EL IMPERIO DEL TERROR Breve historia del dominio yanqui. Juan Miguel Zunzunegui



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Transcripción:

EL IMPERIO DEL TERROR Breve historia del dominio yanqui. Juan Miguel Zunzunegui

AGRADECIMIENTOS. Este libro fue posible gracias al tiempo de lectura, investigación y trabajo que pude dedicarle en la soledad de Madrid, para lo cual conté con el apoyo de muchas personas en diversos aspectos. Gracias a Samuel, Lupa, familia del Río (Jorge, Xavier y Xavier), Juan Carlos, Diana, Pedro, Leonardo, Olga, Ceci, Tere y todos los que colaboraron económicamente con su granito o granote de arena. Principalmente gracias mi tío Paco y mi tía Susana y a mi tío Vicente y mi tía Margarita Gracias a los que hicieron que mi estancia en Madrid, lejos de los seres queridos, fuera agradable: Maribel, José Luis, María, Saúl y Ruth. Gracias al maestro Alejandro Salgó por compartir sus inmensos conocimientos sobre Medio Oriente conmigo y lograr que me apasionara tan interesante tema. Gracias a mis papás y mis hermanas por el apoyo incondicional, sobre todo a mi mamá, cuyo apoyo fue más que moral. Gracias a Pura Idea y Asociados y a Editorial Infinito, principalmente Marcial Díaz y Gabo Gracias a Maricarmen Abad por su interés y apoyo incondicional en este proyecto. Gracias a los que se tomaron la molestia de criticar y corregir este libro, principalmente a Xavier y Raquel. Desde luego, gracias a Plaza y Valdés por creer en este proyecto e impulsarlo y colaborar así en la denuncia de una de tantas injusticias de las que vive este mundo.

CONTENIDO Introducción. 1. Qué haremos esta noche?... Lo mismo que todas las noches: tratar de conquistar el mundo. 2. Orden y desorden mundial. Vamos a ver quién manda. 3. Estados Unidos.., A escena! 4. Mi querido enemigo. El lado oscuro de la fuerza. 5. Una partida de Ajedrez sin torres. 6. Petróleo e imperialismo. Los yanquis juegan al Monopoly. 7. Vamos sobre Afganistán Que ya está acostumbrado. 8. Nuestro amigo Osama, el oleoducto y la crisis de Argentina. 9. Septiembre 11: el fraude más grande de la historia. 10. Hágalo usted mismo Cómo tirar unas torres gemelas? 11. El Pentágono y el avión fantasma. 12. Aviones a control remoto. 13. Cuando un atentado genera millones. 14. Negociando con el enemigo. 15. El imperio del terror. Y dónde está el terrorista? 16. Quién es quién? La pandilla que gobierna el mundo. 17. Últimas reflexiones Yo no puedo salvar al mundo? Epílogo: embargo a Estados Unidos.

INTRODUCCIÓN En lo personal me parece increíble que aún haya gente que crea que un puñado de musulmanes es capaz de cometer un atentado contra el país más poderoso del mundo; un país que rastrea todo el planeta vía satélite y que no se da cuenta de que alguien planea atacar sus más grandes e importantes edificios. También es indignante que utilicen esto para hacer la guerra a quien sea por los intereses más mezquinos: el control del petróleo. Más indignante aún es que para ello manchen una religión pacífica practicada por mil doscientos millones de personas y que aprovechen la ignorancia y dependencia que de los medios de comunicación tiene el hombre occidental para presentarla como fanática e intolerante; que se aprovechen del terrible desconocimiento que en occidente tenemos acerca de una cultura rica y milenaria para hacerla parecer como retrasada y peligrosa para el mundo. Ello sin mencionar lo indignante que resulta que la gente llore ante la vista de la caída de dos edificios, sede de multimillonarias empresas y permanezca indiferente a la muerte de millones cada día por todo el planeta. Este libro surgió de la necesidad interna de denunciar la injusticia, la infamia y la mentira que envuelven a varios eventos de la historia bélica estadounidense, especialmente al 11 de septiembre. A los pocos días de la tragedia ya escuchaba a muchas personas manifestar arriesgadas y coloquiales teorías, sin fundamento alguno, en las que se mencionaba que el gobierno de Estados Unidos había permitido el atentado o que incluso lo había planeado; poco a poco esos rumores eran más socorridos, pero alimentados por la simple intuición que hace pensar que el principal sospechoso de un crimen es aquel que resulta más beneficiado. Y me pregunto quién salió más beneficiado de este atentado: Estados Unidos o los musulmanes? A los rumores infundados se fueron agregando datos que se podían y se pueden corroborar en libros y periódicos: la relación entre los Bush y los Bin Laden, la participación de los segundos en las empresas de los primeros, la participación de Osama en la CIA y demás informes que alborotaban más las sospechas. Finalmente fue necesario investigar a fondo para aclarar dudas y descubrir todos los vínculos entre los Bush y los Bin Laden, los dos clanes más poderosos de la historia actual. Repasando un poco de historia uno puede verificar que Estados Unidos ha entrado en varias guerras tras fingir ataques y que en todas ha obtenido grandes beneficios. Hilvanando los hechos históricos se puede ver como este país actúa siempre persiguiendo el gran objetivo que tiene desde que nació como patria independiente, por fantasioso que parezca: establecer el nuevo orden mundial, o lo que es lo mismo, dominar el mundo. En el presente libro, además de los testimonios de una infamia como la del 11 de septiembre, haré un breve repaso de la historia de las guerras a las que Estados Unidos ha entrado tomando como pretexto un aparente atentado contra ellos y de las que ha sacado provecho; se hará un análisis de todo el contexto y pasado de Medio Oriente, que explica las inquietudes estadounidenses en la región; las intrigas por el petróleo; los fraudes en

