LAS RAZONES DE LAS PERSONAS PRIMATES Antoni Gomila Benejam 1. Simpatizo sin reservas con el objetivo del Proyecto Grandes Simios, y he tratado de contribuir a su justificación teórica con mi trabajo «Personas Primates» 1. A diferencia de otros enfoques, de inspiración utilitarista, como el de Singer, que promueve el reconocimiento sin restricciones de derechos a los animales, en función de su sensibilidad, y por tanto, susceptibilidad de sentir dolor, mi línea argumental se basa en la evaluación de las capacidades mentales de estas especies. En mi opinión, la investigación psicológica comparada ha aportado pruebas importantes de la existencia de tales capacidades. En la medida en que la aplicación del concepto de persona, o sujeto moral, depende de la satisfacción de una serie de condiciones psicológicas, es preciso concluir que los miembros de las especies de grandes simios también deben ser considerados persona. El trabajo objeto de comentario adopta básicamente el mismo esquema, lo cual es nuevo en Singer, pero quisiera apuntar un par de cuestiones que deberían tratarse con mayor rigor. En primer lugar, la delimitación del concepto y las condiciones de su satisfacción; en segundo lugar, las evidencias que justifican que estas especies satisfacen tales condiciones; en tercer lugar, como resultado de lo anterior y más allá de lo planteado en mi trabajo anterior, la comprensión de las capacidades mentales básicas. 2. La historia del concepto de persona es larga y muy diversa, pero a los efectos que nos interesan, lo que necesitamos es una caracterización contemporánea de nuestra comprensión actual del concepto. Tiene, por supuesto, una dimensión formalrelacional, en la medida en que ser persona supone inmediatamente gozar de una serie de roles específicos, de posibilidades de interrelación social. Pero esa dimensión que podemos llamar social reposa sobre una serie de características de carácter mental que son las que permiten de hecho desempeñar toda ese serie de roles. La mejor caracterización, por no reduccionista y ecléctica, de las diferentes características que se han propuesto en este sentido, se enecuentra en un trabajo de Dennet, «Conditions of Personhood» 2, donde distingue seis aspectos considerados distintivos de las personas: 1 Gomila, A. (1997): «Personas primates», en J.M. Gómez-Heras (ed.), Ética del Medio Ambiente. Ed. Tecnos. 2 Dennett, D. (1976), «Conditions of Personhood». En Brainstorms. Bradford Books. Laguna, Revista de Filosofía, nº 7 (2000), pp. 381-385
382 ANTONI GOMILA BENEJAM 1) Las personas son racionales. 2) Son sujetos de adscripciones intencionales. 3) Se les debe tratar de cierta manera, se debe adoptar cierta actitud con respecto a ellas, actitud que incluye su consideración como objetos morales. 4) Las personas pueden adoptar recíprocamente esa misma actitud, cuando se las trata de esa manera, lo que supone que son sujetos morales. 5) Usan el lenguaje. 6) Disponen de un tipo especial de conciencia, la autoconciencia, o en otra terminología, tienen la capacidad de formar estados de segundo orden (creencias y deseos sobre creencias y deseos). Lo primero que hay que observar es que, se acepten todos o no, cada uno de estos rasgos resulta problemático desde un punto de vista teórico: no es algo evidente qué sea ser racional, intencional, autoconsciente o capaz de usar el lenguaje. Igualmente, aun establecido claramente el concepto de autoconciencia, por ejemplo, puede resultar contencioso si una especie en concreto satisface efectivamente las condiciones para la aplicación válida del concepto. Más todavía, en la medida en que entendamos nuestros conceptos como determinados, puede ocurrir que nos encontremos con límites borrosos de su extensión, con la satisfacción parcial de algunas de las características, o de todas. Todo ello genera una particular configuración del debate en torno a esta cuestión: la tendencia por parte de los defensores de la inclusión de los grandes simios en la clase de las personas a adoptar unos requisitos más o menos lábiles, poco estrictos, frente a la tendencia a los que niegan que tenga sentido hablar de derechos de los animales, o de los simios como personas, a adoptar un concepto más restringido y estricto de persona, que claramente los excluya. Para evitar en este punto una mera confrontación sin diálogo, creo que es preciso hacer dos consideraciones: primera, insistir que cualquier opción restrictiva del concepto de persona va a dejar fuera a algunos humanos (algo que, de hecho, equivale a decir que tales individuos no tienen derechos, no son sujetos, etc., lo cual resulta altamente contraintuitivo), del mismo modo que cualquier intento de definir el concepto de persona para que incluya a todos los humanos va a incluir también, aunque sea como un caso borroso, a los grandes simios. Lo ideal es que la delimitación que se haga no se haga ad hoc, sino por razones de principio. Y segunda, que, a nivel práctico, a la hora de tomar decisiones sobre qué hacer, las consideraciones teóricas deben complementarse con consideraciones de prudencia, en el sentido de que es preferible tratar como persona a un individuo dudoso, a correr el riesgo de equivocarse (del mismo modo que ocurre con las situaciones de muerte cerebral: la prudencia exige esperar para evitar el riesgo de tratar como difunto a alguien todavía vivo). En realidad, de lo que se trata es de reconocer que considerar los grandes simios como personas no es algo obvio; que hacerlo aceptable debe derivarse de revisar nuestra comprensión de lo que son las personas, y de contar con evidencias fiables de que estas especies exhiben suficientemente las condiciones de serlo.
