Comentarios sobre la experiencia de observar a un bebé y su mamá en el primer años de la formación como psicoanalista

Transcripción

1 Comentarios sobre la experiencia de observar a un bebé y su mamá en el primer años de la formación como psicoanalista Graciela Cardó Sociedad Peruana de Psicoanálisis Son muchas las vivencias que ocurren en la experiencia de observar a un bebé y a su mamá dentro del marco de la formación como psicoanalista. Podemos comprenderlas desde diversos ángulos, al escoger algunos temas dejaremos otros de lado. En estos comentarios ha de ocurrir aquello, pero me dejaré llevar por lo que vaya en el camino tomando prioridad. Desde las sensaciones Parte de nuestro trabajo, tanto el de formarse, como el de empezar a ver pacientes en análisis, consiste creo, en tratar de poner en palabras lo que observamos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que percibimos y que, muchas veces lo hacemos no conscientemente. El mundo de las sensaciones y el de las percepciones se abre paso a través muchos niveles, hasta aparecer como pensamientos que puedan ser dichos y recibidos por otro. El cuerpo deviene en instrumento fundamental para esta peculiar comunicación. El cuerpo que siente y que se envuelve en pensamientos ( Anzieu,1987) que se contienen cuando escuchamos o cuando somos escuchados. Observar durante un año a un bebé con su mamá me permitió ver, sentir, oler, así como pensar y luego compartir en grupo, todos o muchos de aquellos procesos, eventos, hitos, hechos, etc. que tantas veces leí en trabajos teóricos. Fue ser de algún modo partícipe sin serlo efectivamente- de aquello que Mahler (1974) denominó el nacimiento psicológico del infante humano, o de lo que Winnicott formuló y nunca más fue dejado de lado acerca de que no existe tal cosa como un bebé, lo que existe es un bebé con su madre. Los orígenes de la teoría? de la formación? Creo y espero haber empezado a entender el tema de los orígenes, de los tiempos primarios fundantes y míticos tema que siempre me interesó. Participamos de algún modo de aquellos tiempos descritos en el arte y en la mitología, tiempos en que siempre algo emerge; y lo que vimos y vivimos cada una en nuestro grupo, fue la emergencia de la vida psíquica, la 1

2 conformación y el surgimiento de lo que Freud (1914) llamó su metapsicología (lo más árido para muchos, no para mí). Hablamos de los componentes de su teoría, los que en muchos trabajos terminó por calificar como su mitología. Freud nos explicó el funcionamiento de un aparato psíquico a través de metáforas y conceptos que pienso, son producto de muchísimas traducciones que parten quizás de aquellas vivencias primarias que todos portamos, ya que todos vivimos otrora, lo que en esta observación vimos y sentimos. Si bien cada cual a su manera y a la de su propia madre, tal como nuestros bebés y sus madres, todos fuimos testigos del surgimiento de inconscientes y conscientes, de ellos y yoes, de yoes auxiliares, de pulsiones y deseos. Así, observación tras observación, sumadas a las de nuestras compañeras, nosotras mismas como instrumento de observación, de análisis, de estudios, etc., fuimos siendo tomadas y ocupadas, por sensaciones y deseos ( proceso primario?) que, al ser compartidas y de ahí la importancia de la escritura ( proceso secundario?), logran la posibilidad de ser procesadas y en algo entendidas. Pienso en este momento que tal vez mi escritura no esté siendo muy clara; lo que intento transmitir es que este proceso largo, paciente, trabajoso e intenso, se inició en mí con dos expectativas: vivir la teoría y sentir la técnica. Creo haberme referido a la teoría, y creo que eso fue posible porque tenemos grabado en el cuerpo y en la mente lo que observamos: el nacimiento del vínculo y el desarrollo de las tópicas freudianas; el surgimiento del inconsciente y de las pulsiones, el advenimiento del sujeto haciendo un recorrido desde el organismo al psiquismo. En cuanto a la técnica, esperé aprender lo que imaginaba y ahora estoy segura que es para mí- lo más difícil de lograr: la distancia óptima ( Mahler, 1974). Distancia óptima para hablar o para callar, para intervenir o no, para dejar ser al otro sin abandonarlo, pero tampoco invadiéndolo. Creo que el objetivo del análisis es permitir mediante las mejores condiciones que nos brinda el encuadre, que quien nos busca para ello, pueda emerger como sujeto libre, aunque siempre sujetado al otro: contradicción y reto, en fin, condición humana. Buscamos ser escuchados pero a la vez que no nos impongan. Dejar ser: después de separar la espiga de la paja, después y mediante el analizar nuestros componentes psíquicos y el de nuestros pacientes. 2

