Escrito por Pr. Carlos Abarca Domingo, 19 de Abril de :00 - Actualizado Jueves, 09 de Julio de :13

Transcripción

1 Leamos Juan 14: "Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros". La promesa dada por Jesucristo a sus discípulos, el Consolador tiene una característica: es el Espíritu de verdad y, que el mundo no puede recibir. Esta promesa es sólo para los hijos de Dios. El mundo está exento de esta promesa. Pero dice algo más: que este Consolador estará con vosotros para siempre. Ahora, cómo se relaciona y cómo actúa e interactúa el Espíritu Santo con nosotros. Nosotros somos seres trinos al igual que Dios. Dios trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esto que ustedes están viendo es mi cuerpo; dentro de mi cuerpo hay otra parte de mí que se llama alma, es donde está el asiento de mis emociones y sentimientos; y aún más, hay otra parte que se llama espíritu; y esa parte es, en verdad, la persona real que habita dentro de mí. El yo que habita dentro de mí, y el alma y el cuerpo, son formas que tiene el espíritu para expresarse e interactuar con el mundo, pero tal como dice 1 Tesalonicenses 5:23 nosotros somos seres trinos: espíritu, alma y cuerpo; ahí está claramente definido. Cuando tú vas caminando por la calle, en realidad son tres, porque van tu cuerpo, tu alma y tu espíritu. La pregunta es cuál es la obra que el Espíritu Santo hace de nosotros; cuál es la manera en que el Espíritu Santo actúa sobre nosotros. Veamos: el Espíritu Santo dice Juan "viene para estar con nosotros y en nosotros" ; y viene para trabajar en nuestras vidas, para hacer su obra en nosotros. La obra del Espíritu Santo es transformarnos, conformarnos a la misma imagen de Jesucristo, que lleguemos a ser semejantes a Jesús; y vino no sólo para acompañarnos ni para ser nuestro amuleto; no sólo para consolarnos sino también, para hacer una obra transformadora dentro de nosotros que cubre las tres partes de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. 1. El cuerpo. El Espíritu Santo va y debe tomar el control de nuestro cuerpo. (Aunque en realidad el proceso es a la inversa, pero yo lo estoy planteando así para dejar el espíritu al 1 / 5

2 final). Este cuerpo físico que se compone de miembros (manos, pies, etc.) debe ser controlado por el Espíritu Santo. Pablo en 1 Corintios 6:18-19 nos dice: "Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca. O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?" Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y vino a habitar en nuestro cuerpo. Lo que viene a nuestra mente cuando hablamos de un templo es: un lugar donde se rinde culto, adoración, veneración o cualquier otro sinónimo relacionado con la deidad; y digo deidad, porque pueden ser diferentes deidades; ejemplo, en el caso de los efesios, tenían el templo a Diana. Así que cuando Pablo dice que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, está diciendo que este cascarón está habitado por la deidad, y que debe estar puesto para rendirle culto o que debe ser un lugar de adoración de la deidad, de Dios. Y, por lo tanto, todos nuestros miembros deben ser puestos bajo el control del Espíritu Santo y al servicio de nuestro Dios. Leamos Romanos 6:12-13 "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia". Nosotros determinamos en qué usaremos nuestro cuerpo, para qué lo vamos a prestar Cómo instrumento de justicia a Dios o al servicio del pecado? Mis ojos, mis manos, mi cerebro, mis pies y todo lo que compone este cuerpo físico debe estar puesto al servicio del Señor; controlado con el poder del Espíritu Santo. El Espíritu Santo vino para hacer de nuestro cuerpo su templo. Pero muchas veces, nosotros, mal usamos nuestro cuerpo para hacer cosas que no nos convienen y que no honran a Aquel que vive dentro nuestro. 2. El alma. Son nuestras emociones, nuestros sentimientos, nuestra voluntad y necesitamos ponerlo bajo la dirección del Espíritu Santo. En Gálatas 5 se hace una comparación, un contrapunto entre lo que es la carne y lo que es el Espíritu. Habla de lo que produce la carne y lo que produce el Espíritu. Dice que son manifiestas, conocidas, las obras de la carne; no del cuerpo, hagamos la diferencia. Cuando está hablando de la carne está hablando de la naturaleza caída, de la naturaleza no regenerada del hombre. La carne incluye el alma también. 2 / 5

