1 EL CUERPO DEL ANALISTA Y SU PARTICIPACIÓN EN EL TRABAJO CLÍNICO Dra. Elsa Rappoport de Aisemberg * Dentro del contexto de la convocatoria de este Congreso acerca de la persona del analista y de la presencia del mismo, pienso que la asepsia y la neutralidad son una aspiración a la que no debemos renunciar pero a la vez un imposible. Es una de nuestras tantas paradojas, como lo señalara Willy Baranger en 1957 en su trabajo sobre Interpretación e ideología, ya que la persona del analista y su presencia actúan inevitablemente sobre el paciente, dando lugar a transferencias diversas y entre otras, a la transferencia idealizada, que deberá ser deconstruída en algún momento del proceso analítico para un buen desenlace del mismo. No obstante, en los inicios dicha transferencia favorece la instalación del tratamiento, especialmente cuando hay predominio del funcionamiento no-neurótico. En relación a la convocatoria singular de nuestro panel acerca del cuerpo del analista, pienso que este enunciado exige la toma de una posición ideológica frente al concepto de contratransferencia, así como el de campo analítico. La contratransferencia corporal Creo que el cuerpo del analista está constantemente implicado en nuestra tarea. Para realizar nuestro trabajo, reconociendo la asimetría del encuadre, tenemos que en parte dejarnos involucrar afectiva y sensorialmente en los mensajes inconscientes que emite el paciente además de la escucha verbal. Debemos reconocer que no somos entomólogos, pero también es cierto que tenemos que comprender, autoanalizar y tramitar dichas experiencias del campo transferencial-contratransferencial y luego decidir si las incluimos o no en nuestro abordaje interpretativo o constructivo. Es una posición compartida por algunos y cuestionada por otros, dependiendo del esquema referencial, ideología científica o personal de cada colega. * Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Internacional y de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Dirección: Av. Callao 1801, 9º (C1024ADE). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, R. Argentina. Correo electrónico: eaisemberg@fibertel.com.ar
2 La noción de contratransferencia enunciada por Freud en 1910, en el Congreso de Nuremberg, señala su dimensión de obstáculo a la cura, de punto ciego del analista, de necesidad de análisis del mismo inscripta en la exigencia de poner ley u orden a la contratransferencia erótica de jóvenes analistas, evitando las actuaciones de los mismos. La formulación de la regla de abstinencia como la de la neutralidad se inscribe en la misma problemática y mantiene su vigencia. Luego de 40 años de silencio sobre este tema, sólo interrumpido por los aportes de Ferenczi, aparecen a fines de los años 40 y principios de los 50 las conceptualizaciones de Paula Heimann en Londres y Enrique Racker en APA que introducen otra dimensión: además de obstáculo también la contratransferencia puede ser instrumento de comprensión de elementos preverbales, sensoriales, anteriores a la palabra. En un tercer momento aparece la contratransferencia ampliada o uso de la mente del analista a partir de 1961-62 con los trabajos de Willy y Madeleine Baranger sobre el campo analítico a los que se agregan la quimera de de M Uzan, el concepto de reverie de Bion, los aportes de Winnicott, Bollas, Green y los Botella con sus enunciados acerca de la regrediencia y la figurabilidad. Esta visión, tan contraria a la lectura lacaniana sobre el tema, es la de quienes apuntamos a explicar el funcionamiento psíquico que deviene en los registros psíquicos y pre-psíquicos de la repetición en la transferencia. Acerca de la transferencia Estos registros son de tres órdenes, dando lugar a la transferencia a la palabra, a la transferencia al objeto y a la transferencia al soma, acto o alucinación. 1) La transferencia a la palabra, que proviene del campo de la pulsión y de las representaciones. 2) La transferencia al objeto, es la transferencia a la persona del analista, que remite al campo narcisista. Se trata del narcisismo secundario al pasaje del objeto, que ha devenido en identificaciones. 3) La transferencia al pasaje al acto, o al soma o a la alucinación, que proviene del campo pre-psíquico, de lo arcaico originado en las huellas tempranas perceptivas, huellas que estarían entre el soma y la psique, que aún no poseen existencia mental pero que la adquieren al transformarse en tejido psíquico mediante la construcción de la rememoración que se realiza entre
3 paciente y analista en la situación transferencial-contratransferencial. En estos casos es donde la utilización de la contratransferencia ampliada o de la teoría del campo analítico son un instrumento útil para la construcción de la rememoración, lo que implica un desarrollo del texto freudiano de 1937 sobre construcciones, texto que nos permite hoy abordar el amplio terreno de las patologías no neuróticas: fronterizos, psicosomáticos entre otros. Porque cuando trabajamos con el funcionamiento psiconeurótico de un paciente, intentamos mediante la interpretación que emerjan los recuerdos reprimidos. Sin embargo, cuando lo hacemos con el funcionamiento no-neurótico tenemos que construir recuerdos: se trata de una rememoración ampliada. Realizamos esta construcción en la mente del analista, lo que implica que podemos transformar vivencias, emociones, elementos pre-verbales o para-verbales en imágenes y en palabras, en figuraciones y en representaciones. Por supuesto que la construcción realizada en la mente del analista trae el problema de la convicción en el paciente y si la formulación que le ofrecemos corresponde a su verdad o si le pertenece. Creo que la convicción tiene por lo menos dos fuentes de confirmación: una, la vivencia de la repetición en la transferencia-contratransferencia, que el analista con sus hipótesis tratará de transformar en una representación; otra, la emergencia de sueños indicadores de la transformación de las huellas traumáticas en un intento de realización de deseo, como señala Freud en 1933 en la Conferencia 29. La teoría del campo analítico Willy y Madeleine Baranger en 1961-62 enuncian la noción de campo analítico, entendiéndolo como producto de identificaciones proyectivas cruzadas entre paciente y analista. En un trabajo posterior lo reformulan como el encuentro de dos psiquismos que genera una fantasía inconsciente básica común, a la manera de lo que describe Bion para los grupos. Y en 2004 Madeleine Baranger reformula el concepto de campo como una estructura que se crea entre un paciente y un analista en la situación analítica, siendo ésta el tercero que tiene una dimensión tanto mítica como simbólica. Es decir que estas repeticiones en el campo analítico, que tienen una dimensión mítica, pueden acceder a una transformación simbólica en el interjuego de la situación analítica.
