Un aporte desde la perspectiva de género al enfoque socio territorial. Una mirada de TRAMA Introducción La Red de Técnicas e Instituciones que trabajan con Mujeres Rurales (TRAMA), analizó de manera conjunta, el Enfoque Socio Territorial que actualmente se debate en algunos programas del Estado que se implementan en organizaciones y comunidades campesinas e indígenas, así como en ámbitos académicos, foros nacionales e internacionales. A partir de un trabajo participativo, TRAMA elaboró este documento que reúne reflexiones, discusiones e interrogantes que se construyeron colectivamente. El objetivo es compartir los resultados de este proceso, aportando la mirada de género que consideramos imprescindible para llevar adelante una estrategia que se propone un abordaje integral. 1. Qué aportes podemos reconocer en el enfoque socio territorial (EST)? El enfoque socio territorial se nutre de modelos de intervención en desarrollo rural que se han estado aplicando en las últimas décadas y es superadora porque busca integrar diferentes perspectivas y actores/as que conviven en el territorio, que no siempre han sido considerados en los programas de desarrollo tradicionales. Quisiéramos resaltar aspectos de este enfoque que están en sintonía con la perspectiva de género con la que trabajamos las técnicas de la Red Trama. Es por ello que asumimos colectivamente el desafío de poner en diálogo estas dos miradas, desde lo teórico y desde nuestras prácticas. El primer aporte que queremos destacar es la visión integradora de los problemas de las comunidades donde trabajamos. Esta favorece la incorporación de la perspectiva de género reconociendo los derechos de las mujeres, buscando la transformación de los mandatos culturales opresivos para las mujeres y los varones e incorporando otras miradas, otras demandas y nuevas estrategias para abordarlas. Otro aspecto del EST en el que acordamos desde lo teórico y metodológico es en el protagonismo de los /las actores /as del territorio en la definición y construcción de las soluciones a los problemas de manera integral e interdisciplinaria. Esto abre la posibilidad de tener en cuenta la relación con medio ambiente, soberanía alimentaria, salud, educación, vivienda, tierra y territorio, entre tantos, según particularidades de cada región y procesos históricos que han influido en la situación actual. Coincidimos en la necesidad de explicitar las distintas intencionalidades que se ponen en juego en un territorio. Esto nos obliga a mirarnos en nuestro rol técnico y darnos cuenta de que en los procesos, nuestra práctica no es neutral y que es conveniente ser concientes de las estrategias políticas que conlleva la intervención en el campo. Un elemento importante que rescatamos es el de colocar a las organizaciones sociales en el centro de la escena, promoviendo y favoreciendo su empoderamiento con una concepción de desarrollo rural compartida. El trabajo que venimos haciendo con grupos de mujeres apunta en el mismo sentido.
Por último, nos resulta significativa la propuesta de visibilizar los conflictos, enfrentarlos y superarlos, cuestionando relaciones de poder naturalizadas. 2. Dificultades y amenazas Nos preocupan ciertos problemas que aún no están resueltos y creemos que deben ser analizados, ya que la realidad de las comunidades tiene aspectos complejos que pueden dificultar o impedir la concreción del EST. Nuestra experiencia de trabajo desde una perspectiva de género con comunidades campesinas e indígenas, nos desafía a desarrollar estrategias abiertas a los cambios y capaces de garantizar los derechos de todos y todas. Sabemos que en cada territorio hay conflictos y situaciones de confrontación entre distintos intereses y que tienen que ver con la problemática del poder. En este sentido, temas importantes como la tenencia de la tierra, el acceso, el uso de recursos y la toma de decisiones requieren de políticas públicas que garanticen que campesinas y campesinos no queden en inferioridad de condiciones. Es imposible que las comunidades campesinas e indígenas tomen decisiones sobre el futuro, si no está garantizada su permanencia en el lugar, si sus viviendas y producciones están amenazadas por quienes quieren desalojarlas de los sitios que habitan desde hace años. Por lo tanto, es necesario construir poder para enfrentar, en otras