ALIANZA FEMINISTA CENTROAMERICANA PARA LA TRANSFORMACIÓN DE LA CULTURA POLÍTICA PATRIARCAL



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Transcripción:

ALIANZA FEMINISTA CENTROAMERICANA PARA LA TRANSFORMACIÓN DE LA CULTURA POLÍTICA PATRIARCAL DIPUTADAS 2000-2006 7.1% 9.5% DIPUTADAS 2000-2006 11.0% 24% ALCALDESAS ALCALDESAS 2000-2006 2000-2006 0.9% 2.4% 9% 7.7% DIPUTADAS 2009-2012 ALCALDESAS 2000-2006 9.4% 18% 9.0% 29% DIPUTADAS 2000-2006 23% 16% ALCALDESAS 2000-2006 9% 12% DIPUTADAS 2000-2006 12.3% 35% ALCALDESAS 2000-2006 8.6% 28.4% ALIANZA POR LA TRANSFORMACIÓN DE LA CULTURA POLÍTICA INVESTIGACIÓN: DEMOCRACIA EN CENTROAMÉRICA: Más mujeres en el poder, más hombres asumiendo las tareas domésticas

ALIANZA FEMINISTA CENTROAMERICANA PARA LA TRANSFORMACIÓN DE LA CULTURA POLÍTICA PATRIARCAL INVESTIGACIÓN: DEMOCRACIA EN CENTROAMÉRICA: Más mujeres en el poder, más hombres asumiendo las tareas domésticas

Democracia en Centroamérica: Más Mujeres en el Poder, Más Hombres Asumiendo las Tareas Domésticas Alianza Centroamericana para la Transformación de la Cultura Patriarcal Coordinación General Morena Herrera Apartados Regionales Morena Herrera Mirta Kennedy Investigadoras Gilda Parducci Olga Villalta Edume Larracoechea Bohígas Mirta Kennedy Ana María Ferrera Revisión de Texto El Salvador Colectiva Feminista para el Desarrollo Local: Morena Herrera Dilcia Marroquín Movimiento Mélida Anaya Montes: Isabel Fabián Aura Rivera Silvia Matus. Nicaragua Grupo Venancia Geni Gómez López Guatemala Organización de Mujeres Tierra Viva Esmeralda Alfaro Joj Honduras CEM-H Mirta Kennedy Ana María Ferrera Diseño Este libro se terminó de imprimir y encuadernar en el mes de febrero de 2010 en la Imprenta Criterio, 1ª. C.P. No. 3412, colonia Escalón, San Salvador. Se tiraron 1,400 ejemplares. Se permite la reproducción total o parcial siempre que se cite la fuente.

ÍNDICE Presentación... 1 I. Polémicas feministas sobre la participación política de las mujeres... 3 II. Repensando lo privado y lo público: entre la democracia formal-electoral y la democracia feminista que queremos... 7 III. Informe Nicaragua... 21 IV. Informe El Salvador... 71 V. Informe Guatemala... 125 VI. Informe Honduras... 153 VII. Rasgos comunes y contrastes desde una mirada regional... 189 VIII. A manera de conclusiones: desafíos y propuestas... 197 IX. Bibliografía... 203

PRESENTACIÓN La Centroamérica que presentamos en este documento, está situada localmente en cuatro de los países de la región: Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Honduras. Son los cuatro países que además de compartir fronteras y un acuerdo aduanero de libre tránsito, también comparten una historia política convulsa de guerras, acuerdos de paz, democracias cuestionadas y golpes de estado, que dan cuenta de las aspiraciones libertarias y de justicia de sus pueblos y de la reacción de sus élites económicas y políticas ante el riesgo de ver disminuidos sus privilegios, donde las demandas y luchas de las mujeres siempre han estado presentes, pero han marcado muy poco las agendas políticas prioritarias. El presente documento es el resultado de dos años de trabajo conjunto de organizaciones que integramos la Alianza Feminista Centroamericana para la Transformación de la Cultura Política Patriarcal, espacio de articulación de activismo feminista que posiciona la integración desde la ciudadanía de las mujeres. Desde aquí nos propusimos reflexionar y evidenciar los mecanismos de exclusión femenina en el terreno de la participación política, como uno de los pilares en los que se sostiene, fundamenta y expresa la opresión de las mujeres. El proceso de investigación ha incluido la realización de jornadas de debate regional y en cada uno de nuestros países, la elaboración de informes nacionales y ejercicios de observación de grupos de mujeres en algunos de los procesos electorales calendarizados durante estos dos años. Como podrá observarse en el desarrollo de capítulos e informes, la duda sobre el camino por priorizar ha estado presente permanentemente. Esta publicación está dedicada principalmente a la concienciación política de las mujeres, a las que se han atrevido a participar en instancias públicas, sometiéndose al escrutinio ciudadano y se lograron colar en las filas partidarias enarbolando la agenda de los derechos de las mujeres, a las que la asumieron en el camino, a las que salieron defraudadas o desencantadas del ensayo, a las que persisten en el intento, a las que nos permitieron analizar y reflexionar sobre sus experiencias y sobre todo a las que han dedicado sus esfuerzos a ampliar los márgenes de una democracia que se erige mediante la exclusión de las mujeres en tanto género oprimido, y se combina en complicidad con otros sistemas y mecanismos de discriminación, opresión, colonización y explotación. Los primeros dos capítulos están dedicados a dar cuenta de los debates e interpretaciones feministas acerca de la participación política de las mujeres en la región. Aquí incluimos las referencias teóricas que han orientado el lugar desde el cual situamos la polémica respecto de las tensiones entre la política en lo público y lo doméstico en lo privado. El tercer capítulo lo constituyen los informes nacionales, que como podrá observarse, intentan seguir un índice común, aunque no siempre se ha conseguido, debido en parte a que no siempre se logró obtener la información correspondiente, y a los matices, calendarios y diferencias de nuestros sistemas políticos. El capítulo cuarto hace una síntesis de la mirada en los ámbitos de la investigación y la reflexión que se consideraron y definieron con mayor importancia y también con posibilidades de comparación. Finalmente, en el capítulo quinto exponemos las conclusiones del proceso, expresadas en desafíos para la trascendencia de la división sexual del trabajo, la plena participación de las mujeres en la política. Este capítulo cierra con apuntes acerca de la democracia feminista que queremos y señala algunas de las nuevas dudas y cuestionamientos que nos deja esta experiencia. Queremos terminar esta presentación, actualizando algunos elementos del contexto político de nuestros países, ya que si bien, cada uno de los estudios nacionales contiene un apartado de contexto y la historia de lucha de las mujeres por participar en política, los vertiginosos sucesos de nuestras sociedades, nos hacen dudar de si asistimos a una incipiente primavera democrática o si por el contrario, lo que vemos son los signos de marchitamiento de un intento que no ha llegado a ser. Muchos cambios políticos y sociales han ocurrido en nuestros países desde que iniciamos este proceso, algunos de ellos han afectado directamente la realización de este proceso de investigación e incluso al propio funcionamiento de la Alianza, sus encuentros e intercambios. Organizaciones e integrantes incluidas, en más de una ocasión nos hemos visto inmersas en el ojo del huracán de este puzzle de paradojas centroamericanas. 1

