MIS ESCRITOS SOBRE LOS HOMBRES Y SUS ACONTECERES (PARTE DE FISIOLOGÍA PREHUMANA)



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Transcripción:

MIGUEL GARCÍA VIVES CARMEN MARÍA GARCÍA MARTÍNEZ ANTÓN RAFAEL GARCÍA MARTÍNEZ MIS ESCRITOS SOBRE LOS HOMBRES Y SUS ACONTECERES (PARTE DE FISIOLOGÍA PREHUMANA) Colección SOCÍNHIVE Córdoba 2002

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicasen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio sin la preceptiva autorización Veintinueve de Julio del año 2002 ISBN: 607-5381-6 Depósito Legal: CO-1156-02 Córdoba Julio del Año 2002 Miguel García Vives Portada: Los investigadores ciegos (Óleo de Carlos Ramírez de la Lastra ) Pinacoteca RAVI Editado en los Servicios de Reprografía Y Publicaciones de la Facultad de Veterinaria De la Universidad de Córdoba DON FOLIO RANK XEROX 3FK 212/7320201 Xerox 5390

MIS ESCRITOS SOBRE LOS HOMBRES Y SUS ACONTECERES Equipo de investigadores y colaboradores de RAVI: (por orden alfabético) Julio Alcántara Roldán E. Javier de Alonso Hernández Felipe Carracedo Anula Juan Manuel Fernández Romero Antón García Martínez Carmen García Martínez Miguel García Martínez Miguel García Vives Arturo González Rivero Carmen López Casaseca Carlos Ramírez de la Lastra Jaime Sanchez Montero i Fillol José Serrano Camarasa y Francisco Torrent Guasp

PARTE DEL LIBRO, ESCRITA PARA COMUNICAR MIS REFLEXIONES SOBRE LOS ACONTECERES DE LOS ANIMALES PREHUMANOS

CAPÍTULO XV MIS PRIMERAS TEORÍAS SOBRE LAS DOS CONEXIO- NES OÍDO-LARINGE 1.- Principales dificultades. El lector puede suponer, al leer cuanto llevo escrito en el volumen precedente, que mantengo dos opiniones contradictorias. Por un lado afirmando que los procesos lingüísticos no constituyen una consecuencia más o menos inmediata del gritar animal. Y por otro, como parece deducirse de mis susodichas explicaciones, diciendo que, en los hombres, los procesos de exclamar e interjectar pueden adquirir un carácter lingüístico o, al menos, prelingüístico. Me ha llegado el momento de deshacer el equívoco. Niego que entre el gritar animal y el hablar humano se haya ocasionado, evolutivamente, una secuencia directa más o menos inmediata, pero reconozco que ambos procesos, como procesos percepto-neuro-musculares, tienen en común el estar ocasionados por mecánicas paleoencefálicas y neoencefálicas y, asimismo, acontecer en animales equipados de laringe, pabellones auditivos, órganos sexuales, aparato digestivo, etc. Por ello, en los procesos lingüísticos se activan, en parte, las mecánicas del gritar animal; y sus fenomenologías pueden parecer similares. Ahora bien, la característica que singulariza a los procesos lingüísticos y me permite catalogarlos como estrictamente humanos, sin precedencia filogenética en el gritar animal, consiste en la intervención, en ellos, de unos mecanismos inéditos en los restantes animales, aunque se correlacionen fisiológicamente con los mecanismos estimulativos, perceptoriales y sensitivos auditivos, aunque deriven evolutivamente de aquellos mecanismos que, efectivamente, intervienen en los procesos percepto-neuro-musculares memorísticos y cognitivos ocurrentes en el resto de los animales antropoides, tal y como he expuesto en las páginas anteriores. Me estoy refiriendo a la activación, en los hombres, del SISTEMA SIGNIFICATIVO. Yo he dedicado gran parte de mi vida al estudio de cómo el hombre comenzó a hablar diferenciándose del resto de sus parientes animales. En un principio, no podía colegir si el exclamar y el interjectar animal habían derivado en el pronunciar humano o si, por el contrario, dicho hablar humano había surgido independientemente de dicho exclamar e interjectar. Tardé muchos años en enfocar de manera pertinente el problema, pues presuponía que a los pequeños australopitecinos, de hace unos 9 ó 10 millones de años, y a sus descendientes, me estaba vedado el investigarlos, ya que de sus restos 469

