ANTROPOGONÍA. POSICIÓN DEL HOMBRE EN EL MUNDO. LA PÉRDIDA DEL PARAÍSO



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Transcripción:

MITOLOGÍA CLÁSICA ANTROPOGONÍA. POSICIÓN DEL HOMBRE EN EL MUNDO. LA PÉRDIDA DEL PARAÍSO 1. Introducción 2. El mito de las edades 3. El mito de Prometeo a. El mito de Prometeo según Hesíodo b. El mito de Prometeo según Platón c. Esquilo, Prometeo Encadenado 1. Introducción Tras la Cosmogonía, Hesíodo introduce dos relatos que va a explicar el origen del hombre. En la mitología griega no hay un mito de creación humana propiamente dicho, es decir, no hay un relato completo y detallado de cómo se crea el hombre; pero si hay uno semi-completo de cómo se crea la mujer. Hay detalles que nos permiten imaginar que, en un momento dado, se crea al hombre. Hesíodo nos dice que los hombres vivían en una Edad de Oro, como los dioses, y morían como en un sueño, sin sufrimiento. Por una serie de razones que los mitos no cuentan (Tántalo, Prometeo engañando a Zeus, etc.) se desconoce el motivo exacto por el los hombres fueron expulsados de esa Edad de Oro. Pero antes de caer en la situación actual, también se cuenta que los dioses, enfadadísimos con el género humano porque habían cometido un pecado terrible contra el mundo de los dioses, deciden exterminar la raza humana, para lo cual Zeus manda sobre la tierra un Diluvio Universal, un tema utilizado por las mitologías antiguas desde el tercer milenio antes de cristo (Mesopotamia, Persia, India, Grecia, etc.), del cual no se salva nadie, excepto dos: Deucalión y Pirra. El relato del diluvio nos lo transmite Ovidio en el libro primero de sus Metamorfosis. Zeus perdona a Deucalión y Pirra por ser los únicos piadosos. Llegan a una playa y piden compañía, es decir, piden que Zeus cree de nuevo la humanidad. El rey de los dioses dice que cojan piedras y la arrojen hacia atrás. Las que arroja Pirra se convertirán en mujeres, mientras que las de Deucalión serán hombres. Este es uno de los mitos más importantes de autoctonía, que quiere decir que los hombres nacidos en la propia tierra tienen pleno derecho a vivir en ella, ya que están allí desde siempre. Con este mito se justifica la existencia de Helenos desde el principio, desde el pretiempo mítico. Pero el hombre ya no vive en la edad de oro. Ahora hay que trabajar, sufrir enfermedades, soportar la vejez y esperar la muerte, que ya no será como un sueño. Por tanto, el hombre aparece y vive como los dioses: en un paraíso. Esta etapa llego a su fin por alguna falta grave. Los dioses quieren acabar con la humanidad y envían el Diluvio Universal. Deucalión y Pirra se salvan y de las piedras que arrojan vuelve a surgir la humanidad. 2. Mito de las Edades o de las razas En el principio existió un paraíso, llamado también Isla de los bienaventurados, habitado por la raza de los hombres de la Edad de Oro. Aunque los hombres han perdido el paraíso después del diluvio, unos pocos, los favoritos de los dioses, en vez de ir al Hades van a la isla de los bienaventurados. Desde Platón, la idea de un lugar privilegiado después de la muerte se extiende poco a poco. En este sentido, se comienza a extender también la idea de un juicio

después de la muerte, en el que se valoran las obras de los hombres. Los que consiguen demostrar una mayoría de obras buenas van a los Campos Elíseos. El Mito de las Edades del hombre es de origen persa. Los estudiosos sitúan su origen alrededor del año 1000 a. C., aunque no hay consenso. Hesíodo conoce este mito y lo adapta al pensamiento griego arcaico. Toma la idea persa de las razas y lo desarrolla añadiendo una edad más, convirtiéndolo en un relato mítico que sirve como modelo de conducta para toda la humanidad. El mito persa está constituido por cuatro edades, correspondientes a cuatro metales: oro, plata, bronce y hierro. La humanidad se va degradando poco a poco al igual que estos cuatro metales también se degradan. Es una historia lineal en declive, desde los primeros hombres hasta la situación actual. Hesíodo toma las cuatro edades y las adapta para construir modelos de conducta. Además, introduce una nueva edad, la de los Héroes, entre la edad de bronce y la edad de hierro. Los primeros hombres constituían la Edad de Oro, y eran súbditos de Crono que vivían sin preocupaciones y sin trabajar, alimentándose de granos, frutos silvestres y miel. Bebían leche de oveja y cabra, nunca envejecían y la muerte para ellos no era más terrible que el sueño. Después llegó la Edad de Plata, de carácter positivo. Los hombres eran belicosos e ignorantes y nunca ofrecían sacrificios a los dioses, pero al menos no se hacían la guerra entre sí. Los varones se hallaban enteramente sometidos a sus madres y no se atrevían a desobedecerlas, aunque podían alcanzar la edad de cien años. Zeus los destruyó. Luego apareció la raza de bronce, el modelo de conducta en la guerra. Eran hombres insolentes y despiadados, y terminaron aniquilándose entre sí. Zeus creó una nueva generación, la de los héroes, que se hicieron famosos por sus combates ante los muros de Tebas y Troya. Establecen el modelo de comportamiento en la guerra, ya que luchaban con un fin: por su ciudad, por la gloria, etc. Estas guerras son, por tanto, justas. Al morir los guerreros van a Hades, pero serán recordados; incluso, algunos irán a la isla de los bienaventurados. La quinta raza es la actual de hierro, indignos descendientes de la cuarta. Son degenerados, crueles, injustos, maliciosos, malos hijos y traicioneros. Hesíodo habla poco de ella, pero se lamenta de haber nacido precisamente en esta época. Las edades de oro y plata corresponden al plano teológico: establecen la relación que los hombres pueden llegar a tener con los dioses. Dependiendo de esta relación, los hombres vivirán sin dolores, sin tener que trabajar y sin muerte, es decir, en la edad de oro, o bien vivirán sumidos en la miseria, esto es, en la de plata. El plano guerrero es el plano propiamente humano de Hesíodo: los hombres se pueden comportar como lo hicieron los de la edad de bronce, sumidos en el enfrentamiento total, o bien hacerlo como los héroes, que son los protagonistas de las grandes guerras mitológicas y lucharon por causas justas y cobraron fama gracias a los poemas épicos. Los dioses les conceden un paraíso después de la muerte, similar al de la edad de oro.

