UNA MALA NOCHE Lo primero que sintió Gorka nada más sonar el despertador fue un intenso dolor de cabeza. Intentó levantarse pero las punzadas que invadían su sien no se lo permitieron. Echó un vistazo rápido por la habitación; la puerta entreabierta, los caros zapatos de Armani en el suelo, la camisa colgando de la silla, el maletín repleto de papeles, una botella vacía de Johnnie Walker No se acordaba de nada de la noche anterior. Sabía que se había quedado trabajando hasta tarde, más o menos las 11 de la noche, y que Jairo, el colega del despacho de al lado, le había convencido para ir a tomar unas copas. Como no se encontraba muy bien decidió ir a la cocina a prepararse un té caliente. Logró ponerse en pie pero tuvo que apoyarse en la silla para no caerse, al hacerlo, vio que algo alteraba la blancura natural de la camisa, se detuvo a mirarla, Dios Santo!, una mancha de sangre recorría toda la parte delantera, sin duda no era su sangre, no tenía ninguna herida en el torso. Aún confuso y desorientado se encaminó hacia la cocina, puso agua en una pequeña cazuela y la colocó en el fogón. Mientras se calentaba el agua fue al baño, orinó y se lavó las manos y la cara. Cuando se estaba secando con una toalla, vio reflejado en el espejo un corte en su mejilla; no muy profundo pero lo suficiente para hacerle sangrar. Cogió agua oxigenada, gasas y una tirita. No era muy mañoso con estas cosas, pero consiguió un buen acabado. Cada vez estaba más desconcertado; la camisa, el corte en la cara intentó hacer memoria pero no podía acordarse de nada, además tenía la boca seca y le dolía la cabeza.
Regresó a la cocina, se hizo el té, las tostadas y ya estaba untando en una la mermelada de fresa que más le gustaba, cuando el teléfono empezó a sonar. - Buenos días. Es usted Gorka Alzuru? - Si, soy yo, con quién hablo, por favor? - La Policía, hemos hallado sin vida un cuerpo que podría pertenecer a Jairo Manzano, y debido a que no tiene familia necesitamos su colaboración para la identificación del cadáver. - Qué!? Eeeeee Si, si, dígame una gota de sudor frío le recorrió la espalda provocándole un escalofrío. No podía creerlo; Jairo muerto. - Necesitamos que venga lo más pronto que pueda a la comisaría, un policía se encargará de conducirle hasta el cadáver. - Muy bien, ahora mismo voy, gracias. - Gracias a usted, buenos días. No daba crédito, Jairo muerto. Cuando ayer mismamente estuvieron juntos. Pero no recordaba nada. Qué hicimos?, Dónde estuvimos? No lograba acordarse. Y para colmo ahora tenía que ir a la policía Se duchó, se vistió, se ocultó el corte de la cara con una nueva tirita, se tomó rápidamente el té y una pastilla para el dolor, cogió la tostada y se fue a comisaría. Mientras conducía intentaba hacer memoria, por qué había sangre en su camisa, por qué tenía un corte en la cara, dónde estuvo esa noche, cuándo regresó a casa qué le iba a decir al policía?
Cuando llegó a comisaría aún le latía el corazón con fuerza, no tenía coartada y ni siquiera se podía inventar una porque no sabía que había hecho el día anterior. Un agente le acompañó hasta la camilla donde supuestamente estaba Jairo; el forense descubrió su rostro y Gorka tuvo ganas de vomitar. Sí, era él, estaba un poco desfigurado, tenía la cara amoratada, llena de golpes y pequeños cortes, pero se le reconocía, era Jairo, no había duda. - Sí, es él. - De qué se conocían? - Trabajábamos en el mismo buffet; Villanueva Abogados. - Sabe si tenía algún enemigo? - Somos abogados, tenemos muchos enemigos. Ya sabe, cada vez que ganamos un juicio el acusado te amenaza pero al cabo de los años acabas acostumbrándote. - Cuándo fue la última vez que lo vio con vida? - Ayer, a eso de las 11 la voz le empezó a temblar, nunca se le había dado bien mentirterminamos tarde de trabajar y nos fuimos cada uno a su casa. Por cierto, se sabe ya de qué murió? - Le golpearon con una maza en la cabeza, ese fue el golpe mortal. Pero el resto de heridas se deben a una brutal paliza. No hubo más preguntas; de momento. Pero no tardarían en venir más. El policía le hizo firmar el acta de que había estado allí y reconocido el cadáver. Cuando Gorka fue a coger el bolígrafo que guardaba en el bolsillo interior de su americana, palpó algo que no era suyo. Lo sacó, la estilográfica de Jairo. Mantuvo la serenidad, no quería que el agente apreciara que se había puesto tenso. Firmó y se fue.