torno al 11 de septiembre y el nuevo orden mundial basado en el dominio planetario por parte de Estados Unidos. Finalmente, hablaremos de la cultura del terror que el gobierno de Estados Unidos trata de imponer alrededor del planeta. Para los Estados Unidos la guerra es sólo una simple herramienta más; no ésta, todas las guerras, todas en las que ha participado con o sin ejército. El imperio norteamericano tiene un proyecto a largo plazo, lo tiene desde que nació como país y es, como ya se dijo, adueñarse del mundo. Expliquémoslo por partes antes de levantar pasiones. No olvidar como punto de partida que a fin de cuentas los norteamericanos son los hijos de los ingleses; sus herederos naturales y que por lo tanto desean superar las hazañas imperialistas de su madre patria, así como Bush II arde en deseos de superar a su progenitor en sus esfuerzos bélicos. En el siglo XIX Inglaterra poseía un imperio que abarcaba una cuarta parte del mundo; se extendía por todo el orbe y no había un solo país que de alguna forma no tuviera frontera con el imperio británico. Hago hincapié: los yanquis son los hijos de los ingleses y tienen por lo tanto la misión divina (establecida según ellos en su destino manifiesto) de seguir los pasos de su cansada madre patria. El destino manifiesto de los yanquis, que los autoriza a expandirse por el mundo para imponer su cultura, viene desde el siglo XVIII. Recién independizados de Inglaterra, los estadounidenses pusieron su mira en México y de paso en todo el continente, al que veían como su zona de expansión natural. Los estadounidenses siempre han sido imperialistas. Lo dijo el presidente Jefferson: Nuestra Confederación debe ser vista como el nido desde el que debe poblarse toda América, el norte y el sur... No olvidemos que en el siglo XIX se apoderaron de Alaska, Hawai, Cuba, Puerto Rico, Panamá y desde luego, la mitad del territorio mexicano. Claro que eran tiempos distintos; la costumbre aceptada era hacer la guerra y expandirse territorialmente. Hoy casi no es necesario desempolvar al ejército; el imperialismo es económico, pero sigue siendo imperialismo. Ante la lamentable escasez de memoria histórica es importante recordar que los Estados Unidos arrebataron Cuba a la mala a los españoles, al declararles la guerra tras la misteriosa explosión del Maine; es importante recordar que no estaban invitados a la Primera Guerra Mundial pero se colaron tras la extraña y poco explicable explosión del Lusitania; no tenían un motivo de peso para entrar en la Segunda, pero se incorporaron al permitir el totalmente predecible ataque a Pearl Harbor. Importante es recordar también que los roces con Japón eran derivados del intento norteamericano de apoderarse del Pacífico norte y del Asia Pacífico, otra zona natural de expansión según su destino manifiesto. Ahora que terminaron las épocas de imperialismo (en teoría) y en vista de lo caro que resultó a las grandes potencias europeas mantener territorios lejos del país, la dominación mundial se busca a través de la economía. Desde el plan Marshall para reconstruir Europa tras la Segunda Guerra eran evidentes las intenciones del Tío Sam, y Rusia, el único en no aceptar las condiciones se convirtió en el malo del cuento. Fue así como la segunda mitad del siglo XX se caracterizó por una guerra fría contra el comunismo, por la simple razón de

que le llevaban la contra a los yanquis y de que los países comunistas no son mercado, y eso es muy mal negocio. Ahora sabemos que los rusos (antes el Imperio del Mal) no son, y no eran una amenaza; eran sólo el enemigo siempre necesario, lugar que ahora ocupan los árabes bajo un nombre similar: el Eje del Mal. Seguramente es coincidencia que las reservas petroleras más importantes, que darían al mundo energía durante 80 años más, estén en Irak. No, los yanquis pretenden que sólo buscan la libertad de ese país., aunque hoy por hoy los mismos norteamericanos, en su país de libertad, no puedan manifestarse contra la guerra sin ser arrestados. Volvamos a la mentada memoria histórica: Hussein llegó al poder apoyado por Estados Unidos, que además le dio armas para que Irak entablara una guerra contra sus hermanos musulmanes de Irán, sólo por tener un régimen que no es compatible con el de las barras y las estrellas. El gobierno Talibán de Afganistán tomó el poder con apoyo yanqui, sobre todo gracias a un agente de la CIA llamado Osama bin Laden; pero ahora que ya no convienen hay que quitarlos. Todos sabemos que hay mucho más de fondo en la invasión a Irak que la libertad de ese país. Si esta fuera la verdadera razón harían falta muchas guerras más en países amigos de los yanquis, como Arabia Saudita, un régimen fundamentalista y represor, pero que se apega s los deseos del buen tío Sam. Países como Francia, Rusia y Alemania comenzaron por oponerse a la guerra, no por sus altos principios éticos; sino por que ven el aún más inmenso poder que podría tener Estados Unidos al controlar medio oriente. Por encima de las ansias de dominio de oscuros personajes históricos que algunos han catalogado incluso de anticristos, como Napoleón y Hitler; el proyecto yanqui va mucho más allá. En una era histórica como la actual, donde se buscaba establecer un equilibrio mundial basado en organismos internacionales, el presidente de los Estados Unidos impone su propia ley, y sin rodeos ni miramientos pretende erigirse como policía mundial en defensa del orden establecido por los poderosos. El concepto mismo de guerra ha cambiado desde que Bill Clinton inventó las invasiones humanitarias y George W. Bush remató con la guerra preventiva, que no se limita ya a aquellos países sospechosos de poseer armas nucleares y de destrucción masiva, sino a cualquier nación que, a juicio de los Estados Unidos, sea capaz de producirlos o tenga las negras intenciones de hacerlo. Esto es, Estados Unidos se toma por la fuerza el derecho de hacer la guerra a cualquier país que ellos quieran si no están de acuerdo con las políticas imperialistas de Washington. Es momento de que las naciones hagan algo. El mundo no supo cuándo detener a Hitler, sabrá cuando detener a George Bush?