Por tanto, podemos establecer una serie de relaciones entre las cuatro edades: Edad de Oro Edad de Plata Edad de Bronce Edad de los Héroes Las cuatro edades se establecen en torno a un quiasmo, en el que los modelos de conducta se complementan. En este sentido, las edades de Oro y de los Héroes serían positivas, mientras que las de Plata y Bronce serían negativas. En cuanto a la Edad de Hierro, la actual, Hesíodo la divide en dos períodos: 1. Época Actual: La contemporánea de Hesíodo y de cualquier humanidad, donde mil inquietudes existen para los hombres, aunque junto a sus males se mezclan alegrías. Supone fatigas, miserias, inquietudes, pero también alegrías. Los males caracterizan a la humanidad, hay que trabajar y sufrir: ya no vivimos en un paraíso, eso quedó en el mito. 2. Época Futura: Si la humanidad sigue los modelos establecidos por Hesíodo, se acabará la mezcla de alegrías y pesares. Si no, solo existirá el mal, y la vida será un valle de lágrimas. Esto ocurrirá cuando los jóvenes no respeten a sus padres, ni se respete la palabra dada, o cuando se utilice el juramento en vano, o cuando no haya honradez. Entonces Aidos (el sentido moral) y Némesis (la venganza) se marcharán del mundo, y abandonarán a los hombres a su propia suerte. Entonces no habrá remedio para el mal y dejarán de existir las alegrías. En sus Metamorfosis, Ovidio también habla del mito de las edades. La raza de oro, que cultivaba la lealtad y el bien, fue creada en primer lugar. Este es un rasgo común en todas las ideas de la edad de oro: los hombres son buenos y no tienen la necesidad de trabajar. La tierra produce alimentos sin necesidad de trabajo, que es entendido como un castigo para el hombre. Un rasgo novedoso de Ovidio respecto a Hesíodo es que nos cuenta que en la edad de oro tampoco eran necesarias ni la ley ni la autoridad, y no hay ciudades amuralladas porque no hay guerras. Los hombres viven en una primavera eterna. En Hesíodo tampoco aparece esto. Él solo nos habla de la ausencia del dolor y de la fertilidad de la tierra sin necesidad de ser trabajada. Después llegó la edad de plata, peor que la del oro pero más valiosa que la del bronce. Los hombres necesitan cubrirse tras una fachada porque se termina la primavera eterna y

aparecen el frío y el calor y, por tanto, las estaciones. Al existir cuatro estaciones, se tienen que establecer los calendarios para trabajar la tierra, que deja de ser fértil durante un determinado período de tiempo. Surge, por tanto, el trabajo como una necesidad. Tras la raza de plata aparece la generación de bronce, dada a las armas pero no criminal. La ultima es la de duro hierro, en la que huyeron la honradez, la verdad y la buena fe, y llegó la violencia. Ovidio nos habla de cuatro razas, por lo que en Roma ya no encontramos la raza de los héroes. Oro y Hierro marcan los polos de esta escala en degradación. Lo único que le importa a Ovidio es la máxima de que cualquier tiempo pasado fue mejor. La edad de oro se nos presenta con la expresión de que los hombres no necesitan leyes ni ciudades, ya que viven en buena armonía. Esta concepción la podemos encontrar también en la descripción de los Cíclopes de la Odisea: todo lo tienen en común, son ciudadanos sin ley. La Edad de Oro está relacionada con Cronos, las de Plata y Bronce con Zeus, y la de los Héroes (en Hesíodo) con Cronos. Cronos se asocia con el oro porque es la edad más remota. Por tanto, esta distribución es cronológica. 3. Mito de Prometeo a. El Mito de Prometeo según Hesíodo (Teogonía y Trabajos y Días) Dentro de la teogonía, Hesíodo introduce un relato que depuse continuará en Los Trabajos y los Días. Aquí, Hesíodo intenta explicar por qué la humanidad vive como vive. Además, intenta establecer el origen de un rito, el sacrificio a los dioses, que será de la misma manera y para siempre. El humo que sube hasta el olimpo es la forma que tienen los hombres de comunicarse con los dioses. Por tanto, este rito supone la separación definitiva de los dos mundos. Antes, dioses y hombres se trataban como iguales, pero cuando perdimos el paraíso, perdimos también ese trato. Este rito quedó establecido por un engaño: Prometeo quiere burlarse de la inteligencia de Zeus. Abundan en el texto las palabras astucia, ocultar, disimular, encañar, etc. Prometeo engaña a Zeus al repartir el buey. Le dice al dios que elija la parte que quiera del animal: una está formada por la grasa y los huesos cubiertos con la piel, algo más apetecible; en el otro, estaba la carne cubierta con las vísceras, lo más desagradable. Zeus elige la parte más apetecible, y como reacción ante el engaño decide arrebatarles el fuego a los hombres, pero Prometeo vuelve a burlarse de Zeus, robándole el fuego y manteniéndolo encendido para devolvérselo a la humanidad. Zeus, aun más irritado, idea un nuevo mal para los hombres. Ordena al dios artesano, Hefesto, que modele a la mujer. Cuando estaba preparada, Zeus la colocó entre los hombres. La mujer por fuera es una preciosidad, pero oculta lo mismo que un enjambre de zánganos dentro de una colmena. De la creación de la mujer se deriva una consecuencia para la humanidad: la institución del matrimonio. Pandora, la primera mujer, es creada para la perdición del hombre. Zeus se la entrega a Epimeteo, hermano gemelo de prometeo, modelo de irreflexión, al contrario que Prometeo. Ambos hermanos representan la doble condición de cualquier persona. Prometeo había avisado a su hermano que no cogiera nada que le entregara Zeus. Pero Epimeteo aceptó a Pandora y después se acordó del consejo de su hermano, cuando ya era tarde, ya que Pandora había abierto la vasija con todos los males, que hasta entonces no habían existido en el mundo. Dentro de la vasija solo quedó la espera, que en otras traducciones es esperanza. Este es un

