acostumbraron fácilmente a la vida de la capital. 17

19 Mi trabajo era sencillo y el sueldo y pequeño. Tenía que prepararme si quería progresar y aspirar a un buen trabajo y mejor remunerado. En España estudié Comercio, pero me di cuenta que tenía que actualizar mis conocimientos; entré a estudiar contabilidad en la Academia Hispano-Venezolana durante un par de años, y gracias a los cursos que recibí pude obtener un mejor empleo, pero con el gran inconveniente de tener que viajar al interior, en una hacienda donde sembraban y cosechaban caña de azúcar para después de un laborioso proceso, obtenían azúcar, melaza y de ésta elaboraban el ron Santa Teresa que se vendía muy bien en todo el país. Pasaba toda la semana lejos de la familia, pero el sábado regresaba a casa para pasar el fin de semana, y el lunes otra vez a viajar. Durante un año estuve en la Hacienda, pero al final tuve la suerte de conseguir un trabajo en Caracas, y no dudé en aceptarlo. En pocos días tuvimos dos acontecimientos en la familia. Se casó mi hermano Juan con una joven de Barcelona, y un año después éramos tíos por primera vez. Unos meses más tarde, también se casó mi hermana Pepita, y volvimos a ser tíos al año siguiente. Era evidente que estábamos echando raíces en esta nueva tierra. Vinimos por un tiempo indefinido, pero no sabíamos que nos depararía el destino, si regresaríamos algún día a nuestra tierra o por el contrario si nos quedaríamos acá definitivamente. Cuarenta años después, mi hermano reside en los Estados Unidos con su familia pero mis otros hermanos continúan viviendo en Venezuela. Todos han tenido primero hijos y después nietos, y todos estamos envejeciendo en esta tierra que nos acogió y ha sido nuestra segunda patria. Pero la nostalgia nos jugaba malas pasadas, por ejemplo cuando se anunció que el Barcelona venía a Caracas para jugar un par de partidos. Me parecía imposible que pudiera ver al Barcelona otra vez, pero al parecer la cosa iba en serio. En Venezuela el fútbol no es el deporte más practicado, hay pocos campos de fútbol y raramente se llenan de público Quizás la culpa la tiene la prensa que no le presta demasiada atención, y por la influencia de los Estados Unidos, gusta más el Béisbol, y los estadios si se llenan cuando tienen lugar las competencias anuales. 18

20 Con la idea de promocionar el fútbol, empresarios extranjeros, trajeron a equipos de reconocida fama, como el R. Madrid y Sevilla de España y buenos equipos de Sudamérica, y ahora venían el añorado Barca, con todo lo que significaba para nosotros. Fuimos al aeropuerto a recibirlos y acompañarlos hasta el hotel donde se alojaron. La prensa y la televisión se ocuparon bastante del acontecimiento deportivo, y no es de extrañar que los días de los partidos el Estadio Olímpico se llenaran de aficionados, la mayoría españoles que disfrutaron viendo su deporte favorito. Me vino la memoria aquellos partidos que vi en el campo de Les Corts, siendo inevitable la comparación entre los dos recintos deportivos, el viejo y añorado terreno de Barcelona y moderno estadio de Caracas. Otro recuerdo entrañable fue la sorpresa de asistir a una Misa en honor de la Virgen de Montserrat en la parroquia de la Candelaria, con mayoría de feligreses españoles. En el altar apareció una imagen de la virgen, no muy grande, y al final se escuchó un disco con el "virolai" cantado por unos pocos. Realmente resultó todo muy emotivo. También pudimos disfrutar de un acontecimiento totalmente distinto. El Centre Cátala, a través de un programa de radio dominical " La hora Catalana", anunció la próxima venida a Caracas del famoso músico catalán Pau Casáis, que residía exiliado en la vecina isla de Puerto Rico. Muchos catalanes bajamos a recibirlo al aeropuerto y el Centre Cátala se llenó como nunca para asistir a un acto, donde en su honor cantó una coral algunas canciones catalanas, y un grupo de niños bailó unas sardanas ante la satisfacción del maestro y de todo el público. Después de tantos años, recuerdo con agrado aquellos momentos pasados al lado de una persona de la categoría del famoso violonchelista. Por cierto, yo no conocía la historia del músico catalán, pues en España estaban censurados los comentarios o artículos sobre los republicanos, y conocí su vida y obra a través de un artículo de la revista LIFE, con numerosas fotografías. Esta revista se la envié a un amigo de Mataró quien como yo, nunca había oído hablar del personaje. 19

