Presentación Seminario Envejecimiento y Calidad de vida en Chile: Resultados de la Tercera Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez Daniela

Transcripción

1 Presentación Seminario Envejecimiento y Calidad de vida en Chile: Resultados de la Tercera Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez Daniela Thumala Dockendorff Antes que nada, quisiera agradecer la oportunidad de participar en este seminario con algunas reflexiones a partir de los resultados de esta Tercera Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez, relativos a la participación en actividades sociales y relaciones familiares de los adultos mayores. Lo primero que quisiera señalar es la importancia de los dos ámbitos analizados: la participación social y las relaciones familiares. Como ya se ha mencionado, la mantención de redes sociales y familiares favorece un envejecimiento saludable. Podríamos pensar que ambas dimensiones, la dimensión social y la familiar, forman parte de un fenómeno más amplio que las contiene: la integración social de las personas adultas mayores. Ahora bien qué entendemos por integración social y qué importancia tiene para los adultos mayores? Para efectos de esta presentación, consideraremos la integración social como las relaciones inclusivas, positivas, que sostienen las personas con los diferentes sistemas sociales a partir de los cuales satisfacen sus necesidades, por ejemplo, la familia, el trabajo, el sistema de salud o educacional, por mencionar algunos. Esta manera de entender la integración social resulta particularmente útil y aplicable si consideramos las características de la sociedad contemporánea, específicamente su diferenciación funcional. Quiero decir que cuando hablamos de integración social no estamos haciendo referencia a un fenómeno unívoco. Las personas no estamos totalmente integradas a la sociedad o totalmente excluídas de la sociedad (alguien que está fuera de la sociedad dónde está?... siempre estamos en alguna parte no?). Así, para el caso de los adultos mayores, una persona puede jubilar (y perder su relación con el sistema laboral) y empobrecerse (quedar fuera del sistema económico), pero no por ello dejaría de tener familia (incluído en el sistema familiar) y votar (incluído en el sistema político). Si consideramos el concepto de salud de la Organización Mundial de la Salud que la considera como un estado de bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o patología - el bienestar de las personas mayores no se reduce a la ausencia de enfermedades o a la mantención de la funcionalidad, es más que eso, tiene relación con su nivel de integración social. Cabe decir que la literatura coincide en señalar una estrecha relación entre integración social y salud mental. De hecho, la propia Organización Mundial de la Salud confirma la importancia de la activa convivencia social como un determinante universal del bienestar a través de todas las culturas. Podemos sostener, entonces, que el bienestar de los adultos mayores, asociado a su integración social, variará en función de la calidad de su participación en 1

2 diferentes ámbitos sociales, como la familia, redes sociales y/o instituciones formales, como el sistema de salud, por ejemplo. El hecho que la integración social implique la participación de los adultos mayores en diferentes dimensiones da cuenta de la complejidad del fenómeno del que estamos hablando. Un óptimo nivel de integración sería una positiva participación y relación con los diferentes ámbitos sociales, como las instituciones formales de la sociedad, de cuyas prestaciones las personas mayores dependen, parcial o totalmente, para satisfacer necesidades fundamentales, por ejemplo un adecuado acceso al sistema de salud o una vinculación satisfactoria con el sistema económico a través de pensiones dignas, por mencionar algunas. Es en esta dimensión donde seguramente encontramos las mayores diferencias de integración a partir de las desigualdades que aún se mantienen en nuestra sociedad. Basta observar las diferencias de acceso a la salud de acuerdo con el nivel de ingresos de las personas. Una buena integración implicaría también la disponibilidad de redes de apoyo mediante las cuales los adultos mayores satisfacen necesidades fundamentalmente afectivas y sociales. Este nivel de integración alude justamente al ámbito de la encuesta del que estamos hablando ahora: las relaciones con familiares, vecinos, amigos y la participación en organizaciones comunitarias u otras instancias colaborativas con las cuales se construyen los capitales sociales que favorecen el reconocimiento, la cooperación y la solidaridad intergeneracional. Un tercer aspecto vinculado a la integración tiene relación con la producción y circulación de las imágenes y creencias sobre los adultos mayores que contribuyen a ampliar o restringir sus expectativas de integración y que se conforma en el trasfondo cultural de la sociedad. Se incluyen aquí, por ejemplo, producciones periodísticas, textos de instrucción escolar, entretenimiento, divulgación y otros, que modelan la construcción del imaginario social del envejecimiento y la vejez. Quisiera señalar acá que aún cuando asistimos a un cambio demográfico cuyo impacto lo asemeja a una verdadera revolución silenciosa todavía persiste en nuestras sociedades una imagen de la vejez cargada de estereotipos negativos. No hemos sido aún capaces de mirar la vejez con ojos desprejuiciados. Ya en 1968, Robert Butler acuñó el término ageism, que en español puede entenderse como viejismo para hacer referencia a los estereotipos y discriminación hacia las personas simplemente porque son viejas. Así como el racismo y el sexismo se basan en la etnia y el género, el viejismo se construye a partir de la edad de los individuos. Varios estudios, algunos nacionales, dan cuenta del predominio del viejismo en nuestra sociedad. La vejez es vista como una etapa equivalente al deterioro y la decadencia. Un imaginario social de la vejez cargado de estereotipos negativos restringe las posibilidades de integración y, con ello, de bienestar de esta población. Por el contrario, una visión de la vejez como una etapa 2

