Aprendizaje servicio e intercambio generacional Teresa Casas tcasas@pangea.org Federació de MRP de Catalunya El contexto social e histórico Los debates en torno a la diversidad han generado ricas reflexiones que han contribuido a alejar viejos estereotipos. En los centros educativos, por ejemplo, ya es difícil defender que trabajar con grupos homogéneos sea más educativo que hacerlo con grupos con niños y jóvenes de características diversas. El ejemplo paradigmático es la escuela rural, donde conviven niños y niñas, chicos y chicas, de muchas edades, trabajando juntos, compartiendo objetivos y diversificando actividades, cosa que permite obtener resultados escolares a menudo más buenos que en las aulas con alumnado de la misma edad. Pero en muchos ámbitos sociales es muy difusa la línea que delimita diversidad y desigualdad. No son raras las ocasiones en que se etiqueta como diversidad una desigualdad que no se quiere abordar. Aquí, lo que querríamos hacer es reconocer una desigualdad e intentar que se viera como una rica diversidad. Entre las desigualdades que encontramos en las sociedades de nuestro entorno que generan discriminación, dependencia y sumisión, hay la que podemos atribuir a la edad. El trato que recibe la gente mayor como un viejo estorbo, costoso por los servicios que necesita e inútil en cuanto a su contribución en la sociedad, responde a unos estereotipos tan erróneos y nefastos como los que sustentan las posturas racistas o machistas. No ha sido siempre así. En las sociedades tradicionales los viejos gozaban de un profundo respeto. La autoridad crecía con la edad y con los años se ganaba en sabiduría. Pero en nuestras sociedades desarrolladas las relaciones de dominio están muy ligadas al valor que se tiene en el mercado de trabajo y al poder económico. La vejez, en nuestro contexto tan cambiante, ya no es el pináculo del estatus y del reconocimiento. Con la jubilación y, por tanto, la pérdida de una relación laboral, se entra en eso que se denominaba clases pasivas. Pasiva, la gente mayor? Como el papel que ha tenido la mujer, la contribución de la gente mayor se quiere hacer invisible. Fácilmente se le pueden colgar todos los adjetivos que den idea de carga social. Y es verdad que el porcentaje de dependencia crece con la edad, pero la mayoría de personas mayores contribuyen a sustentar a los grupos sociales en los que viven. La sociedad en general, y cada familia y cada comunidad en particular, tienen la obligación moral de atender las necesidades de las personas dependientes, cuando lo son, pero no pueden tratar de inútil un sector clave y creciente de la sociedad, con cosas por hacer y por decir de gran valía. Cabe añadir, además, las especiales características de nuestra gente mayor. Esta democracia y esta sociedad del bienestar de que gozamos se han construido sobre las espaldas de unas generaciones que sobrevivieron y crecieron en una negra y miserable dictadura. No hace falta buscar grandes gestas, sobrevivir ya lo era, hacerlo con dignidad, un heroísmo, y era épico no perder la esperanza de recuperar lo que nos robaron. Cuando se redactan los libros de historia ocupan mucho espacio los grandes hechos políticos, pero los pueblos los hacen los hombres y las mujeres que no tienen entrada en las enciclopedias; nuestra gente mayor es quien ha construido el bienestar de que gozamos, y esto tenemos que mantenerlo en la memoria.