21 Mi cuñado me invitó a viajar con él a San Fernando de Apure, a unos 400 kms. de la capital, y acepté encantado para poder conocer la región de los llanos, la represa del Guárico y toda una geografía venezolana que sólo conocía por referencias de unos pocos o por la televisión. No recuerdo si empleamos diez o doce horas en el viaje, pero gustó en verdad pues se trata de una región que siempre quise conocer después de leer "Doña Bárbara" de Rómulo Gallegos. Los meses pasaron volando y después de una larga campaña electoral, donde los partidos gastaron montañas de dinero, llegó el día de las elecciones. El Presidente de la Junta de Gobierno se presentaba como candidato con el apoyo de los comunistas, pero el partido Acción Democrática presentaba a Rómulo Betancourt, y el famoso escritor Rómulo Gallegos quien fuera presidente unos años atrás también le ayudaba en la campaña. Recuerdo que mientras estábamos en la cola para depositar nuestro voto, sonaron unos disparos bastante cerca, y todo el mundo se echó al suelo. Afortunadamente nadie sufrió heridas, ya que los tiros no iban dirigidos al colegio donde votábamos, pero no dejamos de pasar un buen susto En uno o dos días se supo que Rómulo Betancourt había ganado ampliamente, y que el candidato de los comunistas, el contraalmirante Larrazabal había obtenido una pequeña cantidad de votos, y los demás aspirantes a la Presidencia habían quedado muy por debajo del ganador. Las elecciones fueron limpias y nadie se sorprendió por el resultado. Betancourt tuvo a su lado al partido Acción Democrática que fue un feroz opositor del derrocado gobierno. Muchos de sus simpatizantes sufrieron prisión o exilio, y algunos cayeron en enfrentamientos con las fuerzas policiales. Se habían creado unos mártires y contaban además con brillantes oradores que superaron al resto de pretendientes a la silla de la Presidencia de la República. 20

22 El nuevo presidente tuvo que capear un fuerte temporal provocado principalmente por la oposición comunista por un lado y por diferentes grupos de militares que intentaron derrocarle en varias ocasiones durante su gobierno. Siempre se creyó que la situación económica del país era formidable, pero aparentemente no era así. Decían que el dictador había arruinado las arcas del tesoro debido a las faraónicas obras que llevó a cabo durante su gobierno, si bien más tarde se supo que no existía ninguna deuda con el exterior y que las reservas de divisas eran muy grandes. Al parecer Venezuela era todavía un país rico, y nadie esperaba lo que iba a suceder. El gobierno tomó la grave decisión de implantar un control de cambios. El valor del dólar pasó de 3,35 Bs. hasta 4,70, pero pronto se estabilizó en 4,30 bolívares por dólar, y este cambio se mantuvo inalterable por más de 20 años gracias a las exportaciones del petróleo que significaban la entrada de un río de dólares. La medida del gobierno naturalmente no fue popular, pero frenó la huida de divisas al exterior de quienes temían que el país no pudiera superar todos los problemas que se acumulaban: desempleo, agitación social, violencia y sobre todo pobreza, algo inconcebible para una nación que tenía de todo. Poco después de tomar posesión el nuevo Presidente, visitó el país Richard Nixon vicepresidente de los Estados Unidos, que fue recibido con disturbios y protestas, siendo atacado su automóvil, pero afortunadamente las fuerzas públicas pudieron controlar la situación de quienes recordaron el apoyo de la nación del norte al gobernante derrocado. Es de suponer el suspiro de alivio de muchos cuando el americano abandonó ileso la capital. Las consecuencias habrían sido muy graves para Venezuela si hubieran llegado a herirlo y porque no, matarlo. Se dijo que la escuadra norteamericana estaba preparada para intervenir en Venezuela como represalia del ataque a su vicepresidente, posiblemente no era cierto, no dejaba de ser un rumor más. 21

