DOCUMENTO DE TRABAJO Nº 9:



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Transcripción:

DOCUMENTO DE TRABAJO Nº 9: El nuevo patrón de crecimiento y su impacto sobre la estructura distributiva. CIFRA - Centro de Investigación y Formación de la República Argentina Coordinador: Eduardo Basualdo Equipo de investigación: Nicolás Arceo, Mariana González y Nuria Mendizábal Marzo de 2011

Documento de Trabajo Nº 9. El nuevo patrón de crecimiento y su impacto sobre la distribución del ingreso. Índice Introducción.... 2 1. La medición de la desigualdad... 2 2. La distribución del ingreso en América Latina... 5 3. La distribución del ingreso en Argentina.... 9 3.1. Evolución de la distribución funcional del ingreso... 9 3.2. Distribución de los ingresos familiares y laborales.... 13 3.2.1. Más de veinticinco años de aumento de la desigualdad.... 13 3.2.2. Un cambio de tendencia?... 17 Referencias bibliográficas... 21 1

El nuevo patrón de crecimiento y su impacto sobre la distribución del ingreso. Introducción. En este trabajo se pretende brindar una sucinta caracterización acerca de la evolución que presentó la distribución del ingreso en nuestro país a lo largo de las últimas décadas. En particular, se analiza el impacto que tuvo el nuevo patrón de crecimiento económico adoptado tras el colapso del régimen de convertibilidad sobre la estructura distributiva. En definitiva, se trata de determinar si las elevadas tasas de crecimiento alcanzadas en los últimos años permitieron revertir casi tres décadas de aumento en la inequidad distributiva o, por el contrario, continua vigente la estructura distributiva claramente regresiva que se instaló en nuestro país desde el abandono del modelo sustitutivo de importaciones. En base a estos objetivos, el presente documento se divide en tres secciones. En la primera, se realiza un somero racconto de los distintos tipos de indicadores utilizados tradicionalmente para medir el grado de desigualdad en la distribución del ingreso, a los cuales se recurre a lo largo del trabajo. En la segunda sección, se evalúa la evolución que presentó la distribución del ingreso en América Latina a lo largo de las últimas décadas. En particular, se pretende determinar si las modificaciones acontecidas en la estructura distributiva en nuestro país fueron un fenómeno privativo de la economía argentina o si, por el contrario, se verificaron con mayor o menor intensidad en los distintos países de la región. Finalmente, la tercera sección, referida a Argentina, se subdividió en dos sub-secciones. La primera de ellas, se destinó a evaluar la evolución que presentó la distribución funcional del ingreso a lo largo de las últimas décadas en nuestro país. Posteriormente, se analiza la distribución que presentaron los ingresos laborales de los ocupados y los ingresos per cápita de los hogares desde el abandono del modelo sustitutivo de importaciones a mediados de los años setenta. Se debe señalar que en ambas secciones se analiza con particular interés la trayectoria que registró la estructura distributiva en el marco del nuevo patrón de crecimiento adoptado tras el colapso del régimen de convertibilidad. 1. La medición de la desigualdad. Para medir el grado de desigualdad en la distribución del ingreso, en primer lugar, es necesario determinar cuáles son los ingresos cuya distribución se va a analizar (el total del ingreso nacional, los ingresos familiares, los individuales, los laborales y/o los provenientes de otras fuentes, etc.). En segundo lugar, debe definirse cuál será el indicador a utilizar para esa medición. Un primer modo de estudiar la desigualdad consiste en determinar la distribución del ingreso nacional entre el trabajo y el capital. Es decir, qué porcentaje del total del ingreso nacional queda en manos de los trabajadores -por un lado- y qué porcentaje se apropian los capitalistas y rentistas -por el otro-. En otras palabras, evalúa la retribución que percibe cada uno de los factores en el proceso de producción (capital y trabajo) durante un período determinado. A esta distribución de la denomina distribución funcional del ingreso. 2

Dentro de esta perspectiva, el indicador más difundido es la participación de la masa salarial en el ingreso total. Permite conocer qué porción del ingreso nacional generado en un período dado es apropiado por los trabajadores a partir de la percepción de su salario. Es un indicador que considera a la clase asalariada como un conjunto, más o menos homogéneo, y la contrapone a la clase capitalista. Esta perspectiva, y las estadísticas necesarias para construir este tipo de indicadores, fue abandonada desde mediados de los años setenta y reemplazada por un creciente interés en la distribución personal o familiar de los ingresos que se analiza a continuación (Lindemboim, Graña y Kennedy, 2006). 1 Una segunda forma usual de medir la desigualdad consiste en identificar las diferencias de ingresos entre los distintos individuos u hogares. Debido a limitaciones de las fuentes de información que habitualmente se utilizan para este tipo de cálculos, los ingresos que se pueden observar son fundamentalmente los que provienen del trabajo, de las jubilaciones, y de los subsidios o planes sociales. 2 Por el contrario, no se captan adecuadamente los ingresos originados en ganancias empresarias o rentas de cualquier tipo. De este modo, esta segunda modalidad se concentra en captar la desigualdad de ingresos centralmente al interior de la clase trabajadora. Para cuantificar el grado de desigualdad en la distribución de este tipo de ingresos se utilizan, mayormente, dos indicadores: la relación de ingresos promedio de distintos deciles (o quintiles), y el índice de Gini. El primero de estos indicadores requiere de la construcción de deciles o quintiles, para lo cual se ordenan los hogares o individuos según su ingreso, de menor a mayor. Si se quieren formar deciles, se los separa en diez grupos, cada uno de los cuales contenga la misma cantidad de hogares o de personas. Si fueran hogares, el primer decil queda constituido por el 10% de los que tengan menores ingresos; el segundo decil estaría formado por el 10% de los hogares que le siguen en materia de ingreso. El décimo decil, por su parte, abarcaría al 10% más rico de los hogares. Si la división se hace en cinco grupos, en lugar de diez, las agrupaciones resultantes se denominan quintiles, y contienen cada uno el 20% de los hogares. Una vez divididos los hogares o la población de este modo, pueden evaluarse diferentes indicadores. Uno muy usual es el cociente entre los ingresos promedio de los deciles extremos, el décimo en relación con el primero. Ello indicaría cuántas veces más elevados son los ingresos del 10% más rico de los hogares respecto del 10% más pobre. Esto mismo puede hacerse comparando el 20% superior (quinto quintil) con respecto al 20% más desfavorecido (primer quintil). También puede analizarse qué proporción de la suma total de ingresos se apropia cada uno de los deciles o quintiles en su conjunto; y puede verse cómo cambian dichas proporciones a través del tiempo. 1 En Fabris (2002) y en Graña (2007) se plantean algunas posibles razones por las cuales dejaron de estar vigentes las estadísticas sobre la participación de los asalariados en el ingreso nacional. 2 La información puede provenir de encuestas (encuestas a hogares, por ejemplo) o registros (registro de los asalariados registrados del sistema previsional). En Argentina, la fuente habitual de consulta es la Encuesta Permanente de Hogares, que el INDEC realiza en grandes aglomerados urbanos desde 1974. 3

