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Transcripción:

EL A TIGUO EGIPTO El Antiguo Egipto fue una civilización que surgió al agruparse los asentamientos situados en las riberas del cauce medio y bajo del río Nilo. Tuvo tres épocas de esplendor en los periodos denominados por los historiadores Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo. Alcanzaba desde el delta del Nilo, en el norte, hasta la isla Elefantina (la actual Asuán, junto a la primera catarata del Nilo, en el sur), llegando a tener influencia desde el Éufrates hasta Gebel Barkal, en la cuarta catarata del Nilo, en épocas de máxima expansión. Su territorio también abarcó, en distintos periodos, el desierto oriental y la línea costera del mar Rojo, la península del Sinaí y un gran territorio occidental que dominaba los dispersos oasis. Históricamente, fue dividido en Alto y Bajo Egipto, al sur y al norte, respectivamente. La civilización egipcia se desarrolló durante más de 3.000 años. Comenzó con la unificación de varias ciudades del valle del Nilo. alrededor del 3150 a. C., y se da convencionalmente por terminado en el 31 a. C., cuando el Imperio romano conquistó y absorbió el Egipto ptolemaico, que desaparece como Estado. Este acontecimiento no representó el primer período de dominación extranjera, pero fue el que condujo a una transformación gradual en la vida política y religiosa del valle del Nilo, marcando el final del desarrollo independiente de su cultura. Su identidad cultural había comenzado a diluirse paulatinamente tras las conquistas de los reyes de Babilonia (siglo VI a. C.) y Macedonia (siglo IV a. C.), desapareciendo su religión con la llegada del cristianismo, en la época de Justiniano I, cuando en 535 fue prohibido el culto a la diosa Isis, en el templo de File. Egipto tiene una combinación única de características geográficas, situada en el África nororiental y confinada por Libia, Sudán, el mar Rojo y el mar Mediterráneo. El Nilo fue la clave para el éxito de la civilización egipcia, ya que éste permitía el aprovechamiento de los recursos y ofrecía una significativa ventaja sobre otros oponentes: el légamo fértil depositado a lo largo de los bancos del Nilo tras las inundaciones anuales significó para los egipcios el practicar una forma de agricultura menos laboriosa que en otras zonas, liberando a la población para dedicar más tiempo y recursos al desarrollo cultural, tecnológico y artístico. La vida se ordenaba en torno al desarrollo de un sistema de escritura y de una literatura independientes, así como en un cuidadoso control estatal sobre los recursos naturales y humanos, caracterizado sobre todo por la irrigación de la fértil cuenca del Nilo y la explotación minera del valle y de las regiones desérticas circundantes, la organización de proyectos colectivos como las grandes obras públicas, el comercio con las regiones vecinas de África del este y central y con las del Mediterráneo oriental y, finalmente, por un poderío militar capaz de derrotar a cualquier enemigo, y que mantuvieron una hegemonía imperial y la dominación territorial de civilizaciones vecinas en diversos períodos. La motivación y la organización de estas actividades estaba encomendada a una burocracia de élite sociopolítica y económica, los escribas, bajo el control del Faraón, un personaje semidivino, perteneciente a una sucesión de dinastías, que garantizaba la cooperación y la unidad del pueblo egipcio en el contexto de un elaborado sistema de creencias religiosas. Los muchos logros de los egipcios incluyen la extracción minera, la topografía y las técnicas de construcción que facilitaron el levantamiento de monumentales pirámides, templos y obeliscos, 1

unos procedimientos matemáticos, una práctica médica eficaz, métodos de riego y técnicas de producción agrícola, la primera naves conocidas, la tecnología del vidrio y de la fayenza, las nuevas formas de la literatura y el tratado de paz más antiguo conocido, firmado con los hititas. 7 Egipto dejó un legado duradero, su arte y arquitectura fueron ampliamente copiados, y sus antigüedades se llevaron a los rincones más lejanos del mundo. Sus ruinas monumentales han inspirado la imaginación de los viajeros y escritores desde hace siglos. Un nuevo respeto por las antigüedades y excavaciones en la época moderna han llevado a la investigación científica de la civilización egipcia y a una mayor apreciación de su legado cultural. 