APUNTES SOBRE TRASMOCHOS GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS PARA EL TRASMOCHEO

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3 APUNTES SOBRE TRASMOCHOS GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS PARA EL TRASMOCHEO Con la contribución del instrumento financiero LIFE de la Comunidad Europea

4 LISTADO DE AUTORES: CAPÍTULO 1. CAPÍTULO 2. CAPÍTULO 3. CAPÍTULO 4. CAPÍTULO 5. CAPÍTULO 6. Alejandro Cantero (HAZI) Gerard Passola (Doctor Árbol) Álvaro Aragón (UPV/EHU) Mikel de Francisco (HAZI) Alejandro Cantero (HAZI) Valentin Mugarza (GFA/DFG) Pilar Riaño (HAZI) Alejandro Cantero (HAZI) EDICIÓN: Gipuzkoako Foru Aldundia-Diputación Foral de Gipuzkoa COORDINACIÓN: Fundación HAZI Fundazioa DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Albaola Itsas Kultur Erakundea DIBUJOS: Albaola Itsas Kultur Erakundea FOTOGRAFÍAS: Gipuzkoako Foru Aldundia-Diputación Foral de Gipuzkoa Fundación HAZI Fundazioa

5 CAPÍTULO 1. QUÉ SON LOS TRASMOCHOS? 11 A. TIPOLOGÍA DE LOS ÁRBOLES TRASMOCHOS 11 B. ASPECTOS FISIOLÓGICOS ASOCIADOS A LAS PODAS Introducción La fisiología de los árboles La eficacia fotosintética Los condicionantes del entorno El sistema radicular La relación hormonal entre los dos elementos constituyentes de los seres vegetales terrestres: hojas y raíces La continuidad del árbol vivo : raíces albura - hojas Los árboles trasmochos El ciclo de los árboles trasmochos Los árboles trasmochos mantenidos sin discontinuidad Los árboles trasmochos abandonados La estructura de la copa y la ausencia de jerarquía: Gran cantidad de duramen forzado asociado a la acción de xilófagos: La recuperación de antiguos trasmochos 23 C. POR QUÉ TRASMOCHAR 25

6 CAPÍTULO 2. TRASMOCHEO HISTÓRICO (HASTA MEDIADOS DEL S. XX) 29 A. DEL MONTE BAJO A LOS TRASMOCHOS 31 B. DEJAR HORCA Y PENDÓN Siembra Vivero Primera poda Traslado al plantío Entresaca Primer corte de guía Podas sucesivas 40 C. EL CARBONEO Confección de la plaza Acumulación de leña Cubrición de la carbonera para facilitar la cocción Encendido de la carbonera y combustión Etapa final de la carbonización y enfriamiento de la carbonera Trasmocheo tradicional vasconavarro: finales del s.xix hasta mitad del s.xx Traslado al plantío Primer corte de la guía Podas sucesivas 46

7 CAPÍTULO 3. LOS TRASMOCHOS EN EL S.XXI 49 A. PAISAJE. VALOR CULTURAL Y ETNOGRÁFICO. 49 B. FUNCIONES ECOLÓGICAS Y BIODIVERSIDAD ASOCIADA 52 C. PROBLEMÁTICA DE LOS ÁRBOLES TRASMOCHOS. RIESGO DE DESAPARICIÓN 57 D. EL TRASMOCHEO COMO PARTE DE LA GESTIÓN DE LOS HÁBITATS FORESTALES 58 CAPÍTULO 4. ESFUERZOS DE CONSERVACIÓN 61 A. GIPUZKOA 62 B. EN LA CAPV 64 C. EN OTRAS ZONAS 66 CAPÍTULO 5. LA EXPERIENCIA DEL PROYECTO LIFE+ BIODIVERSIDAD Y TRASMOCHOS 69 A. OBJETIVOS 70 B. ÁREA DE ESTUDIO 71

8 C. METODOLOGÍA Retrasmocheo de pies añosos podados Creación de nuevos árboles trasmochos Gestión de la madera muerta generada Cuadrillas forestales y maquinaria forestal 77 D. RESULTADOS Retrasmocheo de pies añosos podados Creación de nuevos árboles trasmochos Mejora de los hábitats de los insectos saproxílicos de interés comunitario 79 E. UNA APUESTA DE FUTURO 82 CAPÍTULO 6. GUÍA DE BUENAS PRÁCTICAS PARA EL TRASMOCHEO. UNA PROPUESTA PARA LA ACTUALIDAD 85 CAPÍTULO 7. REFERENCIAS 89

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11 CAPÍTULO 1. QUÉ SON LOS TRASMOCHOS? A. TIPOLOGÍA DE LOS ÁRBOLES TRASMOCHOS No existe una clasificación o tipología para los árboles trasmochos. Ni siquiera existe una definición consensuada que cubra todos los posibles tipos de trasmoche. Hay que tener en cuenta que el trasmoche, como tipo especial de poda, puede realizarse de diversas maneras y afectar a diversos tipos de árboles según su especie, forma o edad. Igualmente, árboles de especies sin dominancia apical definida, que han crecido aislados y sin competencia o que han sufrido un traumatismo en sus ramas apicales, también pueden mostrar un aspecto semejante al de los árboles trasmochos, a pesar de no haber sido modelados por la mano humana. Así, en ocasiones, es difícil asegurar si un árbol ha sido podado o trasmochado o si la forma de sus ramas responde a fenómenos naturales. En general se suelen emplear indistintamente los términos trasmochado o desmochado, pero sí es frecuente distinguir entre árboles guiados (ipinabarros) y árboles no guiados (modorras). Así, el historiador Álvaro Aragón suele hablar de los robles ipinabarros como árboles trasmochos o desmochados dejando horca y pendón, con el fin de que su poda no impida el rebrote en altura del árbol ni su aprovechamiento futuro en forma de vigas curvas generalmente destinadas a la Marina. Se puede emplear la tipología seguida en las Instrucciones para el apeo de las parcelas de campo del Inventario Forestal Nacional, editadas por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. En dichas Instrucciones se especifica que todos los árboles inventariados deben clasificarse según el parámetro Forma de cubicación. El objetivo de este parámetro es separar los árboles de una misma especie en grupos más homogéneos con respecto a la estimación de su volumen y así aplicarles distintas ecuaciones más ajustadas a cada perfil. Los tres primeros tipos de esta clasificación se aplican a árboles bravos o fusiformes, quedando los siguientes tres tipos para clasificar los árboles con aspecto de trasmochos por su elevada ramosidad: 11

12 4 m - Forma 4. Árboles cuyo tronco principal se ramifica antes de los 4 m de altura y que pertenezcan a algunas de las siguientes especies, que suelen presentar en gran número y condiciones normales porte aparasolado: Acacia o mimosa, Manzano silvestre, Peral silvestre, Pino piñonero, Roble común o pedunculado, Roble albar o peciolado, Roble melojo o Rebollo, Quejigo, Encina, Alcornoque, Quejigo, Roble americano, Fresno común, Álamo o chopo negro, Sauce, Acebuche, Algarrobo, Haya, Castaño, Avellano, Nogal, Plátano y Laurel. - Forma 5. Árboles cuyo tronco principal es tortuoso, está dañado o es muy ramoso, por lo que no admite la clasificación como árboles bravos o fusiformes. También pies de altura de fuste menor de 4 m si son de especies diferentes a las de los códigos 4 y 6. 12

13 - Forma 6. Árboles descabezados o trasmochos a los que se les ha cortado la parte superior del tronco y las ramas en puntos próximos a su inserción en el tronco y que pertenezcan a algunas de las siguientes especies: Roble común, Roble albar, Roble melojo, Fresno común, Álamo negro, Haya y Laurel. La Forma 4 parece la adecuada para los árboles muy ramosos, la Forma 5 para los árboles procedentes de repetidas podas laterales, escamondas o brotes de cepa unidos por la base y la Forma 6 para los árboles descabezados o trasmochos. Las normas del Inventario aconsejan que los árboles en candelabro o trasmochos podrán ser de forma 6 cuando las ramas que les salgan sean de poca edad, es decir, hayan sido trasmochados recientemente, y de forma 4 cuando sean gruesas y de cierta edad, o sea, que el trasmochado se hizo hace bastante tiempo. Al tratarse de estimaciones subjetivas, las diferencias entre estos tipos de árboles trasmochos suelen ser pequeñas y se tienden a confundir en muchos casos. Como ejemplo, las hayas gruesas, con más de 60 cm de diámetro normal y con aspecto de trasmochas, inventariadas en las parcelas de campo de 2011 en Gipuzkoa se han clasificado en 123 ocasiones dentro de la Forma 4, en 26 ocasiones como Forma 5 y en 25 ocasiones como Forma 6. Extrapolando esos datos al total de Gipuzkoa, puede estimarse en unas el total de hayas trasmochas gruesas en los bosques del Territorio. Los siguientes gráficos, entresacados de Pardo Navarro et al. (2003), muestran una tipología adecuada para describir los árboles trasmochos del País Vasco: A B C 13

14 La forma A muestra árboles trasmochados en forma de jirafa. Se trata de árboles centenarios, que aparecen en antiguas dehesas de la parte oriental de la Llanada Alavesa, en las que seculares podas y escamondas han ido conformando unos robles trasmochos de dimensiones espectaculares. La forma B es la típica de los árboles guiados, podados antiguamente para producir maderas curvas. El abandono de estas prácticas ha supuesto que algunas de estas ramas han alcanzado una gran dimensión y suelen amenazar la propia conservación del árbol trasmocho por su peso y sus desequilibrios estructurales. Esta forma es la que se suele ver también en las encinas y alcornoques podados de las dehesas ibéricas. 14

15 La forma C es la más frecuente entre las hayas trasmochas del País Vasco y Navarra, lo mismo que en otras especies como robles, fresnos y sauces. El abandono de las prácticas carboneras y trasmochadoras hacia mediados del siglo XX ha supuesto que la mayor parte de las ramas de estos árboles no alcancen aún unas dimensiones excesivas. B. ASPECTOS FISIOLÓGICOS ASOCIADOS A LAS PODAS 1. Introducción Los árboles trasmochos no se diferencian desde el punto de vista fisiológico o biológico de los árboles que no lo son. El funcionamiento general se basa, lógicamente también, en la eficacia fotosintética asociada a un buen funcionamiento radicular. Su peculiaridad se basa en su especial estructura y (en el caso de que se realicen trabajos de recuperación o mantenimiento) de como ésta se gestiona. 2. La fisiología de los árboles. La correcta fisiología de los árboles se basa en la existencia de un círculo de retroalimentación positivo, donde: - La masa foliar recibe los elementos esenciales para realizar de manera eficaz la función fotosintética (especialmente el agua) - Los condicionantes del entorno (especialmente la temperatura) son los adecuados para que esta reacción se dé de manera correcta - El sistema radicular recibe los hidratos de carbono sintetizados por las hojas y mantienen o aumentan su capacidad de absorción radicular. - Existe un flujo de información hormonal entre los dos elementos fisiológicos básicos (hojas (y yemas) y raíces absorbentes que se retroalimentan. - La continuidad y proporción de los tejidos vivos entre los puntos de generación de energía, captación de agua y distribución entre estos dos elementos (fundamentalmente) se mantiene y es suficiente para la correcta interrelación entre las partes La eficacia fotosintética La fotosíntesis es la reacción principal de los seres vegetales y quien los define. La síntesis de glucosa (como elemento principal) se realiza a través de la unión del CO 2 atmosférico con el agua captada por las raíces- La energía para esta unión la suministra la luz solar y requiere de un entorno celular altamente complejo y eficiente. La eficacia fotosintética se da, pues, en aquellas hojas que tienen una buena iluminación, unas condiciones de temperatura adecuadas, y principalmente un aporte correcto de agua. El aporte de agua depende de los recursos que el entorno tenga en cada momento y de las buenas condiciones radiculares. 15

16 De manera reactiva los árboles posicionan su masa foliar activa en distintas alturas para acomodar su estructura activa a los condiciones de cada circunstancia. Para árboles en entornos naturales las condiciones que modifican los aportes de recursos dependen principalmente de las condiciones meteorológicas asociadas al comportamiento del suelo y a las relaciones de competencia. Así, la eficacia fotosintética se basa en un nivel de ingresos (síntesis de glucosa) elevado combinado con un nivel de gasto (consumo de glucosa) reducido. Para que esta relación sea óptima las estructuras arbóreas deben tener un coste estructural (células que consumen pero no producen) reducido: las estructuras asociadas al coste son las ramas, ejes, troncos, etc., y son básicas para distribuir las hojas en el espacio aéreo Los condicionantes del entorno La ubicación exacta de un árbol, determina una serie de características de suelo, temperatura, agua, nutrientes, que aportan una determinada cantidad de recursos. La mayoría de árboles singulares lo son, más que por su propia genética, por la especial combinación de las características físicas del entorno. Es la riqueza de recursos quien define la dimensión final de la estructura y, por tanto, interviene de manera decisiva en la longevidad de los árboles. Para todos los árboles, incluidos los trasmochos, aquellos entornos con peores condiciones físicas soportaran árboles más frágiles, con una estructura menos potente y (en general) con longevidades más reducidas. A la vez los árboles poseen una dinámica para adaptar su estructura a cambios del entorno, esta capacidad de adaptación, sin embargo, está condicionada por el nivel energético previo a los cambios que puedan darse El sistema radicular Las raíces absorbentes son aquella parte del árbol que suministra a las hojas uno de los 3 elementos constituyentes de la fotosíntesis, y como, en principio, el CO 2 y la luz están en exceso, suele ser el factor más limitante. Los árboles dimensionan y posicionan su sistema radicular absorbente para garantizar un ritmo de suministro lo más eficiente posible. Cambios bruscos en el suministro significa obligar, a la estructura aérea construida sobre una cantidad de aportes concretos, a generar cambios de cantidad (regresión, atrincheramiento, etc.). Por tanto en la conservación de una estructura aérea de un árbol, uno de los factores determinantes es el correcto estado de su sistema radicular, entendiendo este como: - Reservas de glucosa elevada en las raíces portantes - Proporción de raíces absorbentes adecuada - Distribución adaptativa y reactiva en un entorno que permita aprovechar todos los recursos que 16