Otro indicador muy utilizado de desigualdad o de concentración en la distribución del ingreso es el coeficiente de Gini 3, que presenta algunas ventajas por sobre los indicadores anteriores. Principalmente, no se concentra sólo en los ingresos (individuales o de los hogares) que se ubican en las posiciones extremas, sino que considera toda la distribución de los ingresos; es decir, hace uso de toda la información disponible. Además, permite resumir el grado de desigualdad a través de un único indicador. Para explicar de qué forma mide este índice la desigualdad, debe hacerse referencia a la distribución perfectamente equitativa o equidistribución, esto es, una distribución que implica que a cada parte de la población le corresponde una proporción del ingreso igual su peso en la población total. Por ejemplo, el 1% de la población se apropia del 1% del ingreso total. La idea central del índice de Gini consiste en comparar esta distribución ideal con la distribución efectiva que presenta una sociedad en un determinado momento histórico. Cuanto mayor sea la distancia entre ambas distribuciones (entre la efectiva y la ideal), mayor será el grado de concentración o desigualdad. La distribución ideal (perfectamente equitativa) puede representarse a través de una recta de 45º (recta de equidistribución) en un gráfico que relaciona en un eje la frecuencia acumulada del ingreso y en otro la frecuencia acumulada de la población. Para representar la distribución efectiva se grafica también la frecuencia acumulada del ingreso, tras ordenar a la población de acuerdo con su ingreso, de menor a mayor, lo que se denomina como Curva de Lorenz. Gráfico Nº 1. Representación gráfica del coeficiente de Gini. Proporción acumulada de ingresos Recta de equidistribución Curva de Lorenz Proporción acumulada de población La distancia entre la línea de equidistribución y la Curva de Lorenz (distribución efectiva del ingreso), indica el grado de desigualdad. Cuanto mayor es el área entre dichas curvas mayor es el grado de inequidad. En el Gráfico Nº 1, la superficie naranja representa el grado de concentración o desigualdad en la distribución del ingreso. El valor mínimo que puede tomar esta expresión es cero, que correspondería al caso de la equidistribución. El valor máximo (uno) se alcanza cuando el total de la variable (el ingreso) se concentra sólo en una observación. 3 El coeficiente de Gini en un indicador de concentración elaborado por el estadístico italiano Corrado Gini. Si bien, por lo general, se lo utiliza para medir la desigualdad en los ingresos puede utilizarse para evaluar cualquier tipo de distribución. 4

2. La distribución del ingreso en América Latina. Durante la última década, América Latina se caracterizó en general por una significativa recuperación de la actividad económica, que ha permitido mitigar en cierta medida los efectos regresivos que las políticas neoliberales habían tenido sobre sus indicadores sociales durante los años noventa. El propósito de este apartado es analizar cómo ha impactado este proceso específicamente sobre la distribución y concentración del ingreso en la región. En esta línea, vale recordar que la desigual distribución de los ingresos ha sido un rasgo sobresaliente de la estructura económica y social de América Latina a lo largo de su historia. La situación distributiva empeoró considerablemente desde los años ochenta conduciendo a que la región presente en la actualidad niveles de inequidad muy elevados en términos internacionales (De Ferranti et al, 2004). No obstante, durante la última década se ha producido un cambio. El significativo crecimiento que experimentaron la inmensa mayoría de las economías latinoamericanas conjuntamente con el desarrollo de programas sociales de envergadura en diversos países, posibilitaron una modificación de la tendencia en materia distributiva. 4 Partiendo de este marco, en esta sección se evaluará en una primera instancia la distribución del ingreso per cápita de los hogares en los distintos países latinoamericanos en la actualidad, para posteriormente analizar la evolución que presentó el coeficiente de Gini a lo largo de las dos últimas décadas. Dicho análisis se realizará con la información suministrada por la CEPAL, la cual fue elaborada en base a las encuestas de hogares de 18 países. 5 Como se mencionó, los países latinoamericanos han presentado históricamente una estructura distributiva claramente inequitativa. En base a la más reciente información disponible, se constata que en el conjunto de América Latina el 40% de los hogares de menores recursos percibe, en promedio, un 15% de los ingresos totales, a la vez que el 10% más rico concentra el 34% de los mismos (CEPAL, 2009). Al evaluar la situación imperante en cada uno de los países que componen la región se observa que Venezuela y Uruguay son los que presentan un mayor grado equidad, en tanto el 40% de los hogares más pobres perciben alrededor del 20% de los ingresos totales per cápita y el 10% más rico no sobrepasa el 27% (Gráfico N 2). En contraposición, los países que presentan mayores niveles de desigualdad son, por un lado, Bolivia, Honduras y República Dominicana, donde el 40% de los hogares más pobres perciben por debajo del 12% de los ingresos totales per cápita de sus países; y, por otro, Brasil y Colombia, donde el 10% más rico concentra alrededor del 40% de dichos ingresos. 4 Más allá de las diferencias que presentan los programas sociales en los distintos países, tienen por objetivo común contrarrestar la pobreza y la marginalidad que abarca a amplias franjas de población tras casi tres décadas de políticas neoliberales. 5 Dichos países son: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. 5

