Revista Intercontinental de Psicología y Educación ISSN: 0187-7690 ripsiedu@uic.edu.mx Universidad Intercontinental México Muñoz Sánchez, María Teresa Brevísimas reflexiones sobre la amistad cívica en un mundo común Revista Intercontinental de Psicología y Educación, vol. 11, núm. 1, enero-junio, 2009, pp. 153-157 Universidad Intercontinental Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=80212412008 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Cornisa Brevísimas reflexiones sobre la amistad cívica en un mundo común María Teresa Muñoz Sánchez El fin del mundo común ha llegado cuando se ve sólo bajo un aspecto y se le permite presentarse únicamente bajo una perspectiva. H. Arendt p. 151: Sanja Gjenero [www.sxc.hu] p. 152: Collage Javier Curiel Hace algunos años, en el contexto de una serie de intensas reuniones de trabajo, surgieron ciertas diferencias de opinión acerca de la importancia de la amistad en el ámbito laboral compartido. Las discusiones sobre planes y programas de estudio, funciones y competencias de las coordinaciones académicas, diseños de curricula, etcétera, eran entonces y aún hoy apasionadas y, por ello, ríspidas. En ese marco laboral, se planteó la pregunta acerca de si los colegas, los compañeros de trabajo debían o no ser amigos. Aquel cuestionamiento dio lugar a algún artículo de investigación ya publicado. Hoy quisiera compartir con ustedes algunas ideas sobre el mismo tema con relación al cual no he dejado de cuestionarme. En esta breve reflexión quiero, pues, comenzar preguntándome qué puede aportar el concepto de philía politiké ( amistad cívica ) a un análisis sobre nuestro compromiso con la comunidad: cómo puede ayudarnos María Teresa Muñoz Sánchez, Universidad Intercontinental [mmunoz@uic.ecu.mx]. Revista Intercontinental de Psicología y Educación, vol. 11, núm. 1, enero-junio 2009, pp. 153-157. enero-junio 2009 Revista Intercontinental de Psicología y Educación 153
Brevísimas reflexiones sobre la amistad cívica en un mundo común la noción de amistad cívica a pensar un mundo común, compartido. Para responder a esta inquietud, podemos recurrir al vínculo que Aristóteles establece entre amistad y justicia, y a la recuperación que de él hace Hannah Arendt. En la Ética nicomáquea, Aristóteles (2000) establece un nexo ineludible entre ambas nociones: La amistad y lo justo tratan de los mismos objetos y envuelven a las mismas personas [...] la amistad está presente hasta el punto de que los hombres comparten algo en común, pues tal es también el grado en que comparten una visión de lo que es justo. Aristóteles se ocupa muy bien en señalar que este juicio compartido acerca de lo justo no es una identidad de opinión, sino de una concordia (homonoia). En palabras del estagirita: Homonoia es amistad entre conciudadanos, y tal es, en realidad, el uso común del término, pues su esfera es lo que es en el interés común y lo que es de importancia para la vida. Si sumamos a esta idea la siguiente cita de Arendt en la Condición humana (1998: 262), según la cual el respeto no difiere de la aristotélica philía politiké, es una especie de amistad sin intimidad ni proximidad; es una consideración hacia la persona desde la distancia que pone entre nosotros el espacio del mundo, y esta consideración es independiente de las cualidades que admiramos o de los logros que estimemos grandemente, es posible, entonces, establecer un nexo ineludible entre amistad y política, entre comunidad de amigos y comunidad política. Pero no debemos confundir la noción de amistad cívica que Arendt recupera de Aristóteles con la de fraternidad. Es importante diferenciar con claridad la amistad moderna dominada por el eros, de la antigua, caracterizada por la philía. Permítanme citar en extenso: En la Antigüedad se pensaba que los amigos eran indispensables para la vida humana, en realidad, que una vida humana sin amigos no valía la pena de vivirse [Actualmente] estamos acostumbrados a ver la amistad tan sólo como un fenómeno de intimidad, en que los amigos 154 Revista Intercontinental de Psicología y Educación enero-junio 2009
María Teresa Muñoz Sánchez se abren los corazones unos a otros, sin que les moleste el mundo ni sus demandas [...] Así nos resulta difícil ver la pertinencia política de la amistad (Arendt, 1990: 31-32). La amistad entendida como eros destruye la posibilidad de construir un espacio público, de las identidades diversas, plurales. Esta búsqueda de intimidad es criticable, porque significa evitar la disputa, tratar sólo con personas con las que no se entra en conflicto. La excesiva cercanía suprime las distinciones, elimina el mundo compartido, el espacio público que es, por definición, uno de pluralidad y diversidad. En la Condición humana, Arendt afirma que el amor, por razón de su pasión, destruye lo intermedio que nos relaciona y nos separa de los otros (1998). La amistad no significa, en el contexto de la vida pública por supuesto, no