óseos y pétreos hallados no podía deducir su fisiología parlante. Hasta que un día, casi de repente, caí en la cuenta de que tenía un amplio material en el que experimentar: los niños actuales. En efecto: los niños desde que nacen hasta que comienzan a desarrollar sus funciones de hominización constituyen un material idóneo para una amplia experimentación sobre cómo se les producen sus primeros aconteceres lingüísticos. Pero el problema, después de analizar a cientos de niños, continuaba en pié. Los niños, al nacer, tras su primer grito, me presentaban dos grupos de fenómenos diferentes. Por un lado su llanto, sus gritos, sus exclamaciones e interjecciones, tal y como hacen el resto de los animales antropomorfos. Y por otro sus gorjeos, procesos ecolálicos y balbuceos, como precedentes de su hablar articulado. Y yo no sabía cómo conjuntar ambos, tan diferentes, grupos de fenómenos. Tardé mucho tiempo en descubrir que, independientemente de su gritar exclamativo e interjectivo, en los niños se iniciaban unas singulares mecánicas, las mecánicas significativas, quimioeléctricas y electromagnéticas; y que estas singulares mecánicas se activaban en los niños en unos específicos espacios anatómicos, al conectarse con sus diferentes estimulaciones auditivas y con las muy varias movilizaciones de sus aparatos fonéticos, dando lugar a que dichos niños experimentasen los procesos lingüísticos de escuchar y de pronunciar que, a su vez, daban lugar a que desarrollasen unas funciones específicas, a las que denomino, genéricamente, funciones de hominización y, de manera particular, funciones de comprender o cosificar, recordar, revivir, razonar, industriar, etc. Y que estos hechos, como he antedicho, les acontecían independientemente de su gritar. Tardé mucho en descubrirlo hasta que, debido a los adelantos técnicos y a la iniciativa experimental de un investigador danés, de repente, llegó un momento en el que no tuve duda alguna en su solución. Los nuevos aconteceres, estrictamente humanos, que, tras mucho tiempo de vacilaciones, llegué a plantearme de manera pertinente como cuestiones fueron los siguientes: A qué espacios anatómicos denomino Sistema Significativo?. A qué específicas mecánicas, activadas en dicho sistema significativo, denomino Significaciones? Cómo, las estimulaciones auditivas, al activar nuestro sistema significativo, nos posibilitan, a los hombres, el desarrollar nuestras funciones de comprender, recordar, etc., nuestro particular medio? Cómo, las funciones de comprender, recordar, etc. nuestro entorno, nos ocasionan el que activemos nuestras mecánicas pronunciadoras? Y, sobre todo Cómo comienza a activarse nuestro Sistema Significativo? Ya, en las páginas anteriores, he detallado los resultados audio-fonéticos que he obtenido en mis estudios sobre los animales superiores. Desde este momento voy a explicar otros resultados que he obtenido respecto a los fenómenos audio-fonéticos, derivados de mis experiencias con niños, que me han hecho comprender cómo aparece, en ellos, el sistema significativo. En efecto; en los hombres adultos, todos estos aconteceres fisiológicos presentan una fenomenología muy compleja, cuya comprensión resulta difícil. Pero antes de llegar a dicha complejidad fisiológica, el hombre es niño. En el niño recién nacido podemos observar fácilmente ciertos detalles, por aislado, conforme se presentan, detalles que nos 470

pueden hacer entrever aquellas complejas mecánicas que nos individualizan respecto al resto de los animales. Analicémoslos uno a uno. Y supongo haber expuesto las principales dificultades que hallé cuando era joven ante el problema del origen del pronunciar y escuchar de los hombres. 471

