CON CRISTO, HACIA LA COMUNIÓN Y LA SOLIDARIDAD Celebración del Concilio Plenario de Venezuela

Transcripción

1 Celebración del Concilio Plenario de Venezuela Hermanos: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes" (2 Cor 13, 14) I. AÑO JUBILAR Y CONCILIO PLENARIO 1. En estos inicios del Año Santo del Gran Jubileo del 2000, celebración del Misterio de la Encarnación y la Redención, pórtico del Tercer Milenio de la era cristiana, ha de encontrar particular resonancia en nuestros corazones, mentes y voluntades, el mensaje del Ángel a los pastores de Belén: "No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2, 10-11). 2. En la conmemoración del gran acontecimiento bimilenario, hemos de recibir, vivir y comunicar esa buena noticia, fuente de esperanza y consuelo, testimonio de la fidelidad divina, porque consiste en la presencia, en nuestro mundo, del "Emmanuel", del "Dios con nosotros" (Is 7,14): Jesús el Señor, el Verbo de Dios, que se hizo carne y vino a habitar entre nosotros (Jn 1, 14). 3. En la situación particularmente dramática y dolorosa que vive nuestro pueblo, golpeado fuertemente por catástrofes naturales que han provocado pérdidas de vidas y bienes, separaciones y desequilibrios, el anuncio de Belén nos invita al recogimiento contemplativo, a reforzar nuestra fe y nuestra esperanza en Jesucristo, cercanía y signo patentes del amor misericordioso de Dios. Y también nos urge a recordar la advertencia de Jesús: "tuve hambre y me diste de comer..." (cf. Mt 25, 31-46); cada uno de nosotros ha de ser, para quien sufre, presencia suya que consuela, ayuda y conforta. La misma solidaridad, espontánea y generosa desplegada ante el clamor de tantos hermanos, tiene que mantenerse, bajo nuevas formas, fiel, responsable y eficaz, en esta otra etapa más larga y exigente del drama. 4. La Iglesia en Venezuela se asocia, pues, a la católica (universal) en los diversos actos conmemorativos del Bimilenario y quiere inaugurar el Concilio Plenario de Venezuela, como celebración propia sobresaliente de este Año Jubilar: Oportunidad privilegiada (verdadero "Kairós") para hacer memoria agradecida y evaluadora de un pasado de quinientos años de fidelidad, de servicio abnegado, pero también de limitaciones, contradicciones e infidelidades: por los primeros damos gracias a Dios; por las segundas le pedimos perdón a El y a nuestros hermanos. Momento propicio igualmente para examinar fortalezas, debilidades y tendencias actuales, con miras a responder a los desafíos presentes y renovar el testimonio y anuncio cristianos de fe, esperanza, amor y salvación. Tiempo de crisis, de gracia, para diseñar un proyecto pastoral de gran aliento con el cual entrar en el Tercer Milenio y que beneficie significativamente a la Iglesia en su misión evangelizadora y al país en la construcción de una nueva sociedad (cf. Juan Pablo II, Discurso en el Teatro Teresa Carreño, 10 de febrero, 1996). 5. En este marco celebrativo, anunciamos, por la presente Carta Pastoral, la inauguración del Concilio Plenario de Venezuela el 26 de noviembre del presente año, en la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, y el inicio de la primera sesión conciliar al día siguiente.

