Dificultades frente a la separación: una ficción que permite comprender realidades psíquicas compartidas.



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Dificultades frente a la separación: una ficción que permite comprender realidades psíquicas compartidas. Daniela OYARCE CADIZ Sesto PASSONE El ser humano lleva miles de años construyendo e inventando teorías y modelos que le permiten conocer el mundo y a sí mismo. Estas teorías se pueden catalogar de ficciones, ya que son una invención del ser humano, una metáfora que le permite explicar el funcionamiento de un aspecto de la realidad. Específicamente, el psicoanálisis busca conocer la realidad psíquica, por ello desde Freud se han creado ficciones que nos han permitido conocer sus procesos y su funcionamiento. Las ficciones no son estáticas, de hecho, a partir de la práctica clínica estas ficciones se han ido ampliando para poder comprender los diferentes aspectos y procesos de la realidad psíquica, especialmente frente a procesos que generan dolor y sufrimiento. Tradicionalmente las ficciones construidas sobre la realidad psíquica han sido desde el punto de vista individual, es decir explorando los aspectos intrapsíquicos. Sin embargo, la experiencia del trabajo terapéutico con niños que presentan dificultades de separación frente a sus figuras significativas, nos devela tanto las dificultades de los niños como la de los padres para simbolizar la ausencia, lo que nos lleva a planteamos la pregunta sobre la articulación psíquica entre padres e hijos en el desarrollo de la capacidad para tolerar la separación. En otras palabras, nos preguntamos si estos problemas en los niños son la expresión de una dificultad a nivel intersubjetivo o solamente intrapsíquico. Esta pregunta nos lleva a proponer una ficción o una comprensión de la realidad psíquica que integra la articulación psíquica entre padres e hijos. Específicamente respecto a la dificultad de separación, proponemos que la forma en que los padres han elaborado ésta angustia a partir de la ausencia del objeto, influye y se articula con la elaboración que realizan sus hijos. Esta construcción intersubjetiva en la capacidad para tolerar la separación, creemos que tienen un rol central en su perturbación, ya que tanto para los padres como para los niños, la separación real gatillaría vivencias dolorosas que se articulan entre sí. De esta forma, queremos ampliar la ficción que permite comprender los procesos que permiten tolerar o no la separación integrando los aspectos intersubjetivos que influencian la realidad psíquica de cada uno. Por ello, a continuación describiremos las grandes líneas de esta ficción que permite comprender las dificultades frente a la separación. La intersubjetividad, una ficción para comprender las dificultades frente a la separación. La ficción que integra los aspectos intersubjetivos nos permite comprender cómo la capacidad para tolerar la separación se desarrolla en la articulación de la vida pulsional del bebé con el trabajo psíquico del adulto. Por una parte, las respuestas del adulto a la vida pulsional del niño, las cuales dependen de la experiencia infantil del adulto, tienen un impacto en la construcción intrapsíquica. Por otra parte, las experiencias pulsionales del bebé gatillan en el adulto sus propios conflictos pulsionales (Rousillon, 2012). Desde nuestra perspectiva, esta articulación psíquica influencia el desarrollo de la capacidad para tolerar la separación, el cual se lleva a cabo a través del proceso de diferenciación/separación que

tiene como objetivo la subjetivación y la separación del objeto primario, definidas por Golse (2013) como la existencia diferenciada del otro y la constatación de la separación. Es así como través del psiquismo del adulto el bebé construye su propia identidad, para la cual es indispensable la distancia y la separación respecto del objeto. En este contexto, planteamos que las dificultades para separarse física y psíquicamente del objeto no atañen sólo al psiquismo infantil, sino también al del adulto. Esta comprensión intersubjetiva del proceso de diferenciación y separación incluye tanto las características propias del bebé como las características psíquicas del objeto. Dentro de las características del bebé se encuentran su vida pulsional y su estado de inmadurez. La vida pulsional del bebé demanda la satisfacción de necesidades, mientras que el estado de inmadurez le impide dar sentido a la experiencia vivida, dejando al bebé sumido en estado de impotencia, caos y no integración (Alvarez & Disnan, 2009; Bacqué, 2008; Roussillon & Ciccone, 2007). Esta