2.- Procesos prehumanos percepto-neuro-musculares consecuentes a la conexión oído-laringe subcortical Un niño recién nacido, tras su inicial gritar al sentir dolor, tras exclamar al respirar por primera vez, debido al cambio de sus relaciones funcionales con su nuevo entorno, irá activando, paulatinamente, aquellas mecánicas que posea programadas filogenéticamente; y las irá conectando, posteriormente, con sus nuevas mecánicas repetitivas y variables, las ocasionadas por sus nuevas estimulaciones perceptoriales, aquellas que se vaya programando ontogénicamente según las tres mecánicas de Kandel. He comprendido, desde hace ya algunos años, que la espectacular aparición, en el mundo, que constituye el nacimiento de un niño, no significa el comienzo de sus correlaciones orgánicas con su medio, sino que el cambio del susodicho ambiente implica, tan solo, un cambio en la fisiología del embrión, al transformarse en niño. Y que a ambos individuos debemos considerarlos prehumanos. En el embrión, intrauterinamente, cada una de sus células se activa con mecánicas exclusivamente intracelulares, experimentando procesos celulares y desarrollando, cada célula, funciones celulares respecto a su entorno extracelular. No experimentan, pues, los embriones prehumanos, en unidad de acción, procesos percepto-neuromusculares y, por lo tanto, se hallan imposibilitados para desarrollar funciones embrionarias, respecto a su medio externo. La razón me parece consecuente: sus neuroblastos constituyen corpúsculos funcionalmente aislados entre sí, las mecánicas sinápticas aún no se activan entre sus protoneuronas. En cambio el niño, desde el momento de su primera inspiración, comienza a activar sus mecánicas interneuronales, sinápticas: Primero las programadas filogenéticamente, tal y como expuse al tratar sobre sus impulsos biológicos de hambre. Y, más tarde, las programadas ontogénicamente, las que estructuran sus circuitos repetitivos y variables. Estas últimas conexiones interneuronales cuando ya están firmemente estructuradas y conjuntadas con las filogenéticas, posibilitan al niño para que, actuando ya como unidad orgánica individual, vaya experimentando holísticamente, cada vez con mayor precisión, sus procesos percepto-neuro-musculares cognitivos y memorísticos y desarrolle, asimismo cada vez con mayor eficacia, sus funciones aferentes y eferentes respecto a su entorno extra-infantil. Sí; las células que conforman los zigotos, gástrulas, blástulas, embriones y niños (éstos, hasta un momento determinado, el de su nacimiento), solo activan mecánicas intracelulares, experimentan procesos celulares y desarrollan funciones celulares. Este hecho, que estoy aseverando, lo he verificado empíricamente tal y como explicaré más adelante cuando en uno de los apéndices de esta obra me refiera a los procesos de revivir. 472

Pero, sean cuales sean los efectos orgánicos que las estimulaciones membranosas de las células embrionarias ocasionen en los somas de dichas células, mi conclusión es que, cuando nace un niño, entonces y solo entonces, comienza a activar y fijar, ontogénicamente, un crecido número de mecánicas cognitivas y memorísticas pluricelulares en conjunción con sus previas programaciones filogenéticas. Así pues, las activaciones intracelulares, quimioeléctricas y electromagnéticas, que ocurren en los embriones, constituyen una especie de puesta a punto, o transformación inicial, de neuroblastos a neuronas; puesta a punto o transformación que va a servir para que, ya unitariamente, después de nacido el niño, le puedan acontecer, holísticamente, pluricelularmente, unos procesos específicamente prehumanos: Los gorjeales, ecolálicos y balbuceales. He dicho que la primera estimulación auditiva, con la que se activa el niño recién nacido, se halla constituida por su inicial gritar exclamativo, ocasionado por sus propias activaciones tálamo-simpáticas, al desarrollar su primera función respiratoria aspirando y espirando el aire que le constituye su entorno. Éste debe considerarse el primer acontecer en el que se incorporan, en unidad de acción funcional, sus inéditas, hasta ese momento, mecánicas auditivo-fonéticas corticales y subcorticales, al experimentar su primer proceso de hambre y al desarrollar sus primeras funciones alimenticias, de manera conjunta con su percibir y con su sentir auditivos --considero que el respirar, el beber y el comer constituyen funciones alimenticias mediante las cuales incorporamos, aferentemente, en nuestro soma, substancias gaseosas, líquidas y sólidas del medio ambiente--, conjunción que había estado potenciándose en el estado embrionario. A partir de ese momento, tras el nacimiento del niño, otras estimulaciones auditivas se le activarán, ocasionando que el niño experimente sus primeros procesos memorísticos. Y, por otro lado, las prosecutivas estimulaciones perceptoriales, provenientes de sus restantes sistemas y órganos propioceptivos y exteroceptivos, comenzarán, poco a poco, a establecer estructuras multisinápticas y gliales constituyendo sus primeros procesos cognitivos. De este modo al igual que las auditivas que modelan su memorizar--, las diferentes estimulaciones visuales, táctiles, olfativas, digitales, epidérmicas, auditivas, etc. que se activan en el niño, van modelando sus procesos cognitivos. Y resulta así, percibiendo y sintiendo conjuntamente, cómo se van estructurando, en los niños, las mecánicas variables y repetitivas, en sus áreas asociativas corticales y subcorticales. Entre todos los circuitos neuronales y campos gliales, que se van estructurando y conectando en los niños, destacan muy pronto, por su utilidad para la supervivencia de los susodichos niños, los ocasionados auditivamente, al motivarles el que experimenten, cada vez más, procesos memorísticos, que les permiten, de manera práctica, el poder llegar a satisfacer su sentir hambre, sed, etc; así como a calmar su dolor, sus picazones, etc. Estoy aludiendo a la estructuración de los primeros procesos memorísticos prehumanos, que queda claramente expuesta en el siguiente esquema: 473

