La epidemia de influenza de origen porcino en México. Respuestas tardías, propuestas autoritarias y carencias múltiples. La epidemia Oliva López Arellano y José Blanco Gil (UAM-Xochimilco) En abril de 2009, se inicia un periodo de emergencia sanitaria en México, a partir de la alerta epidemiológica declarada por el gobierno federal el día 23 de abril. Ese día se anuncia un conjunto de medidas de distanciamiento y aislamiento social para la zona metropolitana de la ciudad de México (ZMCM), por la circulación de una nueva cepa del virus de la influenza, identificado como A/H1N1 y se establecen diversas medidas sanitarias: la más evidente y drástica es la suspensión de las actividades en todos los niveles del sistema educativo en la ZMCM, en donde viven casi 20 millones de personas. Los medios de comunicación saturan a su audiencia sobre la contingencia epidemiológica y refuerzan la idea del aislamiento social como necesario para el control de la epidemia. La información sobre los casos y los fallecidos fluye a cuentagotas y con datos contradictorios, el (aparentemente) reducido número de enfermos y de muertes reportadas contrasta con la magnitud de las medidas impuestas, lo que incrementa el nivel de alarma y confusión entre la población. El día 27 de abril, se establecen las medidas de distanciamiento y aislamiento social en todo el país, una vez que queda claro que los casos sospechosos se distribuyen en cuando menos 18 entidades federativas. A estas medidas se suman otras que son ilustrativas de la percepción gubernamental sobre la gravedad de la situación y del intento de reducir los posibles daños en las zonas urbanas, sobre todo en la ciudad de México: suspensión de espectáculos, cierre de cines, teatros y restaurantes, cancelación de ceremonias religiosas y partidos de futbol que se juegan a puerta cerrada. Entre la población hay desconfianza y temor, durante 15 días la población se desplaza para lo esencial, los pocos sitios donde se observan aglomeraciones son unidades de salud y hospitales (con gente que demanda atención o busca vacunarse); farmacias (en donde hasta los cubrebocas y los antisépticos están
agotados) y mercados para garantizar víveres. La información oficial es contradictoria, de un día para otro el número de defunciones tiene variaciones drásticas, los datos no coinciden con los reportados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las explicaciones de los funcionarios del gobierno no resultan convincentes. En un intento por recuperar credibilidad, los últimos reportes oficiales sólo incluyen casos confirmados atribuidos a la nueva cepa del virus A/H1N1. Al 7 de mayo se reconocen 1 204 casos confirmados y 44 defunciones. La OMS, informa que el brote en México es producido por el virus A/H1N1, declara el nivel 3 de alerta pandémica el 24 de abril y posteriormente define la alerta como nivel 5 (de 6 niveles). Un hecho que llama la atención es que a pesar de que el virus A/H1N1 circula en 23 países, aparentemente sólo en México produce desenlaces fatales. Los errores El gobierno federal desestima el problema en su fase inicial: Ahora se conoce que los primeros casos "sospechosos" se identificaron desde marzo en una población rural, se manejaron como casos de infección respiratoria y no se alertó a nadie. En La Gloria hay 2600 habitantes y se enfermó el 30% de la población, en esta localidad del estado de Veracruz se encuentra una enorme granja productora de cerdos, Granjas Carroll (filial de Smithfield Foods, empresa mundial de cría y procesamiento de cerdos) cuestionada desde hace varios años por los pobladores de la región, por la destrucción ambiental y la contaminación que provoca. En EUA, entre 2005 y 2009 existen documentados al menos 12 casos aislados de influenza porcina y es llamativo que la atención del brote en la localidad de La Gloria corrió a cargo de la gerencia de Granjas Carroll, que aparentemente actuó con inusitada celeridad para atender a los casos, mientras que el gobierno estatal soslayó el problema, por lo que no fue reconocido como un brote de influenza por el gobierno federal.