LAS RAZONES DE LAS PERSONAS PRIMATES 383 3. Las condiciones que recoge Dennet pueden agruparse en dos grandes grupos: rasgos cognitivos que tienen que ver con la capacidad de ser agente intencional, y rasgos que tienen que ver con la capacidad de entender a los demás como agentes intencionales. Así, pues, en primer lugar, ser persona es ser un agente cuya conducta depende de los propios estados intencionales, y no de estímulos externos o de contingencias de refuerzo. Esta dimensión incluye las condiciones 1, 2 y 3 de Dennett. Además, una persona debe ser capaz de reconocer como tales a los agentes intencionales, debe ser capaz, no sólo de actuar en base a sus estados intencionales, sino de entender a los demás en tales términos, en atribuirles estados mentales. Y no sólo a los demás, sino también a sí mismos: tienen que verse a sí mismos como seres intencionales. Esta dimensión abarca las condiciones 4, 5 y 6 de Dennett, en la medida en que en su opinión el lenguaje es la mejor prueba, la evidencia más clara de que se trata de una persona (se trata por tanto, de una condición suficiente, pero recuérdese, sin embargo, que exigir el lenguaje como condición necesaría dejaría fuera a muchos seres humanos de la clase de personas). Hay pocas dudas, actualmente, de que los grandes simios satisfacen el primer grupo de condiciones: son seres intencionales, que elaboran planes y desarrollan medios instrumentales para obtener sus fines, en base a complejas expectativas representacionales sobre su medio. Sin embargo, la cosa no está tan clara cuando se trata del segundo bloque. Si fuera cierto que los grandes simios tienen capacidades lingüísticas, en la medida que se entienden como condición suficiente, ya no habría discusión. En el artículo de referencia se opta por dar la cuestión por resuelta, pero de hecho, el consenso dominante en psicología rechaza esa conclusión 3. Es sabido que han llevado a cabo diversos intentos de enseñar lenguajes humanos a chimpancés, bonobos u orangutanes, pero lo cierto es que estas especies carecen de comunicación lingüística en su medio natural, no la desarrollan espontáneamente en un contexto de interacción con humanos, sino sólo a través de intensos programas de refuerzo y aprendizaje controlado, y sólo en el caso de animales criados en cautividad. Por otra parte, también se ha establecido fehacientemente que las emisiones de estos animales no son propiamente lingüísticas, en la medida en que carecen de estructura gramatical. Finalmente se ha puesto en duda que los medios de comunicación desarrollados utilicen propiamente símbolos, esto es, signos convencionales que constituyan un código, en base a que los intercambios comunicativos se restringen únicamente a sus cuidadores, y no a cualquier que intente comunicarse. En definitiva, en mi opinión, basar la consideración personal de los grandes simios en este tipo de evidencias constituye un argumento muy débil. 3 Gomila, A. (1995), «Evolución y Lenguaje», en F. Broncano (ed.), La mente humana, Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía. Ed. Trotta-CSIC.