En Nicaragua, la profundización de los rasgos autoritarios y la regresión antidemocrática del Gobierno presidido por Daniel Ortega, con el cierre paulatino de espacios de participación ciudadana, eliminación de la oposición política electoral, con agresiones y el impulso de una amplia campaña de persecución política, judicial y mediática contra defensoras de los derechos humanos de las mujeres, que tensionó aún más al ya dividido movimiento de mujeres y feminista nicaragüense, y convocó a la solidaridad activa de diversas expresiones del feminismo latinoamericano, han puesto en tela de juicio la existencia de democracia. En Guatemala, la persistencia de un régimen discriminatorio y excluyente hacia los pueblos indígenas, los claros signos de impunidad y complicidad de instancias públicas con el crimen organizado, así como los altos niveles de corrupción institucional, han eclipsado algunas de las pocas expectativas generadas en espacios del movimiento de mujeres y feminista ante las políticas del actual Gobierno. En El Salvador los resultados electorales y el cambio de gobierno central a mediados del 2009 han abierto un nuevo período y panorama político, donde por primera vez la izquierda partidaria asume la dirección de la política pública del país. Con una oferta electoral por el cambio, el FMLN logró vencer electoralmente las campañas de miedo y chantaje de la derecha y los sectores más conservadores salvadoreños, iniciando un proceso que aún mantiene altas expectativas positivas en diferentes sectores sociales y políticos. En el movimiento de mujeres y feminista salvadoreños la tendencia mayoritaria ha sido de celebración del cambio de gobierno, aunque no hubo una postura unificada con respecto a las propuestas electorales. Todavía es prematuro afirmar que efectivamente el autodeclarado Gobierno de Unidad Nacional, impulsará políticas claramente orientadas hacia la equidad entre mujeres y hombres. Si bien los discursos presidenciales inicialmente anunciaron la observancia plena de una política de género como un sello de la gestión pública que impulsarían, y algunos programas gubernamentales son presentados como medidas para favorecer a las mujeres, las dudas aumentan ante la ausencia de esta perspectiva en la conformación de equipo de gobierno, donde al menos en términos cuantitativos, las mujeres actualmente estamos menos representadas que en gobiernos anteriores. Honduras hace el panorama de la región aún más complejo. Con la situación generada tras el golpe de estado, la ruptura del orden constitucional y el aumento del uso de la represión se ha puesto en mayor evidencia la fragilidad de las democracias en Centroamérica y el poder que detentan sectores políticos y empresariales ultraderechistas, con su capacidad de hacer añicos, cualquier intento de profundizar mecanismos de participación y ejercicios de ciudadanía, que ahora parecen más que lejanos. Para las organizaciones de mujeres y feministas, que hace unos meses proyectaban sus acciones para aumentar su incidencia en las instancias públicas y perfilaban algunas candidaturas con claro perfil feminista, no ha quedado otro camino que posicionarse en movilización y resistencia ante el gobierno de facto, no sólo ante el cierre de espacios y falta de legitimidad de cualquier medida y política gubernamental, sino ante el estupor de advertir que algunos de sus esfuerzos de concienciación política democrática, de apertura de espacios municipales para los derechos de las mujeres y construcción de acuerdos y alianzas, se rompieron ante el golpe de estado. Paradójicamente en la movilización constante ha crecido la adhesión y el debate en torno a las propuestas de democracia participativa en los movimientos sociales hondureños, donde las feministas también tienen que pelear espacios para incluir su agenda y no abandonar sus demandas en un contexto de contingencia diaria e incertidumbre. Las centroamericanas tenemos la certeza que la conflictividad política que ahora se desplazó a Honduras, sigue latente en toda la región y en cada uno de nuestros países, donde los proyectos de Estados Nacionales nunca han llegado a constituirse en Estados de Derecho, donde las remarcadas desigualdades sociales, económicas y políticas mantienen inertes cualquier intento de construcción democrática que pretenda ir más allá de formales procesos electorales. En este marco, a las feministas no nos queda otro camino que el andar en múltiples rieles, asumiendo el desafío de abrir espacios para la participación política y los derechos de las mujeres mientras las instituciones públicas existen y tienen algún nivel de viabilidad y legitimidad, la denuncia, la presión y la movilización cuando no quedan más espacios, y la construcción de fuerza social y política propia a partir de la concienciación política feminista de las mujeres, que es en última instancia, el recurso más importante para no dejar de soñar que algún día podremos vivir en sociedades donde la democracia y la justicia nos incluyan a todas y a todos. 2

I. POLÉMICAS FEMINISTAS SOBRE LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA DE LAS MUJERES Porque aún siendo el feminismo uno de los motores principales del cambio de valores que opera en nuestras sociedades desde hace siglos, nunca ha dejado ni dejará en mucho tiempo de ser fundamentalmente una polémica, con lo cual quiero decir una contrastación de argumentos, un enfrentamiento más o menos velado entre deseos contrarios y expectativas contrarias, y, en el caso límite, una resistencia. La Política de las Mujeres Amelia Valcárcel Los debates feministas en torno a la democracia se plantean desde diversas posiciones, la necesidad de profundizar la crítica teórico-práctica en torno a la política, la recalificación a lo considerado como político, las marcas de la dicotomía entre lo público y lo privado, la relación entre los derechos y ciudadanía. La cooptación de algunas categorías y propuestas feministas, el despojo de sus contenidos emancipatorios por parte de discursos hegemónicos y autoritarios, obligan a reidentificar sus fundamentos, su carácter histórico, y nuestra práctica política. DEMOCRACIA EN CENTROAMÉRICA: más mujeres en el poder, más hombres asumiendo las tareas domésticas es una metáfora que la Alianza Feminista Centroamericana para la Transformación de la Cultura Política Patriarcal propone, como una manera de cuestionar el modelo de dominación patriarcal sobre las mujeres, o para plantear el deseo de un nuevo pacto social donde las mujeres no estén subordinadas. Pero también es la antítesis de una constatación concreta y cotidiana en la que vivimos, ya que en la medida que los hombres ejercen el monopolio de los espacios de decisión y representación política a diferentes niveles, las mujeres, a pesar de que se han incorporado paulatina y progresivamente a una enorme diversidad de actividades educativas, productivas, laborales, asociativas y comunitarias, continúan cargando, casi en exclusiva, las responsabilidades domésticas y de cuidado familiar. Los enfoques para abordar el déficit de representación y participación política femenina, sus causas y alternativas, han sido y continúan siendo diversas, incluso desde el propio movimiento feminista. Viejos y nuevos debates se reeditan en las diversas aproximaciones que las organizaciones feministas realizan a esta problemática, agudizados en algunos períodos por coyunturas electorales y postelectorales, donde la disyuntiva coloca a las activistas ante el dilema de luchar por espacios políticos para las mujeres, ya sea para todas, independientemente de sus afiliaciones e identidades de clase, políticas e ideológicas, o solamente dedicar las energías a la conquista de espacios para quienes, previamente han manifestado un compromiso con los derechos de las mujeres y han cuestionado otras formas de exclusión y opresión social. Distinguiéndose por lo menos cinco posturas. Para algunas organizaciones y activistas, es fundamental poner el énfasis en la lucha por medidas encaminadas a lograr la paridad, considerada como una condición básica para la construcción de la democracia a la que se aspira. Para otras, aún sin oponerse totalmente a este primer factor, es imprescindible vincular el análisis y las estrategias para elevar los niveles de participación de las mujeres, a la calidad de la representación, en el sentido 3