Cada vez entendía menos; la sangre en la camisa, el corte en la cara, Jairo muerto, la estilográfica en su americana pero lo que sí tenía claro es que la policía no tardaría en volver a llamarle. Seguramente habría alguna pista que le llevara a él o le incriminase al fin y al cabo, lo único que sabía era que habían estado juntos tomándose algo. Pero por qué no se acordaba de nada? Sólo tomó una cerveza, y a partir de ahí todo está confuso; seguramente le habrían echado algo en la bebida. Volvió a casa, a ordenar la habitación, igual colocando cosas se iba acordando de lo que sucedió la noche anterior. La camisa la tiró a la basura, tenía que destruir pruebas. La botella también la tiró, parecía mentira que se la hubiera bebido entera. Recogió su maletín, inspeccionó el interior: los papeles del caso que estaba llevando, y en el fondo una bola de papel; la sacó, venía escrito un teléfono. Decidió llamar, podría darle información sobre lo que pasó ayer. - Si? - Buenos días, con quién habló? - Ah! Eres tú! Qué quieres? - Pues saber con quién hablo. - Joder, ayer parecía que sí sabias quien soy, ya te has olvidado de mí y de nuestro trato? - No se de que me estás hablando y mucho menos quién eres. No sé qué será ese trato, pero puedes ir olvidándote de mí. - Ja ja ja! Yo si fuera tú haría memoria ahora mismo, porque si no las cosas te van a ir muy mal. Yo sólo aviso. Adiós.
Y colgó. Le invadió un sentimiento entre odio, confusión y miedo. Tenía que averiguar quién era esa persona, qué había hecho esa noche y cuál era el trato. No parecía un juego, era algo más serio, y ese tipo iba a jugar sucio. Llamaron del buffet, debido al fallecimiento de Jairo se dieron dos días de luto. El día del entierro, Gorka estuvo con los cinco sentidos. Allí podría estar el asesino (si no era él, porque ya empezaba a sospechar que podía haber sido él) o el tipo del teléfono. Quizá al no cumplir su parte del trato fuera a pedir explicaciones Allí no había nadie sospechoso; estaba su familia, la gente del buffet, cuatro amigos y Gorka. No supo por qué, pero de pronto pensó en la maza que había provocado la muerte de Jairo. Recordó que en su despacho tenía una maza de decoración, siempre había soñado con ser juez, pero nunca aprobó las oposiciones. Tuvo la necesidad de ir a su despacho y ver si estaba la maza en su sitio. Así que se fue del entierro y se dirigió al buffet. Abrió la puerta con su llave, se quedó congelado, petrificado. No estaba. Miró alrededor; todo estaba en su sitio: los libros en la estantería, los papeles sobre la mesa, la agenda, los bolígrafos, el diploma colgado de un viejo clavo oxidado en la pared todo estaba tal y como lo dejó el día del crimen. Lo que era seguro, es que cuando se fue la maza estaba en su sitio, él no la cogió. O quizá sí, más tarde, pero no se acordaba. Entró en el despacho de Jairo, igual allí encontraba algo. Miró su agenda y buscó el número de teléfono del tipo del trato. Si estaba. El tipo respondía al nombre de Julio Cazador, por lo visto era un cliente del buffet, pero Jairo nunca le había hablado del caso.
