DOCE MITOS SOBRE EL HAMBRE



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Transcripción:

DOCE MITOS SOBRE EL HAMBRE PRIMER MITO: Sencillamente no hay suficiente cantidad de comida SEGUNDO MITO: Acusemos a la naturaleza TERCER MITO: Demasiadas bocas para alimentar CUARTO MITO: Alimentos contra el medio ambiente QUINTO MITO: La respuesta es la Revolución Verde SEXTO MITO: Justicia contra producción SÉPTIMO MITO: El libre mercado puede erradicar el hambre Explicación: Cuando en muchos lugares del mundo los recursos para producir alimentos están utilizados hasta el límite, y lo que se obtiene no es suficiente, desgraciadamente habrá gente que padecerá hambre. Explicación: Sequías, inundaciones y otros sucesos que están fuera del control humano son la causa del hambre. Explicación: El hambre es provocado por la presión que ejerce un exceso de población sobre unos recursos limitados. Debemos desacelerar el crecimiento de la población antes de tener esperanzas en aliviar el hambre. EXPLICACIÓN: La presión ejercida para darles comida a los hambrientos del mundo está destruyendo los recursos necesarios para cultivar alimentos. Para alimentarlos hemos empujado los cultivos y el ganado hacia tierras marginales, vulnerables a la erosión, la deforestación de pluvisilvas y el envenenamiento del entorno con los pesticidas. Es evidente que no podemos al mismo tiempo ofrecerles comida a los hambrientos y proteger nuestro medio ambiente. EXPLICACIÓN: Las semillas milagrosas de la Revolución Verde aumentan el rendimiento de los cereales y por consiguiente son la clave para terminar con el hambre en el mundo. Altos rendimientos significan mayores ingresos para los agricultores pobres, que los ayudan a salir de la pobreza, y más alimentos significan menos hambre. Si la Revolución Verde pudo haber dejado de lado algunas de las regiones más pobres, podemos sacar valiosas lecciones de esta experiencia que nos ayuden a implementar una segunda revolución para lograr vencer el hambre de una vez por todas. EXPLICACIÓN: Creamos mucho o poco en el objetivo de una mayor justicia, estamos frente a un dilema. Ya que sólo los grandes productores tienen el know-how para explotar la tierra, el control de la redistribución de los recursos podría disminuir la producción. Las reformas que quitan tierra a los grandes productores reducirán la producción de alimentos y por lo tanto, dañará a la población con hambre, a la cual se supone ayudar. EXPLICACIÓN: Si los gobiernos despejan el camino, el libre mercado podría resolver el problema del hambre. 1

DOCE MITOS SOBRE EL HAMBRE OCTAVO MITO: La respuesta está en el libre mercado NOVENO MITO: Demasiado pobres para rebelarse DÉCIMO MITO: Una mayor contribución de los países ricos * ayudará a combatir el hambre. UNDÉCIMO MITO: Nos beneficiamos de su hambre DUODÉCIMO MITO: Alimentos contra libertad EXPLICACIÓN: Si se eliminan las barreras proteccionistas, el comercio mundial podría reflejar las ventajas comparativas de cada país: todos exportarían lo que producen más barato e importarían lo que no pueden producir a menor coste. Los países del Tercer Mundo podrían incrementar sus exportaciones de aquellas mercaderías favorecidas por su ámbito geográfico, y entonces la mayor parte de las divisas así obtenidas se podrían utilizar para importar lo necesario para aliviar el hambre y la pobreza. EXPLICACIÓN: Si las iniciativas para el cambio deben provenir de los pobres, entonces la situación realmente no tiene remedio. Abatidos e ignorantes de las verdaderas fuerzas que los oprimen, la gente pobre está condicionada a la pasividad. No podemos esperar que de ellos venga un cambio. EXPLICACIÓN: Para ayudar a combatir el hambre en el mundo, nuestra principal responsabilidad es, como ciudadanos de Estados Unidos, hacer que nuestros gobiernos aumenten y mejoren la ayuda al Tercer Mundo. EXPLICACIÓN: Por mucho que los ciudadanos de los países ricos queramos pensar que nos gustaría ayudar a terminar con el hambre, en el fondo sabemos que éste nos beneficia. Porque la gente con hambre trabaja con los salarios más bajos, nosotros podemos comprar de todo, desde café hasta computadoras, a bajo precio. Tendríamos que bajar demasiado nuestro nivel de vida para que hubiese un mundo sin hambre. EXPLICACIÓN: Es evidente que para poder eliminar el hambre la sociedad debe sufrir cambios radicales. Por lo tanto, muchos ciudadanos verían sus libertades recortadas. Una disyuntiva entre la libertad y la desaparición del hambre es desgraciada, pero parece que son cosas de la vida. La gente debe elegir entre uno y otro. Fuente: MOORE LAPPÉ. F., COLLINS, J., ROSSET, P., (2005), Doce mitos sobre el hambre. Un enfoque esperanzador para la agricultura y la alimentación del siglo XXI, Icaria, Barcelona. (*) Se sustituye EEUU por países ricos con respecto al texto original. 2