ficción propone que el bebé necesita del trabajo psíquico de otro ser humano que pueda dar sentido a su experiencia para que éste pueda de a poco diferenciarse y separarse del objeto primario. A pesar de la inmadurez del bebé, éste tiene la capacidad de proyectar en su ambiente cercano su estado de desamparo, con lo cual capta la atención del adulto quien identificándose con él lleva a cabo las acciones necesarias para satisfacer sus necesidades y darle sentido a su experiencia, en este contexto las experiencias de satisfacción son experimentadas por el bebé como un estado de integración (Alvarez & Disnan, 2009; Roussillon & Ciccone, 2007). Tal como lo señala Winnicott (2012), a través de las experiencias de satisfacción y de la adaptación a las necesidades del bebé, éste va a desarrollar la ilusión de omnipotencia, es decir la ilusión de ser el creador de todo lo que sucede, que es esencial para integrar la alteridad. El encuentro del bebé con el no-yo se produce a través de las experiencias de frustración. Este encuentro es doloroso y llega a ser brutal si el niño no está preparado, en especial sino ha habido un suficiente tiempo de ilusión de omnipotencia. Normalmente, las frustraciones y las ausencias del objeto deben realizarse de forma paulatina, sin sobrepasar la capacidad del bebé para tolerar la ausencia, esto posibilita una salida del narcisismo gradual favoreciendo el reconocimiento de la realidad externa (Alvarez & Disnan, 2009; Bacqué, 2008; Golse, 2001; Roussillon & Ciccone, 2007; Winniccot, 2012). Sólo un encuentro gradual con la realidad, en donde las angustias que emergen son contenidas por el objeto, permitirá al bebé tolerar la diferencia y la separación. El pasaje de la ilusión a la desilusión, de la fusión al reconocimiento del otro, se lleva a cabo a través de diferentes funciones del ambiente, las cuales dan cuenta del entrelazamiento del psiquismo del adulto con de la vida pulsional del bebé. Según diferentes autores (Bacqué, 2008; Cicconne, 2008; Emde, 1988; Golse, 2001; Maezt & Stoléru, 2003; Quinodoz, 1991; Roussillon, 2008; Rousillon, 2007) la contención de la angustia, la estructuración de la presencia/ausencia, la función de simbolización y la función de solicitación, son funciones que cumple el ambiente y que posibilitan la diferenciación del objeto, que es el primer paso para tolerar la separación. Desde nuestra perspectiva, en estas funciones está implicado el psiquismo del objeto, es decir toda la subjetividad de éste, incluida su historia y experiencia infantil, por ello Rousillon (2012) lo llama el objeto-sujeto. La primera función corresponde a la contención de las angustias del bebé, la cual desde los primeros momentos tiene un rol central para el adecuado desarrollo psíquico, ya que ella permite la transformación de los elementos no-simbolizables en simbolizables. La transformación de la experiencia del bebé se lleva a cabo a través de las interpretaciones de su estado emocional y de los

cuidados que estas interpretaciones conllevan, los cuales deben adaptarse a las necesidades del bebé, para que éste tenga la experiencia de haberlos creado. En este proceso es esencial la identificación del objeto con las necesidades del bebé, es decir la capacidad psíquica de los padres para identificarse con el pequeño y darle sentido a su experiencia (Cicconne, 2008; Quinodoz, 1991; Roussillon & Ciccone, 2007; Rousillon, 2012). Para Rousillon (2007; 2008; 2012) la explicación que construyen los padres sobre los estados emocionales del bebé, le dan un valor simbólico a las expresiones de éste, es decir se transforman en una forma de comunicación. La contención de los estados emocionales le permitirá al bebé integrar la función de contención y la capacidad para transformar las vivencias catastróficas en tolerables, favoreciendo la integración de las vivencias del bebé lo que marca el comienzo de su capacidad para simbolizar. Esta función, no se reduce solamente a los primeros meses de vida del bebé, de hecho Rousillon (2012) resalta su importancia durante todo el desarrollo psíquico del niño. Una segunda función que cumple el ambiente es la estructuración de la presencia y la ausencia del objeto que favorecerá la anticipación de la experiencia. Esta función se lleva a cabo a través del ritmo de los encuentros entre el bebé y el objeto. El ritmo adecuado implica que las ausencias del objeto no sobrepasen el tiempo que el bebé puede tolerarla, lo que tendrá como consecuencia que los cuidados serán previsibles para él. Para que el ritmo sea adecuado, nuevamente, es esencial la identificación con las necesidades