8 Ubicación geográfica El territorio que ocupaba Egipto en la antigüedad estaba constituido por una estrecha y larga franja correspondiente al valle del río Nilo, en el noreste de África. Este río nace en los lagos Victoria y Alberto y desemboca en forma de delta en el mar Mediterráneo. Tan solo 60 kilómetros de ancho y 1200 kilómetros de largo constituían este valle de tierras fértiles rodeado en gran parte por el desierto del Sáhara. La obtención de una cronología exacta del Antiguo Egipto es una tarea compleja. Existen diversos criterios de datación entre egiptólogos, con divergencias de algunos años en los últimos períodos, de décadas al principio del Imperio Nuevo y de casi un siglo durante el Imperio Antiguo (véase: Cronología del Antiguo Egipto). El primer problema surge por el hecho de que los egipcios no utilizaron un sistema de datación homogéneo: no tenían un concepto de una era similar al Anno Domini, o la costumbre de nombrar los años, como en Mesopotamia (véase Limmu). Databan con referencia a los reinados de los diversos faraones, solapando posiblemente los interregnos y las épocas de corregencia. Un problema añadido surge al comparar las distintas Listas Reales de faraones, pues están incompletas o con datos contradictorios, incluso en el mismo texto. Las obras del mejor historiador sobre Egipto, Manetón, se perdieron y solo las conocemos a través de epítomes de escritores posteriores como Flavio Josefo, Eusebio de Cesarea, Sexto Julio Africano o el monje Jorge Sincelo. Desafortunadamente las fechas de algunos reinados varían de uno a otro autor. Los inicios de la civilización egipcia Las evidencias arqueológicas indican que la civilización egipcia comenzó alrededor del VI milenio a. C., durante el Neolítico, cuando se asentaron los primeros pobladores (véase el periodo predinástico). El río Nilo, en torno al cual se asienta la población, ha sido la línea de referencia para la cultura egipcia desde que los nómadas cazadores-recolectores comenzaron a vivir en sus riberas durante el pleistoceno. Los rastros de estos primeros pobladores quedaron en los objetos y signos grabados en las rocas a lo largo del valle del Nilo y en los oasis. A lo largo del Nilo, en el XI milenio a. C., una cultura de recolectores de grano había sido substituida por otra de cazadores, pescadores y recolectores que usaban herramientas de piedra. Los estudios también indican asentamientos humanos en el sudoeste de Egipto, cerca de la frontera con Sudán, antes del 8000 a. C. La evidencia geológica y estudios climatológicos sugieren que los cambios del clima, alrededor del 8000 a. C., comenzaron a desecar las tierras de caza y pastoreo de Egipto, conformándose paulatinamente el desierto del Sáhara. Las tribus de la 2

región tendieron a agruparse cerca del río, en donde surgieron pequeños poblados que desarrollaron una economía agrícola. Hay evidencias de pastoreo y del cultivo de cereales en el este del Sáhara en el VII milenio a. C. Alrededor del 6000 a. C., ya había aparecido en el valle del Nilo la agricultura organizada y la construcción de grandes poblados. Al mismo tiempo, en el sudoeste se dedicaban a la ganadería y también construían. El mortero de cal se usaba en el 4000 a. C. Es el denominado periodo predinástico, que empieza con la cultura de Naqada. Entre el 5500 y el 3100 a. C., durante el Predinástico, los asentamientos pequeños prosperaron a lo largo del Nilo. En el 3300 a. C., momentos antes de la primera dinastía, Egipto estaba dividido en dos reinos, conocidos como Alto Egipto Ta Shemau y Bajo Egipto Ta Mehu. La frontera entre ambos se situaba en la actual zona de El Cairo, al sur del delta del Nilo. La historia de Egipto, como Estado unificado, comienza alrededor del 3050 a. C. Menes (Narmer), que unificó el Alto y el Bajo Egipto, fue su primer rey. La cultura y costumbres egipcias fueron notablemente estables y apenas variaron en casi 3000 años, incluyendo religión, expresión artística, arquitectura y estructura social. La cronología de los reyes egipcios da comienzo en esa época. La cronología convencional es la aceptada durante el siglo XX, sin incluir cualquiera de las revisiones que se han hecho en ese tiempo. Incluso en un mismo trabajo, los arqueólogos ofrecen a menudo, como posibles, varias fechas e incluso varias cronologías, y por ello puede haber discrepancias entre las fechas mostradas en las distintas fuentes. También se dan varias posibles transcripciones de los nombres. Tradicionalmente la egiptología clasifica la historia de la civilización faraónica dividida en dinastías, siguiendo la estructura narrativa de los epítomes de la Aigyptiaká (Historia de Egipto), del sacerdote egipcio Manetón. Periodos de la historia de Egipto Periodo predinástico (c. 5500 a. C. - 3200 a. C.) Los primeros pobladores de Egipto alcanzaron las riberas del río Nilo, por entonces un conglomerado de marismas y foco de paludismo, en su huida de la creciente desertización del Sáhara. Perro amratiense de piedra. Louvre. Un típico aqada II jarra decorada con gacelas. Se sabe por los restos arqueológicos que antiguamente el Sáhara tenía un clima mediterráneo, más húmedo que el actual. En los macizos del Ahagar y el Tibesti había abundante vegetación. 3

