El juego y la educación permanente Autor: Silvina Silvia Carrera Licenciada en Educación Física y Ciencias del Ejercicio Facultad de Ciencias de la Vida y la Salud Universidad Autónoma de Entre Ríos Mail: silvina_s_carrera@hotmail.com Resumen Los juegos constituyen un factor indispensable para el desarrollo intelectual, motor y afectivo del ser humano. Le permiten explorar y entender el mundo que los rodea a través de todos sus sentidos, al tiempo que constituyen los medios para expresar sus acciones, sentimientos y valores a lo largo de toda la vida. Por lo tanto cuando éstos son propuestos con fines intencionados y sentido pedagógico, los juegos devienen en instancias de la educación, y en tanto pueden ser desarrollados a lo largo de toda la vida, se erigen como alternativas valiosas para concretar los principios de la educación permanente, involucrando desde esta perspectiva a los adultos mayores, en quienes al disminuir el componente motor, los juegos se convierten en un importante recurso que le aportan múltiples beneficios a nivel coronario, cardíaco, metabólico, de control de peso, postural, psicológico y social. Además de esto, si aceptamos que la educación está fuertemente atravesada por lo axiológico, y mediante juegos es posible aprender, poner en práctica, aplicar y transmitir valores, podemos afirmar que los juegos cooperativos en los cuales todos ganan, son una de las modalidades más propicias para la obtención de esos logros. Palabras Claves: Juego Educación Permanente Juegos Cooperativos
El juego es una actividad que el ser humano practica a lo largo de toda su vida, en cada una de sus diferentes etapas, resultando fundamental en su proceso evolutivo general, tanto a nivel físico, como intelectual e intrapersonal, fomentando, asimismo, el progreso y especialización de estructuras que definen procesos interpersonales involucrados en el desarrollo de su comportamiento social. Estas condiciones lo hacen invalorable como medio de socialización en el ámbito escolar, donde además satisface específicamente necesidades de orden psicológico, social y pedagógico, permitiéndole desarrollar al niño una amplia variedad de destrezas, habilidades, aptitudes y conocimientos fundamentales en su formación, entendiéndose esto en el sentido más amplio y abarcativo de la expresión. Expresadas estas afirmaciones que atribuyen tal grado de trascendencia para la formación de una persona a una actividad que, en ámbitos ajenos a la Educación Física, podría no ser debidamente dimensionada y hasta aun banalizada, bien cabe la pregunta de qué manera el juego concreta tales objetivos? Para responder a esto nos situaremos entonces en los aportes realizados a fines del siglo pasado y principios del presente por científicos destacados del área como Gimeno, Pérez, Wallon y Pugmire Stoy que afirman que el juego conforma un grupo de actividades voluntarias, con motivaciones intrínsecas, espontáneas y desinteresadas que exige una regla a cumplir elegida libremente, o un obstáculo a vencer seleccionado por acuerdo, a través de lo cual el individuo proyecta sus emociones y deseos mediante el lenguaje corporal, oral y simbólico, manifestando su personalidad, teniendo como recompensa la satisfacción que conlleva una situación favorable ante sí mismo y ante los demás. Vale decir que, para los niños, jugar no significa un simple pasatiempo sino que sus juegos están relacionados con un aprendizaje, con su exploración y conocimiento del mundo por intermedio de sus propias percepciones, vivencias y emociones. Un abordaje antropológico que establece que las actividades lúdicas en el niño están relacionadas con la búsqueda de su identidad personal a través de los marcos que le impone la civilización a la cual pertenece, permite además reconocer cómo, con sus reminiscencias primitivas de la especie a cuestas, el juego permite proyectar al niño a través de la simulación del mundo adulto hacia las normas y formas de convivencia que caracterizan y rigen la vida en comunidad. Las cuestiones ancestrales que perviven en el juego son posibles de identificar si pensamos en las funciones básicas y las condiciones que el hombre prehistórico debía desarrollar para su supervivencia. La cacería, la lucha, la carrera para alcanzar la presa o para huir, el esconderse y pasar inadvertido para sus predadores, son todas funciones atávicas fácilmente reconocibles en los juegos infantiles de diversas culturas en diferentes partes del mundo, pero que a la vez está cruzado fuertemente por las primeras construcciones culturales que implican las adjudicaciones de sentido a esas normas que de manera espontánea y consensuada dará un orden definitorio al juego, y que a la vez van dejando huellas que preparan a los niños para la vida civilizada adulta, interiorizando lo normativo como instancia que rige la convivencia de las personas. Esto, que resulta fundamental para la adopción de una postura axiológica en toda persona, es esencial en las primeras etapas de la vida para una gradual, paulatina y natural construcción de valores en el niño que mediante el juego incorpora los marcos referenciales y sus relaciones que serán vitales para su convivencia adulta, que se comienza a construir tempranamente cuando jugando se aprende a resolver conflictos, a discernir, a aprender de lo distinto, a hacer un uso responsable de su libertad, a respetar la de los demás, a convivir, a tolerar, a valorar, a asumir sus obligaciones, a defender sus derechos. El juego en el adulto se sitúa en otro contexto que presenta diferencias sustanciales con las que caracterizan al juego propio de etapas anteriores de la vida.