RESPUESTAS A LOS DOCE MITOS SOBRE EL HAMBRE * PRIMER MITO: Sencillamente no hay suficiente cantidad de comida En la actualidad, el mundo produce cereales suficientes para proveer 3.500 calorías diarias a cada ser humano en el planeta. Alcanza para engordar a la mayoría de la gente! Y esta estimación no tiene en cuenta otros alimentos corrientes, como verduras, legumbres, frutos secos, tubérculos, frutas, carnes provenientes de animales que pastorean y pescados. En realidad, si se considera toda la producción de alimentos, ésta es suficiente para garantizar a cada habitante de este planeta al menos 1.950 kilos de cereales, legumbres y frutos secos; cerca de medio kilo de frutas y verduras, y también cerca de medio kilo de carne, leche y huevos. La abundancia y no la escasez, es lo que mejor describe el abastecimiento mundial de alimentos en nuestros días. Sólo cuando nos liberemos del mito de la escasez podremos comenzar a pensar sobre las causas reales del hambre. SEGUNDO MITO: Acusemos a la naturaleza El 22 de enero de 1994 el Chicago Tribune relató la siguiente historia: Fue encontrado un hombre muerto en una casa sin calefacción. El artículo lo llamaba la cuarta fatalidad de la ola de frío de esta semana. Seguramente el periodista, que escribió la historia en realidad no creía que el clima hubiera causado las cuatro muertes. El hombre, con toda probabilidad, era pobre y no podía pagar los gastos de calefacción. Podría ser que los otros ni siquiera pudieran pagarse un techo. En 1985, cuatrocientas personas sin techo murieron en las calles de Chicago. Quién, con sinceridad, podría acusar al clima? En Estados Unidos, la gente es vulnerable al mal tiempo solamente si es demasiado pobre para pagarse una vivienda con calefacción. Las hambrunas no son desastres naturales sino desastres sociales, resultado de acciones humanas, y no de actos de Dios. Si creemos que las hambrunas son provocadas por los caprichos de la naturaleza nos sentiremos impotentes, y por tanto con excusas para no actuar. Sabiendo que el hambre es el resultado de efectos humanos, descubrimos la esperanza. Nadie puede cambiar el clima, pero podemos responsabilizarnos del establecimiento de sistemas agrícolas más estables y de la modificación de las normas económicas de manera que las reclamaciones del pueblo nunca sean negadas. TERCER MITO: Demasiadas bocas para alimentar Para responder a este mito es necesario tener claras las siguientes cuestiones: - La fertilidad y el índice de crecimiento poblacional están disminuyendo en todo el mundo. - La densidad de población no explica en ningún lugar la extensión actual del hambre. * Fragmentos tomados libremente del libro MOORE LAPPÉ. F., COLLINS, J., ROSSET, P., (2005), Doce mitos sobre el hambre. Un enfoque esperanzador para la agricultura y la alimentación del siglo XXI, Icaria, Barcelona. 3