Figura 81 En las mecánicas, procesos y funciones que acabo de esquematizar, he representado, aunque sucintamente, unas prosecutivas activaciones mecánicas que actúan, reforzándose, en secuencias continuas. Me repito: El niño siente hambre y llora; si la madre le acerca el pecho deja de llorar, pasando, según he expuesto, a succionar y tragar leche; con ello, si más tarde vuelve a sentir hambre, llora y experimenta un proceso memorístico de su sentir hambre, y, claro es, como no se le acerque el pecho, llora con mayor intensidad. Cada vez que, después de llorar, se le acerca el pecho o el biberón su memorizar queda reforzado. En estos iniciales procesos memorísticos del niño queda claro que sus conexiones oídolaringe subcorticales al reforzarse más y más, hasta llegar al estado que en la figura 81 he calificado de rabieta, debemos calificarlas de utilísimas para su supervivencia individual y de especie. Pero, una vez nacidos, los niños no se limitan a experimentar estos precisos procesos fonéticos y auditivos, sino que, de manera progresiva, los niños se estimulan auditivamente con el hablar de los padres, con el ladrar de los perros, con la música de la radio, con el ruido de los automóviles, con todas aquellas rarefacciones aéreas que denominamos "ondas sonoras" y que inciden en sus sistemas auditivos. Y, como de todos es sabido, las estimulaciones que se activan en los niños no se reducen a las auditivas, sino que también, de manera simultánea, poco a poco, los niños se activan visual, gustativa, digital, epidérmicamente, etc., estructurándose en ellos, de manera coordinada, sus 474