El adulto, con su vida regida por las exigencias y obligaciones que le plantea la cultura del trabajo, para poder jugar debe apelar a un proceso interno que le permita situarse en un marco comportamental diferente. Para lograrlo debe justamente desobligarse, es necesario que se dé permiso. Pero un permiso auténtico en el que el juego sea asumido como tal y que no sea disimulado en actividades que en apariencia respondan a la sobria seriedad a la que muchos se sienten forzados a encarnar en cada minuto de su vida adulta. Este permiso real es básico y fundamental para que el juego sea una actividad saludable y que no sea contaminado por sentimientos negativos, como el remordimiento o la culpa, que transformarían en negativo y perjudicial lo que por naturaleza debería ser bueno, positivo y saludable. Por eso resulta primordial que esa necesaria tregua prevalezca sobre las prohibiciones, y que a partir de ella la persona adulta pueda suspender por un momento las sujeciones, las obligaciones, los disciplinamientos, para que pueda vivenciar saludablemente la pretendida alegría de jugar. El desarrollo alcanzado por el mundo actual ha hecho que en la mayoría de los países se eleve la esperanza de vida al nacer, por ello mantener el adecuado estado físico y mental de los adultos mayores, en este contexto, pasa a ser una necesidad prioritaria. Los juegos, como se ha dicho, conforman un fenómeno histórico en el desarrollo social y cultural de la humanidad, y buena parte de su importancia está dada por el aporte que brinda al desarrollo y preservación de las capacidades, habilidades y aptitudes humanas, lo cual es fundamental especialmente cuando se trata de adultos mayores. Las actividades lúdicas para las personas con edades avanzadas posibilitan la revitalización de habilidades y hábitos motores además de aportarles condiciones favorables para mantener un buen estado de ánimo y combatir el estrés. El juego en los adultos mayores tiene a su vez singularidades que lo caracterizan. En general registra en su desarrollo una notable disminución del componente motor, y sus objetivos se orientan a la generación y reafirmación de hábitos de movimiento que eviten las actitudes sedentarias, con impacto en la preservación de la autonomía, lo cual aquí resulta particularmente significativo, y que está íntimamente ligado a la autoestima que si bien es importante en toda etapa de la vida, en ésta cobra una significación adicional debido a que plantea la confianza consciente acerca de los propios actos a partir de la identificación de sí mismo como un ser útil basado en el conocimiento real de sus posibilidades, potencialidades, fortalezas y debilidades. Para lograr lo que se pretende muchas veces será necesario simplificar las reglas y las modalidades de aplicación. Por otra parte, según el caso y las necesidades se debe considerar la adaptación del material, evitando los abordajes pueriles debido a que rechazan el trato infantil, y procurando el fomento de las facultades mentales tanto como el de las aptitudes físicas. La actividad física en personas de edad avanzada contribuye al mejoramiento y activación de sus funciones orgánicas, los torna más activos, promueve la socialización con los integrantes de su entorno y los estimula a protagonizar un papel activo en la familia y la sociedad. Debe tenerse en cuenta que las actividades físico-recreativas para adultos mayores deben estar en relación con las posibilidades, limitaciones, necesidades, motivaciones personales y de las características de su entorno social, en un clima de participación y comunicación que les permita valorar y expresar cuáles son sus tareas preferidas y su grado de satisfacción ante los logros alcanzados. El nexo que hilvana todo lo hasta aquí expuesto en cuanto a la trascendencia educativa del juego, a los significados de las actividades lúdicas a lo largo de las distintas etapas de la vida, a las posibilidades que brinda como instancia de educación permanente, a sus sentidos axiológicos es la noción de los juegos cooperativos que consisten en actividades lúdicas en las que nadie resulta eliminado, no se ponen castigos ni penitencias, no
juegan unos contra otros sino junto a otros y todo el grupo gana cuando los participantes colaboran mutuamente. Esto cobra valor particular en todas y cada una de las etapas de la vida, con su correspondiente significación y sentido para cada una de ellas, resultando altamente valiosos por diversos motivos, desde el hecho que a diferencia de los juegos competitivos, los cooperativos no están orientados hacia un resultado final sino que ponen el énfasis en el proceso. Lo importante es que los participantes gocen participando, se busca eliminar estructuras que predispongan a la agresión contra los demás, y por el contrario fomentan actitudes, disposiciones y habilidades sociales procurando que las personas implicadas lleguen a comunicarse con fluidez, llamarse por su propio nombre, preocuparse por conocer a los demás, potenciar situaciones agradables que fomenten la distensión, procurar el desarrollo de la confianza mutua y la estima hacia el otro. En síntesis, el juego, o más precisamente los juegos, constituyen una serie de recursos a los cuales es necesario conocer en profundidad, abordándolos desde la complejidad que exige la comprensión de ellos para poder apropiarse de todas las posibilidades que brinda su adecuada aplicación, y de esa manera poder aplicarlos en forma simple y sencilla, obteniendo el máximo de los beneficios que tan maravilloso instrumento pone a nuestra disposición.
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