Gráfico Nº 2. Participación en el ingreso per cápita de los hogares según grupos de hogares en distintos países de América Latina (últimos datos disponibles 1 ). (en porcentajes) 100 40% más pobre 30% 20% 10% más rico 90 80 27,1 24,8 35,0 34,5 29,3 29,4 33,1 31,0 34,4 37,2 35,4 32,1 39,8 43,3 41,1 34,9 35,5 37,0 70 En porcentajes (%) 60 50 40 26,3 28,1 25,2 25,6 28,8 28,4 27,0 28,4 26,3 26,7 26,2 27,8 25,7 24,7 25,4 30,4 28,2 29,5 30 20 25,5 27,9 22,9 23,9 26,0 26,5 24,4 25,3 24,6 21,5 24,0 25,7 21,7 19,3 21,3 23,2 25,1 23,5 10 0 21,1 19,2 Uruguay 16,9 Venezuela 16,0 15,9 15,7 Argentina(2) México El Salvador Perú Ecuador Costa Rica Paraguay Chile 15,5 15,3 14,7 14,6 14,4 14,4 12,8 12,7 12,2 11,5 11,2 10,0 Nicaragua Panamá Guatemala Brasil Colombia R. Dominic Bolivia Honduras Notas: (1) Corresponde a información de los años 2008 (Brasil, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay, Venezuela); 2007 (Bolivia, Honduras); 2006 (Argentina, Chile, Guatemala); 2005 (Nicaragua y Colombia) y 2004 (El Salvador). (2) La información de Argentina corresponde al total urbano. Fuente: Elaboración propia sobre la base de CEPAL (2009). Si se realiza un análisis de mediano plazo, considerando el período 2002-2008, se observa que la brecha de ingresos per cápita entre el quintil de hogares más rico y el más pobre ha tendido a reducirse en catorce de los dieciocho países latinoamericanos (Gráfico Nº 3). Dentro de este grupo, Venezuela y Nicaragua son quienes exhiben una mayor reducción de la desigualdad entre los grupos extremos de la distribución del ingreso, presentando una disminución de más de tres puntos porcentuales. A la vez, existe otro conjunto de países (Brasil, Bolivia, Paraguay, Panamá, Perú, Argentina, Ecuador y Costa Rica) que presentan reducciones menos significativas en la desigualdad. En el otro extremo, Guatemala, Honduras, República Dominicana y México dan cuenta de un deterioro distributivo significativo, dado el incremento de la brecha entre el quintil más rico y el más pobre. Esta disminución en la concentración del ingreso en la región se confirma al analizar otros indicadores. En efecto, el coeficiente de Gini se redujo en promedio un 5% en el período mencionado (CEPAL, 2009). 6

Gráfico Nº 3. Relación del ingreso medio per cápita de los hogares entre el quintil más rico y el quintil más pobre en distintos países de América Latina, Años 2002 y 2008. 50 45 44,2 2002(1) 2008(2) 40 36,9 35 30 25 20 15 10 18,1 9,7 27,3 18,6 26,2 31,5 25,7 25,8 28,5 27,8 18,4 18,8 19,3 20,6 14,4 15,5 16,8 17,0 13,2 13,5 19,5 20,2 20,7 19,3 15,7 16,3 10,2 9,6 15,5 16,0 25,4 26,3 32,5 23,9 5 0 Venezuela Nicaragua Brasil Bolivia Paraguay Panamá Perú Argentina Ecuador Costa Rica Chile El Salvador Uruguay Colombia México R. Dominic Honduras Guatemala Notas: (1) Corresponde a información de los años 2002 (Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, Honduras, México, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela); 2001 (Brasil, El Salvador, Nicaragua, Paraguay y Perú); 2000 (Chile) y 2004 (Ecuador). (2) Corresponde a información de los años 2008 (Brasil, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay, Venezuela); 2007 (Bolivia, Honduras); 2006 (Argentina, Chile, Guatemala); 2005 (Nicaragua y Colombia) y 2004 (El Salvador). Fuente: Elaboración propia sobre la base de CEPAL (2009). Ahora bien, si se analiza la evolución de la concentración del ingreso en la región en las últimas décadas, en términos generales se observa que la década del noventa ha implicado un proceso de incremento de la desigualdad distributiva en la mayoría de los países, situación parcialmente revertida en los últimos diez años. En efecto, entre 1990 y 1995 el coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar correspondiente al promedio latinoamericano ascendió un 2,4%, lo que indica un empeoramiento distributivo. Esto se explica por el proceso de concentración del ingreso sufrido por once países de la región a lo largo de los años noventa: Paraguay, Ecuador, Bolivia, Costa Rica, Colombia, Argentina, Venezuela, Brasil, Chile, México y Nicaragua. Por el contrario, sólo cinco países presentaron una mejoría en su equidad distributiva: Uruguay, El Salvador, Honduras, Panamá y Guatemala (Gráfico Nº4). No obstante, vale advertir que en la última década muchos países han presentado una tendencia divergente a la observada en el período anterior. En efecto, doce países iniciaron un proceso de reducción de la desigualdad (Venezuela, Perú, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Chile, Paraguay, Panamá, Bolivia, México, Argentina y El Salvador), determinando un descenso de 4,3% del coeficiente de Gini correspondiente al promedio latinoamericano. En cambio, países como 7