4 Antes del enunciado de la teoría del campo analítico, todo lo referido al cuerpo del analista tenía que ser excluido, o no utilizado para el trabajo analítico. El gran cambio que advino con dicho concepto fue poder aceptar o tener en cuenta o pensar la importancia de la persona o presencia del analista en la construcción de la situación analítica con el paciente. Este significativo cambio de orden general se produjo en los últimos años, aún para los colegas que no utilizan el concepto de campo. Por ejemplo, Owen Renik, dentro de su teoría de la intersubjetividad en Estados Unidos, tan distante de nuestros modelos teóricos. En cambio encontramos en Europa, las ideas de Winnicott, Bion, de M Uzan, Bollas y los Botella, más cercanas a las ideas de los Baranger. Estos últimos autores, ya en su trabajo princeps (Baranger, W y M, 1961-62) sobre el tema, señalan que: La participación del cuerpo en la situación analítica no es, en ninguna forma, privativa del analizando. Cada analista participa de la ambigüedad corporal y contesta con su propio cuerpo a la comunicación inconsciente del analizando. Elabora él también, un lenguaje corporal para contestar a determinadas modificaciones del campo. Esto nos abre un nuevo capítulo a explorar: La comunicación de Inconsciente a Inconsciente Esta comunicación que ya nos anunciaba Freud en 1912 al señalar que el médico debe volver hacia el inconsciente emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor, acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono, implica a mi entender el uso o la disposición no sólo de la mente del analista, sino también de su cuerpo y de toda su persona. Ya que las percepciones internas y externas de la relación con el objeto devienen huellas sensoriales o perceptivas, anteriores a la palabra, que pienso estarían entre soma y psique, en el ello de la segunda tópica con sus raíces en el soma como lo dibuja Freud en 1933. Se trata del Inconsciente propiamente dicho o genuino que no ha sido traducido, que nunca fue consciente, como señala Freud en el Moisés (1939). Así he descripto (Aisemberg, E. 2007, 2008) la hipótesis de dos Inconscientes: el Inconsciente reprimido, campo del Edipo, la pulsión organizada, las representaciones, la psiconeurosis y el Inconsciente propiamente dicho o genuino, que nunca fue consciente, campo de lo arcaico, de la excitación
5 endosomática, de la pulsión desorganizada, que puede expresarse en pasaje al acto o al soma o a una alucinación en una persona no-psicótica. Es el abordaje de este último funcionamiento en la situación transferencialcontratransferencial en el campo analítico lo que permite transformar las huellas sensoriales en huellas mnémicas que darán lugar a representaciones y a sueños. Ayudamos a construir Inconsciente reprimido. Por ello pienso, utilizando el modelo freudiano del ello de la segunda tópica, que el cuerpo es el origen del Inconsciente, que se continúa en la mente. Es el uso de la misma la que produce la traducción de las huellas perceptivas en representaciones útiles, introduciendo la palabra. La percepción corporal es el origen de la comunicación de Inconsciente a Inconsciente, que naturalmente debe ser traducida por el analista, que en estos casos funciona como auxiliar, que presta su capacidad mental como lo señalara Michel de M Uzan en 1976, ya que el paciente no puede aún transformarlas en palabras o representaciones. Estamos en el campo de la figurabilidad que han desarrollado los Botella, como así también de los sueños del analista cuando el paciente aún no puede soñar. Quisiera ilustrar estas ideas con dos viñetas clínicas. Silvio Es un paciente que una colega, la Dra. Nélida Gruemberg de Steren, supervisó conmigo durante un largo período. Se trata de un hombre de 33 años, casado, padre de dos hijos, empresario, que sufrió un infarto de miocardio. La analista es solicitada por un médico para que lo entreviste en la unidad coronaria. El paciente, que tiene características de sobreadaptado, adicto al trabajo, pragmático, cuando sale de la clínica inicia un tratamiento de tres sesiones semanales y diván, donde describe su cotidianeidad como un informativo, en un lenguaje operatorio que recuerda a Marty. Después de un par de meses, en los que nunca tocaba el tema del infarto, la analista en una sesión comienza a sentir angor, dolor en el pecho. Viene a la supervisión con este relato, frente a lo cual sugiero un examen médico y además pensar acerca de las preocupaciones que le originaba este paciente, quien no hablaba de sus angustias habiendo sufrido un infarto y siendo un hombre tan joven, lo que sugería un pronóstico difícil o severo.