1 Qué haremos esta noche? Lo mismo que hacemos todas las noches: tratar de conquistar el mundo La caída de las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001 nos tomó a casi todos por sorpresa. La reacción inmediata fue de rechazo a tan deleznable acto y una especie de sentimiento de solidaridad con los Estados Unidos, que tras años de atacar a todo el planeta, por primera vez sufría en su propia casa los efectos de un ataque enemigo. Los mandatarios de todo el mundo corrieron a arrodillarse a los pies del monarca estadounidense con ánimo de ganar el favor del emperador. En pocos días el mundo entero firmó a George Bush un cheque en blanco que lo autorizaba a hacer prácticamente lo que le indicara su belicosa voluntad. La respuesta fue casi inmediata; una invasión y un ataque mortífero sobre el país más pobre del planeta; la nación con el más bajo índice de alimentación, sin agua, víctima de más de 15 años de guerra civil, con esperanza de vida de 40 años, con la mayor mortandad infantil. Un país con índices de pobreza más bajos que los de África, sin dinero, sin industria, sin futuro, pero ante todo, inocente: Afganistán. Claro que antes nos bombardearon a nosotros con terribles imágenes del trato a las mujeres en ese país, para hacer así el papel de superpolicía mundial que han venido vendiendo a la opinión pública por décadas. Al poco tiempo se habló de una inminente guerra contra Irak; una guerra a la que todo el mundo se opuso en todos los rincones del planeta y que generó y genera las más espontáneas y elocuentes manifestaciones pacíficas de repudio. La humanidad no quería la guerra, pero tres personas si la querían: George Bush, Tony Blair y José María Aznar (los tres casualmente con intereses petroleros en Medio Oriente); suficiente para llevarla a cabo. A Aznar le costó el poder de su partido en España; esperemos que estadounidenses e ingleses sepan pedirles cuentas de igual forma a sus mandatarios. Pero desde el principio hubo voces disidentes e incrédulas en torno a los atentados del 11 de septiembre, voces que fueron creciendo con el paso del tiempo, desde el simple rumor hasta la total convicción. Se han manejado todo tipo de versiones que comenzaron siendo consideradas como insólitas pero que se han ido haciendo más creíbles: que los atentados fueron permitidos por Estados Unidos, que ellos mismos los planearon, que Bin Laden es amigo de los Bush, que estas familias han sido socias desde hace años, que Osama trabaja para los yanquis, en fin, que todo fue un montaje. Afortunadamente toda esta información es hoy en día verificable, ya sea a través de periódicos importantes de nivel internacional, libros de investigadores reconocidos como Thierry Meyssan o Noam Chomsky e incluso cada vez más en documentales serios de la televisión. Personalmente no me gustan los rodeos ni insinuar lo que considero como verdades, estos rumores son ciertos. Gran parte de los problemas actuales del mundo son parte de un

lamentable y tétrico plan encaminado a fortalecer el nuevo orden mundial; un orden al servicio de los más ricos y sustentado en la miseria de los miserables. Por increíble que parezca todo tiene relación con el 11 de septiembre, que no fue sino la culminación de un gran plan: las guerras del golfo, los talibanes en el poder en Afganistán, el conflicto árabe israelí en Palestina, la imposibilidad de alcanzar la paz en esa región, la guerra en Chechenia, los disturbios sociales en Georgia y la dimisión de su presidente, la situación económica de Argentina y la llamada crisis mundial., son todos elementos de un mismo plan maestro orquestado desde Estados Unidos con el objetivo de consolidar el dominio mundial. Acontecimientos posteriores como los atentados de Madrid son parte de esta misma estrategia. Millones de muertos, hambre, guerras fraticidas y eternas, conflictos religiosos, atentados terroristas, todo es válido para sustentar la riqueza de los ricos, todo se vale para conservar e incrementar las grandes fortunas del planeta. Los atentados del 11 de septiembre no sólo fueron permitidos por Estados Unidos, como dicen algunos, para aprovechar la desgracia; fueron planeados por ellos con cada detalle para tener un pretexto de guerra. Hay quien piensa que es imposible que un país se ataque a sí mismo bajo la circunstancia que sea, por desgracia no es así. Finalmente, y si lo vemos de manera fría; por más que las torres gemelas fueran el signo del poder económico yanqui, no eran más que dos edificios, dos edificios y 3 mil personas, casi todas de países pobres, a cambio de miles de millones de barriles de petróleo y el dominio mundial. Suena descabellado sin lugar a dudas, pero en este libro se irá demostrando, con pruebas fehacientes, que todo es parte de una complicada trama y urdimbre hilvanada desde los más altos niveles en Estados Unidos. Pero no debería de extrañarnos ni escandalizarnos esta postura; el estilo de los norteamericanos ha sido siempre el mismo y siempre con el mismo objetivo. Desde que nacieron como nación a finales del siglo XVIII, han tenido la meta de convertirse en el gran imperio dominante. No olvidemos lo que ya hemos dicho y seguramente repetiremos: que los norteamericanos son los hijos de los ingleses, otrora los grandes monarcas del orbe, y que desde que lograron su emancipación han seguido los tristemente célebres pasos de Inglaterra. En Estados Unidos creen en lo que ellos llaman su destino manifiesto, que no es otra cosa más que la misión divina de expandirse por el mundo y regirlo. Desde su independencia pusieron sus ojos en México y el resto de América, a la que veían como zona de expansión natural, continuaron con su crecimiento hacia el oeste de su territorio a costa de la exterminación de los indígenas de piel roja. Luego pusieron sus ojos en la vieja Europa, a la que dominaron gracias al Plan Marshall, y en el gran océano Pacífico, que pasó a sus dominios tras las bombas de Hiroshima y Nagasaky. No obstante, durante décadas, su poder se vio limitado por la existencia de otra superpotencia, la URSS, a la que terminó por eliminar. Su objetivo reciente es una de las fuentes de riqueza más grandes del mundo: el Oriente Medio, a través del cual, lograrán establecer su orden.