(Uruguay, Colombia, R. Dominicana, Honduras y Guatemala) han visto incrementada su desigualdad distributiva en el último período. Gráfico Nº 4. Variación del coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar de las personas en distintos países de América Latina (1), 1990 (2) /1999 (3) y 1999/2008 (4). (variación porcentual del coeficiente de Gini) R. Dominicana Perú Paraguay Ecuador* Bolivia Costa Rica Colombia Argentina* Venezuela Promedio Brasil Chile México Nicaragua Guatemala Panamá* Honduras El Salvador* Uruguay* -17,3% -12,7% -10,6% -8,7% -8,7% -8,3% -8,9% -6,7% -7,2% -6,8% -5,0% -3,7% -4,3% -4,5% -3,8% -6,6% -5,8% -1,5% 0,0% 1,1% 0,6% 0,2% 2,4% 2,1% 2,4% 2,1% 1,4% 2,8% 5,7% 4,5% 8,0% 7,7% 7,6% 10,8% 14,1% -25% -15% -5% 5% 15% 25% 26,4% 1999/2008 1990/1999 Notas: (1) Incluye a las personas sin ingresos; (2) Corresponde a información de los años 1989 (Bolivia, Guatemala y México); 1990 (Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, Honduras, Paraguay, Uruguay, Venezuela); 1991 (Colombia, Panamá), 1993 (Nicaragua) y 1995 (El Salvador) (no hay datos correspondientes a Peru y R. Dominicana); (3) Corresponde a información de los años 1997 (Bolivia); 1998 (Chile, Guatemala, México, Nicaragua), 1999 (Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela) y 2002 (República Dominicana); (4) Corresponde a información de los años 2008 (Brasil, Costa Rica, Ecuador, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay, Venezuela); 2007 (Bolivia, Honduras); 2006 (Argentina, Chile, Guatemala); 2005 (Nicaragua y Colombia) y 2004 (El Salvador); (*) Datos correspondientes al total urbano. Fuente: Elaboración propia sobre la base de CEPAL (2009). De este modo, en términos generales, se observa que América Latina ha presentando ciertas mejorías en la equidad distributiva a lo largo de los últimos diez años, aunque existe cierta heterogeneidad entre los países que debe ser considerada. No obstante, debe advertirse que estos resultados no demuestran una reversión de la desigualdad estructural que caracteriza a la región, ya que continúa siendo una de las más altas del mundo. En el caso particular de Argentina, se observa que si bien se encuentra entre los países que han reducido la desigualdad en la distribución del ingreso durante la última década, en la actualidad se verifican mayores niveles de desigualdad que a comienzos de la década de 1990. En efecto, 8

el coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar de las personas era en el año 2006 un 3,6% más elevado que el verificado a comienzos de la década del noventa cuando nuestro país se encontraba aún en el marco de la crisis hiperinflacionaria. En las próximas secciones, se analiza detalladamente la evolución que presentó la distribución del ingreso en nuestro país, así como una breve caracterización acerca de sus causas. 3. La distribución del ingreso en Argentina. 3.1. Evolución de la distribución funcional del ingreso. Una mirada histórica permite reconstruir la evolución de la distribución funcional del ingreso en Argentina, relacionándola con los cambios que se han sucedido en el mercado de trabajo. Si bien no es posible contar con una única serie comparable a lo largo del tiempo, puede obtenerse un panorama aproximado, como el que se presenta en el Gráfico Nº 5, en el que se establecen niveles mínimos y máximos entre los cuales habría oscilado la participación de la masa salarial en el valor agregado. La participación de los asalariados alcanzó su máximo histórico hacia el año 1954 y, luego de descender, volvió a alcanzar niveles similares en 1974. Desde entonces, la tendencia ha sido, con grandes oscilaciones, decreciente, con niveles muy bajos durante la última dictadura militar, así como durante la crisis hiperinflacionaria de la década de 1980. Si bien los años noventa representan una recuperación relativa respecto de la década anterior 6, tras los primeros años del decenio la proporción del producto en manos de los asalariados volvió a descender sostenidamente. Teniendo en cuenta este panorama de largo plazo, en lo que sigue el análisis se centrará en los últimos quince años buscando comparar, particularmente, la evolución de la participación de la masa salarial en el producto durante la vigencia del régimen de convertibilidad y tras el colapso del mismo. Como se mencionó, en Argentina la medición de la distribución funcional del ingreso fue dejada de lado a partir de mediados de la década de 1970. Recién en 2006 volvió a disponerse de estadísticas al respecto, a partir de la publicación de la Cuenta de Generación del Ingreso para el período 1993-2005. Sin embargo, la publicación volvió a discontinuarse al poco tiempo, una vez intervenido el INDEC. Por ello, en lo que sigue, se presenta una estimación propia, cuyos supuestos se especifican en el recuadro Participación de los asalariados en el producto: Metodología de estimación, al final de esta sección. 6 Es importante resaltar que, dado que la serie de Graña (2007) surge del empalme de distintas series construidas a partir de fuentes diversas, pueden existir diferencias de nivel que se deban a razones de cambios metodológicos. El alto nivel de la participación de los asalariados a inicios de la década de 1990 obedecería en parte a estas razones. 9

Gráfico Nº 5. Participación de la masa salarial en el Producto Interno Bruto (PIB) a precios corrientes, 1935-2005 (en porcentajes). 50 47,9 46,7 Mínimo Máximo 45 43,7 40,5 40 42,4 38,5 35,6 34,7 38,7 35 30 31,5 30,8 25 24,7 24,1 23,5 20 1935 1938 1941 1944 1947 1950 1953 1956 1959 1962 1965 1968 1971 1974 1977 1980 1983 1986 1989 1992 1995 1998 2001 2004 Fuente: Graña (2007). El Gráfico Nº 6 da cuenta de los cambios que ha sufrido la participación de los trabajadores asalariados en el ingreso nacional a partir de 1993, tanto en momentos de recesión y crisis como en las fases de recuperación y crecimiento. El deterioro resulta claro durante la década de 1990, aunque con algunas oscilaciones. Entre 1993 y 1997 se verificaron altas tasas de crecimiento económico (con la excepción de 1995), a la par que la remuneración a los asalariados perdió participación respecto del valor agregado. Es decir que las ganancias y las rentas se incrementaron a un ritmo incluso mayor que el del aumento del producto. Luego de la caída acumulada hasta 1997, la participación de los asalariados tuvo una mejora relativa al año siguiente, aunque en los últimos años de la década se volvió a observar una disminución. Esta disminución no resultó de mayor magnitud debido a que la economía estaba en crisis, de modo que el valor agregado se achicaba al mismo tiempo que se reducía la tasa de empleo y se deterioraban los salarios reales. 7 7 Cabe destacar que la serie oficial de la CGI muestra un incremento en 2001; aunque según la estimación propia la participación de la masa salarial se habría reducido en dicho año. 10