17 en él aparecen, también aquellos que lo hacen de manera temporal (y periódica). - Estrategias de sustitución radicular eficientes y por tanto presencia constante de raíces conectadas y raíces exploradoras que aumentan y perfeccionan, constantemente, la conexión con el entorno. - Ausencia de cambios drásticos en el entorno (suelo) 2.4. La relación hormonal entre los dos elementos constituyentes de los seres vegetales terrestres: hojas y raíces La eficiencia de la fotosíntesis genera un efecto positivo a través de la síntesis de glucosa que enriquece a todo el organismo. Pero además, para potenciar aquellas estructuras eficientes se sintetizan auxinas (en los elementos eficientes) que se distribuyen por el árbol y se envían, de manera preferente, a través de los tejidos conectores hacia la raíz. La raíz responde a esta presencia de auxinas con el aumento de la ramificación radicular y con la síntesis de citoquininas que, por un efecto llamada de las auxinas, se dirige a los centros donde esta última se sintetiza promocionando el crecimiento. Este círculo de retroalimentación positivo es la base del crecimiento adaptativo del árbol ya que promociona aquellas subestructuras más eficientes aumentando su capacidad de eficiencia con el aumento de recursos y estimuladores de crecimiento La continuidad del árbol vivo : raíces - albura - hojas La compleja estructura que supone un árbol añoso, y que hemos resumido en hojas eficientes y raíces absorbentes activas, supone la presencia un elemento conductor, que conecte estos dos conjuntos de estructuras, adecuado en función y, sobretodo, en dimensión. Los dos componentes esenciales para la conexión de todos los elementos aéreos y radiculares son el floema y la albura. El floema es un tejido con un nivel de rigidez bajo y con una capacidad de adaptación a los cambios, en las necesidades de conexión, muy elevada. La posición donde se da la reducción y el aumento de vasos floemáticos es la misma, por tanto la rapidez en la respuesta es elevada y eficiente. La albura es, sin embargo, un tejido mucho más estructurado. Está compuesto por vasos con paredes de celulosa que se adaptan de una manera más lenta. Las posiciones de eliminación y creación de vasos de albura son distintas. La reducción de la masa de la albura se da en el límite de ésta con el duramen, mientras que los nuevos vasos se generan entre la albura y el cambium. Por tanto la continuidad en los tejidos de la albura (en todo el árbol) es un elemento que interviene en la respuesta de los árboles a las condiciones de estrés: La pérdida drástica de masa foliar implica unas necesidades menores de transporte de agua (ya que el consumo se reduce), por tanto, la albura debe reducir su potencia (grosor) para 17

18 adaptarse a estas nuevas necesidades. En los casos más extremos (en árboles con bajas reservas energéticas) esta reducción (muerte) de la albura es continua en todo el árbol, y por tanto tiene como resultado la muerte (total o parcial) de las raíces que estaban conectadas a ella. Así el resultado de una poda drástica (en estos árboles debilitados) supone una pérdida de capacidad de síntesis y una muerte radicular masiva. Además de los cambios anatómicos, desde el punto de vista del círculo de retroalimentación hojas-raíces absorbentes, la pérdida de hojas causa una reducción de la síntesis de glucosa, esta reducción del aporte de glucosa afecta a la capacidad de absorción de las raíces que implicaran una reducción en el aporte de agua a las hojas, entrando el árbol en un proceso de feedback negativo. Para árboles con elevadas reservas, su capacidad de inversión implica que la pérdida de albura no es tan elevada y puede ser muy reducida o nula lejos de la zona dañada. Además la capacidad de generar nuevos brotes activos y sanos, restaura los niveles energéticos en un tiempo moderado. 3. Los árboles trasmochos Los árboles trasmochos comparten con los árboles con porte natural su misma base fisiológica. Sin embargo, su peculiar estructura (estrategia de

19 colonización del espacio) les otorga un conjunto de características fisiológicas que hacen que evolucionen y respondan a los impactos de manera distinta a aquellos con porte natural El ciclo de los árboles trasmochos Los árboles trasmochos tienen un ciclo definido por la eliminación periódica de la estructura fotosintética. El desmoche puede realizarse sobre ramas o brotes de distinto tamaño en función de qué tipo de utilización se pretende obtener de él. La perdurabilidad de los trasmochos se basa en que el turno (años) de repetición del desmoche se dé siempre mientras el árbol tiene unos niveles de vitalidad elevados, es decir, esté en fases de juventud o adulto Los árboles trasmochos mantenidos sin discontinuidad Los trasmochos mantenidos sin discontinuidad son aquellos en los que se mantienen los trabajos de desmoche con una periodicidad concreta (aquella que se ha venido realizando de manera tradicional). Este desmoche periódico mientras el árbol está en la fase de juventud o de adulto (es decir que tiene asociado un nivel energético elevado) permite: 1. Las fases de los árboles son: joven, adulto, maduro, senescente 19

20 - Mejor compartimentación de las heridas - Menor pérdida de la potencia de la albura - Menor afectación radicular Así, la recuperación de los niveles altos de energía se da de una manera más rápida y la longevidad y perdurabilidad de los árboles es elevada. De hecho, para muchas de las especies gestionadas de manera correcta mediante los desmoches, tienen longevidades más elevadas que aquellos desarrollados mediante un proceso de estructuración natural 2. En la gestión de los árboles trasmochos dentro del periodo, tienen especial incidencia como se realizan los trabajos de poda (herramientas, punto de corte, época, etc.,) información, que en general, forma parte del legado cultural que acompaña estos árboles Los árboles trasmochos abandonados El abandono de los trabajos de desmoche en estos árboles suele conllevar un envejecimiento acelerado de su fisiología. Esta intensa reducción de la vitalidad está especialmente relacionada con la estructura que los árboles tienen después de haber sido gestionados mediante desmoches periódicos, las principales 2. La diferencia de longevidad es especialmente importante en aquellos árboles que de manera natural tienen una capacidad baja de generar nuevas copas plenipotenciales. características estructurales de los trasmochos abandonados son: - Copa formada por brotes desarrollados con elevada competencia por la luz - Ausencia de jerarquía entre los distintos ejes - Elevada presencia de duramen forzado (generado por cada actuación de poda) que suele estar colonizado por xilófagos total o parcialmente La estructura de la copa y la ausencia de jerarquía Cuando se realiza un desmoche en la fase correcta, el árbol genera unos brotes que tienen una elevada capacidad de colonización del espacio. Esta capacidad es debida a unas reservas energéticas 20

21 elevadas. Por tanto el crecimiento de los brotes es elevado. Los brotes que se generan después de una poda no tienen entre si ningún tipo de regulación que permita ordenar, potenciar o reprimir que ejes se desarrollan y que partes de la estructura son secundarias y pueden estar supeditadas a una ordenación global (del árbol entero). Así estas copas son de hecho bosques de árboles (reiteraciones totales) cuya única relación es la de competencia por la luz y por los recursos radiculares. El abandono y, por tanto, la ausencia de nuevos desmoches, hace que la mayoría de los brotes (reiteraciones totales independientes) se desarrolle especialmente en altura y este compuesto por un eje (tronco-costes) con una reducida proporción de hojas (ingresos). A medida que los ejes llegan a su altura máxima, la desproporción entre madera y hojas se acentúa. Además, el exceso de individuos independientes, que parten de la cruz (zona de corte) hace que la cantidad de luz disponible para cada uno sea reducida. Así el abandono de los árboles trasmochos genera una estructura con: - Reducidos ingresos en cada ejeindividuo, debido a la competencia por la luz - Costes muy elevados en relación con la cantidad de hojas debido a que poseen ejes de grandes dimensiones y bajas masa foliar asociada Algunas especies tienen una elevada capacidad de renaturalizarse mediante el propio proceso de competencia que elimina los ejes menos energéticos y genera árboles con menos ejes, por tanto con más luz y con una proporción de hojas mayor. En otras especies esta capacidad de purgar es menor y tienen más dificultades para retomar un crecimiento estructural natural. Además del factor especie, el factor entorno (con una cantidad específica de recursos) facilita o reduce esta capacidad específica en función de su riqueza. El resultado final de este proceso de abandono son árboles con unos valores energéticos muy reducidos, las causas son: - La producción neta de cada eje es nula o cercana a cero, por tanto el conjunto árbol no obtiene la cantidad de glucosa necesaria - La reducción de la energía en cada eje reduce su capacidad para generar copas alternativas de adaptación a la nueva situación - La competencia que todos los ejes generan impide la presencia de luz en zonas bajas y reducen la capacidad de atrincherar de los ejes 21

22 - La reducción en los aportes de glucosa, reduce la fortaleza del sistema radicular, así que se entra en un proceso circular negativo Esto es una generalización y los árboles pueden (debido sobre todo a circunstancias externas) y en algunos casos sobrepasar este periodo crítico y generar una copa más eficiente. Algunas de las circunstancias que facilitan sobreponerse a este periodo son: propio árbol y puede crear zonas de juventud que cambien la estructura general del árbol. - Aumentos de luz producidos en el entorno inmediato del árbol, provocados normalmente por la pérdida de árboles cercanos. Aunque este aumento de luz puede generar mejoras en la vitalidad, no varía la estrategia de utilización del espacio (y captación de la luz) que los árboles tienen y por tanto no supone mejoras de manera definitiva. El proceso natural de muchos trasmochos es la muerte por envejecimiento y reducción progresiva de la vitalidad. Muchos, sin embargo, no mueren de viejos debido a que el debilitamiento fisiológico implica también un debilitamiento mecánico y, por tanto, un elevado riesgo de rotura. - Número de ejes dominantes reducido. Cuantos menos ejes acaba generando un árbol más eficiente es cada uno y más longevidad y mecanismos de adaptación posee. Este hecho hay que confrontarlo con el hecho de que entornos más ricos en recursos y condiciones permiten la existencia de más ejes y en mejor estado, o lo que es decir el proceso de envejecimiento es mas lento y con más oportunidades de revertirse parcialmente. - Aumentos de luz producidos por la pérdida de ramas del propio árbol. Este hecho genera espacios en el Gran cantidad de duramen forzado asociado a la acción de xilófagos La eliminación de elementos vivos de un árbol viene seguida por una reducción repentina de la albura que se convierte en duramen forzado. El duramen forzado 22

23 está en contacto con el exterior y por tanto es colonizable de manera rápida por xilófagos. Mientras el árbol trasmocho es mantenido como tal, la potencia de la albura es grande y puede hacer frente a las necesidades mecánicas de los árboles. Además, la copa está en un estado juvenil o de adulto, lo que implica: Reducción del esfuerzo mecánico del viento a través de la deformación de una copa elástica Vela más reducida Fisiología elevada y por tanto capacidad de generar madera de reacción y adaptar la estructura a las distintas necesidades mecánicas. Cuando los trasmochos se abandonan, entran en un proceso de envejecimiento que supone: Reducción de la fisiología y por tanto de la capacidad de adaptación Reducción del grosor de la albura y por tanto una menor capacidad de soporte mecánico Velas (copas) de grandes dimensiones, con ramas soportando pesos cada vez mayores Cavidades y pudriciones elevadas Las características mecánicas de estos ejemplares hacen que la gran mayoría de árboles trasmochos abandonados acaben rompiéndose La recuperación de antiguos trasmochos La enorme cantidad de árboles trasmochos que existe en Euskadi impide una gestión individual de cada uno de ellos. Por tanto, hay que aceptar que este tipo de estructura (especialmente para hayas, fresnos, chopos y resto de árboles de madera blanda) va a ir desapareciendo de nuestros paisajes a una velocidad (desde el punto de vista arbóreo) elevada 3. Las especies de madera más dura (especialmente del género Quercus) que tienen, también, una capacidad de atrincheramiento y reformación de la copa mayor, tienen unas perspectivas algo mejores. La única solución para la conservación global de los trasmochos pasaría por la recuperación del valor de sus productos derivados. Aunque a nivel general la conservación de los trasmochos es difícil, si deben realizarse actuaciones puntuales que permitan la conservación de ejemplares 3. Unas primeras estimaciones realizadas en base a las hayas trasmochas gruesas remedidas entre los Inventarios Forestales de 1996 y 2005 apuntan a la desaparición anual media de un 1% de estos ejemplares a lo largo de esos 9 años. 23

24 o grupos de ejemplares con un especial interés. En esta estrategia de conservación de este hecho cultural, creemos que es importante generar nuevos trasmochos que permitan mantener este tipo de estructuras y la cultura ancestral de uso de la naturaleza que suponen. Las estrategias de conservación de un ejemplar concreto pasan por una necesaria valoración de su fase estructural (juventud, adulto, madurez o senescencia). Esta primera valoración permitirá determinar la capacidad de respuesta a cualquier actuación que se pueda proponer. La mayoría de árboles trasmochos están abandonados y por tanto, tienen una vitalidad entre baja y muy baja. Estos valores de vitalidad reducidos aconsejan no realizar actuaciones drásticas (semejantes a las labores de desmoche tradicionales), antes de poder retomar este tipo de actuaciones debemos mejorar la vitalidad del ejemplar. Las soluciones más comunes en estos procesos de restauración se basan en: Reducción de la competencia entre ejes Aumento de la luz en el entorno Mejora de las condiciones radiculares 24

25 Reducción moderada (más leve cuanto más debilitado esté el árbol) de la copa para fomentar el crecimiento epicórmico. Estas actuaciones pueden darse de manera conjunta, pero el nivel de intensidad de cada una de ellas debe basarse en un detallado estudio de cada árbol. C. POR QUÉ TRASMOCHAR El trasmoche no deja de ser un tipo muy concreto de poda, en el que se busca una forma de la copa de determinadas características o un aprovechamiento en forma de ramas de tamaño diverso. Para ello, hay que tener en cuenta los múltiples objetivos que pueden motivar la realización de una poda en un árbol o en una arboleda. En el caso de una poda forestal, los objetivos más tradicionales cuando se cortan las ramas bajas de un árbol suelen ser el aumento de la calidad de la madera del tronco, evitando la presencia de nudos en la madera, o la disminución del riesgo de incendio, eliminando para ello las ramas bajas que pudieran hacer que un fuego de superficie se convirtiera en un fuego de copas. En el caso de las podas de formación ligadas a la arboricultura, los objetivos suelen ser: elevar la altura de las ramas o la copa del árbol hasta una altura determinada, para que no suponga obstáculo en el paso de personas o maquinaria equilibrar la estructura general del árbol, dando una forma sólida, equilibrada y bien distribuida alrededor del tronco en algunos jardines o parques, puede interesar la consecución de formas concretas o artísticas en los árboles: formas geométricas, emparrados, setos, etc.; en este caso, las podas suelen requerir podas periódicas de mantenimiento o recorte de la copa de los árboles Si se trata de arboricultura urbana, a esos objetivos se le suelen añadir otros más concretos, como las podas periódicas para evitar que los árboles se acerquen a las ventanas de los edificios, para aumentar la sombra de los árboles o para la aminorar biomasa de las ramas, disminuyendo el riesgo de caída de material leñoso a la calle. Las drásticas podas que se realizan en robinias y plátanos de sombra en entornos urbanos suelen ser los casos más extremos de este tipo de podas. Los desmoches ligados a las actividades silvopastorales suelen tener estos objetivos: aumento de la producción de fruto por aumento de la insolación en el interior del árbol puesta a disposición del ganado de las ramas más tiernas (ramón) producción de leña a partir de las ramas maderables por tratarse de zonas con encharcamientos invernales o primaverales, que provocaría imposibilidad de respiración a las hojas de los brotes por tratarse de zonas con frecuentes heladas tardías y rasantes, normal- 25