Para aquellos pobladores, el Sáhara sería una extensa estepa con grandes herbívoros que cazar. Las culturas saharianas son, en gran medida, desconocidas, pero no por ello inexistentes. Las sucesivas fases del neolítico están representadas por las culturas de El Fayum, hacia el 5000 a. C., la cultura tasiense, hacia el 4500 a. C. y la cultura de Merimde, hacia el 4000 a. C. Todas ellas conocen la piedra pulimentada, la cerámica, la agricultura y la ganadería. La base de la economía era la agricultura que se realizaba aprovechando el limo, fertilizante natural que aportaban las anuales inundaciones del río Nilo. Tras estas culturas aparecieron la badariense y la amratiense o Naqada I, entre 4000 y 3800 a. C. Hacia el año 3600 a. C. surge la gerzeense o Naqada II, que se difunde por todo Egipto, unificándolo culturalmente. Esta consonancia cultural llevará a la unidad política, que surgirá tras un periodo de luchas y alianzas entre clanes para imponer su supremacía. Para lograr mayor eficacia y producción, hacia 3500 a. C., comenzaron a realizarse las primeras obras de canalización y surge la escritura con jeroglíficos en Abidos. En esta época comenzaron los proto-estados: Las primeras comunidades hicieron habitable el país y se organizaron en regiones llamadas nomos. Los habitantes del Delta tenían una organización feudal y llegaron a establecer dos reinos con dos jefes o monarcas respectivamente. Un reino estaba asentado en un lugar pantanoso, que se llamaba reino del Junco y tenía como símbolo un tallo de junco. Su capital era Buto; tenían a una cobra como tótem. El otro reino tenía como capital a Busiris y como tótem un buitre pero su símbolo era una abeja y llegó a conocerse como reino de la Abeja. Ambos reinos estaban separados por un brazo del río Nilo. El reino de la Abeja conquistó al reino del Junco de manera que el Delta quedó unificado. Pero algunos de los vencidos huyeron a establecerse en la zona del Alto Egipto donde fundaron ciudades dándoles el mismo nombre que aquellas que habían dejado en el Delta. Por eso muchas ciudades de esta época tienen nombres semejantes en el Alto y Bajo Egipto. Estas gentes fueron prosperando considerablemente hasta llegar a organizarse en un Estado. Periodo protodinástico (c. 3200-3100 a. C.) Paleta ceremonial de época protodinástica. Louvre. Considerado la fase final del periodo predinástico, también conocido como dinastía 0, predinástico tardío, o periodo Naqada III. Está regido por gobernantes del Alto Egipto que residirán en Tinis, se hacen representar con un serej y adoran a Horus. El nombre de estos reyes figura en la Piedra de Palermo, grabada 700 años después. En este periodo surgen las primeras auténticas ciudades, tales como Tinis, Nubet, Nejeb, Nejen, etc. Son típicos de esta época los magníficos vasos tallados en piedra, cuchillos y paletas ceremoniales, o las cabezas de mazas votivas. Narmer pudo ser el último rey de esta época, y el fundador de la dinastía I. 4

Periodo Arcaico (c. 3100-2700 a. C.) A finales del periodo predinástico, Egipto se encontraba dividido en pequeños reinos; los principales eran: el de Hieracómpolis (Nejen) en el Alto Egipto y el de Buto (Pe) en el Bajo Egipto. El proceso de unificación fue llevado a cabo por los reyes de Hieracómpolis. Cuchillo ceremonial de época arcaica. Royal Ontario Museum. La tradición egipcia atribuyó la unificación a Menes, quedando esto reflejado en las Listas Reales. Este personaje es, según Alan Gardiner, el rey Narmer, el primer faraón del cual se tiene constancia que reinó sobre todo Egipto, tras una serie de luchas, tal como quedó atestiguado en la paleta de Narmer. Este periodo lo conforman las dinastías I y II. Imperio Antiguo (c. 2700-2250 a. C.) Estatua de Kefrén. Pirámides de Giza. Bajo la dinastía III la capital se estableció definitivamente en Menfis, de donde procede la denominación del país, ya que el nombre del principal templo, Hat Ka Ptah "casa del espíritu de Ptah", que pasó al griego como Aegyptos, con el tiempo designó primero al barrio en el que se encontraba, luego a toda la ciudad y más tarde al reino. En la época de la tercera dinastía comenzó la costumbre de erigir grandes pirámides y monumentales conjuntos en piedra, gracias al faraón Dyeser. También las grandes pirámides de Guiza, atribuidas a los faraones Keops, Kefrén y Micerino se datan en este periodo. La dinastía V marca el ascenso del alto clero y los influyentes gobernadores locales (nomarcas), y durante el largo reinando de Pepy II se acentuará una época de fuerte descentralización, denominada primer periodo intermedio de Egipto. El Imperio Antiguo comprende las dinastías III a VI. 5

