superyo de pareja a padres Durante el primer año suelen ser frecuentes las tensiones entre la pareja debido a la novedad de su nuevo rol y a las comprensibles exigencias del bebé Transición vital De pareja a padres El nacimiento de un bebé provoca cambios estructurales en la vida de una pareja: donde antes había dos, ahora hay tres personas constituyéndose como familia. Se trata de un nuevo ciclo que requiere de comunicación y estrategias para favorecer el bienestar de ambos Teresa De Vincenzo Fotografía Roberto mata La llegada de un bebé marca el comienzo de una nueva etapa en la pareja. Después de los primeros momentos de emoción por el nacimiento del pequeño, y enfrentados a la cotidianidad, el padre y la madre comprueban que pasar de ser dos a tres, y constituirse en un grupo familiar, genera un fuerte impacto emocional en ambos y los obliga a afrontar una transformación integral en la relación. La transición de pareja a padres equivale a una metamorfosis y supone un aprendizaje que se basa en la voluntad y el deseo de trabajar por un proyecto común, sin descuidar la autonomía de sus miembros. Emma Mejía, psicólogo y terapeuta familiar, explica que el equilibrio de una pareja con un bebé recién nacido se alcanza cuando ambos desarrollan la función de la parentalidad, aceptan los cambios profundos que ello implica en su identidad de adultos y desarrollan un vínculo emocional sano de apego y cuidado hacia el bebé. Los ajustes más importantes que debe hacer una pareja se centran en tres variables: la atención mutua, que ahora se comparte con el niño; las actividades, las cuales giran alrededor de las necesidades del recién nacido; y la sexualidad, que se ve afectada por los nuevos roles, la falta de tiempo y la alteración de ánimo y humor de los padres. De acuerdo con Mejía, esos ajustes no se dan de la noche a la mañana: la transición es un proceso paulatino que obliga a las partes involucradas a interactuar en un nuevo sistema donde deben desenvolverse como padres sin dejar de ser pareja. Es la entrada a una nueva etapa del ciclo de la vida, afirma la terapeuta. Vicente Briet García, psicólogo clínico y especialista en Sexología, destaca que la nueva situación suele abrir vías de conflicto que pueden actuar como inhibidores de lo sexual o añadir fuentes de tensión que minen los cimientos de la relación y hagan insostenible su mantenimiento. No obstante, coinciden ambos especialistas, superar el desajuste inicial y adecuarse a la realidad es un reto difícil, pero posible: con cercanía y diálogo se puede encontrar un espacio de crecimiento en el rol de padres sin descuidar la pareja. Aprendizaje diario Con la llegada del bebé al hogar, la pareja debe aprender a balancear sus dos roles: el de nosotros como pareja y el de nosotros como familia. Para lograrlo, es imprescindible identificar las variables que definen su nueva estructura familiar. De acuerdo con Mejía, entre las más relevantes se cuentan: Relatividad de la autonomía. Tomar cada decisión implica preguntarse cómo afectará al hijo y a la pareja. Parentalidad asimétrica. Los padres dan más de lo que reciben y tienen que aceptar su compromiso de cuidar, proteger y enseñar al pequeño. 48+SALUD
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de pareja a padres superyo Experiencia con la práctica. Es preciso tener presente que las tareas específicas al nuevo rol y las habilidades de crianza se adquieren y desarrollan de forma dinámica. Trabajo compartido. Además de constituirse como un sistema parental para encargarse de la crianza y cubrir las necesidades del hijo, la pareja debe delimitar tareas y responsabilidades en forma equitativa y de acuerdo a los valores, creencias y legados culturales de cada uno. Alianza emocional. El apoyo mutuo y la conexión afectiva son fundamentales para adaptarse y establecer las pautas de formación y disciplina para el hijo. Reubicación familiar. Hay que redefinir los límites con ambas familias extendidas (abuelos, tíos) y llegar a consensos sobre su participación. Aumento de gastos. Con el bebé, crece la demanda del presupuesto familiar y ello obliga a dialogar sobre el tema procurando que haya reciprocidad e inclusión. Reducción del espacio de pareja. Aunque no sea romántico, hay que abrir el espacio íntimo de manera intencional, buscando apoyo externo de ser necesario para ello. Experiencia previa La comprensión de la tríada que se constituye en el hogar es uno de los puntos más importantes a tener en cuenta, puntualiza Mejía: madre-bebé, padre-bebé y madre-padre deben encontrar sus momentos de máximo acercamiento y aprender a tolerar su posición de periferia mientras los otros dos están unidos. De acuerdo con la especialista, la transición evolutiva hacia esa maternidad-paternidad eficaz y comprometida resulta más fluida cuando la pareja ha superado los retos que demanda la convivencia inicial: han priorizado su vínculo emocional y de lealtad, han definido claramente sus roles y responsabilidades, poseen un proyecto de vida y un sistema de creencias y valores compartido, emplean el consenso en la toma de decisiones y tienen habilidades de comunicación. El proceso es mucho más sencillo si, además, han delineado su autonomía frente a sus respectivas familias de origen, están unidos pero no fusionados, predomina la cooperación sobre la lucha de poder o control y son capaces de balancear el dar y recibir, puntualiza Mejía. Pareja sexual, no filial En las parejas que se estrenan como padres es inevitable que disminuya la frecuencia sexual. Briet García precisa que tan pronto como la madre y el recién nacido salen de la clínica comienzan dos nuevas vidas: una, la del bebé; otra, la de Muchas parejas pasan a ser una unidad familiar y descuidan la importancia de seguir mimándose y de dedicar tiempo al disfrute entre ellos, al margen de la vida del pequeño la pareja, quienes a partir de ese momento pasan a convertirse en mamá y papá con todo lo bueno que eso tiene para la familia, pero también con todos los inconvenientes que afectan la esfera de la sexualidad. El especialista sostiene que muchas parejas se acomodan tanto a su papel de cuidadores que dejan de ser pareja sexual y se convierten en pareja filial. En clave terapéutica, esa situación la denominamos síndrome de mamá y papá. Suele durar entre uno y dos años, pero también puede cronificarse y convertirse en una vía que da paso a disfunciones posteriores, explica Briet García. Por un lado, el entusiasmo con que la pareja se incorpora a su nuevo papel puede transformar su sexualidad en un afecto maternal-paternal. Por otro, al ser inevitable darle toda la atención al niño, porque no puede valerse por sí mismo, los padres pasan mucho tiempo acostumbrándose a la rutina de biberones, pañales y llanto. En este escenario, Problemas frecuentes Falta de tiempo para ocuparse de las tareas cotidianas. Problemas de organización y dificultad para ajustar horarios. Sensación de que se está renunciando a muchas cosas (intimidad, diversión, sueño). Descontento materno, porque siente que lleva toda la carga, y paterno, porque se siente poco partícipe. Manifestación de celos hacia el niño porque concentra toda la atención del hogar. Autoexigencia y afán por querer hacerlo todo bien. 51+SALUD
superyo de pareja a padres La pareja debe delimitar tareas y responsabilidades en forma equitativa y de acuerdo a los valores, creencias y legados culturales de cada uno advierte el sexólogo, corren peligro de perder el interés erótico y olvidar que forman parte de una pareja sexuada. Sin embargo, esta situación se puede controlar e intentar no llevarla hasta los extremos. Origen de la desgana La transición de pareja a padres puede anticiparse y, con ello, sus consecuencias en la esfera de la sexualidad. Son cada vez más las parejas que ante la próxima llegada de un hijo, y sin haberse preparado para lo que el bebé supone en sus vidas, pierden todos los gratificadores íntimos que