Aspectos sociales del VIH/SIDA en México Estamos seguros que el SIDA no solamente es una actual, sino que es un gran problema de salud pública y una preocupación social. A principios de la década de 1980 el SIDA estuvo vinculado a la población masculina de homosexuales y, poco después, se denominaron a otras minorías como "grupos de riesgo" (prostitutas, drogadictos intravenosos, etc.). Hoy, todavía la sociedad continúa en esta estigmatización de grupos y personas que tienen el infortunio de la infección VIIU SIDA, no obstante que el padecimiento se ha difundido entre las más diversas escalas y grupos sociales. En 1987 la relación de enfermos era de una mujer por cada 23 hombres. En 1990 esta relación fue de 1 por 7 y para los últimos reportes obtenidos en México a la fecha de que ésto se escribe es de 1 por 6 en adultos y 1 a 2-3, entre los niños. Lo anterior pone de manifiesto que no sólo las llamadas "prácticas de riesgo" son importantes para la trasmisión de la infección, sino que ésta ha alcanzado sectores de la población otrora considerados "a salvo", es decir mujeres monógamas y niños. La creciente influencia de la en la vida de la mujer ha fisurado la estructura misma de la sociedad, sobre todo si consideramos que implica un grave problema de salud en la mujer-madre, agente de cuidados, alimentación, educación y salud. Esta avanza progresivamenteenlasmujeres,particularmente las heterosexuales (las mujeres exclusivamente lesbianas tienen muy poco o ningún riesgo de contraer la infección por transmisión sexual); por ello es imprescindible encauzar programas educativos dirigidos a las mujeres, no solamente a las consideradas en riesgo, sino a las amas de casa, de los hogares considerados "bien estructurados", a aquellas que por su ubicación social se encuentran en mayores posibilidades de difundir los conocimientos para evitar el contagio y reducir los efectos sociales y psicológicos de la. Entre junio de 1991 y mayo de 1992 el Colegio de México, coordinado por el área de estudios psicológicos creó "El programa de investigación social de SIDA en México" a fin de reconocer la vinculación de la mujer con el padecimiento y la problemática particular en la población femenina. Desde la aparición de los primeros El SIDA no solamente es una actual, sino que es un gran problema de salud pública Esta avanza progresivam ente en las mujeres, particularm ente las heterosexual es. Los medios masivos de comunicació n han dedicado espacios no siempre objetivos a la. La ha sido considerada como calamidad que uno
casos de VIH/SIDA, los medios masivos de comunicación han dedicado espacios no siempre objetivos a la ; habiéndole denominado "la del siglo", su abordaje va desde el carácter puramente informativo hasta la exposición de juicios condenatorios y prejuicios morales. En el estudio mencionado se sustenta que existe un bajo nivel de conciencia en las mujeres respecto al riesgo de contraer la infección, al parecer, el poseer información de la, sus vías de contagio y formas de prevenirlo, no implica necesariamente la adquisición de conciencia y la adopción de un comportamiento preventivo. La vinculación del SIDA con la sexualidad que, si bien resulta una realidad imposible de negar, se ha cargado de matices no siempre apega dos a la misma y que dificulta el enfrentamiento femenino con el tema inmerso en múltiples significados morales; "la ha sido considerada como calamidad que uno mismo se ha buscado", como un mal no sólo debido al exceso sexual sino a la perversión sexual. Se ha supuesto que la adquisición sexual de la infección se contrae voluntariamente y por consiguiente más reprobablemente. "Sexo, SIDA y muerte es una amalgama central en la vida conformando una amenaza real que no se puede negar". Desde el nacimiento se conforma la vida de la mujer, organizando su historia como madres y esposas; "la maternidad y la conyugalidad son las esferas vitales que organizan y conforman los modos de vida femeninos". En el trabajo mencionado del Colegio de México se ha considerado a la mujer como centro de estudio por dos hechos reales: el primero enfocando a la mujer como población en riesgo creciente ante la (VIH/SIDA) y el segundo como promotora de prácticas preventivas ante el papel social del sexo femenino de afrontar no sólo la maternidad desde la perspectiva biológica, sino también simbólica ejercida en otros miembros de la familia, amigos y compañeros, o sea, que dispensa cuidados que son considerados como pertenecientes a la naturaleza femenina. La evaluación, entre diferentes grupos de mujeres, categorizadas por el número de compañeros sexuales en el momento de la entrevista: monógamas (mujeres que tienen relaciones sexuales sólo con su pareja), polígamas (las que teniendo una relación estable de pareja mantienen otra de tipo extramarital) y prostitutas. En los dos primeros grupos predomina el concepto de mismo se ha buscado. El incremento del número de mujeres infectadas por el VIH, conlleva implícita la posibilidad de la transmisión a la descendenci a a través de la vía perinatal. Es conocido como dato cardinal el retraso del desarrollo psicomotriz. El mayor impacto psicosocial es observado en la familia con la desintegraci ón paulatina de la misma.