2 2 6. Ante tan significativo acontecimiento, exhortamos a todos los fieles cristianos, hombres y mujeres laicos, religiosos y religiosas, ministros ordenados, a que respondan a la consulta que se hará en los meses de febrero a mayo, sobre los temas que comenzarán a tratarse en el Concilio, especialmente a través de un trabajo común en parroquias, comunidades religiosas, organismos, movimientos, asociaciones, y grupos. Resulta oportuno recordar nuevamente: "Si los Obispos hemos convenido celebrar un Concilio es porque no queremos tomar decisiones aisladamente. Compartiendo oración, experiencia, información, reflexión y diálogo con el mayor número de hermanos y personas de buena voluntad en la nación, deseamos ejercer nuestra responsabilidad episcopal en un amplio marco de comunión y participación." (Guiados por el Espíritu Santo, 19). II. EN CAMINO HACIA EL CONCILIO. 7. Nuestro Concilio tiene su historia. La idea se vino manejando dentro de la Conferencia Episcopal desde Enero de 1994; se le comunicó al Santo Padre, en Roma durante la Visita "ad limina" del Episcopado en 1995, y aquí, durante su segunda Visita Apostólica en 1996; y se transformó en decisión en julio, en la Asamblea Ordinaria de la propia Conferencia Episcopal. Su Santidad Juan Pablo II le dio su aprobación el 23 de noviembre del mismo año. 8. A partir de esta aprobación, el Episcopado, luego de un período de casi un año de consultas y estudios, inició el proceso conciliar en su primera fase, antepreparatoria, en Coro. En esa ciudad, "raíz de Venezuela", junto a la Cruz de San Clemente, símbolo nacional, tuvo lugar el 13 de julio de 1997 el inicio oficial del proceso conciliar. Ese día se abría, con solemne concelebración eucarística, el Año conmemorativo del V Centenario de la Evangelización de nuestra patria. Dicha Cruz señala la impronta católica, espiritual y cultural; constituye el "alma" del mestizaje étnico y social de nuestro pueblo, y expresa la presencia humanizadora de la Iglesia, en beneficencia, educación y salud, a lo largo de toda nuestra historia patria. 9. La segunda fase, preparatoria, tuvo su punto de partida el 10 de enero de 1998 con la Carta Pastoral Colectiva Guiados por el Espíritu Santo, mediante la cual se anunció solemnemente y se convocó a la celebración del Concilio. Punto saliente de esta fase, en la que nos encontramos, ha sido la consulta nacional, hecha ese mismo año, como "convocatoria a los católicos" y como "invitación a todos los hombres y mujeres de buena voluntad". 10. En este período preparatorio se han conformado diversos organismos y servicios del Concilio, entre los cuales, las Subcomisiones encargadas de elaborar los esquemas de temas y núcleos problemáticos, que serán objeto de una nueva consulta, esta vez ya no general, sino específica. Ella reviste una particular importancia, por cuanto recabará opiniones y sugerencias que servirán para la elaboración de los papeles de trabajo, objeto de deliberación de las sucesivas sesiones conciliares, en particular de la Primera a finales de este año. 11. En cuanto a la tercera fase, celebrativa, como dicho anteriormente, se inaugurará el próximo 26 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey; y la Primera Sesión se tendrá en los días inmediatamente siguientes. III. SEPAMOS DISCERNIR LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS. 12. Jesús reprochó a sus contemporáneos el no saber leer "los signos de los tiempos", el sentido más profundo de los acontecimientos. El tiempo es creación y don de Dios, y cuando en él apareció el ser humano, hecho "a imagen y semejanza de Dios", sujeto consciente y libre, el tiempo se transformó en historia humana y salvífica. Pero este ser humano, por el mal uso de su libertad,