del bebé, tal como lo describe Winnicott (2012) en la preocupación materna primaria. La presencia es tan importante como la ausencia, por ello la experiencia compartida del placer experimentado en los momentos de encuentro permite disminuir la tensión y abrir paso a la representación psíquica del encuentro (Bacqué, 2008; Roussillon & Ciccone, 2007; Roussillon, 2008). Esta función es central, ya que permitirá que el bebé comience a representarse el objeto ausente a través de la investidura libidinal de las huellas mnémicas dejadas en la experiencia de satisfacción. Así, comienza a gestarse la actividad representativa: el bebé frente a la ausencia puede alucinar la satisfacción o recrearla a través de los autoerotismos (Cicconne, 2008; Roussillon, 2008). La tercera función es la función de simbolización del objeto, descrita por Rousillon (2007; 2008) la cual implica que el objeto sobrevive a la agresividad del bebé frente a las frustraciones. El objeto debe poco a poco brindar experiencias de frustración que generaran cólera en el pequeño. La reacción del objeto frente a esa cólera va a ser determinante en el descubrimiento del objeto. Si el objeto reacciona con distancia o agresividad, el pequeño va a tender a negar la diferencia, mientras que si el objeto sobrevive, o sea hay una continuidad en la forma de brindar los cuidados, el bebé va poder encontrar otras vías que le permitan encontrar satisfacción en la ausencia del objeto. Por último, la función de solicitación del objeto, también descrita por Rousillon (2007; 2008) en la cual el objeto realiza acciones para atraer la atención del bebé lo que permite a éste comenzar a descubrir el mundo de forma paulatina y gradual sin romper brutalmente su narcisismo. Todas las funciones descritas permiten al bebé crear satisfacciones substitutas, que serán la base para tolerar la diferenciación, por ello cuando fallan se pueden originar diversas dificultades. La falla en la función de contención puede llevar a dificultades en la capacidad de simbolizar, es decir, en la representación del objeto, perturbando la satisfacción secundaria que abre la vía al pensamiento. La debilidad de la ficción construida, provocaría una fijación a la percepción y a la realidad externa. Las fallas en el ritmo y en la adecuación de los cuidados, tiene por consecuencia la perturbación del

sentimiento de continuidad, dando origen a agonías primitivas. Todas estas fallas conducen a un encuentro doloroso del bebé con la realidad, constituyéndose una deficiencia narcisista primaria, que incidirá en la dificultad para diferenciarse del objeto (Bacqué, 2008; Golse, 2001; Quinodoz, 1991; Roussillon & Ciccone, 2007) Como lo señalamos, la diferenciación es el primer paso hacia la separación psíquica, ya que el niño logra una representación de sí mismo y del objeto (Golse, 2001; Rousillon, 2012). Una vez que el bebé ha comenzado a diferenciarse queda un segundo trabajo: elaborar la dependencia y la ambivalencia frente al objeto. La dependencia implica que hay un otro distinto a él que le brinda la experiencia de satisfacción, por lo tanto es experimentada como una ruptura del narcisismo primario, es decir de la ilusión de ser el creador de su satisfacción (Bacqué, 2008). La angustia de separación, es decir la angustia de pérdida de objeto, emerge en la transición entre la relación basada en la fusión y la relación con un objeto diferenciado. Esta angustia emerge porque la introyección del objeto interno es todavía frágil y no le permite al niño remplazar al objeto externo (Alvarez & Disnan, 2009; Maezt & Stoléru, 2003; Quinodoz, 1991). Para que las experiencias de ilusión y desilusión progresivas desencadenen el trabajo psíquico necesario para el desarrollo de las estructuras que permitirán tolerar la angustia de separación y sobrellevar la dependencia, se necesitan dos condiciones. La primera, que haya habido suficiente placer en la fusión primaria con el objeto, en la cual el niño se sintió creador de sus vivencias. La segunda, que haya suficiente distinción en el bebé entre que viene de él y del objeto. El trabajo psíquico que implica la integración de la alteridad y la diferenciación, se realiza a través de diferentes procesos. Uno de ellos es la resolución del conflicto de ambivalencia que nace de la dependencia de otro objeto para satisfacer las necesidades. La dependencia genera en el bebé sentimiento de odio y de amor hacia el objeto, los cuales están estrechamente relacionados con la satisfacción o frustración de sus necesidades. La resolución de este conflicto, es decir integrar el amor y el odio depende directamente