concepto ambiguo, ya que es un bien dentro de todos los males, pero la espera no es del todo buena. Los males aparecen sin saber cuando, por lo que los hombres deben vivir con esperanza, ya que no saben dónde y cuándo se van a topar con uno de esos males, que llegan de forma sigilosa, sin hablar, para que así no puedan evitarse. Pero hay males que sí hablan y se pueden evitar, pero, como vienen revestidos de bien, no los podemos evitar: Pandora es un mal envuelto en belleza y bien. Bienes y males se mezclan, por tanto, de manera indisoluble en el mundo de los mortales. No existe un bien sin su mal correspondiente ni un Prometeo sin su Epimeteo. La mujer está dotada de belleza física, pero también está llena de regalos, enviados a Pandora por las diosas. Todos ellos están relacionados con la atracción. También le entregan el habla, que es diferente a la de los hombres porque está cargada de mentiras y palabras engañosas (don entregado por Hermes). Pandora sólo tiene atractivo físico, sensual. Goza de habla para entenderse con los hombres, pero es un habla engañosa, repleta de mentiras. Atenea fue la encargada de enseñarle sus labores: el telar y la rueca que marcan, junto con la reproducción, el lugar de la mujer en la sociedad. Desde la misma creación de Pandora sabemos que Atenea le enseñó sus labores. El mito de Prometeo también sirve para marcar en cierta medida la separación entre hombres, animales y dioses. Los hombres comen carne cocinada, al contrario que los animales, gracias al fuego robado por Prometeo. Los hombres y mujeres procrean dentro de la institución del matrimonio, al contrario que los animales. Los animales no tienen esperanza para vivir, porque ni siquiera tienen noción de ser animales, pero los hombres necesitan la esperanza para vivir. Por tanto, el mito de Prometeo es un mito funcional. No solo Hesíodo trata el mito de Prometeo. También lo encontramos en Esquilo y Platón, ya en época clásica. b. El Mito de Prometeo según Platón (Protágoras) En el Protágoras, el mito de Prometeo se encuentra en medio de una discusión entre Protágoras y Sócrates. La teoría de los Sofistas se puede resumir en que entendieron la raza humana como principio de todo. Rechazaron la religión y abandonaron la concepción de los dioses como seres que hacen avanzar la vida y el mundo. Creían además que lo que se puede enseñar es el motor de la vida política. En este diálogo, Platón se plantea si la excelencia política se puede enseñar o si la participación en la política está destinada a unos pocos. En el Protágoras, por tanto, el mito sigue siendo una forma de explicación racional. Epimeteo trata de distribuir las capacidades de forma equitativa para que ninguna especie mortal quedara desprovista de algún don. Pero gastó todas las capacidades en los animales, por lo que no sabía qué hacer con los hombres. En este mito, hombres y animales provienen de lo mismo. Platón utiliza los datos tradicionales del mito: la existencia de Prometeo y Epimeteo. Pero Epimeteo no es tan tonto como en otras versiones. El único fallo que tiene es que se olvida de dotar de capacidades a los hombres. Para paliar este error, Prometeo les roba

el fuego a los dioses. En Platón este fuego está más ligado a la técnica, no es el fuego celeste de Zeus, sino que pertenece a los dioses que le dan un uso técnico: Hefesto y Atenea. Lo que está robando Prometeo es el fuego del progreso, asociado a la técnica. A partir de este momento, Prometeo desaparece del mito (en Platón). El fuego técnico le sirve al hombre para fundamentar la religión y el lenguaje, y para construir lo más básico para la vida: casas, vestidos, etc. El fuego les sirve para todo esto, pero como los hombres no conocen la ciencia política, se atacan unos a otros y no pueden vivir juntos. Para Platón, el hombre no es un animal político. La vida en comunidad debe aprenderse por todos los hombres. A causa de esto, los dioses envían a los hombres el sentido moral y la justicia. Aquí Platón sustituye Némesis (venganza) por justicia, ya que en el siglo V están fijadas las leyes, al contrario que en la época de Hesíodo, en el siglo VII, en el que justicia era igual a venganza. El reparto de la justicia es igual para todos los hombres, que además están obligados por los dioses a participar en la política de la ciudad. Por tanto, la justicia no debe repartirse como el resto de capacidades, donde unos conocen algo, y otros, otro algo. Si hay algún hombre que no posea el sentido moral y la idea de justicia, está claro que no puede vivir en comunidad. Como todos los hombres han llegado a poseer la técnica política, todos pueden y deben participar en la vida política, y nadie puede excluir a nadie, ya que se tratan temas comunitarios. Por tanto, según Platón, la técnica política es enseñable y todos deben participar en ella. En conclusión, a Platón le sirve el mito de Prometeo para dos cosas: 1. Contar el origen de la civilización. 2. Justificar la democracia mediante un mito. El mito de Prometeo en Platón es un mito funcional, al igual que en Hesíodo. Hay que tener en cuenta la situación social de la Atenas clásica, muy distinta a la del siglo VII a. C. Zeus les entrega la justicia y el sentido moral a todos, pero a todos aquellos que eran ciudadanos, es decir, solo a varones mayores de edad hijos de padre y madre atenienses, es decir, ni a mujeres ni a esclavos, ni a metecos. A Platón tampoco le interesa la historia de Pandora, ya que aquí quiere hablar de los orígenes de la democracia y la civilización, en la que la mujer no toma partido. Por este mismo motivo elimina tan rápido a Prometeo. c. Prometeo Encadenado, de Esquilo Cuando Esquilo compone esta tragedia Atenas acaba de vencer a los persas en las Guerras Médicas. En esta época el debate se centra en dos cosas: 1. Concepto de Justicia: Es el momento en el que este concepto sustituye al de Némesis o venganza. Aparecen las leyes escritas y los tribunales de justicia. 2. Abusos de poder de los Tiranos: Se preguntan si se puede imponer un solo hombre sobre los demás. La decisión es la de revelarse contra el poder tiránico. En esta época hay concursos teatrales en Atenas dos veces al año. Esquilo presenta una trilogía, en la que se encuentra Prometeo Encadenado, que es la segunda obra que presentó Esquilo. La primera sería Prometeo portador del fuego, y la tercera Prometeo liberado, pero no conservamos fragmentos de ninguna. No obstante, estas tres tragedias explicarían el mito del castigo de prometeo desde el principio hasta el final.

