Conocer Valladolid II Curso de patrimonio cultural 2008/09



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Transcripción:

Conocer Valladolid II Curso de patrimonio cultural 2008/09

Conocer Valladolid II Curso de patrimonio cultural 2008/09

Este volumen reúne las contribuciones científicas presentadas al II Curso Conocer Valladolid, celebrado en la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción de Valladolid, en noviembre de 2008 de esta edición: Ayuntamiento de Valladolid de los textos: sus autores Germán Delibes de Castro, Manuel Crespo Díez, Julio Fernández Manzano, José Ignacio Herrán Martínez, José Antonio Rodríguez Marcos, Carmen García Merino, Pascual Martínez Sopena, Jesús San José, Eduardo Carazo, Ignacio Marinas, María Antonia Fernández del Hoyo, Jesús Urrea, Joaquina Labajo, Luis Resines, Luis Díaz Viana, César Hernández. de las fotografías: sus autores o propietarios Depósito Legal: VA-922-2009 I.S.B.N.: 978-84-96864-38-2 Impreso en España. Printed in Spain Edita: Ayuntamiento de Valladolid Diseño y maquetación: ddc, Diseño y Comunicación Imprime: Imprenta Municipal

La Real Academia de Bellas Artes inició en 2007/08 un programa de cursos dedicado a divulgar los recursos histórico-artísticos de que dispone Valladolid para que puedan ser debidamente valorados por todos. Los cursos, que están destinados a personas de todas las edades interesadas en conocer mejor su ciudad y provincia, se programarán anualmente, desarrollándose en bloques trimestrales agrupados en cuatro campos: arqueología, arquitectura y urbanismo, arte y patrimonio inmaterial, complementándose con visitas a las zonas de interés.

1. VALLADOLID SUBTERRÁNEO p. 15 Stonehenge en Tierra de Campos? Excavaciones en el yacimiento de la Edad del Cobre de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid). Germán Delibes de Castro, Manuel Crespo Díez, Julio Fernández Manzano, José Ignacio Herrán Martínez, José Antonio Rodríguez Marcos p. 35 La villa de Almenara de Adaja: una ventana al mundo romano en tierras de Valladolid. Carmen García Merino p. 41 Al norte de Valladolid. Los despoblados medievales en la Tierra de Campos y los Montes de Torozos. Pascual Martínez Sopena 2. VALLADOLID URBANO p. 69 La nueva tecnología aplicada a la documentación del patrimonio en Valladolid y su provincia. Jesús San José p. 85 Valladolid, destrucción de la ciudad antigua. Eduardo Carazo p. 97 El Arco de ladrillo de Valladolid en el entorno de la Estación. Ignacio Marinas 3. VALLADOLID ARTÍSTICO p. 109 El escultor Juan de Juni. M.ª Antonia Fernández del Hoyo p. 121 Reflexiones sobre la Catedral de Valladolid y noticia de algunas de sus pinturas. Jesús Urrea p. 141 El ambiente musical de Valladolid a fines del siglo XIX y comienzos del XX. Joaquina Labajo 4. VALLADOLID INTANGIBLE p. 157 Aprender en Valladolid: Las cartillas de la Catedral. Luis Resines p. 165 Las leyendas populares de Valladolid y su relación con otros relatos. Luis Díaz Viana p. 179 Historia y vida tras los nombres. César Hernández [9]

La ciudad como entorno Para el individuo de épocas remotas, el conocimiento del ámbito en el que moraba o por el que transitaba, era una necesidad vital. Para el individuo del siglo XXI puede parecer un lujo, pero indudablemente es un lujo necesario, por paradójica que pueda parecer la expresión. La ciudad en que habitamos tiene, como para los seres primitivos, unas cualidades o unas características que la conectan con nuestra existencia y presenta unos problemas cuya resolución afecta a nuestra vida cotidiana. Porque ese entorno, en el que la propia voluntad o el destino nos ha situado, es el resultado de la actividad humana de generaciones. Y en una época en la que la comunicación es bandera de tantos movimientos sociales y culturales, no podemos renunciar a comunicarnos con el medio en el que habitamos y por tanto no podemos renunciar a conocer el lenguaje de la ciudad, que nos habla con unos términos casi siempre precisos y de una gran riqueza semántica. La pasividad que muchas veces aqueja al ciudadano de hoy sólo puede ser redimida con la curiosidad, y esa curiosidad voy a utilizar un ejemplo extremo puede llegar a salvarnos la vida o nuestras propiedades en determinados momentos. Estamos acostumbrados a recibir casi a diario noticias que nos ofrecen los medios de comunicación en las que muchas personas se lamentan de haber edificado su casa sobre una vía de desagüe natural, llámese riera, rambla o valle, y se deploran una y otra vez las consecuencias de aquella imprevisión o de aquella ignorancia. El cuidado con que los monjes elegían en la Edad Media los lugares de asentamiento de sus monasterios no obedecía a un talento natural o a una inspiración divina, sino a la observación detallada de las características del [11]