23 Otros problemas fueron los militares descontentos. En San Cristóbal se alzó el general Castro León, pero el gobierno pudo dominar la situación rápidamente. Años más tarde también hubo levantamiento de militares en Barcelona, Puerto Cabello y Campano, pero el Presidente querido y odiado por partes iguales, prometió gobernar hasta el último día de su mandato, ni antes ni después y aseguró que entregaría la banda presidencial a quien saliera ganador en las urnas, y en verdad lo cumplió. De aquellos tiempos no tenemos muchos recuerdos agradables, la mayoría fueron lo contrario, como el caso del famoso futbolista Di Estefano, jugador del Real Madrid que estaba en Caracas para disputar un partido de fútbol y fue secuestrado en el hotel Potomac por unos guerrilleros que pretendían hacer publicidad de su grupo extremista. Al parecer lo trataron bien, y consiguieron lo que querían, que en todo el mundo se supiera que en Venezuela existía una fuerte oposición al gobierno, y esta acción fue noticia de primera página de todos los periódicos del mundo. Otra noticia escalofriante fue la del atentado contra el presidente Betancourt en el paseo de los Proceres con motivo de un desfile militar. Hicieron estallar un carro lleno de explosivos con control remoto cuando el automóvil presidencial pasaba por su lado. Murió el conductor y un ayudante militar ( coronel o general) que viajaban con el Presidente, pero éste salvó la vida milagrosamente, aunque resultó herido. De las investigaciones que se hicieron, se descubrió que el responsable del atentado era el general Trujillo, dictador de la República Dominicana. Se protestó diplomáticamente, pero las cosas quedaron como estaban, aunque todo el mundo pasó un gran susto, y no nos tranquilizamos hasta que la televisión presentó al Presidente con un aparatoso vendaje en ambas manos, pero se acallaron los rumores de quienes aseguraban saber que Rómulo Betancourt había muerto. En Cuba, Fidel Castro había llegado triunfalmente desde la Sierra Maestra a la Habana, y uno de los primeros piases que visitó después de su triunfo fue Venezuela, donde fue 22

24 recibido como un héroe. No obstante poco después, tropas cubanas llegaron a desembarcar en la costa de Machurucuto, en el oriente del país para ayudar a la guerrilla antigubernamental que combatía contra el ejército venezolano en diferentes regiones del interior del país. Por suerte los invasores fueron derrotados, si bien pasaron algunos años hasta que Venezuela quedara libre de guerrilleros y fuera pacificada.. Todos estos sucesos nos afectaron como a todo el mundo, pero la vida seguía y en 1960 nacía nuestro segundo hijo, Carlos. Era el primero que nos llegaba en Caracas, más tarde llegarían dos más. Todo hijo llega con un pan bajo el brazo pero en Venezuela en vez de pan habría que decir arepa, pero sea pan o sea arepa, la llegada del niño coincidió con la obtención de un nuevo trabajo en un laboratorio farmacéutico como contador, gracias a mis estudios de contabilidad y a la experiencia que obtuve en mi trabajo anterior. Volvía a trabajar en Caracas y me evitaba los viajes semanales al interior. La mejoría en el sueldo era notable, y pude darme el lujo de poder comprarme por primera vez un automóvil, era un pequeño carro europeo, usado, pero en buenas condiciones; podríamos ir a la playa más a menudo y hacer excursiones por algunos pequeños pueblos que rodeaban la capital. Hasta entonces usábamos el carro de mi padre, pero ya la familia había crecido bastante y no era posible salir todos con un sólo vehículo. Así principalmente los domingos salíamos de la ciudad orgullosa con nuestra pequeña joya. Estaba satisfecho de poder ser propietario de mi primer carro, y estaba seguro de que ninguno de mis amigos y primos que dejé en España, podían darse este lujo. Todavía el nivel de vida de Venezuela era muy superior al de España, pero años después las cosas cambiarían totalmente. Al aumentar la familia tuvimos que buscar un apartamento más amplio, y conseguimos uno al lado del parque los Caobos y cerca de la plaza Venezuela. También cambiamos el colegio de nuestro hijo mayor, pudo entrar en el colegio de La Salle, en la Colina de los Caobos, en una bonita zona del norte de la ciudad..

25 Era entonces uno de los mejores colegios de la ciudad, y cosa curiosa, uno de mis patrones, un ingeniero millonario, tenía a sus hijos estudiando allí, y yo que era un simple empleado, pude lograr que mi hijo se codeara con los suyos, pues afortunadamente no existían inconvenientes para que los ricos y los menos ricos pudieran estudiar juntos. De todas maneras era un sacrificio económico por nuestra parte, pero gracias a Dios pudimos cumplir nuestros compromisos y tuvimos la gran satisfacción de verlo graduado de bachiller en aquel magnífico colegio, y la satisfacción se repitió años más tarde cuando otros dos hijos también se graduaron en La Salle. Gracias a Dios, y con el esfuerzo de todos, los cuatro hijos primero fueron bachilleres, y más tarde culminaron sus carreras en la Universidad. Para nosotros fue un orgullo y una satisfacción enorme, nuestros hijos nos superaron ampliamente, logrando lo que en nuestra tierra hubiera sido imposible. En aquellos tiempos tuvo lugar la visita a Caracas, de J. F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica. El recorrido por la ciudad, acompañado de su esposa Jacqueline y el presidente Betancourt fue todo un éxito, si bien debido a las espectaculares medidas de seguridad, el tráfico fue algo caótico, pero no se produjo el menor incidente. Estaba todavía en la memoria de los caraqueños los sucesos que vivimos en Caracas cuando vino R. Nixon, unos años antes, pero en esta ocasión, se cumplió con creces todo el programa preparado. Kennedy y su esposa dejaron un grato recuerdo con su visita. Un tiempo después tuve ocasión de conocer por primera vez a la región andina. En la empresa donde trabajaba organizamos una excursión hasta Mérida con un moderno y confortable autocar lleno de varios empleados. Yo viajé acompañado de mi hijo mayor, que disfrutó del viaje de toda la noche del viernes, pero tuvo la satisfacción de ver y tocar la nieve, después de ascender en teleférico hasta casi cinco mil metros. Regresamos el domingo por la noche después de un largo viaje, pero guardamos todos un grato recuerdo de aquella excursión. En 1964 tuvimos otra vez elecciones. Por segunda vez ganaron los adecos ( Acción Democrática) con Raúl Leoni. Este no tuvo los grandes problemas de su antecesor, pero las 24