de que no sólo se trata de luchar porque hayan más mujeres en los espacios de toma de decisiones, sino, de qué tipo de mujeres y hombres ocupan esos espacios, qué tipo de decisiones toman, y sobre todo, para qué fines utilizan la representación que les otorgan los resultados del voto popular. Por otro lado, están quienes consideran que, como movimiento social, lo que nos corresponde es defender la autonomía del movimiento de mujeres y feminista, fortalecer su capacidad de propuesta y demanda, para influir en los diferentes programas de gobierno central, legislativos y municipales que los diferentes partidos políticos presentan a la ciudadanía, pero que no es conveniente involucrarse, en tanto movimiento social, en la consecución y acceso de las mujeres a espacios de representación política. Otras expresiones del movimiento feminista, consideran que tal y como están diseñados y funcionan actualmente los sistemas políticos en la región, es muy poco lo que se puede hacer y lograr con procesos de incidencia hacia los partidos políticos y las instituciones del Estado, por lo que proponen dedicar y concentrar sus esfuerzos, en el fortalecimiento de los propios espacios asociativos, de construcción de pensamiento crítico, concienciación y creatividad, que dinamicen la acción movimientista del feminismo, poniendo énfasis en la revalorización de la esfera de la economía del cuidado, donde las mujeres han tenido y siguen teniendo un protagonismo fundamental. Finalmente, distanciadas de consideraciones coyunturales, también existen voces feministas en la región, que consideran que la estrategia de promover la incorporación y el acceso de las mujeres a la política en igualdad de condiciones y oportunidades que los hombres, ha sido una fuente de conflictos y de tensión al interior del movimiento porque encierra problemas no resueltos porque al poner el énfasis en el acceso de las mujeres a espacios de poder y decisión social en lo reivindicativo, más que en la capacidad de subvertir y cambiar el orden patriarcal de la sociedad 1, considerando que, estas estategias han tenido como consecuencia el haber restado capacidad utópica y de transformación del propio movimiento feminista. Estas posturas sin ser totalmente excluyentes, suponen diversos caminos para enfrentar una problemática común, en la que si pareciera existir coincidencia entre las diferentes expresiones del movimiento feminista: que en las frágiles e incipientes democracias electorales centroamericanas, con claros signos de retroceso en algunos países, donde incluso están amenazadas las propias reglas de la democracia formal y del juego electoral, los derechos de las mujeres solo han alcanzado un reconocimiento meramente formal, mientras se profundiza la precarización de las condiciones y la calidad de vida para amplios sectores de la población femenina, y se mantienen, recrean y en algunos casos se amplían, las brechas de desigualdad e inequidad de las mujeres con respecto a los hombres, en casi todos los ámbitos de la sociedad. En este marco, el proceso de indagación, análisis y reflexión de la información que la Alianza Feminista Centroamericana para la Transformación de la Cultura Política Patriarcal se ha propuesto realizar en cuatro países de nuestra región, pretende fortalecer la capacidad de denuncia de las organizaciones y el movimiento de mujeres, poniendo en evidencia la limitada participación política de las mujeres con respecto a los hombres; los obstáculos existentes y los múltiples mecanismos de discriminación hacia las mujeres para la participación en el ámbito público y su inclusión en el sistema político, considerado como sistema político patriarcal, cuyos contenidos culturales sirven para mantener a las mujeres ancladas en el ámbito doméstico, en el ejercicio de funciones tradicionales, mientras se legitima la escasa participación y presencia de los hombres en las responsabilidades domésticas y de cuidado familiar, especialmente de aquéllos que asumen cargos políticos y públicos. 1 Gaviola Artigas, Edda. 2002. Retomar los gestos de rebeldía. Artículo presentado en el seminario del Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) Feminismos Latinoamericanos: retos y perspectivas http://www.creatividadfeminista.org/articulos/edda_pueg.htm 4

Las dificultades que marcan la exclusión de las mujeres y la marginación femenina en la participación de los espacios públicos, generalmente están asociadas a diversos factores, entre ellos el monopolio masculino de los espacios de poder formal y también con las relaciones de poder, control y dominio que los hombres ejercen sobre las mujeres. El análisis de las causas de esta exclusión y marginación femenina se ha vinculado muy poco a la ausencia sistemática y legitimada de los hombres en las actividades domésticas en el espacio privado, y en las tareas de cuidado familiar, especialmente de sus hijos e hijas. En este marco, uno de los desafíos metodológicos que nos hemos trazado en este proceso de investigación, es abordar de forma simultánea ambos factores, poniendo en evidencia su interdependencia y vínculos estructurales. En este sentido, se busca identificar los límites del sistema político y electoral, donde no existen mecanismos que aseguren la participación política de mujeres y hombres en igualdad de condiciones, y persisten las mismas determinantes de la división sexual del trabajo, como un déficit democrático, o como un rasgo constitutivo de las democracias neoliberales que vivimos en la región. Con ello, buscamos resignificar las luchas de las mujeres por avanzar en su intervención en lo público, teniendo presente que las causas de la discriminación y la exclusión femenina, no se encuentran en la interpretación de la capacidad de las mujeres para gobernar o decidir, sino en la interacción cotidiana de los ámbitos íntimo, privado y público, sobre la que se erige un naturalizado sistema de prestigio y privilegios masculinos. Así mismo, con el panorama cuantitativo de las desigualdades en la participación política de mujeres y hombres en cada uno de nuestros países, se pretende una mirada hacia el papel que en este campo han jugado los mecanismos institucionales nacionales y regionales que durante las últimas dos décadas han sido creados para el supuesto adelanto de las mujeres, cuyo surgimiento ha sido precedido por numerosas iniciativas, procesos de incidencia y jornadas de lucha de las organizaciones de mujeres. La presencia y participación de las mujeres en gobiernos municipales se aborda desde experiencias concretas y actuales en cada uno de nuestros países. Las indagaciones se enfocaron sobre los itinerarios de vida de algunas mujeres que gobiernan municipios centroamericanos, privilegiando la mirada a sus contextos, las condiciones y obstáculos que enfrentaron para lograr su participación, así como sus percepciones y vínculos con expresiones del movimiento de mujeres en sus localidades y países. El análisis de la calidad de su representación política forma parte de las interpretaciones generales y de las valoraciones que ha realizado cada investigadora nacional y las reflexiones del equipo regional, siendo conscientes de que este es un aspecto a profundizar de forma más precisa en futuros ejercicios de investigación. 5