26 mente por inversión térmica, que pueden comprometer la brotación Por último, los trasmoches forestales pueden originarse por alguna o varias de estas causas históricas: necesidad de compatibilizar la presencia de ganado, herbívoros y frugívoros, con la pervivencia y regeneración del arbolado y con la producción de leña búsqueda de formas curvas especiales en el tronco y ramas principales de los árboles, generalmente ligados a la construcción naval (ipinabarros con horca y pendón, árboles curvatones o corbatones) evitar el antiguo señalamiento por parte de la Marina en el caso de buenos fustes en montes cercanos al Mar Cantábrico; algunos propietarios evitaban esta expropiación trasmochando sus árboles y de esa forma disminuían su volumen de madera de interés para la construcción naval La puesta en marcha del proyecto LIFE+ Trasmochos ha aumentado la lista de causas de motivación para realizar cortas de trasmoche: evitar la acumulación de ramas gruesas y de peso sobre un tronco hueco o debilitado, con el fin de disminuir los desequilibrios estructurales en el árbol y el consecuente riesgo de rotura o volteo favorecer la formación de madera muerta o de heridas de pudrición con el fin de aumentar las poblaciones de insectos saproxílicos creación de nuevas trasmochas en plantaciones jóvenes de haya, de forma que puedan suponer el relevo futuro de las actuales hayas trasmochas viejas cuando éstas vayan muriendo frenar la expansión de algunos árboles cuyo crecimiento puede poner en peligro la conservación de otros árboles de interés; es el caso del trasmoche de hayas para frenar su expansión en zonas de robledal, o el caso de apertura de pequeños claros en hayedos densos y homogéneos, claros en los que se trasmochan hayas para favorecer la regeneración de otras especies cuyo desarrollo aumente la biodiversidad en el hayedo adulto 26

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29 CAPÍTULO 2. TRASMOCHEO HISTÓRICO (HASTA MEDIADOS DEL S. XX) Prácticamente hasta mediados del siglo XX, el bosque fue la principal fuente de abastecimiento de las actividades humanas en el País Vasco y la Navarra oceánica. Durante mucho tiempo, fue suministro de madera para utensilios, aperos, armas, muebles, edificios y navíos; de alimentos, para animales e incluso para personas; de combustible, para cocinas, ferrerías, dorlas, tejerías y caleras y de abono para labores agrícolas. Todos los componentes del árbol eran aprovechables: el tronco y las ramas, como combustible o materia prima para la fabricación y la construcción; las hojas, como abono o alimento para el ganado; el fruto, como alimento animal o humano; la corteza, para la fabricación de colorantes, aprovechando los taninos que posee, y de zapatos. En líneas generales, el árbol más utilizado hasta el siglo XIX fue el roble, seguido por el castaño, el haya, el álamo, el aliso, etc. Esta especie fue considerada la más útil, tanto para la construcción naval y de edificios, como para la obtención de carbón, debido a las buenas cualidades de su madera y a la cercanía de manchas de robledales a los centros de producción navales y siderúrgicos. No en vano, el roble se desarrolla esencialmente en el piso colino, en alturas de hasta los metros. Todo esto contribuyó a que éste fuese, junto con el castaño, el árbol más explotado y repoblado en el territorio vasconavarro durante toda la Edad Moderna. Sin embargo, la expansión de las actividades humanas en el siglo XIX, sobre todo de la agricultura y la ganadería, propició una reducción manifiesta de las masas de roble y castaño, por lo que las diferentes actividades productivas, 29

30 principalmente la siderurgia, pusieron sus ojos en las amplias masas de hayedos, menos explotadas hasta la fecha por su situación a mayor altura y más lejos de los centros de producción. Este aprovechamiento se mantuvo hasta la década de los años sesenta del siglo XX para cubrir una serie de necesidades: la obtención de leña para el consumo doméstico y panaderías, la fabricación de carbón para la siderurgia, la obtención de remos para la construcción naval y de vigas destinadas a la minería y a las traviesas de las líneas de ferrocarril. La incompatibilidad entre el ritmo de explotación del bosque, debido a la voracidad de las actividades productivas, y el propio ritmo biológico y de crecimiento de las especies frondosas, fue uno de los mayores problemas a los que tuvo que enfrentarse el ser humano en el aprovechamiento de los bosques hasta comienzos del siglo XX, cuando se produjo la introducción de especies alóctonas. El volumen de la demanda de materias primas era manifiestamente superior al crecimiento de las diferentes especies arbóreas, por lo que los problemas de deforestación y abastecimiento se fueron haciendo paulatinamente más graves. A fin de garantizar la sostenibilidad de la gestión forestal, entre los siglos XV y XVIII se pusieron en marcha diferentes técnicas forestales que trataban de garantizar la mayor productividad posible. Dichas técnicas fueron evolucionando a lo largo del tiempo en función de las necesidades y prioridades de las actividades económicas, así como de la abundancia de materiales y recursos forestales. 30

31 A. DEL MONTE BAJO A LOS TRASMOCHOS Como se puede comprobar a través de las diferentes ordenanzas municipales, los bosques del País Vasco y de la Navarra oceánica estuvieron dominados por los jarales y los árboles bravos, al menos hasta el siglo XVII. El predominio de jarales fue notorio en aquellas localidades fuertemente vinculadas a la industria ferrona. Por su parte, en localidades de la costa vizcaína y guipuzcoana, o cercanas a ella, era habitual la combinación de jarales, árboles bravos y trasmochos. Tradicionalmente, al menos hasta el siglo XVII, la presencia de árboles trasmochos fue más habitual en Bizkaia que en Gipuzkoa, que se vio obligada a importar corbatones o curvatones, piezas curvas de madera, desde la primera. Los árboles bravos no se podaban. Una vez maduros o en sazón, eran talados por el tronco. Gracias a ellos, se satisfacían las necesidades de diferentes sectores, como la ganadería, la construcción (vigas y estructuras de edificios), la siderurgia (mangos de martillos para ferrerías), la construcción naval (remos, tablas, maderos curvos, quillas, mástiles ) y, en algunos casos, la elaboración de carbón. Cuando a estos árboles bravos, después de ser talados por la base del tronco, volvían a crecerles ramas desde el tocón, se convertían en jarales. Esas ramas nuevas se podaban una vez cada 12 o 15 años para ser utilizadas en la elaboración de carbón, armas, varas, flejes, toneles y casas, y sus frutos se utilizaban para la manutención del ganado. Tras la poda, debían ser acotados y vallados para que los animales no se comiesen los brotes, algo imposible en los bosques municipales, pues existía derecho de paso para el ganado. Precisamente los daños provocados por el ganado y un cierto descenso de la productividad de los jarales, ya que los períodos de corte no se 31

32 respetaban, contribuyeron a que la industria siderúrgica, en un momento de reorganización del sector, impulsara la implementación de ciertos cambios en el modelo de gestión forestal a mediados siglo XVII. Aunque anteriormente existía una abundante legislación en ese sentido, los jarales fueron guiados a fin de convertirse en árboles trasmochos. Este proceso fue precisamente más importante en aquellas localidades donde predominaban los intereses siderúrgicos y en los que, hasta la fecha, era destacable la presencia de jarales y bravos. Prueba de ese cambio es el hecho de que, durante el siglo XVIII, el número de jarales descendió ostensiblemente -aunque se seguían utilizando esencialmente para la industria cestera y para la barriquería-, y la mayor parte de arboledas y bosques vasconavarros estaban ya compuestos de árboles trasmochos y bravos. A mediados del siglo XVIII, se habían impuesto los bosques de trasmochos-desmochos sobre los jarales, e incluso sobre los bravos. Se desconoce si los trasmochos-desmochos se hallaban correctamente guiados, aunque por testimonios coetáneos, existe 32

33 noticia del malestar de las autoridades reales, puesto que en la mayoría de los casos primaban los intereses ferrones, que prestaban escasa atención a ese tipo de cuestiones. B. DEJAR HORCA Y PENDÓN La expansión demográfica y económica que se produjo en el ámbito peninsular durante la Baja Edad Media llegó a su punto culminante entre la segunda mitad del siglo XV y la primera mitad del siglo XVI, poniendo cerco a la riqueza forestal. Para evitar esta deforestación, en tiempos de los Reyes Católicos, concretamente en 1496, ya se ordenaba que los árboles no se cortasen por el pie, salvo por rama, y dexando en ellos horca y pendon por donde pueda tornar a criar. La técnica consistía en dejar dos o tres ramas principales sin podar, una perpendicular y la otra formando un ángulo obtuso. Esta exigencia se siguió aplicando en toda la península durante los siglos XVI y XVII, como se puede comprobar a través de la legislación de época. Sin embargo, adquirió especial relevancia en el entorno vasconavarro, donde contó incluso con una denominación propia. El término ipinabar es una palabra vascuence o eusquérica, que significa poner o dejar rama, lo que hace referencia a la fórmula castellana dejar horca y pendón. La técnica utilizada en estos casos era como en los jarales, pero en lugar de comenzar la tala desde la base del tronco, la poda se ejecutaba a 2,5 o 3 metros de altura, lo que impedía que los animales llegaran a los brotes. Los robles se talaban cada 8 o 10 años y las hayas, cada 5 o 6, logrando una producción mayor y más rápida que con los jarales. Sin embargo, el no cumplimiento de la legislación derivó en la aparición de un modelo doble de trasmochos: guiados y sin guiar. A los árboles desmochados sin guiar, se les cortaban todas las ramas -a las hayas sólo la mitad, para conservar el árbol-, mientras que a los trasmochos guiados se les dejaba horca y pendón. Los trasmochos se utilizaban sobre todo en ganadería y en la elaboración de carbón, poleas, culatas de armas y tablas, y los trasmochos guiados, por su parte, en la ganadería y en la elaboración de carbón, tablas y barcos (produciendo maderas curvas). Estos últimos eran denominados guiones, aunque en Oiartzun recibían el nombre de suariçes o suaritzak, que significa robles para o de fuego, utilizados en la fabricación de carbón 33

34 vegetal. Este vocablo probablemente derivó en el actual suhaitza -aunque tal vez el término pueda tener otro origen y signifique piedra para fuego o su haitz, en referencia al carbón-, que sirve para denominar a los árboles maderables, frente a arbola que se utiliza en el caso de árboles frutales. Los trasmochos guiados también se denominaban corbos o ipinabarros. A mediados del siglo XVI ( ), la escasez de materiales, principalmente para la construcción de edificios y de navíos, obligó a tomar ciertas medidas, entre ellas la obligación de dejar en los bosques jarales, a cierta distancia, un roble trasmocho. Generalmente, estas medidas fueron rechazadas en aquellas villas en las que predominaban los jarales y la principal industria eran las ferrerías. El uso de ipinabarros o robles trasmochos guiados ya era habitual en Bizkaia durante el siglo XVI, mientras que en Gipuzkoa y Navarra, a excepción de algunos puntos concretos donde se venía aplicando desde comienzos del siglo XVI, su uso no se generalizó hasta finales del siglo XVII. El trasmocho cumplía diversas funciones y presentaba ciertas ventajas frente al resto de modelos, sobre todo, porque permitía complementar la demanda de actividades tan dispares como la siderurgia, la construcción naval o la ganadería: producía pasto y alimento para el ganado en forma de hojas, ramas frescas, bellotas, hayucos o castañas permitía el crecimiento de hierba y sotobosque para consumo del ga- 34

35 nado y evitaba que éste se comiese los retoños, puesto que la poda se hacía en altura contaba con dos o tres ramas principales, que con el tiempo servían para obtener piezas curvas, tuertas o curvatones, esenciales para la construcción naval desde dichas ramas principales surgían otra serie de ramas, que podían servir para tablazón, pero, sobre todo, para la fabricación de carbón. La ventaja añadida venía dada por el aumento de productividad, ya que el régimen de cortes se adelantaba unos cuatro años -si los jarales eran cortados cada 12 o 15 años, los trasmochos de roble se podían cortar cada 10 años y los de haya, cada 5 o 6 años- la distancia de un árbol a otro permitía la expansión del árbol, teniendo la posibilidad de extender su ramaje hasta incluso un área total de 60 m 2 35

36 Entre los siglos XV y XVIII se fue conformando y mejorando el método de obtención de este tipo de árboles. En el siglo XVIII, en un momento en el que la silvicultura o dasonomía se estaba desarrollando de forma incipiente, el proceso se describía de esta forma:. 1. Siembra El primer paso consistía en sembrar la bellota o simiente en un terreno de buena calidad, bien durante el mes de noviembre (para el caso de robles, encinas, hayas y castaños) o bien durante todo el invierno, hasta marzo (para el caso de los nogales). Convenía colocar la bellota, hayuco o castaña de costado, de modo que se facilitase la salida del brote hacia el exterior. 2. Vivero A los dos o tres años de la siembra, las plantas en disposición de ser trasplantadas, conocidas con el nombre de chirpías, eran trasladadas entre los meses de noviembre y marzo, siempre en creciente de luna para aprovechar la fuerza de la savia, a otro terreno o vivero que había sido previamente preparado, cavado y abonado durante los meses de mayo, junio o julio. En el vivero, vallado para evitar la introducción de ganado, las chirpias debían ser colocadas linealmente a una distancia entre ellas de 70 cm, para permitir las labores de escarda con la azada y evitar que los árboles se molestasen en el proceso de crecimiento. Las escardas o limpieza de hierbas se debían realizar tres o cuatro veces al año, en marzo, junio, septiembre y diciembre. 36

37 3. Primera poda Dos o tres años después del trasladado al vivero, entre los meses de febrero y marzo, la chirpia de roble o haya se debía podar a 7 o 9 cm de distancia de la superficie de la tierra-esta operación no era necesaria en el caso de las hayas y nogales-. En junio de ese mismo período, se entresacaban las peores chirpías para conservar sólo las más rectas. Anualmente, entre noviembre y finales de enero, se debían cortar las ramitas innecesarias. Antes de dar el tercer paso, al arbolito se le cortaba la punta: en lugar de hacerse el corte en liso, se debía realizar a la mencionada altura mínima 2 5 metros, en la división de las ramas, en los brotones o donde fuese a salir el renuevo, para evitar que se secase o que se comiesen los pimpollos el ganado. 37

