MENESES, P. (1985). Para Ler a fenomenología do Espírito. São Paulo: Ed. Loyola. INTRODUCCIÓN (29-34) (Trd., F. Sierra G., 2014) 1. Una crítica del conocimiento no tiene cabida 2. La ciencia solo puede nacer del saber fenomenal y de su movimiento 3. La ciencia es solicitada sin descanso a traspasarse 4. La conciencia pre- científica ya tiene en sí un criterio de verdad 5. La serie de figuras de la conciencia obedece a una dialéctica necesaria que es estudiada por una Ciencia [de la experiencia de la conciencia], la Fenomenología del Espíritu. =*= 1 - UNA CRÍTICA DEL CONOCIMIENTO NO TIENE CABIDA 1.1. Hay quienes sostienen que la filosofía, antes de indagar la verdad de las cosas, debe examinar primero el conocimiento, por ser el instrumento o el medio (médium) de que se vale para alcanzar la verdad. Esta opinión parece sensata, pero no deja de ser un contrasentido. En efecto, el instrumento altera la cosa sobre la que se aplica, y el medio refracta la luz que lo atraviesa. Tampoco sería bueno hallar una manera de eliminar eso que altera el instrumento o distorsiona el medio, pues lo que queda sería, a su vez, objeto de conocimiento y, por tanto, objeto de alteración o distorsión. La verdad es que si el Absoluto no está presente desde el comienzo (del) en el conocimiento, nunca será conocido. 1.2. Es preciso desconfiar del temor a equivocarse y de la desconfianza en relación con la Ciencia, porque este miedo a equivocarse es, en el fondo, el miedo a la verdad; peor, todavía: ya es la propia equivocación. En efecto, esas dudas presuponen demasiadas certezas : la representación del conocimiento como un instrumento o un medio; la suposición de que el Absoluto está de un lado, y el conocimiento, del otro; la creencia de que este conocimiento, separado del Absoluto es, aún así, algo real; y que, incluso estando afuera de la verdad, es algo verídico 1.3. Como sólo lo Absoluto es verdadero, y solo lo Verdadero es absoluto, no hay lugar para un tipo de conocimiento que sea verdadero, aunque no alcance lo absoluto; ni, para un conocimiento en general que, incapaz de alcanzar lo absoluto, sea capaz de alcanzar otra verdad. 1
2 LA CIENCIA SOLO PUEDE NACER DEL SABER FENOMENAL Y DE SU MOVIMIENTO 2.1. Cuando la Ciencia entra en escena, estas falsas representaciones se disipan. Con todo, la Ciencia, en el momento en que surge, es todavía solo una apariencia: un saber fenomenal, un concepto del saber y no un saber realizado y desarrollado en su verdad. Pero, tiene que ser de esa manera: la Ciencia solo puede nacer del saber natural e irse liberando poco a poco de la apariencia, volviéndose contra ella. Lo que no puede es establecerse a través del rechazo puro y simple del saber vulgar, o porque apele a un saber mejor, o por el presentimiento de que este saber se halla en el seno del conocimiento vulgar, prefigurando la Ciencia. 2.2. En esta obra presentamos el saber fenomenal; no la Ciencia libre moviéndose en su figura original, sino el camino de la conciencia natural que sufre el impulso en dirección del verdadero saber; el camino del alma que recorre la serie de sus formaciones como otras tantas estaciones que le son prescritas por su propia naturaleza: así, el alma se purifica y se eleva al espíritu. A través de la experiencia completa de sí misma, llega al conocimiento de lo que es en sí misma. 2.3. La conciencia natural va a probar, para sí, que es apenas el concepto del saber, o el saber no- real. Una decepción para quien se asuma como el saber real: realizar este concepto es perder su verdad. Este es el camino de la duda y, asimismo, del desespero. Esa duda, sin embargo, no es un intento de sacudir una supuesta verdad, que termina volviendo a la misma verdad del comienzo: la duda aquí es la penetración consciente en la no- verdad del saber fenomenal, el cual toma como suprema verdad un concepto no realizado. Se trata de un escepticismo maduro que difiere de la resolución de rechazar las afirmaciones de otros y seguir con la propia convicción, solo teniendo como verdad lo que establece por sí mismo. Es claro que seguir su propia opinión es preferible a basarse en autoridades; por lo menos para la vanidad de la persona Pero eso no cambia el contenido de la opinión ni le confiere forzosamente un estatuto de verdad. 