En el Prólogo de Prometeo encadenado intervienen el Poder, Hefesto y la Violencia, que actúa pero no habla. Poder y Violencia son los conceptos seguidores de Zeus. Esquilo eleva a Prometeo a la categoría de Titán, por lo que sería tío de Zeus; por tanto, Esquilo se ha permitido rescribir el mito. Al ser un titán, Prometeo es inmortal, por lo que debe sufrir un castigo eterno. Atado con cadenas fabricadas por Hefesto a una roca, un águila le devorará el hígado para siempre, aunque después será liberado por Heracles. Además, Prometeo conoce el oráculo que sobrevuela a Zeus, que dice que éste tendrá un hijo que conseguirá arrebatarle el trono. Zeus se casa con Tetis, pero sigue teniendo miedo de perder el poder. Por este motivo, casa a la Titánide con un mortal: Peleo. De esta unión nacerá Aquiles. Posteriormente, aparece en escena Océano, que está dispuesto a ayudar a Prometeo, pero le dice que se modere un poco o que la cólera de Zeus será terrible, es decir, le aconseja que se acomode al poder de Zeus. Junto a Océano aparece el Coro de Oceánides, que se apiadan del pobre Prometeo y lloran por su desgracia. En esta intervención del coro se introduce el tema de la συµπαϑεια, la compasión universal, ya que por Prometeo está llorando todo el universo, incluso el Hades y las tierras bárbaras de más allá del Ponto. Prometeo les relata todo lo que les ha entregado a los hombres: la posibilidad de construir casas, la astronomía para distinguir las estaciones, la agricultura, la navegación, la aritmética, la escritura, la medicina, la adivinación, la minería, etc., en resumen, todas las artes humanas les vienen de Prometeo, que está castigado por ser demasiado filántropo. Tras este diálogo con el coro aparece Ío, dando brincos y coces, como hacen las vacas. Esta muchacha mortal está sufriendo el castigo de Hera porque Zeus se enamoró de ella. Hera le pone un vigilante, Argos, que tiene ojos por todas partes, por lo que nadie puede liberar a Ío, hasta que Hermes logra engañar a Argos y lo mata. Sus ojos se colocarán para siempre en la cola del pavo real, que pasará a ser el animal característico de Hera. La historia de Prometeo e Ío se relaciona con el nacimiento de Épafo, antepasado de Heracles, liberador de Prometeo. El papel de Ío en esta obra es el de mostrar a Zeus no solo como un tirano soberbio, sino también como un ser tremendamente arbitrario. Por tanto, Ío es una víctima inocente del poder de Zeus. Prometeo sí llega a reconocer que es merecedor de algún tipo de castigo, pero Ío es inocente, demostrándose así de forma clara la arbitrariedad de Zeus. Del mismo modo, también las Oceánides podrían verse amenazadas por la lujuria de Zeus. Por esto forman el coro y critican el poder injusto y arbitrario de Zeus y se ponen del lado de Prometeo hasta el final. Incluso están dispuestas a compartir el destino de Prometeo hasta la muerte. Al final del diálogo entre Prometeo e Ío se introduce de nuevo el mito de sucesión en el mundo de los dioses. Prometeo conoce el oráculo y este se cumplirá si se lo cuenta a Zeus. Tras esta conversación entra Hermes en escena, ya que Zeus quiere conocer dicho oráculo, pero Prometeo se niega a revelárselo. La obra termina con un Prometeo rebelde, victima de una injusticia llevada a cabo por Zeus. Al contrario que en Hesíodo, no se da un juego de astucias. Aquí encontramos a un filántropo que comete un error contra la divinidad, siendo castigado eternamente. Con la entrada de Hermes en escena, se deja abierta la puerta al Prometeo Liberado. Finalmente, Zeus llega a convencer a Prometeo para que le revele el

oráculo. Renuncia al abuso de poder y acepta acatar las normas de la justicia. Prometeo también cede, dando a conocer el oráculo a Zeus. Parece ser que Esquilo presenta el modelo de lo que no debe ser un gobernante, ya que ha visto caer la tiranía de la Época Arcaica. La figura de Prometeo ha sido reelaborada en la Tragedia y, de este modo, se pueden someter a discusión nuevos temas.

LOS GRANDES HÉROES 1. Introducción 2. Heracles: los doce trabajos 3. Teseo 3.1. Teseo salvador de su patria 3.2. Teseo rey del Ática 4. Perseo 5. Jasón, los argonautas y Medea 5.1. Jasón 5.2. Medea 6. Aquiles 6.1. Marcha contra Troya 6.2. Guerra contra Troya 6.3. Final de Aquiles 7. Odiseo 7.1. Antes de la guerra de Troya 7.2. La guerra de Troya 7.3. El nóstos de Odiseo: la Odisea 7.4. Llegada a Ítaca

1. Introducción En la Mitología griega los héroes ocupan un lugar más central que los dioses. Los héroes nacen, normalmente, de la unión de un dios y una mortal, aunque también existen casos de héroes hijos de una diosa y un mortal, como por ejemplo Aquiles, que es hijo de la diosa Tetis y del mortal Peleo, o Eneas que es hijo de Afrodita y de Anquises. Así describe Hesíodo a los héroes 1 : Y ya luego, desde que la tierra sepultó también esta estirpe, en su lugar todavía creó Zeus Crónica sobre el suelo fecundo otra cuarta más justa y virtuosa, la estirpe divina de los héroes que se llaman semidioses, raza que nos precedió sobre la tierra sin límites. A unos la guerra funesta y el temible combate los aniquiló bien al pie de Tebas la de siete puertas, en el país cadmeo, peleando por los rebaños de Edipo, o bien después de conducirles a Troya en sus naves, sobre el inmenso abismo del mar, a causa de Helena de hermosos cabellos. Allí, por tanto, la muerte se apoderó de unos. A los otros el padre Zeus Crónica determinó concederles vida y residencia lejos de los hombres, hacia los confines de la tierra. Éstos viven con un corazón exento de dolores en las Islas de los Afortunados, junto al Océano de profundas corrientes, héroes felices a los que el campo fértil les produce frutos que germinan tres veces al año, dulces como la miel Hesíodo diferencia a los héroes en dos grandes generaciones: los que lucharon en Tebas y los que lo hicieron en Troya. Además de estos dos grupos, también nos detendremos en héroes con hazañas más individuales. Ahora bien, tenemos que señalar también algunos rasgos típicos de los héroes: podemos decir que el héroe es el punto de partida insigne de las genealogías de toda una serie de grandes familias. Cuanto más importante es el héroe, más griegos quieren proclamarse descendientes directos suyos, y por lo tanto más fecundo es. El héroe griego es, principalmente, un guerrero valiente cuyo objetivo es alcanzar la virtud; para ello se enfrenta a monstruos, toma parte en las expediciones y participa en las guerras. Pero a su vez el héroe no tiene especiales prejuicios en asesinar, ya sea a un enemigo en la guerra, como Aquiles a Héctor en la guerra de Troya; o a su propia madre, por ejemplo Orestes a Clitemestra, para vengar a su padre; o a sus hijos, como es el caso de Agamenón que es capaz de sacrificar a su propia hija, Ifigenia, por el bien de una expedición guerrera; o a su hermano, como Eteocles y Polinices, hijos de Edipo, que se asesinan recíprocamente por el poder de la ciudad. 1 Hesíodo, Trabajos y Días, 157-173.