El punto clave del inicio de su imperialismo, después de haber dominado América, fue la guerra contra España en 1898, en la que le arrebataron las Filipinas, Puerto Rico y Cuba. Éstas dos últimas eran las únicas posesiones que España conservaba en América, reminiscencia de sus tres siglos de colonialismo. Cuba ha estado siempre en la mira de los Estados Unidos, principalmente desde que se apoderaron de Florida a principios del siglo XIX. Consideran la isla como una extensión natural de la península y por tanto de su país. De este modo, y apoyados en la Doctrina Monroe (América para los americanos), que pretendía dejar a los europeos fuera de América, comenzaron a presionar a España para que renunciara a sus últimas posesiones caribeñas. Desde la última década del siglo XIX Estados Unidos comenzó a desplegar sus fuerzas navales en torno a la isla del Caribe, pero los españoles no cedían. Así pues, y a falta de una razón para declararles la guerra, los estadounidenses se la inventaron. Una noche, y sin explicación lógica, el barco Maine de la marina de Estados Unidos explotó y se hundió en el Caribe; suficiente motivo para atacar al aparente culpable: España. Hoy sabemos que fue una explosión provocada por los mismos norteamericanos, quienes perdieron un barco y algunos marines, pero ganaron tres posesiones y comenzaron su expansión. En una relación costo beneficio bajo la óptica yanqui, es rentable. Además de haber comenzado su expansión imperialista gracias a esta guerra, obtuvieron de ella grandes beneficios. Se apoderaron de Filipinas, y a través de estas islas comenzaron a expandir su dominio por el sureste asiático. En América se quedaron con Puerto Rico, que hasta la fecha es un Estado Libre Asociado, explotado en sus riquezas naturales para beneficio estadounidense. En el caso de Cuba, Estados Unidos fue prácticamente dueño de la isla hasta que la revolución de Fidel Castro se la arrebató de las manos. A través de Cuba, cuya constitución elaborada en Harvard daba derechos comerciales, militares y de seguridad nacional a Estados Unidos; este país comenzó su dominio comercial en toda América Central, cuyos países se fueron convirtiendo en las llamadas Repúblicas Bananeras; territorios que explotaban todos sus recursos naturales para proveer a los Estados Unidos, todo bajo coacción de la compañía United Fruit, que durante décadas devastó la región en defensa de los intereses norteamericanos. En libros como América Latina, de la independencia a la Segunda Guerra Mundial de la colección de Historia Universal de Siglo XXI, podemos leer que países como Cuba, Guatemala, Honduras, Costa Rica y Panamá se dedicaban casi en exclusiva a cultivar tabaco, café, azúcar y plátanos para el consumo estadounidense; todo desde luego, con base en tratados desiguales que no beneficiaban a los países centroamericanos, sino a las filiales locales de la United Fruit. Ya en este contexto fue fácil para Estados Unidos inventar una guerra en Colombia, para separar Panamá de este país y lograr así el dominio del istmo a través de la construcción del Canal de Panamá. En el libro anteriormente mencionado (página 164) se puede corroborar que fue el presidente norteamericano Rooselvelt quien provocó la escisión de esa entonces

región colombiana. El objetivo norteamericano era claro; la conquista de América en su totalidad, todo bajo el amparo de su destino manifiesto. El presidente estadounidense Taft lo dejó claro al declarar en 1912: No es lejano el día en que tres banderas de barras y estrellas señalen la extensión de nuestro territorio; una en el Polo Norte, otra en Panamá y otra en el Polo Sur. El objetivo norteamericano siempre fue, y sigue siendo, ser dueño y señor de toda América. Hoy ya no buscan territorio, sólo vasallaje económico. El proyecto del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), tal y como se plantea, no es más que la culminación de este sueño macabro; un sistema donde todo el continente trabaje para satisfacer las demandas estadounidenses, dentro de una nueva división internacional del trabajo que nos ataría aún más económicamente. Así como se inventaron un ataque para declarar la guerra a España; de la misma forma entraron a la Gran Guerra de Europa, conocida en los libros de historia como Primera Guerra Mundial, a la que se incorporaron tras la misteriosa e inexplicable explosión del buque Lusitana. Ésta era una conflagración exclusiva del viejo mundo derivada de los conflictos que las potencias europeas tenían entre sí a causa del imperialismo en África y Asia y del choque de intereses económicos. Desde la Revolución Francesa de 1789, cuando terminó de caer el antiguo régimen y triunfó el capitalismo, Europa se había visto envuelta en una serie de conflictos que se prolongaron a lo largo de todo el siglo XIX, provocando una serie de alianzas, tensiones y guerra fría que por fin estalló en 1914, cuando los países europeos se declararon la guerra. Pero, qué beneficios buscaba Estados Unidos al entrar a una guerra inminentemente europea? Comencemos por decir que su proyecto de formar parte del selecto grupo de potencias mundiales tenía que pasar necesariamente por Europa y ésta era la gran oportunidad. La primera introducción al conflicto fue económica, ya que para 1917 y tras tres años de batallas, todos los países europeos y sus ejércitos estaban desgastados. Estados Unidos prestó a los aliados el dinero necesario para poder mantener y ganar esa guerra; de esta forma, al terminar la conflagración, el viejo mundo estaba endeudado con los americanos. Pero finalmente no estaban invitados a la guerra y necesitaban entrar. Estaban así las cosas, cuando un día, el barco Lusitania de Estados Unidos, que navegaba por el norte de Inglaterra, explotó y se hundió entre las aguas del Mar del Norte, de lo que inmediatamente se culpó a la flota submarina de Alemania y dio pretexto para entrar a la guerra del lado de los aliados. En realidad el barco fue hundido por los ingleses. Pero además, al ser parte de la guerra ganó el derecho de participar en los tratados de paz, en los que, como es sabido, se reparte el mundo, ya sea en forma de territorios o de tratados comerciales, y los Estados Unidos no querían estar fuera de este reparto. Y es que dentro de él estaba el gran mercado chino, las grandes riquezas de África y, lo más importante de todo; el petróleo descubierto en Medio Oriente, que hasta antes de la guerra era parte del