Primer Periodo Intermedio (c. 2250-2050 a. C.) Fue una época donde el poder estaba descentralizado y transcurre entre el Imperio Antiguo y el Imperio Medio. Comprende desde la Dinastía VII hasta mediados de la Dinastía XI, cuando Mentuhotep II reunificó el país bajo su mando. A pesar de la decadencia, ésta época destacó por un gran florecimiento literario, con textos doctrinales o didácticos, que muestran el gran cambio social. El importante cambio de mentalidad, así como del crecimiento de las clases medias en las ciudades originó una nueva concepción de las creencias, reflejándose en la aparición de los denominados Textos de los Sarcófagos. Osiris se convirtió en la divinidad más popular, con Montu y Amón. Los nomos de Heracleópolis y Tebas se constituyeron como hegemónicos, imponiéndose finalmente este último. Son las dinastías VII a XI. Imperio Medio (c. 2050-1800 a. C.) Se considera que se inicia con la reunificación de Egipto bajo Mentuhotep II. Es un periodo de gran prosperidad económica y expansión exterior, con faraones pragmáticos y emprendedores. Este periodo lo conforma el final de la dinastía XI y la XII. Se realizaron ambiciosos proyectos de irrigación en el El Fayum, para regular las grandes inundaciones del Nilo, desviándolo hacia el lago Moeris (El Fayum). También se potenciaron las relaciones comerciales con las regiones circundantes: africanas, asiáticas y mediterráneas. Las representaciones artísticas se humanizaron, y se impuso el culto al dios Amón. A mediados de 1800 a. C., los dirigentes hicsos vencieron a los faraones egipcios; lo que comenzó como una migración paulatina de libios y cananeos hacia el delta del Nilo, se transformó con el tiempo en conquista militar de casi todo el territorio egipcio, originando la caída del Imperio Medio. Los hicsos vencieron porque poseían mejores armas, y supieron utilizar el factor sorpresa. Segundo Periodo Intermedio (c. 1800-1550 a. C.) Durante gran parte de este periodo dominaron Egipto los gobernantes hicsos, jefes de pueblos nómadas de la periferia, especialmente libios y asiáticos, que se establecieron en el delta, y tuvieron como capital la ciudad de Avaris. Finalmente, los dirigentes egipcios de Tebas declararon la independencia, siendo denominados la dinastía XVII. Proclamaron la "salvación de Egipto" y dirigieron una "guerra de liberación" contra los hicsos. Fueron las dinastías XIII a XVII, parcialmente coetáneas. Imperio uevo (c. 1550-1070 a. C.) Ramsés II. Imperio uevo. Luxor. Es un periodo de gran expansión exterior, tanto en Asia donde llegan al Éufrates como en Kush (Nubia). La dinastía XVIII comenzó con una serie de faraones guerreros, desde Amosis I hasta Tutmosis III y Tutmosis IV. Bajo Amenofis III se detuvo la expansión y se inició un período de paz interna y externa. 6

Después de un período de debilidad monárquica, llegaron al poder las castas militares, la dinastía XIX o Ramésida que, fundamentalmente bajo Seti I y Ramsés II, se mostró enérgica contra los expansionistas reyes hititas. Durante los reinados de Merenptah, sucesor de Ramsés II, y Ramsés III, de la dinastía XX, Egipto tuvo que enfrentarse a las invasiones de los Pueblos del Mar, originarios de diversas áreas del Mediterráneo oriental (Egeo, Anatolia), y de los libios. Los faraones del Imperio Nuevo iniciaron una campaña de construcción a gran escala para promover al dios Amón, cuyo creciente culto se asentaba en Karnak. También construyeron monumentos para glorificar a sus propios logros, tanto reales como imaginarios. Hatshepsut utilizará tal hipérbole durante su reinado de casi veintidós años que fue muy exitoso, marcado por y largo período de paz y prosperidad, con expediciones comerciales a Punt, la restauración de las redes de comercio exterior, grandes proyectos de construcción, incluyendo un elegante templo funerario que rivaliza con la arquitectura griega de mil años más tarde, obeliscos colosales y una capilla en Karnak. A pesar de sus logros, el heredero de Hatshepsut, su hijastro Tutmosis III, trató de borrar toda huella de su legado hacia el final del reinado, apropiándose de muchos de sus logros. Él también intentó cambiar muchas tradiciones establecidas que se habían desarrollado a lo largo de siglos. Posiblemente fue un intento inútil de evitar que otras mujeres se convertirsen en faraón y frenar así su influencia en el reino. Alrededor de 1350 a.c., la