6 Luego de comprobar la analista que sus coronarias estaban bien, estuvo en condiciones de transformar sus sensaciones corporales e incluir los afectos escindidos: el susto, el miedo que debió tener el paciente cuando el infarto, el dolor del mismo, y los temores acerca de su presente y futuro. Esta reintroyección que fue lenta, dio lugar a la aparición de duelos psíquicos: por la muerte de la madre ocurrida varios años atrás, por la lejanía de sus dos hermanas mayores, a quienes no veía desde hace años y que vivían en el extranjero y por la no comunicación con el padre, quien se había casado con otra mujer. Lentamente, en un proceso que se desarrolló en diez años, comenzó a elaborar duelos psíquicamente y no con el soma, emergiendo transferencias, sueños, sexualidad, Edipo y la agresión que ahora no estaba suprimida, indicadores, todos ellos, del funcionamiento psiconeurótico. Pablo Pienso que un uso paradigmático del cuerpo del analista ocurre en el encuadre cara a cara. En el trabajo del Autorretrato (Aisemberg et al, 2000) refiriéndome a la dimensión narcisista de la transferencia, describía al tratamiento cara a cara como la necesidad del paciente de sostenerse en la mirada del analista, de verse reflejado en el rostro del mismo como en un espejo a la manera en que lo ha enunciado Winnicott. Este material clínico ha sido aportado por la Lic. Ana Bustamante quien participó de la elaboración de dicho texto. Pablo es un hombre de 40 años, empresario, casado con cuatro hijos. La mayor, María, de 15 años, padeció sufrimiento fetal, lo que le produjo un daño neurológico irreversible. La convivencia con ella trae gran sufrimiento familiar: María grita de noche, también deben atarla a una silla de ruedas dada la rigidez de su cuerpo paralítico y las reiteradas caídas que le ocasionan lesiones importantes. En una sesión, el paciente relata un episodio vivido el día anterior con esta hija. María había comenzado a gritar durante la noche, como ocurre con frecuencia, y a moverse en forma compulsiva, de manera tal que se cayó de la cama, golpeándose fuertemente, lastimándose la nariz, rompiéndose un diente y perdiendo mucha sangre.
7 Pablo relataba todo esto como algo más de los avatares de la semana, como si fuera una historia ajena. Contratransferencialmente la analista sentía que poco a poco se sumergía en ese clima sórdido y profundamente doloroso que sin saber él transmitía. De pronto ella miró sus ojos y los vió llenos de lágrimas: A.: Pablo tiene los ojos colorados y llenos de lágrimas... P.: Sabe qué sucede Ana? Nunca me había pasado, el verle la cara a usted, al verla como me mira y su cara de espanto, me doy cuenta a través suyo de lo doloroso que todo esto es, recién ahora lo puedo registrar, por su forma de mirarme. Pensamos que Pablo pudo acceder a sus emociones a través de una vía más primaria: verse reflejado en el rostro de la analista, rostro que funciona como un espejo del que posiblemente careció. Para finalizar La persona del analista con sus deseos, transferencias e ideologías está puesta en juego en la situación transferencial y si bien la neutralidad y la abstinencia son una aspiración ética que debemos sostener como un ideal, como ya señalé, existen resonancias en juego, resonancias singulares que surgen en cada campo analítico, una muestra más de que la relación entre cada paciente y cada analista es diferente. El problema reside en cómo entendemos las resonancias y qué hacemos con ellas, cuánto es sólo del analista y cuánto es del paciente, favorecido por cierta vulnerabilidad o diapasones del terapeuta. Referencias Aisemberg, ER (2007): Repetición, Transferencia y Somatosis, Rev. de Psicoanálisis, LXIV, 2. (2008): La sombra de la herencia en el psicoanálisis contemporáneo, Rev. de Psicoanálisis, LXV, 1 (en prensa). Aisemberg, ER et al. (2000): El autorretrato, Rev. de Psicoanálisis, LVII, ¾. Baranger W (1957): Interpretación e ideología, en Problemas del campo psicoanalítico, Kargieman, Buenos Aires, 1969. Baranger, M y Baranger, W (1961-62): Problemas del campo psicoanalítico, Kargieman, Buenos Aires, 1969. Baranger, M (2004): La teoría del campo, en El otro en la trama intersubjetiva, Lugar- APA, Buenos Aires. Bion, W (1966): Aprendiendo de la experiencia, Paidós, Buenos Aires. Bollas C (1987) La sombra del objeto, AE, 1991. Botella, C y Botella, S (1997): Más allá de la representación. Promolibro, Valencia.
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