Caracterización general del Héroe Griego Un héroe es un muerto memorable, es decir, es un personaje digno de recuerdo porque han dejado, con sus hazañas, una impronta en el mundo y, por tanto, merecen ser recordados generación tras generación. Ese recuerdo puede ser de muchos tipos: algunos han eliminado de la tierra a algún monstruo que asolaba el mundo, haciéndolo más agradable, otros han inventado algo decisivo para el hombre, etc. Todos ellos tienen que ser muertos venerables. Los héroes no tienen por qué ser hijos de dioses. Lo cual no quiere decir que los hijos de dioses no sean héroes. Los héroes que no proceden de algún dios siempre acaban siendo asociados a alguna estirpe divina, aunque sea lejanísima. Los héroes son, por tanto, los intermediaros entre los mundos divino y humano. Todos los héroes reciben culto en torno a su tumba, que está situada, generalmente, en su ciudad de origen. La relación del héroe con su ciudad, ya sea de nacimiento o adopción, constituye el eje del culto al héroe. Tanto es así que algunos héroes mueren lejos de su patria y los habitantes de su ciudad no pararán hasta conseguir el cadáver y situarlo en su ciudad. Vienen a ser como los patronos actuales de las ciudades, en el sentido en que ambos están asociados a una ciudad concreta. Por ejemplo, sabemos que el héroe del Ática fue Teseo, que murió lejos de Atenas. Los habitantes de la ciudad no pararon hasta que recuperaron sus restos y los enterraron en la ciudad. Los héroes, son hombres mortales, pero comparten el culto con los dioses. Se observa claramente en los mitos griegos que las ciudades en las que se sitúan los héroes son las principales ciudades del mundo micénico. Las zonas en las que se mueven son Corinto, Tebas, Esparta, Argos, Micenas o Creta. Además, la mitología geográfica de los héroes se extiende desde el estrecho de Gibraltar hasta el Mar Negro, es decir, recorren las grandes rutas comerciales de la antigüedad. Existe una especial relación de los héroes con la muerte. No hay un solo héroe que haya muerto de forma natural, sino que lo hacen de forma violenta y siendo aún jóvenes. En este sentido, cabe destacar la Dimensión Agonística del Héroe, que responde a la mentalidad griega y está relacionada con el enfrentamiento, que puede ser real en una guerra o también un enfrentamiento dialéctico, con animales salvajes o con la naturaleza desatada, entre otros. El héroe está siempre enfrentándose a peligros. Siempre es el que compite y siempre gana. La relación con la muerte de los héroes supone que hay algunos que llegan incluso a protagonizar una bajada al Hades (καταβασις). Este descenso supone la superación del héroe a la muerte. Al volver son completamente sabios, ya que conocen los dos mundos. Sin embargo, este descenso se reserva sólo para unos pocos héroes: Orfeo, Heracles, Ulises, Eneas y Teseo. Este

último descendió al Hades porque quiso imitar a Heracles. La katábasis es una marca de héroes muy especiales que llegan a conocer el mundo de la muerte estando vivos, por lo que rompen las normas de la naturaleza. Todos los héroes buscan la fama imperecedera (κλεος). A esto dedican muchos esfuerzos, que muchas veces les llevan a cometer empresas casi imposibles. Lo que parecía imposible, el héroe lo consigue, por lo que consigue también la gloria. Pero esta gloria realmente se consigue cuando se cantan sus hazañas, es decir, cuando están muertos y son recordados. Todos los héroes se caracterizan también por ser excesivamente desmesurados, por poseer υβρις. Todo lo hacen de forma exagerada. Son borrachos, pendencieros y lujuriosos hasta límites extremos. Son también más valientes que nadie, pero además son mentirosos y mentirosos. Cuando más importante sea el héroe, más se eleva su desmesura. Señales de posibilidad de ser héroe: las Marcas Heroicas Existen varias señales por las que un mortal puede ser considerado héroe. Normalmente, estas marcas comienzan en la infancia, e irán apareciendo a lo largo de toda su vida. Son las siguientes: 1. Precocidad: El héroe muestra indicios de su heroicidad desde muy pequeño. Por ejemplo, Heracles mató a dos serpientes enviadas por Hera cuando estaba en la cuna. 2. Educación a cargo del Centauro Quirón: Aunque no es una condición indispensable para ser héroe, la educación a cargo de este personaje significa automáticamente la heroicidad. Aquí encontramos a Jasón, a Heracles o a Aquiles, entre otros. 3. Doble Paternidad: El héroe suele tener un padre humano y otro divino. En la misma noche, la madre del héroe se acuesta con el padre y con el dios transformado. No obstante, tampoco es un requisito indispensable. Por ejemplo, Ulises es hijo de un mortal, Laertes. También puede ser hijo de una diosa y un mortal, como Eneas, por ejemplo. 4. Resolución de empresas imposibles 5. Compañeros extraordinarios: Normalmente, desempeñan sus trabajos acompañados de los mejores compañeros, que permiten que el héroe lleve a cabo la resolución de la tarea encomendada.

Tipos de Héroes El héroe, desde que nace, a realizando hazañas que configurarán su carrera heroica. Estas hazañas permiten definir el tipo de héroe que será. Esta clasificación sería como sigue: 1. Héroes Culturales o Civilizadores: El héroe se dedica en la mayor parte de su carrera heroica a conseguir espacios civilizados para la humanidad o a hacer el mundo más habitable. Por ejemplo, en una ciudad hay un monstruo que la asola hasta que llega un héroe y termina con él. Esto héroes siempre tienen una etapa de matamosntruos y una segunda en la que se dedican a fundar ciudades, juegos u oráculos y a inventar artefactos que hacen mejor la vida de los hombres. Están representados sobre todo por Teseo. 2. Héroes de Guerra: Son los héroes que participaron en las grandes guerras mitológicas. El paradigma de estos héroes es Aquiles. 3. Héroes Trágicos: Son los héroes que han sido tomados en las tragedias para manifestar y ejemplificar la condición del hombre. Aquí es donde aparecen también las heroínas. Hasta el momento las mujeres habían sido meras acompañantes de los héroes masculinos, pero ahora en la tragedia sumen igualmente papeles protagonistas. Como representantes encontramos a Andrómaca y a Edipo. 4. Héroes Aventureros: Fundamentalmente son aquellos héroes a los que les pasa de todo y siempre salen airosos. Como ejemplo podemos citar a Ulises o Jasón. 2. Heracles Heracles (Hércules para los latinos) es sin duda el mejor ejemplo de mito heroico: es el héroe que cuenta con un mayor número de gestas, es fuerte, audaz, esforzado, sufrió como un personaje trágico y se ganó, finalmente, con sus hechos la inmortalidad al ser admitido entre los dioses como un dios inmortal, después de haber muerto de manera cruel. Es hijo de Alcmena y Zeus. El dios tomó la figura de Anfitrión, el esposo de Alcmena que en ese momento estaba luchando con los telebeos, para engañarle y poder unirse con ella. Zeus alargó milagrosamente la noche en tres. A la mañana siguiente cuando regresó Anfitrión también se unió a su esposa. Como fruto de esas uniones nacieron dos hijos gemelos: Heracles, hijo de Zeus, e Ificles, hijo de Anfitrión.