Gráfico Nº 6. Participación de la masa salarial en el Valor Agregado Bruto (VAB) a precios corrientes, 1993-2009 (en porcentajes). 50 Remuneración del trabajo asalariado/vab (CGI) Remuneración del trabajo asalariado/vab (estimación propia) 45 44,7 42,8 41,2 40,7 40,5 42,1 41,5 42,9 43,6 41,1 40 35 39,4 40,0 38,3 36,4 37,1 35,3 36,7 38,5 38,8 34,3 38,5 38,3 36,1 35,4 39,1 38,9 33,7 30 31,4 31,3 25 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 Fuente: CGI: Cuenta de Generación del Ingreso, Dirección Nacional de Cuentas Nacionales-INDEC. Con respecto a la estimación propia consultar el recuadro metodológico al final de esta sección. Con la crisis final del régimen de convertibilidad y la devaluación de la moneda, los asalariados perdieron varios puntos en la distribución del ingreso nacional. De acuerdo con estimaciones propias, en el año 2001 la masa salarial representaba el 38,5% del valor agregado bruto y al año siguiente se había reducido al 31,4%. La contrapartida fue un incremento en las ganancias empresarias, que en muchos sectores alcanzaron niveles extraordinarios que se mantendrían en los años sucesivos. A partir de 2003, la generación de puestos de trabajo resultó muy intensa. El Gráfico Nº 7 da cuenta de este proceso, que implicó que el total de puestos creciera casi 40% entre 2002 y 2009. Esta fuerte creación de empleo junto con una recuperación relativa de los salarios permitió que la participación de los asalariados sobre el valor agregado volviera a incrementarse. Recién en el año 2006 la proporción volvió a ser casi la misma que en 2000; es decir, que fueron necesarios cuatro años para recuperar lo que se perdió sólo en uno (entre 2001 y 2002). 11

Gráfico Nº 7. Evolución del número de puestos de trabajo asalariados, registrados y no registrados, 1993-2009 (en número índice base 1993=100). 160 150 Total puestos de trabajo asalariados Asalariados registrados Asalariados no registrados 147 147 140 130 120 110 108 121 108 133 129 129 114 115 113 124 110 117 125 118 143 141 139 134 138 125 126 114 143 135 100 90 100 99 99 96 100 104 104 104 101 102 93 108 97 106 80 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 Nota: Consultar el recuadro metodológico al final de esta sección. En los años que siguieron a 2006 la participación de los asalariados quedó prácticamente estancada. Los puestos de trabajo asalariados tuvieron incrementos muy limitados, al tiempo que también fueron reducidos los aumentos salariales. 8 En el año 2009, si bien vuelve a observarse una mejora significativa en esta participación, cabe señalar que ello obedece en parte al hecho de que la economía atravesó ese año por una recesión, consecuencia del impacto de la crisis internacional. Es decir, que la masa salarial resulta mayor pero en relación con un valor agregado deprimido. En síntesis, la distribución funcional del ingreso ha mostrado en la posconvertibilidad una mejora significativa respecto de la situación vigente en 2002. Sin embargo, dado el deterioro persistente durante los años noventa, la participación de la masa salarial en el ingreso total aún no habría alcanzado los niveles de los primeros años de la convertibilidad. Debe señalarse, además, que el aumento de la participación de los asalariados se desaceleró desde 2007. Es preciso que la economía vuelva a incrementar el ritmo de creación de empleo y de mejoras en los salarios para que dicha participación pueda continuar elevándose. 8 En el año 2007 incluso se observó una disminución en el salario real promedio. 12

Participación de los asalariados en el producto: Metodología de estimación Dado que no es posible contar con información que llegue hasta el presente, se reconstruyó la serie de la distribución funcional del ingreso, utilizando para ello diferentes fuentes públicas de información. Esta reconstrucción implicó hacer algunas modificaciones en relación con los datos publicados por INDEC, que se detallan a continuación: 1. El total de puestos de trabajo se tomó de la CGI hasta 2007 (último dato disponible). A partir de entonces se estimó aplicando la variación en el número de ocupados que surge de aplicar la tasa de empleo de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC sobre las proyecciones de población de este mismo organismo. 2. La distribución de los puestos de trabajo según categoría ocupacional (asalariados registrados, asalariados no registrados, no asalariados) se tomó de la EPH-INDEC. Se excluyeron del cálculo los planes de empleo, tal como se hace en la CGI. Dado que la EPH sufrió un cambio metodológico en el año 2003, pasando de ser una encuesta puntual a una encuesta continua, las series anteriores y posteriores a dicho año debieron ser empalmadas. Para el empalme se utilizaron los cocientes entre la variable correspondiente estimada en el segundo trimestre de 2003 (EPH continua) y en mayo de 2003 (EPH puntual). 3. El salario promedio por puesto de trabajo de los asalariados registrados se tomó de los datos publicados por la Dirección Nacional de Programación Macroeconómica de la Secretaría de Política Económica del Ministerio de Economía sobre el procesamiento de los datos del SIJyP (SIPA desde 2008). Al salario bruto medio se le sumó el porcentaje de aportes patronales realizados en cada año. La fuente en este último caso fue el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. 4. El salario promedio por puesto de trabajo de los asalariados no registrados se tomó de EPH. Se empalmaron las series continua y puntual, tal como se explicó más arriba. 5. Finalmente, a partir de 2007 se realizó una corrección sobre el Valor Agregado Bruto (VAB) a precios corrientes. En efecto, los datos oficiales estarían subestimando la evolución del VAB a precios corrientes dado que desde ese año han tendido a subestimar los incrementos en el nivel general de precios. Para corregir este efecto, se tomó la diferencia entre la tasa de variación del Índice de Precios Implícitos del VAB y la del IPC-7 provincias. 3.2. Distribución de los ingresos familiares y laborales. 3.2.1. Más de veinticinco años de aumento de la desigualdad. Como se mencionó anteriormente, la estructura distributiva empeoró sistemáticamente a lo largo de la valorización financiera (1976-2001), exacerbándose el grado de desigualdad en los períodos de crisis y reduciéndose sólo parcialmente en las fases de recuperación económica. De esta forma, cada una de las crisis que acompañaron a la economía argentina en aquellos años determinaron un nuevo umbral distributivo claramente más regresivo que el existente en el período previo. 13