3 3 desde los orígenes, introdujo en la historia el pecado, y con éste, la ruptura de la armonía con Dios, con el otro, con la naturaleza y consigo mismo. Muy pronto emergió el primer Caín. 13. La historia humana en salvación, desde entonces, se dibuja como cruce de luces y de sombras, en medio de las cuales se ha venido perfilando la promesa divina de liberación y de unidad, la cual, al llegar "la plenitud de los tiempos" (Gal. 4, 4), se hizo realidad en Jesús, la Palabra eterna de Dios hecha carne (ser humano), concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de la Santísima Virgen María (cf. Mt. 1, 20-25). 14. La historia que somos y construimos no es, por lo tanto, meramente humana, sino humano-divina, porque Dios se hizo hombre, de manera que tuviésemos vida y la tuviésemos en abundancia. Por eso, como creyentes, hemos de estar atentos y saber leer los signos de los tiempos, es decir, discernir los acontecimientos en una perspectiva de salvación. Esto pide escuchar lo que Dios dice -o reclama- en el acontecer propio y ajeno, pequeño o grande; saber interpretar las líneas gruesas de la historia; percibir al Dios presente o "ausente" (porque lo dejamos a un lado) en los hechos humanos. Así, para el creyente, una tragedia como la que ha vivido nuestro país en las últimas semanas, no es, entonces, simple fatalidad o pura catástrofe, sino que por la fe se convierte en interpelación, examen de conciencia, compromiso solidario, e invitación a una esperanza que, en cuanto fundada en Jesucristo, Señor de la historia, nada ni nadie puede arrebatar. 15. El marco nacional, en el que se tomó la decisión de convocar el Concilio, era bastante distinto al actual en una serie de aspectos. El cambio del escenario político y jurídico, con su trasfondo de crisis socioeconómica y cultural y todo lo que encierra de sufrimientos, frustraciones e incertidumbres, pero también de cambios, anhelos, oportunidades y expectativas de logros-, plantea una exigencia de conversión y un desafío al compromiso cristiano para la edificación de una nueva sociedad, animada realmente por los valores espirituales morales del evangelio. Lo que ha sucedido y está aconteciendo reafirma lo necesario y providencial de tal decisión. La Iglesia, a la que adherimos aunque con sensibles carencias en autenticidad y formación- la gran mayoría de los venezolanos, no puede sentirse sino más desafiada a ir a lo esencial de su misión: es decir, a ahondar en su coherencia con el Evangelio, a poner mayor empeño en su ardor misionero, a fortalecer su unidad interna como comunidad, a evangelizar con lucidez y dinamismo la cultura, a ser solidaria con los más necesitados, a ser más dialogante y acogedora; en definitiva, a robustecer su entrega al Señor, su confianza en El y el servicio a los hermanos. 16. Los cristianos, por lo tanto, hemos de dar testimonio de alegría y de esperanza, de solicitud y misericordia, no sólo en circunstancias luminosas y agradables, sino también cuando el dolor y la desesperanza se ciernen sobre la convivencia humana y cuando la desolación atenaza la naturaleza. Debemos renovar siempre el dar y darnos, antes que recibir; al igual que el sembrar y edificar, aunque el fruto y la cosecha no los percibamos siempre en la inmediatez. 17. "No tengan miedo!". Esta exhortación divina, frecuente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y tan presente en los mensajes de Juan Pablo II, constituye para todos nosotros un llamado a deponer los temores humanos que nos limitan o inhiben y a entregarnos con generosidad, libertad y creatividad a la obra de la nueva evangelización. Esta es la conversión espiritual, moral, intelectual y social que nos exige el Señor cuando se están abriendo nuevos tiempos y se plantean serios desafíos a la creatividad y libertad humanas. Hoy se habla no tanto de época de cambio, sino de cambio de época o "epocal", marcado fuertemente por los procesos científicos y tecnológicos que se abren paso en el ámbito de la comunicación, la información y la vida, en todas sus manifestaciones. Por otra parte, nuestro país enfrenta serias crisis y trata de