Desde el primer momento, incluso antes de nacer, Heracles fue el blanco de los odios de Hera, esposa de Zeus. Hera hizo prometer a su marido que sería rey de Argos el primer descendiente de Perseo que naciera en esos días. La diosa consiguió retrasar el nacimiento de Heracles y anticipó el de su primo Euristeo, que con el tiempo se convirtió en el tirano que obligó a Heracles a realizar los famosos trabajos. Pero el odio de Hera no acabó aquí: estando en la cuna le envió un par de serpientes para que lo asfixiaran, pero Heracles, cuya fuerza era superior a la normal ya desde su niñez, consiguió ahogarlas. Heracles es sobre todo el héroe de los trabajos. Los antiguos mitógrafos ordenaron sus hazañas en tres grupos: los doce trabajos realizados bajo las órdenes de su primo Euristeo; los trabajos secundarios articulados en torno a la ejecución de las doce hazañas principales; y las gestas guerreras que el héroe llevó a cabo por su propia cuenta. Los doce trabajos Como ya hemos señalado, Heracles fue el encargado de llevar a cabo doce trabajos propuestos por el malvado Euristeo. El héroe, en solitario, realiza hazañas de dimensiones extraordinarias, como enfrentarse con monstruos. La lista canónica no fue establecida hasta la época clásica: 1. El león de Nemea. El león de Nemea era un monstruo invulnerable hijo de Ortro y nieto de Tifón. Hera lo educó y lo envió a la región de Nemea, donde asolaba el país, devorando sus habitantes y ganados. Heracles intentó primero matarlo disparándole flechas, pero su piel era tan dura que los dardos no penetraban en ella. Determinó obligar a la bestia a que entrara en la cueva y, taponando una de las salidas, puesto que la guarida tenía doble acceso, se encerró con él, lo cogió entre sus brazos y lo ahogó. Despellejó al león y se revistió con su piel, la cabeza le sirvió de casco. Parece que Heracles llevó el cadáver a Micenas, y Euristeo quedó tan impresionado por la fuerza de su primo, que a partir de ese momento le prohibió entrar en la ciudad y le pidió que dejara sus botines ante las puertas. 2. La hidra de Lerna. Igual que el león de Nemea, la hidra de Lerna era un monstruo, hija de Tifón, y también criada por Hera para que sirviera de prueba a Heracles. Su aspecto era el de una serpiente con varias cabezas, su número varía entre cinco o seis hasta cien, dependiendo de cada autor. El aliento del monstruo era terriblemente mortífero, hasta el punto de que cualquiera que se acercase moría, aunque la hidra estuviera dormida. Heracles la atacó con flechas encendidas y cortándole las cabezas con una espada. Necesitó la ayuda de su sobrino Yolao porque cada vez que cortaba una

cabeza, le brotaba otra nueva. Heracles pidió a Yolao que cada vez que él cercenara una cabeza, el otro quemara la herida para evitar que la herida se reprodujese. Finalmente empapó sus famosas flechas con el veneno de la hidra, convirtiéndolas así en venenosas. Los mitógrafos han dado una explicación evemerista a este trabajo. Dicen que la hidra es en realidad el pantano de Lerna, desecado por Heracles, y que las cabezas renacientes son las fuentes que se lograban filtrar, haciendo inútiles los afanes del héroe. 3. El jabalí de Erimanto. El tercer trabajo consistió en llevarle vivo a Euristeo el jabalí que vivía en Erimanto. Heracles obligó al animal a salir de su guarida y le hizo correr por una llanura llena de nieve, hasta lograr agotarlo y capturarlo. 4. La cierva de Cerinia. Euristeo impuso como cuarto trabajo que capturara una cierva que habitaba en Énoe. Heracles la mató y consagró su cornamenta en el templo de Ártemis Enoatis. 5. Las aves del lago Estinfalo, en Arcadia. Las aves que vivían en sus orillas se habían multiplicado de forma exagerada hasta el punto de convertirse en una plaga y destruir las cosechas. La dificultad de Heracles para acabar con ellas consistía en obligarlas a salir de la espesa selva en la que vivían. El héroe empleó unas castañuelas de bronce, cuyo ruido las asustó y salieron de la espesura. Entonces Heracles las derribó a flechazos. Una explicación evemerista del mito hace de estas aves las hijas del héroe Estinfalo, a las que Heracles mató por no darle hospitalidad. 6. Los establos del rey Augias. Augias, hijo de Helios, era el rey de Élide, en el Peloponeso. Había heredado de su padre numerosos rebaños, pero descuidaba la limpieza de los establos, privando así a la tierra del abono necesario. Euristeo, buscando humillar a su primo, le encargó la limpieza de los establos. Heracles consiguió realizar este cometido desviando el curso de dos ríos, el Alfeo y el Peneo. 7. El toro de Creta. Este toro salió del mar un día que el rey Minos había prometido sacrificar a Posidón lo que apareciese en la superficie de las aguas. Cuando Minos vio a semejante ejemplar salir del mar, le sedujo la hermosura del animal y sacrificó al dios otro menos precioso. Posidón ofuscado por tal acción enloqueció al animal, que lanzaba fuego por la nariz. Euristeo pidió a Heracles que le llevara el toro vivo. El héroe lo capturó y lo llevó a Grecia, tal vez incluso nadando a lomos de la bestia. Euristeo quiso dedicárselo a la diosa Hera, pero ésta se negó a recibir un regalo