En el Gráfico Nº 8 se puede observar la evolución del coeficiente de Gini de los ingresos laborales de la población ocupada. A finales del modelo sustitutivo de importaciones los ingresos laborales en nuestro país presentaban un nivel de desigualdad relativamente bajo, el cual se había mantenido relativamente estable desde inicios de los años sesenta. 9 Sin embargo, el nuevo patrón de acumulación instaurado por la dictadura militar a mediados de los años setenta condujo a un persistente incremento en la inequidad distributiva en los ingresos de la población ocupada. La sensible contracción que experimentaron los salarios reales desde mediados de la década de 1970 fue acompañada por una creciente heterogeneidad en las remuneraciones de los ocupados, producto del mayor poder de negociación de los asalariados más calificados, así como por la posibilidad de los trabajadores por cuenta propia de ajustar sus ingresos ante la elevación en el ritmo de variación de los precios. Dicha tendencia prevaleció a lo largo de los años ochenta, conduciendo a que en 1986, el año de más alto crecimiento de dicha década, el nivel de desigualdad en los ingresos laborales fuera significativamente más elevado que el existente en 1974. Estas tendencias se profundizaron en los años finales del decenio, signados, por la hiperinflación, la caída de los salarios reales y una crisis económica, social y política de magnitud. Gráfico Nº 8. Coeficiente de Gini del ingreso de la ocupación principal de los ocupados en el Gran Buenos Aires y en el total de aglomerados urbanos, 1974-2003. 0,50 Total de aglomerados urbanos GBA Crisis de la convertibilidad 0,45 Hiperinflación Crisis del "Tequila" 0,40 0,35 Inicio dictadura militar Desocupación de dos dígitos 0,30 0,25 0,20 0,309 0,374 0,356 0,351 0,386 0,408 0,441 0,378 0,371 0,359 0,363 0,365 0,383 0,382 0,379 0,407 0,395 0,406 0,424 0,434 0,480 1974 1980 1982 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 II-2003 Nota: No se dispone de información para estimar el coeficiente de Gini en el conjunto de los aglomerados urbanos para la totalidad de los años que median entre 1974 y 1986. Se empalmaron las series puntual y continua de la EPH en base a información del primer trimestre del 2003. Por último, desde el año 2000 se excluye entre los ocupados a los beneficiarios de los planes de empleo. Fuente: Elaboración propia sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares-INDEC. 9 Altimir y Beccaria (1999). 14

A inicios de la década de 1990, la rápida recuperación económica y la estabilización de los precios posibilitó una disminución temporaria en el grado de desigualdad. Aún así, su nivel quedó por encima del existente a mediados de los años ochenta. Es decir, si bien se redujo tras la crisis hiperinflacionaria, la reducción no fue tan significativa como para retornar a los valores prevalecientes con anterioridad a la crisis. Es más, a lo largo de esta década, nuevamente la tendencia fue ascendente, constituyéndose la desocupación en un factor clave de este desempeño. En efecto, durante el régimen de convertibilidad, la apertura comercial y financiera provocaron un proceso de desmantelamiento de la estructura productiva, que se caracterizó por el desplazamiento de la producción local por productos de origen externo y la reducción en los requerimientos de fuerza de trabajo. Esto provocó una deficiente generación de empleo y niveles persistentemente elevados de desocupación, proceso que se profundizó aún más durante las sucesivas crisis. Dada esta situación de elevado y creciente desempleo, los trabajadores de menores calificaciones se vieron sometidos a una mayor competencia por sus puestos de trabajo, proceso que derivó en una sensible contracción de sus remuneraciones. Por el contrario, los ocupados de más altas calificaciones, quienes se hallaban en una posición de mayor fortaleza relativa en la negociación con sus empleadores, resultaron menos perjudicados. De esta forma, el alto desempleo de los años noventa incidió en el aumento de la desigualdad en las remuneraciones de la población ocupada. Tras el colapso del régimen de convertibilidad a finales del 2001 la situación se agravó aún más. La devaluación de la moneda y la fuerte contracción del ritmo de actividad económica impactaron sensiblemente sobre los ingresos del conjunto de la población ocupada, pero con particular intensidad sobre los trabajadores de menores recursos. Se debe recordar que los precios tuvieron un alza considerable en tanto que los salarios nominales prácticamente no variaron ante la debilidad que exhibía la clase trabajadora en el marco de un nivel de desocupación que superaba el 20% de la población económicamente activa. De todas formas, la crisis por su magnitud afectó a la inmensa mayoría de la clase trabajadora, de otro modo, el aumento en el grado de inequidad hubiera sido aún mayor. La desigualdad presente en las remuneraciones de la población ocupada, medida a través del coeficiente de Gini, alcanzó a su máximo valor a inicios del año 2003, siendo el coeficiente de Gini un 55,6% más elevado que el prevaleciente en 1974. 10 Hasta aquí se reseñó la evolución de la desigualdad entre los ingresos de los ocupados. Como es de esperar, esta creciente desigualdad se tradujo también en un ascendente nivel de inequidad en los ingresos de los hogares, ya que los mismos se constituyen, principalmente, a partir de los ingresos derivados del trabajo. Sin embargo, la evolución de los ingresos familiares no resulta idéntica a la de los ingresos provenientes del trabajo, ya que existen otras fuentes de ingresos 11 y, asimismo, otros factores influyen también en el grado de desigualdad en los ingresos de los hogares, como por ejemplo el nivel de empleo en los mismos. 10 Para el cálculo del coeficiente de Gini, se excluyó a los ocupados que se desempeñaban en el programa para Jefas y Jefes de Hogar Desocupados (PJJHD) y otros similares. 11 En las encuestas a hogares, como la EPH, los ingresos que mejor se captan son los laborales, los provenientes de jubilaciones y pensiones y los derivados de planes sociales. En cambio, existe un muy elevado nivel de subdeclaración respecto de otros ingresos, como las rentas y ganancias. 15

El coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar muestra una tendencia ascendente entre 1974 y 2003 (Gráfico Nº 9). En general, el nivel de desigualdad resulta más elevado que en el caso de los ingresos laborales y tiene oscilaciones menos marcadas, aunque, de todas formas, presenta una trayectoria histórica similar. Efectivamente, en primer lugar se debe señalar el considerable incremento en la desigualdad en el ingreso de los hogares que tuvo lugar a lo largo de la dictadura militar, ya observado en la distribución de los ingresos laborales. Durante la década de 1980 la inequidad entre los ingresos familiares no sólo aumentó por la ampliación de las brechas entre los ingresos laborales. Influyeron, además, el incremento de la desocupación y de la subocupación 12 y la mayor proporción de empleos no registrados, que afectaron en mayor medida a los hogares de menores ingresos. 13 Estos factores se vieron exacerbados durante la crisis hiperinflacionaria de finales de esa década, de modo que en 1989 el coeficiente de Gini registró un sensible aumento. Gráfico Nº 9. Coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar en el Gran Buenos Aires y en el total de aglomerados urbanos, 1974-2003. 0,55 GBA Total de aglomerados urbanos 0,50 0,45 0,40 0,35 0,30 0,25 0,20 0,363 0,398 0,437 0,422 0,456 0,446 0,532 0,472 0,477 0,462 0,463 0,485 0,494 0,502 0,497 0,507 0,494 0,511 0,522 0,525 0,527 1974 1980 1982 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 II-2003 Nota: No se dispone de información para estimar el coeficiente de Gini en el conjunto de los aglomerados urbanos para la totalidad de los años que median entre 1974 y 1986. Se empalmaron las series puntual y continua de la EPH en base a información del primer trimestre del 2003. Fuente: Elaboración propia sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares-INDEC. 12 De acuerdo con las mediciones de la EPH, en octubre de 1982 la desocupación afectaba al 4,6% de la población activa mientras que la subocupación ascendía al 6,4%. En el mismo mes de 1989, la desocupación llegaba al 7,1% y la subocupación al 8,6%. 13 Para una discusión acerca de los factores asociados con la evolución de la desigualdad se puede consultar Altimir y Beccaria (1999) y Beccaria y González (2005). 16

Si bien en 1990 este coeficiente volvió a disminuir, su valor quedó por encima del prevaleciente en la década pasada. Posteriormente, luego de un período de cierta estabilidad e incluso leve disminución de este indicador, volvió a ascender de forma sostenida a partir de 1994, precisamente cuando la desocupación comenzaba a mostrarse como un problema neurálgico del régimen de convertibilidad. Este comportamiento obedece a varias causas. Por un lado, se observa que la tasa de empleo tuvo una reducción mayor entre los miembros de los hogares de menores ingresos, entre los cuales resultó más elevada tanto la tasa de desocupación como la de subocupación. 14 Por otro lado, el mayor nivel de ocupaciones no registradas afectó también con mayor intensidad a estos hogares. Asimismo, como ya se mencionó, los ingresos laborales se volvieron más heterogéneos a lo largo de este período. La persistente tendencia al incremento en la desigualdad continuó durante la crisis final del régimen de convertibilidad, como consecuencia de la contracción del nivel de actividad y la elevación del desempleo. Se debe señalar que el aumento en la inequidad hubiera sido mayor, de no haberse implementado el Programa Jefas y Jefes de Hogar Desocupados, ya que el mismo benefició directamente a los hogares de menores recursos. En efecto, en respuesta a las graves consecuencias sociales que estaba provocando la crisis económica, en mayo del 2002 se implementó el Programa para Jefas y Jefes de Hogar desocupados, que llegó a cubrir en dicho año a casi dos millones de beneficiarios, a través de un subsidio de $150 por hogar. En suma, a lo largo de más de veinticinco años, el deterioro en el mercado laboral estuvo asociado con un mayor grado de inequidad en la distribución del ingreso, tanto entre los ocupados como entre los hogares en general. No sólo se ensancharon las distancias entre quienes más y menos ganan en sus ocupaciones, sino que paralelamente la mayor desocupación y subocupación, así como el deterioro en la calidad del empleo, afectaron en mayor medida a los hogares de los estratos más bajos. Todo ello sustentó una tendencia al incremento en la desigualdad, que además se vio exacerbada en los diversos períodos de crisis económica. Desde 2003, en cambio, la trayectoria comenzó a revertirse, proceso que se analiza en detalle en la próxima sección. 3.2.2. Un cambio de tendencia? Tras llegar a máximos valores históricos, el nivel de desigualdad ha mostrado una tendencia decreciente en el marco de uno de los períodos de mayor crecimiento económico de la historia argentina. Desde 2003 se observó una reducción en el nivel de desigualdad en la distribución de los ingresos de los ocupados, al tiempo que se incrementaba el empleo y aumentaban relativamente más los ingresos de los trabajadores de menores calificaciones. Este proceso resultó potenciado o, al menos, acelerado por la política oficial de ingresos en los primeros años de la posconvertibilidad que contribuyó a aumentar relativamente más los ingresos de los trabajadores de menores salarios. Se trata, fundamentalmente, de los incrementos de suma fija por decreto implementados en diversas oportunidades entre 2002 y 2005, y del aumento del salario mínimo, 14 La tasa de desocupación, que era del 6,3% en octubre de 1990, alcanzó el 17,7% en el mismo mes de 2000 (en 1995 y 1996 había alcanzado niveles incluso superiores). La tasa de subocupación se incrementó de 8,9% a 14,6% en el mismo período. 17