- El rápido crecimiento demográfico no es la causa fundamental del hambre pero, como éste, es una consecuencia de la desigualdad social que despoja a la mayoría pobre, especialmente a las mujeres, de la seguridad y las oportunidades económicas necesarias para poder optar por tener menos niños. - Para lograr un equilibrio entre la población humana y los recursos económicos y ambientales, las sociedades deben centrarse en la extremadamente mala distribución del acceso a los recursos (tierra, trabajo, alimentos, educación y salud pública). Éste es nuestro desafío real. - La planificación familiar no puede por sí sola reducir el crecimiento demográfico, aunque puede acelerar la disminución. La mejor contribución de la planificación familiar a la transición demográfica se produce cuando forma parte de cambios sustanciales en el mantenimiento de la salud, que aumentan la libertad y las oportunidades de las personas, y no cuando solamente es un método de control. Precisamente porque el crecimiento demográfico es un problema tan crítico, no se pude perder el tiempo con estrategias que no dan resultado. Con resolución, nos debemos enfrentar a la evidencia de que el destino del mundo depende de la actual mayoría pobre. Solamente si su bienestar mejora podremos atacar el hambre y garantizar que la disminución de la fertilidad sea sostenible. Luchar contra las altas tasas de natalidad sin hacerlo contra las causas de la pobreza y la desmesurada impotencia de la gente es inútil. Es una trágica distracción que nuestro pequeño planeta soporta mal. CUARTO MITO: Alimentos contra el medio ambiente Que la crisis ambiental esté liquidando nuestros recursos alimentarios y amenazando nuestra salud no es un mito; pero mitos y medias verdades confunden nuestra percepción de las causas fundamentales reales de la crisis y, por lo tanto, nuestra capacidad para abordar soluciones. Sin duda, hay regiones donde la densidad de población agudiza la destrucción ambiental, sin embargo la mayor parte del daño no es originada por la producción de alimentos. Un diagnóstico superficial, que acusa al volumen creciente de la población (que a menudo son las víctimas), no lleva a ninguna parte. Aunque la destrucción ambiental sea grave, resolvería el problema eliminar a la mitad de la población? Debemos profundizar en la búsqueda de las causas fundamentales, preguntando: Por qué se le niega a los campesinos el acceso a tierras agrícolas productivas y se los obliga a instalarse en terrenos que no deberían utilizarse para granjas, o incluso en las selvas? Por qué la mayoría de los agricultores que utilizan fertilizantes químicos y plaguicidas piensan que no pueden afrontar el riesgo de cambiar, aplicando métodos con menos recurso a la química? Por qué las alternativas más sanas desde el punto de vista ambiental para la producción de alimentos son poco conocidas, incluso silenciadas, en lugar de ser fomentadas? Y, finalmente, puede la humanidad afrontar el tratamiento de los alimentos y los recursos para su producción como cualquier otra mercancía? 4

QUINTO MITO: La respuesta es la Revolución Verde La gente ha ido mejorando sus semillas por medio de la experimentación desde el comienzo de la agricultura, pero el término Revolución Verde fue acuñado en los años sesenta para destacar un avance particularmente sorprendente. En las parcelas de pruebas del noroeste de mexicano se obtuvieron, con unas variedades mejoradas de trigo, unos aumentos extraordinarios en los rendimientos. Principalmente, la razón de que estas variedades modernas produjeran más que las tradicionales fue su mayor sensibilidad al riego controlado y a los fertilizantes petroquímicos, lo que permitía una conversión más eficiente de los insumos químicos en alimentos. Con el fuerte impulso de los centros internacionales de investigación agrícola creados por las Fundaciones Rockefeller y Ford, las milagrosas semillas se expandieron rápidamente por Asia, y en poco tiempo fueron también desarrolladas nuevas variedades de arroz y maíz. Alrededor de los años setenta las nuevas semillas (acompañadas por los fertilizantes químicos, plaguicidas y, en parte, por el riego) habían reemplazado a las prácticas agrícolas tradicionales de millones de campesinos del Tercer Mundo. Gracias a estas nuevas semillas aumentó en mucho la producción de cereales. Pero quedó realmente demostrado que es una estrategia eficaz contra el hambre? Los que criticamos la Revolución Verde sabemos que la producción debe aumentar si la población continúan creciendo. Pero también hemos visto que enfocando el problema solamente en el incremento de la producción (como hace la Revolución Verde) no es posible aliviar el hambre, ya que no ataca la distribución altamente concentrada del poder económico, especialmente en lo relativo al acceso a la tierra y al poder adquisitivo. Si no se tiene tierra donde cultivar los alimentos ni dinero para comprarlos, subsistirá el hambre, a pesar del espectacular aumento que la tecnología ha originado en la producción de alimentos. Cuando se introduce una nueva tecnología agrícola cualquiera en un sistema social, se beneficia a los ricos y no a los pobres y esto llevará, con el tiempo, a una concentración aun mayor de las rentas agrícolas, como está pasando en Estados Unidos. Sin una estrategia para el cambio, centrada en la falta de poder de los pobres, el resultado trágico será más alimentos y también más hambre. SEXTO MITO: Justicia contra producción Afortunadamente, la justicia y la producción no son objetivos que compiten entre sí, sino complementarios. La desalentadora idea de un inevitable conflicto entre justicia y producción está aún vigente, en parte porque mucha gente no percibe en qué forma lso injustos sistemas de producción de alimentos (aquellos dominados por unos pocos) son ineficientes. Los recursos alimentarios están tanto subempleados como utilizados. La gente, es comprensible, teme un cambio hacia una mayor justicia antes de que se aclare precisamente cómo la injusticia bloquea el desarrollo. El problema de la producción no debe presentarse aislado. La pregunta no debe ser qué sistema puede producir el máximo de alimentos sino bajo qué sistema (con control democrático o por una élite) se reducirá mejor el hambre. A mucha gente se le hizo creer que hay que optar entre un sistema económicamente justo y otro sistema con una producción eficiente. Esta disyuntiva es un engaño. En realidad, los sistemas más ineficientes destructivos de producción de alimentos son aquellos controlados por unos pocos en interés de una minoría. Una mayor justicia no solamente puede liberar el potencial productivo sin explotar y conseguir que sea 5

