Edgar Allan Poe, cuentos de terror contados para niños es editado por EDICIONES LEA S.A. Av. Dorrego 330 C1414CJQ Ciudad de Buenos Aires, Argentina. E-mail: info@edicioneslea.com Web: www.edicioneslea.com ISBN 978-987-718-366-5 Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su almacenamiento electrónico o mecánico. Todos los derechos reservados. 2016 Ediciones Lea S.A.
Edgar Allan Poe Cuentos de terror contados para niños Adaptación: Lito Ferrán Ilustraciones: Gabriel San Martín
El maestro de los cuentos de terror Te gusta leer historias que te asusten, que te hagan dejar la luz prendida cuanto te acostás a dormir? Bueno, este es el libro que estabas esperando. Edgar Allan Poe fue un escritor norteamericano que está considerado, con justicia, como el maestro de los cuentos de terror. Tuvo una vida bastante desdichada, murió joven, a los cuarenta años, pero tuvo tiempo para crear una obra en la que combina como nadie, elementos fantásticos y de la más inteligente literatura policial. Aquí no se trata únicamente de descubrir al culpable, sino que la explicación al misterio, en muchos casos, nos remite a lo sobrenatural o a la más profunda maldad del ser humano.
Se te pondrán los pelos de punta con los siguientes relatos: El gato negro: un hombre que amaba como nadie a los animales, se vuelve malvado y comienza a detestarlos. Trata de ocultar un crimen espantoso, pero el gato que tanto quiso y luego odió, tendrá su venganza final. Manuscrito encontrado en una botella: un viajero empedernido embarca en la que será su última travesía. Descubrirá los terrores del mar que lo atraparán y que parecen no tener fin. El retrato oval: por casualidad, un cansado caballero descubre el rostro inquietante de una dama en el retrato del título. Así conocerá la terrible historia que encierra. Morella: se vuelve de la muerte?, o sólo se trata de la enferma imaginación de un hombre lleno de remordimientos? Quién es
la verdadera Morella? La isla del hada: tal vez sólo se trate de una alucinación, acaso es imposible ver un hada. Pero si no es así? La caja de pino: el secreto de esta extraña caja sólo se conoce al final. Todo parece muy lógico, pero el horror no puede evitarse, tal vez por la terrible explicación que resuelve el misterio. El lector ideal de estos cuentos es el que no tiene miedo a las buenas historias!
El gato negro No pretendo que alguna persona crea en el extraño relato que ahora escribo. No estoy loco y me doy cuenta que mis sentidos niegan su propia evidencia. También sé que no es un sueño y que mañana voy a morir, por lo que quiero calmar mi alma. Les contaré una serie de episodios de carácter doméstico. Las consecuencias de estos episodios me horrorizan y, puedo decir, que me han destruido. Comienzo. Desde niño he tenido un buen
carácter y he sido muy dócil, de tan bueno, eran muchos los que se burlaban de mí. Me gustaban mucho los animales y mis padres me permitieron tener varios. Con ellos pasaba la mayor parte del tiempo y era muy feliz cuando les daba de comer y los acariciaba. Cuando fui mayor, esto no cambió. El generoso amor de un animal llega directamente al corazón. Me casé joven y, por suerte, mi esposa compartía mis gustos, así que teníamos pájaros, peces de colores, un perro, conejos, un monito y un gato. Este último era muy grande y hermoso, negro y muy inteligente. Mi esposa creía en esa vieja superstición de que los gatos negros son en realidad brujas. Plutón, así se llamaba nuestro gato, era un verdadero amigo. Era yo el que le daba de comer y me seguía a todo lado que fuera. Fuimos amigos por años, aunque con el tiempo fui más melancólico, irritable e
indiferente a los sentimientos ajenos. Hasta le hablé mal a mi mujer, llegando a tener algunos episodios violentos con ella. En esa etapa de mi vida, hasta mis queridos animales se dieron cuenta del cambio de mi carácter. No sólo no les prestaba atención, sino que llegué a golpearlos. Pero nunca maltraté a Plutón, cosa que hacía con los conejos, el mono y el perro. Mi enfermedad se agravaba, estamos hablando de mi gusto desmedido por el alcohol y, finalmente, hasta Plutón, que ya estaba viejo, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor. Una noche en que volvía muy borracho a casa, me pareció que el gato evitaba mí presencia. Lo alcé pero, asustado por mi actitud violenta, me mordió un poco la mano. Me enfurecí y perdí el control de mi mismo. Una maldad diabólica, alimentada por la ginebra, me estremeció. Sacando del bolsillo un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el cuello y le arranqué un
ojo. Me avergüenzo de la atrocidad que cometí, pero fue así. Cuando en la mañana, pasada la borrachera, tomé conciencia de lo que había hecho, tuve remordimientos, pero muy pronto ahogué en licor el recuerdo de lo sucedido. El gato, mientras tanto, mejoraba de a poco. La órbita donde faltaba el ojo tenía un aspecto horrible pero el animal no parecía que siguiera sufriendo. Paseaba por la casa como siempre, pero huía espantado cuando me veía. Esto me molestaba muchísimo y me produjo una gran irritación. Y ese sentimiento fue el principio del camino a la perversidad La filosofía no la tiene en cuenta y, sin embargo, estoy seguro de que la perversidad es uno de los principales impulsos del corazón humano, uno de esos sentimientos que condicionan el carácter del hombre. Quién no se ha sorprendido cuando comete una acción malvada por la simple razón de que no debería cometerla? No hay en el hombre una