3 más de la vida, diversa y con posibilidades de desarrollo, contribuye a la integración social de las personas mayores. Finalmente, una dimensión de la integración social que muchas veces es poco considerada - pero que cada vez más será necesario atender - refiere a las capacidades de las propias personas mayores para mantener sus niveles de integración social. Hablamos acá de recursos, factores y estrategias personales de afrontamiento para sostener el bienestar psicológico. Las personas no intentamos hacer que sucedan cosas si no nos sentimos capaces, o con competencias, para mantener y/o incrementar nuestra integración social y bienestar personal por medio de nuestras acciones. Cuando señalo que esta dimensión de la integración social es poco considerada me refiero al insuficiente poder que la sociedad y los propios adultos mayores atribuyen a quienes envejecen para mantener su integración social y bienestar. Lo anterior podemos relacionarlo fácilmente con lo que señalaba anteriormente: la presencia de visiones negativas y limitadas de la vejez. De acuerdo con los resultados de la última encuesta nacional sobre inclusión y exclusión social del adulto mayor en Chile (realizada el 2013) la mayoría de los encuestados cree que los adultos mayores no son capaces de valerse por sí mismos (siendo que la evidencia señala lo contrario: de acuerdo con el estudio nacional de dependencias, los adultos mayores, en su mayoría, son personas autónomas, no dependientes). No extraña entonces que en esta misma encuesta señalada, y en sus tres aplicaciones (el 2008, 2010 y 2013), se haya repetido un mismo resultado: los encuestados asignan muy poca responsabilidad a los propios adultos mayores por su bienestar, la cual queda relegada a un tercero y lejano lugar en comparación a las políticas públicas y la familia. Más aún, en la primera aplicación de la encuesta, el año 2008, sólo un 9% de la muestra atribuía la responsabilidad por el bienestar de las personas mayores a los propios envejecientes (frente a un 57% otorgado al sistema político estatal y un 34% a la familia), el 2013 la responsabilidad asignada al adulto mayor bajó a menos del 3% (específicamente un 2,6%). Aquí podemos observar cómo el viejismo favorece profecías auto-cumplidas, cuando los propios comportamientos de los adultos mayores tienden a coincidir con las visiones estereotipadas de esta etapa de la vida, lo que termina por confirmarlas restringiendo así sus posibilidades de inclusión social y reforzando con ello su exclusión. Un adulto mayor que comparte una visión negativa de su vejez, que considera que otros deben tomar decisiones por ellos o bien que cree que no será considerado si lucha por sus derechos, no sólo verá restringida sus posibilidades de integración social, sino que estará más vulnerable al maltrato por parte de su entorno social. Mientras no cuestionemos lo suficiente al viejismo estaremos en deuda con nuestros adultos mayores. 3

4 Mirando ahora los resultados obtenidos en esta Tercera Encuesta Nacional de Calidad de Vida en la Vejez observamos cómo la familia a pesar de los cambios que ha experimentado bajo los procesos de modernización - sigue siendo la principal fuente de satisfacción afectiva y de cuidados para las personas mayores. Ahora bien - y como claramente señala Beatriz Fernández las demandas de cuidado requerirán crecientemente del apoyo estatal, considerando el desgaste que implican para el cuidador (más bien dicho la cuidadora que muchas veces es una adulta mayor, recordemos además la feminización de la vejez). Pero no sólo serán las demandas de cuidado las que desborden el ámbito doméstico, los cambios en la estructura y dinámicas familiares harán que muchas veces las personas mayores no cuenten con todo el tiempo disponible de sus familias para satisfacer sus necesidades de contacto social y afectivas. Es justamente acá donde la asociatividad y la participación social de las personas mayores en otros ámbitos, más allá de los familiares, cobra especial relevancia. Desgraciadamente, y como destaca Ignacio Irarrázaval, los resultados de la encuesta muestran que la asociatividad de los adultos mayores aún puede desarrollarse más en nuestro país. Si consideramos que las relaciones familiares y la participación social forman parte de una de las dimensiones de la integración social, aquella donde se satisfacen las necesidades afectivas, de apoyo y cuidado, la potenciación de la asociatividad y participación social no sólo podría compensar lo que la familia no pueda entregar, sino también podría favorecer mejores relaciones familiares al distribuirse en diferentes ámbitos las demandas de integración. Es en este punto donde quisiera retomar la importancia de las capacidades de las propias personas mayores para mantener su integración social y bienestar (y con ello debo reconocer ante ustedes mi sesgo como terapeuta). Una mayor asociatividad no pasa solamente por una oferta de actividades para quienes envejecen (talleres, clubes, etc.) también pasa por la responsabilidad que cada uno de los que envejecemos asuma para mantenerse integrado y favorecer así su bienestar (tengo que ir al club o, si no me satisface, buscar o generar una alternativa). Quiero ser bien clara: no se trata de restar importancia a la familia o al Estado. Lo que quisiera destacar es que ningún sistema por sí solo puede asegurar el bienestar de las personas mayores, se trata de un desafío en cada una de las dimensiones que he señalado el Estado y las instituciones formales, la familia, la forma en que se comunica socialmente la vejez y, por supuesto, el despliegue de recursos personales de quienes envejecen. Hablamos acá de la importancia de anticiparnos y prepararnos para la vejez. Los adultos mayores no son otros, somos todos, unos antes y otros después. Mientras más me anime a mirar mi propia vejez (actual o futura) y a desarrollar capacidades para velar por mi propio bienestar, más y mejores posibilidades tendré de mantener 4

5 buenas relaciones familiares y fortalecer redes sociales para mantenerme vinculado con diversos espacios sociales y afectivos significativos. Para finalizar, quisiera destacar la importancia de desarrollar estudios como esta encuesta y de la realización seminarios como éste, en los que se socializan sus resultados. Confiamos en que el aporte de este estudio sea considerado en la agenda pública del próximo gobierno. Muchas gracias! 5