de la sobrevivencia del objeto a los movimientos agresivos del bebé. Esto implica, que el objeto reacciona a la agresividad del bebé calmándolo, dándole un significado a sus acciones y brindando los cuidados de forma habitual. Estos reencuentros con el objeto, permiten disminuir la intensidad de la rabia frente a las frustraciones, tolerar la angustia y sobrepasar la tristeza, puesto que se comienza a internalizar el objeto guardando una imagen interna de él (Arènes, 2007; Bacqué, 2008). Rousillon (2007) resalta que el rencuentro con el objeto no debe ser solo físico sino que también emocional, es decir que la tonalidad afectiva del encuentro no cambie bruscamente, lo que implica la elaboración por parte del objeto de su agresividad, ya que frente a la cólera expresada por el bebé se despiertan los conflictos agresivos en el adulto. Otro aspecto de la vida psíquica del niño que permitirá tolerar la separación, son las vías de satisfacción utilizadas para hacer frente a la frustración. El bebé puede utilizar dos vías de satisfacción, el heteroerotismo y el auto-érotismo. El primero, conduce a la dependencia del objeto real, ya que utiliza la retención de la percepción del objeto como modo de satisfacción. Por el contrario, la segunda permitirá que se despegue la percepción del objeto real de su representación, ya que el bebé revive las experiencias vividas con el objeto, apropiándose de ellas, propiciando el investimento libidinal de la representación (Rousillon, 2007; 2012).

Los auto-erotismos serian la primera etapa para comenzar a tolerar la ausencia del objeto, pero su investimento como vía de satisfacción preferida depende tanto del nivel de satisfacción de los encuentros con el objeto como también de las reacciones éste a los autoerotismos. Más precisamente depende de los significados que el objeto le da a los momentos de satisfacción autoeróticos del bebé. Estas significaciones dan cuenta de la elaboración de los padres de su propia experiencia de separación infantil, ya que los autoerotismos implican una separación, una ausencia del bebé en donde éste no necesita al objeto para tener satisfacción. Tolerar estos momentos implica que las reacciones del objeto no deben ser guiadas por demasiada angustia, rabia o tristeza. Al contrario, es necesario que el objeto esté orgulloso de los progresos del bebé, en especial de las pequeñas muestras de autonomía. Este proceso de investimento de los autoerotismos por parte del bebé, depende de la elaboración de los padres de su propio proceso de separación, ya que la autonomía del bebé reactiva en los padres la angustia de separación infantil. Por su parte, la tolerancia de los adultos a los auto-erotismos y a los fenómenos transicionales permitirá al niño investir libidinalmente un objeto de satisfacción substituto que fortalecerá las representaciones internas del objeto, la comunicación, la capacidad para esperar y disminuirá la cólera (Rousillon, 2012). De esta forma la calidad de los autoerotismos y la adaptación del ambiente al niño favorecerán el funcionamiento simbólico, es decir sin el objeto real. En este estado de dependencia, la capacidad de estar solo en presencia de otro, descrita por Winnicott (2012), toma un rol preponderante en lo que será la capacidad para tolerar la separación física del objeto. De hecho esta capacidad de adquiere en presencia del objeto y gracias a que éste tolera la soledad. Ella se gesta en los momentos en que el bebé o el niño se encuentran frente al objeto pero olvidando que éste se encuentra presente, ya que el objeto tiene la capacidad de ausentarse psíquicamente. Esta paradoja permite al niño jugar a la madre en su presencia e interiorizar sus atributos, especialmente su capacidad de contención lo que influirá en la construcción del objeto interno. El adulto debe tolerar que el niño esté sumido en su juego sin ser muy intrusivo o distante (Rousillon, 2012). Todos estos procesos psíquicos facilitaran el duelo originario, en el cual el bebé renuncia a la posesión del objeto, de esta forma la representación originaria que consiste en ser uno con el objeto se transforma en un ideal a encontrar, de hecho Roussillon (2007) señala que el duelo originario genera una reorganización de la experiencia pulsional que mueve al aparato psíquico a encontrar ese ideal perdido en otro lugar. Esta elaboración implica el pasaje a través de la identificación adhesiva y la identificación proyectiva, hasta llegar a la identificación introjectiva en la que se construye una imagen del objeto en la cual éste puede ser encontrado a través de proceso simbólico (Rousillon, 