2.4. Nuestro camino recorre, en sus detalles, la formación de la conciencia, su desarrollo efectivo hasta llegar a la Ciencia. Se trata de un escepticismo diferente, y que abarca toda la amplitud del saber fenomenal, haciendo desesperar de las representaciones, las opiniones, los pensamientos que se han tenido por naturales; no importa si propios o ajenos. 3 LA CIENCIA ES SOLICITADA SIN DESCANSO A TRASPASARSE 3.1. La Ciencia que se obliga a examinar la verdad de las representaciones está llena de ellas y, por eso mismo, es incapaz de hacer lo que se propone. Tiene que recorrer todo un proceso en el que se suceden figuras articuladas, en un orden necesario que conforma un sistema. 3.2. Hay que advertir que la presentación de esta conciencia como no- verdadera no es algo puramente negativo, puesto que representa unilateralmente una de las figuras o etapas de esa conciencia imperfecta: el escepticismo común. Este ve en el resultado apenas la pura nada y de allí no sale; y, todo lo que 2
encuentra se juega en este abismo vacío. Cuando la conciencia se da cuenta de que la nada es siempre la negación de una cosa, que está determinada y que tiene un contenido, efectúa una transición hacia una nueva forma; y, a través de la negación, va realizando el proceso completo de las sucesivas figuras de la conciencia. 3.3. El término o el resultado del proceso está necesariamente fijado como la serie de la progresión: se lo alcanza cuando el saber se encuentra a sí mismo, cuando encuentra el concepto que corresponde al objeto y el objeto que corresponde al concepto. 3.4 Esta progresión en busca del término final no puede detenerse en ninguna etapa intermedia. Allí se encuentra la diferencia entre la conciencia y los seres naturales, que no pueden ir más allá de sí mismos, a no ser por la muerte. La conciencia es al acto de traspasarse a sí misma. Eso provoca una angustia incesante, una violencia ejercida contra ella misma, que estropea cualquier satisfacción limitada. Intenta retroceder ante la verdad y quedarse en la inercia sin pensamiento: pero viene el pensamiento a perturbar esta paz, o el sentimentalismo, donde buscó un atenuante para la angustia de la razón. 4 LA CONCIENCIA PRE- CIENTÍFICA YA TIENE EN SÍ UN CRITERIO DE VERDAD 4.1. Como vamos a exponer el desarrollo del saber fenomenal y a examinar hasta qué punto la conciencia es real o verdadera, es de suponer que ya se está en posesión de una unidad de medida, si no, nada se podría medir. Sin embargo, como la ciencia está apenas surgiendo, todavía no puede estar en posesión de la verdad (de la esencia, de lo en- sí) y no puede pronunciarse sobre esto. Cómo escapar a este dilema? Analizando lo que sucede en la conciencia: cuando ella opera, distingue dentro, de un lado, algo a lo que ella se refiere, y que es- para- la- conciencia: el saber; y, del otro, un ser que es en- sí: la verdad. Es decir, que lo que se refiere al saber también se lo distingue de él y se lo coloca como algo que es- en- sí. Buscando la verdad del saber, vamos a encontrar lo que él es- en- sí pero, en este caso, él es nuestro objetivo: por tanto, es- para- nosotros. 4.2. Así, la conciencia da su medida en sí misma; puesto que es allí que existe la dicotomía de lo que es- para- otro (el momento del saber) y de lo que es- en- sí (el momento de la verdad). Tenemos pues la medida que la conciencia establece para medir su saber: es eso que designa dentro de ella como lo en- sí, o lo verdadero. Llamemos al saber: concepto; llamemos la esencia, o lo verdadero, objeto: el examen consiste, entonces, en ver si el concepto corresponde al objeto. (Si llamáramos, sin embargo, el en- sí del concepto del objeto, y lo que es- para- otro, el examen del objeto va a consistir en ver si el objeto corresponde a su concepto). De cualquier forma; lo que importa es saber que los dos momentos, concepto y objeto (ser- para- otro y ser- en- sí), están ambos en el interior de la conciencia, o del saber que analizamos. 4.3. No necesitamos, entonces, traer nuestras medidas, ni utilizar nuestras ideas personales durante la investigación: por el contrario, es apartándolas como podemos ver la cosa como es en- sí y para- sí misma. 3