posible una sostenibilidad de larga duración, sino que es el único camino posible para que la producción contribuya a acabar con el hambre. SÉPTIMO MITO: El libre mercado puede erradicar el hambre Desgraciadamente, la fórmula el marcado es bueno / el Estado es malo nunca puede ayudar a atacar las causas del hambre. Estos pensamientos engañosos nos hacen creer que una sociedad puede optar por uno u otro sistema, cuando en realidad todas las economías combinan mercado y Estado en la asignación de recursos y en la distribución de riqueza. La disyuntiva gobierno o mercado no nos ayudará a entender las verdaderas cuestiones urgentes en las cuales debemos concentrarnos para acabar con el hambre. Bajo qué condiciones el mercado o el Estado pueden ser útiles en la lucha contra el hambre? Está claro que la respuesta a esta pregunta no puede estar fundamentada solamente en la teoría económica, sino en la relación que existe entre los ciudadanos y los órganos de poder. Ya que ni el mercado ni el gobierno pueden terminar con el hambre si el control de los recursos económicos está en manos de unos pocos, y si las autoridades políticas responden principalmente a la voz estentórea de la riqueza. OCTAVO MITO: La respuesta está en el libre comercio La teoría de las ventajas comparativas parece perfectamente sensata. El crecimiento de las exportaciones aumenta la reserva de divisas para dar combustible al desarrollo del país. Acaso no habíamos aprendido todos en nuestra adolescencia lo natural que era que Juan Valdez cultivara café para nosotros en Sudamérica, y que a la vez le exportásemos artículos industriales que su país necesita, y que en un mundo de comercio libre, sin trabas, todos ganaríamos? Qué teoría tan atrayente! Lástima que se desmorona cuando se aplica al mundo real. Si el aumento de las exportaciones contribuye al alivio de la pobreza y el hambre, cómo se explica que en tantos países del Tercer Mundo, mientras las exportaciones fueron un éxito, el hambre continuó sin cambios e incluso empeoró? Esencialmente, debido a que los que se benefician con las exportaciones (los grandes productores, procesadores, exportadores, y otros) no son los pobres y, además, no utilizan sus ganancias en beneficio de éstos. También porque con demasiada frecuencia, la agricultura de exportación desplaza los cultivos alimentarios y a los campesinos que las producen. Actualmente, en muchas sociedades del Tercer Mundo, el libre comercio y la agricultura de exportación perjudica a los pobres porque: - Permite a las élites económicas locales impertérritas ante la pobreza que les rodea y que limita el poder de compra de la población local. Al exportar para consumidores de más alto poder adquisitivo, de todas formas obtienen beneficios. - Incentivan tanto a las élites locales como extranjeras a incrementar su dominio sobre las economías del Tercer Mundo y alentar su determinación a resistir las reformas económicas y sociales que podrían desplazar la producción fuera de la exportación. 6

