Libro: Nos casamos o nos vamos a vivir juntos?

Transcripción

1 Libro: Nos casamos o nos vamos a vivir juntos? Autor: Pedro María Reyes Editorial EDIBESA Para adquirir ejemplares: preyesvizcaino@gmail.com Capítulo 3: Y si nos casamos? El matrimonio es la parte más bella del amor Hasta ahora hemos intentado explicar por qué una pareja no deben irse a vivir juntos. Pero ahora es la oportunidad de profundizar en la belleza que hay detrás del enamoramiento y de la entrega mutua que está detrás de la alianza matrimonial. El matrimonio es la decisión de una persona de entregarse a otra. Quien se casa decide que su novio o novia es la persona ideal para entregarse a ella de por vida. La indisolubilidad del matrimonio es un obstáculo? Benedicto XVI dice que es precisamente parte de su belleza en una cita que ya hemos usado: «A muchos jóvenes, y también a muchos no tan jóvenes, una opción definitiva les parece un vínculo contra la libertad. Y su primer deseo es la libertad. Tienen miedo de fallar al final. Ven muchos matrimonios fracasados. Tienen miedo de que esta forma jurídica, como ellos la perciben, sea una carga exterior que apague el amor. Es preciso ayudarles a comprender que no se trata de un vínculo jurídico, de una carga que se asume con el matrimonio. Al contrario, la profundidad y la belleza radican precisamente en el hecho de que es una opción definitiva. Sólo así el matrimonio puede hacer madurar el amor en toda su belleza» 1. El amor se puede pasar? No, si no se confunde amor con sentimiento. Lo que se puede pasar es el sentimiento. Pero el amor es más que eso, es un compromiso de quererse. Cierto que el amor viene precedido por un sentimiento, que si viene repentinamente suele ser llamado el flechazo, pero si el flechazo no se convierte en una donación a la otra parte, no pasa de ser una forma de egoísmo. Por eso, después del flechazo el amor debe madurar, y solo si se convierte en compromiso, se puede llamar amor conyugal. «El amor coniugalis no es sólo ni sobre todo sentimiento; por el contrario es esencialmente un compromiso con la otra persona, compromiso que se asume con un acto preciso de voluntad. Exactamente eso califica dicho amor, transformándolo en coniugalis» 2. Así considerado, casarse es aceptar que mi novio o novia es aquella persona digna de recibir mi entrega. Ya San Juan Crisóstomo describía así el matrimonio: «Te he tomado en mis brazos, te amo y te prefiero a mi vida. Porque la vida presente no es nada, te ruego, te pido y hago todo lo posible para que de tal manera vivamos la vida presente que allá en la otra podamos vivir juntos con plena seguridad. Pongo tu amor por encima de todo, y nada me será más 1 Benedicto XVI, Encuentro con los sacerdotes de la diócesis de Albano, cit. 2 JUAN PABLO II, Discurso a la Rota Romana, (21 de enero de 1999), cit., 3.

2 penoso que apartarme alguna vez de ti» 3. Esto no se da en la unión de hecho, porque el que no quiere casarse ama con reservas. Y el amor matrimonial no admite grados en la entrega: quien al casarse no se entrega totalmente, no entrega nada. El ser humano es indivisible: o se entrega todo o no se entrega. Por ello, el matrimonio es el culmen de un proceso de entrega que nace del enamoramiento -a veces repentino y otras veces poco a poco- que continúa en el noviazgo y culmina en el momento en que se deciden a entregarse enteramente el uno al otro: la traditio suiipsius de los contrayentes. Tal entrega conlleva la donación de la capacidad procreadora, de la que ya hemos destacado que tiene un significado unitivo. Perseguir el bien de otros implica mayor grandeza que buscar el propio beneficio. Y quienes se entregan en matrimonio no solo lo hacen para darse a la otra parte, sino también a los hijos que puedan venir de esa unión. Quienes se casan saben que normalmente serán padres. También lo saben muchas veces quienes se unen sin casarse, pero ellos no asumen el compromiso de educar y criar a sus hijos. La falta de compromiso en realidad deja en indeterminación el futuro de sus hijos. Por eso no se puede decir que buscan el beneficio de sus hijos (ni de la otra parte, no lo podemos obviar: no quiere casarse para que cada cual pueda abandonar al otro cuando le dé la gana). Más bien, al tener hijos buscan el beneficio propio: muchas veces lo que pretenden es experimentar el gozo de ser padres, satisfacer su instinto maternal o paternal o -como hemos visto- intentar retener a la otra parte a través del hijo. Falta el amor pleno a sus hijos. El matrimonio como ideal Se dice que la juventud es la época de los ideales. En efecto, parece que los jóvenes son generosos por naturaleza y por ello son capaces de entregarse a una causa que consideran que merece la pena. En otras épocas la mayoría de los jóvenes lo concretaban buscando un novio o una novia y casándose para fundar una familia, sabiendo que así cumplían con un gran ideal y además satisfacían sus ansias de entregarse a una causa noble. Pero actualmente en la mayoría de los casos formar una familia no es el ideal de las vidas de los jóvenes. Los chicos y las chicas no desean ser maridos y mujeres de mayores. Si un joven dice eso le tacharán de anticuado y retrógrado; y si es una mujer, seguramente ni siquiera se atreva a exteriorizar su deseo por temor a que sus interlocutores supongan que su mayor aspiración en la vida es ser la esposa sumisa y obediente de los clichés, dedicada solo a las labores domésticas y encerrada en su casa. En ello influye el enfoque que se tenga de la familia. Muchos la asocian con lo que proponen ciertos chistes que describen al marido atado a su casa y sumiso a una esposa absorbente, o representan a una mujer entregada incondicionalmente a sus deberes domésticos con un esposo despótico y perezoso. Muchas personas afirman que el matrimonio está pasado de moda. De ser el ideal mayoritario ha sido degradado a la condición de considerarse un estilo de vida opcional frente a la unión de hecho, atribuido a personas con una visión anticuada de la vida. Indudablemente la pérdida del matrimonio como ideal es una de las causas que más 3 SAN JUAN CRISÓSTOMO, In epistulam ad Ephesios, homilia 20, 8.