"autoinmunidad" frente al SIDA; la mayoría piensa que el antídoto del contagio es la institución matrimonial, que les brinda protección social y protección contra el contagio, tanto para ellas mismas como para sus parejas sexuales (maridos y amantes), a pesar de que aceptan la posibilidad de que ellos sostengan relaciones sexuales con otras personas (mujeres siempre); se sienten distantes del riesgo de infectarse, consideran que los depositarios del peligro son los homosexuales, bisexuales y prostitutas, sectores en los que no se incluyen ellas ni sus parejas. El grupo de prostitutas considera, en forma general, que la posibilidad de contraer SIDA está presente en su trabajo y que en éste "el cliente manda", por lo que proponer o ejercer medidas preventivas está fuera de su alcance, dado el poder que ejerce un sexo sobre el otro; ante su concepto de ser poseedoras de un "cuerpo devaluado", que no les pertenece, que es vivido como algo ajeno, que envejece muy rápido y que muere paulatinamente, el SIDA resulta un mal menor, que no importa demasiado frente a las muertes parciales implicadas en su práctica y en su historia. Por otra parte, el incremento del número de mujeres infectadas por el VIH, independientemente si pertenecen a grupos de riesgo o no, conlleva implícita la posibilidad de la transmisión a la descendencia a través de la vía perinatal. Con base en las experiencias reportadas y hasta antes de los primeros esfuerzos por disminuir los porcentajes de transmisión con el uso preventivo de antirretrovirales durante la gestación, se estimaba que en México uno de cada cuatro niños hijos de mujeres infectadas, adquirirían de ellas la infección; sin embargo, de generalizarse esta práctica preventiva la tasa esperada no sería mayor a uno de cada diez de los hijos expuestos. Esta situación nos obliga a razonar la necesidad de que el feto contemplara una conformación legal y adquiriera un derecho a la vida y la salud, al establecer un escrutinio obligado en toda mujer embarazada en búsqueda de anticuerpos contra el VIH e inicio de tratamiento preventivo, en la que se identificara como positiva, pensamiento que se contrapone a lo establecido actualmente en relación al derecho de decisión informada y confidencialidad para la realización de este examen diagnóstico. De igual forma, si el componente psicosocial en la mujer infectada por el VIH es complejo, el panorama del hijo infectado no es nada halagador; diversos estudios han
demostrado un importante número de trastornos psicosociales que el paciente pediátrico hijo de una mujer embarazada está destinado a sufrir, tanto desde el punto de vista clínico como psicológico, con implicaciones de carácter tanto éticas como de salud pública. Con relación al aspecto clínico en el niño infectado conforme progresa la misma, es conocido como dato cardinal el retraso del desarrollo psicomotriz, con disminución paulatina pero constante de las esferas cognoscitivas y de lenguaje. El retraso del desarrollo se marca principalmente en el área de las habilidades motoras finas y gruesas, mismas que se incrementan de acuerdo al avance del daño al sistema nervioso central; de igual forma el curso del deterioro del área cognoscitiva puede ser variable, con la presencia de fases estáticas o fases de deterioro súbito y progresivo con pérdida de los puntos de referencias, con una evolución final a la declinación. Por otra parte, en niños escolares con la infección se han determinado patrones depresivos, caracterizados por apatía, automarginación social y anorexia. Aunque no está bien establecida la causa de la misma, se considera que el SIDA por ser una crónica y debilitante, favorece la instalación de cuadros de dependencia patológica del paciente; si a ésto se le suma el dolor, el aislamiento y la disyunción familiar el efecto depresivo se sinergiza. De igual manera que en el adulto, las fases finales de demencia y psicosis encontradas en la encefalopatía demencial por el VIH, han sido reportadas en niños de 12 años, con presencia de crisis psicóticas asociadas a alucinaciones visuales y desorientación. Quizás el mayor impacto psicosocial es observado en la familia con la desintegración paulatina de la misma; no es raro encontrar casos de padres infectados que cursan su en forma concomitante con el hijo, donde los padres enfermos, con dificultad podrán atender las necesidades tanto de salud como emocionales de su hijo infectado, en especial porque un gran número de estas familias en México forman parte de grupos económicamente marginados y que subsisten con un mínimo de recursos, lo que sumado en gran parte al bajo nivel cultural encontrado, contribuye a la pobre respuesta de los programas preventivos de salud.
Rubro aparte juega el niño no infectado pero hijo de padres infectados, quien enfrentará en un futuro no muy largo, la posible pérdida de sus padres biológicos con la marginación social que este estigma establece. Toda esta problemática, alrededor del niño infectado o hijo de padres infectados, nos obliga a buscar la integración total del manejo multidisciplinario, donde grupos de apoyo psicológico y de trabajo social se involucren en el soporte terapéutico de éstos, lo que nos permitirá no sólo conocer mejor la, sino establecer una mayor estructura para ofrecer una mejor calidad de vida a estos pacientes.