DEL DRAMA AL PLACER DE SER MUJER

Transcripción

1 DEL DRAMA AL PLACER DE SER MUJER Lic. María Esther Guzmán Barajas Lic. Patricia Gabriela Reyes López Grupo Psicoanalítico de Guadalajara Milenariamente la mujer ha sido destinada al gregarismo, la maternidad y el núcleo familiar. Las visiones de lo femenino provienen de una representación cultural y social construida históricamente. Esta representación en el imaginario social alude a una relación que implica una posición de inferioridad de las mujeres frente a los varones, la cual se deriva, no de rasgos innatos sino de la construcción social de los papeles masculinos y femeninos.; son estereotipos que son justificados en el nivel ideológico. La esfera doméstica se identifica con el mundo de la mujer y se pone el énfasis en la maternidad como rasgo esencial de la construcción social de lo femenino. Las estructuras sociales se han empeñado en reprimir el natural goce que proporciona el placer sexual, placer sexual y capacidad reproductiva aparecen como valores y funciones opuestas, y mutuamente excluyentes. Hay dos visiones estereotipadas: o se es mujer sumisa, pasiva, sexualmente inocente o se es mujer activa, peligrosamente sexual, fuente de placeres insospechados y causa de tentaciones. La imagen de una mujer-madre no suele ser símbolo de una mujer erótica. Por qué la mujer aparentemente ha asumido y aceptado su rol de ser mujer, siguiendo el dictado de esta ideología?

2 Una de las diferentes respuestas a este respecto nos la ofrece la teoría de Piera Aulagnier sobre el contrato narcisista. Para esta autora, el discurso ideológico expresa un modelo concordante con los ideales de quienes lo defienden; siendo necesaria la reproducción de parte de los miembros del grupo de la ideología enunciada por éste para que la ideología permanezca. Esta ideología sobre lo que implica el ser femenino, al estar basada en un orden falocéntrico genera una ajenidad o distorsión de base sobre el supuesto de lo femenino. El complejo de Edipo es diferente para el varón y la niña, para ésta implica un doble viraje: el cambio de zona y el cambio de objeto. La femineidad igual que el pene es objeto de envidia pues muestra la alteridad que es perturbadora para el sujeto al confrontarlo con su incompletud. La aprobación y sometimiento de la mujer a la teoría falocéntrica, el hecho de dejarle la última palabra al hombre implica el ocultamiento del secreto sobre el goce erótico femenino. Todo secreto tiene una parte de vergüenza. La codicia respecto al pene y el rencor a la madre por no habérselo dado, solo encubren el odio a la madre por haberlas privado del bien más preciado. La niña afirma la envidia del pene para enmascarar el verdadero origen de su goce erótico iniciado por la madre, la primera seductora. Parece que la docilidad de las mujeres respecto a la teoría de los hombres se origina en la vergüenza de decir y sentir la difusión de su goce. De acuerdo a esto La femineidad sería entonces continente negro o cuerno de la abundancia?

3 La femineidad se presenta como un devenir y no como un ser. La mujer debe ser casi fabricada por un largo trabajo psíquico; es un hecho más de cultura que de naturaleza. Entonces lo importante no es preguntarse que es ser mujer sino Cómo se deviene mujer? Como ya habíamos mencionado anteriormente para devenir mujer, ésta debe superar dos dificultades: cambiar de zona (sustituir el clítoris por la vagina) y cambiar de objeto de amor (pasar de la madre al padre). Respecto de esta última dificultad cabe preguntarse Por qué la separación de la madre es una tarea tan difícil para la niña?. La relación de la niña con su madre posee todos los rasgos de una relación pasional cuya salida se da en términos de ruptura. El amor de la niña en la fase preedípica es amor a la madre fálica. Cuando esta aparece castrada, el idilio se termina pues éste, apuntaba a otro sin falla. La falta de la madre remite a una doble falta: falta de un significante de una identidad femenina por una parte, y falta del falo por la otra, es decir, la prevalencía de la forma imaginaria del falo solo proporciona una ausencia donde en otro lado hay un símbolo prevalente. Esto nos remite a la afirmación que hace Lacan cuando dice que hablando estrictamente no hay simbolización del sexo en la mujer en cuanto tal. Lo que esta en juego es una disimetría en el significante. Finalmente para ambos sexos el sendero es el mismo, el sendero de la castración por donde pasará el complejo de Edipo. Para la mujer esa falta originaria es, en última instancia, la madre, o sea, otra ella misma. Esta falta originaria no se simboliza para la mujer en un falo ya