3 Cuando uno anda "en la carne", se refiere a las emociones, a los sentimientos y, a las decisiones que uno puede tomar con su voluntad; es el Espíritu el está controlando mi naturaleza no regenerada, está guiándome (Hago esa declaración para que no se confunda). Es fácil ver cuando una persona está siendo gobernada por su naturaleza pecaminosa, por su naturaleza carnal no regenerada. Dice: "manifiestas son las obras de la carne: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos ira, contienda, enojos, disensiones, envidias, homicidios, borracheras, orgías y cosas semejantes a éstas". Nos damos cuenta que la carne y el Espíritu son antagónicos. "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley". Todas estas cosas están en nuestros sentimientos, emociones, en nuestra alma y apuntan a nuestro ser interior. Dónde siento el amor, el gozo, la paz; no es en mi cuerpo físico, es en mi alma. Éstos comienzan a manifestarse nítidamente en nosotros cuando el Espíritu Santo tiene el control de nuestra alma. Y Cómo hago yo para llenarme de paz, de gozo, de amor? Pablo dice que nosotros debemos hacer morir las obras de la carne por medio del Espíritu, somos como un vaso. Un vaso que está medio lleno de algo y cuando estamos en la carne, y vivimos de acuerdo a nuestra naturaleza carnal, este vaso está lleno de fornicación, adulterio, iras, peleas, etc. Vean a alguien no convertido y van a encontrar en su vida todas esas cosas. Pero cuando nosotros recibimos al Señor, nos convertimos a Él y vino su Espíritu a nosotros; el Espíritu Santo llenará nuestro vaso con su presencia. En la medida que Él nos va llenando, lo que estaba dentro nuestro va saliendo. Podemos hacer un experimento en nuestra casa. Tapar un tiesto, llenarlo con agua sucia o barro y, en seguida, comenzar a vaciar agua limpia en él. Al pasar el tiempo, toda la suciedad que había en el vaso habrá salido y quedando agua limpia en él, esto es lo que necesitamos; que ocurra en nuestras vidas depende de nosotros. Si alguien no está viviendo en la vida en el Espíritu, no es por culpa de Dios, es por nuestra propia responsabilidad; a nosotros nos corresponde haced morir las obras de la carne por el Espíritu Santo. 3. El espíritu. Cómo se relaciona ahora el Espíritu Santo con nuestro espíritu? Es fácil distinguir lo que es el cuerpo. Es fácil darse cuenta cuando nuestra mano se extiende para tomar lo ajeno, tengo que dominar mi cuerpo por el Espíritu para no robar. Y cuando yo empiezo a sentir rabia, rencor en mi corazón, me doy cuenta de que en mí, mi alma está siendo controlada por la naturaleza pecaminosa y yo, por el Espíritu tengo que vencer, hacer morir ese fruto de la carne en mi vida. No es tan fácil percibir el Espíritu porque es Espíritu. 3 / 5