2012). Como lo hemos enunciado, esta ficción sobre la realidad psíquica considera que el trabajo del psiquismo infantil para separarse del objeto, no depende sólo de él, sino que está articulado con el psiquismo del adulto, sobre todo en la forma en que éste ha experimentado la separación infantil, de hecho, de la vida psíquica del adulto dependen la mayor parte de los procesos descritos. Un ejemplo de ello es la función de contención, la cual según Quinodoz (1991) se encuentra estrechamente ligada a la calidad del psiquismo parental. Podemos agregar que depende de la elaboración los conflictos infantiles de los padres, por ello puede ser perturbada por la reactualización en los padres de éstos conflictos no elaborados. Emde (1988) describe que en la

madre se reactualizan representaciones primarias generalmente inconscientes, que se expresan en la forma de brindar los cuidados, en la forma de hablar al bebé y sobre el bebé. Rousillon (2012) describe el mismo fenómeno pero desde otra perspectiva: en los padres se activarían los mismos conflictos pulsionales que en sus hijos, o sea se activan todas las angustias y las defensas frente éstos, por ello interpretaran las pulsiones infantiles como si fueran sus propias pulsiones con lo cual pueden negar, sobredimensionar o no tener palabras para nombrar algunas necesidades de sus hijos. Si los padres actúan guiados por sus propias angustias no elaboradas, no van a reaccionar a las necesidades de sus hijos, sino más bien a sus propias necesidades, lo que se observa en el hipo o híper estimulación de los niños (Maezt & Stoléru, 2003; Rousillon, 2012). La proyección de aspectos de la vida infantil de los padres pese a ser normal, puede llegar a ser una dificultad cuando les impide cumplir su función de contención. Por otra parte, altos niveles de angustia e intensos conflictos, también pueden perturbar la disponibilidad psíquica de los padres a las necesidades del bebé y por lo tanto la contención. Otros aspectos que dependen de la vida psíquica del adulto son: la calidad de la fusión, el investimento de los autoerotismos, la integración del conflicto de ambivalencia y el significado que adquiere la ausencia. La calidad de la fusión y del encuentro con el objeto dependen de cómo la madre se siente respecto a su rol. Cuando las madres no se sienten seguras de sí mismas, están deprimidas o sumidas en sus conflictos les resulta difícil centrarse en el bebé y devolverles su estado emocional. El investimento de los autoerotismos dependen de la respuesta del adulto a los estados de retirada del bebé, las cuales están íntimamente ligadas a la elaboración de la experiencia de separación infantil de los padres, muchos se pueden sentir abandonados o pueden sentir rabia, por lo tanto castigan al niño retirándoles el afecto, con acciones bruscas o abiertamente agresivas. La reacción frente a las manifestaciones agresivas del bebé, como lo ya señalamos influyen en la elaboración de la ambivalencia. Estas reacciones dependen de los conflictos agresivos conscientes e inconscientes de los padres movilizados por las acciones agresivas del bebé. Por último la estructuración de la ausencia depende de la capacidad de los padres para tolerar la ausencia, si los padres no toleran las ausencia será más difícil que brinden a sus hijos experiencias de separación acordes a sus necesidades (Alvarez & Disnan, 2009; Rousillon, 2012). Conclusión La ficción o modelo teórico que hemos descrito muestra que el desarrollo psíquico del bebé se realiza a partir del psiquismo del adulto, de hecho podemos señalar que la subjetividad y la capacidad de tolerar la separación del niño, nacen a partir subjetividad y de la capacidad para tolerar la separación de la persona que cuida, es decir del trabajo psíquico que éste ha llevado a cabo de su experiencia infantil. De hecho, el proceso de diferenciación/individuación se realiza gracias a otro psiquismo que brinda las condiciones necesarias para la emergencia del sujeto. Sin ir más lejos, a partir de la articulación de dos psiquismos se construyen la representación de objeto, se introyecta un objeto interno estable y se desarrolla la capacidad de simbolización. Así mismo, se integra la ambivalencia hacia el objeto, disminuyendo la rabia frente a las frustraciones y adquiriendo la capacidad para esperar. Todo este proceso permite tejer un vínculo con un otro quien también es percibido como sujeto. Esto abre paso a lo que Álvarez y Dinan (2009) llaman la aptitud a la separación, es decir la autonomía respecto al objeto real, la posibilidad de separarse físicamente sin demasiada angustia.