4 4 aventurarse por caminos inéditos. Estamos llamados a vivir y actuar con esa actitud entusiasta, valiente y de gran libertad de espíritu ("parresía") con que el Nuevo Testamento identifica a los cristianos de la primera hora (cf. Hch 14, 3). IV. DIOS ES AMOR Y NOS LLAMA A LA COMUNIÓN. 18. Una de las cuestiones fundamentales planteadas a propósito del Concilio Plenario ha sido la de su línea teológico-pastoral. Por ésta se entiende la noción o categoría, interpretativa y valorativa, que constituye el principio o eje unificador de lo que teológicamente se afirma y pastoralmente se propone. 19. En efecto, la doctrina cristiana, fundada en la Revelación Divina, recoge una serie de verdades que iluminan nuestra inteligencia y demandan nuestra aceptación como creyentes; pensemos en la Confesión de Fe contenida en el Credo de la Misa, o en el conjunto de enseñanzas del Catecismo. Por otra parte, al cristiano se le plantean una serie de exigencias, las contenidas en los mandamientos de la Ley de Dios, en las normas de vida cristiana que nos ofrece el Nuevo Testamento (Ef. 7, 17-32), en particular las más radicales del Sermón de a Montaña y en las directrices morales y pastorales de la Iglesia. Todo esto puede y debe ser interpretado en forma de un conjunto armónico. 20. El tener presente y aplicar dicha línea, ayudará grandemente en la preparación, realización y actuación del Concilio Plenario. Servirá, sobre todo, a interpretar, con mayor claridad y unidad, acontecimientos y enseñanzas, así como a poner en práctica, de modo coherente, la "nueva evangelización". 21. "Ante un mundo roto y deseoso de unidad es necesario proclamar, con gozo y fe firme, que Dios es comunión, Padre, Hijo y Espíritu Santo, unidad en la distinción, el cual llama a todos los hombres a que participen de la misma comunión trinitaria. Es necesario proclamar que esta comunión es el proyecto magnífico de Dios (Padre); que Jesucristo, que se ha hecho hombre, es el punto central de la misma comunión; y que el Espíritu Santo trabaja constantemente para crear la comunión y restaurarla cuando se hubiere roto. Es necesario proclamar que la Iglesia es signo e instrumento de la comunión querida por Dios, iniciada en el tiempo y dirigida a su perfección en la plenitud del Reino". (Ecclesia in America, 33) 22. Este texto de la Exhortación Postsinodal, identifica la categoría comunión como verdadera línea teológico-pastoral, en consonancia con lo que otra Exhortación Postsinodal, Christifideles Laici (cf. N.19), expuso en 1988 al hablar del Concilio Vaticano II y su eclesiología de comunión. Es lo mismo que, clara y ampliamente, había desarrollado el documento final de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (cf. Puebla, 1979, Presentación y Nos ); y lo que constituye como el común denominador de la Profesión de fe en el Documento de la IV Conferencia (Santo Domingo, 1992). Esta línea, por lo demás, está tomada de la Sagrada Escritura misma (cf. Jn 17, y 1 Jn 1, , 8). 23. La Conferencia Episcopal en su XXIII Asamblea Extraordinaria (19-22 octubre 1999) asumió la comunión como línea teológico-pastoral del Concilio Plenario. La aprobó, en la formulación ampliada, tal como aparece en el título de la presente Carta Pastoral: Con Cristo hacia la comunión y la solidaridad. En éste, la mención de Cristo se explica por el carácter cristológico del plan salvífico de Dios, y por el acontecimiento bimilenario. La categoría solidaridad subraya, como oportuna explicitación, lo que la comunión exige en la convivencia social, particularmente ante la dramática situación en la que se debate nuestro pueblo. Sobre la relación entre comunión y solidaridad, es elocuente la Encíclica Sollicitudo Rei Socialis (cf. N. 40) y la Exhortación Ecclesia