3 contribuye al rechazo del matrimonio y a la difusión de las uniones de hecho. De entrada los hay que rechazan el matrimonio porque quieren disfrutar más. Piensan que tienen aún muy poca edad para desperdiciar sus vidas casándose. Hasta los mayores les aconsejan no casarse demasiado jóvenes para no perder los mejores años de su vida, con lo que asumen que el matrimonio no está entre los ideales por los que merece la pena entregar los mejores años de la vida. Por eso muchas veces prefieren formar pareja con su novio o novia hasta que llegue el momento de casarse -si es que llega- cuando ya la vida no les ofrezca más. Esta actitud, ciertamente, manifiesta que sus objetivos personales son egoístas, porque ve a su pareja como un objeto para disfrutar y no un sujeto a quien entregarse. Una persona con este planteamiento no está preparada para casarse. Hace bien en retrasar la boda, no para disfrutar más, sino porque no sabe cuál es la finalidad del matrimonio ni qué es el amor y la entrega. Pero además expresa el poco aprecio que tiene del matrimonio como ideal por el que valga la pena arriesgarse. Casarse implica un sacrificio, y esa persona considera que el matrimonio no entra dentro de los ideales que merecen que uno se sacrifique. Todo ello denota una grave crisis de valores en la sociedad. Poca competencia ofrece la familia frente a otros ideales más glamorosos como salvar ballenas o asaltar malvados bancos que desahucian a ancianas desamparadas. Pero la familia no son esas imágenes caricaturescas que acabamos de describir. Por todo ello, pienso que es importante reproponer como ideal el matrimonio y la familia: no las familias de los chistes, sino el verdadero concepto de familia. Una tarea importante para ello es cambiar la concepción que se tiene del papel de la mujer como esposa. Y es que muchos identifican el deseo de ser esposa con esos estereotipos desfasados que hemos descrito. Hoy día las mujeres ocupan puestos en la sociedad en igualdad de condiciones con los varones, y una mujer moderna y plenamente integrada en las principales corrientes de la sociedad y con ambiciones profesionales, también puede querer ser esposa, porque como casada y como madre debe poder llevar una vida profesional plena y participar de la vida social, a la vez que ella (con su marido, en igualdad) se dedica a su familia para que su hogar sea alegre. Muchas mujeres piensan que el único camino para realizarse es la asunción de su puesto en la sociedad, abandonando su papel en la familia. Como dijo Juan Pablo II: «Y qué decir también de los obstáculos que, en tantas partes del mundo, impiden aún a las mujeres su plena inserción en la vida social, política y económica? Baste pensar en cómo a menudo es penalizado, más que gratificado, el don de la maternidad, al que la humanidad debe también su misma supervivencia. Ciertamente, aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no comporte una discriminación. Es urgente alcanzar en todas partes la efectiva igualdad de los derechos de la persona y por tanto igualdad de salario respecto a igualdad de trabajo, tutela de la trabajadora-madre, justas promociones en la carrera, igualdad de los esposos en el derecho de familia, reconocimiento de todo lo que va unido a los derechos y deberes del ciudadano en un

4 régimen democrático» 4. En la época actual, en que el ideal de formar una familia no está valorado, quienes lo asumen tienen especial mérito. La sociedad necesita que haya personas que tengan el ideal de formar familias: el futuro depende de ellos. Pienso que estos son los nuevos héroes del siglo XXI. Darse a otra persona es uno de los mayores ideales a los que una persona puede aspirar. Como también lo es la decisión de entregarse a los hijos que nazcan en esa unión y hacer que crezcan maduros y responsables para que el día de mañana sean felices y a su vez asuman su papel en la sociedad. Dedicarse a los hijos que vengan es una manifestación de generosidad que debería ser reconocido en todos los ámbitos, porque el mundo necesita que la sociedad se renueve. «La familia, comunidad natural en donde se experimenta la sociabilidad humana, contribuye en modo único e insustituible al bien de la sociedad. La comunidad familiar nace de la comunión de las personas: La comunión se refiere a la relación personal entre el yo y el tú. La comunidad, en cambio, supera este esquema apuntando hacia una sociedad, un nosotros» 5. Los católicos tenemos otro motivo más para considerar el ideal del matrimonio: San Pablo dice de él: «gran sacramento es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia» (Ef 5,25.32). Por lo tanto, el amor en el matrimonio es reflejo del amor que se da entre Cristo y la Iglesia. Teniendo en cuenta que el Señor murió por nosotros, el paradigma del amor matrimonial que nos propone San Pablo es elevadísimo. No en vano se dice que existe una verdadera vocación matrimonial y que es un verdadero camino de santidad 6. Pero no podemos extendernos en este punto. Pero yo ya estoy viviendo en pareja El objetivo de este libro