3 Creo que es precisamente por estar presentes con nuestros pacientes y con nuestros bebés y mamás, que se puede dejar ser. Porque nos interesan es que podemos aparentemente no intervenir, y porque ese interés nos lleva a escuchar lo que es invisible a los ojos. Lo invisible a los ojos ocupa paradójicamente en la observación de infantes y en el trabajo analítico un lugar princeps; el registro sensorial que luego se hace consciente complementa y potencia a la escucha. Buscamos lo que se esconde detrás de lo que se muestra ( Merleau-Ponty, 1964). Después de la sesión de observación transcribimos y ahí se condensan los tiempos, las vivencias, las asociaciones y algo escondido surge haciendo sentido, o no. En el análisis esperamos que algo brote en cada encuentro, que la escucha resuene en muchos niveles los que son devueltos también en diversos niveles, que no son únicamente verbales. Esto ocurre durante el proceso analítico, no necesariamente durante una sola sesión. Domesticar En el sentido antes referido, observar la relación mamá-bebé durante un año, nos transmite también la noción de proceso y las enseñanzas de la espera paciente y atenta. Observar durante un año, el mismo día y a la misma hora, nos permitió también ser de cierto modo co-partícipes de la formación del vínculo: Sólo se conocen las cosas que se domestican-dijo el zorro-. Los hombres ya no se dan tiempo para conocer nada. - Qué hay que hacer? dijo el Principito. - Hay que tener mucha paciencia respondió el zorro-. Al principio te sentarás un poco lejos de mí, así, de esta manera, sobre la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca Al día siguiente, el Principito volvió. - Habría sido mejor que volvieras a la misma hora dijo el zorro-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres comenzaré a estar feliz. Y a medida que la hora avance, me iré sintiendo cada vez 3

4 más feliz Pero si llegas en cualquier momento, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón. (Saint-Exupéry, 1999; pp.69) En la misma línea y con la ayuda de El Principito, pienso que lo vivido y compartido durante aquel año, ha sido de algún modo una domesticación: del bebé por su mamá, de su mamá por el bebé, de mí por el bebé y su mamá aunque más por el bebé, y también de cada una de mis compañeras. Pero, Qué significa domesticar?... - Es algo ya muy olvidado -dijo el zorro-. Significa crear vínculos. Serás para mí único en el mundo y yo seré para ti único en el mundo Hablamos pues, de la formación de vínculos, que a su vez se replicaban en cada reunión grupal. Se crearon o reforzaron en muchos casos, vínculos entre mis compañeras y nuestras profesoras; las relaciones vividos en las observaciones de mis compañeras hacían eco en las mías; estos lazos resonaban en nuestros vínculos externos. Pude vivir también surrealistamente o más bien psicoanalíticamente, el accionar en paralelo de diferentes experiencias vividas en tiempos distintos que se activaban durante y después de las observaciones: yo como observadora, yo observada, yo como madre, yo como hija, yo como compañera de formación. Y ahora, de mí como analista en formación también, porque al empezar a analizar me encuentro nuevamente con esto de la atemporalidad o de la conjunción de los tiempos: yo escuchando a mi paciente, yo escuchando al hijo de mi paciente, a mi paciente como paciente, como madre, como hija, etc. A mi paciente en su edad actual, a mi paciente de meses, a mi paciente yendo al colegio en la primaria, en la universidad. Yo escuchando, sintiendo, tratando de comprender, después de percibir a veces sin pensar, o al menos tratando de hacerlo. Son muchos los temas y las ideas que esta experiencia trajo. Son muchas las cosas con las que nos quedamos: vivir la teoría, resignificar nuestras 4