Este modelo o ficción de construcción intersubjetiva del psiquismo, nos lleva a pensar que las manifestaciones de síntomas de angustia frente a la separación de las figuras significativas, en niños que deberían tolerarla, son la expresión de una dificultad no solamente intra-psíquica sino intersubjetiva, es decir una dificultad en la cual está incluido el psiquismo del objeto. De hecho, ellas serian la expresión de perturbaciones en el proceso que permite al ser humano separarse psíquica y físicamente de su objeto primario, en la cual están implicadas la vida pulsional del sujeto y la dificultad de los padres para elaborar la separación del objeto primario. Como el proceso de separación de sus hijos los confronta a su propio proceso de separación, emerge la angustia no elaboradas por ellos que a su vez se articula con el psiquismo naciente del bebé. Finalmente, la teoría o ficción que comprende de forma intersubjetiva la dificultad de separación abre la siguiente pregunta sobre el trabajo terapéutico: en qué medida se necesita incluir en el trabajo terapéutico con estos niños a los padres, para trabajar juntos aquellas dificultades que les atañen a ambos? En otras palabras, esta ficción o comprensión de esta dificultad y de la realidad psíquica, nos cuestiona sobre cómo integrar en la acción terapéutica esta articulación psíquica que nos confronta no solamente a la angustia de los niños, sino que también a la de los padres y a la articulación psíquica de ambas. Bibliografía Alvarez, L., & Disnan, G. (2009). L'angoisse chez le bébé: de l'indiférenciation à la subjetivation de la séparation. Enfances et Psy, 42(1), 28-39. Arènes, J. (2007). Aprendre à être seul en présence de l'autre. Imaginaire & inconsciente, 2(20), 123-135. Bacqué, M.-F. (2008). Des séparations aux deuils, la place de l'aptitude à la séparation comme orgnanisateur psychique. Dialogue, 2(180), 23-38. Cicconne, A. (2008). L'éclosion de la vie psychique. Dans A. Cicconne, Y. Gauthier, B. Golse, & D. Stern, Naissance et développement de la vie psychique (pp. 11-37). Ramonville Saint-Agne: Editions érès. Emde, R. (1988). Réflexions sur les soins maternels et la réactualisation de l'expérience relationnel précoce. Dans B. Cramer, La psychiatrie du bébé des nouvelles frontières (pp. 23-31). Genève: Eshel. Golse, B. (2001). De la différenciation à la séparation: It's a llong way ti go! Revue Française de Psychanalyse, 65(2), 369-380. Golse, B. (2013, Juin 06). Asociacion Psicoanalitica Argentina. Consulté le octobre 15, 2013, sur http://www.apa.org.ar/2013/06/27/conferencia-del-23-de-abril-de-2013-dr-bernard-golse/ Maezt, P., & Stoléru, S. (2003). Psychopathologie du nourrison et de jeune enfant. Paris: Masson. Quinodoz, J.-M. (1991). La solitude apprivoisée. Paris: PUF. Rousillon, R. (2007). La sortie hors du narcissisme. Dans R. Roussillon, Manuel de psychologie et de psychopathologie clinique générale (pp. 107-122). Paris: Masson.

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