Conocer Valladolid terreno, de sus propiedades, de sus peligros y por tanto de sus posibilidades de habitabilidad y rendimiento. Yo no sé si hemos renunciado hoy por completo a esa actitud positiva, activa, que nos integraría sin duda en el lugar que hayamos elegido para construir o seleccionar nuestra casa, pero, como decía antes, la curiosidad puede servirnos en bandeja datos y conocimientos proporcionados por el habla de la ciudad si somos capaces de traducir su lenguaje. A ello ha tratado de contribuir el curso Conocer Valladolid que la Real Academia ha organizado y que se plasma ahora en esta publicación gracias a la generosidad del Ayuntamiento de la ciudad. JOAQUÍN DÍAZ Presidente de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción [12]

Conocer Valladolid VALLADOLID SUBTERRÁNEO

Stonehenge en Tierra de Campos? Excavaciones en el yacimiento de la Edad del Cobre de El Casetón de la Era (Villalba de los Alcores, Valladolid) Germán Delibes de Castro Manuel Crespo Díez Julio Fernández Manzano José Ignacio Herrán Martínez José Antonio Rodríguez Marcos 1 Julio Valdeón Baruque. In memoriam Stonehenge es un sobresaliente, y por ello mundialmente conocido, yacimiento prehistórico que se localiza en la llanura de Salisbury, en el sur de Inglaterra. Su construcción debió iniciarse hace aproximadamente 5.000 años y cuenta, como elementos más representativos, con dos grandes círculos de bloques de piedra enhiestos las piedras azules traídas desde las canteras de Preseli en Gales, a trescientos kilómetros al oeste, y los bloques de arenisca sarsen de más de treinta toneladas, con sus bien acoplados y famosos dinteles 1 La exposición realizada en la Academia corrió a cargo del primero de los firmantes, pero el texto que se presenta, basado sustancialmente en el trabajo de campo de un equipo, debe cabalmente ser rubricado por la totalidad de sus miembros. [15]

Conocer Valladolid los cuales configuran el escenario de un lugar de culto seguramente frecuentado en fechas concretas del año, a juzgar por la importancia de la alineación del monumento con el solsticio de verano (Chippindale, 1989). Y Stonehenge de Tierra de Campos es la expresión con la que Anastasio Rojo Vega, colaborador del diario vallisoletano El Norte de Castilla, se ha referido meses atrás a un yacimiento asimismo prehistórico, El Casetón de la Era, en Villalba de los Alcores, actualmente objeto de excavaciones por parte de un equipo de arqueólogos de las Universidades de Valladolid y Burgos. Es probable que los lectores de El Norte sonrieran escépticos ante la audaz propuesta de Rojo y ante la posibilidad, casi increíble, de que los vallisoletanos hubieran permanecido ajenos hasta el presente a la existencia de un monumento de tal grandiosidad, cuando los anticuarios ingleses, caso de William Camden y John Leland, ya se derretían en elogios hacia el suyo hace más de cuatrocientos años (Chippindale, 1989: 34ss). Sin embargo, pese a la legitimidad de tales dudas, la hipótesis de Rojo no carece en absoluto de fundamento. En realidad el término henge, de uso común entre los arqueólogos británicos, se emplea para describir un recinto circular o casi circular definido por un foso, es decir por una estructura excavada, y a su exterior por un terraplén. Tales fosos, cuya cronología se sitúa entre el final del Neolítico y los inicios de la Edad del Bronce, se ven interrumpidos en determinados puntos por puertas y por lo general cobijan en su interior hoyos y estructuras cuya función tiende a considerarse más ceremonial que doméstica (Barber y Regteren, 1999: 59). En el caso de Stonehenge está claro que las misteriosas construcciones megalíticas se han convertido en su principal distintivo y en su máximo valor simbólico, pero es justo destacar que el elemento que verdaderamente define el monumento y el que le hace consustancial al resto de los henges es un foso de 115 m de diámetro que delimita exteriormente el espacio de los célebres trilitos sarsen y de las piedras azules. Nuestro Casetón de la Era es también un recinto de fosos, esto es un henge, que cuenta con las mismas puertas alineadas que el de la llanura de Salisbury, que presenta en su interior unas no menos enigmáticas estructuras, en este caso semisubterráneas e improbablemente de carácter doméstico, y que comparte con Stonehenge cronología (tercer milenio antes de Cristo) lo que justifica plenamente la comparación entre ellos (Crespo Díez et alii, e.p.). Sólo nada más y nada menos, habrá quien diga la falta en Villalba de los Alcores de las imponentes construcciones megalíticas explica por qué los arqueólogos hemos sido tan miopes a la hora de detectar esta clase de yacimientos, hoy completamente subterráneos, cuyo estudio constituye el eje de las excavaciones que desde hace tres años efectuamos allí. Nuestra conferencia tratará de hacerse eco de todas estas cuestiones. [16]