II. REPENSANDO LO PRIVADO Y LO PÚBLICO: ENTRE LA DEMOCRACIA FORMAL-ELECTORAL Y LA DEMOCRACIA FEMINISTA QUE QUEREMOS Desde donde pensar la democracia feminista que queremos? Qué lugar ocupan los esfuerzos por elevar la participación y la presencia de mujeres en los espacios de toma de decisiones, especialmente en los ámbitos de representación y elección popular? Cómo reinterpretar lo privado y lo público y las desigualdades históricas que excluyen a la mayoría de mujeres, mientras otorgan, perpetúan e institucionalizan privilegios masculinos? Cómo se articulan las desigualdades de género con otras desigualdades relacionadas con la clase, la etnia en una región marcada por colonialismos históricos y recientes y por una migración forzada que excluye cotidianamente a mujeres y a hombres? Estas preguntas complejas han guiado la reflexión en este trabajo conjunto de investigación realizado en cuatro países centroamericanos que comparten una historia de autoritarismo y de aspiraciones democráticas por parte de diversos movimientos sociales, entre ellos, el movimiento feminista y de mujeres. Desigualdad, diferencia sexual y patriarcado La consigna de más mujeres en el poder y más hombres asumiendo las tareas domésticas, expresa uno de los dilemas centrales de las democracias modernas, así como de la pretendida universalización de la ciudadanía y los derechos humanos, interpelada por las desigualdades de género y la segregación de los ámbitos privado y público, genéricamente compartimentados. Es evidente que a más de dos siglos de modernidad, en ningún país del mundo las mujeres alcanzaron la igualdad de derechos ni una calidad de ciudadanía equivalente a la de los hombres. Los indicadores de desarrollo humano y las tasas de participación por sexo, en las áreas más valoradas de la actividad humana; política, economía, ciencia, cultura, etc., reflejan la persistencia de inequidades y la discriminación de género impregnada en todos los ámbitos de nuestras sociedades. Al mismo tiempo, la realidad ha mostrado que más mujeres participando en lo público, no ha tenido repercusiones significativas en el aumento del número de hombres asumiendo el trabajo doméstico reproductivo. Según datos del Banco Mundial, entre 1960 y 1997 se incrementó en un 126% la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo total; pero el trabajo doméstico al interior de los hogares, resta mucho de alcanzar una redistribución equitativa. De hecho las mujeres se han visto sometidas a dobles y triples jornadas, y la reproducción de la vida cotidiana continúa recayendo en el trabajo femenino no pagado 2. En Centroamérica, entre 1990 y el 2005, según María Rosa Renzi, se observa un aumento significativo en la participación laboral de las mujeres, cercana al 40% en todos los países del Istmo, mientras que las proyecciones de CELADE, indican que al 2020, las mujeres constituirán el 50% de la fuerza laboral total i. No obstante, que esta presencia femenina en el mercado de trabajo es un cambio significativo en la actividad y uso del tiempo por parte 2 Un estudio de 2005 efectuado por la Universidad de Michigan, EE.UU., demuestra que tener un cónyuge genera siete horas extra de tareas domésticas a la semana para una mujer. Sin embargo, una esposa le ahorra una hora de tareas en el hogar a su marido cada semana. Y esta situación es peor para las mujeres que trabajan. http://es.noticias.yahoo.com/rtrs/20080405/tts-estudio-maridos-ca02f96.html i Según Renzi, Maria Rosa. Centroamérica en la globalización: lo que hemos aprendido y el modelo de sociedad que aspiramos las mujeres. Ponencia en el III Congreso Universitario de la Mujer: Derechos Económicos y Laborales de las Mujeres en el Marco de la Globalización. San José, Costa Rica, 2006 7

de las mujeres, en la práctica, parece no haber implicado una disminución de las horas que diariamente dedican a las tareas domésticas 3. Al respecto, Sonia Montaño señala que en América Latina una mujer que cuida del marido y de sus hijos sanos, ocupa en un hogar tipo, en todos los países, entre tres y cinco horas diarias. Las que tienen más hijos dedican más tiempo al trabajo doméstico, algo que no pasa con los padres. Los solteros dedican más horas al trabajo en el hogar, pero cuando se casan cae nítidamente su tiempo de trabajo doméstico y, en cambio, en las mujeres aumenta 4. La teoría feminista aplica la categoría de patriarcado para referirse y explicar el sistema específico de dominación masculina sobre el conjunto de la sociedad 5. Los hombres históricamente han tenido más acceso y control sobre los recursos y las actividades sociales más valoradas, como la economía, el gobierno y la política en general. El rasgo más importante de este modelo de dominio es el ejercicio del poder sobre las mujeres. Catherine MacKinnon sostiene que ese poder está institucionalizado y legitimado en el Estado de forma sistémica, coactiva y epistémica a través de la ley 6. La diferencia sexual traducida en desigualdad, ha servido para crear y sostener condiciones sociales, económicas y culturales, discriminatorias de las mujeres a escala global y su participación inferior en el acceso a los componentes de recursos, bienes y servicios que se reconocen como desarrollo humano. La estratificación sexual de la sociedad produce diversos grados de desventaja femenina 7, no sólo por las consecuencias de la división sexual del trabajo en los niveles familiar y extradoméstico, sino por la persistencia y reproducción de los recursos masculinos de poder, que permite que los hombres, especialmente las élites masculinas, impongan al conjunto de la sociedad definiciones sociales profundamente androcéntricas. En este marco, es importante tener en cuenta que si bien el carácter patriarcal de nuestras sociedades nos coloca en una posición simbólica de sumisión frente al poder simbólico masculino, a todas absolutamente todas como insiste Amelia Valcárcel, las formas en que este hecho antropológico se manifiesta son relativamente variadas ; explicando además que, la situación de las mujeres está influida, y sin duda variará, por tres grandes factores: que vivan o no en una situación rica, que operen dentro de un sistema democrático o autoritario, y, por último, que las concepciones religiosas del mundo influyan de manera decisiva en la vida pública y en su vida personal 8. De allí que la diferencia sexual tornada en vivencias de desigualdad genérica, tome tonos más o menos dramáticos y graves, en la medida que se manifieste en entornos económicos regulados por normas fiscales, de carácter 3 Según la CEPAL, sobre la base de tabulaciones especiales de los módulos de uso del tiempo en las encuestas de hogares de Guatemala 2000 y Nicaragua 1988, las mujeres dedican al trabajo doméstico 6 y 4.3 horas, mientras que los hombres 2.6 y 2.8 horas respectivamente. Datos corresponden a valores de la población económicamente ocupada que declaran haber realizado una o más tareas domésticas el día anterior a la encuesta. 4 Entrevista realizada por Johanna Ortiz, publicada en revista Criterios. CEPAL: Trabajo no remunerado impacta en las mujeres. 2007 http://www.criterios. com/modules.php?name=noticias&file=article&sid=12013 5 El patriarcado es un orden social genérico de poder, basado en un modo de dominación cuyo paradigma es el hombre. Este orden asegura la supremacía de los hombres y de lo masculino sobre la interiorización previa de las mujeres y de lo femenino. Es asimismo un orden de dominio de unos hombres sobre otros y de enajenación entre las mujeres... En este mundo el sujeto no sólo es el hombre, sino el patriarca; los sujetos son los hombres patriarcales (p.52)... En ese orden, las mujeres deben vivir desde su casa en el ámbito doméstico bajo el poder patriarcal, e incluso bajo gobiernos y regímenes políticos masculinos como les sucede en todos los ámbitos sociales. Los hombres deben dirigir los destinos en la pareja, en la familia, en todas las esferas sociales ámbitos, organizaciones e instituciones, partidistas, civiles, militares, sociales, religiosas, educativas, científicas, y de comunicación, entre otras... En general los hombres ocupan todos los estratos y las esferas dirigentes en la sociedad y en el Estado. Con ello, el sistema concentra los poderes de dominación para el genero masculino al grado de volver natural el poderío masculino... (P.73-74). Lagarde, Marcela, 1996, Género y Feminismo, Desarrollo Humano y Democracia, Instituto de la Mujer, España. P.52. 6 MacKinnon, Catharine, 1995, Hacia una Teoría Feminista del Estado, Madrid, Ediciones Cátedra. 7 Saltzam, Janet. Equidad de Género. Una teoría integrada de estabilidad y cambio. Colección Feminismos. Ediciones Cátedra. Madrid. 1989. Pág. 37. 8 Valcárcel, Amelia. La Política de las Mujeres. Colección Feminismos. 3ª Edición. España, 2004. Pág. 71. 8