circuitos repetitivos y variables, experimentando sus procesos de conocer y de memorizar. En estas etapas del aprendizaje y modelado de sus procesos cognitivos y memorísticos, que me hallo describiendo a grandes rasgos, los niños no conocen "cosas estructuradas espacialmente"; no. Y, en contra de la afirmación de los psicólogos de la Gestalt, vuelvo a repetir que el "CONOCER" animal, prehumano y humano, al que me estoy refiriendo, debe ser considerado como series de prosecutivas mecánicas quimioeléctricas y electromagnéticas que se activan y propagan por diferentes y determinados espacios anatómicos, hasta que el niño, en cuestión, se activa neuro-muscularmente. Por lo tanto, al escribir el grafismo "CONOCER", lo hago, gramaticalmente, como verbo intransitivo; así lo debe admitir y asumir el lector, al leerlo, si quiere comprender, precisamente, lo que le quiero comunicar. Mi afirmación es fácil de verificar empíricamente en el caso del conocer visual. a) Observando el progresivo desarrollo de las funciones visuales de quien, siendo ciego al nacer, recupera la normalidad de sus mecánicas visuales en edad adulta. En estos casos, al comienzo de su recuperación perceptorial y sensitiva visuales, los pacientes no comprenden visualmente objetos, formas, cosas precisas, no cosifican, sino que, como los animales, tan solo conocen visualmente, al ser estimulados por su entorno; y se movilizan en consecuencia. b) Mirando y andando hacia delante, procurando no denominar --no solo limitándonos a no denominar pronunciando en voz alta, sino incluso procurando no denominar sin llegar a pronunciar-- cualquier objeto que quede incluso en nuestro campo visual. En estos caso, al no denominarlos, tampoco comprendemos visualmente los objetos, las formas, las cosas precisas de nuestro entorno, sino que tan solo conocemos; y, por lo tanto, como los animales, no cosificando nuestro entorno, nos movilizamos adecuadamente, andando y no topando, comiendo alimentos y no los cubiertos o los platos, etc. Precisamente cuando comenzamos a denominar, cuando cosificamos aquello que denominamos, es cuando comprendemos visualmente, tridimensionándolas, las cosas de nuestro particular entorno. De este modo, los niños, conociendo y memorizando cada día con una mayor intensidad y con una mayor coordinación percepto-neuro-muscular, van fijando sus miradas, afinando su oído, precisando sus tactos, correlacionándose, en suma, con su entorno de una manera cada vez más eficaz para conseguir su supervivencia ontogénica. Estos aprendizajes de sus coordinaciones percepto-neuro-musculares le serán muy convenientes, al niño en cuestión, para poder desarrollar, en el futuro, sus funciones de hominización, ya que éstas requerirán una estricta sincronización entre sus diferentes circuitos variables y repetitivos según las mecánicas de Kandel. Pero he podido detectar que a los antropoides y a los niños, aparte de las mecánicas, procesos y funciones descritas y entre las que he destacado como muy importantes, para su memorizar, sus conexiones oído-laringe subcorticales--, que pueden ser consideradas como mecánicas, procesos y funciones meramente animales, les ocurren otras mecánicas y otros procesos que, ya, deben ser consideradas/dos como exclusivamente prehumanas/nos y como precedentes animales de la conexión oído-laringe cortical. Me refiero a aquellos procesos corticales que denomino gorjeos y que están fundamentados 475

por las mecánicas que, de manera genérica, voy a aludir como conexiones oído-laringe corticales. 476

3.- Los antropoides incluidos los niños-- gorjean El hecho de gorjear constituye un acontecer común y exclusivo a todos los antropoides en sus primeros meses de edad. El hecho de gorjear, ocurrente, por lo tanto, en todos los niños, constituye, en mi opinión, un hecho trascendental para, tras su meticuloso análisis, poder explicar, razonándolo, desde las perspectivas filogenética y ontogénica, la manera cómo experimentaron nuestros antepasados los australopitecos sus primeros procesos lingüísticos, y cómo experimentan nuestros niños sus primeros procesos lingüísticos. Las mecánicas neuronales y gliales que ocasionan los procesos gorjeales, deben considerarse desde las dos perspectivas, la filogenética y la ontogénica. La importancia que atribuyo a las mecánicas integrantes del susodicho gorjear, como mecánicas prehumanas indispensables para la ulterior experimentación de los procesos lingüísticos, me obliga a precisar su fenomenología. Éste, opino, va a ser el primer paso explicativo para comprender las, hasta ahora inexplicadas fisiológicamente, singularidades humanas. En los niños, el primer gorjear que transcribo así: "AMMA", nasal, precede, según mis experiencias, a la articulación de los otros gorjeos labiales, dentales, etc. Aduce Pierre Olerón, (en TRATADO DE PSICOLOGÍA DEL NIÑO. Tomo IV. LA ADQUISICIÓN DEL LENGUAJE. Pág.. 80. Ediciones Morata.): <Las actividades que caen bajo la denominación de "balbuceo"..., comienzan a manifestarse de modo bastante sistemático hacia el final del segundo mes (...) Entre sus primeras apariciones y el comienzo de la palabra, tiene lugar una evolución que hace pensar en la existencia de varios tipos que se suceden, cuya distinción puede establecerse sobre la base de los cambios de la composición acústica y la complejidad de las producciones. El primer estado se denomina con frecuencia "GAZOUILLIS" (cooing en inglés), siendo el segundo el balbuceo propiamente dicho (...). Las emisiones del primer periodo comprenden una gran variedad de sonidos, parte de los cuales en nada guardan relación con los fonemas de lengua alguna: "cocleos", "chasquidos", "graznidos" (Ombredane 1935, 75) ni tampoco con los de la lengua materna: "todos los fonemas que el sistema vocal humano puede producir, inclusión hecha de las vocales y consonantes arrastradas del francés (en un niño americano); las inflexiones y sonidos guturales del alemán y otros muchos que solo pueden describirse con la ayuda de símbolos fonéticos (Osgood 1953, 684); los clics propios de ciertas lenguas africanas, que emiten los pequeños europeos (Leopold 1939), etc.>. Las mecánicas de producción de nuevos y nuevos gorjeos se interrumpen, aproximadamente, hacia los seis meses de edad postnatal, tanto en los animales antropoides como en los niños sordos. Los niños audientes, por el contrario, pasan a experimentar otros procesos, merced a la puesta en marcha de otras mecánicas, éstas ya exclusivas de la especie humana, que les ocasionan los procesos ecolálicos y, más tarde, los balbuceales. El primer gorjear que, en mis experiencias con niños, he percibido auditivamente se halla ocasionado por las mismas mecánicas miofibrilares, de los músculos 477