Valladolid subterráneo STONEHENGE EN TIERRA DE CAMPOS? El descubrimiento de El Casetón de la Era en el marco de un proyecto de Arqueología Aérea y primeras impresiones sobre el yacimiento. La observación desde el aire, esto es, a cierta distancia y con mayor perspectiva que pie a tierra, constituye un procedimiento bastante habitual para detectar yacimientos arqueológicos, al que los aviadores ingleses y franceses, sobre todo, apelaron con asiduidad a partir de la primera guerra mundial. A través de ella no sólo se pueden obtener visiones de conjunto de todo tipo de restos superficiales, sino también detectar evidencias del subsuelo valorando, en este último caso, los contrastes en el crecimiento de la vegetación. El principio que lo hace posible es sencillo: en el momento de madurar, las mieses de cualquier campo se tornan amarillas y sólo aquellos puntos que retienen mejor la humedad permanecerán todavía verdes durante algún tiempo. Esto es exactamente lo que sucederá en las áreas deprimidas (fosas, pozos, silos, zanjas) del yacimiento arqueológico enterrado, circunstancia que aprovechará el observador experto para obtener imágenes, normalmente fotográficas, de la realidad subterránea. En España, donde se ha explotado muy poco esta poderosa herramienta de prospección, un aviador y arqueólogo vallisoletano, Julio del Olmo, ha llegado a convertirse en un gran experto en Arqueología Aérea y sus tomas fotográficas han servido, entre otras cosas, para revolucionar el conocimiento de las grandes obras públicas y del urbanismo prerromano y romano en el espacio central de Castilla y León. También los yacimientos de las Edades del Cobre y del Bronce han merecido la atención de J. del Olmo, tras advertir que raramente en muchos de ellos existían líneas perimetrales, auténticos fosos de delimitación, similares a los de muchos yacimientos prehistóricos europeos. Tales estructuras se dejan ver, por ejemplo, en El Moscatel de Torrelobatón, en el Mesón de Villarmentero, en Arenales-Zofraga de Rueda o en el pago de Santa Cruz de Casasola de Arión, por mencionar sólo cuatro importantes sitios vallisoletanos del casi centenar de los documentados. La espectacularidad de los fotogramas nos llevó a Del Olmo, a J. de Santiago y a uno de los firmantes de este trabajo (GDC) a visitar e inspeccionar sistemáticamente, ya en tierra, estas estaciones, a fin de obtener escala para ellas y, sobre todo, de recoger restos arqueológicos en superficie que permitieran adscribirlas a una determinada época, hecho que puso de manifiesto su casi general correspondencia con la Edad del Cobre (Delibes y Herrán, 2007: 148-152). El Casetón de la Era, al noreste de Villalba de los Alcores, en el límite de Tierra de Campos y de los Montes Torozos y a casi 800 m. sobre el nivel [17]