5 5 in America ofrece une amplio desarrollo, que engarza la comunión eclesial y la solidaridad universal, partiendo de la conversión que genera el encuentro con Cristo. V. EL ENCUENTRO CON CRISTO NOS UNE Y NOS HACE SOLIDARIOS. 24. El encuentro con Jesucristo vivo, que es encuentro con la Trinidad (cf. Jn 16, 13-15; 17, 21-23), lleva a la conversión, que Él exige (cf. Mt 1, 15). "Para hablar de conversión, el Nuevo Testamento utiliza la palabra metanoia, que quiere decir cambio de mentalidad. No se trata de un modo distinto de pensar a nivel intelectual, sino de la revisión del propio modo de actuar a la luz de los criterios evangélicos... Superar la división entre la fe y la vida es indispensable para que se pueda habla seriamente de conversión" (EA, 26). La misma lleva a un examen de la propia conducta con respecto a los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Esta, comunidad de salvación, ha recibido del Señor el sacramento de la reconciliación como expresión sensible y social del amor de Dios, "rico en misericordia" (Ef. 2, 4). La revisión y el cambio de vida que la crisis moral del país reclama, y que plantean el Año Santo Jubilar así como el Concilio Plenario de Venezuela, hacen más urgente que nunca una conversión tanto individual como comunitaria de todos nosotros. Por esta razón, queremos, entre otras cosas, subrayar la importancia del tiempo de Cuaresma, a partir del Miércoles de Ceniza, como un período muy especial de reconciliación con Dios, y fraterna. 25. "La conversión conduce a la comunión fraterna, porque ayuda a comprender que Cristo es la cabeza de la Iglesia, su Cuerpo místico" (EA 26). Él fundó su Iglesia y la constituyó signo e instrumento sacramento- de unidad, de comunión, al servicio de su designio liberador y unificante de salvación, con respecto a los hombres de todo tiempo, condición y lugar (cf. LG,1). Esta unidad se realiza a través de los sacramentos, particularmente la Eucaristía, los cuales construyen la Iglesia de las piedras vivas, así como por la actuación del amor fraterno bajo la acción del Espíritu de Dios, que es como el alma de la Iglesia (cf. Ib. 7). 26. "La conciencia de la comunión con Jesucristo y con los hermanos, que es, a su vez, fruto de la conversión, lleva a servir al prójimo en todas sus necesidades, tanto materiales como espirituales"; por ello, la solidaridad es fruto de la comunión y se expresa "en el amor del cristiano que busca el bien de los otros, especialmente de los más necesitados". Desde este ángulo se debe promover una cultura de la solidaridad (EA 52). Como elementos básicos de la respuesta concreta que la Iglesia ha de dar en el campo de la solidaridad, se subrayan el "amor preferencial por los pobres y marginados", la afirmación de "la centralidad de la persona", cuya dignidad es el fundamento de todos los derechos humanos (Nos ). En orden a esa respuesta, el católico cuenta con la Doctrina Social de la Iglesia (N. 54). Una función muy especial para una cultura de la vida y de la solidaridad toca a los laicos, los cuales, además de la corresponsabilidad de tareas que les compete al interior de la comunidad eclesial, tienen como ámbito "más propio de su condición laical, el... de las realidades temporales, que están llamados a ordenarlas según la voluntad de Dios"; es la evangelización de la vida familiar, social, laboral, cultural y política (N. 44) INVOCACIÓN FINAL. 27. Queremos hacer propia, y aplicar también a nuestro Concilio Plenario, la invocación que hace Juan Pablo II al final de la Bula de Convocación del Gran Jubileo del Año Por ello decimos: La alegría jubilar y conciliar no sería completa si la mirada no se dirigiese a aquélla que, obedeciendo totalmente al Padre, engendró para nosotros en la carne al Hijo de Dios... Mujer del silencio y de la escucha, dócil en las manos del Padre, la Virgen María, a quien en nuestra Patria

6 6 veneramos bajo la advocación de Coromoto. Que ella interceda con especial intensidad, durante este tiempo jubilar y conciliar, en favor del pueblo cristiano de Venezuela, para que éste obtenga abundancia de gracia y misericordia, a la vez que se alegra por los dos mil años transcurridos desde el nacimiento de su Salvador. 28. Que la Iglesia en Venezuela alabe a Dios Padre, en el Espíritu Santo, por el don de la salvación en Cristo Señor, ahora y por siempre. Caracas, a los diez días del mes de enero, en el Año Jubilar Bimilenario de la Encarnación. Firman los Arzobispos y Obispos de Venezuela