es ayudar a las parejas que están pensando irse a vivir juntos. Pero seguro que entre los lectores de esta obra hay algunos que ya viven en pareja. Y estos esperan unas palabras, una respuesta a su situación. Después de leer los argumentos que aquí se exponen, queda claro que una pareja que está dudando entre casarse o irse a vivir juntos solo tienen una respuesta si quieren vivir de acuerdo con la ley natural y su dignidad como personas, y es el matrimonio. Pero aquellos que se han unido a otra persona no tienen esa opción: una vez que decidieron formar una pareja de hecho, la situación no es la misma. Ya se han formado relaciones personales con los parientes del novio o novia, quizá tienen hijos en común, su situación es notoria en su entorno, seguramente tienen bienes en común como algún inmueble, etc. Y ahora qué hacemos si queremos vivir en coherencia con los principios antropológicos más elevados? Un creyente debería añadir otra pregunta: qué hacemos si queremos ser consecuentes con nuestra fe? Las circunstancias en que se encuentran estas parejas son muy distintas en cada caso, pero la 4 JUAN PABLO II, Carta a las mujeres, Vaticano 29 de junio de 1995, n. 4. Cf. también ID, Carta Apostólica Mulieris dignitatem, Vaticano 15 de agosto de PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cit., nn Cf. SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ DE BALAGUER, homilía El matrimonio, vocación cristiana, en Es Cristo que pasa, nn

5 solución depende de ellos. Las parejas de hecho que quieran solucionar su situación lo que deben hacer es casarse o separarse. Unirse sin matrimonio es una equivocación, por lo que no hay necesidad de prolongar más el error. Sin embargo, quienes forman la unión de hecho deben tener claro que en su situación no tienen un imperativo moral para casarse: lo que existe es un imperativo para solucionar su situación, ya sea casándose o separándose. El matrimonio debe ser algo totalmente libre y nadie se debe ver forzado a casarse. Es un error -que ya no se da sino excepcionalmente- que quien deje embarazada a su novia, se sienta en la obligación ética de casarse cuanto antes. No, quien deja embarazada a su novia está obligado moral y jurídicamente a hacerse cargo del niño que va a nacer fruto de sus actos, pero eso no conlleva que deba casarse con la madre de su hijo. El embarazo en el noviazgo puede ser la ocasión de acelerar un proyecto de boda, y los matrimonios que se casaron en estas circunstancias pueden decir con orgullo a su hijo que nació en esa eventualidad que le quisieron tanto que se casaron cuando se enteraron que venía para poder recibirle en una familia ya formada. Pero, como dijimos, la decisión de casarse hay que tomarla con madurez y libertad. Si la decisión del matrimonio está mal tomada, se crean problemas muy graves. De manera análoga, quien, durante la convivencia marital con otra persona, decide que debe vivir conforme a los principios éticos y a la ley de Dios, no está obligado a casarse, aunque sí debe solucionar su situación. Es cierto que la boda solucionará los problemas de la unión de hecho, pero si el matrimonio no es el adecuado creará otros problemas distintos que además son de más difícil solución. El consentimiento matrimonial debe ser libre y fruto de la decisión madura de una persona que comprende que su novio o su novia es la persona que merece la entrega de uno mismo. Esa persona puede ser, obviamente, aquella con la que se está conviviendo ahora, pero el hecho de que se esté conviviendo con ella, como ya hemos dicho, no genera la obligación moral de casarse con ella. El matrimonio no es la única salida moralmente lícita para una unión de hecho. Entre otros motivos, porque puede que la otra parte no quiera casarse. Si después de una prudente reflexión, considera que no debe casarse con la persona con la que convive -o después de proponerle el matrimonio esta lo rechaza- lo que debe hacer, si quiere vivir de acuerdo con la ley natural y la ley de Dios, es separarse de su pareja. Los jóvenes que viven en pareja y tienen vida sexual activa, deberían saber que es posible dejar de tener relaciones sexuales. Se requiere fuerza de voluntad y también un objetivo claro. El respeto a la propia dignidad como persona tendría que ser un gran estímulo. Para los creyentes, además, el aprecio a la ley de Dios debería ser la principal motivación. También se debe tener en cuenta el aspecto emocional. Muchas veces los que forman una pareja de hecho tienen amor sincero, y además están acostumbrados a vivir juntos -quizá desde hace años- por lo que la separación se hace muy dolorosa. La decisión de romper la convivencia será sin duda una decisión heroica, y en cuanto tal digna del mayor de los elogios. Como sacerdote he de recordar que Dios la premiará en su justa medida, y Él sabe lo que nos cuesta porque conoce el fondo de los corazones. Cuando esa persona sea juzgada en el Tribunal del Señor, Dios tendrá en cuenta que se separó de su pareja de hecho a pesar de su gran dolor por ser fiel a la ley divina.