Conocer Valladolid Vista aérea del yacimiento (Foto Julio del Olmo) del mar, es uno de los más llamativos de estos recintos de fosos. De planta circular de tendencia ovalada, cuenta con tres zanjas perimetrales concéntricas, de las que la exterior tiene aproximadamente ciento cincuenta metros de diámetro, y en la foto se aprecia la existencia de diferentes puertas, algunas alineadas, e incluso una de ellas con una posible barbacana o bastión defensivo del tipo que en los recintos europeos recibe el nombre de pinza de cangrejo. La prospección terrestre del sitio, una vez más, hizo posible documentar en superficie restos calcolíticos o de la Edad del Cobre, pero también algunos materiales de la Edad del Bronce, muy particularmente cerámicas incisas y del Boquique, lo que dejaba abierta la duda de a qué época de las dos correspondían las estructuras fosadas reconocidas en las aerofotos. El descubrimiento desde el aire de El Casetón y, como hemos dicho, de tantos otros yacimientos de sus mismas características, representó un punto de inflexión en el conocimiento, bastante elemental, del Calcolítico de las campiñas centrales de la Submeseta Norte. En realidad, cuanto se conocía hasta entonces de aquella etapa, básicamente a través de las enseñanzas del Inventario Arqueológico de Valladolid y de unas pocas excavaciones de urgencia, era poco más que el equipamiento o cultura material de un horizonte Los Cercados-Las Pozas así bautizado por la representatividad de los objetos exhumados en estos dos yacimientos de las localidades de Mucientes y Casaseca de Las Chanas, en Valladolid y Zamora respectivamente. Un horizonte en el que, no faltando algunas vasijas decoradas con acanalados y triángulos de puntos, predominan las cerámicas lisas de formas redondeadas (cuencos hemisféricos y globos de lámpara), todavía hechas a mano; en el que el sílex tallado, muy especialmente las puntas de flecha pedunculadas y las grandes piezas de hoz, siguen gozando de gran aceptación, al igual que las hachas de piedra pulimentada; y en el que el cobre, muy escaso pero fundido localmente a partir de minerales importados, a juzgar por la identificación de contados restos de vasijas-horno, se presenta bajo la forma de puñales triangulares, como los de Bolaños y Muriel de Zapardiel, de leznas de doble punta, como la de Portillo o de hachas-cincel como la recuperada en Villalón de Campos, todos ellos en la provincia de Valladolid (Delibes y Herrán, 2007: 137-180). [18]

Valladolid subterráneo STONEHENGE EN TIERRA DE CAMPOS? Materiales cerámicos, líticos y óseos de época calcolítica recuperados en el yacimiento Dicha panorámica tecnológica, más o menos complaciente a primera vista, no puede ocultar, sin embargo, la existencia de un enorme déficit de información sobre los contextos, esto es sobre las características y la organización interna de los lugares de procedencia de dichos materiales. Y es que, pese a la excavación aislada de alguna cabaña, por ejemplo en Moradillo de Roa (Burgos) y Villardondiego (Zamora), y pese al reconocimiento de importantes agrupaciones de silos (?) en La Cistérniga o Geria (Valladolid), poco es lo que en el Duero Medio se sabe con seguridad de los establecimientos o sitios domésticos de aquel momento (García Barrios, 2007). La obtención de la planta de El Casetón a partir de la fotografía aérea introducía, por tanto, nuevas perspectivas para el análisis del problema: aquellos círculos posiblemente revelaban las líneas maestras y una imagen de conjunto de un verdadero poblado cuyos habitantes, igual que sus contemporáneos del valle del Manzanares (Díaz del [19]

Conocer Valladolid Río, 2003), habrían dispuesto un abigarrado sistema de empalizadas, fosos y contrafosos para proteger un pequeño caserío instalado en el centro de todo el complejo. Ésta pasó a ser la nueva hipótesis de trabajo, en parte inspirada por las analogías del recinto descubierto con los de otros poblados prehistóricos europeos los vilaggi trincerati del este de Italia, los Erdwerke del neolítico danubiano o el famosísimo Champ Durand del oeste de Francia, que, en opinión de Joussaume (1999), era un verdadero fortín dotado de las más sofisticadas defensas, y también el aliciente definitivo para impulsar el plan de excavaciones que, como hemos dicho, tiene por escenario desde 2006 El Casetón de la Era y constituye el eje de esta conferencia. Características y cronología de los fosos. La impresión de una obra pública sólo imaginable en el seno de comunidades con una organización social de cierta complejidad. La primera campaña tuvo como principal objetivo ubicar con exactitud y sondear los tres fosos, a fin de conocer sus secciones, de documentar la naturaleza de sus rellenos y de determinar su cronología, para lo que se proyectó una trinchera de casi cien metros de largo con una orientación norte-sur que, desde el centro, cortaba radialmente el yacimiento. Los trabajos se desarrollaron Vista del corte y rellenos del foso nº 2 (intermedio). Campaña de 2006 [20]

