BOLETIN Nº10 SEPTIEMBRE DE 2008



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Transcripción:

BOLETIN Nº10 SEPTIEMBRE DE 2008

Boletín informativo de publicación periódica Ejemplar gratuito Número 10, Septiembre de 2008 Edita: ASOCIACIÓN CULTURAL DE AMIGOS DEL MUSEO HISTÓRICO-MILITAR-VALENCIA C/General Gil Dolz 6 Valencia Telf.:96 360 16 45 NOTA: la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Valencia no se hace responsable de las opiniones de los articulistas, que en cualquier caso lo hacen a título personal. SUMARIO *Noticias de la Asociación...pag.3 *1ªJornada de Convivencia...pag.4 *Crónicas del Bicentenario. Madrid y Móstoles 25, 26 y 27 de abril de 2008.... pag.6 *El Decreto de Nueva Planta...pag.14 *Crónicas del Bicentenario. Segorbe 9 y 10 de mayo de 2008......pag.23 *Ministros de Marina...pag.31 *Ametralladoras Puteaux y Saint Etienne, 1ª parte.pag.33 *Crónicas del Bicentenario. Valencia 28 y 29 de junio de 2008. Los links. pag.41 2

NOVEDADES DE LA ASOCIACIÓN En primer lugar, y como es notorio, el boletín tiene otro formato, habiendo pasado del impreso al digital, ante lo costoso de la confección del primero, dado además el cada vez mayor número de ejemplares a preparar, y por otra parte por considerar que de esta forma se mejoran las posibilidades de conservarlo, al ocupar menos espacio, y de leerlo y apreciar las fotografías, por la general disponibilidad y opciones de visualización que permiten los ordenadores personales actuales. Por lo demás, las actividades de la Asociación en los últimos meses ha venido marcadas por la conmemoración del bicentenario 1808-2008 y la Guerra de la Independencia, de forma que además de varias conferencias relacionadas con el tema, se ha estado presente en muchos actos a lo largo de la geografía nacional: - Madrid y Móstoles, 25,26 y 27 de abril - Segorbe, 9 y 10 de mayo - La Albuera, 17 y 18 de mayo - Valencia, 23 de mayo - Segorbe, 25 de mayo - Ceuta, 31 de mayo y 1 de junio - Segovia, 14 y 15 de junio - Valencia, 28 y 29 de junio - Gerona, 5 y 6 de julio...somosierra en septiembre, Bailen próximamente. Tambien relacionado con lo anterior, hay que mencionar el estreno de diversas uniformidades de la época por los miembros del grupo de recreación de la Guerra de la Independencia, o la adquisición de una magnífica réplica de cañón napoleónico. Todos los anteriores actos y novedades han merecido a su vez la realización de sendos artículos que iremos viendo en este boletín, el siguiente, y quizá alguno más. 3

1ª JORNADA DE CONVIVENCIA El domingo, 20 de abril, se celebró en la sede de la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Valencia, la 1ª Jornada de Convivencia, realizada con el fin de estrechar lazos entre los miembros de la misma, y tratar todo tipo de asuntos de una forma distendida e informal. Durante la mañana, se realizó una visita al Museo con un guía de excepción, nuestro presidente, D. Ángel M. Adán, quien nos explicó con todo detalle las diversas armas, banderas, maquetas, dioramas y utensilios que allí se encuentran expuestos. Nadie mejor que él para hacerlo puesto que fue el director del Museo durante largo tiempo. Más tarde, al acabar la visita al Museo, nos "pusimos las botas" comiendo paella. 4

En las fechas en las que nos encontrábamos, metidos de lleno en la organización de diversos actos conmemorativos tanto en Valencia como en otros lugares que en su día fueron escenario de importantes batallas, y preparándonos para otros muchos acontecimientos a los que fuimos invitados, saltarse un día de instrucción para hacer una comida de grupo, una visita al museo y charlar amigablemente entre todos los miembros, sin duda fue una buena idea. 5

CRONICAS DEL BICENTENARIO.MADRID Y MOSTOLES 25,26 Y 27 DE ABRIL DE 2008 VIERNES 25 DE ABRIL Tarde calurosa. Pasadas las seis de la tarde, un abanico de colores se despliega entre guerreras, divisas, plumas, shakos, morriones y bicornios, al son de los tambores y deslumbrados por el resplandor de las bayonetas caladas en sus mosquetes, dando solemnidad a la exposición organizada por la Comunidad de Madrid y el Canal Isabel II Madrid 2 de Mayo, un pueblo, una nación. En número de diez, los componentes del grupo de recreación de la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Valencia, junto con otros grupos españoles y franceses, alrededor de 150 recreadores, estuvieron formando un pasillo de honor a los visitantes e incluso rindiendo honores a las personalidades que se dieron cita en la exposición, como al vicepresidente de la Comunidad de Madrid y a otras autoridades. En formación en espera de las autoridades A diferencia de 200 años atrás, Madrid no había visto juntas tropas españolas y francesas sin que tal encuentro no acabase con un baño de sangre. En esta ocasión, por el contrario, al finalizar el acto se fundieron en una columna que, desfilando marcialmente por el paseo de la Castellana, les llevó a una cena de confraternización, en uniforme de época, organizada por la ANE. SABADO 26 DE ABRIL A las diez de la mañana, luciendo el sol, se unen los miembros de nuestro grupo de recreación que partieron de madrugada de Valencia. Así, con los recién llegados, formamos una unidad de veintidós componentes, siendo el grupo más numeroso de los asistentes en el acto matinal que se iba a celebrar. 6

Instrucción junto a la entrada de la Exposición. Se parte en formación desde el hotel de concentración en la estación de Chamartín hasta el Centro de Exposiciones del Canal Isabel II donde, durante el transcurso de la mañana, se estuvo efectuando instrucción y movimientos de tropas, según la reglamentación de la época, para deleite de los visitantes de la exposición y curiosos que pasaban por la Castellana. El Sargento Instructor de la ANE, nuestro entrañable amigo Paco Vela, nos felicitó por la ejecución de los movimientos y maniobras realizadas. Formación de la tropa para la realización de maniobras. 7