del conjunto buco-nasal, merced a las cuales el niño succiona la leche del pecho materno o del biberón, pero sin llegar a desarrollar la succión láctea, inhalando y exhalando, tan solo, aire vibrante. Lo transcribo gráficamente como "AMMA". (Para esta transmisión gráfica del gorjear he hecho omisión de los signos fonéticos convencionales entre los autodenominados lingüistas). Recientemente, observaciones personales efectuadas por uno de los investigadores de RAVI, Carmen López Casaseca, me han hecho reflexionar en lo siguiente: Tal vez en las niñas, el primer gorjear que emiten no pueda graficarse como "AMMA", sino como un gorjear intermedio entre "ATTA" y "APPA", diferenciándose de los niños que, generalmente, gorjean "AMMA". Esta posible diferenciación del primer gorjear debiera, tras ser verificada empíricamente, si es correcta, ser estudiada detalladamente en sus causas y en sus consecuencias. Pero paso a precisar con mayor detalle el gorjear infantil. 478

4.- Mi teoría sobre los niños y su primer gorjear. Las denominaciones, en muy diversos idiomas y en muy diferentes épocas, con articulaciones fonéticas similares, aludiendo a la madre, a los parientes próximos, a la leche materna, al seno, a la persona que les suministra los primeros alimentos, al aya, a la relación niño pequeño-alimento, en suma al entorno alimenticio, en mi opinión, se debe a que tales denominaciones, primeras, considerando ontogénica y filogenéticamente a los especímenes humanos, derivan de un común primer gorjear y de los subsiguientes procesos de ecolalizar y balbucear de los niños. Los datos recopilados y suministrados por Bertil Malmberg, en su libro LA LENGUA Y EL HOMBRE, indudablemente, confirman dicha aseveración teórica. LATÍN. AMA, PECHO: mama; diminutivo: mamilla. (FRANCÉS: mamelle; ES- PAÑOL: mama). COMIDA: mandere, manducare. (FRANCÉS: Manger). MADRE: mater. (FRANCÉS: mère. ESPAÑOL: madre, mamá. SÁNSCRITO. COMIDA: Mansa, mas. TÍO: mama. MADRE: matar. LITUANO. MUJER: móte. ALBANÉS. HERMANA: motre. MADRE: ama. SUECO. NODRIZA: amma. AMAMANTAR: ama, ma. MANCHUR. PADRE: ama. MADRE: eme. NORUEGO ANTIGUO. ABUELA: amma. GRIEGO. NODRIZA: maîa. MADRE: meter. ALEMÁN DIALECTAL. TÍA, SEÑORA: muhme, mome, muome, mone. MADRE: mutter. HOLANDÉS. SEÑORA: moei, muoia. HEBREO. MADRE: 'em. ASIRIO. MADRE: ummu. ALBANÉS. MADRE: ama. VASCO. MADRE: ama. 479