Valladolid subterráneo STONEHENGE EN TIERRA DE CAMPOS? de acuerdo con tales previsiones en los fosos 1 y 2 (interior e intermedio, respectivamente), lo que permitió comprobar que las zanjas, de sección en V, eran bastante anchas (hasta tres metros y medio) y profundas (algo más de dos metros). Pero no pudo llegarse a las mismas conclusiones en el foso 3 debido al deterioro sufrido por sus paredes durante la Edad del Bronce. En cualquier caso, los rellenos de todos ellos aportaron idénticos restos de cultura material, propios del Calcolítico precampaniforme, que el carbono 14 (GrN 34319 = 4085±35 BP, para el foso 1, y GrN 30550 = 4035± 80 BP para el foso 2) situó hacia el segundo cuarto del III milenio ANE. Los dos fosos centrales, por lo tanto, corresponden a un mismo momento, sin que exista un gran desfase en su excavación, y lo mismo presumíamos del foso exterior (nº 3), aunque el hallazgo inesperado de algún material de tipología neolítica (un fragmento de brazalete de esquisto que aquí, en la Meseta, encontraba excelentes paralelos en el Neolítico Interior) por momentos dio lugar a pensar que era más antiguo que los restantes y el primero, por tanto, en la secuencia constructiva del triple recinto. Sólo se trató, sin embargo, de un espejismo momentáneo, pues el corte realizado durante el verano de 2008 justo en el extremo opuesto del círculo, en su mismo diámetro, ha venido a confirmar su cronología calcolítica y una coincidencia más que notable en sus fechas radiocarbónicas con las de las otras dos zanjas. Además, en la campaña inaugural tuvimos también la oportunidad de efectuar una interesante observación estratigráfica aprovechando el corte del foso 2. Allí, durante el Bronce Medio, se había excavado una cubeta no muy profunda, sin duda de esa época a juzgar por las cerámicas de estilo Cogotas I que contenía, cuya posición incontestablemente a techo del relleno de un foso calcolítico ya colmatado, aclaraba que el conjunto de los tres recintos de El Casetón de la Era correspondía a la Edad del Cobre, por más que luego se produjeran frecuentaciones, con un carácter intrusivo, un milenio más tarde. Y también un estudio sedimentológico consiguió precisar que los dos metros de potencia de los rellenos de los fosos, constituidos por tierras y materiales muy dispares (arcillas caídas de las paredes, convertidas en costras de barro por las lluvias; cenizas de fuegos realizados en su interior; muy abundantes restos de consumo de mamíferos, cerámicas, pedernales y todo tipo de basuras), se habían depositado con enorme rapidez, es posible que en el foso 1, donde se detecta una decena de los referidos episodios de inundación, en no mucho más que otros tantos inviernos. Un misterio, sin duda, el de aquellas comunidades que, no habiendo regateado esfuerzos para excavar las zanjas, luego se resignaban a su rápida amortización, bien con sus desechos bien con otros naturales, como si la razón y las funciones que habían aconsejado trazarlas y excavarlas [21]

Conocer Valladolid poco tiempo antes hubieran perdido su sentido primigenio. Claro que también es posible que los fosos fueran periódicamente saneados a fin de mantenerlos en su aspecto original. En todo caso, habrá ocasión de volver a hablar de los rellenos, especialmente de los antrópicos, cuando nos preguntemos por el significado de nuestro yacimiento. La realización de nuevos cortes en los fosos durante las campañas de excavación de los veranos de 2007 y 2008 dio pie a comprobar que tanto la sección de las zanjas (a veces en U, más que en V ) como su profundidad y anchura experimentaron variaciones a lo largo de su trazado. Pero si, simplificando, se consideran unas dimensiones medias de 2 m. de profundidad y de 3 de anchura para una sección en V de los 1000 metros lineales que resultan de sumar el perímetro de los tres recintos, el volumen de la tierra excavada por parte de los hombres calcolíticos asciende nada menos que a 3.000 metros cúbicos. Tres mil metros cúbicos picados y excavados en un piso de margas fuertes y de gran compacidad, en el que sabemos por propia experiencia que el trabajo con instrumentos metálicos de mano actuales resulta extraordinariamente penoso, unidos al problema de la evacuación de los áridos resultantes (nada hace pensar que quedaran en las inmediaciones del sitio), permiten hacerse una idea del titánico esfuerzo de su realización en época prehistórica con picos de asta, hachas de piedra, palas y otros aperos de madera. En lenguaje literario cabría hablar de una empresa sobrehumana, pero la razón nos Vista aérea del área excavada en 2007. Se aprecia el trazado circular del foso nº 1 (interior), así como la puerta de entrada al recinto [22]