6 En cualquier caso, como ya dijimos, la sociedad necesita ejemplos de coherencia y heroísmo. La verdad sobre el matrimonio y la familia implica a veces que las personas tomen decisiones difíciles. La sociedad resultará beneficiada del heroísmo que demuestran estas personas. Por otro lado, lo que se les pide es que se separen, no que haya una ruptura ni mucho menos un enfrentamiento entre ambos. Pueden seguir siendo amigos, y en ocasiones -sobre todo si hay hijos en común- es conveniente que se sigan viendo. Es posible que sigan disfrutando de la mutua compañía, aunque como amigos. En el caso de los divorciados y vueltos a casar por lo civil, sería legítimo que la pareja mantuviera la convivencia si se cumplen tres requisitos: a) que se dé una grave necesidad, como puede ser el cuidado de hijos pequeños; b) que no se cause escándalo; c) que vivan uti frater et soror, como hermano y hermana 7. Por qué esta solución es posible para los divorciados y vueltos a casar y no para los que conviven en unión de hecho? Los divorciados no pueden contraer matrimonio al tener un vínculo anterior que es indisoluble. Por ello, dada la imposibilidad de casarse, y la inconveniencia de separarse (en atención a la grave necesidad a la que antes aludíamos), es legítimo optar por el mal menor, que sería mantener la convivencia. La diferencia está en que la situación de los que conviven tiene remedio también con el matrimonio, por lo que si quieren seguir juntos, han de casarse. La solución de separarse puede parecer demasiado dura e inhumana, especialmente si hay hijos pequeños. En realidad, si la pareja que decide regularizar su situación se casa, es claro que serán los hijos los beneficiados. En cambio, si fruto de la maduración de su situación decide separarse, ciertamente los hijos sufrirán. Sin embargo, a la larga los hijos valorarán el ejemplo de coherencia que les dieron sus padres en un momento de sus vidas. El golpe emocional que recibirán los hijos es muy distinto si los padres se separan porque deciden vivir coherentes con la ley natural, que si se rompe la convivencia porque comenzaron a tener serias discrepancias o porque él (o ella) se enamoró de otro. La Iglesia Católica enseña que las diversas formas de uniones de hecho son pecado grave porque «ofenden la dignidad del matrimonio; destruyen la idea misma de la familia; debilitan el sentido de la fidelidad. Son contrarias a la ley moral: el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de éste constituye siempre un pecado grave y excluye de la comunión sacramental» 8. Quienes viven en esta situación no tienen acceso a los sacramentos mientras no salgan de ella, pero la Iglesia no los deja solos. El Papa Juan Pablo II da un consejo a los sacerdotes que se encuentren en su labor ministerial con parejas de hecho: «los pastores y la comunidad eclesial se preocuparán por conocer tales situaciones y sus causas concretas, caso por caso; se acercarán a los que conviven, con discreción y respeto; se empeñarán en una acción de iluminación paciente, de corrección caritativa y de testimonio familiar cristiano que pueda 7 Cf. PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS TEXTOS LEGISLATIVOS, Declaración Sobre la admisibilidad a la sagrada comunión de los divorciados que se han vuelto a casar, Vaticano 24 de junio de Catecismo de la Iglesia Católica, n

7 allanarles el camino hacia la regularización de su situación» 9. Por qué casarnos por la Iglesia? Una vez que se ha tomado la decisión de casarse queda otra pregunta: por qué hacerlo por la Iglesia? Qué diferencia hay entre una boda civil y otra eclesiástica? Puede parecer una más de las diversas opciones que se abren ante la pareja de novios que se está preparando para su matrimonio. Igual que eligen un restaurante u otro, o un destino u otro para la luna de miel, deciden si casarse por la Iglesia o por lo civil. Casarse por el rito canónico es más hermoso sobre todo si la iglesia tiene escalinata, suele agradar más a los padres (y no digamos a los abuelos) y la ceremonia es más vistosa con su órgano, las flores y la predicación del sacerdote. Casarse en el juzgado es demasiado impersonal y frío, pero a cambio tiene la ventaja de que parece que uno se compromete menos. Hasta hace unos años todos se casaban por la Iglesia casi por costumbre y estaba muy mal visto que el enlace fuera solo civil, pero ahora la boda civil ha perdido esa desaprobación social, por lo que no pocos novios se la plantean. Debo hacer la aclaración, antes de continuar, que las leyes de cada