vital y móvil desde una base de $250 en julio de 2003 hasta $800 en noviembre de 2006. Si bien estas medidas se aplicaron exclusivamente sobre los salarios de los trabajadores registrados, la experiencia ha demostrado que las mismas repercuten también indirectamente sobre el conjunto de los ocupados. El proceso de disminución de la desigualdad en el ingreso de los ocupados pareció estabilizarse entre finales de los años 2005 y 2007 (Gráfico N 10). En tanto, en 2008 se observó una nueva reducción en la desigualdad, aunque no debe olvidarse que estos datos elaborados por el INDEC han sido cuestionados y resultan poco confiables desde la intervención del instituto en el año 2007. En los dos últimos años, es decir entre 2008 y 2010, se volvió a verificar un leve incremento en la inequidad, a pesar de la recuperación de la economía y del empleo tras el impacto de la crisis internacional. El aumento en el ritmo de variación de los precios seguramente ha impactado diferencialmente entre los distintos estratos de trabajadores, estando los trabajadores registrados en una posición más ventajosa para negociar incrementos en sus remuneraciones nominales. Gráfico Nº 10. Coeficiente de Gini del ingreso de la ocupación principal de los ocupados en el Gran Buenos Aires y en el total de aglomerados urbanos, 2003-2010. 0,50 0,45 0,40 0,480 0,475 0,457 0,459 0,443 0,443 GBA 0,433 0,433 0,426 0,439 Total de aglomerados urbanos 0,435 0,426 0,396 0,403 0,402 0,402 0,406 0,410 0,35 0,30 0,25 0,20 II-2003 IV-2003 IV-2004 IV-2005 IV-2006 IV-2007 IV-2008 IV-2009 II-2010 Fuente: Elaboración propia sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares-INDEC. Sin embargo, en una visión del conjunto de la etapa se observa que la disminución en la desigualdad durante la posconvertibilidad ha sido muy limitada. En efecto, a pesar del extraordinario crecimiento de la economía argentina desde 2003, el coeficiente de Gini de los ingresos laborales de los ocupados se redujo hasta niveles similares a los prevalecientes a mediados de la década del noventa. 18

En el caso del Gran Buenos Aires, en donde se dispone de una serie de datos de plazo más largo, puede observarse que la inequidad en los ingresos de los trabajadores es todavía muy superior a la existente a inicios de la década del noventa. Si bien en la actualidad la tasa de desocupación es sustantivamente menor que entonces, continúa observándose una alta diferenciación en los salarios y la calidad de los empleos. Una diferencia fundamental, como es sabido, es la que se establece entre los asalariados registrados y el resto de los trabajadores. Gráfico Nº 11. Evolución del coeficiente de Gini del ingreso de la ocupación principal de los ocupados en el Gran Buenos Aires y total de aglomerados urbanos, 1974-2010. 0,50 0,48 GBA Total de aglomerados urbanos 0,46 0,44 0,42 0,40 0,38 0,36 0,34 0,32 0,30 1974 1980 1982 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 II-2003 IV-2003 IV-2004 IV-2005 IV-2006 IV-2007 IV-2008 IV-2009 II-2010 Nota: No se dispone de información para estimar el coeficiente de Gini en el conjunto de los aglomerados urbanos para la totalidad de los años que median entre 1974 y 1986. Se empalmaron las series puntual y continua de la EPH en base a información del primer trimestre del 2003. Fuente: Elaboración propia sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares-INDEC. La distribución de los ingresos familiares evidencia también una disminución en el grado de desigualdad desde el año 2003. Como se puede observar en el Gráfico Nº 12, el coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar de los hogares se redujo desde ese año, aunque dicho proceso se concentró en el período que va hasta finales de 2005, ya que en 2006 hubo incluso un aumento temporal en la desigualdad. En cambio, entre 2008 y 2010 ya en base a la información cuestionada del INDEC el nivel de inequidad mostró, a diferencia de los ingresos laborales, un descenso, pero muy leve. El retroceso en la desigualdad en los ingresos familiares en este período fue mayor que en el caso de los ingresos laborales, ya que se encuentra en la actualidad en niveles cercanos a los prevalecientes a comienzos de la década del noventa (Gráfico Nº 13). Sin embargo, ello no implica que se haya registrado un descenso de la inequidad mucho más significativo que en el caso de los ingresos de los ocupados durante la posconvertibilidad, sino que no se había 19

verificado un incremento tan sensible en la desigualdad de los ingresos familiares durante la vigencia del régimen de convertibilidad. Gráfico Nº 12. Coeficiente de Gini del ingreso per cápita familiar de los hogares en el Gran Buenos Aires y en el total de los aglomerados urbanos, 2003-2010. 0,60 0,55 0,50 0,45 0,555 0,543 0,569 0,524 0,509 0,494 GBA 0,484 0,482 0,508 0,492 Total de aglomerados urbanos 0,489 0,476 0,458 0,468 0,463 0,460 0,457 0,461 0,40 0,35 0,30 0,25 0,20 II-2003 IV-2003 IV-2004 IV-2005 IV-2006 IV-2007 IV-2008 IV-2009 II-2010 Fuente: Elaboración propia sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares-INDEC. En suma, si bien durante la posconvertibilidad ocurrió un descenso importante en el nivel de desigualdad, tanto entre los ingresos de los ocupados como en los ingresos familiares, dicha disminución no resultó suficiente para revertir el largo deterioro distributivo que tuvo lugar en el país desde el abandono del modelo sustitutivo de importaciones a mediados de los años setenta. Más aún, tampoco alcanzó para retrotraer la desigualdad al nivel que tenía a inicios de la década del noventa. En los años más recientes, no se observan disminuciones marcadas en la inequidad de los ingresos familiares. Por el contrario, el nivel permanece prácticamente invariable. La implementación de la Asignación Universal por Hijo no ha permitido modificar esta situación, al menos según los datos disponibles hasta el segundo trimestre de 2010, cuando esta asignación ya alcanzaba a alrededor de 3,5 millones de menores de 18 años. 15 En el caso de los ingresos laborales, la desigualdad ha tendido a elevarse levemente desde 2008. 15 Sobre el alcance de esta política y sus efectos sobre la pobreza, la indigencia y la desigualdad puede consultarse CIFRA (2010). 20