4 que no es su órgano sexual, por lo tanto no puede ser su soporte. Su soporte es su imago especular, teniendo por lo tanto una estructura narcisista. Según Eugenie Lemoine, la mujer vive en un régimen de partición: es ella misma quien se divide constantemente en dos, ya que al nacer, es vivida por su madre y por ella misma como una parte de esa madre que se desdobla porque ella es la misma que su madre, (a diferencia del hombre, quien es vivido desde su nacimiento como otro que tiene pene y que le es extraño puesto que ella no lo tiene), por lo tanto, la mujer vive con el fantasma de que una parte de su cuerpo la abandona. Aquí esta la disimetría fundamental del desarrolllo libidinal del hombre y de la mujer desde su raíz. En la mujer el objeto a permanece fijado en la imagen especular porque necesita de una reparación narcisista, necesaria para llevar a cabo esa división primordial difícil de vivir y de sostener. Esto nos muestra que la mujer posee un acceso a lo real más directo que el hombre. Esto da por resultado que en la mujer, a diferencia del varón, su objeto a sea menos móvil, así como su deseo. Su organización pulsional es más estable; ella tiene necesidad de unidad, de estabilidad, porque siempre está en peligro de ser partida, y en consecuencia ella es, voluntariamente, la mujer de un solo hombre. Nuevamente Lemoine dice que la mujer posee un régimen narcisista y el hombre un régimen fálico. En la mujer aparece una depresión luego del nacimiento por un desmoronamiento del narcisismo sin función de reparación, sin fantasma de plenitud con un objeto a que cumpla la tarea de obturación. Esto se

5 compondrá si logra entrar al registro simbólico. al reconocer al otro como otro sin pérdida tal de sí misma; lo que implica aceptar la castración simbólica. Para A. Green, este vínculo de homosexualidad primaria entre la niña y su madre constituye la base de un amor primario que se mantendrá durante toda la vida, fundado en un reconocimiento reciproco, a partir de lo mismo, el carácter narcisista de este amor fundado en la reciprocidad, creará vínculos amorosos difíciles de deshacer para poder realizar el cambio de objeto y la transferencia de emociones amorosas hacia el padre, que es el portador del falo. En el complejo de Edipo, la dialéctica de lo imaginario y lo simbólico es determinante de la posición sexual en el ser humano. En la mediad que la función del hombre y la mujer sea arrancada al dominio de lo imaginario, se situé en el dominio de lo simbólico, en tanto la realización genital acceda a la simbolización, es que se realiza toda posición sexual normal, acabada: que el hombre se virilice, que la mujer acepte verdaderamente su función femenina. La mujer que ha asumido la castración simbólica, recoge su soledad como una oportunidad para acceder a niveles crecientes de maduración psíquica y para alcanzar espacios jamás imaginados, a diferencia de la que no la ha asumido, ya que aunque no este sola en lo concreto, se siente sola y sufriente, está sola de sí, sola de ser, abandonada por sí misma. La dominan sentimientos de desamparo y angustia. De acuerdo a Winnicott, esta mujer no desarrollo la capacidad para estar a solas. 1. Una mujer que no acepta la falta y no asume la castración simbólica permanece en un anhelo de fusión permanente con el esposo y los