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39 4. Traslado al plantío El siguiente paso tenía lugar a los 6 o 7 años de estar la chirpía en el vivero, es decir, a los 9 o 10 años de edad del arbolito. Era el momento de trasladarlo definitivamente a los montes. Para entonces, el árbol debía contar con una altura aproximada de 2 5 metros y un grosor mínimo de 1 cm. La extracción de los árboles se realizaba de forma selectiva entre noviembre y mediados de marzo. El primer año, se arrancaban las más fuertes, dejando otro año de intervalo entre saca y saca, con el fin de que los árboles que quedaban en el vivero se recuperasen y se pudiesen beneficiar de la sombra del resto. Los trasplantes se realizaban dejando una distancia de 3 a 3 5 metros entre ejemplares, en el caso de los bravos, y de 5 5 a 7 5 metros, en el de los trasmochos. Esto dependía del relieve del terreno, siendo más espesa en pendiente (4 5 metros) y más holgada en llano (7 5 a 8 metros). Los árboles debían ser espinados -generalmente utilizando espino albar- y escardados una vez al año, cuando la tierra era poco fértil. 5. Entresaca A los 16 años de haber salido del vivero y estar en el plantío, es decir, cuando contaban ya con unos 25 años, los árboles destinados a bravos debían empezar a ser entresacados, con una cadencia de 10 años. La proporción adecuada era que, en un plantío de 400 árboles, al cabo de 60 años únicamente quedaran 100. Las entresacas no se debían realizar en el caso de los árboles trasmochos, que debían criarse holgados para que su cuerpo no fuese excesivamente alto y largo, sino grueso y poblado de ramas. 39

40 6. Primer corte de guía A los 7 años de estar plantado, esto es, a los 16 ó 17 años de edad, la guía del trasmocho debía cortarse a una distancia de 3-5 metros de la superficie de la tierra, dejándole todas las ramas intactas y enteras. de distancia del pendón. Lo mejor era que las podas se realizasen lo más alejadas del tronco. De esa forma, se evitaban las verrugas y se favorecía un crecimiento robusto y una forma adecuada para la obtención de piezas a utilizar en la marina real y mercante. En los árboles desmochados por primera vez, el momento más propicio para esta labor eran los menguantes de luna -también en los bravos destinados a construcción naval- desde el día de San Miguel, 29 de septiembre, hasta el día de Nuestra Señora -de la Anunciación o Encarnación-, 25 de marzo. En los ya trasmochados, las podas se realizaban entre el 20 de febrero y el 25 de marzo. Se debía procurar que ninguna rama quedase debajo del resto, puesto que la sombra de los retoños de la superior afectaba a los de la inferior. 7. Podas sucesivas Posteriormente, a los 8 o 10 años de haber practicado ese primer corte, se podaban las ramas más pequeñas, dejando las que prometían piezas curvas, es decir, se respetaba el tronco, la horca y el pendón. En terrenos que contasen con humedad y rico subsuelo, se recomendaba dejar al árbol un brazo u horca de 1 5 a 2 metros de extensión situado a 2 8 metros C. EL CARBONEO La principal actividad relacionada con la técnica del trasmocheo no guiado fue la obtención de combustible. La leña se aprovechaba para usos domésticos o suegurra y para la confección de carbón destinado a la industria siderometalúrgica. En el primero de los casos, el uso del hogar central no supuso la necesidad de importantes cantidades de madera. Pero a mediados del siglo XVIII, el paso a la cocina lateral con chimenea y tiro se tradujo en una mayor demanda de leña, lo que provocó también una oleada de talas ilegales. En esta época, en la mayoría de los municipios se entregaban dos carros 40

41 de leña, alrededor de una tonelada y media, a cada dueño de casa o casería. Sin embargo, el aumento de la demanda procedente de las capitales de provincia, como Gasteiz, Donostia, Bilbao o Pamplona, obligó a la generalización de importaciones de leña y carbón desde otros territorios y a la explotación de montes y bosques que hasta el momento habían tenido un uso coyuntural o aislado, como en el caso de las sierras de Andia, Urbasa o Altzania. La expansión demográfica y las nuevas roturaciones llevadas a cabo provocaron un fuerte retroceso forestal. Con la construcción de nuevos caseríos y la conversión de las bordas de madera en edificios de piedra, aumentó la demanda de cal y de tejas, un símbolo vinculado a la propiedad. En el caso de la fabricación de tejas, algunos ejemplos hablan de que en cada hornada se consumían unas 415 cargas de leña (26 Toneladas). Al mismo tiempo, la demanda de carbón vegetal se mantuvo o aumentó entre los siglos XVIII y XIX, debido a la continuidad de las ferrerías tradicionales y fanderías y a la aparición de numerosos hornos de reverbero, pudelado y altos hornos. Este carbón vegetal atendía también, hasta los años sesenta del siglo XX, las necesidades de las acerías de Araya, Bilbao, Luzuriaga y Orbegozo. El método de obtención de carbón vegetal apenas varió desde época medieval. En realidad, la operación se reducía a cocer la madera, sometiéndola a una determinada temperatura, para que los principales elementos volátiles se evaporasen y permaneciese únicamente el carbono que se combinaba con el oxígeno. 1. Confección de la plaza El primer paso consistía en buscar un lugar conveniente para establecer la txondarplaza o plaza de la carbonera, que debía ser allanada y acondicionada antes de acumular la madera y leña. 2. Acumulación de leña Posteriormente, en torno a la plaza, se llevaba a cabo el corte de la leña a utilizar. Generalmente, ésta era extraída, en el caso de montes comunales o concejiles, de árboles previamente marcados por el guarda o agrimensor, como ha ocurrido hasta fechas recientes en Ataun, Elosu- Legutio, Leitza u Oiartzun. En el centro de la carbonera, se colocaba un poste recto -que era extraído en cuanto se completaba la acumulación de madera y la carbonera- o cuatro tablas que dejaran en su interior un hueco de unos 25 cm 2 y que, apiladas de forma entrecruzada hasta una altura de 1 5 a 2 metros, servían de chimenea. La parte inferior se rodeaba de ramas secas y, de forma radial, se iban colocando los trozos de madera, mayores cuanto más cercanos a la chimenea. La madera se iba apilando de forma piramidal, depositando trozos de menor dimensión según ganaba altura para facilitar la elevación. 41

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43 3. Cubrición de la carbonera para facilitar la cocción Una vez finalizada la acumulación, se cubría la carbonera con tierra humedecida, musgo, tepes de césped, brezo, argoma, hojarasca húmeda y helecho para favorecer la cocción. La carbonera habitual, como se deriva de los testimonios recabados en Ataun o Ezkio-Itsaso, solía tener unos 3-5 m de altura y un volumen de unos sacos (cerca de 20 toneladas) de leña, que una vez cocida se convertía en 4 o 5 toneladas de carbón. 4. Encendido de la carbonera y combustión El encendido de la carbonera se hacía desde la boca superior de la chimenea a través del prendido de las ramas superiores o de un manojo de argoma. De esta forma, se iniciaba la carbonización, siguiendo una dirección centrífuga de arriba hacia abajo. Una vez completada la cubrición, con una pértiga de madera se realizaban en toda la circunferencia de la base de la carbonera una serie de orificios para facilitar la circulación de aire entre la chimenea y los mencionados conductos. El fuego del interior calentaba la madera fresca, provocando que se desprendiese la humedad. En una segunda fase de la combustión, la llama adquiría un color blanquecino. La madera iba menguando y la carbonera se agrietaba, por lo que debía ser regularmente alimentada con más leña y las grietas cubiertas con tierra. El tiempo de cocción de una carbonera de tamaño medio se situaba en torno a los 15 días o el mes. 5. Etapa final de la carbonización y enfriamiento de la carbonera Para facilitar la carbonización y favorecer el desprendimiento de vapores, se establecían con una pala respiraderos en la parte superior, que se sumaban a los mencionados orificios de la parte inferior. La cocción finalizaba cuando dejaba de salir humo, momento en el que se cambiaba la cobertura para iniciar el enfriamiento. Las aberturas y orificios eran tapados con la misma tierra, aplastándola con golpes de pala, una acción que se realizaba durante varios días. Una vez enfriada, la carbonera se descubría poco a poco, extrayendo con un gancho de madera los fragmentos de carbón, que eran cargados en sacos de marraga y transportados en carros, mulas y asnos. 6. Trasmocheo tradicional vasconavarro: finales del s.xix hasta mitad del s.xx. Los datos que aquí se presentan son el resultado de una encuesta llevada a cabo durante el año 2011 en diferentes localidades de Araba, Bizkaia, Gipuz- 43

44 koa y Nafarroa 4[1]. Para su elaboración, fueron entrevistadas unas veinte personas que en algún momento de sus vidas se habían dedicado al trabajo forestal, al trasmocheo y a la fabricación de carbón, siguiendo los métodos tradicionales. Las técnicas que utilizaron, y que pasamos 4.[1] Aretxabaleta (Patxi Abasolo y María Gallastegi), Ataun (Joxe Manuel Apalategi Tolosa y Santiago Lizarraga Larraza), Azkoitia (Jon Osinalde Arrieta), Belauntza (Pedro Juan Etxabe Ezeiza y Carlos Mendiola Aldalur), Eibar (Emilio Azurmendi Agirre), Elosu-Legutio (Gregorio Biteri Mendieta), Eskoriatza (Tomas Beitia Arejolabeitia y Francisco Biteri Azurmendi), Ezkio-Itsaso / Billabona (Joxe Nazabal Dorronsoro), Leitza (Miguel Barriola Zabaleta y Patxi Barriola Zabaleta), Oiartzun (Domingo Elizondo Lecuona y Joxe Manuel Etxarte Picabea), Oñati (Mikel Arregi Erostarbe, Javier Arregi Erostarbe, Javier Arana Lizarralde y Juan Lizarralde Elorza), Ubide (Eugenio Ibargutxi Barrondo), Urdazubi (Genaro Etxenike) y Viloria (Emilio Galdeano Echavarri). a describir, las aprendieron de sus padres y mayores, herederos de una larga tradición que en el ámbito vasconavarro hunde sus raíces en el siglo XIX. Este método de trabajo se utilizó hasta hace 50 o 60 años -e incluso, aunque de manera aislada, se sigue usando- para la obtención de leña destinada al uso doméstico o suegurra, a la elaboración industrial de pan y a la producción de carbón para su consumo en la siderometalurgia moderna. Sin embargo, en esta última etapa, los ritmos silvícolas fueron muy diferentes del último tercio del siglo XIX, cuando las ferrerías tradicionales, basadas en el sistema directo o de horno bajo, desaparecieron de la geografía vasconavarra. 44

45 Esta desaparición influyó en el régimen de cortes, que pasó de producirse cada 5 o 6 años, en las hayas, y cada 9 o 10, en los robles (s. XIX) para, a partir del siglo XX, pasar a ser de 10 a 12 años, en el caso de la obtención de leña doméstica y para panaderías (como ocurría en Belauntza, que abastecía a Tolosa o Ubide, que hacía lo propio con Vitoria), y de 40 a 60 años para la obtención del carbón utilizado en el temple del acero colado en factorías (como Araya, Luzuriaga, Orbegozo) o en la fabricación de motores (como Construcciones Juaristi). La técnica de trasmocheo que se va a describir no se corresponde con la que se aplicaba a los ipinabarros, sino a las modorras o árboles trasmochos sin guiar. Por ello, si bien tiene importantes similitudes con las técnicas descritas para el siglo XVIII, presenta algunas particularidades. En cualquier caso, existe una gran variedad geográfica a la hora de definir en euskera la técnica del trasmocheo: kapetatu, en Urdazubi (Nafarroa); inausi, en casi toda Gipuzkoa; enborratu o lepotu, en Oiartzun; mogarratu, en el oriente guipuzcoano y el macizo navarro de Cinco Villas; lepatu o lepotu, en Oñate. En algunas zonas de Bizkaia también se utilizaba el término mochar 7. Traslado al plantío Generalmente, en invierno y primavera, desde el vivero -perteneciente a las instituciones forales- se transportaban las plantas al lugar donde iban a ser trasplantadas, que no precisaba de preparación previa. En la mayoría de los casos, no se tenía en cuenta la luna, aunque en algunos lugares se recomendaba la luna nueva para el haya y la menguante para el roble. Con una azada se efectuaban los agujeros estableciendo una disposición en cuadrícula y se colocaba la planta fijada con una viurra o tres palos, para que creciese derecha. En el caso de las plantas procedentes del vivero, existían dos posibilidades. Como ocurría en Ataun y Eskoriatza, podían venir ya trasmochadas, con la guía principal cortada, las ramas transversales preparadas y las ramitas inferiores podadas, por lo que el tronco era liso y de un color más blanco del habitual -en Ataun se les llamaba aldapagoak-. También podía ser una planta que mantenía la guía principal para ser tratada con posterioridad. Las escardas se realizaban una vez al año o cuando se consideraba necesario, en función del terreno y de la producción de malas hierbas. En algunos casos, se recomendaba realizar el plantío en zonas de matorral, zarzal o helechal espeso que protegiesen la planta y le diesen sombra. 8. Primer corte de la guía Cuando la planta no venía preparada del vivero, al alcanzar los 20 años y una altura de entre 2 5 y 3 metros, se le cortaba -con sierra o con la propia mano- la guía principal, dejándole las ramas laterales para lograr el trasmochado, y se le limpiaban las ramas inferiores. Así se practicó en lugares como Belauntza, Eibar, Eskoriatza, Oñati -donde se denominaba pagolinderoa- o Ubide. 45