estabilidad del Imperio parecía amenazada, aún más cuando Amenhotep IV ascendió al trono e instituyó una serie de reformas radicales, que tuvieron un resultado caótico. Cambiando su nombre por el de Ajenatón, promovió como deidad suprema la hasta entonces oscura deidad solar Atón, iniciando una reforma religiosa tendente al monoteísmo. En parte, el monoteísmo de Ajenatón fue un producto del absolutismo real; los viejos dioses habían desaparecido, pero el rey mantenía para su propio beneficio político su papel tradicional como mediador entre los hombres y los deseos del nuevo dios. El faraón suprimió el culto a la mayoría de las demás deidades y, sobre todo, trató de anular el poder de los influyentes sacerdotes de Amón en Tebas, a quienes veía como corruptos. Al trasladar la capital a la nueva ciudad de Ajet-Atón (actual Amarna), Ajenatón hizo oídos sordos a los acontecimientos del Cercano Oriente (donde los hititas, Mitanni y los asirios se disputaban el control) y se concentró únicamente en la nueva religión. La nueva filosofía religiosa conllevó un nuevo estilo artístico, que resaltaba la humanidad del rey por encima de la monumentalidad. Después de su muerte, el culto de Atón fue abandonada rápidamente, los sacerdotes de Amón recuperaron el poder y devolvieron la capital a Tebas. Bajo su influencia los faraones posteriores Tutankamon, Ay y Horemheb intentaron borrar toda mención de Akenatón y su «herejía», ahora conocida como el Período de Amarna. Cuatro estatuas colosales de Ramsés II flanquean la entrada de su templo de Abu Simbel. 7

Alrededor de 1279 a.c. ascendió al trono Ramsés II, también conocido como el Grande. El suyo sería uno de los reinados más largos de la historia egipcia. Mandó construir más templos, más estatuas y obeliscos, y engendrar más hijos que cualquier otro faraón. Audaz líder militar, Ramsés II condujo su ejército contra los hititas en la Batalla de Kadesh (en la actual Siria); después de llegar a un punto muerto, finalmente aceptó un tratado de paz con el reimo hitita. Es el tratado de paz más antiguo registrado, en torno a 1258 antes de Cristo. Egipto se retiró de la mayor parte de sus posesiones asiáticas dejando a los hititas competir, sin éxito, con el creciente poder emergente de Asiria y los recién llegados frigios. La riqueza de Egipto, sin embargo, se había convertido en un objetivo tentador para la invasión; en particular, para los libios beduinos del oeste y los Pueblos de Mar, que formaban parte de la poderosa confederación de piratas griegos del mar Egeo. Inicialmente, el ejército fue capaz de repeler las invasiones, pero Egipto terminó por perder el control de sus territorios en el sur de Siria y Palestina, que en gran parte cayeron en poder de los asirios e hititas. El impacto de las amenazas externas se vio agravado por problemas internos como la corrupción, el robo de las tumbas reales y los disturbios populares. Después de recuperar su poder, los sumos sacerdotes del templo de Amón en Tebas habían acumulado vastas extensiones de tierra y mucha riqueza, debilitando al Estado. El país terminó dividido, dando inicio al Tercer Periodo Intermedio. Tercer Periodo Intermedio (c. 1070-656 a. C.) Comienza con la instauración de dos dinastías de origen libio que se repartieron Egipto: una, desde Tanis, la bíblica Zoán, en el Bajo Egipto, y otra, cuyos reyes tomaron el título de Sumos sacerdotes de Amón, desde Tebas. El periodo termina con la dominación de los reyes Cushitas. Son las dinastías, parcialmente coetáneas, XXI a XXV. Periodo Tardío (c. 656-332 a. C.) Comienza con la dinastía Saíta, con dos periodos de dominación persa, así como con varias dinastías coetáneas de gobernantes egipcios independientes. Egipto se convirtió finalmente en una satrapía. Son las dinastías XXVI a XXXI. Periodo Helenístico (332-30 a. C.) Alejandro Magno. Se inicia con la conquista de Egipto por Alejandro Magno de Macedonia en 332 a. C., y la llegada al poder en 305 a. C. de la dinastía ptolemaica, de origen macedonio. Finaliza con la incorporación de Egipto al Imperio romano tras la batalla de Actium, en el año 31 a. C. En el año 30 a. C. muere Cleopatra y Egipto se convierte en una provincia del Imperio romano. 8