Valladolid subterráneo STONEHENGE EN TIERRA DE CAMPOS? incita mucho más prosaicamente a calcularla en unidades de tiempo, en días de trabajo, acudiendo a baremos actuales, por ejemplo de manuales de construcción, y las cifras obtenidas apuntan a que para la excavación y trasiego de las arcillas extraídas en los fosos de El Casetón de la Era fue necesario invertir, siendo muy optimistas, por encima de 2.000 jornadas. Hoy, acostumbrados a las aparatosas dimensiones de las obras públicas y a la megamaquinaria que se utiliza en ellas, la excavación de unos cuantos miles de metros cúbicos no nos produce la menor impresión: un bulldozer puede hacerlo en pocas horas. El reto debió ser mucho mayor hace siete u ocho décadas, cuando dicho movimiento de tierra sólo podía hacerse a mano, con picos y palas. Y si nos remitimos a la prehistoria, el mismo trabajo se adivina casi épico, primero por la precariedad de los instrumentos disponibles, también por la reducida dimensión de las comunidades a las que se atribuyen (un problema de fuerza de trabajo) y, en no menor medida, por la modestia de los excedentes alimentarios de unas sociedades pre-estatales que, aunque ya practicantes de una economía agropecuaria, no debieron vivir muy por encima del umbral de la subsistencia (Renfrew, 1973). Es mucho imaginar porque no tenemos información resuelta sobre tamaño y densidad de ocupación de los poblados ni sobre el número de hogares que permanecían abiertos en ellos, pero si nos guiamos por los cálculos de Chapman para las aldeas del Calcolítico del Sudeste peninsular, de dimensiones no muy distintas a las del centro de la Submeseta Norte en torno a dos centenares de personas por poblado (Chapman, 1991: 219-220), habría que cifrar el número de adultos de cada asentamiento en 80, de suerte que una obra de 2.000 jornadas de trabajo como la requerida por la excavación de El Casetón de la Era habría supuesto nada menos de 50 días de plena dedicación (abandonando, por tanto, las actividades productivas) de todos los adultos varones de la comunidad. Pero a lo largo de cuántos años había que repartir esa aportación per capita? Aquí se impone reconocer nuestra incapacidad para discernir cuánto duró la excavación de El Casetón de la Era. La Arqueología se da por satisfecha revelando la correspondencia de los tres fosos a un mismo horizonte, el Calcolítico Precampaniforme, y comprobando la agrupación de la docena de fechas de C-14 con que ya contamos para la ocupación del sitio en unas pocas décadas de la misma centuria, pero no va más allá. Ahí nos quedamos, por mucho que la notable simetría de los círculos concéntricos del recinto y la perfecta alineación en muchos casos de sus puertas revelen que nos hallamos ante una obra perfectamente planificada y llevada a cabo con seguridad a partir de un meditado proyecto. [23]