46 9. Podas sucesivas Las podas se podían realizar una vez que caía la hoja del árbol, pues se supone que es el momento en el que la savia se refugia en las raíces y se le infringe un menor daño. Por lo tanto, la poda se llevaba a cabo entre noviembre y marzo, aunque el mes más recomendable era el de enero. El haya se trasmochaba preferiblemente en luna nueva -en Azkoitia el primer viernes de dicha luna- y el roble y el castaño en menguante. En realidad, se creía que el respeto de las fases de la luna incidía en la calidad de la leña o madera que se quería obtener. Si la poda no se practicaba para la obtención de un determinado tipo y calidad de madera o leña, no importaba cuando se realizaba y no se respetaban las lunas. Para la obtención de leña de haya, era mejor la poda en luna nueva porque daba lugar a una llama más duradera y de mayor poder calorífico, mientras que si se podaba en otro momento podía sudar y desprender agua en el fuego. En el caso del roble, si se cortaba en menguante la carcoma apenas le afectaba, porque los nervios de la madera son mucho más compactos. Cuando se practicaba la poda, no se cortaban todas las ramas, excepto en el caso del castaño, al que no se le dejaban guías. En el resto, únicamente se talaban las más gruesas y torcidas, y se dejaban las más jóvenes -denominadas en Eskoriatza y Aretxabaleta pagotxaraka, txara o txarakapa-, finas y rectas a modo de guías, para que el árbol continuase su proceso de crecimiento a través de ellas. En algunos lugares como Azkoitia, Belauntza, Eibar o Urdazubi, al mismo árbol no se le podaban todas las ramas a la vez, sino que se le cortaban dos ramas cada año. En caso de que existieran ramas por debajo o en la cruz, éstas se cortaban desde su base. En caso contrario, siempre se debía dejar un pequeño margen o tocón, asegurándose de que existiera una rama por debajo del corte realizado. En ocasiones, se recomendaba cortar o realizar una serie de incisiones en la corteza del tocón, para que surgiesen nuevos retoños. La cadencia de podas también dependía de la calidad del suelo, pues como ocurría en Elosu-Legutio, en lugares en los que el suelo tenía poca profundidad, se dejaba más tiempo entre corte y corte, mientras que en el caso de suelos más profundos, el tiempo entre uno y otro era más reducido. La poda se realizaba esencialmente con hacha, por comodidad y porque la sierra arrastra el corte y deja la superficie lisa, y el hacha no, lo que era más efectivo a la hora de que brotasen nuevos retoños. El corte debía realizarse en chaflán, para que el agua corriese hacia el suelo y no se formasen pozos, y se podía hacer por entresaca o matarrasa; en el caso de la entresaca, únicamente se aplicaba sobre aquellos que tenían ramas suficientemente grandes para aportar la leña o el material requerido. Una vez derribada la rama se utilizaban hachas, sierras y cuñas. Las ramas cortadas para la obtención de carbón vegetal o leña doméstica, se dejaban secar al pie del árbol hasta el verano u otoño, mo- 46

47 mento en el que se transportaban hasta la plaza de la carbonera. En el caso de que la carbonera se construyese en invierno o cuando la leña se destinaba a panaderías, se transportaba de forma inmediata tras la poda. 47

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49 CAPÍTULO 3. LOS TRASMOCHOS EN EL S. XXI Los trasmochos surgen en Gipuzkoa como respuesta a la necesidad de maximizar los bienes de ellos obtenidos. La quiebra, en primer lugar, de la construcción naval y el posterior abandono del carbón vegetal como combustible fueron mermando su utilidad hasta que, hace varias décadas, se dejaron de manejar. Las podas de los trasmochos existentes se abandonaron, así como la creación de nuevos ejemplares. Pero, la producción de madera y leña es el único provecho que puede obtenerse de los trasmochos? Desde hace tiempo, somos conscientes de que, además de esos beneficios materiales, los árboles trasmochos aportan otros importantes servicios a las comunidades. Este capítulo se centra en dos de ellos: su contribución a los paisajes montanos, y por tanto, a la identidad del territorio, y el mantenimiento y conservación de determinadas formas de vida, lo que contribuye al mantenimiento de la biodiversidad. A. PAISAJE. VALOR CULTURAL Y ETNOGRÁFICO. La extensión de terreno que se ve desde un lugar se denomina paisaje. Esta definición es muy simple, pero introduce los dos elementos imprescindibles para su explicación: el observador, que debe ver, y el objeto, que debe ser visto. Por lo tanto, no existe un paisaje sin las personas que lo ven y lo interpretan. Es decir, además de los aspectos materiales (formas, texturas, colores ), el paisaje tiene un claro componente social. Profundizando en esta idea, el Convenio Europeo del Paisaje lo define como cualquier parte del territorio tal como la percibe la población, cuyo carácter es el resultado de la acción e interacción de factores naturales y/o humanos. 49

50 La preocupación actual por el paisaje está basada en la certeza de que cumple un importante papel en los campos cultural, ecológico, medioambiental y social. Constituye un recurso favorable para la actividad económica y contribuye a la constitución de las culturas locales, al bienestar de los seres humanos y a la determinación de su identidad. Los trasmochos son mucho más frecuentes en Gipuzkoa que en otros territorios y se han constituido como elementos característicos de la región y como parte de su identidad. Forman parte de la Gipuzkoa montana, aquélla situada a más de 500 metros de altitud, y están presentes en algunos de los lugares más característicos del Territorio Histórico. En ocasiones, se encuentran en pequeños grupos, mientras que en otras forman extensos bosques de cientos de hectáreas. Las zonas altas de Gipuzkoa se caracterizan por la roca caliza, los verdes pastos que aprovechan los rebaños de latxas, vacas y yeguas, las majadas de los pas-

51 tores y los bosques de hayas. En algunas ocasiones, éstas últimas son bravas y, en otras, trasmochas. Normalmente, pequeños grupos de árboles trasmochos se encuentran en las proximidades de las ermitas dispersas por las montañas guipuzcoanas, lugares tradicionales de encuentro para los habitantes de los valles circundantes. A los paisajes que son fruto de la interacción entre la naturaleza y el hombre se les conoce como paisajes culturales. Éstos ilustran la evolución de la sociedad y de los asentamientos humanos a lo largo de los años, bajo la influencia que presenta el entorno natural y las fuerzas sociales, culturales y económicas. Los trasmochos son indudablemente un paisaje cultural. Son el fruto del manejo por parte de varias generaciones de personas de unos elementos naturales (árboles de diversas especies), para la obtención de madera (vigas de edificios, escoras para los astilleros o masteleros para las embarcaciones) y leña, compatibilizándolo con la existencia del propio árbol y con el aprovechamiento ganadero. Los cambios sociales y económicos se han reflejado en los trasmochos y en su presencia en el paisaje. La necesidad de madera para la construcción naval propició su origen y su existencia fue extendiéndose desde la costa hacia el interior. Inicialmente, debieron ser principalmente trasmochos guiados para la obtención de piezas para las naves o

52 ipinabarros. Posteriormente, este tipo de trasmocho fue desapareciendo de los montes guipuzcoanos con la desaparición de la fabricación de barcos de madera, y se fue sustituyendo por los trasmochos no guiados. En los últimos años se ha producido un nuevo cambio con el abandono de las podas. De este modo, el trasmocho que es característico hoy en día, con gruesas ramas sobre la cruz, debió ser muy escaso anteriormente. Las reiteras podas cada años impedían que las ramas principales tuvieran grandes diámetros y que alcanzaran las alturas a las que hoy estamos acostumbrados. Los paisajes culturales no son inmutables y los de trasmochos no son una excepción. Además del cambio morfológico que suelen adoptar los propios árboles al vegetar y crecer, también el entorno va adaptándose a los condicionantes sociales, económicos y administrativos que se han desarrollado conjuntamente, y en respuesta al ambiente natural. Los paisajes guipuzcoanos con presencia de trasmochos nos revelan el pasado naval del territorio, la primera industrialización de los valles y la existencia de diversos oficios que han desparecido (ferrones, hacheros, bosquejos, carboneros, carpinteros, carpinteros de ribera o carpinteros de blanco ) Actualmente, existe un movimiento en pro de la protección, gestión y conservación de los paisajes. Ello está motivado por el convencimiento de que éste es un elemento importante para la calidad de vida individual y social y para la actividad económica. El hecho de que el paisaje con trasmochos sea un paisaje cultural hace necesario que los árboles sean nuevamente manejados. De no hacerlo y, como a todo ser vivo, les llegará su senescencia, muerte y desaparición. B. FUNCIONES ECOLÓGICAS Y BIODIVERSIDAD ASOCIADA Los trasmochos se presentan normalmente en grupos, formando bosques y bosquetes de diversa extensión. Menos frecuentes son los árboles aislados. En cualquier caso, los trasmochos forman parte de hábitats más amplios y conviven con diversas especies típicas y características. Algunas de esas especies son muy específicas y utilizan exclusivamente unos nichos concretos, con muy escasas posibilidades de desarrollarse en otras condiciones ambientales. Otras, en cambio, tienen unos espectros vitales amplios, que les permiten desarrollarse en diversos hábitats y ambientes. La mayor parte de los bosques vascos están formados por árboles jóvenes, aunque algunos presenten portes importantes. Esta estructura deriva de la intensa explotación a la que fueron sometidos en los siglos pasados. En consecuencia, este tipo de bosques jóvenes suelen ser colonizados preferentemente por especies generalistas, adaptables y capaces de explotar muchos tipos de recursos. Son muy escasos los árboles maduros, centenarios, senescentes y en decaimiento, con presencia de abundantes huecos, madera en distintas fases de pudrición Esta diversidad de microambientes hace 52

53 que los árboles viejos cumplan un importante papel como reservorios de biodiversidad forestal, ya que son muchas las especies que dependen, en mayor o menor medida, de esos huecos y pudriciones para completar su ciclo biológico. Ante la escasez de árboles viejos en los bosques vascos, algunas especies encuentran sus ambientes necesarios en los árboles trasmochos. En ellos, la presencia de heridas y pudriciones, normalmente fruto de las intensas podas a las que han estado sometidos, originan unos entornos muy singulares, que permiten que medren variadas formas de vida. De hecho, son numerosísimas las que habitan sobre los troncos de los árboles trasmochos, pudiéndose encontrar representantes de los reinos vegetal, animal y fungi. Numerosas especies vegetales se asientan sobre el tronco y ramas de los trasmochos como algas, líquenes, musgos y helechos. En ocasiones, sobre algunos grandes trasmochos crecen plantas superiores, o incluso otros árboles o arbustos. La presencia de estos organismos es importante porque crean diferentes nichos que son utilizados por muchas especies de insectos que se alimentan o se guarecen en ellas. Las pudriciones y la madera muerta de los trasmochos son elementos indispensables para que se desarrollen ciertos hongos. La diversidad de especies de hongos que habitan en ellos es muy 53

54 elevada. Algunas crean asociaciones simbióticas, denominadas micorrizas, para que las raicillas del árbol se asocien con las hifas del hongo, beneficiándose ambos organismos. Otros son hongos saprófitos y se alimentan de los restos del árbol, ya sea una vez muerto o en descomposición, y de los restos orgánicos que produce (hojas, ramas, etc.). Existen hongos especializados en cada una de las fases por las que va pasando la madera en descomposición, creándose una sucesión en las especies presentes desde que la madera empieza su pudrición hasta que desaparece finalmente del medio. La relación existente entre la presencia de árboles centenarios y la de invertebrados saproxílicos es conocida desde hace tiempo. Los saproxílicos son un grupo amplio de invertebrados que se caracterizan porque dependen durante parte de su ciclo vital fase larvaria y reproducción fundamentalmente de la madera muerta o senescente de árboles, de los hongos de la madera o de la presencia de otros saproxílicos. Entre los más conocidos se encuentran los coleópteros o escarabajos saproxílicos, con representantes como el Ciervo volador (Lucanus cervus), especie que se desarrolla en las partes voluminosas y muertas situadas bajo tierra de todos los caducifolios (tocones, raíces, partes de árboles vivos o restos de árboles muertos). Rosalia alpina es una especie muy vistosa que depende fundamentalmente de la presencia de madera seca de haya, por lo que llega a ser muy abundante en algunos bosques de trasmochos. Esta especie tiene un notable interés para la conservación y la Unión Europea la considera una de las especies prioritarias. Otra especie prioritaria, pero menos atractiva estéticamente, es Osmoderma eremita. Este gran escarabajo negro vive en grandes cavidades de frondosas y en Gipuzkoa, hasta la fecha, solamente se ha encontrado sobre árboles trasmochos. No obstante, la lista de coleópteros saproxílicos presentes en los bosques de Gipuzkoa es muy extensa, superando ampliamente el centenar de especies. Los árboles trasmochos son también importantes para las aves. Se considera que al menos un tercio de las aves forestales dependen de la presencia de árboles con huecos y madera muerta, ya que sobre ellos encuentran las cavidades para nidificar o como fuente de alimentación. Entre las aves ligadas a estos árboles, destacan los pájaros carpinteros, que perforan sus propios nidos sobre los troncos gruesos de los árboles maduros y generan cavidades utilizables por otras especies. 54

55 La mayor parte de las aves rapaces nocturnas necesitan árboles con huecos apropiados para nidificar, como el cárabo, una especie netamente forestal. Pero también algunas especies adaptadas a medios rurales y a la campiña, como el autillo, el mochuelo y la lechuza, crían en ocasiones en huecos de árboles. Las pequeñas aves, como algunos paseriformes, también necesitan pequeños huecos y cavidades en los que instalar sus nidos. Es el caso del trepador azul, el agateador común, el herrerillo común o el carbonero palustre, cuya presencia es frecuente en las zonas con trasmochos. Entre los mamíferos, uno de los grupos más ligados a los árboles viejos es el de los quirópteros o murciélagos forestales. Estos pequeños voladores necesitan de grietas y cavidades en los árboles para descansar durante el día. El entorno de estos árboles suele ser una zona apropiada para alimentarse debido a la presencia de insectos. Los murciélagos están considerados como uno de los grupos animales con mayor número de especies amenazadas, en gran medida debido a la importante utilización de insecticidas para el control de las plagas. En el caso de los quirópteros forestales, este hecho se ve agravado por la escasa presencia de bosques maduros, hábitats donde estas especies alcanzan sus mayores densidades. Muchas de estas especies necesitan por lo tanto a los trasmochos para sobrevivir. Sin ellos, desaparecían de nuestros bosques y en muchas ocasiones sería difícil que volvieran a colonizarlos, dada la escasa capacidad de dispersión que tienen. La preocupación existente hoy en día por la conservación de la biodiversidad es manifiesta. Sin embargo, los últimos datos recogidos en sucesivos inventarios forestales permiten ser optimistas, ya que actualmente nuestros bosques están in- 55

