ERNESTO PÉREZ ZÚÑIGA
CARONTE EN GRANADA He visto indios azules con vergeles en la frente. Quién corría entre la hierba con la espada de humo? Quién me acaricia con sangre? Me acaricias con tu sangre. Entra en el barco de madera negra. He elegido este poema para la revista Olvidos porque lo escribí en Granada, probablemente en primavera de 2006, en semana santa o en el puente de mayo, hace ahora seis años. Puedo localizar la escritura porque el original está en una página bajo la dirección de correo electrónico de Cuadernos del Vigía, anotada en uno de mis "regresos" a la ciudad, y por estar el poema anotado en tinta roja, que nunca uso salvo que no disponga de otro bolígrafo, y así debía ser en aquel momento del viaje. No recuerdo el momento de escribirlo. En las páginas anteriores y posteriores hay notas relacionadas con las lecturas junguianas y freudianas que estaba haciendo en ese momento mientras terminaba de trabajar en una novela, El segundo círculo (2007), y estaba pensando ya en la historia de un músico basada en el mito de Fausto y en la novela de Mann, que estoy terminando ahora. Esas lecturas sobre el psicoanálisis, me servían también para que buceara dentro de mí, sin método alguno, pero muy atento a las imágenes de mi inconsciente. En ese contexto, aparece este poema que es, sin duda, un sueño. La tinta roja, la letra del original, su disposición en la página, me hacen imaginar que lo escribí en una habitación de hotel y justo después de despertar. Así lo
he hecho otras veces. Las diferencias de la versión actual respecto al original son muy pocas. El poema es, por tanto, un sueño casi intacto. El poema actual abre la segunda parte de un libro en el que estoy trabajando ahora, estructurado a partir del tema de Beatriz, según las partes de la Divina Comedia. Entonces, por supuesto, en 2006, no lo sabía. Introduce el capítulo llamado "Ánimas", y la bajada a un infierno contemporáneo que es también un descenso a un inconsciente colectivo. Fue al elegirlo para abrir esta parte del libro, cuando lo titulé "Caronte" y pulí los versos originales. Así es, en general, mi proceso de trabajo con un poema. Lo escribo, dejo pasar el tiempo y luego lo reúno con otros en torno al tema que ha estado alimentándolos durante una época de mi vida, en este caso, cinco años. Para mí, la escritura poética obedece a un impulso mental concreto, y dicho impulso es el que dota al lenguaje de un ritmo y un estilo determinado. Siempre trato de salvar esta autenticidad del poema cuando lo introduzco en el "taller". En este caso, los cambios han sido mínimos, tal y como he podido comprobar en este proceso de búsqueda para la revista olvidos.es. Conservaba el poema en un documento informático, donde voy acumulando los poemas sin trabajar cuando hago la revisión de los cuadernos manuscritos (muchos otros los escribo directamente en el ordenador). Al buscar el original, lo he descubierto en un cuaderno que había revisado en 2007. Desde entonces, no había vuelto a abrir el cuaderno, no recordaba qué "originales" me podría encontrar. Al descubrir la primera versión de "Caronte", todavía sin título, he vuelto a comprobar la dimensión misteriosa de todo el proceso poético. Había una sorpresa que me esperaba. Cuando escribí el poema al despertar en un hotel de Granada, todo lo que he contado más arriba era desconocido para mí. Aquel mismo sueño, reflejado apresuradamente en un cuaderno, desconocía que se iba a convertir en un poema llamado Caronte. Y que, como el viejo barquero, me iba a conducir a otros poemas que me esperaban, desconocidos, más allá de la temible puerta donde las sombras se van iluminando, a huecos, a veces, mientras uno las va observando. Todo el trayecto tenía sentido. Y el inicio del mismo se parecía, sin conciencia, a su término. Como sucede en los procesos psicoanalíticos, se trataba de llevar la zona de sombra hacia un foco de luz. La revista olvidos.es ha propiciado hallar este recuerdo. El esquema del Infierno de Dante, me sirvió para estructurar esta parte del libro. Pero era aquella canción de The Doors, Indian summer, la que flotaba por los ritmos de mi cabeza. Fue la primera que le puse a Beatriz, en mi coche, en otro viaje, cuando la conocí un año después de escribir aquel sueño.
Arnold Böcklin, La Isla de los Muertos
El Infierno, según Dante
El poema aquí analizado corresponde a un próximo libro de poemas de Ernesto Pérez Zúñiga que lleva por título Siete caminos para Beatriz.