Por todo esto, por las posibilidades que ofrece la gente mayor por el hecho de serlo y por las especiales características que tienen en nuestro país, no nos podemos permitir el lujo de prescindir de su aportación y a la vez de reconocerla. Con esto no queremos decir que tengamos que prodigarnos en homenajes, el mejor reconocimiento es contar con alguien y esperar de él aquello que puede y sabe aportar. Los objetivos En nuestra sobreabundancia de recursos educativos quizá podríamos prescindir de la gente mayor, pero todos saldríamos perdiendo. Con la cooperación intergeneracional todos ganamos, todos damos y todos recibimos, todos enseñamos y todos aprendemos. Qué objetivos tendrían que orientarnos? a) Qué pueden obtener de ello los niños y jóvenes: - Saber cómo era la sociedad que nos ha precedido, a partir de fuentes primarias. - Conocer opiniones sobre el cambio social: qué ha sido decisivo, qué ha contribuido a mejorar y qué no, en qué aspectos se ha podido intervenir... Es decir, qué percepción tienen los mismos autores de los elementos que han hecho progresar la sociedad. - Aprender conocimientos y habilidades que son vigentes o lo pueden ser y que se están perdiendo. Las personas mayores son las únicas que nos pueden ayudar a mantenerlos y recuperarlos. - Tener apoyo en las actividades en que se necesita una persona paciente al lado. b) Qué puede obtener de ello la gente mayor: - Encontrar la manera de aportar a la sociedad aquello en lo que son valiosos, una manera útil y gratificante de ser activos y participantes en la mejora social. - Hacer visible, a fin de que se reconozca, su contribución a la construcción de la sociedad actual. Ofrecer la propia opinión sobre los cambios sociales, la experiencia de quien los ha vivido en primera persona. Saber que sus conocimientos son útiles para conseguir que no se repitan los mismos errores y para poder encontrar caminos de progreso. - Ocupar el tiempo de modo que aumente el optimismo y la generosidad, cualidades que son fuente de salud. - Aprender de lo que saben los jóvenes. Líneas de trabajo En este contexto y con estos objetivos, la línea de trabajo enmarcada en lo que se denomina aprendizaje servicio nos puede ofrecer las pistas por dónde hacer transcurrir esta cooperación intergeneracional que propugnamos.
Para los niños y jóvenes, que tienen unos hitos curriculares muy concretos, el aprendizaje que hagan en esta cooperación será más significativo, y el servicio que den, una oportunidad para ejercer la ciudadanía de una manera real. Para la gente mayor, el acercamiento a los jóvenes les permitirá deshacer estereotipos y entender mejor sus inquietudes y sus gustos. Además, los jóvenes pueden enseñarles habilidades para las cuales las personas mayores creen que han perdido el tren, y los abuelos enseñar viejas destrezas para las cuales la escuela parece no tener tiempo. Reclamar de la gente mayor un servicio a los niños y jóvenes es reconocerles la vigencia de su valía social. Cómo se podrían concretar estas líneas de trabajo, especialmente en el marco escolar? Cómo podemos poner en contacto al alumnado con la gente mayor? Para qué tareas? a) Con la entrada en la escuela de las personas mayores. - Talleres de contenidos vitales en épocas anteriores y ahora prácticamente en desuso, pero que todavía pueden desempeñar un papel o se pueden recuperar desde otros intereses y necesidades: el huerto, la costura, la cocina tradicional, los conocimientos sobre la salud, el mantenimiento del hogar, la cultura popular... además de los oficios en que el artesano dominaba todo el proceso productivo. - La ayuda en actividades de enseñanza-aprendizaje para las cuales hace falta mucho tiempo y mucha paciencia: hacer leer individualmente, animar la biblioteca, ayudar en el juego, en las salidas, en el comedor... Es necesario que todo lo hagan profesionales titulados con un contrato de trabajo? b) Con la búsqueda de las personas mayores fuera de la escuela. - Recuperación de la memoria histórica. Utilización de los recuerdos de la gente mayor como fuente de aprendizaje. Recoger para la ciudad testimonios orales, fotografías o material diverso que permita documentar la historia local. Utilizar estas fuentes primarias para contrastarlas con los saberes académicos y ampliar los conocimientos de historia con el apartado de la vida cotidiana. - Colaboración en alguna actividad social que desarrolle la gente mayor. Ayudarles a organizar sus actividades: viajes, movimiento vecinal, fiestas populares, celebraciones... Los chicos y chicas pueden adoptar compromisos sobre tareas concretas: ordenar archivos, hacer actas de las reuniones, editar la revista del hogar de abuelos o del barrio, hacer clase de informática o de algún otro conocimiento que los jóvenes dominen. Algunas decisiones en la vida escolar a) Con quién? - Qué personas mayores? Es evidente que no toda la gente mayor sabe lo mismo, ni está dispuesta a participar con la misma generosidad, ni tiene las mismas condiciones personales para poder hacer esta cooperación. Por tanto, porque es necesario que la colaboración tenga éxito y sea gratificante para todo el mundo, se deben encontrar las personas mayores adecuadas para los objetivos específicos de la actividad que nos planteemos. Y esto no es sencillo. En la medida de lo posible se pueden utilizar los abuelos del alumnado, pero la riqueza de la interacción puede ser diferente si los chicos y chicas buscan la colaboración de una persona desconocida. En este caso, los jóvenes acostumbran a adoptar nuevos puntos de vista en su relación con sus abuelos. - Qué niños y qué jóvenes? Según la edad, el alumnado puede afrontar unos proyectos u otros. El profesorado sabe muy bien qué tipo de experiencias se pueden abordar desde cada nivel y para cada grupo de alumnos concreto. El problema clave es si la actividad debe ser voluntaria o si puede ser más o menos obligada. Si es voluntaria, es probable que tenga éxito más fácilmente y se presenten pocos problemas. Es una buena manera de empezar y de abrir una vía de trabajo que una vez se consolide se puede extender a más alumnos. Pero nos podríamos plantear ir más allá, conseguir que de una manera natural todo el alumnado tuviera la ocasión de afrontar una experiencia de este tipo, en un área de un curso determinado, por ejemplo, a pesar de que esto lógicamente suponga más dificultades.