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57 mersos en un lento proceso de aumento de su madurez, con un creciente número de árboles viejos para que se mantengan comunidades forestales amplias y estables. Hasta que los ejemplares de hoy en día adquieran esa madurez, necesitaremos otro tipo de árboles que ofrezcan esos microambientes, donde puedan sobrevivir y mantenerse esas especies tan valiosas y singulares. Esta situación es común a la mayor parte de los bosques europeos. En países nórdicos como Suecia se utilizan técnicas para acelerar el envejecimiento de los árboles en bosques muy jóvenes mediante la creación de diferentes tipos de huecos y heridas en troncos y ramas. De este modo, logran que en esos bosques se encuentren los ambientes necesarios para el desarrollo y mantenimiento de especies singulares hasta que la propia dinámica natural origine un bosque maduro con la presencia de árboles viejos. En Gipuzkoa, el trabajo de los carboneros y los ferrones nos ha dejado una importante presencia de árboles que cumplen estas funciones. Los necesitaremos para conservar la biodiversidad forestal hasta que nuestros bosques alcancen una madurez suficiente. C. PROBLEMÁTICA DE LOS ÁRBOLES TRASMOCHOS. RIESGO DE DESAPARICIÓN Los cambios socioeconómicos sucedidos durante la última mitad de siglo XX supusieron la casi total desaparición del trasmocheo en Gipuzkoa. El despoblamiento rural, la necesidad de mayores productividades en el sector primario y la irrupción de los combustibles fósiles provocaron el abandono de las podas en los trasmochos. Anteriormente, cada años, esas ramas eran cortadas y el ciclo se iniciaba de nuevo. Pero al dejar la poda, las ramas situadas sobre el tronco principal continuaron creciendo, fueron aumentando de grosor y acumulando cada vez más biomasa sobre el tronco principal. Este proceso continuado ha ido elevando progresivamente el centro de gravedad de los árboles, lo que afecta negativamente a su estabilidad y les hace cada vez más vulnerables. Un número importante de árboles sufren roturas todos los años, situación que no se limita a las ramas, ya que al estar muchos troncos huecos o podridos, las roturas se extienden hasta la base del árbol. Un porcentaje de éstas se producen como consecuencia de las nevadas. Las grandes copas que caracterizan a los trasmochos no podados retienen importantes cantidades de precipitación en forma de nieve, y los troncos debilitados por las repetidas podas y podredumbres no son capaces de soportar el peso y se quiebran. Dos ejemplos ilustran la magnitud de este problema. Según las parcelas remedidas en el Inventario Forestal de la CAPV, se estima que entre 1996 y 2005 desaparecieron de los bosques de Gipuzkoa en torno a hayas trasmochas, aproximadamente un 8% del total, aunque no se puede saber cuántas 57

58 lo hicieron debido a la motosierra o el hacha y cuántas por causas naturales. Por otro lado, en Oieleku, donde existen unas 200 hectáreas de hayedo trasmocho, se estima que anualmente unas 10 o 12 desaparecen debido a los temporales de nieve y viento. Por tanto, se trata de un proceso relativamente rápido que va a ir rarificando la presencia de trasmochos en los montes gipuzkoanos. No es esperable que este proceso se revierta, dado que hoy en día no se crean nuevos trasmochos mediante nuevas podas en árboles bravos o plantados, como se hacía anteriormente. D. EL TRASMOCHEO COMO PARTE DE LA GESTIÓN DE LOS HÁBITATS FORESTALES Ya se han descrito las razones que empujan a la conservación de los árboles trasmochos como elementos funcionales de los bosques que les dotan de heterogeneidad espacial y como elementos caracterizadores de un paisaje cultural, fruto de costumbres y modos de vida anteriores no muy lejanas. Estas razones son también las que debieron motivar a la Diputación Foral de Gipuzkoa, hace ya más de 25 años, a subvencionar a los propietarios particulares de montes singulares por la conservación de los árboles viejos y trasmochos que tuvieran en sus terrenos. Fue el primer paso de una gestión con visos más conservacionistas, de los sistemas forestales. La ejecución consecutiva de los proyectos LIFE Aiako Harria y LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos han puesto en valor la importancia del arbolado trasmocho como hábitats de numerosas especies, entre las que se encuentran algunas prioritarias para la Comisión Europea como son los coleópteros Rosalia alpina y Osmoderma eremita. Los resultados del LIFE Aiako Harria apuntaban directamente a la importante contribución de los trasmochos para la conservación de la biodiversidad forestal y el LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos ha sido fundamental para empezar a actuar en el medio natural y trabajar directamente sobre el arbolado para la conservación de este tipo de árboles tan singulares. Sin embargo, existe una gran incertidumbre respecto a lo que va a pasar una vez finalice el actual proyecto LIFE y con él desaparezcan los fondos económicos que sostienen la importante labor de conservación y mejora de los bosques de Gipuzkoa, mediante la protección de los trasmochos y la creación de nuevos trasmochos de futuro. Para superar esta incertidumbre se hace necesaria la incorporación de los objetivos de conservación, en sentido amplio y a largo plazo, en los ecosistemas forestales, de manera que se genere una gestión equilibrada donde tengan cabida las actuaciones para conservar y las de fines productivos. Entre todas las actuaciones que se están viendo como necesarias para lograr siste- 58

59 mas forestales maduros, con la estructura y funciones ecológicas adecuadas, algunas son fáciles de incorporar en la gestión y sólo necesitan de la buena voluntad de los gestores para ejecutarlas. Se trata, por ejemplo, de respetar la madera muerta una vez se han iniciado los ciclos vitales de los coleópteros saproxílicos que han podido colonizar dicha madera muerta o evitar marcar para entresaca o suertes de leña, árboles maduros o en decaimiento. Por el contrario, otro tipo de actividades como las mismas podas para el trasmocheo requiere de un esfuerzo mayor y parece que sólo sería efectiva en caso de estar asociada a un beneficio económico para quien decida realizar las cortas periódicas. El incipiente mercado de la biomasa forestal para surtir de combustible a entornos locales, en calderas a pequeña escala o en los hogares tradicionales, podría ser una fuente de demanda de madera y la corta selectiva de ramas (trasmocheo) podría ser una buena alternativa a la corta del árbol por su base.

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61 CAPÍTULO 4. ESFUERZOS DE CONSERVACIÓN Cada vez con mayor nitidez, se va reconociendo a los árboles trasmochos su gran papel en cuanto a la conservación de la biodiversidad, del patrimonio genético y de la herencia cultural e histórica del pueblo vasco. Sin embargo, este reconocimiento no suele ir acompañado de medidas de fomento para su conservación. Al contrario, para muchos propietarios forestales constituyen una carga financiera, ya que suelen requerir importantes inversiones para su conservación activa, y una carga legal, debido a las limitaciones planteadas en ocasiones por la Administración para la realización de algunos trabajos forestales. En esta tesitura, muchos propietarios han optado por su abandono. A la falta de rentabilidad de las labores de trasmoche se añaden, para los propietarios de estos árboles, otros problemas prácticos, como la estructura de la propiedad (muchos de estos árboles trasmochos se ubican en parcelas de pequeño tamaño) o su localización geográfica (suelen situarse en terrenos altos, de baja productividad y alejados de la red viaria forestal). En los últimos años, las acciones de este tipo promovidas por propietarios particulares han sido escasas y muy limitadas en el espacio. Sin embargo, poco a poco se va ampliando la relación de acciones de conservación llevadas a cabo en el País Vasco en los últimos años por parte de la Administración y relacionadas con los árboles trasmochos. El siguiente listado de iniciativas se desglosa según la institución pública que las ha promovido, constatándose una gran variedad dentro de las iniciativas puestas en marcha. Pero más allá de las medidas concretas aquí reseñadas, hay que citar el cambio de mentalidad registrado a lo largo de los últimos años entre muchos propietarios, guardas y técnicos forestales. Se ha pasado de considerar a los viejos árboles trasmochos como ejemplares a marcar y a eliminar, destinados a convertirse en leña o candidatos a su corta en cualquier intervención selvícola por su escaso valor comercial, a respetarlos por sus valores culturales y naturalísticos. Los resultados conseguidos en los últimos años, en cuanto al aumento de la biodiversidad asociada a estos árboles y a la conser- 61

62 vación de su patrimonio genético, están a la vista. ensayos de mecanización de los trabajos de reconducción de hayedos de trasmochos interrumpidos gestión y seguimiento de labores de trasmochado en limpiezas y ampliaciones de líneas eléctricas respuesta a las peticiones de propietarios privados y Ayuntamientos que solicitan asesoramiento sobre posibles actuaciones a desarrollar en masas de frondosas adquisición de terrenos con arbolado trasmocho. Las Diputaciones Forales, como encargadas de la administración forestal en cuanto a gestión de los montes públicos y tutela de los montes privados, han ido desarrollando diversas labores relacionadas con la conservación de los árboles viejos y trasmochos: labor de concienciación con propietarios privados y ayuntamientos y de formación de guardas y técnicos forestales sobre la importancia de conservar estas estructuras y la madera muerta claras sobre los pies adyacentes para favorecer los árboles trasmochos y evitar su ahogamiento en algunos casos ensayos de reconducción de hayedos de trasmochos interrumpidos (es decir, trasmochos cuya poda se dejó de realizar desde hace décadas) y fomento de la madera muerta A. GIPUZKOA Gipuzkoa es el Territorio vasco que alberga una mayor extensión de hayedos trasmochos. A partir de los datos del Inventario Forestal del País Vasco, se calcula que, de las hectáreas que ocupan los hayedos en Gipuzkoa, la superficie con trasmochos se acerca a las 62

63 7.200, dentro de las cuales los arbolados trasmochos más o menos puros no superarían las hectáreas. La Diputación Foral de Gipuzkoa ha sido particularmente activa en cuanto a las actuaciones de conservación del arbolado viejo, hecho motivado por tratarse del territorio vasco con mayor superficie ocupada por hayedo trasmocho: Estudio sobre compensaciones por denegación de cortas (2007). Este trabajo inventaría todas las parcelas de arbolado privado por el cual se han concedido ayudas económicas a cambio de un compromiso de conservación de esos árboles durante al menos 20 años. Desde 1988, se ha conseguido así evitar la corta de unos árboles repartidos por unas 164 ha, de ellos hayas y robles, con unos árboles trasmochos incluidos en total. Trabajo de Árboles singulares en Gipuzkoa, encargado a IKT (2009). Este trabajo se basaba en una recopilación por parte de la guardería forestal de cerca de una centena de árboles de gran tamaño y espectacularidad dentro del Territorio. Algunos de esos árboles son trasmochos y podrían ser candidatos en el futuro a su declaración como Árboles singulares por parte del Gobierno Vasco. 63

64 Entre 2005 y 2010 se desarrolló el Proyecto LIFE+ Aiako Harria, impulsado también por la Diputación Foral de Gipuzkoa, que posibilitó el contacto con diversos expertos europeos en la conservación de trasmochos y facilitó la realización de diversos estudios de biodiversidad y actuaciones concretas en hayedos trasmochos del citado Parque Natural y LIC de Aiako Harria, principalmente en Oieleku (Oiartzun). Capítulo aparte merece la mención del proyecto LIFE+ Biodiversidad y trasmochos o, denominado de forma amplia, Manejo y conservación de los hábitats de *Osmoderma eremita, *Rosalia alpina y otros saproxílicos de interés comunitario en Gipuzkoa. Este proyecto, de ámbito temporal , se compone de diversas acciones relacionadas entre sí a desarrollar en cinco LIC de montaña de Gipuzkoa: Aiako Harria, Aizkorri-Aratz, Aralar, Pagoeta y Ernio-Gatzume. B. EN LA CAPV Aunque el Gobierno Vasco apenas cuenta con competencias forestales, ha llevado a cabo diversas medidas encaminadas a divulgar y aumentar el grado de protección y conocimiento de los árboles trasmochos, como: Declaración de árboles singulares La legislación se basa en la Ley 16/1994, de 30 de junio, de Conservación de la Naturaleza del País Vasco, en concreto en su Artículo 16: Los árboles singulares son los ejemplares de árboles que por sus características extraordinarias o destacables (tamaño, edad, historia, belleza, situación, etc.) merecen una protección especial. El Decreto 265/1995, de 16 de Mayo, declaró 14 árboles singulares, mientras que el Decreto 23/1997, de 11 de Febrero, ha declarado los 11 restantes, todos ellos propuestos por las respectivas Diputaciones Forales. Desde 1997 no se ha declarado ningún árbol singular. 5 Algunos de estos 25 árboles declarados como Singulares en el País Vasco son trasmochos, como es el caso del Haya de Altzo (Gipuzkoa) o la Encina juradera de Angosto (Álava). Publicaciones Se han publicado diversos libros dedicados a los árboles declarados Singulares o candidatos a serlo en el País Vasco. Jornadas sobre arboricultura El instituto Itsasmendikoi ha celebrado varias ediciones de estas Jornadas, en las que los árboles monumentales y trasmochos suelen recibir una atención especial. En 2009 fue la Delegación en el País Vasco del Colegio de Ingenieros de Montes quien tomó ese relevo y organizó en Derio una jornada sobre Árboles viejos y trasmochos. 5. El listado de esos árboles y su ubicación pueden ser consultados en la web ejgv.euskadi.net/. 64

65 Diputación Foral de Álava La Diputación Foral de Álava gestiona una gran superficie de monte público (unas ha) y una considerable superficie de hayedos situados en montes públicos (unas ha, un 60% del total de extensión total de hayedo en el País Vasco). Cuantitativamente, los arbolados trasmochos no ocupan una superficie considerable de esos montes, pero sí reúnen un gran valor cualitativo, ya que se concentran de forma dispersa en rincones de gran interés natural por su rareza y valor naturalístico dentro del País Vasco. Algunas de las actuaciones llevadas a cabo en los últimos años en estos arbolados trasmochos han sido: - Labores de investigación, difusión y adecuación de los robles trasmochos monumentales de la zona de Arimotz (montes de Munain y Okariz) - Creación de Reservas forestales en arbolados de gran interés natural, en aplicación de la Norma Foral de Montes nº11/ Iniciativas en Parques Naturales: Gorbeia, Aizkorri-Aratz e Izki. En el primero de ellos se ha conseguido realizar Planes de Gestión forestal en los hayedos públicos de Urkabustaiz, Zuya y Zigoitia y se han retrasmochado una docena de hayas viejas en el entorno de Mairulegorreta (Gopegi). En el segundo, se han inventariado los robles trasmochos monumentales de Zalduondo y Gordoa, planificando y comenzando algunas actuaciones puntuales en el entorno de esos robles de Zalduondo. En el tercero, se acaba de aprobar un nuevo proyecto LIFE+ denominado Pro-Izki, a través del cual se espera poner en marcha diversas acciones de conservación del arbolado de robles y su biodiversidad asociada. Diputación Foral de Bizkaia La Diputación Foral de Bizkaia ha llevado a cabo diversas acciones dirigidas a aumentar su superficie de trasmocho y a regenerar o conservar esos montes: Aprobación de la Norma 11/97, de Régimen específico de diversas especies forestales autóctonas, que ha permitido proteger de las cortas los ejemplares y bosquetes de frondosas naturales, incluyendo los árboles trasmochos Publicación del Libro El haya en Bizkaia, en la que Antonio Buesa describe su experiencia con esta especie y sus acciones pioneras de regeneración forestal en el hayedo trasmocho de Otxandio (MUP El Limitado) Adquisición de terrenos de hayedo trasmocho de propiedad privada en Parques Naturales. En 2002, la Diputación Foral de Bizkaia encargó a IKT la realización del Plan de gestión de diversos hayedos situados en montes patrimoniales recién comprados en la parte de Bizkaia del Parque Natural de Gorbeia (unas 165 ha). 65