lugar son distintas en cuanto al reconocimiento de los matrimonios de la Iglesia. En bastantes países los tratados internacionales entre la Santa Sede y el Estado (los concordatos) prevén que los matrimonios eclesiásticos tengan efectos civiles inmediatamente, por lo que los católicos no necesitan hacer más ceremonia que la boda en la iglesia para que su matrimonio sea reconocido plenamente en los dos ámbitos. En otros países, sin embargo, no se ha llegado a este acuerdo, por lo que se deben hacer las dos ceremonias, la civil y la religiosa. En algunos casos, además, la ley civil prohíbe que los sacerdotes asistan a enlaces matrimoniales si los contrayentes no presentan el certificado civil de matrimonio, por lo que la ceremonia civil debe celebrarse antes que la religiosa. Por lo tanto, la elección a que aludía, en los países en que el matrimonio de la Iglesia no tiene efectos civiles, se debe entender como elección entre casarse solo por lo civil o casarse por lo civil y por lo religioso. En realidad, no es una elección disponible para los contrayentes. Los fieles católicos, si quieren que su matrimonio sea válido, deben casarse por la Iglesia. El canon 1117 del Código de Derecho Canónico (el principal cuerpo legal de la Iglesia) establece la competencia exclusiva de la Iglesia Católica sobre la forma del matrimonio si al menos uno de los contrayentes fue bautizado en la Iglesia Católica o recibido en ella. Algunos mezclan el matrimonio religioso con la postura de la Iglesia en determinadas cuestiones y rechazan el matrimonio canónico porque no están de acuerdo con la Iglesia en esos aspectos. Quienes piensen así enfocan de modo incorrecto la cuestión. La potestad exclusiva de la Iglesia sobre los matrimonios de los católicos se debe entender como una cuestión de competencias, no de estar de acuerdo con la doctrina de la Iglesia o de que nos guste o no la Iglesia como es. 9 JUAN PABLO II, Exh. Ap. Familiaris consortio, cit., n. 81.

8 Cuando uno se casa por la Iglesia lo que busca es un matrimonio válido, no está manifestando su aprobación a la Iglesia por su doctrina en los aspectos controvertidos. Si una persona que está bautizada en la Iglesia Católica o fue recibida en ella quiere casarse y que su matrimonio sea válido, debe pedir el matrimonio a la Iglesia: de otro modo, no existe verdadero matrimonio. Un ejemplo servirá para aclarar este punto. Quien quiere otorgar testamento, si quiere que sus bienes lleguen a sus herederos a su muerte, va al notario que es competente y realiza todas las formalidades que éste le prescribe. No lo rechaza porque esté en desacuerdo con la política del Estado ni porque el gobernante no sea de su agrado. Sería una imprudencia en este ejemplo que el otorgante del testamento fuera al notario de otro país porque rechaza la política de su gobierno, con riesgo de que sus herederos (quizá sus hijos) pierdan la herencia. Lo que pretende es que sus bienes lleguen a los herederos, y por ello va al notario que es competente. De la misma manera, los católicos deben ir a la Iglesia para casarse no porque estén de acuerdo con su doctrina o porque les guste, sino por razón de su competencia sobre el matrimonio. Esta consideración incluye la indisolubilidad del matrimonio. No pocas veces los novios rechazan el matrimonio eclesiástico por un temor a comprometerse demasiado, especialmente en lo que se refiere a la indisolubilidad. Piensan que si se casan solo por lo civil tienen la puerta abierta al divorcio por si las cosas no van bien, mientras que si se casan por la Iglesia el compromiso que asumen es, por así decirlo, demasiado indisoluble. En realidad, todo matrimonio es indisoluble por ley natural. Por lo tanto si el matrimonio es válido siempre es indisoluble. Entre el matrimonio eclesiástico y el civil no hay diferencia por el compromiso que se adquiere, sino que es una cuestión de competencias. Se entiende mejor si se explica sensu contrario: como ya hemos dicho, la Iglesia asume la competencia sobre la forma del matrimonio si uno de los contrayentes es católico. Por lo tanto, si los novios no estuvieran bautizados se casarían válidamente ante el juez. En este supuesto su matrimonio sería igualmente indisoluble. En cambio, si uno de los contrayentes es católico y se casan solo por lo civil, simplemente no contraen matrimonio. No es que su matrimonio tenga abierto al divorcio: es que no se han casado porque fueron a la autoridad que no tenía competencias para ello. Otra dificultad que se les presenta a muchos es que no quieren