JESÚS Y LA ESCATOLOGÍA. Por Einson León Esquivel

Transcripción

1 JESÚS Y LA ESCATOLOGÍA Por Einson León Esquivel En este ensayo, sostengo la idea fundamental que Jesucristo es quien le da sentido a la historia y a la escatología. No puede haber escatología sin la obra redentora de Jesús. Él fue quien abrió paso a esa etapa trascendente, la cual, sin duda alguna, proporcionó una esperanza y gozo en los momentos más aciagos de la vida del ser humano. Por eso, José Grau apuntó: Creemos que solo puede haber esperanza allí donde hay escatología; de ahí que la fe cristiana sea, sobre todo, una fe escatológica esperanzada, una mirada lanzada al futuro desde el presente, una actividad iniciada en el aquí, con la firme certeza de que el ahora, el tiempo actual, no agota su significado, sino que, por el contrario, todo su sentido le viene de la plenitud escatológica a la que tiende sin cesar. 1 De allí que es virtualmente imposible concebir la fe cristiana divorciada de su presente y, a la vez, sin una meta esperanzadora final a la que apuntar. Esto le imprime firmeza al mensaje escatológico, no como lo llamaría R. Bultmann el mito escatológico sino más bien, asumiendo que el Señor de la historia llevará a culminación sus propósitos eternos entre los cuales nos ha llamado a participar. 1 José Grau, Escatología: Final de los Tiempos (Barcelona: CLIE, 1977), 17.

2 Jesús y la escatología 2 Jesús como el Mesías escatológico Para Oscar Cullmann, el título Mesías, tiene un sentido escatológico indefectible, que proviene de la esperanza mesiánica del judaísmo e insiste que el adjetivo mesiánico tiene casi siempre un sentido escatológico. 2 Esto nos deja convencidos que el Nuevo Testamento, al aplicar a Jesús dicho título, no solo cumple en éste la esperanza salvífica del Antiguo Testamento, sino que los demás títulos cristológicos giran en torno a dicha categoría mesiánica. 3 Este es el eje de la enseñanza escatológica, si Jesús es el Mesías, queda a su disposición la esperanza de la vida eterna. El concepto de Mesías sugería en la mente del pueblo un rey davídico a quien Dios ungiría para que produjera la liberación política de Israel del yugo de los paganos y para que estableciera el reino terrenal. 4 De este modo, la confesión de Pedro en Cesaréa de Filipo (Mt. 16:13-20) es el punto inicial del desarrollo de una escatología sustentada en su carácter mesiánico. Por tanto, considerando muchas de las erróneas expectativas del judaísmo que le adjudicaban un papel político al Mesías 5, en el Nuevo Testamento, dichas expectativas son cumplidas en Jesús pero de una forma distintiva y singular. Era el Mesías, pero no el 2 Oscar Cullmann, Cristología del Nuevo Testamento, trad. Carlos T. Gattinoni y Xabier Pikaza, (Salamanca: Sígueme, 1997), Ibíd. 4 Así, George Eldon Ladd, Teología del Nuevo Testamento, Trad. José-María Blanch y Dorcas González Bataller, (Terrassa (Barcelona): CLIE, 2002), 187 5Véase, Cullmann, Cristología, 174; Pero la esperanza de la venida de un rey de la casa de David para el fin de los tiempos recibirá sus rasgos más fuertes en un momento posterior, cuando el nacionalismo judío alcanzó su máximo desarrollo, bajo la dominación griega. Se esperaba entonces la llegada de un rey totalmente terreno, político y no de un ser celeste que apareciera sobre la tierra en forma milagrosa.