En formación de combate El pueblo de Madrid disfrutó con los diversos movimientos realizados por nuestro grupo En compañía del comisario del evento, Arturo Pérez Reverte, realizamos la visita a la exposición. Ésta, gracias a su interactividad y representación virtual, nos traslada en el tiempo a ese lunes 2 de mayo de 1808, donde el pueblo llano de Madrid desafía a aquella terrible máquina de guerra, como eran las tropas de Napoleón comandadas por Murat. Posando junto al cañón y, a la derecha, el grupo junto con Arturo Perez Reverte, comisario de la Exposición. Acabado el acto, regresamos al hotel, de nuevo por la Castellana, donde miembros de nuestro Regimiento se encontró con alguna celebridad. 8

Nuestro oficial abanderado, Beni, con Ana Rosa Quintana Para finalizar nuestra presencia en la villa de Madrid, acudimos a la comida organizada por la ANE, donde se hizo entrega de un diploma a todo el personal de los grupos de recreación asistente a las jornadas. Por la tarde nos desplazamos a Móstoles. Cae la noche. Son las veintiuna horas y en las calles de Móstoles, todos los asistentes están expectantes por el recorrido de una inmensa comitiva que atraviesa parte de la ciudad, encabezada por más de quinientos ciudadanos ataviados con vestimenta de época, seguidos de las tropas imperiales francesas y las fuerzas españolas que cierran el desfile. Todo ello para homenajear a los alcaldes Andrés Torrejón y Simón Hernández que, con la emisión de su bando, alertaron a todas las gentes de España de los sucesos acaecidos en Madrid. Preparandose para iniciar el desfile. A la derecha, el Mariscal Oleg Sokolov y su Estado Mayor. 9

Javier dando las últimas instrucciones a nuestros músicos. Comienza el desfile. Durante el recorrido, la gente increpaba a los franceses como hace 200 años, esta vez con más civismo. Al llegar a la plaza del Pradillo, las tropas de uno y otro ejército se separaron preparándose para el combate. La batalla dio comienzo. Los franceses, comandados por el Mariscal Oleg Sokolov, ocuparon la parte baja de la plaza. En lo alto, los españoles, dirigidos por nuestro capitán R. Javier Planells, posicionaron la pieza de artillería de Bailén al mando del capitán Miguel Troyano y el teniente Manuel Ozaes. Ésta fue reforzada por artilleros de Galicia, el empecinado, el Regimiento de la Reina a las órdenes de Cándido Lorite, y otros. Gran cantidad de Mostoleños y Mostoleñas pudieron contemplar la espectacular recreación de la Batalla. Pronto se oyeron las primeras descargas de la artillería. El público asistente que llenaba la plaza, jaleaba a los españoles. La infantería ligera de los voluntarios de Aragón y de León realizaba incursiones contra los flancos de las tropas francesas. Nuestros granaderos formaron en línea de combate cargando a la bayoneta sobre los franceses. Pese al mayor número de las fuerzas francesas, los españoles aguantaron los continuos ataques. Intentaron tomar el cañón pero se encontraron con una fuerte defensa, desistiendo en el esfuerzo. El combate acabó en tablas. Todos los presentes, participantes y público asistente, disfrutaron de este animado combate. 10

Una vez recompuestas las filas, el alcalde de Móstoles, D. Esteban Parro, pasó revista a las tropas participantes. El alcalde de Móstoles pasando revista a las tropas Al finalizar, recuperamos fuerzas en una excepcional cena de época ofrecida por la organización del evento, en manos de nuestro amigo José Arrabal. La velada fue amenizada por los cánticos del bando francés, encabezada por Oleg. Varias imagenes de la cena. En la siguiente página vemos a Jean Yves Sebastián, Arrabal, Oleg y Antonio Osende entonando canciones de la época DOMINGO 27 DE ABRIL Ocho de la mañana, con cielo nublado pero que, según avanza la mañana, va liberando un sol tórrido. A los combatientes de la noche de Móstoles nos trasladan a una vaguada próxima. Allí nos esperaba un equipo de filmación que realiza un documental sobre nuestra Guerra de Independencia para el Canal Historia (será emitido el próximo mes de septiembre). 11

El rodaje duró 7 horas aproximadamente. Se grabaron escenas de movimiento de tropas, de cargas de infantería, fuego de fusilería y artillería, lucha cuerpo a cuerpo, combates, heridos y muertos. Diversas escenas del rodaje del documental que podremos ver a partir de Septiembre. 12

En la última de las fotos vemos a Sergio como Granadero Britanico. Al finalizar, los veintidós granaderos del grupo de recreación de la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Valencia, después de haber dejado nuestro pabellón bien alto, volvimos a casa dejando atrás un intenso, pero inolvidable, fin de semana. 13