redistributivo o las que facilitan; o que oculten y promueven espirales de mayor profundización de las desigualdades socioeconómicas, con dinámicas de empobrecimiento y de concentración de riqueza, como las que se viven en Centroamérica. Estas desigualdades entre mujeres y hombres, también serán percibidas y vividas de diferente manera, en escenarios políticos donde las reglas permiten al menos, la expresión de las tensiones y actuación de las mujeres por la ampliación de derechos, la igualdad y las libertades; o en sociedades con sistemas políticos rígidos y donde predominan culturas políticas autoritarias. Finalmente, y no menos importante, será la gravedad de esta vivencia, si en nuestros Estados y sociedades reconocen, se rigen y practican la laicidad, o si por el contrario, las normas que regulan las cotidianidades, y sobre todo las políticas públicas, están determinadas, explícita o de manera fáctica, por las jerarquías eclesiásticas y por fundamentalismos religiosos. Modernidad inconclusa o inviable? Posibilidades de democracia, ciudadanía e igualdad La crisis de las monarquías absolutas y el traspaso del feudalismo medieval al capitalismo, dio lugar al nacimiento de los estados modernos, en el que los hombres, al menos algunos, los que tenían propiedades, se constituyeron en ciudadanos libres 9 ; de súbditos y siervos se convirtieron en sujetos de derechos, que pregonaron la universalización de derechos. Así nació también la ciudadanía moderna, con la exclusión de los hombres desposeídos y de las mujeres. En el siglo XIX y el siglo XX, grupos excluidos del acuerdo fundante del Estado moderno lucharon por la conquista de sus derechos. Los derechos laborales y políticos son expresiones de este nuevo arreglo, el derecho al sufragio en el caso de las mujeres fue una de sus grandes conquistas. Sin embargo, la democracia moderna cuyas bases se sustentan en el pensamiento griego, mantuvo inalterable y mantiene hasta nuestros días la concepción de la política, definida en oposición a lo privado, entendido como lo doméstico 10, el espacio designado para las mujeres. Con esta forma de ordenamiento y estructuración de la sociedad, las voces femeninas, y los asuntos del mundo privado, permanecieron fuera de la política, de la democracia y de la condición de ciudadanía. Las mujeres (todas) permanecieron en la condición premoderna de siervas domésticas de la familia patriarcal, sin que esta institución alterara sus estructuras de sometimiento de las mujeres expresadas en la heterosexualidad y monogamia obligatoria, servidumbre doméstica, expropiación masculina del control del cuerpo y la sexualidad femenina, destino materno, exclusión del ámbito público, tutelaje, subordinación y sometimiento civil, político, económico, y emocional. Esta dominación ha sido amalgamada por la ideología del amor romántico en su expresión marianista, de sacrificio personal por la familia, entrega, servicio, deber, sufrimiento, placer en dar, realización en la alteridad; que ha sido analizada a profundidad por teóricas feministas, como Simone de Beauvoir y Marcela Lagarde 11, y que hoy día se expresa también en la imagen de las supermujeres, quienes enfrentan múltiples demandas para poder cumplir con las expectativas en los diferentes ámbitos en que transcurren sus vidas. 9 La libertad tuvo diferente significado para los hombres de las clases hegemónicas dueñas de los medios de producción, la riqueza social y el control de las decisiones públicas, que para las clases trabajadoras, para quienes la libertad fue el despojo de todo medio de producción librados a su fuerza de trabajo para sobrevivir. 10 Astellara, Judith. Veinte años de políticas de igualdad. Colección Feminismos. Ediciones Cátedra. Madrid. 2005. Pág. 32. 11 Ver El segundo sexo de Simone de Beauvoir; Madresposas, hijas, monjas, putas y locas, de Marcela Lagarde. 9

La ciudadanía de las mujeres se restringió al ámbito de la familia, a ser las madres de los ciudadanos, justificada por formulaciones pretendidamente científicas y sociológicas 12 de asimilación de lo femenino a la naturaleza, y la distinción entre sociedad política y sociedad familiar; la primera regida por la ley del Estado, la segunda por la ley del padre 13, al margen del contrato social. Fue Locke quien sentó el fundamento teórico de la separación liberal entre lo público y lo privado al establecer la diferenciación entre el poder paternal y el poder político. Graciela Sapriza anota que en el discurso de la modernidad se bloqueó el acceso de las mujeres a los derechos individuales, civiles y políticos, se reformuló el patriarcado y mantuvo su exclusión de la política. 14 En nuestras sociedades, la concepción de ciudadanía es heredera de ambivalencias y contradicciones, porque alude a la universalización de derechos, mientras persisten diversos modos de exclusión. En distintas formas y grados, las mujeres comparten una ciudadanía de segunda categoría, en un contexto social y cultural de relaciones de género desiguales y jerárquicas de dominio masculino, que las adscribe al ámbito doméstico de la familia, a cargo del cuidado y reproducción de la vida cotidiana, como aparente derivación de su propia naturaleza 15. Como lo explica Astelarra, Las diferencias de género que estructuran las relaciones personales entre hombres y mujeres, la división del trabajo y la distribución de recursos y poder, también forman parte de modo oculto, de la estructura de la ciudadanía 16. Retomando el planteamiento de Joan Scott, Sabine Masson, 17 señala que la división sexual del trabajo sirvió de base a la exclusión de las mujeres del dominio público, y en consecuencia del principio de la ciudadanía universal. Y que el individualismo abstracto, fue desde el inicio una noción sexuada, sustentada en la ideología de la división natural del trabajo entre los sexos. A la vez que la dependencia masculina del trabajo invisible de las mujeres en la esfera privada, pasó a ser la condición de la libertad ciudadana de los hombres en la esfera pública. Las mujeres no son excluidas accidentalmente de la esfera pública, su exclusión y control por parte de los hombres en el ámbito privado, es parte integral del contrato social moderno. Por su parte, Astelarra 18 señala que la concepción sólo pública de la ciudadanía, también se expresó en el tipo de derechos individuales que reconoce y recoge, comprendiendo únicamente a las actividades en el ámbito público, mientras el silencio de lo privado se mantiene, aunque las voces públicas han cambiado y requieran de su reconceptualización. Esta autora hace hincapié en el carácter histórico de la construcción de ciudadanía, afirmando que tanto el contenido y los rasgos de lo público y lo privado, y de sus instituciones han ido variando, Pero nunca la política se ha definido asimismo como el espacio en el que se fijan metas colectivas que provengan de ambos espacios. Tampoco es cierto que los acontecimientos ocurridos en el mundo privado queden al margen de las regulaciones y normas emanadas en lo público, muchas de sus reglas y comportamientos están legitimadas desde allí, sin embargo su ocultamiento es conveniente, para el beneficio de quienes mantienen y se benefician de esta segregación. Carole Pateman 19 desarrolla la tesis de que esta división ocultaba el hecho de que la familia y el cuerpo de las mujeres, eran y son regulados desde el Estado, por leyes de familia, sexualidad, salud, y otras. La puerta del hogar ha sido el límite para reconocer los derechos de las mujeres en el espacio doméstico, pero no para regular sus deberes. Esta tensión se sigue expresando como una falsa separación entre lo privado y lo público, entre el ámbito doméstico de satisfacción de las necesidades humanas básicas, producidas en buena medida con el tra- 12 La obra paradigmática de esta ideología es el Emilio (1762), un tratado sobre la educación conforme a la naturaleza, de Jacobo Rousseau.. 13 John Locke (1632-1704). 14 Sapriza, Graciela, Movimientos sociales hoy: avanzando hacia una democracia transformadora. 15 Lagarde, Marcela, (1996) Género y Feminismo, Desarrollo Humano y Democracia, Madrid, Instituto de la Mujer de España, p. 207. 16 Op. cit. Pág. 35. 17 Masson, Sabine, Le genre et la décolonisation des imaginaires politiques, (borrador del artículo facilitado por la autora), 2007. 18 Astelarra, Judith. Veinte años de políticas de igualdad. Ediciones Cátedra. Colección Feminismos 2005. Pág. 37. 19 Pateman, Carole. The Sexual Contract. 1988. 10