Conocer Valladolid En todo caso, como decíamos antes, tanto la dimensión de la empresa como la evidencia de que responde a necesidades y deseos no individuales sino colectivos nos instalan en el convencimiento de hallarnos ante una obra pública. Y, como reclamara insistentemente Gordon Childe (1968: 99), las obras públicas son manifestaciones propias de sociedades bastante evolucionadas. Requisito imprescindible para la obra pública es que los productores hagan acopio de bienes por encima de las propias necesidades de consumo para poder derivar los excedentes hacia su realización. Un nuevo paso será la conversión de tales bienes en almacenamiento público con vistas a garantizar la subsistencia de unos trabajadores que, al comprometerse en la ejecución de la gran obra, se desligan temporalmente, como ya dijimos, del sector productivo. Y tras todo ello no cuesta mucho trabajo entrever una sólida organización social o la existencia de unos gestores, los jefes, cuyo papel y visibilidad será proporcional a la cantidad de bienes obtenidos por tributación para la mencionada esfera pública. Todavía estamos muy lejos, sin duda, del surgimiento de esas sociedades formidablemente organizadas que reciben el nombre de estados burocráticos y que son propias de las primeras Altas Culturas de la historia, pero tan cierto como ello es que la comunidad responsable de la realización de un gran monumento como El Casetón de la Era hubo de funcionar necesariamente de acuerdo con una organización social compleja, inimaginable por ejemplo en las sociedades de bandas del Paleolítico. Por algo el propio Childe (1971), recordando asimismo la aparición por entonces de oficios secundarios como el del metalúrgico, se mostró partidario de identificar la Edad del Cobre nada menos que con los inicios de la civilización. El misterio de los recintos de fosos : antes iglesias que castillos La preocupación de Gordon Childe por divulgar y trasladar al gran público las revelaciones de la Arqueología, le llevó en cierta ocasión a afirmar que una tumba megalítica debería compararse con una iglesia más que con un castillo y sus nobles ocupantes con santos celtas más que con barones normandos, una forma de indicar que se trataba de tumbas y de lugares de culto y que su construcción con enormes piedras no respondía en absoluto al deseo de convertirlos en fortalezas (Childe, 1968: 144). También nosotros ahora, cuando discutamos para qué sirvieron los recintos tipo El Casetón de la Era, vamos a volver a preguntarnos si sus fosos constituyen una auténtica obra [24]

Valladolid subterráneo STONEHENGE EN TIERRA DE CAMPOS? poliorcética concebida con la idea de proteger el caserío de un poblado o si responden al simple deseo de delimitar e individualizar un espacio cuya dimensión habitacional nos resulta más que dudosa. J.E. Márquez se ha interesado repetidamente por el significado de los recintos de fosos o RPA, recintos prehistóricos atrincherados, como él los llama de Andalucía y la conclusión a la que llega es bastante rotunda: en tales yacimientos no hay edificios domésticos, ni talleres, ni establos que autoricen a hablar de poblados, y la verdadera capacidad defensiva de sus fosos, emplazados por sistema en lugares llanos y demasiado extensos, es muy problemática. De ahí deduce la posibilidad de que se tratara de sitios ceremoniales y de agregación social, esenciales en este momento de la Prehistoria reciente con vistas a estrechar los vínculos de unas poblaciones que aún no eran por completo sedentarias (Márquez, 2003 y Márquez y Jiménez Jáimez, 2008; Valera 2008). La excavación de El Casetón de la Era que, a diferencia de lo que sucede en la gran mayoría de los recintos de fosos peninsulares, fue concebida en el marco de un proyecto de investigación y no como Arqueología de Gestión, es decir con la posibilidad de desarrollarse sin premura y tan minuciosamente como se considerara preciso, constituía una excelente oportunidad para avanzar en esta discusión, lo que motivó que en las campañas de 2007 y 2008 lleváramos a cabo sendas excavaciones en área, de casi 400 m 2 cada una, localizadas en los lugares que en principio parecían más favorables para la instalación del caserío de un hipotético poblado: el recinto interior y el anillo intermedio. El resultado fue en ambos casos igual de negativo: las cabañas, esas cabañas circulares, delimitadas por una zanja que sirve de base a un entramado de palos manteado exteriormente de barro, con hoyos de postes interiores, un suelo de tierra batida y un hogar central, peraltado, con revestimiento de fragmentos de cerámica, esas cabañas, decimos, que nos son tan bien conocidas a través del testimonio de Las Peñas de Villardondiego, en el oeste de Zamora (Delibes et alii, 1995), no hacen acto de presencia en El Casetón. La observación suponía un desmentido concluyente del carácter habitacional del yacimiento, hecho en el que insistían otros detalles. Las únicas estructuras descubiertas, en efecto, eran esos hoyos o fosas circulares que habitualmente se interpretan como almacenes o basureros (Bellido Blanco, 1996) pero que apenas encuentran respaldo científico en nuestro caso para serlo. En El Casetón de la Era, por ejemplo, se ha aplicado sistemáticamente un protocolo de flotación de sedimentos y no ha sido posible documentar en el interior de tales estructuras restos de cereal o de otros vegetales susceptibles de ser almacenados. Además, la supuesta basura contenida en ellos (cenizas, restos [25]