asumir compromisos con la Iglesia, por lo que rechazan el matrimonio eclesiástico: para qué casarme por la Iglesia si no voy a Misa los domingos ni rezo nunca? En realidad, por casarse por la Iglesia uno no se compromete a vivir su fe: esos compromisos existen por ser católico, no por casarse por la Iglesia. Si uno no quiere vivirlos, el matrimonio por la Iglesia no añade un compromiso de vivir la fe. El católico está obligado a ser coherente con su fe, pero no por casarse por la Iglesia, sino por ser católico. Como sacerdote te animo a vivir tu fe cristiana, pero si no quieres hacerlo, no te preocupes por el matrimonio que vas a contraer, que la boda no te compromete más. Una objeción frecuente es la de aquellos que están bautizados y piden el matrimonio a la Iglesia aunque afirman que no tienen fe. Estas personas no solo viven alejados de su fe, sino que alegan que perdieron la fe. Generalmente acceden a casarse por la Iglesia por no contristar a su novio o novia, por agradar a sus padres o por otros motivos similares que

9 podríamos llamar sociales. También ellos deben pedir a la Iglesia el matrimonio. Según afirma Juan Pablo II, «el solo hecho de que en esta petición haya motivos también de carácter social, no justifica un eventual rechazo» 10 por parte del sacerdote. «El pacto indisoluble entre hombre y mujer no requiere, a los fines de la sacramentalidad, la fe personal de los contrayentes. Lo que se pide, como condición mínima necesaria, es la intención de hacer lo que hace la Iglesia» 11. Por lo tanto, con tal de que no rechace de manera explícita y formal lo que la Iglesia afirma sobre el matrimonio, la motivación social es válida para admitirlos a la celebración. Juan Pablo II recuerda que la situación de las parejas católicas casadas solo por lo civil no es aceptable para la Iglesia: «la acción pastoral tratará de hacer comprender la necesidad de coherencia entre la elección de vida y la fe que se profesa, e intentará hacer lo posible para convencer a estas personas a regular su propia situación a la luz de los principios cristianos. Aun tratándoles con gran caridad e interesándoles en la vida de las respectivas comunidades, los pastores de la Iglesia no podrán admitirles al uso de los sacramentos» 12. Hemos dicho que son igualmente válidos el matrimonio que dos no católicos contraen en el juzgado y el matrimonio de dos católicos celebrado en la iglesia. Pero esta afirmación se debe matizar porque hay una diferencia importante, y es el sacramento. La Iglesia enseña que todo matrimonio válido entre bautizados es sacramento. Por lo tanto, los casados en la Iglesia cuentan con la gracia que Dios les da para vivir su nuevo estado, lo cual indudablemente redundará en su propio beneficio. Hoy día muchos desprecian el sacramento matrimonial porque creen que el amor es la llama que mantiene el matrimonio, cuando muchas veces es al revés, el matrimonio es el que hace durar el amor. Para eso los esposos católicos cuentan con la gracia que Dios les da a través del sacramento del matrimonio. En él es Dios quien se pone a su lado y les ayuda. Entre los efectos del sacramento está la gracia sobrenatural para vivir su estado de casados. Los esposos bautizados no están solos: Dios les protege en su nuevo camino. Dios es un buen Padre, y de la misma manera que nos impone obligaciones, nos da los medios para cumplirlas. El sacramento del matrimonio es una de las ventajas de ser católico. Para los padres de los que cohabitan Seguramente muchos de los que lean este libro son los padres de los que viven en pareja de hecho y se preguntan cómo pueden ayudarles. Muchas veces estos padres son conscientes de que sus hijos viven en contradicción con la ley natural y divina, les duele la situación de su hijo o hija y les vienen sentimientos de culpa: les habré educado bien? En qué habré fallado para que ahora se haya ido a vivir con ese (o esa)? El primer consejo que se les debe dar es que no deben atribuirse responsabilidad directa por la situación de sus hijos. Es cierto que hay padres que educan bien y padres que educan mal, padres que dan buenos ejemplos y padres que dan malos ejemplos. Si después de un examen profundo se llega a la conclusión de que algo se hizo mal en la educación de los hijos, la respuesta cristiana es pedir perdón a Dios en el sacramento de la Penitencia y mirar para 10 JUAN PABLO II, Exh. Ap. Familiaris consortio, cit., n BENEDICTO XVI, Discurso a la Rota Romana, Vaticano 26 de enero de 2013, n JUAN PABLO II, Exh. Ap. Familiaris consortio, cit., n. 82.