Imperio Otomano y tras ésta pasó a manos de ingleses y franceses, pero con injerencia estadounidense gracias a su participación en la conflagración. Por si fuera poco, el comunismo se expandía como reguero de pólvora por África, Asia y Europa, situación poco conveniente para los yanquis, ya que un país comunista es un mercado menos. De este modo, las ganancias de los norteamericanos en la guerra eran varias: poder económico sobre Europa, reconocimiento internacional, negociar en el tratado de paz, asegurarse tratados comerciales, abrir mercados, participar del petróleo oriental y combatir el comunismo. Un buen comienzo en su carrera como potencia. Tampoco tenían una razón de peso para entrar a la Segunda Guerra Mundial, que no fue más que el episodio dos de la Primera, pero como la participación en ésta era necesaria para sus proyectos políticos y económicos, permitieron el predecible y, de hecho, conocido ataque a Pearl Harbor. Para entonces Estados Unidos ya era un país poderoso con el mejor sistema de inteligencia del mundo y espías repartidos en todas las naciones, entre ellas Japón. Es muy curioso que el día del ataque a Pearl Harbor los mejores barcos hubieran salido del puerto y sólo estaba estacionada la chatarra, una casualidad tan curiosa como la del 11de septiembre, día en que los más importantes empresarios de las multinacionales con sede en el WTC, no se presentaron a trabajar. Pero lo más evidente queda claro: entre Japón y Hawai existen decenas de islas que ya eran propiedad de Estados Unidos y sobre las cuales hubo de volar el escuadrón que atacó el célebre puerto hawaiano. Estados Unidos necesitaba entrar a esa guerra, y necesitaba entrar precisamente contra Japón, con quien competía por el dominio del Pacífico y, ante todo, necesitaba probar en el contexto más realista posible el poder de disuasión de su nuevo juguetito: la bomba atómica. Creo que hoy día nadie puede poner en duda que Estados Unidos fue el único gran ganador de esta guerra. Tras esta conflagración Europa quedó más endeudada que nunca con los norteamericanos y se vio obligada a aceptar el Plan Marshall de reconstrucción propuesto por ellos. Pero además, y tras derrotar a los japoneses en la guerra del Pacífico, Estados Unidos consolidó su dominio sobre una zona que llevaba ambicionando por décadas, el Pacífico Norte. Por encima de todo, Estados Unidos tomó el relevo de Inglaterra y Francia en Medio Oriente, consolidó el Estado de Israel y se adueño de facto de esta zona de Asia y de todo su petróleo. El fin de la Segunda Guerra Mundial significó también el fin del dominio de los ingleses, quienes pasaban oficialmente a los norteamericanos la estafeta en la carrera por el dominio mundial. Qué tuvo que dar a cambio de todo esto? Tan sólo la chatarra de sus barcos marinos anclados en Pearl Harbor (Hawai) y la vida de unos cuantos marines hawaianos. Bajo la óptica yanqui, rentable. En este libro hago hincapié en las guerras a las cuales entraron fingiendo un atentado como parte de un proyecto imperialista, pero es importante considerar que desde su nacimiento, Estados Unidos se ha dedicado a organizar y participar en guerras por todo el planeta; todas ellas desde luego con fines imperialistas. En su libro Ataque al Imperio, Leticia Singer hace un excelente resumen de sus acciones bélicas más destacadas en la historia:

Guerra contra México (1846 1848). Se originó cuando Estados Unidos se anexó los territorios de California, Texas, Arizona y Nuevo México. Nicaragua (1912 1933). Estados Unidos alegó problemas internos para ocupar el país centroamericano. Haití (julio de 1915). Los marines desembarcaron en sus costas para enseñar a los haitianos la democracia. La ocupación duró 19 años. Primera Guerra Mundial (1914 1918) Estados Unidos entró en el conflicto el 6 de abril de 1917 declarando la guerra a Alemania. El balance de muertos estadounidenses se elevó a 114 mil. Segunda Guerra Mundial (1935 1945). Los estadounidenses declararon la guerra a Japón el 8 de diciembre de 1941 y después a la Alemania nazi y a los fascistas italianos Corea (1950 1953). En este país asiático se llevaron a cabo numerosos combates bajo el auspicio de la ONU pero dirigidos por Estados Unidos Bahía de Cochinos (17 de abril de 1961). Esta intervención militar fue el resultado de una operación clandestina orquestada por la CIA en Cuba para derrocar al régimen de Fidel Castro. Vietnam (1961 1975). Supuso la mayor derrota armada estadounidense y la pérdida de 55 mil soldados. República Dominicana (abril septiembre de 1965). Alrededor de treinta mil marines y paracaidistas llegaron a Santo Domingo para luchar contra el comunismo. Libia (15 de abril 1986). Estados Unidos bombardeó Trípoli Panamá (1989). La invasión estadounidense tuvo como objetivo proteger la vida de los ciudadanos estadounidenses de Panamá y acabar con el poder del hombre fuerte del país, Manuel Antonio Noriega. Guerra del Golfo (enero febrero de 1991). Más de 500 mil soldados de Estados Unidos participaron en la operación Tormenta del Desierto, que tenía como fin liberar Kuwait, que había sido ocupado por las tropas de Irak. Este compendio de guerras nos invita a reflexionar sobre las buenas intenciones yanquis, que sólo intervienen en conflictos para defender intereses nacionales y no los del mundo libre como ellos pretenden hacer creer. Finalmente, guerra contra México por territorio, en Colombia para separar Panamá y construir su canal, en Vietnam, Cuba, Corea y otros tantos para detener el avance del comunismo (porque no es buen cliente), en Medio Oriente para proteger el petróleo. No olvidemos que también un 11 de septiembre, pero de 28 años atrás, los Estados Unidos