- Necesitan de sueldos de subsistencia y condiciones de trabajo miserables. Los países del Tercer Mundo sólo pueden competir eficazmente en el libre mercado mundial aplastando al movimiento sindical y explotando a los trabajadores, especialmente a mujeres y niños. - Obligan a los pobres campesinos de los países del Tercer Mundo a competir con los productores extranjeros que hacen dumping en la economía local con alimentos baratos, eliminando del mercado a los productores locales y aumentando la vulnerabilidad de los países, que ahora son dependientes de la importación de alimentos, respecto a los vaivenes caprichosos del mercado mundial. Si reconocemos el potencial positivo del comercio, tenemos, por lo tanto, que formular la siguiente pregunta: Bajo qué condiciones el comercio puede contribuir al desarrollo? Siempre que los ciudadanos del Tercer Mundo logren satisfacer de forma más equitativa sus reclamaciones sobre el uso de los recursos, incluido el acceso a las divisas; donde los trabajadores agrícolas sean libres para organizarse y negociar colectivamente, y puedan construir un movimiento de solidaridad con sus colegas del otro lado de las fronteras; donde los gobiernos del Tercer Mundo cooperen para limitar la competitividad autodestructiva y desafíen el poder de control de las corporaciones comerciales transnacionales sobre los mercados. Bajo estas condiciones las divisas generadas por las exportaciones agrícolas puede contribuir a un verdadero desarrollo de amplias bases. Finalmente, un comercio que realmente recompense requiere ser independiente en, al menos, los productos básicos para la supervivencia. De qué otro modo un país puede evitar la venta de sus productos a precios irrisorios, cuando se busca desesperadamente divisas para librarse del hambre? NOVENO MITO: Demasiado pobres para rebelarse Bombardeados por las imágenes de los pobres débiles, hambrientos y sin ayuda, perdemos de vista lo que es obvio: para aquellos con pocos recursos, la mera supervivencia requiere un tremendo esfuerzo. Los pobres a menudo viajan grandes distancias sólo para conseguir empleo, trabajan largas horas y ven posibilidades donde muchos otros no las vemos. La supervivencia demanda inventiva y aprender el valor del esfuerzo conjunto. Si los pobres fueran realmente pasivos, pocos de ellos podrían incluso sobrevivir! Pero este mito se centra en la cuestión de la iniciativa. Pueden los que están en el fondo de la jerarquía social, con frecuencia tratados peor que animales, llegar a darse cuenta de su innata dignidad, comprender su potencial para la acción colectiva y luego trabajar eficazmente por el cambio? Nosotros sabemos que la respuesta es sí. Muchos de nosotros vemos a los pobres como víctimas pasivas a causa de la manera selectiva como nos llegan las noticias del mundo. Cuántas personas pobres habéis visto entrevistadas por televisión o en los diarios? Los que son noticia parece que son solamente los funcionarios del gobierno o los líderes del mundo de los negocios, nunca la gente pobre. Pensar que los sectores pobres del Tercer Mundo son una población pasiva nos confunde en cuanto a la naturaleza de nuestra responsabilidad. La visión de los hambrientos, que de tan oprimidos son ignorantes y no actúan, nos hace pensar que nuestra responsabilidad es ir al lugar y poner las cosas en su sitio. 7

DÉCIMO MITO: Una mayor contribución de los países ricos ayudará a combatir el hambre. Ahora que sabemos que el hambre es el resultado de las estructuras políticas y económicas antidemocráticas que aprisionan a los pueblos en la pobreza, entendemos por qué nosotros no podemos terminar con el hambre de otros pueblos. La verdadera libertad solamente la pueden obtener las personas por sí mismas. Comprender esto no hace disminuir nuestra responsabilidad, pero redefine a fondo su naturaleza. Nuestro trabajo no es intervenir en otros países y poner las cosas en orden. Nuestra responsabilidad como ciudadanos de países ricos es asegurarnos que las políticas de nuestro gobierno no pongan dificultades a la gente para terminar con el hambre. UNDÉCIMO MITO: Nos beneficiamos de su hambre Este mito presume que nuestros intereses son opuestos al de los que tienen hambre, que actuar para aliviar el hambre significará sacrificar nuestro propio bienestar. De hecho, hemos visto que lo opuesto a esta premisa puede ser cierto: que la mayor amenaza a nuestro propio bienestar no es el desarrollo sino el estado de privación continúa de los hambrientos. Ejemplos al respecto: situaciones de violencia; seguridad laboral en los países ricos; crisis de la deuda; nuestra seguridad alimentaria; inmigración, etc. DUODÉCIMO MITO: Alimentos contra libertad Si consideramos que la libertad significa también los derechos del ciudadano, no podemos pensar en ninguna razón teórica o práctica que sea incompatible con la eliminación del hambre. De hecho, hay buenas razones para esperar grandes progresos en la lucha contra el hambre en aquellos países donde los derechos del ciudadano están protegidos. La libertad de prensa y la libertad para organizarse, por ejemplo, son medios cruciales con los cuales los ciudadanos pueden hacer que un gobierno sea responsable ante las necesidades del pueblo, o lo puedan cambiar por otro que sí lo sea. 8