Conductas disociales en el aula Dr. Matías Salvador Bertone Hoy sabemos que el cerebro trabaja mediante redes o neurocircuitos, que si bien presentan disociación en sus funciones, pueden influirse entre sí. A raíz del desgraciado accidente que sufrió Phineas Gage en 1848 conocemos la importancia del rol que juega el lóbulo frontal en el comportamiento humano vinculado a las funciones inhibitorias y el ajuste social. Figura 1: Lóbulo frontal Figura 2: Reconstrucción computarizada de la lesión frontal de Phineas Gage. Los lóbulos frontales, asiento de las funciones ejecutivas, participan de gran cantidad de tareas vinculadas al comportamiento social y la adaptación a las normas. Las disfunciones frontales a diferencia de las alteraciones en regiones posteriores del cerebro tienden a ser graves pero parciales. Hasta la gravísima lesión de Phineas Gage no anuló su capacidad de tomar decisiones sino que la alteró, lo mismo con su capacidad de inhibición o conducta social. Lesiones en áreas posteriores del cerebro si pueden acarrear pérdidas totales de la función como ocurre en la prosopagnosia, alexia, acromatopsia, etc. 1
Esta diferencia radica en la integración de las funciones ejecutivas. En distintas áreas de los lóbulos frontales pueden ubicarse funciones diferenciadas, pero cada una de ellas se vincula y retroalimenta con otra, los lóbulos frontales funcionan así como área de asociación, a ellos llega información de otras regiones posteriores del cerebro que será procesada y valorada, previo a la ejecución de una respuesta. Finalmente se puede agregar, que además de las funciones cognitivo-intelectivas, nuestros cerebros procesan enorme cantidad de información afectivo-emocional. Mucha de esta información opera de manera no consciente. Ya son varios los autores que plantean que vivimos nuestras vidas guiados por procesos cerebrales subcorticales, con los cuales valoramos y procesamos información, con la que luego tomamos decisiones y que la experiencia consciente es solo el resultado de ese proceso. (Bechara, 2004) El cerebro disocial Sabemos que al igual que un automóvil que cuenta con acelerador y frenos, nuestro cerebro posee sistemas de activación y otros de inhibición. Los sistemas de activación, generalmente controlados por estructuras subcorticales, límbicas, antiguas, son innatos. No es necesario enseñarle a un niño a tener hambre o a llorar cuando está angustiado. En cambio los sistemas de inhibición necesitan ser estimulados para ser adquiridos y en el caso que esto no ocurra en ciertos periodos de la infancia (periodo crítico) luego resultan difíciles de conseguir. A través de diversos trabajos surgidos del método lesional, tanto en humanos como en animales se pudieron identificar diferentes regiones cerebrales vinculadas a los sistemas de activación e inhibición. Lesiones provocadas en el hipotálamo reduce el comportamiento violento (Siever, 2008), las cingulectomías también provocan una merma de la agresión, ya que en la región anterior de la circunvolución del cíngulo se puede ubicar la volición necesaria para el output motor. (Jiménez y cols. 2012) 2
Figura 2: Aportes del método lesional al estudio de las bases neurobiológicas de la violencia Las amígdalas cerebrales cumplen un rol crucial en el comportamiento violento. Dichas estructuras telencefálicas son los centros emocionales del miedo y la agresión. Al parecer son dos caras de la misma moneda, para entenderlo basta con intentar bajar un gato de la rama de un árbol y ver como en centésimas de segundos la expresión de temor del felino se convierte súbitamente en un ataque feroz. Más adelante veremos otra relación entre el miedo y la agresión, ya que la alteración en el procesamiento del miedo, convierte a las personas en seres más agresivos, por la incapacidad de visualizar las consecuencias negativas de sus actos. Existen al menos tres sistemas disociados funcionalmente en la corteza pre frontal que nos pueden ayudar a entender su rol de la regulación de la conducta. La corteza órbito-frontal, fronto-medial y dorso-lateral funcionan como sistemas inhibitorios de las estructuras emocionales que originan los comportamientos agresivos. 3