Pronunciaciones infantiles, en distintas lenguas, sinónimas a "MADRE": mama, mamma, mamun, mammi, mammy, mon, mossa, mans, mums, etc. Según lo que he expuesto anteriormente, debiera efectuarse un estudio de las pronunciaciones infantiles "ATTA" y "APPA" en los diversos idiomas. Pero, como he antedicho, las mecánicas del gorjear se interrumpen hacia los seis meses postnatales, tanto en los animales antropoides como en los niños sordos. En cambio, los niños audientes, prosiguen experimentando otras mecánicas las ecolálicas-- y otros procesos a los que denomino, de manera genérica, ecolalizar. Y paso a explicarlos. 480

5.- Los niños ecolalizan. El niño que gorjea, no experimenta dichos procesos en estado talámico de intensa simpatía o parasimpatía. En el primer caso, como el resto de los antropoides, exclamaría o interjectaría; en el segundo caso se dormiría. En mis experiencias con niños he hallado que el estado ideal, para que un niño gorjee, es el de su equilibrio simpático-parasimpático. He encontrado que en la penumbra, en el silencio ambiental, en su cuna, lo más cómodo posible, es cuando el niño se halla en estado propicio para gorjear. Mi explicación es la siguiente: Los niños para poder gorjear deben activar tan solo sus mecánicas corticales sin interferencia alguna por parte de sus restantes mecánicas subcorticales. Cuando el niño se activa talámicamente, excitativa o inhibitivamente, su gorjear se interrumpe. Como he expuesto antes, en el primer caso exclama o interjecta; en el segundo caso se duerme. Esto que estoy exponiendo debe considerarse como trascendental para poder efectuar una correcta interpretación de las mecánicas que seguidamente van a dar lugar al hecho de que el niño experimente procesos ecolálicos y balbuceales, terminando por experimentar procesos lingüísticos. El niño gorjeal, al gorjear, se estimula auditivamente a sí mismo. En consecuencia percibe auditivamente. Y no siente auditivamente supuesto que, como he aventurado unos renglones más arriba, su sistema nervioso subcortical no interviene mecánicamente en estos procesos, al hallarse inhibido debido a su estado de equilibrio simpáticoparasimpático. La fenomenología observable me indica que las propagaciones quimioeléctricas y electromagnéticas, tras percibir acústicamente el niño gorjeal, se orientan tan solo, en él, hacia su musculatura pronunciadora, convirtiendo su gorjear en un incontenible parloteo, inacabable, mientras se halla en estado vigil de equilibrio simpáticoparasimpático. Las pruebas de estas afirmaciones las voy a suministrar ahora, al tratar del ecolalizar infantil. Aprovechando las mecánicas de su gorjear --de ejercitar su sistema fonético muy diversamente en equilibrio simpático-parasimpático--, los niños, llegados a un momento impreciso que puede variar entre sus seis meses postnatales y sus ocho meses postnatales, al estimularse auditivamente, merced a la intervención de sus mecánicas cerebelosas y merced a la intervención de su conexión cortical oído-laringe, gorjean nuevamente en clara repetición. Ésta es una afirmación de enormes consecuencias en mis explicaciones: Los niños audientes, en la época imprecisa que he señalado, comienzan a modificar sus gorjeos al remedar con unas, cada vez más claras, ecolalizaciones, aquellas estimulaciones auditivas que más se les activan y que les son ocasionadas auditivamente, aparte de por su propio gorjear, por el pronunciar repetitivo de sus padres y hermanos. Los niños suelen ir reduciendo sus procesos de gorjear, poco a poco, mientras aumentan sus procesos de ecolalizar, de remedar fonéticamente cuanto escuchan. Esta es la razón de que, paulatinamente, los niños ecolálicos, conforme progresan en su ecolalizar, vayan disminuyendo aquellas sus emisiones gorjeales que no se correspondan con el idioma que hablen sus padres. Ello explica, por ejemplo, que los niños franceses, que gorjean la rr fuerte, al no poder seguir estimulándose auditivamente con la rr fuer- 481