Periodo Romano (30 a. C. - 640 d. C.) El 30 de julio del año 30 a. C., Octavio entró en Alejandría, liquidando definitivamente la independencia política de Egipto y convirtiéndolo en provincia romana. Pasó a sus sucesores el Imperio bizantino después que el Imperio romano fuera repartido el año 395 en Occidente y Oriente, y permaneció en sus manos hasta la conquista por el pueblo árabe del año 640. Los últimos vestigios de la tradicional cultura del Antiguo Egipto finalizan definitivamente a comienzos del siglo VI, con los últimos sacerdotes de Isis, que oficiaban el templo de la isla de File, al proscribirse el culto a los "dioses paganos". HISTORIA DE EGIPTO 2700-2200 Imperio antiguo La gran pirámidde en Giza 2200-2050 Primer periodo intermedio 2050-1652 Imperio medio 1652-1567 Segundo imperio intermedio Invasión Hicsos Dinastia tebana (1550) Tumbas en el Valle de los Reyes 1567-1085 Imperio Nuevo expulsión Hicsos (1336) Faraón Tutankamon (1280) Templo de Amun en Karnak 1085-1030 Decadencia. Ramsés II 800 Primeras armas y herramientas de hierro 660 Egipto es parte del Imperio Asirio 525 Parte del Imperio Persa 332 Alejandro el Grande conquista Egipto 30 a.c Muere la reina Cleopatra y Egipto forma parte del Imperio romano 642 d.c. Los Arabes conquistan Egipto 1500 Los Turcos gobiernan Egipto 1822 Se descifran los jeroglíficos 1922 Se descubre la tumba de Tutankamon 1953 Egipto se hace independiente 9

Principales Yacimientos Arqueológicos de Egipto Antiguo Tumbas y templos en los valles sagrados En una religión en la que el rey es dios, el complejo de los monumentos funerarios reales se concibe como el puente de unión por excelencia entre el cielo y la tierra, el horizonte en el que el rey se beneficia de las ofrendas y nutre su vitalidad como un Osiris triunfante, asociado para siempre al curso solar. Al igual que en los monumentos religiosos, la arquitectura, el mobiliario y la decoración de la tumba ejercían una magia activa al servicio del difunto. Según las concepciones mágicas del egipcio, la imagen tenía valor de realidad y garantizaba al propietario el beneficio de lo representado, de ahí el esfuerzo para hacerla más duradera, sobre todo con el uso de la piedra; también a este fin, las imágenes habían de suplir la tibieza ocasional de los encargados de mantener el culto funerario. La mastaba (tumba construida en forma de macizo rectangular, con muros en talud que encerraban la capilla de culto y, en el subsuelo, el panteón funerario) había de ser el marco en el que el difunto satisfaría sus necesidades. Permaneciendo momificado en su panteón y rodeado por un mobiliario funerario lo más abundante posible, el difunto se beneficiaría de las ofrendas en la capilla de culto a través de la "estela-falsa puerta" frente a la cual estaba colocada la mesa de las ofrendas. El templo A lo largo de un eje netamente trazado se encadenan espacios y volúmenes cada vez menores (patios, salas hipóstilas, sala de la barca sagrada, santuario), como desde un antetemplo a un templo íntimo. El misterio del reencuentro queda reforzado por una sutil combinación de la luz y las sombras, hasta la oscuridad total del santuario. Desde la perspectiva de la magia activa, la decoración del templo participa en la regeneración necesaria del poder divino a cargo del rey; lo 10

que a nosotros nos parece espectacular decoración, para los egipcios era una verdadera animación del edificio a través de los textos grabados y las imágenes. La decoración tenía un valor activo: no se trataba de narrar hechos asombrosos, sino de obtener la eficiencia necesaria y una garantía de perennidad de los mitos y de los ritos evocados. Era una prolongación de la acción real, que activaba la energía divina a través del cumplimiento de los ritos. A pesar de los grandes panegíricos reales que cubriendo los muros exteriores narraban victorias sobre enemigos o éxitos cinegéticos, en realidad todo ello era una conceptualización ritual de la ordenación del mundo por parte del dios creador frente al caos inicial. La decoración interior, por su parte, ofrecía una imagen del universo en su estado de perfección: sol puro, vegetación prolija, plafones estrellados en representación del cielo. En los muros, cuadros estrictamente organizados ilustraban los ritos esenciales para la marcha del cosmos, los múltiples gestos del intercambio fundamental del don y el contradón entre el rey y los dioses. Las pirámides y su construcción Las pirámides comienzan a erigirse espléndidas, y en toda su grandilocuencia, a partir de la cuarta dinastía, albergando la materia y el alma del faraón, que debía sobrevivir más allá de la muerte, por lo cual su cuerpo debía preservarse, lo que se lograba a través de la técnica de la Momificación. El origen de las pirámides, lo consti-tuye la costumbre de acumular montículos de tierra sobre las primeras tumbas. Los primeros faraones, considerados hijos de Horus, se enterraban en tumbas subterráneas, para estar más cerca del reino de Osiris, pero los faraones que sobrevinieron luego, considerados hijos de Ra, construyeron sepulcros en forma de pirámides. Ya en la tercera dinastía que comienza