4 Veamos Romanos 8:16 "El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios". Antes de convertirnos estábamos muertos. Aun cuando yo caminaba, respiraba, y me tomaban el pulso, tenía latidos, no tenía vida. Vida permanente en Él. Porque la vida no es esta física. La vida es Dios (como Jesús mismo lo dice en Juan 17 "esta es la vida eterna, que te conozcan a ti" ) Cuando nosotros nos convertimos; Dios, en la persona de su Espíritu, viene a dar vida a nuestro espíritu. Vivifica nuestros espíritus que estaban espiritualmente muertos. No existíamos. Dios viene con su Espíritu y nos engendra, literalmente; Juan dice "si no nace del agua y del Espíritu no puede ver el reino de Dios, porque lo que es nacido de la carne; carne es. Pero lo que es nacido del Espíritu, espíritu es; y éstos no son engendrados ni por voluntad de carne ni por voluntad de varón sino de Dios. Así que cuando recibimos a Cristo en nuestro corazón; el Espíritu Santo vino, nos engendró espiritualmente; entonces, nacimos al Espíritu. Por esto, el Espíritu de Dios, nos da testimonio de eso; dice Romanos "el Espíritu mismo da testimonio de que somos hijos de Dios". Ahora Dios puede relacionarse con nosotros, antes era imposible. El Espíritu Santo está en nosotros. El Espíritu Santo está en el mundo y actúa. Él convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio. Está en el mundo, pero no está en las personas que son del mundo. El Espíritu Santo los atrae, los convence, pero no puede habitar en ellos. (Eso es privativo de los hijos de Dios) Ahora, Dios puede tener relación con nosotros. Podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad. Tenemos vida. A veces uno no sabe cómo orar, cómo pedir, pero en Romanos 8:26-27 dice "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles". El Espíritu Santo nos da vida, nos conecta con Dios e intercede, convenientemente, por nosotros. Puedo pedirle algo a Dios, pero el Espíritu Santo intercede por mí le dice al Padre: - No, mejor dale cordura, dale dominio propio, dale equilibrio -. Corintios dice que nos han sido dadas las arras del Espíritu, el sello de Dios en nuestras vidas. que dice "propiedad del Dios vivo". Una marca indeleble que no se puede borrar y que dice ahí, en tu ser interior, en tu espíritu: "Propiedad del Rey de reyes y Señor de señores, hijo del Dios Altísimo". Llama la atención 1 Corintios 12:3 que dice: "Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo". Sólo aquellos que han recibido el Espíritu Santo de Dios pueden llamar a Jesús, "Señor", con propiedad, auténticamente, 4 / 5

5 genuinamente. Señor. Si yo no tengo el Espíritu Santo no puedo llamar a Cristo, "Señor", porque el testimonio, por así decirlo, no es válido. Apocalipsis señala que nosotros, los cristianos, le hemos vencido (hablando de Satanás) por la sangre del Cordero y la palabra del testimonio. Quiere decir que nuestras palabras tienen poder y autoridad cuando el Espíritu Santo de Dios ha llenado nuestras vidas, nuestros corazones y todo nuestro ser. Consideremos el caso de unos varones de Efeso, en el libro de los Hechos. Vieron a Pablo moverse en el poder del Espíritu, quisieron hacer lo mismo. Tomaron a un endemoniado diciéndole en el nombre de Jesús, ese que predica Pablo. Pero este endemoniado, los tomó, los dañó y tuvieron que salir arrancando. Por qué? Porque no tenían la autoridad de Dios, por el Espíritu Santo, para hacerlo. Sólo los que están sellados, los que son templo del Espíritu Santo, pueden llamar a Jesús, "Señor"; y reprender demonios, sanar enfermedades. Cuando Cristo venga por su iglesia, los ángeles identificaran a los hijos de Dios por el sello y que es algo que sólo Dios puede ver. Si tienes dudas, el Señor puede darte el testimonio categórico, indudable, de que tú le perteneces a Él. Así que cuando Cristo venga, Él va a mirar en tu pecho, en tu alma, en tu corazón si está esa llama que es el Espíritu Santo, y te vas a ir con Él; y todos aquellos que no la tengan, lamentablemente van a quedar acá esperando el juicio. Sin el Espíritu Santo estamos muertos. El Espíritu Santo es vida. Todos los que han recibido el Espíritu Santo de Dios están vivos para Dios, y ya no viven para sí, sino para aquél que les amó y murió asimismo por todos nosotros. Pidámosle cada día que su Espíritu tome más y más, el dominio y el control de nuestro espíritu, alma y cuerpo; que todo nuestro ser esté a su servicio y controlado por su Espíritu. Hagamos morir cada día las obras de la carne por el Espíritu. El Espíritu Santo vino para transformarnos a la imagen de Jesús, nuestro Señor. 5 / 5