procedente de Heracles, así que lo soltó, recorrió la Argólide, cruzó el istmo de Corinto y llegó al Ática. 8. Las yeguas de Diomedes. Diomedes era rey de Tracia y poseía cuatro yeguas que se alimentaban de carne humana. Heracles para calmar tal voracidad les entregó como alimento al propio Diomedes, tras lo cual las yeguas, ya saciadas, se dejaron conducir fácilmente. 9. El cinturón de la reina Hipólita. A petición de la hija de Euristeo, Admete, Heracles se dirigió al reino de las Amazonas para robarle a su reina el cinturón. Parece ser que este cinturón era de Ares y se lo había entregado a Hipólita como símbolo del poder que ella ejercía sobre su pueblo. Heracles se embarca con algunos voluntarios en una sola nave y, tras pasar una serie de vicisitudes, llega al país de las Amazonas. Hipólita accede gustosamente a darle el cinturón, pero Hera, disfrazada de amazona, hace que se entable una pelea entre las amazonas y los hombres de Heracles. El héroe, creyéndose engañado por Hipólita, la mata. 10. Los bueyes de Gerión. Gerión poseía numerosos rebaños de bueyes que eran apacentados por su pastor Euritión, ayudado por el monstruoso perro Ortro, en la isla de Eritia, isla situada en el Occidente extremo. Allí fue donde Euristeo mandó a Heracles a traerle los preciosos bueyes. El viaje de Heracles a Occidente está plagado de aventuras en las que simplemente señalaremos que el héroe pacta con el Sol y con Océano para llegar felizmente a su destino. Al llegar mató con su maza al perro Ortro y a Euritión, y lanzó sus flechas contra Gerión, consiguiendo así llevarse los rebaños. También el viaje de vuelta fue accidentado. Es en este viaje, tanto de ida como de vuelta, en el que se sitúan la mayoría de las aventuras que se le atribuyen en el Occidente mediterráneo: por ejemplo, para dejar un recuerdo de su paso por Tartesos, erigió dos columnas, una a cada lado del estrecho que separa Libia de Europa, las Columnas de Hércules (el Peñón de Gibraltar y el de Ceuta). 11. El can Cerbero. El penúltimo trabajo que Euristeo encargó a Heracles fue ir a los Infiernos para que le trajese el perro Cerbero. Heracles necesitó la ayuda de Atena y de Hermes. Se inició en los misterios eleusinos que enseñaban cómo llegar al otro mundo después de la muerte. En los Infiernos Heracles se va encontrando con distintos personajes míticos, con los que va hablando y a algunos los llega a liberar, por ejemplo a Teseo. Finalmente pide permiso a Hades para llevarse a Cerbero, pero el dios le impone como condición que tiene que dominarlo sin utilizar ninguna arma, simplemente con su cuerpo. Heracles cogió al perro por la cabeza y, a pesar de que la

cola del animal se le clavaba porque terminaba en un dardo, logró someterlo. Se lo llevó a Euristeo, pero el miedo de aquel fue tal que Heracles se lo devolvió a Hades. 12. Las manzanas de oro de las Hespérides. Como regalo de boda a Hera en su matrimonio con Zeus, Gea le había regalado unas manzanas de oro maravillosas que Hera mandó plantar en su jardín, en las inmediaciones del monte Atlas (el Jardín de las Hespérides se ubica al oeste de Libia). Para custodiar las manzanas y el árbol increíble que las producía, Hera puso al frente a un dragón inmortal de cien cabezas, nacido de Tifón y Equidna, y a tres ninfas del atardecer, las Hespérides. Euristeo pidió a Heracles estas manzanas. Lo primero que tuvo que hacer el héroe fue saber dónde estaba el país de las Hespérides, lo que le llevó a vivir diferentes aventuras, hasta que Nereo, el dios marino, le informó dónde estaba. Entre sus aventuras libera a Prometeo del águila que le comía el hígado, que se regeneraba continuamente. Prometeo le aconseja que no coja él mismo las manzanas, sino que sea el propio Atlante quien las recogiera para él. Así sucede y, tras engañar a Atlante, huye con las manzanas de regreso a casa. Euristeo vuelve a no saber qué hacer con el botín, y Heracles se las ofrece a la diosa Atena, quien las restituyó al Jardín de las Hespérides. Además de estos doce trabajos, Heracles participa en más hazañas: podemos decir que es un héroe nacional ya que, por ejemplo, libera a los tebanos del tributo que tenían que pagar al dios de Orcómeno. También es un conquistador de numerosas ciudades y participa en hazañas panhelénicas como la primera campaña contra Troya y la expedición de los Argonautas. Pero también tiene un lado negativo, por ejemplo sufrió una crisis de locura que le llevó a matar a sus hijos nacidos de Mégara, hija del rey de Tebas. 3. Teseo Teseo es el gran héroe de Atenas, no tanto por su orígenes míticos sino porque en época histórica fue adoptado como un héroe nacional, reelaborando su mito al servicio de la propaganda política de la ciudad. Existen dos tradiciones sobre los orígenes de Teseo: la humana y la divina. La humana lo hace hijo de Egeo y de Etra. Parece que Egeo al no concebir hijos con ninguna de sus sucesivas esposas, fue a visitar el oráculo de Delfos. La respuesta del oráculo fue, como era habitual, oscura: se trataban de unos versos que prohibían desatar el odre de vino antes de haber llegado a la ciudad de Atenas. Egeo, no comprendiendo el oráculo, fue a visitar a Piteo, el rey de Trecén, quien embriagó a Egeo y lo acostó junto a su hija Etra. De esa unión nació Teseo.

La versión divina cuenta que la misma noche en la que Etra se unió a Egeo, ella había ofrecido un sacrificio a Posidón en una isla. El dios del mar abusó de ella y fruto de esa violación habría nacido Teseo, a quien Egeo creyó como hijo propio. Teseo pasa su infancia en Trecén, junto a su abuelo Piteo. Egeo temía llevárselo a Atenas porque desconfiaba de sus sobrinos los Palántidas; pero antes de marchar a Atenas, había ocultado detrás de una gran roca una espada y un par de sandalias. Egeo pidió a Etra que no se lo revelase a su hijo hasta que éste fuera lo bastante fuerte como para mover la roca por sí solo y coger los objetos que había debajo. Una vez que esto sucediera, debía calzarse las sandalias y armado con la espada debía partir a Atenas en busca de su padre. Cuando Teseo cumplió dieciséis años, Etra consideró que era el momento adecuado para desvelar su secreto. Teseo movió la roca sin ninguna dificultad y se preparó para el viaje. Tanto Etra como Piteo le recomendaron que para ir de Trecén al Ática fuera por mar, pero el joven héroe desoyó los consejos y fue por el istmo de Corinto, un lugar infestado de monstruos y bandidos, queriendo así emular a Heracles, héroe de una generación anterior. En ese viaje hacia el Ática superó varias pruebas: mató a Perifetes, un salteador de caminos, en Epidauro y se apoderó de su maza; en Créncreas asesinó al bandido Sinis, que descuartizaba a los viajeros; igualmente dio muerte a la cerda de Cromión, fiera que había matado a muchas personas y que pasaba por ser la hija de Tifón y Equidna; exterminó al bandido Estirón, a Cerción y a Procrustes. Una vez pasados todos estos incidentes llegó al borde del Cefiso, donde los Pitálidas lo acogieron con agrado y lo purificaron. Cuando Teseo entró en Atenas las cosas no iban bien: Egeo estaba dominado por la maga Medea, que había prometido curarlo de su esterilidad. Medea, al ver al joven, enseguida entendió que se trataba del hijo de Egeo, pero su propio padre no se percató. Medea quiso quitarlo de en medio y le pidió a Egeo que le invitara a un banquete para agasajarlo. La maga puso veneno en su copa, pero, antes de beber, Teseo sacó su espada para cortar la carne y en un acto de anagnórisis Egeo identificó a su hijo. Egeo reconoció oficialmente a Teseo como su hijo ante los ciudadanos y Medea fue repudiada y desterrada. Una vez que se produjo el reconocimiento, Teseo tuvo que luchar contra sus primos, los cincuenta hijos de Palante, que esperaban ser los sucesores de Egeo. Gracias a un heraldo que le contó los planes de sus enemigos, Teseo los aniquiló. 3.1. Teseo salvador de su patria