Esas tres regiones cerebrales formas circuitos funcionales con los ganglios basales y el tálamo. Cada una de ellas ha sido vinculada a funciones neuropsicológicamente diferenciadas. La corteza orbito-frontal se relaciona a la toma de decisiones, el control de los impulsos y la cognición social. La corteza fronto-medial a la inhibición cognitiva e intelectiva, a la motivación, valoración afectiva de estímulos dolorosos y atención ejecutiva. Y la corteza dorso-lateral a las funciones más de tipo intelectivas como la organización, planificación, memoria de trabajo, conceptualización, etc. Corteza Fronto Medial Actividad Volitiva Corteza Cingulada Anterior: Inhibición Dorsal: Cognitiva Ventral: Emocional Corteza Orbito Frontal Toma de decisiones Cognición social Control de los impulsos Conducta adaptativa Corteza Prefrontal dorsolateral Cognición intelectiva Abstracción - Conceptualización Memoria de trabajo Estos tres sub-sistemas ejecutivos se vinculan entre sí, pero de todos modos parece existir doble disociación de funciones en las tareas de las que se encarga cada uno de ellos. Además de las regiones cerebrales involucradas en el comportamiento violento y siendo consecuente con lo planteado sobre la manera interdisciplinaria con la que avanza la neurociencia, se puede agregar que existe también una endocrinología característica del comportamiento violento. Altos niveles de testosterona han sido 4
vinculados a las conductas, tanto auto como hetero-agresivas (Simpson, 2001). Esto podría explicar en parte la relación 10:1 entre hombres detenidos en cárceles y mujeres. La explicación es solo parcial porque existen numerosos dimorfismos cerebrales entre hombres y mujeres que también pueden explicar esa diferencia, pero el tema tampoco se terminaría allí, ya que se debería incluir en tan complejo análisis otros factores, ya no estrictamente neurocognitvos, sino socio-ambientales para entender las diferencias de género y la asociación al delito. De la misma forma que se vincularon altos niveles de testosterona con el comportamiento violento, se ha relacionado inversamente los niveles de serotonina. Este neurotransmisor relacionado a los ritmos cronobiológicos y el humor, se vincula íntimamente con la agresión. Existen vías fronto-limbicas que utilizan la serotonina como neurotransmisor inhibidor de estructuras que participan en la producción de la agresión. (Krakowski, 2003). Para finalizar, integrar y sintetizar nada mejor que el trabajo publicado en 1990 por Adrian Raine, este prestigioso neurocientífico pudo demostrar con un extenso estudio de más de 9 años, que la disfunción principal que motiva al comportamiento disocial en los jóvenes se vincula estrictamente a la dificultad de estos para procesar información emocional y que esta disfunción cerebral (íntimamente relacionada con las formas de crianza) es la responsable de la falta de empatía el desarrollo de personalidades antisociales y psicopáticas. Bibliografía Bechara, A. (2004). The role of emotion in decision-making: Evidence from neurological patients with orbitofrontal damage. Brain and Cognition 55 (2004) 30 40. Jiménez, F. Soto, J. Velasco, F. Andrade, P. Bustamante, J. Gómez, P. Ramírez, Y. Carrillo-Ruiz, J. (2012). Bilateral Cingulotomy and Anterior Capsulotomy Applied to Patients with Aggressiveness. Stereotact Funct Neurosurg; 90:151 160. Krakowski, M. (2003). Violence and serotonin: influence of impulse control, affect regulation, and social functioning. J Neuropsychiatry Clin Neurosci 15: 294-305. Raine, A. Phil, D. Venables, P. Williams, M. (1990). Autonomic orienting responses in 15 year old male subjects and criminal behavioral al age 24. Am J Psychiatry 147: 933-937. 5
Siever, L. (2008). Neurobiology of Aggression and Violence. Am J Psychiatry; 165:429 442. Simpson, K. (2001). The Role of Testosterone in Aggression. McGill Journal of Medicine 6: 32-40. 6