auspiciaron un golpe de estado en Chile para deponer a un presidente socialista electo democráticamente. En la famosa carta de García Márquez a Bush, acerca del 11 de septiembre, el colombiano invita al presidente yanqui a la reflexión: Sabías que entre 1824 y 1994 tu país llevó a cabo 73 invasiones a países de América Latina? Las víctimas fueron Puerto Rico, México, Nicaragua, Panamá, Haití, Colombia, Cuba, Honduras, República Dominicana, Islas Vírgenes, El Salvador, Guatemala y Granada Tu aviación no dejó una fábrica en pie ni un puente sin destruir en Yugoslavia. En Irak fueron 500.000 los muertos. Medio millón de almas se llevó la Operación Tormenta del Desierto. Cuánta gente desangrada en lugares tan exóticos y lejanos como Vietnam, Irak, Irán, Afganistán, Libia, Angola, Somalia, Congo, Nicaragua, Dominicana, Camboya, Yugoslavia, Sudán, y una lista interminable? En todos esos lugares los proyectiles habían sido fabricados en factorías de tu país, y eran apuntados por tus muchachos, por gente pagada por tu Departamento de Estado, y sólo para que tu pudieras seguir gozando de la forma de vida americana. Hace casi un siglo que tu país está en guerra con todo el mundo Pero volviendo a nuestro tema central, tres guerras de las que los Estados Unidos salieron victoriosos y beneficiados; a las tres entraron tras misteriosos e inexplicables ataques. Qué nos hace pensar que no usaron su ya conocida táctica para entrar a otra guerra? Ahora que necesitan las acciones bélicas, los atentados del 11 de septiembre les dieron carta abierta. Qué ganó Estados Unidos con los atentados? Todo. Así de fácil. En resumen digamos que ganó el control mundial a través de la fuerza que hoy por hoy domina y mueve el planeta: el petróleo. Estados Unidos ha consolidado su derecho sobre la gran reserva del mar Caspio, aparentemente mayor que las de Irak y al nivel de las de Arabia (que de cualquier forma también son de ellos en la práctica). Pero lo interesante de esta reserva es su situación geográfica, que permite a Estados Unidos ser el proveedor de este hidrocarburo en Europa y en Asia Pacífico, que es la zona que más consumirá para el año 2010. Qué tuvo que dar a cambio? Dos torres emblemáticas pero ya viejas y poco funcionales y la vida de 3 mil personas, la mayoría latinos, árabes y de otros países subdesarrollados. Bajo la óptica de los yanquis; rentable. Así, desde el Maine hasta el 11 de septiembre, todo ha sido siempre parte de planes de Estados Unidos para lograr su objetivo final: la dominación mundial. Todo será demostrado: la complicad Bush-Bin Laden, el dominio de los empresarios en la Casa Blanca, la demolición de las torres gemelas (porque no cayeron por los avionazos), la inexistencia del avión en el Pentágono, las grandes ganancias de los millonarios gracias a los atentados, la participación de Bin Laden con la CIA, la relación de este conflicto con la crisis de Argentina y la guerra en Chechenia. Todo para consolidar un imperio.

2 Orden y desorden mundial. Vamos a ver quién manda. Entendemos por orden mundial la forma en que se organiza el mundo y se divide el poder. Desde los tiempos de las antiguas culturas siempre hubo civilizaciones que dominaban por encima de las demás y peleaban entre sí por este dominio. Cuando el centro del mundo era el Oriente Medio, en los tiempos antes de Cristo, el Imperio Persa dominaba el mundo conocido hasta que se enfrentó con una civilización que resultó superior en términos militares: los griegos. Después, y durante siglos, los griegos y su cultura dominaron prácticamente todo el mediterráneo oriental que era conocido como el mundo helénico, hasta que fueron conquistados por una civilización más poderosa en términos militares, políticos, económicos y jurídicos: el Imperio Romano. Roma fue el orden de todo el mundo conocido desde el siglo III antes de nuestra era hasta el siglo V de la era actual. El mundo en ese entonces abarcaba todo el norte de África, Europa y el Medio Oriente, desde Palestina hasta India. Incluso los pueblos no conquistados reconocían el orden romano. Roma era más que una potencia militar conquistadora; significaba la existencia de un orden estable en el planeta. Pero como todos los imperios dominantes, Roma cayó, y dejó un vació de poder en Europa, mientras el Medio Oriente era dominado por el Imperio Bizantino, que desde el siglo VIII se vio sometido a un equilibrio de poderes y de control del Oriente con la nueva potencia emergente: el Imperio del Islam. Mientras tanto, Europa vivía una época oscura de poco desarrollo, pero que no por eso se encontraba fuera de este inevitable ciclo de potencias dominantes. En el siglo VIII, el imperio bárbaro de los Francos, mandados por Carlomagno, se alzó por encima de los demás y estableció el débil orden europeo, que pronto fue sustituido por el que imponían las potencias mercantiles de la península itálica, como Venecia, que al mismo tiempo combatía en los mares con la nueva potencia de oriente: el Imperio Turco Otomano. Con toda esta maraña de imperios sólo quiero dejar en claro que siempre a lo largo de la historia ha existido una potencia superior, o dos que luchan por esta superioridad, y que han establecido su orden y sus reglas durante mucho tiempo. Esto se refiere al mundo según los términos limitados de la Historia Universal que no incluye América hasta el siglo XV. De ninguna forma se pretende dejar América fuera de la historia; los ejemplos dados son sólo para demostrar lo que es el orden mundial. De cualquier forma, este mismo ciclo se puede observar en la América prehispánica, donde del mismo modo las civilizaciones peleaban entre sí por el control de su mundo.

Para cuando termina la edad media en el siglo XV, era evidente que el lugar más poderoso del planeta era Europa; los europeos ya habían sometido a los musulmanes, al Imperio Otomano, el norte de África y ya habían conquistado América. Gustara o no, una cosa era clara: las reglas del juego en todo el mundo las dictaba Europa. Así fue hasta el siglo XX en que los Estados Unidos tomaron el relevo en el trono mundial. Durante la época de dominio de Europa también había movimiento interno por dominar la escena internacional. Así, España y Portugal fueron los mandamases a lo largo del siglo XV y XVI, cuando fueron sustituidos por la nueva potencia mundial, Holanda, que extendió sus dominios a América, Sudáfrica y hasta el Sureste Asiático. Poco tiempo después Inglaterra arrebató este dominio a los holandeses y se erigió como potencia europea y mundial, con un imperio que llegó a extenderse por todos los rincones del mundo y que en su momento de esplendor abarcó la cuarta parte del planeta. Aunque el dominio del viejo mundo fuera detentado por los ingleses, estos eran seguidos de cerca por otros países poderosos como Alemania, Francia y Holanda. Todos en conjunto hicieron que el siglo XIX fuera el punto cúspide del dominio europeo. Las recién nacidas naciones europeas habían circunvalado el mundo y lo dominaban completamente; se dividieron África, América, Asía y Oceanía a placer; se extendieron de lado a lado del orbe, destruyeron culturas ancestrales e impusieron su propia civilización y visión del mundo como únicas, superiores y universales. Esta expansión desmedida fue la que a la larga generó la Gran Guerra Mundial, que duró desde 1914 hasta 1945 y que en lo personal me parece que erróneamente se divide en dos partes en los libros de historia. Para no llenar innecesarias páginas, podemos decir de manera muy general que el mundo ha conocido tres modelos de orden mundial: premoderno, moderno y posmoderno, según explica Xavier Batalla en su libro Por qué Irak? En el esquema premoderno, el del mundo antiguo y hasta fin de la edad media, la estabilidad y la paz dependían de los imperios; es decir, entidades político militares que basaban su riqueza en los excedentes agrícolas y en la expansión territorial desmedida: el romano, bizantino, persa, otomano etc Este orden fue superado precisamente por Europa en lo que se conoce como edad moderna, que podemos situar en términos generales después del siglo XV. En esos tiempos los viejos imperios comenzaron a caer y a ser sustituidos por los Estados Nación, entidad política económica inventada en Europa, que basa su riqueza en la producción industrial, con límites territoriales establecidos y colonias. Es precisamente la etapa en la que se consolidan las grandes naciones del viejo mundo y comienza a pelear entre sí. Más específicamente podemos decir que este orden comienza con la paz de Westfalia firmada tras la Guerra de los 30 años, de 1618 a 1648 (primera gran guerra europea todos contra todos), y termina en 1945, con la llamada Segunda Guerra Mundial (la más reciente y quizás última gran guerra europea todos contra todos). El orden a partir de la Segunda Guerra Mundial, el orden posmoderno, también fue inaugurado por Europa, ya no basándose como antes en la dominación de una gran