Teseo va a ser también el salvador de su patria: a consecuencia de la muerte de Androgeo 2, hijo de Minos, rey de Creta, éste había exigido a los atenienses un tributo, pagadero cada nueve años, de siete jóvenes y siete doncellas para entregárselos al Minotauro. Cuando llegó la hora de pagar de nuevo el tributo, los atenienses empezaron a murmurar contra Egeo; para apaciguar esa posible rebelión, Teseo se presentó voluntario para ir a Creta. Al embarcarse el héroe había recibido de su padre dos juegos de velas para el barco: velas negras para la ida, puesto que el viaje era funesto, y velas blancas para que, en el caso de que Teseo pudiera derrotar al Minotauro, las cambiara en el viaje de regreso. Una vez que llegaron a Creta, los muchachos fueron encerrados en el laberinto donde se encontraba el Minotauro. Pero Ariadna, la hija de Minos, había logrado ver a Teseo y se había enamorado perdidamente de él. Antes de que Teseo entrara en el laberinto, la princesa cretense le dio un ovillo de hilo que le serviría para no perderse dentro. A cambio Teseo le prometió casarse con ella y sacarla de su patria. Teseo mató a puñetazos al Minotauro y, gracias al hilo, pudo encontrar la salida. Así que Teseo se embarcó, no sin antes hundir toda la flota cretense para evitar ser perseguido, con sus compañeros de viaje y con Ariadna 3. Cuando ya se divisaba desde el barco la costa del Ática, Teseo olvidó cambiar las velas negras de su nave por las blancas de la alegría por el triunfo. Egeo, que vigilaba la llegada del barco, al percatarse del color negro, pensó que su hijo había muerto y se precipitó al mar, que desde entonces fue llamado mar Egeo. 3.2. Teseo rey del Ática Tras la muerte de Egeo, Teseo asumirá el poder en el Ática. El mito cuenta que su primera reforma fue la realización del sinecismo, es decir, la reunión en una sola ciudad, Atenas, de los habitantes de las diferentes aldeas, constituyéndola además en capital del Estado. Los cambios que realizó en Atenas fueron importantísimos: la dotó de los principales edificios políticos, entre ellos el Pritaneo y la Bulé; instituyó la fiesta de las Panateneas, símbolo de la unidad política del Ática; acuñó moneda; dividió a la sociedad en tres clases (nobles, artesanos y agricultores); y, lo más importante, instauró, en líneas generales, el funcionamiento de la democracia tal como existía en la época clásica. 2 Androgeo era hijo de Minos y Pasífae. Destacaba especialmente en todos los juegos atléticos y acudió a unos que organizó Egeo en Atenas. Androgeo venció a todos los participantes y Egeo, envidioso, lo mandó a luchar contra el toro de Maratón, frente al que el muchacho murió. 3 La historia de Ariadna tiene una continuación triste: en el viaje de vuelta, en una escala que hicieron en la isla de Naxos, Teseo decidió abandonarla; así, cuando Ariadna despertó, se encontró sola en la isla. No obstante, al final la historia acabará bien, puesto que aparecerá el dios Dioniso, quien la hará su esposa.

Otros cambios que realizó en el Ática fue la incorporación de Mégara, ciudad previamente conquistada; señaló la frontera entre el Peloponeso y el Ática, entre los dorios y los jonios; y reorganizó en Corintio los Juegos Ístmicos en honor de Posidón. 4. Perseo El mito de Perseo es uno de los relatos más fabulosos de la mitología griega: es el típico vencedor de monstruos con la ayuda de los dioses y de sus poderes mágicos. Perseo es un gran héroe argivo, hijo de Zeus y de la princesa Dánae. Acrisio, padre de Dánae, había recibido el oráculo de que su hija Dánae tendría un hijo que sería el causante de su muerte. Ante esta noticia, Acrisio quiso evitar que se cumpliera la profecía y construyó una cámara subterránea de bronce para esconder a su hija, de forma que no pudiera tener ningún contacto con un hombre. Pero como ya hemos visto en más de una ocasión, el oráculo siempre se cumple: Zeus, convertido en lluvia de oro, entró por una grieta del techo y mantuvo relaciones con la princesa. Como fruto de esta unión, nació un niño, Perseo. Dánae, con ayuda de su nodriza, pudo dar a luz al niño y mantenerlo oculto durante meses; pero un día el pequeño Perseo, jugando, dio un grito que su abuelo Acrisio oyó. Acrisio no creyó la seducción de Zeus: en primer lugar, mató a la nodriza como cómplice de la unión y, a continuación, encerró a su hija y a su nieto en un cofre de madera, casi como un ataúd, y lo arrojó al mar. El cofre fue flotando hasta la costa de la isla de Sérifos en Asia, donde gobernaba el tirano Polidectes. Dictis, hermano de Polidectes, los recogió de la orilla y los cobijó en su casa, y con el tiempo educó al niño, que pronto se convirtió en un joven hermoso de enorme valor. El problema surgió cuando Polidectes se enamoró de Dánae y no se atrevía a violentarla porque Perseo, siempre guardián de su madre, evitaba cualquier acercamiento a ella. Entonces Polidectes ideó una artimaña para alejar a Perseo de Sérifos: en un banquete propuso la pregunta de qué era apropiado regalar a un rey; los asistentes dijeron que lo mejor era un caballo, pero Perseo apostaba porque el mejor presente sería la cabeza de la Gorgona. Al día siguiente los concurrentes al banquete ofrecieron caballos al rey, mientras que Perseo apareció con las manos vacías. Entonces Polidectes le obligó a que le trajera la cabeza de la Gorgona, en caso contrario abusaría de su madre. Aquí comienzan las aventuras de Perseo que, como iremos viendo, nos recuerdan a las pruebas que el héroe tiene que superar en los cuentos tradicionales. Los dioses Hermes y Atena sienten compasión por el héroe que tan imprudentemente ha aceptado la promesa, y le