bajo femenino no pagado en el hogar y en la comunidad; y el ámbito público, del trabajo remunerado, la economía de mercado, y de la política, donde prevalece la participación masculina. Esta misma autora elabora la teoría de que el contrato social fundador del Estado moderno, es el resultado de un pacto de carácter sexual entre los nuevos sujetos emergentes del Antiguo Régimen, los hombres, por lo tanto de un nuevo pacto patriarcal, en el cual las mujeres fueron el objeto transaccional de un acuerdo que las ubicó en la servidumbre, quedando adscritas al espacio doméstico. Mientras los hombres se asumen como individuos, ciudadanos y sujetos autónomos, las mujeres son heterodesignadas a identidades adscriptivas a una feminidad normativa, tutelada, y subordinada, en alteridad al sujeto-hombre, y confinadas al espacio doméstico (precívico) 20. Para Celia Amorós 21 la igualdad ha sido en la modernidad una utopía inalcanzada no sólo para las mujeres sino también para la mayoría de los hombres, pero éstos a través de los pactos patriarcales interclasistas obtuvieron ventajas sobre las mujeres de su misma clase, como mayores salarios, más representación política, control sobre los recursos, etc. Evidencia que mientras los hombres genéricamente se reconocen como pares, las mujeres son representadas como las idénticas, indiferenciadas, y por lo tanto particulares e indiscernibles, no individuas, ni sujetas políticas ni ciudadanas. En el marco de las relaciones sociales prácticas y simbólicas asimétricas de supremacía masculina, las mujeres se encuentran inferiorizadas aunque formalmente estén incluidas en los principios de igualdad enunciados en las leyes y las constituciones de nuestros países. Las persistentes desventajas históricas y acumulativas de las mujeres, en cuanto al déficit de derechos, libertades, y oportunidades de desarrollar su potencial humano en un nivel equivalente al de los hombres, no se manifiestan de forma homogénea en todas las mujeres, sino mediada por otras diferencias que también definen identidades y crean desigualdades, como la clase, raza, pertenencia étnico-cultural, sexualidad, o nacionalidad. Sin embargo, plantea Amorós, es a partir de esas ideas de igualdad que las mujeres pueden plantear el reclamo de los derechos, ciudadanía, y su inclusión plena en la democracia, para completar el proyecto de la modernidad. Para teóricas como Celia Amorós y Marcela Lagarde, que representan el pensamiento del feminismo de la igualdad, el reconocimiento del derecho de las mujeres a tener derechos, es un reto pendiente del proyecto inacabado de modernidad, que demanda radicalizar la democracia para incluir a las mujeres con igual calidad de ciudadanía y derechos. Asumiendo una postura crítica al occidentalismo, desde una perspectiva latinoamericana, Breny Mendoza 22 señala que la construcción de la nación, y democracia se remonta al siglo dieciséis o a la primera ola de expansión colonial de Europa, el pensamiento de la Ilustración, y el colonialismo británico (como el francés u holandés) en los siglos dieciocho y diecinueve, son vistos como sucesores del colonialismo español y portugués y como tal son concebidos como una segunda fase de la modernidad o parte de la segunda ola de colonialismo europeo ii. Sostiene que desde la experiencia colonial latinoamericana, la modernidad, el capitalismo, la construcción de la nación, y la democracia se ven vinculados orgánicamente con el colonialismo, es decir, como partes del mismo movimiento histórico que conlleva la expansión y el dominio de Europa sobre el sistema mundo moderno/colonial y que surge sólo con el descubrimiento de América por los conquistadores españoles y que luego se hereda a los regímenes coloniales británicos y hoy a Estados Unidos. 20 Amorós, Celia, 2005, Conferencia El Concepto de Igualdad, Ciclo de Conferencias con Celia Amorós, CEM-H/UNAT/PNUD/UPN, Tegucigalpa. 21 Amorós, Celia. ob.cit. 22 Mendoza, Breny, Los Fundamentos No-Democráticos de la Democracia: un enunciado desde Latinoamérica postoccidental. La autora plantea que la primera ola de modernidad nos vino de España, y tuvo lugar en el siglo XVI, cuando se plantearon los debates sobre los derechos de la gentes, entre Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda en Valladolid, en 1550-1551, debido a que la Iglesia católica se vio confrontada ante las atrocidades cometidas contra los pueblos originarios por los conquistadores españoles, que obligó a crear una noción normativa de humanidad consistente con las doctrinas teológicas de la época. ii Ver Enrique Dussel, Eurocentrism and Modernity in The Postmodernism Debate in Latin America, edited by J.Beverly, J. Oviedo, and M. Aronna, 65-76. Durham, N.C.: Duke University Press, 1995. 11

