Euro-Latin American Parliamentary Assembly Assemblée Parlementaire Euro-Latino Américaine Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana Assembleia Parlamentar Euro-Latino-Americana ASAMBLEA PARLAMENTARIA EURO-LATINOAMERICANA Comisión de Asuntos Sociales, Intercambios Humanos, Medio Ambiente, Educación y Cultura 12.10.2009 DOCUMENTO DE TRABAJO Estrategias para el mantenimiento y creación de empleo, en particular para las mujeres y los jóvenes Coponente ALC: Rosario Green Macías (CPM UE-México) DT\792934.doc AP100.548v01-00
Poco se puede agregar a las reflexiones acerca de la importancia del empleo tanto en el plano individual como en la perspectiva social y económica, por lo que significa en términos de integración y desarrollo, tanto para los individuos, como para las naciones y regiones. En la construcción de una identidad colectiva, el trabajo otorga sentido a la existencia personal, asegura la integración de los individuos a la sociedad y fomenta la cohesión social. Por el contrario, la pérdida del empleo desorienta a los individuos, creando un sentimiento de precariedad e inseguridad que se convierte en factor de presión social, con capacidad para traducirse en procesos inestabilidad política. Por tanto, el mantenimiento y la creación de empleo constituyen los dos retos más importantes que confrontan los gobiernos. En las circunstancias actuales, los conceptos anteriores acerca del desempleo no son meras abstracciones sociológicas o académicas, sino que corresponden a una realidad que se vive en todo el planeta, con un crecimiento exponencial del riesgo que ello implica. Por tal razón, aunque casi es el pan nuestro de cada día, conviene hacer una breve referencia a algunos datos que ilustran la gravedad de la situación por la que atraviesa el empleo a nivel global. La crisis financiera mundial, desatada en 2008, está teniendo la más severa de su expresiones en el desplome del empleo. El crack financiero nació como una crisis de los mercados hipotecarios estadounidenses para luego convertirse en una crisis económica global nunca antes vista. El desempleo en la Unión Americana ha impactado a los sectores de la construcción, la industria automotriz, los servicios y el turismo, y, desde luego, ha repercutido de manera sumamente negativa en el envío de remesas de los migrantes a sus países de origen. A mediados del presente años la tasa de desempleo abierto de América Latina y el Caribe y de la zona OCDE fue de 8.5%, mientras que en la zona Euro alcanzó, el 9.6%, y en Estados Unidos llegó a 9.5%. En el conjunto mundial hay estimaciones de que, a partir del estallido de la crisis, el número de trabajadores que están viviendo con sus familias en condiciones de pobreza extrema se habría incrementado en 620 millones. Ante estas cifras, que provocan profunda inquietud, los gobiernos están confrontando situaciones nunca antes vistas por su dimensión global y su temporalidad indeterminada, lo que representa un reto de proporciones descomunales. El panorama se complica todavía más si se tiene en consideración el criterio de trabajo decente, que ha sido aceptado como un objetivo por los países miembros de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la cual lo define como un empleo de calidad que respete los derechos de los trabajadores y a cuyo respecto se desarrollen formas de protección social, lo que implica un trabajo realizado en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad. Lo opuesto a lo anterior es lo que se ha definido como trabajo vulnerable. En virtud del énfasis que en este debate se pretende dar a la situación que guardan las mujeres y los jóvenes en materia de empleo, es necesario hacer algunos señalamientos al respecto, con apoyo en los datos contenidos en diversos estudios de la OIT. Entre 1997 y 2007 el número de mujeres que trabajaban en todo el mundo llegó a 1200 millones, lo que representó un incremento de 200 millones en el período. Sin embargo, al final de ese lapso, la tasa de desempleo femenino era de 6.4 por ciento, mientras que la de DT\792934.doc 2/5 AP100.548v01-00
desempleo masculino llegaba a 5.7 por ciento. Al mismo tiempo, las mujeres que tienen un empleo suelen desempeñarse en los sectores menos productivos de la economía y como parte de grupos que están más expuestos a riesgos y tienen menos oportunidades de cumplir con los requisitos del trabajo decente. También es un hecho que el número de mujeres en los mercados laborales es menor que el de los hombres. En todo el mundo aún hay menos de 70 mujeres (66,9) económicamente activas por cada 100 hombres. Y aunque en la citada década la proporción de mujeres en empleo vulnerable bajó de 56.1 a 51.7 por ciento, sigue siendo mayor que entre los hombres, en especial en las regiones más pobres del mundo. Es indispensable señalar que los porcentajes a los que se hace referencia corresponden exclusivamente a la condición de empleo en actividades consideradas como parte de la economía, aunque es de sobra conocido el hecho de que el trabajo doméstico, que suele ser agobiante, no forma parte de las estadísticas laborales. Por lo que toca a América Latina y el Caribe, la OIT observa que la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo de esta región, pasó de 47.9 por ciento a 52.9 por ciento, la segunda más alta del mundo después de Oriente Medio. En 2007, había 67 mujeres activas por cada 100 hombres. Sin embargo, el aumento en la participación femenina no se reflejó en mejores condiciones en el mercado laboral. La gran mayoría de las mujeres en la región trabajan en el sector de servicios, donde su proporción es de 74.8 por ciento, la segunda más alta del mundo después de la región de economías industrializadas y la UE Además, cerca de la cuarta parte de las mujeres que trabajan en la región latinoamericana son trabajadoras por cuenta propia, ofreciendo sus servicios en el sector informal, donde los ingresos pueden ser diferentes en el día a día y donde la falta de sistemas de apoyo social las hace