Se puso a investigar, cogió el archivador donde se guardaban los casos que estaban en proceso y buscó por la C de Cazador. Por lo visto, estaba acusado de tráfico ilegal de drogas y agresión con arma blanca a varias personas. Estuvo detenido un par de días pero salió libre y sin cargos. Sin duda Jairo había tenido algo que ver; sin embargo, Jairo era una de esas personas que no hacen algo gratis si no están seguro de que va a obtener algo a cambio, por lo que al haber ayudado a aquel tipo tenía que haber sacado algo en provecho, Pero el qué? Dinero? No tenía nada claro, pero lo que sí era cierto es que aquel Julio Cazador no era un buen tío, probablemente le hubiera dado dinero a Jairo por haberle sacado de la cárcel. Pero ahora Gorka estaba dentro del trato y no sabía cuál era su parte a cumplir. Tampoco era consciente de lo que se le venía encima, de la venganza que se estaba planeando contra él. Cada segundo que pasaba estaba más cerca de su propio final. Gorka siempre fue un chaval muy intuitivo, tenía un sexto sentido como decía su madre. Una vez, en el pueblo, cuando tenía 5 años le dijo a su tía: - Tía, tengo miedo. - Por qué dices eso hijo mío? - Va a pasar algo malo, tengo miedo. En efecto, aquella misma noche el río se desbordó debido a las fuertes lluvias. La gente tuvo que desalojar sus casas y dormir en hoteles o casas de familiares. No sabía por qué, pero Gorka tenía una fascinante facilidad para reconocer el peligro. Cada vez que le dolía la cicatriz que tenía en la rodilla, sabía que iba a pasar algo malo, y ahora le dolía esa cicatriz. No sabía cuál era el peligro, pero sabía que estaba ahí, acechando.
Así que no lo pensó más, cogió la vieja maleta que guardaba en el trastero, metió sus camisas de marca, los pantalones que tenía en el armario, un par de zapatos, mudas limpias, el pasaporte y todo el dinero en metálico que tenía en casa. Preparó algo de comida para llevar; un par de bocadillos de sardinas en aceite, una lata de cerveza y una manzana y lo metió en una bolsa. No tenía tiempo para más, la cicatriz dolía cada vez más y sabía que si no se iba su vida corría peligro, el tal Julio estaría preparando su venganza si no la estaba haciendo ya. Se fue al aeropuerto y cogió el primer vuelo que salía. Cualquier país, no importaba el destino, el objetivo era huir, y cuanto más lejos mejor. Gorka decidió huir, al fin y al cabo era lo mejor que podía hacer. También podía haberse quedado en España a luchar, pero no sabía contra la que tenía que combatir. No sabía que hizo, que tenía que hacer, que debía. Además, la idea de que él podía ser el asesino de Jairo no le dejaba tranquilo. Julio parecía indicar que fue el verdugo de Jairo, pero no se acordaba de nada, también él podía haber cogido la maza e incrustársela en la cabeza. La policía no tardaría en ir a su casa. La maza, la relación con Jairo, esa noche que pasaron juntos en cualquier momento se podía presentar la policía. Y él no quería ir a la cárcel, eso estaba claro. Huir era la única opción. Ahora Gorka ya no es Gorka, tiene otro nombre, otra identidad. Vive en otro país, trabaja de camarero en un bar de carretera doce horas al día, no conoce a nadie y vive en un pequeño apartamento con vistas a un patio de luces negro, mohoso y sucio.
No sabe si volverá a España. Allí dejó todo; la poca familia que tenía (de la que por cierto no se despidió), el trabajo como prestigioso abogado, su casa de ciento cincuenta metros cuadrados, su reputación, su nombre, su identidad pero también dejó atrás su pasado, sus enemigos, sus miedos, su cobardía. Pero todas las noches, cuando el sol caía y salía de trabajar se preguntaba si todo aquello merecía la pena, si no sería mejor morir dignamente que huir cobardemente. MARIA ELISA AGUADO BADILLO