EL EFECTO MILITAR DEL DECRETO DE NUEVA PLANTA PARA EL REINO DE VALENCIA Cada año celebramos el 9 de octubre, fecha representativa donde las haya para la Comunidad Valenciana, en la que, en recuerdo del día de San Dionisio de 1238, en que se consagró la catedral de la ciudad, desde hace siglos hemos dado en conmemorar la fundación del reino de Valencia. En ese sentido fundacional, tendría un significado simétrico, con acento totalmente opuesto, el 29 de octubre de 1707, cuando se promulgó el llamado Decreto de Nueva Planta para Aragón y Valencia. La primera fecha encarna el nacimiento de un reino, la concreción de su personalidad, que le viene dada por sus leyes e instituciones propias, las contenidas en los Fueros. Mientras que la segunda fecha se refiere al desmantelamiento de esas leyes e instituciones, a la supresión de los Fueros. En realidad, y como casi todas las fechas en historia, ambas tienen mucho de arbitrario y puramente simbólico. Si en la primera no nació el reino de Valencia como tal, con su estructura política, legal y administrativa acabada, sino que esa estructura se fue gestando a lo largo del siglo XIII y se desarrolló en las centurias siguientes, tampoco el 29 de junio de 1707 equivale, sin más, a la desaparición del reino y a su sustitución por algo nuevo e igualmente acabado. La realidad, también aquí, sería más compleja. Tan ilustrativa como la comparación entre esas dos fechas, me parece la que podemos establecer entre dos hechos de armas, dos batallas, que comparten calendario. El 25 de abril de 1707 tuvo lugar la batalla de Almansa, y exactamente 470 años antes tuvo lugar la batalla del Puig. Pese a la poca importancia militar del encuentro, desde muy pronto su recuerdo fue mitificado, empezando por el rey Jaime I, en su Llibre dels Feyts, de modo que se convirtió en la gesta que incorporó el reino de Valencia a la Cristiandad latina y feudal. Ese acento de cruzada queda recogido en la representación, ya del siglo XV, de Marçal de Sax, incluyendo la sobrenatural intervención de San Jorge, el patrón de la caballería, y del estamento noble valenciano. Si, como subraya esta construcción de la historia, la fundación del reino de Valencia tiene una base militar, de conquista, y la batalla del Puig precede a las solemnidades del 9 de octubre, también su contrapartida, la promulgación del Decreto de Nueva Planta, fue allanada por la batalla de Almansa. En ambos casos fue la victoria y la subsiguiente ocupación militar lo que permitió el establecimiento de un régimen. Pero la batalla de Almansa, en nuestra nueva construcción de la historia, pasa por ser la clave no tanto de la fundación de un reino, sino de su destrucción, del desmantelamiento del reino de Valencia. Así lo ganado en El Puig, con auxilio divino, sería destruido cuatrocientos setenta años después, con la más terrenal dirección del Duque de Berwick. El 9 octubre y el 29 de junio, Sant Dionís y la Nueva Planta, tienen, por tanto, sus contrapuestos fundamentos militares. Una vez más volvemos a estar ante una simplificación. Pues el proceso propiciado en Almansa y concretado con la Nueva Planta, no concluye ahí. Antes al contrario consistirá en la introducción de nuevos criterios y formas de gobierno en el reino Valencia y en la construcción de un nuevo ámbito político y administrativo que, en ningún caso, se limita a importaciones legislativas al reino de Valencia, como la mera incorporación de Valencia al ámbito castellano. Antes bien, la construcción de la Valencia dieciochesca no 14

se basó en un sencillo proceso de anexión del reino a Castilla, sino en la creación de unas realidades específicas, en las que, precisamente, el ejército tendría un papel protagonista. Para analizar ese papel debemos examinar cuál es el significado de la Nueva Planta, cuál era el alcance, en el plano militar, de lo que se suprime con la Nueva Planta (esto es, en qué consistía la organización militar de la época foral), y, finalmente, en qué consistieron las novedades militares introducidas en el reino desde 1707 y cuál fue su protagonismo en el gobierno y la administración. EL SIGNIFICADO DE LA NUEVA PLANTA Nueva Planta significa, ante todo, reestructuración administrativa, reorganización de una institución, y singularmente de su organigrama, de su cuadro funcionarial. Los decretos de Nueva Planta promulagados en los dos primeros decenios del siglo XVIII son varios, relativos a cada uno de los reinos españoles de la Corona de Aragón. Implican todos ellos reestructuraciones de instituciones. Por una especie de contagio lingüístico, dentro del conjunto de decretos que denominamos de Nueva Planta, los que dan el nombre a todos son los que se refieren a específicas reorganizaciones administrativas, concretamente los que renuevan el organigrama de las respectivas Audiencias (de Barcelona, Zaragoza, Valencia y Mallorca). Aunque el Decreto que aquí nos interesa, el promulgado en el Buen Retiro el 29 de junio de 1707, relativo a Aragón y Valencia, también se refiere a la nueva planta que han de adoptar las audiencias valenciana y aragonesa, su contenido esencial es otro, y por eso es más adecuado llamarlo Decreto de derogación de los fueros de Aragón y Valencia, que es el nombre que lleva en la Novísmia Recopilación. Su contenido es bien explícito, pues se dispone en él abolir y derogar enteramente (...) todos los (...) fueros, privilegios, prácticas y costumbres (...) de Aragón y Valencia, que serían sustituidos por las leyes de Castilla, y por el uso, práctica y forma de gobierno de los reinos de Castilla, sin diferencia alguna en nada. Como aclara el siguiente de los decretos inserto en la Recopilación, subsistirán los privilegios, costumbres y franquicias particulares, de nobles o ciudades, en todo lo que no toque el modo de gobierno, leyes y fueros. es decir, es el Derecho general, tanto público como privado, el que se deroga. Sin valorar el contenido del Decreto, ni los motivos concretos que se aluden en él, y orillando el más espinoso de todos, el castigo de aragoneses y valencianos (también matizado en el segundo decreto), tenemos que detenernos en los dos razonamientos jurídicos de peso que justifican explícitamente la medida. En primer lugar, el dominio absoluto de que gozaría el monarca: en principio, supone la plena potestad, y la plena propiedad que tendría el rey sobre el reino para usar de él a su antojo, sin ninguna cortapisa de tipo legal. No obstante el concepto de poder absoluto es mucho más complicado que esto, y durante la época foral, especialmente en el siglo XVII, había convivido con el mantenimiento del régimen representativo en los reinos de la Corona de Aragón y con la vigencia del Derecho Foral. Más efectiva resultaba la otra gran justificación: el justo derecho de la conquista. A nadie escapa que la ocupación militar facilita las reformas políticas y administrativas. Y, especialmente, en lo puramente militar y defensivo, la presencia del ejército real, y la permanencia en el territorio valenciano de una porción relativamente importante de ese ejército, tuvo efectos sobre la organización militar vigente en el reino en el período anterior. Ni más ni menos, el ejército reemplazó en su mayor parte esa organización. 15