condiciones, los conflictos que surgen a partir de la diferencia de intereses. Asimismo se requerirá de una coherencia en la definición y aplicación de políticas públicas y en el accionar de los poderes del Estado ya que en cada territorio interactúan diferentes sectores que generan distinto tipo de presiones. Otra dificultad que se presenta en la implementación del EST es la naturalización de las relaciones de poder desiguales entre los géneros y la invisibilización de la violencia en todas sus formas y expresiones: económica, cultural, social y política. Pueblos originarios y comunidades campesinas tienen una visión propia de la relación de las personas con el medio ambiente, diferente y a veces opuesta, a ciertos grupos con intereses centrados alrededor del desarrollo productivo y de las reglas del mercado. Otro obstáculo que puede constituirse en una amenaza, es el escaso conocimiento que algunos equipos técnicos tienen de las manifestaciones de la identidad cultural de los sectores con los que trabajan. 3. Reflexiones y propuestas desde la perspectiva de género en el EST La participación política de las mujeres en el territorio, a través de las organizaciones campesinas o en aquellos espacios considerados tradicionales para las mujeres (escuelas, iglesias, comedores comunitarios) expresan diferentes necesidades a las consideradas en las lógicas productivistas, pero que forman parte de la vida cotidiana de las familias campesinas. Las necesidades prácticas visibilizadas por las mujeres, están en relación a
las condiciones estructurales de derechos como la educación, la salud, la alimentación, el agua de consumo diario, el cuidado de niñas y niños, la problemática de violencia entre otros. Estas demandas son generalmente analizadas como domésticas y desestimadas en el plano de lo político para ser absorbidas por los programas asistencialistas sin generar cambios sustanciales y desvalorizando el aporte político de las mujeres. Es fundamental, por lo tanto, incluir la visión de las mujeres en los procesos de diagnóstico, en las propuestas, la ejecución y evaluación de los programas para obtener una visión integradora e inclusiva del territorio. Para ello, en el diagnóstico debemos incorporar herramientas metodológicas que permitan: ü Visualizar y evaluar el rol de la mujer en las familias campesinas. ü Visualizar y evaluar el trabajo de la mujer en las familias campesinas. ü Reconocer los ingresos prediales y extra prediales generados por la mujer. ü Medir el impacto que generan los ingresos prediales y extra prediales generados por la mujer, en la calidad de vida del grupo familiar. ü Identificar asociaciones de mujeres en los territorios. ü Analizar la participación e integración de las mujeres en las organizaciones campesinas e indígenas. La perspectiva de género permite reconocer estos aportes desde el plano de la participación política entendiendo que es fundamental que el Estado garantice el ejercicio de los derechos económicos, sociales y políticos para promover políticas de inclusión, equidad y participación. Una visión integral del EST que contemple necesidades e intereses, favorece el reconocimiento de las mujeres como productoras tanto como actoras políticas activas en contextos sociales, políticos, económicos y culturales, en las que han sido históricamente postergadas, en mayor o menor grado, según las realidades locales. La perspectiva de género permite analizar críticamente las relaciones de desigualdad para transformarlas según las necesidades, intereses, deseos y posibilidades de cada una y cada uno. Revisar estas relaciones, genera conflictos porque las cuestiona. Nuestra experiencia de trabajo generalmente ha sido colectiva. Habitualmente los proyectos no se realizaron en forma individual, sino desde grupos y organizaciones, que posibilitaron la puesta en marcha de emprendimientos articulados con distintos sectores del medio. Esto es posible desde una práctica ligada a procesos de reflexión en equipos interdisciplinarios, instancias que facilitan un aprendizaje permanente a partir del intercambio de experiencias. El Enfoque Socio Territorial debe incluir de forma explícita un trabajo equitativo con varones y mujeres porque el desarrollo será posible si integra las necesidades y perspectivas de ambos para lograr un mejoramiento de la situación actual.