3 3 Jesús y la escatología conquistador guerrero de las esperanzas judías de la época. Jesús evitó el título debido a las implicaciones nacionalistas que tenía para los judíos; a veces aceptó el título, pero lo reinterpretó sobre todo con el empleo del término Hijo del Hombre. 6 De esta forma, el pueblo que acepta a este Mesías, une su destino al suyo y se hace participante de todas las bendiciones por medio de la fe en él. Jesús como el Señor de la Historia Si Jesús es el Mesías escatológico, entonces las implicaciones salvíficas que semejante título comporta ahora nos traslada a una comprensión teo-histórica de su obra redentora. Por eso debemos comprender primero, de qué manera tiene lugar la revelación en la historia y cómo es que Jesús es el Señor de la misma. Historia y Revelación: Este tema resulta difícil de aceptar para muchos especialistas 7 dispuestos a negar el origen sobrenatural de la Biblia en general y del Nuevo Testamento en particular. Para ellos, no es concebible que la historia con su particularidad, capricho y arbitrariedad, sea el lugar de la revelación divina la cual debe comunicar lo universal, lo absoluto y lo final. 8 Aquí radica precisamente lo que Ladd llama el mayor milagro de la fe bíblica 9 y lo que Cullmann denomina el 6 Ladd, Teología, Así, Rudolf Bultmann, Jesús. La Desmitologización del Nuevo Testamento, Trad. Pablo Simón, (Buenos Aires: Editorial Tierra Sur, 1968), 12; el catedrático de Marburgo introduce el vocablo suprahistórico para referirse a todo acontecimiento que no pueda acaecer en el plano temporal. 8 Ladd, Teología, 49 9 Ibíd.

4 Jesús y la escatología 4 carácter escandaloso 10 al referirse a esta posibilidad. Por tanto, quienes aceptamos el origen sobrenatural de la Biblia y las acciones de Dios en la historia, no tenemos problemas en reconocer que Dios actúa dentro de ella y en cada acontecimiento del devenir histórico. No hallan aquí cabida unas especulaciones sobre Dios que pretendieran independizarse del tiempo y de la historia. 11 Por tanto, la demostración más grande de autorrevelación en Dios es precisamente en la persona de Jesucristo. Quien es el Sí y el Amén de Dios, y ahora revelado en el misterio de la salvación por medio de sus apóstoles. Jesús como Señor de la Historia: La interpretación de la historia debe tomar en cuenta no solamente los hechos pasados de las acciones humanas, sino también interpretarla como historia universal, como opina Pablo Deiros, las grandes concepciones de la historia siempre se han negado a confinar su objeto en el pasado, y le han adjudicado tres dimensiones: pasado, presente y futuro. La visión de la historia que han tenido los grandes círculos culturales ha sido siempre lugar y destino del ser humano. Esto es algo que trasciende del simple estudio de los hechos humanos y aun su enlace y pretendida ley de sucesión. 12 Ahora bien, cuando interpretamos la historia a la luz de la fe, Cullmann argumenta convincentemente que, según la teología debemos partir de un punto no inicial sino central, esto es Cristo Jesús. 13 Desde esta referencia, entendemos la historia, tal como los judíos los hicieron, en sentido lineal, 10 Oscar Cullman, Cristo y el Tiempo, Trad. Juan Estruch, (Barcelona: Editorial Estela, 1968), Ibíd., Pablo Deiros, El Concepto Paulino de Historia, Teología y Cultura, año 3, vol. 6 (diciembre 2006): Cullmann, Cristo y el Tiempo, 11

5 5 Jesús y la escatología siempre abierta al futuro y a la esperanza, no a la manera pagana que la comprendía en siclos circulares cerrados, de los que era imposible escapar. 14 Así Jesús se convierte en Señor de la historia, no solamente porque es el climax de la revelación de Dios sino porque será quien finalice definitivamente este siglo y dé paso al siglo venidero. Conclusión Toda la escatología bíblica es cristocéntrica y cristo-dependiente. Jesús en el drama divino de la historia ocupa el lugar fundamental, pues produce todos los acontecimientos del designio de Dios de principio a fin. Esto nos marca una pauta hermenéutica importante y vital en el estudio de la escatología, esto es, nunca interpretar los hechos del devenir histórico en el futuro, divorciados de la centralidad de Jesús en la revelación de Dios. Edinson León Esquivel, de nacionalidad peruana. Es ministro de alabanza en una iglesia Asamblea de Dios en Venezuela. 14 Grau, Escatología, 17