Es decir, que sólo la histórica relación colonial de las potencias europeas con América Latina y con otras partes del mundo, hizo posible establecer ciertos parámetros de democracia dentro de sus sociedades, mientras que para las sociedades latinoamericanas fue compatible con proyectos de colonización desde afuera y con los sistemas locales de colonización interna que siguen y dependen de los mismos dictados del poder imperial occidental 23 en una sucesión de conquistas, colonizaciones, emancipaciones, empresas de civilización, modernización, europeización, desarrollismo, se le ha otorgado conciencia, se le ha desdemocratizado y ahora con toda impunidad se le vuelve a democratizar 24. En este marco, para esta autora, la demanda de modernidad, aún desde las mujeres, forma parte de un mismo proyecto neocolonizador. Para Mendoza, la crítica alcanza inclusive las demandas y reivindicaciones de democracia, incluso la feminista, si esta no cuestiona sus postulados y fundamentos neocoloniales. En tanto los discursos y prácticas de democracia en la región, que identifica como electorales y neoliberales, no han logrado despojarse de su influencia colonizadora, que inspiradas en los derechos de las gentes del siglo XIV nos plantean la cuestión esencial sobre quien cuenta como humano como un asunto no resuelto todavía en las sociedades latinoamericanas. Esto, afirma, justifica el fracaso de la ética de la no violencia que permanece inscrita en los cuerpos violados y mutilados de las mujeres, víctimas sin importancia y trascendencia social 25. Desde esta perspectiva, esta autora plantea que, los discursos de modernización, capitalismo y democracia ( ) ocultan el sufrimiento de lo humano. El trabajo tedioso de las manos menudas de las mujeres de la maquila, la pobreza de millones de mujeres trabajadoras y sus familias, los cuerpos violados y mutilados de mujeres jóvenes de México y Centroamérica que bien pueden ser vistos como sucesores de los esclavos, sirvientes y mujeres indígenas del siglo veintiuno. En este marco, reclama una razón postoccidental, que está más allá de la democracia, y quizá más allá del feminismo, si es que el feminismo occidental, ha de servir para dejar sin realidad a las mujeres del tercer mundo en nombre de la liberación femenina. Pero el cuestionamiento a las democracias va más allá de las relaciones de género. Para Breny Mendoza 26, en la experiencia reciente de América Latina podríamos hablar incluso de la colonialidad de la democracia o de cómo la democracia neoliberal utilizando el artefacto del libre mercado ha sido instrumental para reestablecer normas coloniales al interior de nuestras sociedades y a la vez reconstruir el vínculo colonial de la región en su conjunto con los nuevos poderes imperiales de occidente 27. La autora nos recuerda que los EE.UU. convirtieron a la democracia electoral en su política privilegiada hacia América Latina, y en su nuevo instrumento de dominación del mundo capitalista. En el artículo citado anota que: la democracia electoral pasa a ser complemento del catecismo neoliberal de globalización, modernización del Estado, privatización, desregulación, descentralización, tratados de libre comercio, y transversalización de género. En el nuevo contexto, se pretende generar estabilidad política y gobernabilidad a través de la legitimidad de la democracia electoral ante el agotamiento de los modelos dictatoriales y autoritarios. Pero éste es un sistema político que agudiza sus propias debilidades: la falta de control de los medios de información y comunicación, la falta de control sobre el financiamiento de los partidos políticos, el aumento de las desigualdades socio-económicas, los bajos niveles educativos, la corrupción y el clientelismo como rasgos predominantes en el ejercicio político, ponen en constante tela de juicio la eficacia de la democracia electoral. 23 Mendoza, Breny, Los feminismos y la otra transición a la democracia en América Latina. 24 Citado por Breny Mendoza, Mabel Moraña, The Boom of the Subaltern en The Latin American Cultural Studies Reader, Durham: Duke University Press, 2004, p. 651. 25 Mendoza, Breny. Los fundamentos no democráticos de la democracia: un enunciado desde Latinoamérica postoccidental. 26 Op. cit. 11. 27 Mendoza, Breny, Introduction: Unthinking State-Centric Feminisms en Debra Castillo, Mary Jo Dudley y Breny Mendoza (eds.) Rethinking Feminisms in the Americas, Ithaca, Cornell University, LASP, 2000, p. 9. 12

Para América Latina la transición a la democracia tuvo consecuencias regresivas, tanto económicas, como en el ámbito político y cultural, porque se impulsaron complementaria y agresivamente con políticas neoliberales que redujeron los programas sociales y la capacidad de los Estados para responder a las demandas sociales, aplastaron la soberanía de los países. La forma de enfrentar la pobreza impulsada e impuesta por el Banco Mundial, aumentaron los préstamos y los niveles de endeudamiento externo e interno de nuestros países, a cambio de políticas de privatización que implicaron recortes y eliminación de servicios públicos de salud y educación. La imposición de las normas de la OMC y TLC redujeron las industrias nacionales, y aumentaron la dependencia alimentaria, destruyendo las economías locales entre otras consecuencias. Fundida en relaciones de poder de género, clase, raza y entre naciones, desde el punto de vista de Mendoza, la modernidad no parece tener oportunidad en América Latina, sin que esas relaciones de dominación sean transformadas. Si la modernidad occidental es un proyecto inviable (no inacabado), la democracia que la expresa no ofrece oportunidades de igualdad, libertad y justicia a las mujeres, ni a los hombres, en el contexto de los Estados de la región. Sin la transformación del viejo proyecto colonial, y las formas actuales y hegemónicas de globalización neoliberal de las economías. Esto pasa por resignificar la modernidad y la democracia, desde la perspectiva latinoamericanista, con inclusión de las mujeres. Este enfoque, que coincide con otras posiciones feministas, lleva a cuestionar la demanda de que, sólo más mujeres en cargos de toma de decisiones, especialmente en el ámbito de gobierno, se traduciría automáticamente como mejor balance de poder y aproximación a la igualdad entre mujeres y hombres. Saltzam, por su parte plantea que aún cuando las mujeres hubieran ganado mejores posiciones y generado cambios en la distribución y división del trabajo en los ámbitos extradoméstico y familiar, mientras los hombres constituyan la mayor parte de los ejecutores de ley y política, los guardianes, los distribuidores de recompensas y oportunidades y los creadores de definiciones sociales de una sociedad, están en posición de invertir fácilmente las ganancias de las mujeres 28. Para valorar las posibilidades democráticas se vuelve necesario analizar las relaciones desiguales de género, en un contexto histórico más amplio, imbricadas en las relaciones de clase, raza, coloniales y de globalización hegemónica, entre naciones, en los complejos contextos concretos de la región. Desde otro punto de vista, y teniendo presente, que se trata de una región donde, como nos señala Virginia Vargas, la generalización de la democracia como sistema de gobierno no surgió espontánea ni gratuitamente ahí donde había dictaduras, los intentos de modernización de los Estados y de recalificación de las democracias existentes trajeron, ya desde fines de los 80, un nuevo clima político cultural. Los gobiernos, en el proceso de completar la inconclusa modernidad y en las exigencias de los poderes transaccionales de incluir a las mujeres en esta modernización, hicieron del reconocimiento de las mujeres, un pivote significativo de su política nacional. Reconocimiento sin embargo, sin redistribución, ni de poder ni de recursos 29. Partiendo de este lugar y conciencia feminista sobre la falta de reconocimiento a las mujeres, es preciso volver a mirar la ciudadanía y la tradición democrática que, como Amelia Valcárcel nos recuerda, implica una tensión permanente e incluso contradictoria entre las nociones de igualdad y libertad. Un feminismo como tradición de- 28 Op. cit. Pág. 135. 29 Vargas Valente, Virginia Los feminismos latinoamericanos en su tránsito al nuevo milenio. (Una lectura político-personal). 13