Empero, ni siquiera necesitamos efectuar la comparación o el examen, porque la propia conciencia se encarga de eso; porque, siendo conciencia de un objeto y también conciencia de sí misma, es al mismo tiempo conciencia de lo que es para ella verdadero y conciencia de su saber de esta verdad. Ya que ambas son- para- ella, la conciencia es también su comparación: es para- ella que su saber corresponde o, no corresponde con su objeto. Hay, por tanto, dos momentos: en uno, el objeto es- en- sí (momento de la verdad); en el otro, es- para- la- conciencia (momento del saber). En esta distinción, la conciencia funda su examen. 4.4. Sin embargo, cuando la conciencia no encuentra correspondencia entre los dos momentos, no basta con mudar su saber para ponerlo de acuerdo con el objeto. Porque, siendo saber de un objeto, no puede mudar sin que también mude el objeto. Los dos términos, entonces, mudan o cambian; pero, como la conciencia era la relación entre estos, ella también cambia, y cambia su unidad de medida : surge entonces una nueva figura de la conciencia, otra etapa en la progresión del saber. 5 LA SERIE DE LAS FIGURAS DE LA CONCIENCIA OBEDECE A UNA DIALÉCTICA NECESARIA QUE ES ESTUDIADA POR UNA CIENCIA [DE LA EXPERIENCIA DE LA CONCIENCIA] QUE ES LA FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU 5.1. La experiencia es precisamente este movimiento dialéctico que la conciencia efectúa en sí misma, al mismo tiempo en su saber y en su objeto, haciendo surgir delante de ella un nuevo objeto verdadero. Veamos el lado científico de este proceso: el movimiento se hace necesario debido a la ambigüedad de lo verdadero en esta experiencia. La conciencia sabe algo: este objeto es la esencia o lo- en- sí. Sin embargo, la conciencia reflexiona sobre sí misma y, entonces, el saber deviene en un objeto para ella. Tenemos ahora dos objetos: el en- sí, y el- ser- para- ella de este en- sí. El primer objeto cambia entonces: deja de ser- en- sí y pasa a ser algo que es- para- la- conciencia. En esta forma, el objeto de la conciencia sigue siendo su saber, o sea, la experiencia que la conciencia realiza de su objeto. 5.2. La conciencia fenomenal no se da cuenta del proceso; le parece que ha pasado de un objeto para otro porque encontró, de manera contingente, otro objeto que la hizo cambiar. Mientras tanto, el filósofo sabe que esta dialéctica se desenvuelve por una necesidad interna y que, por eso, la serie de las experiencias de la conciencia puede ser estudiada científicamente. Para ilustrarlo con un ejemplo dado arriba: la nada, en que viene a dar un conocimiento no- verdadero, debería ser entendida como una nada del saber del que ella resulta; sin embargo, el escepticismo (que es la figura de la conciencia fenomenal correspondiente a esa etapa) no percibe esto. Y acontece siempre de esta manera: cada vez que un objeto (algo en- sí) es reducido a un simple saber (algo- para- la- conciencia), surge una nueva figura de la conciencia. Ella no sabe cómo, ni de dónde surgió el nuevo contenido, pero el filósofo sí conoce la dialéctica necesaria que preside esta serie de experiencias. El camino para la Ciencia es la Ciencia de la experiencia de la conciencia es la Fenomenología del Espíritu. 4
5.3. El conjunto de estas experiencias abarca el ámbito total de la verdad del Espíritu, el sistema total de la conciencia; sin embargo, bajo un ángulo particular: los momentos de la verdad no se encuentran ahí abstractos y puros, sino tal y como surgen para la conciencia. Son, pues, momentos de la conciencia. Únicamente al final la conciencia logra despojarse de la apariencia, cuando alcanza un punto en el que el fenómeno es igual a la esencia, donde la presentación de la experiencia coincide con la Ciencia auténtica del Espíritu: en el Saber Absoluto.- 5