más vulnerables a las variaciones de mercado. Para la Organización Internacional del Trabajo es preocupante que en 2007 el empleo remunerado y asalariado en América Latina y el Caribe haya representado una proporción menor del empleo total que 10 años atrás, por supuesto afectando más a las mujeres que a los hombres. En suma, las altas tasas de desempleo femenino y la gran cantidad de mujeres que tienen empleo vulnerable en servicios de baja productividad son indicadores de un futuro inestable para las perspectivas económicas de las mujeres de la región. Por lo que toca a los jóvenes, la OIT nos hace saber que en el ámbito latinoamericano, representan uno de los grupos poblacionales con mayor déficit en materia de trabajo decente. Y es que no solamente el desempleo abierto entre la población de 15 a 24 años de edad suele ser el doble y a veces el triple de los promedios nacionales, sino que su inserción laboral usualmente es más precaria en la economía informal, o también en empresas formales, pero percibiendo remuneraciones inferiores y en muchos casos excluidos de la seguridad social. México no escapa a esta realidad latinoamericana y las estadísticas oficiales muestran no sólo un desempleo abierto más extendido entre los jóvenes, sino también una inserción laboral más DT\792934.doc 3/5 AP100.548v01-00
precaria y un número creciente de jóvenes que no estudian ni trabajan, por diversas razones. Al agrupar estos fenómenos, se podría decir que cerca de 9.6 millones de jóvenes en México enfrentan trayectorias educacionales laborales adversas, que comprometen sus perspectivas actuales y futuras de trabajo decente, lo que representa casi la mitad de la población joven en edad de 15 a 24 años. Desconozco los datos para cada uno de los demás países de América Latina y el Caribe, pero mucho me temo, que con algunas variaciones la situación no debe ser mejor en la mayoría de nuestras sociedades. Otro factor que interviene de manera decisiva en la conformación del escenario en materia de empleo es el relativo a los efectos que ha tenido la globalización en los mercados de trabajo, entre ellos: creciente inestabilidad del empleo y a altas tasas de rotación y debilitamiento del papel del Estado en la rectoría económica, dejando al mercado la potestad de regular el empleo, los salarios y las prestaciones sociales. El poco alentador panorama anterior debe ubicarse en el contexto de verdadero disparo del desempleo, provocado por la generalización de la crisis financiera y económica, al que me referí al principio de mi intervención. En estas circunstancias, resulta difícil imaginar cómo se puede dar cumplimiento a la aspiración planteada hace unos cuantos días en la ciudad de Pittsburg por el Grupo de los 20, que en su declaración final afirmó: Como el crecimiento retorna (lo cual está por verse, digo yo), cada país debe actuar para asegurar que el empleo se recupere velozmente. Nos comprometemos a implementar planes de recuperación que respalden el trabajo decente y prioricen el incremento del empleo. En adición, continuaremos proveyendo ingreso, protección social y respaldo en capacitación a los desempleados y a aquellos con mayor riesgo de quedar en desempleo. Estamos de acuerdo en que los retos actuales no deben constituir una excusa para incumplir o debilitar los estándares laborales internacionalmente reconocidos. Para asegurar que el crecimiento global sea ampliamente benéfico, implementaremos políticas consistentes con los principios fundamentales de la Organización Internacional del Trabajo y con los derechos en vigor. Sin duda, resulta prácticamente imposible estar en desacuerdo con los elevados propósitos expresados por los dirigentes de las 20 mayores economías del mundo, entre los cuales se encuentra el Presiente de México, pero tampoco hay duda que hacen falta muchas definiciones y compromisos puntuales y exigibles para que cobren visos de realidad en la mayor parte de las naciones del planeta y, en particular, en América Latina, el Caribe y Europa. En lo fundamental, el problema ha dejado de ser el diagnóstico, elemento indispensable para abordar con solvencia el problema del desempleo, en general, y de la situación laboral de las mujeres y los jóvenes, en particular. Tampoco hay carencia de enunciados acerca de la forma en que habría que atender sus distintos componentes. Lo que nos hace falta es el cómo, es decir, la definición y adopción de las estrategias nacionales, regionales e interregionales que nos permitan avanzar con firmeza en el sentido correcto. Estoy plenamente consciente de que en esta difícil coyuntura, los países en desarrollo estamos DT\792934.doc 4/5 AP100.548v01-00
recogiendo, en materia de empleo, los frutos menos apetecibles de nuestras debilidades estructurales en la economía y, sobre todo, en los procesos de educación y formación de recursos humanos que nos impiden cerrar las brechas internas que separan a las grandes mayorías de los grupos privilegiados que tienen acceso a los beneficios del conocimiento en su expresión actual favorecida por la cibernética y los medios electrónicos de comunicación. Remontar esta situación no será una tarea fácil, ni expedita. Además requerirá de un alto grado de colaboración entre el gobierno y todos los sectores de la sociedad al interior de cada uno de nuestros países. Sin embargo, en el mundo globalizado de hoy, resulta imposible conseguir avances sustanciales en cualquier ámbito si se carece de una interacción constructiva con el resto del mundo, dada la velocidad de los intercambios de todo tipo que tienen lugar en él. Por tales razones, celebro que en esta ocasión la Asamblea Parlamentaria Euro- Latinoamericana haya abierto un espacio para el debate sobre estos temas, cruciales para el futuro económico, social y político de nuestras naciones, con el ferviente deseo de que de él se deriven posibilidades de colaboración que constituyan verdaderos ejemplos de cooperación internacional para el desarrollo. DT\792934.doc 5/5 AP100.548v01-00