te, al no pronunciarse en Francia por los adultos, dejen, poco a poco, de emitirla en su ecolalizar, llegando al momento en que, por falta de ejercicio mecánico, auditivofonético, se hallan imposibilitados para ecolalizarla. Los procesos de ecolalizar, como los de gorjear, requieren, para que los niños los experimenten, el que éstos se hallen en estado vigil de equilibrio simpático-parasimpático. La necesidad de que los niños experimenten éstos procesos --los de gorjear y los de ecolalizar--, como premisas necesarias y previas para que, en una época más tardía, con la aparición de sus procesos de balbucear, puedan experimentar sus primeros procesos lingüísticos o monemas, según André Martinet, será apreciada por los lectores, unas páginas más adelante, cuando explique los procesos de balbucear y, sobre todo cuando me extienda detallando los pormenores mecánicos de las "dos conexiones oído- laringe". He aquí tres esquemas comparativos con las observaciones de Otto Jaspersen (en NATURALEZA Y ORÍGENES DEL LENGUAJE. 1970), con las de André Martinet (de observaciones hechas sobre su hija menor y comunicadas al autor) y con las del autor (de observaciones hechas en sus experiencias personales) Meses 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 Figura 82 Meses 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 Figura 83 482

Meses 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 Figura 84 483

6.- Mi opinión respecto a las mecánicas fisiológicas que fundamentan los procesos descritos. A qué mecánicas fisiológicas se debe el hecho sorprendente de que los antropoides experimenten sus procesos de gorjear? El primer gorjear, la articulación "amma", se enuncia oralmente gracias a los precisos deslizamientos óseo-musculares del aparato buco-nasal que, por un lado, tienen relación con las mecánicas inherentes al ritmo respiratorio, y, por otro, con las mecánicas que se activan en los antropoides cuando desarrollan sus funciones succionadoras alimenticias. La motivación fisiológica, en los antropoides, de su primera articulación gorjeal es, pues, doble. Surge, en primer lugar, como consecuencia de la vibración de las cuerdas vocales, al respirar. Esta vibración, ya lo he indicado y lo explicaré más detalladamente en páginas inmediatas, aparece evolutivamente, considerándola filogenéticamente, conjuntamente con la vibración receptora --es decir, preauditiva-- de las vibraciones de la primitiva membrana celular. Y se origina, en segundo lugar, de similar manera a cómo se ocasionan los movimientos de succión de la leche del pecho materno y de exhalación del aire pulmonar; succión y exhalación desencadenadas hipotalámicamente como consecuencias de las activaciones de las mecánicas --según ya he indicado también-- de hambre y de sed. Como los niños experimentan su gorjear en estado de equilibrio simpáticoparasimpático, dichas articulaciones, consideradas filogenéticamente, no parecen proceder, evolutivamente, del gritar animal. La argumentación es clara: El gorjear de un niño no puede activarse mecánicamente como consecuencia de la intervención quimioeléctrica y electromagnética del sentir del mismo niño, ya que en dicho caso, al intervenir el tálamo, hipotálamo, etc., en vez de articular, el niño exclamaría o interjectaría. Y, como he expuesto varias veces, los niños, para poder gorjear, así como para poder ecolalizar, requieren que su soma se halle en un estado de equilibrio simpático-parasimpático, propicio para conservar su homeostasis respecto a su medio. En el caso de que su sentir hambre, o sus estimulaciones perceptoriales, fueran demasiado intensos, roto el equilibrio homeostático, los niños activarían sus circuitos cognitivos y memorísticos, percibiendo y sintiendo, experimentando procesos cognitivos y memorísticos; y dejarían, instantáneamente, de experimentar sus procesos de gorjear o de ecolalizar; experimentando, en su lugar, los de gritar, exclamando o interjectando. Esta suposición es consecuente con muchas experiencias realizadas por el autor. 484