5 vivencias como hijas y como madres; aprender que la formación no se hace en soledad, sino en compañía; aprender que llevamos grabado más de lo que algún día conoceremos. Tomar consciencia de nosotros, nuestras interioridades, nuestra mente, nuestro cuerpo. Comprender el significado de los ritos-encuadres y la paciencia necesaria para ver surgir algo. Reconocer las diferencias, los tiempos, los recursos, las intromisiones, las negligencias el soporte propio, ajeno y grupal, el transicional. Una aplicación De tantas experiencias, quisiera resaltar una en particular: el tiempo, el espacio, y el trabajo mutuo para que se de el encuentro entre el bebé y el seno materno: el tiempo de la acomodación. Recuerdo a mi bebé y a su mamá con toda la polisemia del caso-, y a mi paciente en el diván. No fue fácil, enganches y desenganches, encuentros y desencuentros, placer y displacer, a veces el bebé lactando, otras riendo, otras llorando. El camino nunca fue sencillo ni fue el mismo. En las primeras sesiones, mi paciente me transmitía lo intenso que podía ser para ella este tiempo que necesitaba al ubicarse frente al ecran en blanco. Las palabras entrecortadas, los chasquidos, los sonidos casi guturales, los breves silencios iniciales: era toda una acomodación al pecho! Se necesitó paciencia y calma sentimientos que a veces no existían en mí, como que tuve que crearlos- para que naciera el vínculo, para que fluyeran los pensamientos y las palabras. Nos hemos ido conociendo, ella está atenta a mí, así como yo a ella. Espera mis reacciones y espera mi silencio (así lo ha manifestado). Yo estoy aprendiendo a esperar, a escuchar, a no apurarme, a dejar que fluya. Creo que hemos empezado el análisis. Terminó el año de observación, el año de reunirnos semanalmente a compartir, a aprender, a contenernos, a crecer juntas. Y si bien en una de las observaciones asocié estas preguntas de Neruda (2004): 5

6 Dónde está el niño que yo fui, sigue adentro de mí o se fue? Por qué anduvimos tanto tiempo creciendo para separarnos? Por qué no morimos los dos cuando mi infancia se murió? ahora, tiempo después, creo haberlas reemplazado por recuerdo del zorro diciéndole al Principito cuando llegó la hora de partir: - Ay lloraré! - Es tu culpa dijo el Principito-. Yo no deseaba hacerte daño, pero tú quisiste que te domesticara. - Por supuesto dijo el zorro. - Pero vas a llorar! - Claro que sí. - Entonces no has ganado nada! dijo el Principito. - Claro que sí dijo el zorro- Gané el color del trigo. Y yo también gané. Gané la historia inicial del bebé y la mamá que observé, el modo en que formaron y forman parte de la mía, de los míos, de mi formación, de mi práctica. Gané los vínculos que con mis compañeras creamos, el soporte que siguen siendo en mi mente, gané la posibilidad de haber vivido, pensado y escrito esto, por ahora. Gracias por todo ello. 6

7 Bibliografía Anzieu, Didier (1987). El yo piel. Madrid: Biblioteca Nueva. De Saint-Exupéry, Antoine (1999). El Principito. Madrid: Dolmen. Freud, Sigmund (1914). Pulsiones y sus destinos. En: Obras Completas Madrid: Biblioteca Nueva. Mahler, Margaret (1974). El nacimiento psicológico del infante humano. Buenos Aires: Marymar. Merleau Ponty (1964). Fenomenología de la percepción. Barcelona: Ediciones Península. Neruda, Pablo (2004). Libro de las preguntas. Buenos Aires: Sudamericana. 7