LA ORGANIZACIÓN MILITAR Y DEFENSIVA DE LA ÉPOCA FORAL Antes de la Guerra de Sucesión el reino de Valencia tenía una estructura y unas instituciones que encuadraban y regulaban la actividad militar y la defensa del reino. Instituciones y estructura que tenían su fundamento en el régimen foral y en las prácticas políticas, administrativas y representativas que ese régimen propiciaba. Como en el resto de España y de la Europa de los siglos XVI y XVII la vida política se articulaba en Valencia en torno al protagonismo de los tres estamentos privilegiados, es decir, el clero, la nobleza y las ciudades. Estos eran los interlocutores del rey y los únicos que gozaban de derechos de representación política. Es en las instituciones estamentales, las integradas por representantes de esos tres estamentos, donde, en buena parte, se definía la organización militar y defensiva del reino. En las Cortes, asamblea de los tres brazos o estamentos, convocada y presidida por el rey, donde se legislaba, se debatía sobre política, se aprobaban impuestos y se creaban instituciones. Pero también en la Generalidad, organismo con funciones tributarias, encargado de recaudar impuestos y que, por lo tanto, decidía sobre el control y administración de una amplia serie de rentas, y, por tanto, decía qué hacer con parte del dinero que producían esas rentas. Y, finalmente, en las juntas de los estamentos, convocadas fuera de Cortes, a veces para un asunto concreto, otras para temas de índole general, muchas veces para ocuparse de los problemas defensivos del territorio valenciano. El rey dependía de estas instituciones sobre todo por una razón: por la falta de fondos en el reino de Valencia. Las rentas reales, que no eran excesivamente elevadas, estaban desde hacía tiempo endeudadas. Especialmente a lo largo del siglo XV, los reyes de la Casa de Trastámara, y en particular Fernando el Católico, las habían empeñado para obtener créditos con que financiar sus guerras. En consecuencia, la falta de liquidez del rey en Valencia le obligaba a depender de las aportaciones de los estamentos y de las instituciones que controlaban. Así ocurría cuando era necesario tomar medidas para la defensa del reino. Empezando por la reunión de tropas, la principal institución que regía la participación de los valencianos en la guerra y la defensa era la llamada host i cavalcada, la hueste y cabalgada o ejército. Se trataba de la obligación de naturaleza vasallática por la que se debía servir al rey y acudir a las convocatorias militares que realizaba. Era una obligación universal, que tocaba a todos los vasallos. Pero no eran los individuos aislados quienes la canalizaban, sino más bien los señores, laicos y religiosos, y las ciudades de la Corona. Cada señor y cada ciudad real debían aportar sus respectivas huestes. Es, por lo tanto, en el seno de cada señorío y de cada ciudad, donde se articulaban esas obligaciones. Las instituciones clave son las más cercanas a los individuos: ante todo el municipio, y, dentro de este (y si es lo suficientemente grande), los gremios, las parroquias, las corporaciones. La formación de ejércitos pasaba por las huestes o milicias municipales, convocadas por la Corona. Y su actividad estaba regulada por fueros y privilegios que los estamentos habían conseguido que el rey aprobase: básicamente las milicias sólo podían convocarse en caso de necesidad, no podían salir del reino, salvo ciertas circunstancias, y, por lo tanto, su función era esencialmente defensiva. Uno de los ejemplos más característico de la milicia urbana y corporativa en Valencia es el Centenar de la Ploma, integrado por dos compañías, una de jinetes y otra de ballesteros, cuya misión era escoltar a la Senyera siempre que abandonase, en misión militar, la capital del reino. Una serie de privilegios regulaban su funcionamiento, al tiempo que beneficiaba a sus miembros. De ahí que 16

en la institución, con el tiempo, primase más su condición de cofradía de privilegiados que su condición militar, de la que, a decir verdad, ya en los siglos XVI y XVII no dio muchas muestras. Este carácter, de cuerpos privilegiados, con definidos por los fueros. marcará las milicias valencianas hasta el siglo XVIII. También en el municipio radicaban otras competencias de carácter militar, como la construcción y mantenimiento de sus murallas o la provisión de armamento y artillería. Para todo ello se precisaba de licencia del rey, pero la administración y el control de arsenales, parques de artillería y murallas recaía en las autoridades municipales. Asimismo las ciudades coordinaban una activadad esencial para la protección del reino, la vigilancia del litoral: existía un sistema de avistamiento de embarcaciones y de transmisión de información entre los pueblos y ciudades próximos a la costa, que permitía conocer los movimientos de las flotas enemigas que se acercasen al reino. Frente a esto, el rey disponía de bien poca cosa. Una red de castillos de titularidad regia, distribuidos por todo el reino, gobernados por un alcaide y custodiados por un puñado de guardas. Más allá de esto, la Corona sólo contaba con la exigua guardia de alabarderos y jinetes de los virreyes, que se consolidó, con el cargo de virrey, a lo largo del siglo XVI. No existía, en consecuencia, una fuerza armada, un ejército permanente en el reino. Cuando era necesario, se convocaban las milicias, y cuando estas no bastaban, como ocurrió durante la guerra de las Germanías, o en las sublevaciones musulmanas, era imprescindible negociar con los estamentos para conseguir fondos con que pagar un ejército regular. Ahora bien, una vez acabada la contienda, el ejército se disolvía. A lo largo del siglo XVI se comprobó que esta estructura era insuficiente. Especialmente a causa del peligro que suponía la combinación de la piratería berberisca, las incursiones de la Armada turca y la inquietud de los moriscos (bautizados por la fuerza en la década de 1520). La situación indefensa del litoral obligó a concebir entidades militares estables y más centralizadas que garantizasen la adecuada vigilancia y defensa de la costa del reino. Y esto se tuvo que hacer mediante la negociación con los estamentos, en las Cortes y fuera de ellas. Los resultados fueron de dos tipos: desde el punto de vista político se instituyeron diversas juntas, integradas por el virrey y representantes de los brazos, para levantar y dirigir la estructura de vigilancia y defensa. Desde el punto de vista militar, se creó: una guardia de costa, compuesta por compañías de caballería y un sistema de torres de vigilancia, articulado y dirigido desde la capital, que, con personal adecuado (atajadores, requeridores, visitadores) se encargaba de la vigilancia y de la transmisión de avisos e información, de manera en principio más eficaz que los municipios. Asimismo las juntas elaboraron y financiaron diversos programas de renovación tanto de las fortificaciones del litoral (no sólo las torres, sino también castillos y murallas urbanas) como de los parques de artillería. El punto débil de la organización seguía siendo la falta de un ejército, de una tropa de suficiente entidad y garantías para repeler los ataques o posibles invasiones. La introducción de compañías de los Tercios (por ejemplo, tres mil soldados en la década de 1580) con la misión de prevenir los ataques litorales, fue vivamente protestada en las Cortes, pues el reino no sólo debía alojar la tropa sino pagar sus soldadas. Por lo tanto a fines del siglo XVI se concibió la creación de una nueva milicia, la llamda Milicia Efectiva, a imitación de las 17