en el año 2800 a. C, aparece la primera pirámide, que en realidad era una modificación escalonada de la mastaba (pirámide truncada, que terminaba en una superficie plana), que es la de Sakara, en honor al faraón Zoser, construida por el arquitecto y primer ministro, Imenhotep, destacada figura cultural de la época, por sus conocimientos matemáticos, astronómicos y médicos, fundador de la medicina experimental. Esta pirámide, contaba con terrazas de piedra rectangular con una altura de 61 m. Estaba rodeada por una muralla, que encerraba varios monumentos. Las pirámides muestran, para su época, el gran conocimiento de los técnicos egipcios y la capacidad organizativa necesaria para construir tales monumentos con medios muy simples; pero nada parece indicar que hiciera falta una tecnología superior a la que disponían los egipcios 11

representada por "ingenios" de madera, trineos e, hipotéticamente, usando la rueda, en forma de rodillos de madera y rampas. No se sabe con certeza cómo se construyeron las pirámides, pues no han perdurado documentos de su época que lo describan. Además, se utilizaron diversos materiales (piedra escuadrada, piedra sin tallar, adobe) y variadas técnicas en la construcción de sus núcleos (apilamiento de bloques, muros resistentes conformando espacios rellenos de cascotes, etc.). La hipótesis más aceptada es la siguiente: previamente se procedía a aplanar el terreno rocoso, y excavar canales para inundarlos de agua y así poder marcar líneas de nivel con las que se preparaba una superficie horizontal. Después se rellenaban los surcos. A continuación se excavaba la cámara subterránea y se comenzaba la edificación. La mayoría de los bloques de piedra eran cortados en canteras próximas al lugar de construcción. Se transportaban otros de las canteras del sur del país con ayuda de gigantescas barcazas. Los bloques se colocaban a continuación sobre trineos y se arrastraban hasta su emplazamiento definitivo. Templo de Ramses II En tiempos de Ramsés II se construyeron en Abu Simbel (Nubia) dos templos excavados en la roca -tipo que recibe la denominación de speos-, cuya monumental fachada es como un gran pilono con estatuas. El mayor -el del propio Ramsés II- mide 38 m de altura, y cuenta en su fachada con cuatro grandes estatuas sedentes del faraón, de unos 20 m de altura; en su interior, una sala con cuatro pares de pilares osiríacos da paso a otra más pequeña y al altar. El templo contiguo, algo menor -28 m de altura-, está dedicado a la esposa de Ramsés, la reina Nefertari, y consagrado a la diosa Hathor; cuenta con seis estatuas de la reina, personificada como Hathor, y en su interior la cámara principal tiene tres pares de pilares tallados con la imagen de la diosa. La orientación de ambos es perfecta: al amanecer de los equinoccios, los rayos del sol llegan hasta el propio fondo del speos de Ramsés II -hasta una profundidad de 60 m en la roca-, donde se halla la estatua del dios Osiris. Ramsés mandó construir este templo con una doble idea: por un lado, para ensalzar su propia figura, ya que las cuatro figuras magníficamente talladas e idénticamente iguales, son un fiel retrato del propio faraón con toda la potencia de la juventud. Por otro, y dado que el templo está ubicado en la frontera con Nubia, país tributario de Egipto, el faraón se hace representar en actitud majestuosa y hierática, como si vigilara el paso de todo aquél que quisiera entrar en Egipto. Excavado en la roca y situado sobre el Nilo, destaca por la riqueza escultórica de su puerta de acceso, que sustituye el tradicional pilono de entrada, de manera que templo y rey se funden en una sola cosa: el templo es el mismo Ramsés y Ramsés es el templo. Sobre un podio monumental, las cuatro figuras de Ramsés II han sido talladas directamente de la roca, en piedra arenisca, expresando la idea del rey joven y transmitiendo autoridad, serenidad, divinidad y espiritualidad. Sorprende la figura con la que han trabajado la piedra arenisca hasta conferirle una textura de piedra compacta, como si se tratara de alabastro. Entre las piernas del faraón se observan pequeñas figuras de sus familiares. 12

