Discurso de la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, en la Universidad Nacional de San Martín Perspectivas del Nuevo Humanismo en el Siglo 21 Buenos Aires, 1 de diciembre de 2010 Ilustre Señor Rector de la Universidad Nacional de San Martín Don Carlos Rafael Ruta; Autoridades universitarias, profesores y alumnos; Honorables señoras y señores: Ante todo quisiera decirles el enorme placer que representa para mí estar en Buenos Aires en este claustro académico que hace honor a la memoria del héroe nacional de su país, José de San Martín, en este año en que se celebra el bicentenario de la independencia de la Argentina. El Libertador José de San Martín fue un incansable defensor de la libertad, artífice de la independencia de varias naciones de America del Sur, y fue también un opositor a todas las formas de opresión. Quiero aprovechar el honor que esta casa de estudios me confiere al otorgarme un Doctorado Honoris Causa para rendirle homenaje. José de San Martín nos ha dejado como legado un mensaje de libertad y humanismo que debe inspirarnos aún hoy. Cuando al final de su vida redacta sus Máximas para su hija única Merceditas, la insta a humanizar su carácter y es precisamente el humanismo, la búsqueda de un nuevo humanismo acorde a nuestro tiempo, la tarea fundamental que todos estamos llamados a compartir. Recibir el Doctorado Honoris Causa de esta joven y prestigiosa institución representa para mí un especial privilegio, además de un honor que, en mi DG/2010/135 Original : Español
persona, se hace a la Organización que dirijo. Recibirlo en ocasión de mi primera visita oficial a la Argentina acrecienta mi alegría y mi sincera emoción y les estoy muy agradecida por ello. Todos estamos naturalmente vinculados a partir de nuestra condición de seres humanos. En lo colectivo, existe una comunidad humana que comprende la familia, los amigos, la escuela, la ciudad; tal comunidad se va ensanchando hasta abarcar a todos los seres humanos del planeta, cuyas relaciones y causas comunes debieran ser más fuertes y más relevantes que sus diferencias. A partir de la premisa anterior, debemos tener presente el imperativo de actuar con el fin de establecer los valores para una nueva comunidad humana y esto es hoy mucho más importante y urgente que nunca. Lo que los primeros humanistas emprendieron a escala de una ciudad o de un estado, debemos tratar de hacerlo realidad a escala del mundo y, repito, ello es urgente y demanda el esfuerzo de todos. Las crisis de diversa índole que sin cesar aquejan a nuestro planeta representan considerables desafíos que ningún individuo y ningún Estado pueden resolver de manera aislada. Un ejemplo: el calentamiento del clima no tiene en cuenta los límites nacionales y todos padecemos sus consecuencias. Las catástrofes naturales como los tsunamis exigen que se fortalezca la cooperación entre todos los países e incluso más allá, entre toda la comunidad internacional. Como parte de ella, la UNESCO está comprometida con esta tarea, en este caso concreto por medio de su Comisión Oceanográfica Intergubernamental y del sistema de prevención de riesgos que hemos puesto en funcionamiento en varias regiones. Es nuestro deber esforzarnos para asociar a la comunidad de los seres humanos, con el objetivo de construir juntos las condiciones necesarias para establecer una solidaridad activa y permanente en el plano mundial y no excluir a nadie. Tal vez ésta sea una de las tareas más ambiciosas del nuevo humanismo en el siglo 21: dotar a los hombres y las mujeres de los medios para elaborar juntos DG/2010/135 - página 2
respuestas comunes a problemas planetarios que ponen en peligro nuestra existencia como especie. Efectivamente, ya no basta sólo con entenderse mutuamente, con conocerse mejor. Esta misión, ya de por sí difícil, requiere hoy del concurso de otras. De lo que se trata hoy es de vivir juntos en armonía, de trabajar juntos por causas colectivas, de encontrar soluciones juntos en un mundo cada vez más interconectado, con poblaciones heterogéneas, y diferentes tradiciones culturales, es cierto, pero que comparten por encima de todo su condición humana. Debemos, pues, construir una comunidad humana que no sea sólo intelectual sino sobre todo consciente de su vasta problemática, que sea solidaria y que comparta la convicción de que sólo trabajando colectivamente logrará