que se establecían por entonces en Castilla. Su base seguiría siendo municipal, pero estaría formada por voluntarios alistados, que, en tiempo de paz, tendrían sus oficios civiles, aunque estaban obligados a adiestrarse periódicamente. Se les compensaría con la obtención de determinados privilegios y exenciones fiscales. Como sucedía con las milicias tradicionales, no podían salir del reino, su cometido era esencialmente defensivo. Pero a todo lo largo del siglo XVII se intentó implicar al reino de Valencia activamente en las campañas exteriores de la Monarquía. Aunque la Unión de Armas propuesta por el Conde-duque de Olivares no fue aprobada tal y como él pretendía, sí se logró en las Cortes de 1626 y 1645 (las últimas de la época foral) que se decidiesen mecanismos de movilización de tropas para enviar a los frentes exteriores. La institución que llevaría a cabo estas tareas, sería, en consonancia con lo que llevamos visto, la Junta de Leva, formada por representantes de los estamentos. LAS NOVEDADES DEL SIGLO XVIII: LAS INSTITUCIONES Y EL EJERCITO Este es, por tanto, el cuadro de las instituciones militares valencianas del período foral. Estas son las instituciones que fueron suprimidas por el Decreto de Nueva Planta. Suprimidas las Cortes, los fueros, la Generalidad, las Juntas Estamentales, incluso la organización municipal tradicional, todo lo que dependía de ellas quedó transferido a la administración real. La Generalidad fue suprimida: sus rentas quedaron incorporadas a la Corona y ya no serían administradas por representantes de los estamentos, sino por oficiales del rey, en particular por el intendente, el nuevo oficial que asumía la dirección del Patrimonio Real valenciano. Las juntas estamentales dejaron de reunirse, de modo que cesaron tanto las que dirigían la organización defensiva de la costa, como aquellas que se encargaban de la leva de tropas. La dirección de todo ello quedó ahora en manos de los oficiales de la Corona. Y, al suprimirse el municipio foral y reemplazar su planta por la típica en Castilla, también quedaron anuladas las huestes municipales. Incluso la Milicia Efectiva fue abolida. En su lugar una novedad absoluta presidiría la vida del reino: el ejército. A partir de la batalla de Almansa, la presencia del ejército regular en Valencia se hizo estable, ordinaria y permanente. Y así se mantuvo después de la Guerra de Sucesión. Es más, el ejército se convierte en el instrumento principal del poder real en el reino: del gobierno, de la administración y de la nueva fiscalidad. Entre 1707 y 1714 el volumen de efectivos destacados en el reino es muy elevado. Todavía se llevan a cabo acciones de guerra en el territorio valenciano (sobre todo, en 1708, la toma de Morella), y las cifras se corresponden con ello. Así después de la ocupación de la capital de Los Puertos, el ejército del caballero D Asfeld, compuesto por diez mil hombres, fue alojado a lo largo de casi todo el territorio valenciano, concretamente entre Castellón y Alcoy. Al año siguiente (1709), distribuidos por el reino había al menos siete regimientos de caballería y catorce de infantería. En 1712 las cifras totales ascienden a más de 16.000 soldados (16.453: 6.191 de caballería y 10.262 de infantería). Por poner un ejemplo de presencia concreta: en la ciudad de Valencia durante los cinco últimos años de la guerra, entre 1709 y 1714 había doce compañías entre infantería y caballería. Una vez concluida la guerra, se tendió a la reorganización del ejército real en Valencia con el doble fin de reducir y racionalizar los efectivos, al objeto de maximizar su eficacia. En esta línea, y 18

con la finalidad principal, según las autoridades reales, de asegurar la fidelidad de un territorio que no inspiraba demasiada confianza, y también con el fin de proveer a su defensa frente a enemigos exteriores, se distribuyeron diversas unidades por todo el reino obedeciendo a diversos criterios. Primero, se instalaron guarniciones de infantería en las principales plazas del reino, para controlar a su población y también para defender los castillos y fortalezas (como en Peñíscola, Játiva o Morella). Segundo, en los municipios con mayor población se destacarán piquetes de caballería que pudiesen intervenir con rápidez y eficacia ante cualquier motín o conato de revuelta. Y, finalmente, también se instalaron destacamentos de caballería en las localidades de relevancia estratégica, especialmente en el litoral, para reaccionar rápidamente ante cualquier amenaza exterior. Así entre 1715 y 1725 los mayores acantonamientos de tropas reales se distribuyen por el reino tal y como se señala en la Tabla. Por el contrario, a partir de 1725, y conforme la participación española en conflictos exteriores se incremente, y se considere más seguro el reino de Valencia, los efectivos aquí destacados irán disminuyendo: por ejemplo, en 1738, en vísperas de una guerra con el Reino Unido y del estallido a escala continental de la Guerra de Sucesión Austriaca, la presencia militar en Valencia era bien reducida (dejando aparte la plaza de Alicante, de mayor relevancia militar y naval), limitándose a: 2 batallones en la ciudad de Valencia, más un piquete de caballería. Un batallón para cubrir tanto Peñíscola como Morella. El batallón de inválidos que correspondía a Játiva, Alicante y Montesa, y, finalmente, un pequeño destacamento en Denia. EL PROTAGONISMO MILITAR EN EL GOBIERNO Y LA ADMINISTRACIÓN Aun en estas reducidas dimensiones, el contraste con la situación anterior a la Guerra de Sucesión es evidente, pues la institucionalización de la presencia del ejército regular en el reino marcaba una diferencia fundamental. Sin embargo la verdadera significación de la presencia militar en el territorio valenciano es otra: la Planta administrativa que sustituyó a las instituciones forales tendría un enorme protagonismo militar. Es aquí donde suele haber un malentendido. La letra del Decreto de Derogación de los Fueros hablaba de asimilar legislativamente Valencia a Castilla, de sustituir las leyes e instituciones valencianas por las castellanas. Pero en la práctica la administración borbónica actuaría en el reino de Valencia con criterios distintos a los castellanos, al dar al ejército y a sus mandos un protagonismo notorio del que carecían en Castilla. En efecto, en un principio la cúspide de la administración valenciana debían compartirla el capitán general y la Audiencia. Se pretendía con ello equilibrar el poder militar y el judicial. Es más, para subrayar el peso de este último, de los jueces, la Audiencia valenciana adquirió rango de Chancillería, como las castellanas de Valladolid y Granada, los tribunales más importantes de la Corona de Castilla, sólo por debajo del Consejo de Castilla. Sin embargo, Felipe V rectificó muy pronto y decidió reforzar el papel de los militares en el reino: la nueva Chancillería no tardó en verse reducida a Audiencia (de menor rango) y se la colocó bajo la presidencia del capitán general. El poder de este era casi omnímodo en el reino. Por otra parte el nuevo oficial que controlaría las finanzas y el sistema fiscal del reino, bajo cuya autoridad estaban las rentas reales y las antiguas rentas de la Generalidad, el intendente, tenía como misión fundamental procurar fondos para el ejército. Finalmente el influjo militar se completaba con la pieza clave de la administración real en 19