En el centro, sobre la puerta y dentro e una hornacina, encontramos al dios del sol, Re-Harakhti, conjunción sincrética de Horus y Re; a su izquierda, encogida, la figura de Maat, diosa de la justicia, y a la derecha un bastón con cabeza de perro, llamado user. A ambos lados de Re- Harakhti, el faraón Ramsés II, perfilado en bajorrelieve y en posición de adorar al dios que posee los mismos atributos que el nombre de la entronización del faraón, User-Maat-Re ("poderosa es la justicia del sol"), se presenta de manera que está adorando su propio nombre, es decir, se venera a él mismo. Por encima de esta escena, un friso con cinocéfalos adorando al sol, cierra como una cornisa esta portada monumental, destinada a situar a Ramsés entre los dioses. En el interior del templo se encuentra una sala hipóstila aguantada por ocho pilares osiríacos. En las paredes de la sala se representan las victorias militares del rey, sobre todo la célebre batalla de Qadesh, contra los hititas. De aquí salen ocho dependencias alargadas, cuatro a la derecha y cuatro a la izquierda, precedidas de un vestíbulo, que servían de almacenes para los objetos de culto. A continuación, y siguiendo el eje principal, se accede a una sala más pequeña aguantada por cuatro columnas y a otro vestíbulo, antecámara del santuario. En la pared del fondo hay cuatro estatuas sedentes que, de izquierda a derecha, corresponden a Ptah, dios de Memfis, Amon, el poderoso dios nacional, el mismo Ramsés II, con la corona azul de la guerra, y Re- Harakhti. La idea de la deificación en vida se manifiesta en el hecho de que Ramsés II está representado en el santuario entre los dioses principales del panteón egipcio, como si fuera un dios. El Valle de los Reyes Para evitar que sus tumbas fuesen violadas como había sucedido con las pirámides de sus antepasados, los faraones del Imperio Nuevo decidieron construir sus sepulturas bajo tierra, en un recóndito valle situado en la ribera occidental del Nilo, a su paso por la ciudad de Tebas. Los faraones del Imperio uevo no dispusieron sus tumbas en pirámides, como sus antecesores, sino que excavaron espléndidas sepulturas en la Gran Pradera; así llamaban los antiguos egipcios al desértico Valle de los Reyes, situado en la orilla oeste del Nilo, frente a Tebas. Entre los primeros actos de un rey cuando subía al trono figuraba la búsqueda del lugar de su reposo eterno. Ese emplazamiento protegería el cuerpo del soberano tras su muerte y allí se uniría a la divinidad, rodeado de todas sus pertenencias terrenales, necesarias también en el Más Allá. Para evitar el saqueo de sus tumbas, los reyes del Imperio Nuevo se hicieron construir hipogeos, sepulturas bajo tierra. Tutmosis I, soberano de la dinastía XVIII, fue probablemente el primer faraón que se hizo enterrar en el Valle de los Reyes, que quedó así inaugurado como necrópolis real. Los encargados de la construcción de las tumbas reales eran los obreros que vivían en Deir el-medina, un pueblo próximo al Valle de los Reyes. Allí, la noticia de la muerte de un soberano era recibida con alegría: significaba trabajo y, por tanto, un sueldo. Antes de iniciar las obras se procedía 13

al ritual de fundación, una ceremonia que seguía creencias religiosas ancestrales, similar a la que se llevaba a cabo en la edificación de un templo. Se cavaban unos hoyos en el suelo y en todos ellos se depositaban ofrendas y pequeños objetos rituales como herramientas en miniatura (hojas de cincel, de azuela o cuchillos), cestos, jarras, platillos, elementos vegetales e incluso ofrendas de comida, como frutas; en el depósito de fundación de la tumba de Amenhotep III se colocaron cabezas y patas de ternera. Desde finales de la dinastía XVIII, las sepulturas se componían de un pasadizo que conducía a la cámara del sarcófago, a lo largo del cual se sucedían escaleras descendentes, salas con pilares y un pozo ritual. Todas las paredes de salas y pasillos estaba decoradas con escenas y fórmulas religiosas de los libros del Más Allá. El interior de la tumba se concebía como un camino: era el recorrido por el Más Allá del dios Re, el Sol, a quien se unía el faraón, que lo acompañaba en su barca. En su descenso al interior de la tumba, el dios Re -o el faraón difunto- encontraba peligros que superaba gracias a los textos inscritos en las paredes. El camino acababa con el renacimiento del dios-rey y su unión con los demás dioses. Cuando un rey moría, su cuerpo era momificado, al igual que sus órganos internos, que eran extraídos y guardados en vasos canopes que se depositaban dentro de la tumba. El cerebro se extraía a través de la nariz. Ante la tumba, un sacerdote sem oficiaba sobre el rey difunto el rito de la apertura de la boca, para devolver al faraón sus sentidos y así permitirle vivir en el Más Allá. Se han descubierto 63 tumbas; de ellas, la de Ramsés II debió haber sido originalmente una de las más bellas, pero el emplazamiento escogido no fue el más propicio y con el paso del tiempo las filtraciones de agua la han dañado irremediablemente. Fuentes: http://es.wikipedia.org/wiki/antiguo_egipto http://www.portalplanetasedna.com.ar/egipto.htm http://www.laguia2000.com/edad-antigua/las-piramides-de-egipto 14