había entre ellos e inundan su espacio de frustración y conflicto, precisa Briet García. El hombre, a medida que el embarazo avanza, suele enfrentarse a nuevas circunstancias: tiene dudas sobre cuál será la mejor manera de mantener relaciones sexuales, empieza a contemplar a su pareja como futura madre y trata de ser respetuoso con su estado y receptividad. Todos estos factores reducen la frecuencia y fogosidad de los encuentros sexuales. Cuando el bebé nace, subraya Briet García, entre ocupaciones, papillas, baños y amamantamientos, el pecho femenino deja de ser una zona erógena para convertirse en fuente alimentaria del niño. La mujer, por su parte, debe enfrentar cambios en su cuerpo que la hacen sentir menos atractiva. Luego del nacimiento, suele experimentar cansancio extremo por las horas de vigilia con el bebé, dificultad para conciliar su Mandamientos parentales Mantener y renovar la pasión sexual y reservar tiempo para salir, compartir un hobby o, simplemente, estar juntos. Sumar las experiencias vitales y los conocimientos con confianza, lealtad y respeto a la hora de tomar decisiones conjuntas. Dialogar para establecer una conexión personal y evaluar los cambios en la relación. Negociar para encontrar salidas que beneficien a todos y no ocultar los desacuerdos sobre el bebé o los familiares. Valorar de manera real la nueva situación para reconocer la dinámica parental y no sufrir por lo que se tenía antes. Creer que ambos son merecedores de apego con el bebé y capaces de amarlo y cuidarlo. Encontrar espacios para compartir de forma balanceada con los familiares de ambos, sin hacer alianzas rígidas con ellos. imagen de madre con la sexualidad y un desajuste hormonal intenso que puede derivar en una depresión postparto. Si a todo esto le añadimos que la prolactina que activa la lactancia inhibe el deseo sexual, tendremos un cuadro donde los colores predominantes del esfuerzo, el trabajo y el estrés dejan poco margen para las pinceladas de la pasión, argumenta Briet García. Recuperar la pasión En opinión de Briet García, después del primer hijo suele empezar la segunda etapa sexual de la pareja, la cual siempre es menos pasional, pero no por ello menos gratificante. Muchas mujeres, incluso, sólo alcanzan el orgasmo después de la ayuda que presta la gestación al proceso de sensibilización vaginal. El principal reto de los padres es huir de la rutina que supone vivir conforme sólo a las necesidades del bebé. Para el especialista, es posible prevenir el desgaste sexual tomando, desde el primer día, algunas medidas: Compartir en pareja. Supone seguir manteniendo y aumentando todo lo que les gratificaba e ir reduciendo con paciencia los elementos que estresan y agotan. Evitar los silencios. Estar alertas a los primeros signos de deterioro de la relación y hablar de ello, poniendo la energía necesaria en un diálogo amable y sin reproches. Buscar apoyo. Aprovechar la ayuda de la familia extendida para procurarse momentos lúdicos, de ocio o de descanso, como pareja o individualmente. Ser amantes. Dedicar tiempo de calidad a la sexualidad, explorar nuevas posiciones y ofrecer muestras de cariño y afecto a diario para sentirse más unidos. Cuando los padres privilegian la relación sexual, consolidan el proyecto familiar que recién estrenan. El sexo estable ya tiene suficientes inhibidores como para añadirle el del biberón y el sonajero. Está bien que el niño y la cuna entren en la habitación matrimonial, pero no convirtamos la cama en un lugar para descansar en espera del próximo cambio de pañales, concluye Briet García. Fuentes consultadas º Emma Mejía, psicólogo y terapeuta familiar y de pareja. Centro Médico Docente La Trinidad. Caracas, Venezuela. º Vicente Briet García, psicólogo clínico y especialista en sexología. Alicante, España / (www.psicologosdealicante.es). º Asociación Española de Pediatría (www.aeped.es). º www.kidshealth.org. 52+SALUD
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