en otros contextos ni intimidad ni fraternidad. Los hombres no tienen que ser desconocidos, pero de ahí no se sigue que deban ser hermanos ni íntimos. En cambio, la noción de amistad aristotélica que vincula comunidad, justicia y amistad permite considerar a la primera como elemento indispensable de la vida pública. Según señalé, no se trata de una amistad íntima, sino cívica, lo cual implica el sensus communis. Este sentido común se entiende, de acuerdo con la interpretación de Arendt (1984: 67 y 68), como una especie de sexto sentido que coordina los otros cinco y asegura que las percepciones obtenidas por ellos sean veraces. Desde él adquirimos la sensación de realidad. Tal como la he presentado aquí, la amistad cívica me permite vincular el sensus communis recuperado por Arendt de Aristóteles con la idea de pensar poniéndose en el lugar del otro tomada, a su vez, de Kant. Recordemos que ésta es una forma distinta de pensar para la cual no es suficient estar de acuerdo con el propio yo; por el contrario, consiste en ser capaz de pensar poniéndose en el lugar de los demás. Así, la amistad cívica recobra nuestra inserción en un mundo común, compartido, que se hace explícito mediante la noción de sensus communis y al mismo tiempo abre a la posibilidad de pensar sin perder lo que nos hace únicos, y nos distingue de aquellos con quienes compartimos juicio. enero-junio 2009 Revista Intercontinental de Psicología y Educación 155
Brevísimas reflexiones sobre la amistad cívica en un mundo común En los juicios políticos se adopta una decisión que, si bien mediada por lo subjetivo esto es, por el lugar que la persona que juzga ocupa en el espacio compartido, deriva de la realidad del mundo dada por el hecho de que éste es lo común a todos. La posibilidad de juzgar poniéndose en el lugar del otro y el sensus communis sólo pueden vincularse con la justicia mediante la amistad cívica. Siguiendo a Aristóteles, aquello que los amigos tienen en común es una opinión de lo que es justo. El vínculo entre el sensus communis aristotélico y el pensar amplio kantiano nos permite recuperar la validez del juicio político. No se trata de un juicio subjetivo y, por ello, particular, pero tampoco de una forma de conocimiento de corte universal. El pensamiento político es representativo; me formo una opinión tras considerar determinado tema desde diversos puntos de vista, recordando los criterios de los que están ausentes; es decir, los represento. Este punto de vista no implica adoptar ciegamente los puntos de vista reales de los que sustentan otros criterios y, por tanto, miran hacia el mundo desde una perspectiva diferente; no se trata de empatía, como si yo intentara ser o sentir como alguna otra persona ni de contar cabezas y unirse a la mayoría, sino de ser y pensar dentro de mi propia identidad como en realidad no soy. Cuantos más puntos de vista diversos tenga yo presentes cuando estoy valorando determinado asunto, y cuanto mejor pueda imaginarme cómo me sentiría y pensaría si estuviera en lugar de otros, tanto más fuerte sería mi capacidad de pensamiento representativo, y más válidas mis conclusiones, mi opinión (Arendt, 1996: 254). Así, es posible afirmar que juzgar es juzgar con, y juzgar con es ser amigo. Juzgar bien es lo principal de la política (Beiner, 2003: 143). El concepto de philía politiké amistad cívica o respeto constituye el punto clave para comprender el juicio político como ámbito para la acción deliberativa en la constitución del espacio público, un ámbito de convivencia y respeto. Así, este tipo de concordia (la amistad cívica) existe entre los hombres buenos. Ellos son de una misma opinión consigo mismos y unos 156 Revista Intercontinental de Psicología y Educación enero-junio 2009
María Teresa Muñoz Sánchez con otros... Desean lo que es justo y lo que va en interés común, y estas son sus metas comunes. Los hombres malos, en cambio, no pueden vivir en concordia, salvo en pequeño grado, así como no pueden ser amigos (Aristóteles, 2000). Lo que los amigos tienen en común es una opinión compartida de lo que es justo, y en esa medida, la amistad cívica es una forma de construir comunidad, de compartir mundo. Bi b l i o g r a f í a Arendt, H. (1984). La vida del espíritu. El pensar, la voluntad y el juicio en la filosofía y en la política (trad. Ricardo Montoso y Fernando Vallespín). Madrid: Centro de Estudios Constitucionales. (1990). Hombres en tiempos de oscuridad. Barcelona: Gedisa. (1996). Verdad y política. En Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política. Barcelona: Península. (1998). La condición humana. Barcelona: Gedisa. Aristóteles (2000). Ética nicomáquea (Intr. T. Martínez, trad. y notas Julio Pallí). Madrid: Gredos. Beiner, Ronal (2003). Hannah Arendt y la facultad de juzgar. En Hannah Arendt. Conferencias sobre la teoría política de Kant. México: Paidós. enero-junio 2009 Revista Intercontinental de Psicología y Educación 157