potencia, sino en un concepto más civilizado y acorde a los tiempos: la cooperación internacional, el equilibrio y un sistema de seguridad basado en organismos internacionales. Europa aprendió la lección de las grandes guerras que el siglo XX presenció en su territorio. Pero este orden posmoderno duró poco, comenzó como ya se dijo, en 1945, y terminó el 11 de septiembre de 2001. A partir de ese momento, la nación que ya desde antes era la más poderosa, se ha levantado como hiperpotencia única del planeta, sin nadie que le haga contrapeso y con la capacidad de imponer su ley y su visión del mundo sin necesidad de negociar con nadie. El gobierno de Estados Unidos no busca continuar con ese diplomático camino emprendido por el viejo mundo, consolidado y fortaleciéndose en el proyecto de Unión Europea; no le interesa la pacífica y tolerante vía de la negociación en la que tiene que ceder parte de su soberanía a organismos internacionales como la ONU; no está dispuesto a repartir el botín que significa el control absoluto del planeta; no pretende compartir más que con unos cuantos elegidos, y siempre bajo las leyes impuestas por ellos. En su visión del mundo no cabe el equilibrio de poderes que ha caracterizado a la historia de las culturas humanas; es una especie de neoimperialismo donde pretenden volver a la antigua fórmula romana de dominarlo todo, así es más fácil. No necesitan comprender otras visiones y culturas, basta con acoplarlas o destruirlas. No tienen que entender cómo piensan los demás, son los demás los que tienen que entender cómo piensan ellos. Esa es la máxima en una época en la que todo aquel que no hable inglés es sospechoso de terrorismo. Ante la pasividad e impotencia de la vieja Europa se levanta el nuevo gran emperador. Alabado sea el tirano. Las naciones europeas apostaron por abandonar la ley de la selva, del más fuerte y cambiarla por un sistema de colaboración, un sistema más civilizado que, entre otras cosas, permitía a los países dejar de gastar enormes fortunas en mantener un poderoso ejército. Así, mientras Europa buscaba un orden mundial, dominado por ellos desde luego, pero basado en la cooperación y el diálogo, el Tío Sam se armaba hasta los dientes para aplicar la ley del garrote e imponer una versión más pragmática del orden sustentada en la conocida máxima: para qué hablar si podemos arreglarlo a golpes. Y el nuevo orden mundial se llama capitalismo neoliberal; un sistema de producción desmedida e injusta que deja fuera del proyecto global a 4 mil millones de seres humanos; un sistema basado en la acumulación desmedida de riquezas en pocas manos y la creación de grandes cinturones de miseria; un sistema que requiere de la explotación desmedida del medio ambiente de los países pobres para garantizar la riqueza de los países ricos. Un sistema que nos ha llevado a utilizar al ser humano como un medio y no como un fin. Un sistema donde hemos creado el peor de los mundos posibles para el 60% de la población. El 11 de septiembre de 2001 la humanidad contempló algo más que la caída de dos torres; asistimos al triunfo total del nuevo orden mundial, dominado absolutamente por Estados Unidos, sin posibilidad de negociación.

Un nuevo orden que significa también el momentáneo triunfo absoluto de la forma más despiadada, hostil y voraz de capitalismo a ultranza, donde se busca únicamente mantener las grandes fortunas de los poderosos sustentadas en aumentar la miseria de los miserables; el nuevo orden de o conmigo o contra mi ; el nuevo orden que significa retroceder varios peldaños en la escala evolutiva y volver a la ley de la selva; el nuevo orden donde el pez grande se come al chico; el nuevo orden donde el Estado de Bienestar es un gasto inútil y donde cada uno debe rascarse con sus propias uñas; el nuevo orden donde los cañones acallan la voz del diálogo, donde la diversidad cultural deja de ser riqueza para convertirse en obstáculo; donde el consumismo y materialismo total son los grandes valores; donde todos trabajamos para mantener a un grupo de multimillonarios; donde la multiplicación de ganancias está por encima de la vida y del medio ambiente; donde vale pisar a quien sea por acumular más riqueza; donde las empresas mandan por encima de las naciones; donde el interés de todos se puede sacrificar por el interés de pocos. El orden donde lo que gana una transnacional en un día bastaría para abatir el hambre de África; donde una empresa tiene más dinero que continentes enteros; donde sólo se salvan de morir de SIDA los que tienen recursos económicos, donde no cuentan los débiles; donde es solapada la esclavitud infantil siempre que haga más rentable un negocio; donde se busca alargar por años guerras fraticidas para poder vender más armas; donde un barril de petróleo vale más que un litro de sangre humana derramada; donde el país más pobre puede ser atacado y masacrado por el más rico sin que nadie haga nada; donde una invasión despiadada queda impune ante la complicidad silenciosa de los poderosos; donde sólo se ayuda al necesitado si es rentable; donde se gobierna una vez más con la espada en la mano; donde el grande aplasta sin miramientos, donde millones de gritos de paz son silenciados por el ensordecedor ruido de un misil. Bienvenidos al nuevo desorden mundial propuesto por los yanquis Qué Dios bendiga a Norteamérica?