6 hijos. El otro, objeto de amor y apego se convierte en un ser necesario para las satisfacciones de la supervivencia psíquica. La unión con la madre, por desplazamiento, se repite en la unión con el padre, la fusión con el marido, la comunión con los hijos, pagando caro el precio, en forma de sometimiento y obediencia, así, el ser mujer independiente se anuncia como una empresa trágica y temible. La mujer que asume su femineidad es una mujer que es igual a sí misma, tiene una identidad definida positivamente por lo que tiene en común con su género y no negativamente a partir de lo que le falta del varón. Del hombre no quiere su poder, ni su saber, no necesita su pene por estar castrada, lo requiere porque su deseo no se vería colmado sin el otro, su distinto, su diferente. La mujer femenina reconoce y valora su propio cuerpo. Su cuerpo sexuado se orienta a la búsqueda del placer y deja que su deseo fluya sin asociarlo al matrimonio y la reproducción. Como madre, no teme a la sexualidad de sus hijos pues entiende que puede volar con sus propias alas. Al hijo varón lo enseña a amar a las mujeres, sus cómplices, sus congéneres. Con la hija no necesita rivalizar, pues con ella a su lado puede volver a recorrer el camino de cobrar identidad como mujer. Nosotras como mujeres tenemos una misión histórica consistente en una revaloración de lo femenino que desvincule la imagen de la mujer débil, pasiva, castrada y dejar de hacer un drama del ser mujer para pasar al placer de ser mujer.

7 BIBLIOGRAFÍA Alizade, Mariam. La mujer sola. Ed. Lumen. Argentina André, Jacques. La femineidad de otra manera. Ed. Nueva Visión. Argentina André, Serge. Qué quiere una mujer? Siglo XXI Editores. México Aulagnier, Piera. La violencia de la interpretación. Ed. Efe. Argentina Cournut, Jean. Por que los hombres temen a las mujeres. Ed. Alfaguara. México De Oliveira, Orlandina et al. Trabajo, poder y sexualidad. Ed. El colegio de México. México Green, Andre. El complejo de castración. Ed. Paidós. Argentina Lacan, Jacques. La pregunta histérica (II): Qué es una mujer? en Las psicosis. Libro 3 Ed. Paidós. Argentina Lemoine, Eugénie. La mujer en el psicoanálisis. Ed. Argonauta. España

8 Puget, Jeannine. La pareja. Ed. Paidos. Argentina Winnicott, Donald. El proceso de maduración en el niño. Ed. Laia RESUMEN: Del drama al placer de ser mujer. Las visiones de lo femenino provienen de una representación cultural y social construida históricamente que implica una posición de inferioridad de las mujeres frente a los varones. El complejo de Edipo es diferente para el varón y la niña. Respecto de esta última dificultad cabe preguntarse Por qué la separación de la madre es una tarea tan difícil para la niña? La relación de la niña con su madre posee todos los rasgos de una relación pasional cuya salida se da en términos de ruptura. El amor de la niña en la fase preedipica es amor a la madre fálica. Cuando ésta aparece castrada, el idilio se termina pues éste, apuntaba a otro sin falla. La falta de la madre remite a una doble falta: falta de un significante de una identidad femenina por una parte, y falta del falo por la otra, es decir, la prevalencia de la forma imaginaria del falo solo proporciona una ausencia donde en otro lado hay un símbolo prevalente. Para la mujer esa falta originaria es, en última instancia, la madre, o sea, otra ella misma. Esta falta originaria no se simboliza para la mujer en un falo ya que no es su órgano sexual, por lo tanto no puede ser su soporte. Su soporte es su imago especular, teniendo por lo tanto una estructura narcisista.la femineidad, entonces, se presenta como un devenir y no como un ser. La mujer debe ser casi fabricada por un largo trabajo psíquico. Lic. María Esther Guzmán Barajas Lic. Patricia Reyes López