66 Actuaciones de recuperación de la actividad de trasmochado en diversos hayedos de Zeanuri (Parque Natural de Gorbeia) y del entorno de Urkiola, entre 2009 y 2012, con los objetivos de conservar esos bosques y posibilitar, en los casos donde sea posible, la actividad silvopastoral. Ayuntamientos Las Entidades Locales, como Ayuntamientos o Concejos (caso de Álava), son propietarias de una gran parte de los montes públicos vascos y, también, de sus arbolados trasmochos. Hay que citar las recientes actuaciones realizadas por la asociación Trepalari y promovidas por el Ayuntamiento de Amurrio en el hayedo trasmocho de Goikomendi-Kuxkumendi, situado en monte público, donde ya se habían recuperado una carbonera y diversos senderos interpretativos. También se han acometido actuaciones de retrasmochado en una docena de quejigos del bosque de Armentia (Vitoria-Gasteiz) Diversos Ayuntamientos de Gipuzkoa y Navarra se están mostrando muy activos en la realización y planificación de actuaciones en los hayedos trasmochos de sus ámbitos locales: es el caso de Oiartzun y sus diversas actuaciones de recuperación del trasmoche durante la última década en el hayedo de Oienleku en Eibar se están planificando actuaciones de mantenimiento en los hayedos trasmochos de Arrate y de San Roman (de Usartza hacia Kalamua) Azpeitia cuenta con parcelas patrimoniales con hayedo trasmocho en el monte Izarraitz En el caso de Navarra, hay que citar diversas actuaciones de retrasmochado en hayas de Leitza y Jauntsaras, con un importante impacto en los medios de comunicación. Otros actores Fuera del ámbito público, hay que citar las actividades de la Asociación para la conservación de los árboles y bosques maduros en Navarra ( org/), que organizan periódicamente visitas al monte para dar a conocer la riqueza en árboles viejos de Navarra. La Fundación Asmoz, dependiente de Eusko Ikaskuntza, organizó con éxito en 2011 un curso online sobre Árboles trasmochos: Tradición, gestión y conservación, con participación de diversos actores y expertos en el tema. Igualmente, en 2012 la Fundación Asmoz, en colaboración con HAZI, ha organizado un nuevo curso online de duración más reducida, titulado Pasado, presente y futuro de los árboles Trasmochos. Las ponencias de ambos cursos están disponibles en Internet. C. EN OTRAS ZONAS Actualmente se están llevando a cabo en algunos montes de Castilla y León experiencias novedosas de creación de nuevos 66

67 trasmochos mediante procesadoras forestales. El aumento que está conociendo el precio de la leña está favoreciendo la realización de tratamientos selvícolas en estos montes de frondosas. Es el caso de un monte público del norte de León (Dehesa de Corrales), antiguamente adehesado, ocupado hoy por un denso rebollar (Quercus pyrenaica), con bajos diámetros medios, y en el que los brotes de cepa y raíz crecen con profusión tras la corta del arbolado. Así como en este caso la experiencia se autofinancia mediante la venta de la leña generada, en otro monte público de Burgos, en la Sierra de la Demanda, se está realizando una actividad semejante, aunque en este caso con cargo al Fondo de Mejoras y con vistas a proporcionar leña a los vecinos. La idea central de estas actuaciones es controlar el rebrote de los rebollos cortados y evitar los brotes epicórmicos en los pies de porvenir, procediendo a cortar a 3-4 m de altura el fuste de los rebollos sin porvenir, de forma que puedan rebrotar a esa altura en forma de pies trasmochos, sin llegar a competir con los fustes de porvenir. Estas novedosas experiencias parecen mostrar éxitos iniciales debido a que no resultan muy costosas (la leña suele tener interés comercial) y a que se crea una masa con árboles de porvenir, con valor futuro de madera de calidad, con un subpiso de árboles ramosos destinados a favorecer la biodiversidad. Las bajas pendientes de estos montes, que facilitan esta mecanización de los trabajos, hacen que la experiencia no sea exportable a otros montes de topografía más irregular. En el apartado de propuestas, hay que citar las investigaciones llevadas a cabo a lo largo de los últimos 20 años en el hayedo de Montejo de la Sierra por parte de Luis Gil y sus colaboradores de la Universidad Politécnica de Madrid. Entre sus recomendaciones para la gestión se encuentran las de favorecer mediante aclareos en su entorno a los árboles viejos y/o trasmochos y las de favorecer la supervivencia de trasmochos actuando sobre aquellas ramas que manifiesten problemas mecánicos. El tradicional paisaje ibérico de las dehesas es un inmenso conjunto de árboles trasmochos, generalmente encinas, alcornoques y fresnos. La gestión de estos espacios adehesados varía entre dos extremos: la dehesa salmantina, como ejemplo de área en la que el trasmoche es generalizado e intenso, y otras zonas más sureñas, en las que el trasmoche es menos frecuente y la Administración forestal regula intensamente esas prácticas de poda. Por último habría que citar diversos paisajes tradicionales, agrarios y forestales, generados por la práctica repetida de podas arbóreas: Soutos de castaños del noroeste peninsular, antiguas dehesas boyales de quejigos, olmos y fresnos, bosques adehesados de fresnos en ambas Castillas, paisajes de chopos cabeceros de Teruel, En general, estos paisajes están relacionados con la ganadería extensiva y su conservación, tal y como se han mantenido en los últimos siglos, se encuentra en peligro por la pérdida paulatina de las prácticas de poda. 67

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69 CAPÍTULO 5. LA EXPERIENCIA DEL PROYECTO LIFE+ BIODIVERSIDAD Y TRASMOCHOS El proyecto LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos comenzó su andadura en enero de 2010 gracias al impulso de la Dirección de Montes y Medio Natural del Departamento de Desarrollo del Medio Rural de la Diputación Foral de Gipuzkoa (DFG). El título completo del proyecto es Manejo y Conservación de los hábitats de Osmoderma eremita, Rosalia alpina y otros saproxílicos de interés comunitario en Gipuzkoa, y su duración prevista es de tres años. Cuenta con un presupuesto superior a los 3 millones de euros, de los que la mitad son aportados por la Comisión Europea. Los proyectos LIFE están concebidos para poner en marcha acciones de conservación concretas en el medio natural, dejando en un segundo plano estudios, investigaciones y seguimientos a largo plazo, ya que se parte de la premisa de que el conocimiento ya se posee y es tiempo de poner en práctica todo el saber adquirido durante tantos y tantos años de estudio. Cuando la DFG se lanzó a la aventura de este LIFE ya tenía la experiencia previa y positiva del LIFE Aiako Harria, centrando en la gestión para la conservación de los valores naturales de este Lugar de Interés Comunitario (LIC), con especial atención en los ecosistemas de ribera y los hayedos. Los resultados de las actuaciones forestales en Aiako Harria junto a los obtenidos en otros parques naturales guipuzcoanos, que apuntaban a una relación estrecha entre la presencia de coleópteros de interés comunitario (según la Directiva Hábitats) y el arbolado viejo trasmocho, supusieron el espaldarazo final para poner en marcha un proyecto de conservación de la naturaleza que garantizara la permanencia a largo plazo de los trasmochos. Este tipo de árboles intensamente podados se ha convertido actualmente en uno de los escasos refugios que muchos 69

70 organismos encuentran en unos bosques fuertemente manejados y antropizados, donde los trasmochos son la mejor representación del arbolado viejo. Entre las amenazas más importantes a la biodiversidad que se relatan una y otra vez, se encuentra la pérdida de hábitats adecuados para las especies y la fragmentación de los mismos, lo que impide la expansión de las poblaciones y el intercambio genético entre individuos. Ésa es precisamente la finalidad última del LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos: la conservación a largo plazo de los hábitats de los coleópteros saproxílicos de interés comunitario presentes en Gipuzkoa. Es decir, la permanencia de árboles viejos en decaimiento o muertos y en distintas fases de descomposición, lo que en Gipuzkoa se traduce en la conservación del arbolado trasmocho. Muchos son los especialistas europeos que se sorprenden ante la cantidad de ejemplares viejos trasmochados que se extienden por los montes de Gipuzkoa formando verdaderos bosques. No se trata de ejemplares sueltos que se conservan todavía de manera aislada y que necesitan de una gestión particularizada. Se trata de bosquetes que llegan a ocupar hasta 300 hectáreas, con una densidad de más de 100 árboles por hectárea, lo que exige que la gestión para su conservación tenga que contemplar pautas de manejo del bosque. A. OBJETIVOS El objetivo general del proyecto es la conservación a largo plazo de los coleópteros saproxílicos de interés comunitario presentes en Gipuzkoa 70

71 mediante la permanencia del arbolado trasmocho. Para la consecución de este objetivo se han establecido otros más específicos que implican: Aumentar el conocimiento sobre las poblaciones de Osmoderma eremita, Rosalia alpina, Lucanus cervus y Cerambyx cerdo presentes en los cinco LIC área de estudio (Aiako Harria, Aizkorri-Aratz, Aralar, Ernio-Gatzume y Pagoeta) Garantizar la disponibilidad a largo plazo de arbolado trasmocho, como hábitat de la comunidad saproxílica, en los bosques guipuzcoanos Caracterizar los bosquetes de árboles trasmochos, relacionando parámetros forestales con parámetros ecológicos Desarrollar una metodología adecuada para la conservación a largo plazo de los trasmochos y su biodiversidad asociada Crear zonas de reserva de arbolado trasmocho Documentar y recuperar técnicas tradicionales de trasmocheo Contribuir al conocimiento global europeo sobre la importancia de los trasmochos para la biodiversidad y como elementos estructurales típicos de bosques maduros Sin olvidar la concienciación y la sensibilización ambiental de particulares, población local y sociedad en general, acerca de la importancia del arbolado viejo para el mantenimiento de la biodiversidad forestal. B. ÁREA DE ESTUDIO Para la puesta en marcha del LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos se han elegido cinco LIC de Gipuzkoa de marcado carácter forestal, que son Aiako Harria (6.779 ha); Aizkorri-Aratz ( ha); Aralar ( ha); Ernio-Gatzume (2.158 ha) y Pagoeta ((1.336 ha). Todos, excepto Ernio-Gatzume, son además Parques Naturales que albergan numerosos hábitats y especies de elevado interés regional y europeo. Figura 1. Localización de los LIC área de estudio. 71

72 C. METODOLOGÍA Como ya se ha mencionado, los proyectos LIFE pretenden fundamentalmente la puesta en marcha de acciones concretas de conservación en el territorio. Para garantizar la permanencia a largo plazo del arbolado trasmocho, se planteó actuar en dos sentidos: 1) retrasmochando ejemplares ya podados para su perdurabilidad en el tiempo y 2) creando nuevos trasmochos a partir de pies jóvenes que sustituyan a los actuales en un futuro próximo. La tarea no ha sido nada fácil. El ámbito de trabajo del LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos suma más de ha de superficie, de las cuales, más del 22% están ocupadas por bosques naturales. En primer lugar se seleccionaron las zonas de actuación en función de la propiedad pública del monte y de su accesibilidad. Después hubo que visitar multitud de parcelas, hablar con los agentes institucionales y técnicos encargados de su gestión, debatir y volver a visitar las zonas, hasta ir consensuando las parcelas de trabajo y las actuaciones a realizar en ellas. En definitiva, establecer el Plan de Acción. A lo largo del proyecto, se ha ido constatado que buena parte de las pautas marcadas en ese Plan de Acción son acertadas, mientras que otras han ido corrigiéndose. 1. Retrasmocheo de pies añosos podados A la hora de afrontar el retrasmocheo de pies añosos podados y seguramente con el ciclo de cortas abandonado hace más 72

73 de medio siglo, hay que tener en cuenta el riesgo de derribo del árbol por viento o nevadas, de manera que el primer criterio de poda debe ser eliminar aquellas ramas que pueden desequilibrar y poner en riesgo al árbol, ramas que normalmente suelen tener un tamaño considerable y por tanto, resulta complejo cortarlas. Un segundo criterio que se ha constatado importante es dejar ramas jóvenes por debajo del punto de corte, ya que van a ayudar al árbol a reponerse del estrés sufrido. Una vez podado el árbol es fundamental dotarle de la luz adecuada para no limitar su recuperación, por lo que se hace necesario un clareo a su alrededor para eliminar pies que pudieran hacerle sombra y competir por los nutrientes. No obstante, tampoco se debe dejar al árbol aislado, desprotegido frente al viento o las temperaturas extremas. En este sentido, se ha considerado adecuado trabajar en la apertura de pequeños bosquetes de trasmochos, de manera que llegue la luz a los pies intervenidos y se protejan unos con otros. A la hora de abrir huecos en los bosquetes, se ha ido optando por la eliminación de algunos árboles desde su base, el trasmocheo o el anillamiento de otros pies, de manera que se crea un conjunto más resistente frente a posibles adversidades climatológicas. Además, en el caso de los individuos anillados o de otros que pudieran perecer, se irá generando madera muerta en pie (snag), fundamental en las redes tróficas de los sistemas forestales. Un ejemplo de este tipo de actuación en el marco del LIFE+ son las parcelas del monte Artaso (LIC Aizkorri-Aratz), donde se ha podado un número apreciable de árboles trasmochos, distribuidos en 5 parcelas de 1 ha cada una. No obstante todas estas premisas, en ciertos casos, se ha tenido en cuenta la experiencia aportada por especialistas ingleses, que recomienda la poda progresiva de las copas, rebajándolas entre el 5 y 10% de altura y monitoreando la respuesta del árbol antes de proceder a una segunda poda parcial. Presumiblemente, este proceso resulta menos agresivo y permite abandonar la poda si se detecta una respuesta subóptima del árbol. En el marco de actuación del LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos resulta inviable la aplicación de esta metodología, fundamentalmente por la duración limitada del proyecto (tres años) y por el elevado coste económico que suponen este tipo de cortas. Por ello, en el caso de algunos pies muy grandes de las zonas de Txotxeta (LIC Aralar) y Guardetxe (LIC Pagoeta) se ha aplicado una metodología intermedia habiéndose rebajado las copas hasta un 50% de su altura, con la finalidad de preservar estos pies en el tiempo haciéndolos más resistentes a los embates del viento y nieve. 2. Creación de nuevos árboles trasmochos La tipología de las parcelas seleccionadas para la creación de nuevos trasmochos ha permitido afrontar de diferentes maneras los trabajos forestales, sobre todo en función del tamaño y de la especie. 73

