LOS ENFADOS Y RABIETAS Y EL DESARROLLO DE LOS NIÑOS TIRANOS

Transcripción

1 LOS ENFADOS Y RABIETAS Y EL DESARROLLO DE LOS NIÑOS TIRANOS Algunas características que se observan en estos niños y en sus relaciones son: Cogen rabietas continuamente para conseguir lo que quieren o para evitar hacer lo que no quieren. Muestran una gran tendencia a dominar a sus familiares y a sus amigos y compañeros con los que, en muchas ocasiones, tienen dificultades de relación. Se muestran exigente y necesita continuamente ser el centro de atención. No aceptan las frustraciones, los pequeños fracasos; siempre quieren ganar y no aceptan jugar si no se sienten hábiles y piensan que van a ganar. Reaccionan lloriqueando si fracasan. Se muestran inquietos y no saben esperar. En sus comportamientos sociales les cuesta adaptarse. No saben percibir las necesidades de los otros y menos satisfacerlas. Les cuesta escuchar a los otros y utilizan el lenguaje para mandar y dominarlos. Se muestran insaciables en la exigencia de sus derechos y necesidades a la vez que permanecen ciegos a los de los demás.

2 En ocasiones, cuando se frustran, insultan y pegan a sus progenitores. La dinámica familiar se vuelve muy difícil: se crean tensiones permanentes, se producen sentimientos negativos y ambivalentes (de amor-odio) por ambas partes, que se culpabilizan mutuamente. Algunas técnicas y estrategias para afrontar las rabietas y enfados : Para modificar estos comportamientos, el primer paso es que los padres entiendan la gravedad de estas conductas y hacia dónde llevan y, adopten, de forma conjunta, la decisión de no consentirlas. Muchos de los problemas con nuestros hijos tienen que ver con la falta de colaboración entre los padres, con desautorizarse o descalificarse mutuamente y con no compartir algunas normas y objetivos en la educación de los niños. Conviene que ambos padres comuniquen a su hijo/a que ya no van a permitirle más esas conductas y que no va a conseguir nada cuando se lo pida de esa manera inadecuada (rabietas, llantos y pataletas). Se les puede anticipar las medidas que se van a tomar cuando se produzcan. El elogio y la consideración positiva: No solemos tener conciencia de la importancia de reforzar y elogiar todo aquello que nuestros hijos hacen bien, como si portarse bien fuera lo normal y, en cambio, prestamos atención a las conductas negativas consiguiendo que estas se refuercen y crezcan.

3 Cuando las rabietas o conductas negativas están muy consolidadas, puede ser útil llevar un sistema de registro diario en un calendario o gráfico sencillo. Se le concede un punto cada día que su comportamiento sea bueno. Si son muy frecuentes, el refuerzo por conseguir controlarlas puede ser por la mañana, la tarde o la noche o incluso en períodos más cortos. Al finalizar la semana, si logra un número suficiente de puntos previamente acordados, puede conseguir una pequeña celebración u otro tipo de recompensa. No conviene, con todo, olvidar que una frase positiva, abrazar, acariciar, prestar atención, escuchar, manifestar aprecio a nuestros hijos son los refuerzos motivacionales más importantes para que realicen las conductas adecuadas. Ignorar las conductas inadecuadas: Cuando un niño/a adopta estas conductas de rabietas, pataletas y lloriqueos, no es el momento de darles explicaciones porque no se puede razonar con ellos. Nuestro enfado o nuestros gritos para que hagan caso son formas de prestar atención a estas conductas y de reforzarlas (porque los niños quieren que papá y mamá estén encima de ellos aunque sea para reñirlos). Una forma rápida de superar este comportamiento es que los padres lo ignoren, que se vuelvan sordos y ciegos, que se concentren en otra actividad o, incluso, cambien de habitación. Esta actuación se puede acompañar, cuando empieza la rabieta, de alguna frase dicha con firmeza: No te voy a permitir que saques los juguetes hasta que hagas los deberes. También: mamá no te escucha cuando pides las

4 cosas así; cuando estés tranquilo podremos hablar. Después, hay que ignorar la pataleta hasta que abandone su actitud. El rincón de las rabietas: En algunas ocasiones las pataletas de los niños se han convertido en un hábito cotidiano y son tan fuertes y persistentes que los padres tienen miedo a afrontarlas y ceden a las exigencias de los niños. En esta ocasión, los padres pueden optar por hablar con el niño y explicarle que han tomado la decisión de que a partir de ese momento él puede seguir cogiendo rabietas, pero que tendrá un lugar para hacerlo y que sólo podrá salir de allí cuando se haya tranquilizado. Hay que transmitirle con claridad que, cuando se le indique que tiene que ir al rincón, si no lo hace, los papás lo llevarán. Y una vez que se ha dicho, se ha de cumplir con energía cada vez que ocurre la conducta, aunque podamos pasar un mal rato. Devolver las conductas con espejo y ritualizar las rabietas: Se trata de devolver al niño su conducta en espejo transmitiéndole, por un lado, lo inadecuado de la misma y, por otro, que no estamos dispuestos a dejarnos llevar por ella. papá también va a jugar contigo a las rabietas o mira, mamá también sabe hacer eso muy bien y, a continuación, imitar su rabieta con gestos y sonidos de mayor intensidad. Es muy importante que cuando aparezca una conducta inadecuada, los padres adopten las medidas acordadas y le hagan vivir las consecuencias previstas. Cuando, en ocasiones, estas estrategias no funcionan, tienen que ver más con la falta de consistencia en su aplicación (por no oírlos, por encontrarnos cansados, porque me siento mal cuando lo veo llorar, porque hay alguien delante ), que por

5 las técnicas en sí. Un autor hablaba de la regla del 21: 21 días haciendo una cosa, se convierte en un hábito que se interioriza. Queremos terminar recordando que los niños no deben aprender a utilizar las conductas de rabietas, llantos y pataletas para conseguir lo que nos piden, para eludir las responsabilidades que les corresponden o para que hagamos siempre lo que ellos desean. Este camino les lleva a convertirse en exigentes y tiranos y en insatisfechos permanentes consigo mismo y con los demás. Somos buenos padres cuando somos capaces de contener esas conductas incontroladas de nuestros hijos, que pueden llevar a situaciones muy desagradables para sus vidas y las nuestras.