encontrar soluciones. Esta vasta empresa no puede limitarse, por cierto, a una cooperación más estrecha a nivel de los Estados. También debemos actuar para acercar entre sí a las sociedades, las ciudades, las universidades, en resumen, para fomentar el diálogo entre las diferentes culturas sobre la base del reconocimiento y el respeto de cada una de ellas. El nuevo humanismo debe tener en cuenta también que la solidaridad internacional no puede ser verticalista, es decir, no debe ser dictada por quienes detentan las soluciones correctas e impuesta a los que deberían aceptarlas. El desafío no consiste tanto en ayudar a las personas y a las sociedades a desarrollarse, sino en dar a unas y a otras los medios para desarrollarse por sí mismas. Los ejemplos negativos sobran y bien sabemos que durante mucho tiempo, y aún en la actualidad, los países desarrollados se han esforzado por imponer sus soluciones, las cuales muchas veces se contraponen a la cultura de las poblaciones supuestamente beneficiarias sin hacerlas participar verdaderamente en el proceso e impidiendo su desarrollo. El afán de querer aplicar un modelo único a las diferentes culturas del mundo es muy oneroso y puede tener consecuencias nefastas. Por el contrario, integrar y respetar los aspectos culturales inherentes a cada sociedad permite beneficiarse DG/2010/135 - página 3
de los saberes y las competencias autóctonos y locales, que constituyen una base indispensable para el desarrollo. El respeto a las diferentes culturas y a sus expresiones es absolutamente fundamental para afianzar las bases de un nuevo humanismo. Las convenciones de la UNESCO de 2003 sobre la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial y de 2005 sobre la diversidad de las expresiones culturales fueron concebidas precisamente para proteger la diversidad cultural e integrarla en el centro mismo del desarrollo. La educación es nuestra mejor herramienta para aumentar las capacidades de los individuos; la educación es condición esencial para que cada uno pueda decidir el tipo de vida que desea tener, pero también hace falta un entorno que garantice la libre circulación de la información, para expresar ideas y compartirlas con los demás. Esto sólo será posible cuando todas las personas puedan vivir en sociedades que reconozcan los derechos humanos y respeten los derechos de cada individuo. Las posibilidades de acceder a una educación de calidad deben ofrecerse a todos, pero en particular, a las niñas y las mujeres. Lamentablemente, menos de 40 países en el mundo practican la igualdad de acceso a la escuela para niñas y varones. En varios países de África y de Asia sudoriental la tasa de abandono escolar de las niñas está aumentando de manera alarmante. Señoras y señores: La globalización ha abierto formidables oportunidades y todos debemos compartirlas. Los resultados del desarrollo siempre serán precarios si sólo benefician a unos pocos. No hay paz duradera posible cuando más de mil millones de personas viven en condiciones de extrema pobreza. No hay paz duradera cuando los hombres y mujeres no tienen las mismas oportunidades de acceder al saber o al poder. Los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio encarnan esta ambición humanista fundamental de una comunidad humana reunida. Estos objetivos son el resultado de un pacto entre todos los países del mundo, y no sólo de una promesa de unos pocos para ayudar a los demás. Estos objetivos apuntan a la igualdad entre hombres y mujeres, a mejorar la educación, y la salud y a DG/2010/135 - página 4
fomentar el desarrollo sostenible, y destacan la importancia de que el hombre vuelva a estar en el centro del desarrollo. El desarrollo no es sólo una cuestión de mercaderías, de producto interno bruto y de tasa de crecimiento. El desarrollo es un proceso humano global. La Constitución de la UNESCO así lo manifiesta y reza que no se pueden garantizar la paz y la prosperidad sólo por medio de acuerdos económicos y políticos. Hace falta una cooperación intelectual y moral de la humanidad. Tenemos que hacer que prospere este mensaje, difundirlo por todos los medios y hacerlo realidad, concretarlo. Huelga decirles que en la UNESCO contamos con la participación de la Argentina, y especialmente de sus universidades, para marchar juntos en esta empresa. Muchas gracias por su atención. DG/2010/135 - página 5