los municipios, introducida en Valencia a raíz de la introducción del régimen local castellano: el corregidor. El predominio de oficiales del ejército en la nueva organización corregimental del reino fue aplastante, y los nuevos corregidores combinaban sus prerrogativas civiles con poderes militares. Aquí, precisamente, en los corregimientos, se libró una de las batallas administrativas más características entre los representantes del poder civil y los del poder militar, poco después de la promulgación del Decreto de 1707. Si unos, los letrados, argumentaban la necesidad de gobernar civilmente el reino y de contar con expertos en leyes para ocupar los corregimientos, los otros, los militares, aducían la necesidad de recompensar con cargos de gobierno a los oficiales destacados del ejército, amén de mantener el control militar sobre una población de dudosa fidelidad a la dinastía. Un informe de Pedro Larreátegui y Colón, que presidió la Chancillería valenciana durante su breve existencia, recogía las dos opiniones, argumentando primero que fuera temeridad notoria asegurar a Vuestra Majestad que podía mantenerse la quietud de aquel reino sin el freno de las tropas, a vista de las recientes, aunque pasadas, experiencias, y de la inquietud y ligereza valenciana en común, poco mejorada por las urgencias que ha precisado tan dilatada guerra. Sin embargo acababa inclinándose por el parecer opuesto, al afirmar que el ser los gobernadores militares juntamente corregidores perpetuos o vitalicios es la principal raíz de todos los males que padece aquel reino, por ser ésta una cualidad del todo opuesta al buen gobierno y a la administración de justicia y a las Leyes de Castilla, que quiere Su Majestad se practique alí. No podía ser menos, viniendo la opinión de un letrado. En el fondo en la disputa también había intereses corporativos, de situar a los propios en los mejores destinos. Pero también nos recuerda que, en la práctica, la administración del reino de Valencia, pese a lo contenido en el Decreto de Nueva Planta, no se adecuaba exactamente a las Leyes de Castilla, sino que adquiría una marcada fisonomía militar. LA DEFENSA DE COSTAS Y LAS MILICIAS Sin embargo, ni siquiera en los momentos posteriores a la guerra podía decirse que el ejército real satisficiese todas las necesidades militares y defensivas del reino. Máxime cuando su función principal consistía en asegurar el territorio y apoyar al gobierno en el despliegue de sus reformas políticas, administrativas y fiscales. La vigilancia y defensa de la costa, que había constituido en los siglos XVI y XVII la actividad militar ordinaria en el reino de Valencia, no fue asumida por el ejército, pese a que así fue propuesto en un principio. En 1708 D Asfeld planteó la conveniencia de emplear al ejército en las funciones que hasta entonces desarrollaban las compañías de caballos de la costa y los demás cuerpos de guardias, requeridores y atajadores, pero su propuesta fue rechazada por la Corona. En consecuencia, los cuerpos tradicionales siguieron en funciones, de manera provisional hasta 1718, en que se confirmaron las ordenanzas de 1673 (por tanto, ordenanzas de la época foral), las últimas que se habían aprobado. La única modificación fue una disminución de su presupuesto, lo que se tradujo en un retoque de sus efectivos, que quedaron en un total de 155 soldados a pie y 73 montados, más 10 requeridores, 6 alcaides y cuatro artilleros, repartidos en 76 torres o puestos de guardia en todo el litoral, entre los partidos de Peñíscola y Elche-Orihuela. Suponía esto una cierta continuidad con el marco foral, sin embargo la dirección de la guarda de costa ya no podía estar en manos 20

de los estamentos o la Generalidad, suprimidos en 1708, sino que fue asumida por la Corona, quedando en manos del capitán general y de las Secretarías de Hacienda y de Guerra. Asimismo, las visitas de inspección ya no serían coordinadas por las juntas estamentales, sino por el recién creado (en 1711) Cuerpo de Ingenieros. Y lo mismo la provisión de artillería, que sería asumida por la Comandancia del Arma. En esto último, en general, y pese a los cambios en la dirección y la gestión, la situación será parecida. Las inspecciones de época borbónica arrojarían resultados parecidos a los de época foral. El estado de las torres no siempre será el mejor. Falta de artillería y munición, mal estado de las piezas en servicio, endeblez de las estructuras de las torres, incapaces muchas veces de soportar las piezas que debían asentarse en ellas, y de absorber el retroceso en caso de abrirse fuego, y, en general, pésimas condiciones de habitabilidad. Uno de los primeros informes de la época borbónica, llevado a cabo por el ingeniero León Felipe Maffey, concluirá que las torres del litoral valenciano de mucho tiempo a esta parte son la mayor parte inhabitables y casi impracticables a la artillería, y muchas de ellas amenazan ruina por falta de reparación a tiempo. No obstante lo cual, las inspecciones llevadas a cabo en los años siguientes sirvieron para ir renovando poco a poco toda la organización, que no sólo mantuvo su eficacia a lo largo del siglo XVIII en la prevención del tradicional enemigo del reino, la piratería berberisca, sino que también comenzó a desempeñar funciones de seguimiento de los movimientos marítimos de las potencias enemigas. Evidentemente, en caso de alarma, ni las fuerzas de la guarda de costa, ni las tropas del ejército real desplegadas en el reino, especialmente conforme avance el siglo y se aleje la situación de guerra y posguerra, serían suficientes para hacer frente a un enemigo poderoso. Así pues, y como forma de contar con una reserva numerosa, los capitanes generales de Valencia hicieron numerosos proyectos para revitalizar las milicias. Aquí es donde puede rastrearse una pervivencia del mundo foral más interesante aún que en el caso de la guarda de costa. Aunque formalmente extinguidas (según, por ejemplo, afirmó el marqués de Campoflorido en 1726), subsistía la obligación de servir al rey, tanto colectiva como individualmente, así como también subsistía cierto residuo del derecho de universidades y particulares a ocuparse de la propia defensa. La prueba es precisamente la frecuencia con que se elaboraron planes para reorganizar los cuerpos de milicias. Ya en 1711 se planteó la primera posibilidad de movilización, aunque sólo se llevaron a cabo alistamientos locales. Ocho años después, el capitán general, duque de San Pedro, elaboró un proyecto para levantar 24 compañías de milicias que actuarían a modo de reserva, pero la Secretaría de Guerra rechazó la propuesta. Sin embargo, al año siguiente, 1720, y con ocasión de la peste de Marsella, se planteó un nuevo proyecto para movilizar nueve compañías de paisanos que hicieran las guardias de sanidad, esto es, que vigilasen para evitar la entrada en el reino de personas o efectos infectados. Uno de los proyectos más acabados sería el elaborado por el marqués de Campoflorido en 1726, que recordaba, hasta cierto punto, a la Milicia Efectiva. En el territorio de su cargo, incluyendo por tanto el reino de Murcia, se formaría una milicia de 3.120 hombres, divididos en cuatro batallones de 780 hombres cada uno. Tres batallones correspondían al territorio valenciano (el otro era el de Murcia) y se distribuían, de norte a sur, en las gobernaciones de Peñíscola-Castellón, Valencia-Játiva (incluyendo toda la parte central del reino) y Denia-Orihuela. El coronel, el teniente coronel y el 21