Sabemos que proponerla como actividad voluntaria segrega de entrada a todo un conjunto de alumnos que nunca se apuntarán a nada que tenga este carácter o suponga un esfuerzo adicional aunque, pese a ello, una vez realizada la actividad, podrían encontrarla muy interesante. Por esto, a veces, es necesario forzar un poco las cosas para que puedan probar la experiencia. b) Para hacer qué? - En las áreas curriculares. Algunas materias son especialmente apropiadas para hacer actividades de APS promoviendo la colaboración entre mayores y pequeños: ciudadanía, ciencias sociales, tecnología... La gente mayor puede hacer aportaciones en la mayor parte de las materias, dando apoyo a la actividad u ofreciendo sus conocimientos. Lo que hace falta es tenerlo presente, conocer las disponibilidades de las personas cercanas al centro y suficiente flexibilidad en la programación de las actividades para contar con ellos. Pero no debemos caer en parcializar el conocimiento según las áreas disciplinares. Un proyecto de APS debe tener la cualidad de poner en juego muchas áreas y, por tanto, favorecer el trabajo interdisciplinar y el conocimiento globalizado. - En los ámbitos de organización del centro. Un centro educativo no son sólo las clases de las materias marcadas en el currículum. Una parte muy importante de la vida escolar transcurre en el patio, en los pasillos, en las tutorías, en las asociaciones de estudiantes, en las reuniones de delegados, en el Consejo Escolar, en las fiestas... Se habla de Asociaciones de Padres y Madres, pero hay muchos abuelos diariamente en la puerta de los centros. No deberían tener algún papel más del que ahora desempeñan, subsidiario del de los padres y madres? La escuela debería contar con los abuelos y con la gente mayor del barrio, al menos tanto como cuenta con los padres. Teniendo, además, más disponibilidad horaria, la gente mayor podría colaborar en muchos de los proyectos escolares que conforman un clima de centro y una convivencia comunitaria rica. - En el entorno escolar. Asociaciones, centros deportivos, servicios, esplais o centros recreativos... configuran el entramado que rodea la vida de la escuela. Este entorno es una parte importante de la tribu que educa a cada niño, la comunidad que necesitamos para ampliar los puntos de vista y las actividades que hacemos en el centro educativo. En algunas de estas entidades la gente mayor ya tiene un peso importante; en este caso sería bueno que se estrecharan los lazos con la escuela; por ejemplo: asociaciones de vecinos, hogares de abuelos... En otras, algunas personas mayores podrían tener más cabida si contaran con la colaboración de los jóvenes; por ejemplo entre una persona mayor y otra joven podrían hacer alguna tarea que requiera tiempo y conocimientos informáticos, como la revista de una entidad, parte del trabajo de la secretaria... c) Cuándo hacerlo? Si alguna cosa es desesperante cuando se quiere encarar cualquier proyecto es la rigidez de la organización escolar. El tiempo vital parece entrar en otra órbita cuando deviene tiempo escolar. Los espacios-tiempos tan rígidos de los centros educativos, más que favorecer la tarea educativa, la hacen extraña, alejada de lo que es real. Un proyecto de APS es difícil que se desarrolle en horario lectivo, dentro de un marco horario reglamentado y en los espacios que se hayan marcado para aquella hora y aquel grupo. Tenemos que romper los muros que nos impone esta rigidez organizativa. Los requerimientos y el impulso que dan los proyectos de APS lo pueden facilitar. Ahora bien, esto implica problemas que se deben salvar. Cómo hacer obligatoria una actividad que se tiene que prolongar acabado el horario escolar? Cómo acompañar, en horario lectivo, los pequeños grupos de chicos y chicas que van a hacer una actividad fuera del centro, para cumplir la normativa que dice que para cada grupo de 20 alumnos o fracción hacen falta dos acompañantes, maestros o profesores de la plantilla del centro?