26 guerrillas siguieron haciendo de las suyas, y a pesar de sus esfuerzos, no podría conseguir la tan ansiada pacificación De cuando en cuando llegaban noticias de España con relación al General Pérez Jiménez que residía en Madrid desde hacía unos años, cuando dejó Venezuela después de unos meses de prisión tras un juicio a que fue sometido en Caracas después de conceder la extradición el gobierno de los Estados Unidos. Después de tanto tiempo, cualquier información sobre el ex presidente, fuera por televisión o a través de algún reportaje de alguna revista, era seguido con atención por muchos colaboradores o simples ciudadanos que recordaban con nostalgia aquellos tiempos pasados. Se comentaba la posibilidad del regreso del General a Venezuela, pero era evidente que el hombre estaba instalado muy confortablemente en la capital española, y no era fácil que dejara aquella seguridad por el riesgo de venir a Venezuela, donde a pesar de tener muchos partidarios todavía, tenía también bastantes enemigos, y el gobierno no se comprometería a garantizar su vida. Quienes ahora dirigían el país, fueron enemigos acérrimos del dictador, y preferían que el hombre permaneciera en España. El gobierno tenía bastantes problemas internos, y no deseaba aumentarlos con la presencia del derrocado Presidente. Demasiados militares causaron disgustos muy graves al país, que tuvieron que resolverse con el derramamiento de mucha sangre. También los comunistas y el MIR, un partido extremista, vieron como el gobierno tuvo que suspender sus actividades, sobre todo después del asesinato de unos guardias nacionales que custodiaban el tren del Encanto. Los caraqueños tuvieron ocasión de conocer al legendario Charles de Gaulle, presidente de Francia y héroe nacional del país galo. Fue recibido cordialmente y paseó con uniforme militar por las calles de la capital, llenas de curiosos y de admiradores se su persona. 25

27 De aquella época tenemos el recuerdo de otra tragedia, que por suerte no tenía nada que ver con la política. El majestuoso puente sobre el lago de Maracaibo, inaugurado unos años antes, fue embestido por un petrolero y derribó 250 metros de la plataforma del puente causando la muerte de varios ocupantes de los vehículos que cayeron al lago con el impacto del barco y bajo la oscuridad de la noche. El puente tardó varios meses en ser reparado, y cuando lo conocí años más tarde, ya no se podían ver señales de la tragedia. Afortunadamente han pasado muchos años sin que ocurriera otro accidente. La novedad en la familia fue la marcha de mi hermano mayor, su esposa y los dos hijos que habían nacido en Caracas. Regresaban a Barcelona por una temporada, y de allí se trasladarían a Libia, en el norte de África, donde Juan trabajaría en la industria petrolera, tal como hacía en Caracas. Después de un par de años, toda la familia se instaló de manera definitiva en los Estados Unidos donde siguen todavía. Desde pequeño mi hermano decía que le gustaría vivir en América, y siempre pensé que había venido a Venezuela con mucha ilusión, pero al igual que otros, la caída de Pérez Jiménez influyó en la idea de dejar el país para asentarse en el que le inspiraba más confianza y le ofrecía más oportunidades. La familia se reducía con su marcha, y si bien durante estos años nos hemos visitado unas pocas veces, dejamos de tener el contacto humano, y sólo por carta o por teléfono nos saludamos muy de cuando en cuando. En casa las cosas iban mejorando cada día, tenía un excelente empleo, y gracias a él pude tomar vacaciones por primera vez en mi vida. Alquilamos un apartamento en un pueblo de la costa, Macuto, al lado de la playa. Los niños disfrutaron de lo lindo al poder bañarse todo el día, y correr por el pueblo, cosa que no podían hacer en la ciudad. Fueron unos días maravillosos también para nosotros, y cuando tuvimos que regresar lo hicimos con la 26