Las autoridades sanitarias - en esos primeros momentos - no siguieron el protocolo de alerta sanitaria, ni encendieron los focos rojos para estudiar el brote, realizar la investigación epidemiológica y limitar el contagio. La dirección de Alerta y Respuesta Global de la OMS señaló que el 11 de abril, solicitó una investigación luego del aviso de un brote inusual de influenza en Veracruz, recomendó iniciar acciones y el 17 de abril solicitó oficialmente investigar el caso de defunción por neumonía atípica en Oaxaca. Es hasta que el problema se hace evidente en la zona metropolitana de la ciudad de México, por la gravedad de los casos, el número de defunciones y la identificación de la nueva cepa A/H1N1, cuando se reconoce la epidemia, se dimensiona la gravedad de la situación y el riesgo de pandemia. El torpe manejo de la epidemia en sus fases iniciales hizo que la OMS tuviera que intervenir directamente para mitigar la propagación del virus. Las carencias La elevada probabilidad de ocurrencia de una grave pandemia de influenza ha sido reconocida desde hace varios años. Los países que participan en la OMS han suscrito compromisos para el fortalecimiento de la red de vigilancia epidemiológica y alerta sanitaria; así como, planes para una eventual contingencia por influenza. En el caso de México, el plan de preparación y respuesta para una pandemia de influenza quedó impecablemente planteado en el papel, pero sin concreción. La red de laboratorios no se estructuró, a pesar de que son estratégicos para la respuesta rápida frente a la influenza y que la OMS recomendó su desarrollo desde 1999. El sistema de notificación obligatoria funciona en forma burocratizada y deficiente en la mayoría de los estados y no se realiza suficiente vigilancia epidemiológica activa. Las reservas estratégicas de reactivos para pruebas rápidas resultaron insuficientes y los medicamentos antivirales tardaron en estar disponibles en las unidades hospitalarias que los requerían. La destrucción de la capacidad de respuesta de las instituciones públicas en nuestro país lleva ya varios años. En los 80 s México era prácticamente autosuficiente en la producción de vacunas, el laboratorio de referencia
epidemiológica era reconocido por su calidad y la Escuela Nacional de Salud Pública formaba epidemiólogos de campo. Sin embargo, la lógica de modernización neoliberal en salud provocó el desmantelamiento de la Gerencia General de Biológicos y Reactivos, que producía la mayoría de las vacunas requeridas por el país, limitó la expansión del Instituto Nacional de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos (INDRE), restringió los recursos para la construcción de la red nacional de laboratorios de referencia y redujo la formación/actualización del personal de salud para trabajo epidemiológico de terreno. Como resultado del modelo económico que desmantela lo público y privilegia lo privado, hoy la entidad responsable de la producción de biológicos BIRMEX - no produce más que dos de las vacunas requeridas para el esquema de vacunación universal, los epidemiólogos son insuficientes y están dispersos, no se realiza vigilancia epidemiológica activa y la inversión en ciencia, desarrollo tecnológico e investigación es mínima, lo que profundiza la inseguridad sanitaria y la dependencia del exterior. Las carencias acumuladas por las instituciones públicas de salud durante dos décadas de castigo presupuestal son muchas, los servicios son insuficientes, se distribuyen en forma muy inequitativa en el territorio nacional y su capacidad de respuesta es inadecuada. El moderado aumento del gasto público en salud como proporción del producto interno bruto del 2005 a la fecha, ha resultado insuficiente para revertir el desmantelamiento de la red de servicios y además, la tendencia en el uso de estos fondos mantiene la lógica neoliberal de fortalecimiento de los mercados de la salud a través de transferencia de fondos públicos a entes privados (privatización, subrogación y subsidios a la demanda). El seguro popular de salud es una clara muestra de estas tendencias. Así, el incremento del gasto público en salud, no se ha reflejado en la mejoría de los procesos de atención médica y mucho menos se ha orientado hacia el fortalecimiento de la vigilancia epidemiológica y la seguridad sanitaria. Los problemas antes señalados se magnifican por las desigualdades sociales, las diversas formas de pobreza y las inequidades en el acceso a servicios
esenciales, presentes en el país y exacerbados por la subordinación de México a la globalización neoliberal. Las propuestas autoritarias y la manipulación política A la confusión generada por la información contradictoria y la sobreexposición a los mensajes de aislamiento social, se suma el uso mediático de la emergencia para profundizar el control de la población a través del miedo y se utiliza la epidemia para continuar fortaleciendo los mecanismos de control policiaco. El decreto presidencial del 25 de abril de 2009 (DOF) instaura una suerte de policía médica, pues permite a la autoridad sanitaria el allanamiento de domicilios, la cancelación del derecho de reunión y la sanción de actos que congreguen a muchas personas. En forma simultánea, se despliega una estrategia de manipulación política que violenta los tiempos autorizados para las campañas electorales y promueve en los medios de comunicación masiva al Partido Acción Nacional (PAN) y la figura de Felipe Calderón que se ocupa de la instrucción de la población sobre la forma de lavarse las manos y saludar para evitar el contagio; defiende a los mexicanos víctimas del rigor de las medidas sanitarias en otros países y salva al país y al mundo de la epidemia de influenza. Reflexiones finales Es difícil tener certezas sobre el inicio y comportamiento real de la epidemia en México; sin embargo, es posible señalar que esta contingencia sanitaria muestra en forma descarnada las múltiples carencias que existen en nuestro país y la impericia, negligencia y cuño autoritario del gobierno calderonista. Las deficiencias en el manejo de la emergencia epidemiológica, van desde la falta de control del problema inicial, el insuficiente desarrollo científico y tecnológico en el país que agudiza la dependencia del exterior hasta para la identificación de los subtipos del virus; a las propuestas drásticas de distanciamiento y aislamiento social para la mitigación del brote cuando éste se propaga a zonas urbanas, con un alto costo económico que agrava la crisis estructural y la adversa coyuntura financiera; hasta los problemas de desigualdad, pobreza e
inequidad, que magnifican la reducida capacidad del sector salud para contender con una situación de emergencia. Esta nueva crisis (ahora sanitaria) muestra las contradicciones que tenemos como país: una población actuante pero desconfiada y escéptica, un gobierno autoritario e ineficiente, formas de producción depredadoras del ambiente, destructoras de la salud y productoras de nuevas epidemias, que nutren a un modelo económico agotado, incapaz de dar respuesta a las necesidades de la población en forma ordinaria y mucho menos de enfrentar situaciones de emergencia.