10 adelante intentando solucionar el problema en la situación actual. Seguir lamentándose no arregla nada: lo que hay que hacer es actuar. Pero otras muchas veces los padres educaron bien a los hijos, y sin embargo, se van a vivir en pareja. Educar a los hijos en libertad es un riesgo. También Dios corrió el mismo riesgo cuando nos creó libres. Los padres han de enseñar a sus hijos a crecer en libertad, igual que Dios nos creó libres. Hay gente que la usa bien la libertad y hay gente que la usa mal, y eso no es culpa de quienes los educan libres. Sería como hacer responsable al padre de la parábola del hijo pródigo de que este se haya gastado toda su herencia con meretrices (cf. Lc 15, 11-32). Lo primero en la educación de los hijos hacia el matrimonio es prevenir. Pueden ser útiles algunos consejos en esta etapa: a) los padres deben estar atentos a las enseñanzas que se dan en el colegio acerca de la familia y la sexualidad, sin dar nada por supuesto, ni siquiera si su hijo estudia en la escuela con mejores referencias. Entérese bien de cuál es el contenido de las clases en esta materia, hable con los hijos en confianza, conozca sus libros y sus apuntes, y si es necesario vaya al colegio a exigir sus derechos como padre a que sus hijos reciban una educación en los valores que usted les quiere inculcar; quizá, en ciertos supuestos, debería cambiar a su hijo de colegio. Esta es una medida de prevención difícil para usted y para su hijo, pero lo agradecerá con el tiempo. b) Debería también conocer los amigos de sus hijos y sus padres. Si ellos forman parejas de hecho no casadas, quizá debería extremar con sus hijos la educación en los valores de la familia e incluso aconsejarles buscar otros amigos. Si en el colegio de sus hijos este problema es frecuente, quizá debería plantearse cambiar de colegio. c) Cuando los hijos se independicen (quizá a los 18 años por estudios) aconséjeles no compartir un alojamiento con chicos y chicas. En esto debe ser exigente, especialmente porque es usted el que lo va a pagar: por lo tanto, es razonable que sea usted el que ponga las condiciones. d) Un consejo similar debe darse en las salidas escolares de varios días: si el viaje es mixto no debería dar la necesaria autorización, ni siquiera si es su hijo el que lo paga con sus ahorros. No ceda al chantaje de que todos mis compañeros van. Seguramente no es cierto, pero aunque lo fuera, eso no le obliga a usted a dar la autorización. e) Procure que sus hijos les vean a usted y su cónyuge felices y entregados el uno al otro. Que vean lo hermoso que es estar casados, que al verles a ustedes sientan la sugestión de la vida de una pareja casada: hagan que sea más atrayente estar casados que cualquier otra forma de vida. Cuando crezcan, que recuerden siempre la armonía que se vivía en la casa de sus padres para que deseen la misma vida para ellos. Multipliquen los gestos de amor cuando los hijos están en casa. Además, no deben discutir delante de ellos, ni siquiera si son mayores. Tampoco debe menospreciar a su cónyuge cuando éste no está presente (frases como ya sabes que tu madre o tu padre tiene sus manías y yo debo obedecerle ). No es hipocresía actuar así: es amor a su esposo o esposa y los hijos deben percibirlo. También los publicistas aconsejan a los famosos dar una buena imagen: ellos lo hacen por dinero, y usted debe hacerlo en beneficio de la educación de sus hijos.

11 Si el problema ya existe, si alguno de sus hijos vive en pareja sin casarse, también pueden actuar los padres: a) Mantenga siempre el contacto con sus hijos. No rompa con ellos, asegúreles que siempre serán bienvenidos a su casa. b) Déjeles clara cuál es su postura sobre su situación, a él y a los demás hijos. No ceda ante la presión del ambiente con argumentos del tipo ellos son jóvenes y ahora la juventud se vive de otra manera que antes. No, hay cosas que no dependen de la edad ni de la época. c) Hable con su hijo, apele a su sentido de responsabilidad y al mal ejemplo que está dando. Dele argumentos positivos, como el bien que va a hacer a sus hermanos más pequeños si soluciona su situación. d) No presione para que se casen. No amenace ( si no te casas, te desheredo ), tenga en cuenta que si contrajera matrimonio en esa situación este podría ser nulo. Por lo tanto, déjele siempre en libertad de casarse o no. Como ya hemos indicado el remedio no es siempre la boda. Pero sí debe animarle a solucionar su situación, ya sea casándose o separándose de su pareja. e) Conozca a la pareja de su hijo, dialogue con él o ella, gánese su confianza. No obstante, es mejor -al menos al principio- no invitarle a casa ni siquiera en las reuniones familiares. Hable con él o ella para explicarle sus motivos, que sepa que no es un asunto personal sino de principios que considera irrenunciables. f) No ceda a extorsiones emocionales: si no vamos los dos, no vamos ninguno. Como dijimos, intente no romper con su hijo, pero no tema perderlo por no recibir a su pareja: el lazo entre los padres y los hijos es mucho más fuerte que el vínculo entre los integrantes de una pareja de hecho. Sus hijos volverán. Y en todo momento usted tendrá la satisfacción de que actuó conforme a sus principios, fue coherente y además puso todos los medios para ayudar a su hijo. g) Si tienen hijos, la situación es distinta. Aunque su llegada no es garantía de permanencia de la unión, es cierto que estabiliza las parejas. Además, esos niños necesitan unos abuelos. Por lo tanto, deben ir a su casa y la pareja de su hijo o hija también puede ser recibida. Si ya han pasado años, puede invitarle a reuniones familiares. Pero en cualquier caso nunca debe parecer que aprueba la situación. Por ejemplo, evite el uso de términos que presuponen el matrimonio (llamarle yerno o nuera, hablar de los consuegros, etc.). h) No desespere. Las personas cambian y maduran. i) En todo el proceso recurra a los medios sobrenaturales, y recuerde que la oración es todopoderosa. Santa Mónica vio que su hijo Agustín se fue a vivir con una mujer, que tenía un hijo con ella y que la situación se prolongaba por catorce años. En este largo tiempo ella no dejó de rezar por la conversión de su hijo, y fruto de ella tenemos al gran San Agustín. Sea ambicioso en la oración, pídale a Dios que su hijo o hija sea el San Agustín del siglo XXI.