3 Estados Unidos.., A escena! Estados Unidos no fue un país importante a gran escala en la escena internacional hasta 1945, cuando resultó el gran vencedor de la Segunda Guerra Mundial; si bien es cierto que desde finales del siglo XIX pujaba entre las principales potencias de Europa por obtener un lugar en el reparto del mundo. No obstante, mucho antes de las guerras mundiales, lo que si tenía ya Estados Unidos era un plan, un objetivo, una meta final; y ésta era ser el líder mundial. Esto puede parecer demasiado novelesco o fantasioso pero no es así, y para entender esta ambiciosa pretensión yanqui hay que conocer un poco de sus orígenes y de los tejes y manejes de su madre patria; la orgullosa y petulante Inglaterra. Como ya todos sabemos, los estadounidenses son los hijos de, los ingleses. Todo comenzó cuando en el siglo XVII un grupo de colonos, a bordo del Mayflower, salieron de Inglaterra con rumbo desconocido, hacia algún lugar del Norte de América. La razón de esta colonización fue en un principio por diferencias religiosas. Inglaterra es un país de religión protestante, donde la mayoría de la población profesa la fe de la Iglesia Anglicana y las minorías religiosas eran discriminadas. Esa es la razón por la que un grupo de protestantes no anglicanos decide emprender el viaje al nuevo mundo, en busca de establecerse y formar su propia sociedad; no obstante, siempre se consideraron súbditos ingleses y eran de hecho controlados por la corona. Los ingleses siempre han tenido un pensamiento etnocentrista y ególatra donde ellos son la apoteosis de la civilización y han tenido siempre el sentido mesiánico (común en toda Europa hasta la fecha) de poseer una obligación divina de expandir la civilización a todo el orbe; ideología que de paso les ha servido de pretexto para conquistar países por todo el planeta. Los estadounidenses no sólo comparten esta visión, sino que adoptaron el pensamiento de que ellos eran los elegidos que iban a América a crear una nueva sociedad y un mundo mejor. Así, no sólo heredaron el pensamiento inglés y lo hicieron propio, sino que lo exageraron y depositaron en ellos la labor divina de crear todo un mundo modelado por ellos en las Américas. Un reparto sencillo: que los ingleses de Europa dominen Europa, y que los ingleses de América dominen América. Ciertamente tardaron en comenzar su misión divina, ya que permanecieron más de un siglo controlados y limitados por Inglaterra, hasta que en 1776 declaran su independencia del imperio. Desde ese mismo instante ya tienen fijados sus objetivos como nación, que poco tiempo después se reflejaría perfectamente en la Doctrina Monroe: América para los

americanos, frase que evidentemente no se refiere a todos los americanos, se resume en América para nosotros. No olvidemos esto: los estadounidenses, a pesar de estar en América, eran ingleses, con ideología inglesa, educación inglesa y armas inglesas. Si bien es cierto que con el paso de los años se conformó una nación resultado de mezcla de inmigrantes que incluía irlandeses, holandeses, italianos, etc., el destino manifiesto deja muy claro cuál es la raza sobre la que recae esta misión divina; los WASP (White Anglo Sajon and Protestant; es decir, los ingleses de América). De esta forma, se lanzaron a la conquista del mundo. En un principio era un país pequeño, ya que únicamente poseía lo que hoy se conoce como la costa noreste, pero apenas a unos 30 años de su emancipación ya comenzaban a llevar a cabo su proyecto expandiéndose hacia el sur: en 1803 le compraron Luisiana a Francia y en 1819 Florida a España. Ya desde entonces sus ojos se posaban en el resto de América, a cuyos pobladores veían con desprecio y como incapaces de autogobernarse. En 1808 fue cuando el presidente Jefferson dijo: Nuestra Confederación debe ser vista como el nido desde el que debe poblarse toda América, el norte y el sur.... (Brom Juan, Esbozo de Historia de México, página 171, editorial Grijalbo) Con esta idea en la cabeza se lanzaron primero a la conquista del Oeste de su territorio hasta que dominaron de costa a costa y se establecieron en el litoral del Pacífico, no sin antes destruir a la población indígena local. Tras este primer avance sus ojos se posaron en México y el resto de América. Para el final del siglo XIX esta era su expansión: 1803 Luisiana 1819 Florida 1845 Texas 1846 Oregon 1848 California, Arizona, Utah, Nuevo México, Nevada, Colorado, La Mesilla 1853 Alaska 1867 Hawai 1898 Cuba y Puerto Rico (guerra con España, explosión del Maine) 1899 Guam y Filipinas 1904 Panamá. Es común que en los libros de historia se hable del siglo XIX como la era del imperialismo, un fenómeno que suele atribuirse únicamente a las grandes potencias europeas como Francia e Inglaterra, que en esos tiempos se repartieron Asia y África; no obstante se excluye erróneamente a Estados Unidos en este proceso que, como podemos ver, tenía su propia carrera imperial en el lado del planeta con el que se conformaba en ese momento. Es precisamente durante el siglo XIX cuando se consolida su doctrina del destino manifiesto, que se resume en la misión divina que tienen los Estados Unidos de expandirse y dominar el planeta para imponer en él su civilización, que, dicho de sea de paso, es evidentemente superior y única que vale la pena a su entender.

Como ya vimos, Estados Unidos no estaba solo en esta conquista del planeta. El siglo XIX fue para las potencias el siglo del imperialismo, la etapa de la historia en la que los grandes países europeos se repartieron los océanos y los continentes y básicamente cuatro países destruyeron África y Asia. De hecho los mandatos ingleses y franceses en esa zona de La Tierra terminaron hasta mediados del siglo XX, momento en el que de forma generalizada Europa clausuró prácticamente de manera oficial la etapa del expansionismo imperial. Pero Estados Unidos, que como país naciente había llegado tarde al juego, no estaba dispuesto a dejar el botín que significaba el reparto del mundo y retirarse con las manos vacías, así es que continuaron ellos con su propio imperialismo que persiste hasta nuestros días, de hecho, llegando a su punto más álgido en el siglo XXI.