Como propuesta Si no se hacen proyectos de APS y si no se hacen más actividades de colaboración intergeneracional no es porque las escuelas y el profesorado no vean las potencialidades que tienen. En la vida de los centros siempre hay muchas urgencias y las dificultades para llegar a los mínimos exigibles a veces agotan todas las energías. Las escuelas necesitan el apoyo del entorno, para facilitarles contactos, diseñarles proyectos, darles cabida en programas de alcance más global. La sociedad consumista ha encarrilado las relaciones de las entidades y los ayuntamientos con la comunidad educativa en una dirección que puede llegar a hacerse estéril: a los centros educativos llegan multitud de ofertas para consumir, a precio de mercado o a precio público, pero llegan muy pocos requerimientos de participación que no sean ir a llenar el decorado de un acto institucional. Aunque sea porque tenemos una nueva materia, Educación para la Ciudadanía; aunque sea porque a estas alturas la mayoría de ayuntamientos han aprobado Proyectos Educativos de Ciudad y se denominan Ciudades Educadoras, es necesario que los ayuntamientos miren a sus ciudadanos sin el límite que ponen las pirámides de edad: 0-16 y mayores de 65 años igual a población no activa. La gente mayor es en la tribu la que más sabe, y en nuestra sociedad la que tiene más tiempo; con los niños y los jóvenes nos jugamos el futuro de nuestra comunidad. Es necesario que el ayuntamiento tenga con estos tramos de edad una actitud no mercantilista, ni de ganancia a corto plazo. No hay nada más menospreciador que el hecho de que te traten como un cliente cuando lo que tú quieres es ser participante, no un usuario de servicios sino un ciudadano con todos los derechos y todos los deberes. Los niños y jóvenes y la gente mayor tienen obligaciones respecto a su comunidad; también tienen derechos, claro, pero deben sentir que la aportación que se les pide no se limita a no molestar. Para que lo sientan, es necesario que se cuente con ellos y que se les exija. Por tanto, una demanda de servicios a la comunidad para estas edades, si es posible en colaboración entre jóvenes y mayores, sería un buen punto de partida para un programa de gobierno municipal y una buena oferta de actividad educativa. Es evidente, sin embargo, que las dinámicas electorales no se encarrilan hacia esta línea de trabajo. Nos hemos acostumbrado al hecho de que nuestro voto tiene un precio y a utilizar nuestras demandas como un valor de cambio para los que quieren el gobierno. Si ahora la pregunta es qué hace la ciudad para mí y no qué puedo hacer yo para mi ciudad, no es buena o mala fe, es que cuesta encontrar el camino. Los maestros y profesores tenemos ideas, pero poco tiempo, y algunos, poco conocimiento de la ciudad en la que trabajan, porque está muy lejos de la ciudad en la que viven. Podríamos colaborar más, pero nadie lo espera, y el día a día se nos come todas las energías. Sería bueno que desde las entidades locales se mirara a los centros docentes como un marco idóneo para la colaboración en los proyectos ciudadanos. Que miraran a los niños y jóvenes y la gente mayor desde otra perspectiva; reivindicamos aquella frase a cada uno según sus necesidades, de cada uno según sus posibilidades. Desde este punto de vista, las actividades de APS, especialmente las de cooperación entre generaciones, se convertirían en una forma natural de aprender y una forma natural de servir a la ciudad.