74 En general, se ha trabajado en zonas con individuos coetáneos provenientes de plantaciones jóvenes o de crecimiento de cepa, unas con pies de no más de 20 cm de diámetro normal o DAP (diámetro a la altura del pecho) y otras en torno a los 30 cm de DAP. En todos los casos, para la creación de trasmochos se han cortado los árboles por la guía central a una altura de entre 2 y 3 metros, en función de las posibilidades técnicas. por roble albar (Quercus petraea) y en otros, parcelas con plantaciones de roble americano (Quercus rubra). En Karalugarriko Hegia y Urmendi (LIC Aiako Harria) se han podado todas las hayas presentes en las parcelas de trabajo y se han anillado los pies de especies exóticas para su progresiva eliminación. En una segunda fase de actuación, se debe proceder a la entresaca de los pies de haya podados con peores perspectivas de futuro y favorecer, así, la entrada de luz y la disponibilidad de nutrientes para las futuras pagomotzak (hayas trasmochas). Al igual que para los pies añosos, en estos casos también se han dejado el mayor número de ramas jóvenes por debajo del punto de corte, para ayudar a la recuperación del árbol. Otra circunstancia diferenciadora ha sido la especie trasmochada. Así, en la mayor parte de las parcelas, es el haya (Fagus sylvatica) la especie dominante y sobre la que se ha trabajado para lograr futuros trasmochos, aunque en otros casos se han seleccionado parcelas dominadas En otras parcelas, como Guardetxe (LIC Pagoeta) la creación de nuevos trasmochos se ha realizado en base a pequeños bosquetes, de manera que se ha seleccionado como punto central un haya joven, de menos de 20 cm de DAP y ramosa, y se han trasmochado todas las hayas a su alrededor en radios de 10 metros o 5 metros. En estos bosquetes se han eliminado desde la base todos los ejemplares de especies alóctonas y se han respetado todas las especies autóctonas distintas de haya. 74

75 Pero sin duda, la experiencia más impactante en la creación de nuevas hayas trasmochas ha sido la realizada en el monte Iturrigorri (LIC Aizkorri-Aratz), una masa boscosa homogénea de 500 ha, con fustes coetáneos de un grosor medio en torno a los 30 cm de DAP. En esta zona se procedió a la apertura de cinco pequeños bosquetes de 0,25 ha cada uno. Inicialmente se planteó elegir los pies más adecuados para la poda y eliminar la competencia a su alrededor, pero posteriormente se decidió trasmochar todas las hayas, para realizar, más adelante, la selección de los pies de futuro y quitar en los clareos los de peor respuesta. El resultado de las cortas no ha dejado indiferente a nadie. Sin embargo, y aunque aún es pronto, algunos de los pies podados empiezan a contradecir las predicciones más pesimistas luciendo brotes que parecían imposibles. En las parcelas Matia (LIC Aizkorri- Aratz) adquiridas en el marco del LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos, el roble albar se impone al haya. En esta zona se han ido seleccionando los futuros robles trasmochos y se ha eliminado la competencia de las hayas cercanas talando las más jóvenes y anillando las más gruesas con peores posibilidades de derribo. También se han podado algunos robles

76 presentes dentro de un radio de entre 10 y 20 metros alrededor de los futuros trasmochos y se han respetado otras especies autóctonas distintas del haya, con excepción de algunos abedules que han sido anillados cuando eran abundantes. Otros robles que también han sido objeto de cortas en su eje central, han sido los pies de Quercus rubra plantados hace unos 40 años en las zonas de Basaunen Janlekua y Urmendi (LIC Aiako Harria). Estos robles se han podado a más de 3 metros de altura, algunos gracias a la ayuda de un camión-pluma, de manera que se ha liberado copa y se ha abierto espacio para la germinación de los hayucos provenientes de las hayas que se sitúan por encima de la plantación. 3. Gestión de la madera muerta generada Intervenciones forestales como las ejecutadas en el marco del LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos generan una gran cantidad de madera cortada. La premisa general ha sido mantener esta madera en el bosque para aumentar el porcentaje de madera muerta caída (log) por hectárea. No obstante, en base a las recomendaciones de los entomólogos que colaboran en el LIFE+ relativas a la idoneidad de determinados diámetros y disposiciones de la madera recién muerta (recién cortada) para Rosalia alpina, se han realizado numerosos apilamientos en todas las parcelas de trabajo del proyecto. Se han hecho de dos maneras distintas. La más generalizada ha sido dejar las ramas más finas en la base y apilar sobre ellas ramas más gruesas, fuera del contacto con el suelo, que parecen ser seleccionadas positivamente por las hembras de este cerambícido para ovipositar. Estas pilas se han dejado en pequeños claros soleados, lo que permitirá un desecamiento prolongado óptimo para el desarrollo larvario de esta especie. En otras parcelas, como las de Artaso (LIC Aizkorri-Aratz) además de estos apilamientos, se han colocado apoyadas contra el tronco de lo árboles, algunas ramas recién cortadas, de unos 20 cm de diámetro, imitando a las ramas desecadas de árboles vivos, que también parecen ser seleccionadas por Rosalia alpina. El resto de ramas más finas se han ido desramando y extendiendo o amontonando en las propias parcelas de trabajo para su progresiva descomposición in situ. Sólo en unos pocos casos, como el de Iturrigorri (LIC Aizkorri-Aratz) parte de la madera generada en las labores de poda se ha troceado y amontonado a 76

77 pie de pista para que el Ayuntamiento de Oñati (propietario del monte) sacara 13 lotes de leña para repartir entre los vecinos. 4. Cuadrillas forestales y maquinaria forestal Para llevar a cabo todos los trabajos forestales contemplados en el LIFE+, se ha contando con distintos equipos profesionales. En total, se han contratado los servicios de seis cuadrillas forestales y dos equipos de especialistas en técnicas de trepa y poda en altura. En todos los casos, se han exigido todos los requisitos en materia de prevención de riesgos laborales. Siempre que ha sido posible, también se ha utilizado maquinaria forestal. Así, en las parcelas con pistas de acceso adecuadas, se ha podido disponer de un camión-pluma que ha permitido realizar las podas con gran efectividad, ya que el número de pies podados por jornada era superior a la media con poda manual. El camión-pluma también ha permitido ejecutar cortas a una altura de más de 2 metros. El tractor forestal también se ha utilizado en otras parcelas para facilitar los trabajos de movimiento y troceo de grandes troncos, aunque las dificultades de acceso y desplazamientos dentro de las zonas de trabajo han sido limitantes a la hora de contar con la ayuda de este tipo de máquina. D. RESULTADOS Las primeras actuaciones forestales del LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos, tanto para retrasmochar viejos árboles como para crear nuevos trasmochos, se realizaron en diciembre de Todavía deberán transcurrir algunos años más antes de poder valorar definitivamente la respuesta de los árboles a las podas 77

78 efectuadas y testar posibles diferencias en función de la metodología empleada y la especie sobre la que se ha actuado. No obstante, se pueden ir valorando algunos resultados iniciales. 1. Retrasmocheo de pies añosos podados Poco a poco se está constatando que, en el caso de las hayas, las ramas más jóvenes que han permanecido por debajo del punto de corte están rebrotando con normalidad aún en aquellos pies añosos y con troncos muchas veces huecos y semipodridos, mientras que en la zona de corte de la rama, los rebrotes son más escasos aunque no infrecuentes. Se supone que la vigorosidad del árbol, la riqueza del suelo, la iluminación y/o su orientación son factores determinantes en la respuesta de cada árbol intervenido. En otros casos, la respuesta de las hayas a las podas podría ser más tardía y que los nuevos brotes se empiecen a observar a partir del segundo año desde la corta. También es posible que algunos de los pies intervenidos terminen muriendo. El tiempo irá dando las respuestas. En el caso de los robles, se han podado pies tanto de Quercus petraea como de Quercus rubra. En ambos casos, la aparición de renuevos en el tronco, en la 78

79 zona de corte o en la base del árbol es muy frecuente, lo que viene a reforzar la idea del mejor comportamiento de los robles frente a las podas intensivas. Si bien es cierto que es posible que algunos de los árboles nuevamente trasmochados al cabo de más de 50 años sin podar terminen muriendo, es igual de cierto que muchos sobrevivan a la intervención realizada, por lo que el resultado es la permanencia en pie de muchos de los grandes árboles trasmochos que, de otro modo, hubieran terminado derribados. Además, los individuos de mayor vigor nuevamente podados se verán obligados a renovar sus ramas, por lo que es muy posible que se vean fortalecidos, alargándose así su esperanza de vida. En este sentido, Read, H. (2007) apunta que un efecto interesante del trasmocheo es que, a través de cortas regulares, los árboles trasmochados pueden alcanzar edades mucho mayores que los no trasmochados. Las podas también generan nuevas cavidades y otras irregularidades en el árbol, originándose así distintos nichos ecológicos óptimos para el refugio y alimentación de numerosas especies. 2. Creación de nuevos árboles trasmochos En cuanto a los árboles más jóvenes que han sido cortados por su eje central, la respuesta es generalmente muy buena, sobre todo en aquellos individuos con ramas por debajo del punto de corte. Tal es la respuesta de estos pies jóvenes ramosos, que en muchos casos, hay que fijarse bien para apreciar por donde han sido podados. De hecho, en algunas parcelas es necesaria la eliminación de algunas ramas más bajas, que faciliten el crecimiento de otras ramas y, en general, del árbol. En el caso de los árboles podados con un diámetro (DAP) superior a los 30 cm y sin ramas por debajo del punto de corte, el rebrote es más difícil, aunque también se pueden observar algunos renuevos surgidos en la pared de las ramas cortadas. La mayor parte de los nuevos trasmochos se han creado en masas de pies coetáneos provenientes de plantaciones o crecimiento de cepa, por lo que, en caso de muerte de algunos individuos, los huecos dejados abrirán espacio en la masa forestal lo que, sin duda, contribuirá a una mayor heterogeneidad espacial, asociada a la presencia de un mayor número de ambientes y por ende, mayor biodiversidad. 3. Mejora de los hábitats de los insectos saproxílicos de interés comunitario El impacto de los esfuerzos por aumentar la disponibilidad de hábitat para los coleópteros saproxílicos y disminuir su fragmentación en Gipuzkoa ha podido ser valorado en el LIC Aiako Harria, mientras que todavía es pronto para conocer el efecto de las actuaciones realizadas en el LIC Aralar y en el LIC Aizkorri-Aratz. Esto es debido a que en el hayedo de Oieleku (LIC Aiako Harria) se ha venido trabajando en el seguimiento de las poblaciones de Rosalia alpina desde hace algunos años, habiéndose estandarizado 79

80 80

81 la metodología y las zonas de muestreo desde La serie temporal de datos, aunque corta todavía, da idea de la evolución de las poblaciones de este cerambícido en uno de los hayedos trasmochos mejor conservados de Gipuzkoa. La estandarización de los muestreos está permitiendo valorar el impacto del aumento de madera muerta recién cortada (en las primeras fases de descomposición) sobre la dinámica poblacional de la especie. Así, una visión conjunta de los muestreos de 2010 y 2011 (años de desarrollo del proyecto LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos) muestra el efecto del incremento de madera recién muerta traducido en un aumento de los efectivos de este insecto. Además, los resultados de 2011 sitúan a Rosalia alpina en el escenario del retrasmocheo de árboles añosos ya podados años atrás, concretamente en la zona de Karalugarriko Hegia, donde se llevaron a cabo las primeras podas en otoño de Es posible que futuras campañas de seguimiento en este hayedo (más allá incluso del propio proyecto LIFE) permitan observar a los individuos de próximas generaciones de Rosalia alpina emergiendo de la madera muerta generada en la actividad trasmochadora. En cuanto a los esfuerzos por mejorar la disponibilidad de hábitat para los saproxílicos y disminuir su fragmentación tanto en Aralar como en Aizkorri-Aratz, habrá que esperar todavía algunos años antes de poder valorar el impacto de los esfuerzos realizados a lo largo del proyecto LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos. Pero sí se han obtenido datos que resaltan la importancia de los árboles muertos en pie situados en claros grandes y al abrigo del viento húmero de noroeste, para el efectivo desarrollo larvario de Rosalia alpina. En relación a Osmoderma eremita, hay que señalar que la especie es muy escasa en Gipuzkoa y sólo se conocía la presencia de un grupo de larvas en la zona de Ezkalusoro (Aralar). Durante los intensos muestreos realizados en 2011 en el marco del proyecto LIFE+, únicamente se ha encontrado una hembra adulta que supone el primer imago vivo de la especie localizado en el País Vasco. No obstante, resulta muy preocupante la ausencia de una nueva generación de larvas en la zona, por lo que se teme una recesión de la ya reducida población de Osmoderma eremita en Ezkalusoro. Los resultados arrojados por este proyecto en relación a los insectos saproxílicos afianzan la hipótesis de que los trasmochos, en ausencia de otros representantes de árboles añosos en los bosques, proporcionan las condiciones ecológicas óptimas para el desarrollo de las poblaciones de saproxílicos. El LIFE+ Biodiversidad y Trasmochos ha puesto en valor a estas especies de insectos y ensalza la importancia de preservar todos los elementos que intervienen en los procesos ecológicos, que son el sustento de los bienes y servicios de los ecosistemas a la sociedad. 81

82 E. UNA APUESTA DE FUTURO Aunque pueda resultar difícil comprender la necesidad de mantenimiento de árboles antaño podados y la creación de nuevos trasmochos, sólo hace falta observar cualquier bosquete de trasmochos que caracterizan el paisaje forestal de Gipuzkoa, para entender que en su día también fueron árboles sometidos a intensas podas. Si además, se busca información sobre la situación hace algunos años, bien consultando antiguas fotos aéreas o bien hablando con los mayores del lugar, seguramente se podría señalar la existencia de más pies trasmochos que, de una manera u otra, han ido desapareciendo de los bosques. Queda claro, por tanto, que para dejar este legado forestal a las generaciones venideras es necesario intervenir ahora. A los que prefieren una conservación pasiva (no tocar, dejar que evolucione) también les será fácil entender el papel que juegan los árboles trasmochos en los bosques actuales. No sólo son los ejemplares más añosos, si no que su envejecimiento prematuro les permite cumplir todas las funciones propias de los mismos, sobre todo como hábitat de la comunidad saproxílica y como lugar de refugio y alimentación de otras especies dependientes de la presencia de arbolado viejo. Mientras las zonas no intervenidas, las reservas integrales, evolucionan de forma natural hasta alcanzar un estado de madurez óptimo, los árboles trasmochos ayudarán a mantener buena parte de la diversidad de especies propias de los bosques mejor conservados. 82

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