mocrática, que surge a partir del cuestionamiento a la naturalización de la desigualdad sexual, como fundamento que explica y justifica la exclusión de las mujeres, a los derechos reconocidos, como bienes que tiene el colectivo completo humano 30. Sin esta perspectiva, la modernidad y la democracia, no sólo sería inconclusa para las mujeres, sino un proyecto inviable. Sólo desde un feminismo que reclama justicia de género como parte de y desde las otras múltiples injusticias mientras impulsa, en palabras de Virginia Vargas, Luchas contra las exclusiones; luchas por la justicia económica y la justicia global; luchas contra el hegemonismo neoliberal; luchas por el cuerpo político y por el reconocimiento y diálogo de las diversidades que son y han sido los campos de incidencia y de propuestas de los movimientos de mujeres y feministas, y de muchos otros espacios y movimientos de la sociedad civil democrática 31, las mujeres podremos alcanzar la autonomía y la libertad ofrecida por los Estados modernos. Política y feminismo: ubicando las luchas por la participación política de las mujeres en la región El feminismo es heredero y comparte conceptos de la teoría política radical, desde donde reconoce que, son políticas todas las interacciones atravesadas por relaciones de poder y desigualdad; así, la política queda vinculada al ejercicio de poder en cualquier ámbito donde ocurra 32, superando con ello la visión dicotómica de la política sólo como asunto de lo público. El feminismo, al colocar la sexualidad, como el eje en torno al cual se estructura la dominación masculina sobre las mujeres, como el proceso social por el que se crean, organizan, expresan y dirigen las relaciones sociales de género, creando los seres sociales a los que llamamos mujeres y hombres, a medida que sus relaciones crean la sociedad 33, pone luz en una de las actividades tradicionalmente ubicadas en el ámbito más íntimo, evidenciando su poder ordenador de otros ámbitos de la vida social. Ha sido a partir de la segunda mitad del siglo XX, que las feministas realizaron significativos aportes a las ideas sobre la política, reconociendo como ámbitos de la política lo íntimo, lo privado, y lo público. La lucha por la autonomía, llevó a redefinir el cuerpo como categoría política, y a mostrar las relaciones de poder de género implícitas en las relaciones íntimas y privadas, en la pareja y la familia. Expresadas, por ejemplo, con bastante claridad en las políticas de población; si la patria requiere ciudadanos para la guerra, las mujeres han sido inducidas a aumentar la natalidad; si conviene reducir la población, a través de las políticas de población, se ven forzadas a reducir la natalidad mediante la utilización de recursos anticonceptivos. Las feministas radicales 34 de los años sesenta levantaron la consigna lo personal es político, llamando a politizar el ámbito privado. Al sostener que todo poder es político, cuestionaron el concepto de lo político, en cuanto a lo que es o no legítimamente politizado, y de la política, como ámbito deliberativo y práctica ciudadana para intervenir y modificar qué actores sociales definen ese contenido. Lo privado entró al debate político público, y así, las mujeres visibilizaron siglos de resistencia callada a la violencia patriarcal, a la explotación en la servidumbre doméstica y sexual, y la lucha por la autonomía del cuerpo. Las mujeres revirtieron el sentido de la intromisión del Estado en sus vidas y cuerpos, y politizaron con miras a las instituciones estatales, la violencia sexista, poniendo sus propias agendas en lo público, como legítimamente 30 Op. cit. Pág. 91. 31 Vargas Valente, Virginia. Las miradas y estrategias políticas feministas en el nuevo milenio: una perspectiva desde América Latina. 32 Murguialday, Clara. 1995. Las Mujeres ante, con, contra, desde, sin, tras el poder político. Las Dignas. El Salvador. La autora lo plantea como un cuarto sentido con el que se utiliza los términos de políticas y político, y que complican los análisis y debates en torno a la participación política de las mujeres. 33 MacKinnon, Catharine, A. Op. cit. Pág. 24. 34 Una de las más destacadas es Kate Millet, que escribió la obra clásica Política Sexual (1969). 14

políticas, y volviéndose sujetas políticas en el proceso. La participación política de las mujeres cobró un doble significado, como un fin en sí mismo, como aspiración de equidad, y como un medio para impulsar desde los puestos públicos de toma de decisiones, las agendas de las mujeres por la igualdad de derechos y la eliminación de toda discriminación por causa de género. En la historia de América Latina, el primer gran paso a la participación política de las mujeres es marcada por la conquista del derecho al voto, ocurrida entre las décadas de los años 30 y los 50. Sin embargo desde entonces, hasta la década de los noventa, no se tuvieron avances significativos en la participación política de las mujeres. La oportunidad para ampliar la participación política de las mujeres en Centroamérica, surge en el contexto de la confrontación de diferentes proyectos democratizadores, los impulsados por movimientos insurgentes que enfrentaron a gobiernos dictatoriales, y la democracia neoliberal impuesta desde la década de los noventa, con sus reformas legales e institucionales. Las iniciativas para promover los derechos y participación política de las mujeres, por lograr un mayor acceso a los espacios de decisión, han tenido que enfrentar resistencias, incluso en los períodos de gobiernos progresistas. Las propuestas por alcanzar mayores niveles de participación política de las mujeres, enfrentan el dilema de las democracias neoliberales que han hundido a la región en la pobreza y la desintegración social, la militancia en partidos políticos patriarcales, clasistas, clientelistas y desprestigiados, la pérdida de poder de los parlamentos y gobiernos nacionales, frente a la sobredeterminación de los organismos internacionales, y la ingerencia directa de las corporaciones transnacionales, como expresiones de la globalización económica y política. Las iniciativas por avanzar en el ejercicio de algunos derechos de las mujeres, enfrentan el veto de los poderes fácticos de empresarios, iglesias, medios de comunicación, militares, etc. Los movimientos sociales en general, que se enfrentaron contra modelos dictatoriales, se debilitaron en el marco de los gobiernos parlamentarios, aunque conquistan algunos derechos políticos, enfrentaron la desintegración de tejidos sociales y asociativos, como consecuencias del modelo económico imperante, generador de desempleo, migración forzada, desregulación laboral, precarización de los derechos laborales, y privatización de los servicios públicos. La debilidad de los gobiernos locales frente a los gobiernos centrales, como espacios de gobernabilidad real, y la escasa capacidad del movimiento feminista y de mujeres de impulsar y sostener un movimiento social de mujeres, con agendas feministas consensuadas desde la diversidad de expresiones de las mujeres organizadas, y las profundas diferencias que dividen a las mujeres, en lo local, lo nacional y regional, constituyen un escenario, en el que las propuestas de participación política de las mujeres no cuentan con el respaldo y la beligerancia suficiente para mover voluntades y para cambiar las reglas de exclusión imperantes. El feminismo de la igualdad resalta la importancia estratégica de la participación política paritaria de las mujeres en cargos de toma de decisiones en el Estado. Como lo expresa Rosa Cobo: El reconocimiento de los derechos políticos de las mujeres debe concentrarse en su participación paritaria en las decisiones del Estado a través de una gran variedad de mecanismos: desde la reserva de una cuota paritaria de representación en el Parlamento, gobierno nacional, gobiernos autonómicos y municipales, hasta el establecimiento de mecanismos preceptivos y vinculantes de consulta a las mujeres en el caso de decisiones que les afecten específicamente Si las mujeres no se apropian de la mitad de los recursos políticos las sociedades occidentales no serán nunca plenamente democráticas 35. 35 Cobo, Rosa, Muticulturalismo, democracia paritaria y participación política. Política y Sociedad, Madrid, nº 32, 1999, Universidad de La Coruña. 15