sargento mayor de cada batallón serían nombrados directamente por el rey, mientras que en los capitanes y demás oficios de las compañías se tendría en cuenta las propuestas efectuadas por los lugares, los municipios de cada gobernación. que debían proporcionar la tropa. La intención de Campoflorido era integrar a la nobleza local y territorial en este cuerpo, a fin de ganarla para el servicio regio. Según sus palabras, se trataba de emplear para oficiales a los caballeros más visibles de sus respectivos partidos, y de los más afectos a Su Majestad, y con ello se lograría el que esta nobleza y demás individuos se adelantaran a servir a Su Majestad, a lo que son poco inclinados. Esa poca inclinación se correspondía con la escasa confianza que todavía tenía el Gobierno real hacia el reino, de modo que la Secretaría de Guerra volvió a rechazar el proyecto. Sin embargo hacia el final del reinado de Felipe V la situación había cambiado lo suficiente como para que el entonces capitán general, duque de Caylus, resucitara los proyectos. A raíz de ciertas incursiones victoriosas de los corsarios berberiscos, Caylus propuso encuadrar de nuevo a la población en milicias y establecer sistemas de socorros mutuos entre las diversas localidades del reino, para actuar en caso de urgencia. Se llevaron a cabo los alistamientos correspondientes, y esta vez el Gobierno central no se opuso, aunque las milicias no parece que tuviesen demasiadas ocasiones de actuar. Las tentativas de renovar las milicias, aunque inicialmente rechazadas y finalmente no tuviesen demasiada trascendencia, contrastan con la cerrada oposición que siempre hubo al establecimiento en el reino de milicias provinciales al estilo de Castilla. La utilización que se hacía de estas como fuente de efectivos para el ejército real, es quizá lo que desató la constante oposición del reino a su introducción, máxime cuando se extendía el sistema de quintas por todo el país, que ya proporcionaba un número considerable de hombres al ejército. Pero ambos fenómenos, la revitalización (aunque limitada) de milicias tradicionales y la oposición a fórmulas nuevas de servicio miliciano, revelan una de las más interesantes continuidades entre el sistema foral y el borbónico: la pervivencia de determinadas formas de servicio militar y de autodefensa. Que, pese a considerarse extintas, nunca dejase de considerarse la posibilidad de resucitar las milicias, es suficientemente significativo, por mucho que hubiese sectores que considerasen esa resurrección extemporánea (no así los capitanes generales). La experiencia catalana es digna de valorarse: a finales de siglo, en plena Guerra de la Convención, el territorio catalán estuvo no sólo amenazado sino en parte invadido por los franceses, lo que movió a convocar somatén general en el principado y a que se movilizasen sus milicias, como si el rey resucitara el viejo (y abolido) usatge Princeps namque. Obligaciones militares y defensivas, individuales y colectivas, en el marco del servicio vasallático al rey, no podían desarraigarse sin que la misma monarquía se vaciara de sentido. Pese a todas las reformas y aboliciones, a la introducción del ejército real y al predominio gubernativo de los militares, mientras subsistió el Antiguo Régimen algunas de las claves políticas, como los lazos de fidelidad entre el rey y el reino, no podían desaparecer. Eso sí, minados por una forma de ejercer el poder que había prescindido no sólo de instituciones sino también de formas de representación y participación política. JUAN FRANCISCO PARDO MOLERO 22