12 Bibliografía J. I. BAÑARES, Derecho, antropología y libertad en las uniones de hecho, en Ius Canonicum, n. 77, 1999, pág BENEDICTO XVI, Homilía en el VII Encuentro Mundial de las Familias, Milán, 3 de junio de V. CAMARERO SUÁREZ, Discriminación jurídica del matrimonio frente a las parejas de hecho, en Revista General de Derecho Canónico y Derecho Eclesiástico del Estado, n. 16, (2008) pp A. FERNÁNDEZ, Por qué casarse en la Iglesia? ed. Palabra, Madrid Á. GALINDO GARCÍA, Horizonte antropológico y social de la Familia, en AA. VV., Hacia una teología de la familia, Universidad Pontificia de Salamanca, Salamanca 2009, pp JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica post-sinodal Familiaris consortio, Vaticano 22 de noviembre de JUAN PABLO II, Carta a las familias, Vaticano 2 de febrero de JUAN PABLO II, Discurso al Tribunal de la Rota Romana (21 de enero de 1999), 5, en AAS 91 (1999) 625. E. JULIÁ, Porqué casarse en la Iglesia, ed. palabra, 3ª ed. Madrid T. MELENDO, Matrimonio y felicidad, ed. Palabra, Madrid PONTIFICIO CONSEJO JUSTICIA Y PAZ, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Vaticano 2 de abril de 2004, nn PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS FAMILIAS, Instrucción Familia, matrimonio y uniones de hecho, Vaticano 11 de noviembre de PONTIFICIO CONSEJO PARA LAS FAMILIAS, Instrucción Sexualidad humana: verdad y significado. Orientaciones educativas en familia, Vaticano 8 de diciembre de J. J. RICO IRIBARNE, Comprometerse con el amor auténtico. Las claves del matrimonio, Ed. Palabra, Madrid A. SARMIENTO, Persona, sexualidad humana y procreación, en AA. VV., El Primado de la persona en la moral contemporánea: XVII Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, Pamplona 1997, pp P. J. VILADRICH, Agonía del matrimonio legal. Una introducción a los elementos conceptuales básicos del matrimonio, 5ª ed., Eunsa, Pamplona Índice general Introducción... Error! Marcador no definido.

13 Fijando los términos de la cuestión... Error! Marcador no definido. Qué es el matrimonio... Error! Marcador no definido. Qué es una unión de hecho... Error! Marcador no definido. En el matrimonio se asume un compromiso... Error! Marcador no definido. El matrimonio es para siempre... Error! Marcador no definido. El compromiso matrimonial tiene que ver con la actividad sexual... Error! Marcador no definido. La sexualidad tiene un significado unitivo... Error! Marcador no definido. La sexualidad tiene que ver con la procreación... Error! Marcador no definido. El matrimonio tiene que ver con el amor... Error! Marcador no definido. El amor tiene que ver con el matrimonio... Error! Marcador no definido. La familia es la célula de la sociedad... Error! Marcador no definido. Algunas preguntas frecuentes... Error! Marcador no definido. Si nos amamos por qué no podemos vivir juntos?... Error! Marcador no definido. Somos libres y hacemos lo que nos dé la gana con nuestras vidas... Error! Marcador no definido. El amor libre no es amor ni es libre... Error! Marcador no definido. El matrimonio no es pérdida de independencia... Error! Marcador no definido. Por qué un hombre y una mujer que se aman deben hacer papeles?... Error! Marcador no definido. Casarse es complicado y sale muy caro... Error! Marcador no definido. Por qué no probamos antes de casarnos?... Error! Marcador no definido. Convivimos juntos porque no nos podemos casar... Error! Marcador no definido. Pero si me fue mal en mi matrimonio, por qué no voy a poder rehacer mi vida?... Error! Marcador no definido. Yo no quiero tener hijos (esto no es más que una aventura)... Error! Marcador no definido. Nuestra relación no hace daño a nadie (yo hago lo que quiero con mi vida). Error! Marcador no definido. Todo el mundo se va a vivir juntos... Error! Marcador no definido. El matrimonio resulta bastante exigente y es muy difícil... Error! Marcador no definido. Y si nos casamos?... 1 El matrimonio es la parte más bella del amor... 1 El matrimonio como ideal... 2 Pero yo ya estoy viviendo en pareja... 4 Por qué casarnos por la Iglesia?... 7 Para los padres de los que cohabitan... 9 Bibliografía Índice general... 12