La perspectiva de género en el EST no sólo visibiliza a las mujeres como productoras sino también como actoras políticas activas. Consideramos que para que el EST pueda concretarse, es fundamental que exista una real decisión política, que garantice el seguimiento y recursos necesarios para su implementación. Desde estas reflexiones hacemos las siguientes propuestas: - Garantizar las responsabilidades de los distintos organismos participantes, con transparencia y planificación que aseguren continuidad. - Abordar aspectos como salud, educación, comunicación, entre otros, que hacen al desarrollo integral construyendo alianzas con las instituciones del Estado para evitar una mirada sesgada en lo productivo. - Acompañar el proceso desde una mirada crítica, que permita una evaluación permanente, interiorizándose de sus ventajas y desventajas. - Incorporar una visión de "territorio" desde la concepción de los/as actores/as, atendiendo especialmente a las necesidades y reclamos de las mujeres, tanto tiempo excluidas de las decisiones que se toman en su región. - Explicitar, y no dar por obvio el enfoque de género, ya que si no está dicho, tal como lo demuestra nuestra experiencia, es porque no se lo tiene en cuenta. - Trabajar desde equipos interdisciplinarios, que sean capacitados, tanto desde lo conceptual como desde lo metodológico, en temas como género, derechos humanos, educación popular, diagnóstico participativo con enfoque de género (DPEG), interculturalidad, de una manera dinámica y en permanente retroalimentación. - Diseñar estrategias de acción que garanticen la real participación, cuando se trabaja con organizaciones o en espacios de mujeres teniendo en cuenta sus necesidades y posibilidades. Esta es una problemática que todavía no está totalmente visibilizada. Algunas apreciaciones al respecto: + Las mujeres no tienen la misma oportunidad de acceso a los programas. Si buscáramos datos objetivos de cualquier programa podríamos ver que no es equitativa la participación de ambos géneros entre los/as titulares de proyectos. + Las mujeres necesitan un espacio propio para recuperar o construir su identidad y donde puedan ejercitarse en el uso de la palabra y en la toma de decisiones en ámbitos públicos. + El espacio propio tiene valor en cuanto favorece el poder trabajar desde la realidad particular que envuelve a las mujeres, no para aislarlas sino para que se puedan sumar a los espacios mixtos desde una participación genuina y no sólo con su presencia. + Utilizar la capacidad existente, como la que puede encontrarse en las integrantes del MUCAAR (Mujeres campesinas y aborígenes de Argentina) y en la RED TRAMA, entre otras, que vienen acompañando procesos participativos, teniendo en cuenta los conflictos, el contexto, las
problemáticas locales, analizando las luchas y reivindicaciones campesinas e indígenas y desarrollando estrategias para el abordaje de temas como identidad, memoria, salud, visibilización de las mujeres, entre otros. - Desde el marco teórico que nos brinda la Educación Popular como fundamento estratégico y propuesta metodológica, en el trabajo con las mujeres campesinas e indígenas, propiciamos el desarrollo de un pensamiento crítico a partir de la práctica sistemática de la reflexión y el análisis de las experiencias de vida de las mujeres que participan en los grupos. Esta metodología de enseñar y aprender nos propone constantes rupturas y quiebres con modelos autoritarios donde el que sabe educa al que no sabe. Desde la concepción ideológica y política que nos plantea la Educación Popular, ella constituye en sí misma una herramienta capaz de potenciar la capacidad de las mujeres a través de la revalorización de su autoestima y de su empoderamiento individual y colectivo. Facilita el camino de transformación hacia una sociedad más inclusiva, equitativa y solidaria exigiendo a hacedores/as de las políticas públicas una mayor sensibilización y compromiso a la hora de definir y ejecutar políticas que impacten de manera diferenciada según el territorio que habitan las personas. 4. Para seguir profundizando A partir de nuestras prácticas y del intercambio de experiencias en las comunidades indígenas y campesinas con las que trabajamos en las distintas provincias del país, nos surgen cuestionamientos que consideramos importantes para tener en cuenta a la hora de implementar el enfoque socio territorial con una perspectiva de género: - Cuál es el rol de las mujeres y los varones en los procesos de desarrollo? - Cuál es el rol del Estado en la defensa del territorio campesino e indígena? - Cómo encarar las contradicciones que plantea el apoyo a la lógica de los agronegocios y la de las poblaciones campesinas? - Cómo pensar un proceso de desarrollo territorial cuando lo fundamental, como es el acceso al agua y a la tenencia de la tierra, no están garantizados? - Cómo definir un territorio atendiendo a la visión de los/las actores/as locales? - Cómo situarse ante la posibilidad de que en un mismo territorio existan distintas organizaciones locales? - Cuál es el compromiso de las instituciones y programas del Estado para asegurar que sus proyectos, actividades y financiamientos lleguen en forma equitativa a mujeres y varones? Somos conscientes de la complejidad de las problemáticas abordadas en este documento y sabemos que este aporte es solamente el comienzo de un debate que merece ser profundizado. Debemos buscar las respuestas a estas preguntas entre todos y todas los que queremos una sociedad más justa y solidaria.
Buenos Aires, mayo 2008.-