CRONICAS DEL BICENTENARIO. SEGORBE 9 Y 10 DE MAYO DE 2008 Tan solo habían transcurrido seis días desde los fusilamientos del tres de Mayo en Madrid, y en Segorbe, un pueblo de la provincia de Castellón comienza la creación de el único regimiento de voluntarios constituido en esta provincia para luchar contra las tropas Napoleónicas. Unos 500 jóvenes segorbinos, la práctica totalidad de los que había entonces, constituyeron junto a otros tantos del resto de la comarca del Alto Palancia y 700 de la Plana de Castellón, el Batallón de Voluntarios del Campo Segorbino, también llamado Regimiento de Segorbinos y posteriormente Batallón de Cazadores de Segorbe. El 22 de Mayo de 1808 fue bendecida la bandera del Batallón en la Catedral de Segorbe. Tan solo seis días después, marcharon a la defensa de la ciudad de Valencia del ataque Francés. Más tarde, tras la dura batalla de Tudela, partieron a la defensa de Zaragoza con tan sólo 500 efectivos. Tras la derrota, los soldados franceses sólo pudieron apresar a 26 hombres, el resto fue muerto, herido o enfermo de tifus. Recientemente se ha solicitado a las autoridades Galas la devolución de la bandera original del Regimiento que se conserva actualmente en los fondos del Museo del ejército francés de Los inválidos de París. También se investiga la identidad de los hombres pertenecientes al Batallón, de los cuales se ha conseguido averiguar unos 100. Además, el Ayuntamiento de Zaragoza ha concedido la medalla distintiva a Segorbe por los meritos de los segorbinos en la defensa de aquella ciudad ante los franceses en 1808 y 1809. El pasado fin de semana, la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Valencia, acudió a Segorbe a rendir homenaje a tan heroico grupo de hombres que lucharon por defender España de la invasión Francesa. Debido a las inclemencias meteorológicas no pudieron realizarse la totalidad de los actos previstos, entre ellos la inauguración de una escultura de ocho metros de altura en recuerdo a los Segorbinos participantes en la Guerra de la Independencia. Estos actos han quedado aplazados hasta el próximo domingo 25 de Mayo. Así fueron estas primeras jornadas: 23

VIERNES, 9 DE MAYO La lluvia que, en mayor o menor intensidad había estado cayendo desde el miércoles, nos dio la bienvenida a la llegada a Segorbe. Al no poder montar el campamento, según lo previsto, nos instalamos en el pabellón multiusos. Conforme avanzaba la tarde, fueron llegando los distintos compañeros procedentes de Castellón, Cariñena, Zaragoza, León, Soria y Móstoles. Sobre las 21.30 horas, todos los grupos marchamos en formación, al son de los tambores, hacia el local donde el Ayuntamiento nos había preparado una buena cena. La lluvia nos concedió una pequeña tregua durante el trayecto. Al término de la cena, y para sorpresa de la interesada, se cantó el cumpleaños feliz a nuestra joven pífano, Sheila, que cumplía 14 añitos. Además, se realizó entrega, tanto a nuestro pífano como a nuestro tambor Gemma, de unas figuras a escala representado el oficio de cada una, realizadas y ofrecidas por el sargento de granaderos Alberto de Santiago. Como colofón y tras el brindis se hizo entrega por parte de los grupos de recreación histórica de la Asociación de un cuadro conmemorativo a nuestro presidente D. Ángel M. Adán en agradecimiento a su labor por y para la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Valencia. Hacia las 22 horas, a pesar del chaparrón que caía en ese momento, la plaza del Almudín se fue llenando de gente que esperaba la retreta. Se formó en la plaza en columna de a tres y comenzamos a desfilar ante aquel público. desfile nocturno bajo la lluvia Entrega del cuadro conmemorativo a nuestro presidente y comienzo del En la creencia de que al llegar al final del recorrido nos encontraríamos solos por culpa del tiempo reinante, se pensó en dar por concluido el acto. Nada más lejos de la realidad. El pueblo, desafiando las inclemencias y provistos de paraguas y chubasqueros, nos había seguido durante el trayecto. Como recompensa y consensuado con los demás grupos, decidimos encender las antorchas y comenzar una nueva marcha por los alrededores. La gente explotó en aplausos, siguiéndonos de nuevo. 24

Imagen del desfile con antorchas. Abajo foto con miembros de varios grupos. SABADO, 10 DE MAYO Tras un reconfortante descanso, nos despertamos el sábado con más lluvia, mucha más lluvia. Eso no nos importó mucho. Desayunamos y nos dispusimos a realizar ejercicios y maniobras dentro del mismo pabellón. Mientras, nuestros oficiales estaban reunidos con las autoridades buscando alguna solución. Instrucción dentro del pabellón multiusos de Segorbe Al final, el agua no impidió celebrar la Santa Misa en la Catedral-Basílica de Segorbe, en la que se bendijo una réplica de la bandera del Batallón del Campo Segorbino. La ceremonia fue presidida por las autoridades locales, el Ayuntamiento en pleno, el General Comandante Militar de Valencia y Castellón, el General Carlos Álvarez, el director del Museo Histórico Militar de Valencia, Coronel Fuentes y 25

otras personalidades. Además, asistió una representación de la localidad francesa de ANDERNOS LES BAINS, hermanada con Segorbe. Valencianos, mostoleños y aragoneses con sus banderas en la misa La bandera ha sido donada por el Ayuntamiento de Segorbe a la Asociación Cultural de Amigos del Museo Histórico Militar de Valencia para su uso en todos aquellos campos de batalla a los que acuda el grupo de recreación. A la conclusión, la bandera del Batallón del Campo Segorbino fue la última en salir de la Catedral. En el claustro aguardaban en formación todos los grupos de recreación participantes que, al salir nuestro subteniente abanderado y flamear la bandera, le rindieron honores al grito de viva Segorbe. Bendición de la Bandera y salida de las tropas 26

En formación se desfiló hasta el restaurante Alegre donde, por lo persistente de la lluvia y tras la comida, se iba a dar por concluida la jornada. Terminado el ágape, nuestro presidente D. Ángel Adán nos deleitó con una breve alocución agradeciendo la participación de todos los presentes, pese al tiempo, y al Ayuntamiento de Segorbe. A continuación, nuestro presidente junto al alcalde de Segorbe, D. Rafael Calvo, hicieron entrega de los corbatines conmemorativos (I Jornadas de Recreación Histórica en Segorbe) que otorga nuestra Asociación a cada uno de los representantes de: Inf. Ligera Voluntarios de Valencia 1º Rgto. De Granaderos a Pié de la Guardia Imperial Inf. Línea Cariñena Inf. Línea Voluntarios de Aragón Inf. Línea Voluntarios de León Inf. Órdenes Militares Partida de guerrilleros de El Fraile Entrega de corbatines y otros objetos conmemorativos Estando en los cafés, se abrieron las nubes dejando entrever un rayo de sol. En una breve deliberación entre el Alcalde y nuestros oficiales, se decidió realizar un desfile hasta el campo de batalla y, allí, efectuar unos combates. Así se hizo. El desfile trascurrió por las céntricas calles de Segorbe hasta llegar a la Plaza de los Mesones. Las tropas de uno y otro bando se distribuyeron para dar comienzo la batalla. 27