384 ANTONI GOMILA BENEJAM 4. Sin embargo, en estos últimos años los investigadores se han interesado más por el estudio de los otros aspectos de este segundo bloque clave: el de la capacidad de atribuir estados mentales, tanto a los demás como a uno mismo. Esta capacidad metarrepresentacional, que estaría también presente en la capacidad para la comunicación intencional à la Grice, aunque no sea lingüística, se ha denominado «teoría de la mente». Premack y Woodruff 4 iniciaron el estudio de estas capacidades en chimpancés, tratando de establecer si eran capaces de determinar su propia conducta en función, no de la conducta ajena, sino de los estados mentales que atribuían a esos otros. Esta investigación ha resultado muy fructífera, si bien las conclusiones no son unánimes, de nuevo, en función de como se entienda esa capacidad mentalista. Las diversas evidencias en favor de la existencia de esa capacidad han consistido en detectar casos de engaño táctico 5, la formación de coaliciones 6, y diversas observaciones puntuales de casos muy sofisticados de interacción en el grupo 7, 1974). Sin embargo, parece que recientemente se ha extendido entre los investigadores cierto escepticismo respecto a que tales evidencias prueben lo que pretenden, en la medida en que tales conductas podrían ser explicadas también, de forma más parsimoniosa, en términos de seguimiento de reglas y aprendizaje discriminativo 8. Del mismo modo, los viejos estudios de Gallup sobre autoconciencia corporal en los chimpancés 9 han sido cuestionados en el sentido de que pueden explicarse también en términos de coordinación visuo-motora. Así las cosas, dista de estar cerrado el caso en favor de las «personas primates», y presentar la situación en el sentido de que los grandes simios son «obviamente» e «indudablemente» autoconscientes y mentalistas, aparte de distorsionar el estado de la cuestión, debilita la fuerza del Proyecto. 5. Para cerrrar este comentario, por tanto, me gustaría sugerir solamente la via que creo que debe seguirse para establecer las capacidades mentalistas de los grandes simios, y de esta forma, concluir su «personidad». Creo que el problema radica en entender la condición de Dennett de la (auto-)atribución de estados mentales en térmi- 4 Premack, D. y Woodruff, A. (1978), «Does the chimpanzee has a theory of mind?», Behavioral and Brain Sciences 1, 515-526. 5 Byrne, R. y Whiten, A. (1988), Machiavellian Intelligence. Oxford U.P. 6 De Waal, F. (1988), Peacemaking among chimpancees. Harvard U.P. 7 Goodall, J. (1986), The chimpanzees of Gombe. Belknap Press. Menzel, E. (1974), «A group of young chimpanzees in a one-acre field», en M. Schrier y F. Stolnitz (eds.), Behavior of nonhuman primates, vol. 5. Academic Press. 8 Povinelli, D. (1996), «Chimpanzee theory of mind? The long road to a strong inference». En P. Carruthers y P.K. Smith (eds.), Theories of theories of mind. Cambridge U.P.; Tomasello, M. y Call, J. (1997), Primate cognition. Oxford U.P. 9 Gallup, G. (1970), «Chimpancees: self-recognition», Science 167, 86-87.
LAS RAZONES DE LAS PERSONAS PRIMATES 385 nos excesivamente intelectualistas. Es decir, si se entiende esta condición del ser persona como ser reflexivamente autoconsciente, y reflexivamente intérprete intencional, esto es, que se exija que los grandes simios sean capaces de formar metarepresentaciones, representaciones de representaciones, estados mentales cuyo contenido son otros estados mentales (propios o ajenos), entonces probablemente nos encontremos que estos seres no satisfagan este criterio. (Además, hay buenas razones para vincular esta capacidad con la lingüística, algo en lo que no puedo entrar aquí). Sin embargo, sí creo que puede reconocerse cierta capacidad mentalista de participar en interacciones intersubjetivas, cara a cara, en las que se accede a los estados mentales del otro, en la misma medida en que éste capta la de uno. Pero no como la atribución de estados internos privados, sino como el reconocimiento del «valor» mental de ciertas configuraciones expresivas, sobre todo del rostro, pero también del cuerpo y las manos del mismo modo en que se habla de intersubjetividad primaria en los niños prelingüísticos 10. De esta forma, puede hablarse de reconocimiento de estados mentales como la atención, las intenciones o las emociones, en la medida en que la propia conducta participante es sensible a esas atribuciones. Se trata, por tanto, de una comprensión intersubjetiva práctica, no intelectual, desde una perspectiva involucrada de «segunda persona» y no objetiva de tercera. Creo que se trata de una via que merece ser explorada a fondo. 10 Trevarthen, C. (1980), «The foundations of intersubjectivity: development of interpersonal and cooperative understanding in infants». En D.R. Olson (ed.), The social foundations of language and thought. Ed. Norton.