"La Falla Del Inconsciente Es El El(l)amor: No Hay Relación Sexual"

Transcripción

1 "La Falla Del Inconsciente Es El El(l)amor: No Hay Relación Sexual" (*) Publicado En "más Allá Del Falo...". Buenos Aires: Lugar Editorial; Benjamín Domb La falla del inconsciente es el amor, es una de las traducciones del enigmático título que Lacan le dio a su seminario de los años 1976/77, L'INSU QUE SAIT DE L'UNE-BEVUE S'AILLE A MOURRE (2), esta traducción, una de las posibles, procede por homofonía en "s'aille a mourre", es decir, se escucha, c'est l'amour, es el amor, cosa que para nada está escrita sino, repetimos, se escucha. Aprovechamos la ocasión que Lacan nos brinda para equivocar también nosotros la ortografía y ligar en una sola palabra lo que sin duda hacer fallar al inconsciente tanto el amor como "ella", la mujer, si la hubiera, por eso escribimos ellamor. Esta introducción nos permite como al pasar destacar aquello con lo cual insiste Lacan a lo largo de su enseñanza; es la manera de indicarnos cómo operar en nuestra práctica, en la lectura que hacemos de lo que escuchamos de nuestros analisantes: el equívoco, dice Lacan, la interpretación procede por homofonía equivocando la ortografía. No quería perder la oportunidad de dar cuenta, aunque sea brevemente, de lo que hacemos en nuestra clínica. Sin embargo, de lo que voy a tratar de dar cuenta, en las páginas que siguen, es de lo que resulta ser el fundamento lacaniano del psicoanálisis: "No hay relación sexual". Esto nos conducirá a hacer algunas reflexiones sobre el goce femenino. De esta manera queda establecido desde el inicio, la temática a la cual vamos a referirnos. Qué quiere decir "no hay relación sexual"? En esta ocasión la respuesta vendrá por dos caminos diferentes. En primer término está el complejo de Edipo. Qué dice el Edipo? Que en realidad con la única mujer que uno tiene ganas de acostarse, de tener la famosa relación sexual, es con la madre, y hay que agregar que eso significa, al mismo tiempo, matar al padre. Freud tomó esto de la tragedia de Sófocles: en realidad, en la misma Edipo no sabe a quién - Página 1 de 10 -

2 está matando ni cuando mata a Layo ni con quién se acuesta, cuando se casa con Yocasta, es decir que no sabe que se trataba de su padre y de su madre, respectivamente, es exactamente por eso que el mito de Edipo tiene un sentido: se ha matado a alguien que no se conocía y se ha tenido relaciones sexuales con una mujer de la que no se tenía la menor idea que era su madre. Este no saber es homólogo no sólo a la ignorancia en que estamos los seres hablantes con respecto al inconsciente, sino fundamentalmente a lo real. Así han pasado las cosas en el mito, sin embargo esto no quiere decir que ocurra exactamente igual en el neurótico. De todos modos no hay en verdad más que la castración para estar bien seguros de escapar del incesto. Es sólo simbólicamente que se mata al padre, y es en el mejor de los casos lo que garantiza que la castración sea realmente efectiva. Es esta intromisión del padre como ley lo que asegura de no cometer el incesto, es decir que no haya relación sexual en el ser que habla. Qué queremos decir, cuando hablamos de la castración? Recordemos que Freud ha destacado que se necesitan al menos dos condiciones para que el complejo de castración sea realmente efectivo. Por un lado tenemos el mandato paterno, no te acostarás con tu madre, la amenaza de castración, que es necesaria pero no es suficiente, hace falta la segunda condición, es decir, la visión de los genitales del otro sexo, es decir para el varón la visión de la falta de pene en la niña y en la niña la decepción de verse privada de aquello que tiene el varón. La castración en Freud encuentra aparentemente a uno y otro sexo en distinto nivel, sin embargo esta diferencia es más aparente que real puesto que, si por el lado del varón la introduce en el orden de la cultura y es el generador del superyo, por el lado de la niña, a través de lo que se denomina como envidia del pene, éste será el motor del deseo de un hijo que introduce también a la niña en el orden de la cultura y la coloca en la vía, según Freud, de su normalización. Pero demos un salto, e introduzcamos otra acepción del término castración; tal vez nos salteamos algunos pasos intermedios que no serán difíciles de articular y digamos que castración quiere decir que el lenguaje como adquisición del ser humano es lo que produce la separación del niño de la madre, que el lenguaje se interpone para que no haya relación sexual. Que a medida que adquirimos el lenguaje, perdemos nuestra relación con el cuerpo, no sólo con el propio cuerpo, (3) sino fundamentalmente con el cuerpo del Otro. - Página 2 de 10 -

3 Una aclaración se impone aquí referente al concepto de Otro, pensado como alteridad; en Lacan el Otro connotado con A (mayúscula) ha sido siempre el lugar del Inconsciente, en otros términos, lo Simbólico caracterizado por ser un saber que no se sabe, connotado como S2. Ahora bien, el Otro no es solamente ese lugar donde la verdad balbucea, donde la verdad sólo puede decirse a medias, sino que el verdadero Otro, el radicalmente Otro, y en relación al agujero de lo Simbólico, allí donde se revela que no hay Otro del Otro, allí donde no hay ningún orden de existencia, ese Otro real se connota en la escritura lacaniana S (A), significante del Otro tachado, que quiere decir que el Inconsciente no responde. El lenguaje, decíamos, se interpone en nuestra relación con el cuerpo, con el cuerpo del Otro; digamos también que esto falla y que de tanto en tanto tenemos alguna sensación de que tenemos un cuerpo: a esto lo llamamos goce. El goce es del cuerpo, y en esta oportunidad no trataremos de otros goces, sólo nos ocuparemos de aquel ligado a la relación sexual. Relación sexual intenta lograr una relación con el cuerpo del Otro a través de lo que llamamos el goce del cuerpo del Otro, del cual, repito, estamos separados por el lenguaje. Es por ello que la famosa relación sexual se presta muy mal a las palabras, es por eso que no se hace otra cosa que tratar todo el tiempo de hablar de ella, precisamente porque no puede ser dicha. Es esta, pues, una de las acepciones que le damos al término no hay relación sexual, es decir, no hay relación sexual porque entre el hombre y la mujer se interpone el Otro, en esta oportunidad, lo Simbólico. El otro camino que vamos a abordar para intentar dar cuenta de que no hay relación sexual pone el acento en el término relación, en su sentido matemático, es decir, no hay relación entre el goce de uno y del Otro de los dos sexos en juego. Hay un inconmesurable entre el goce del hombre, el goce fálico y el goce del Otro sexo, de La mujer, La, tachada, escritura lacaniana de la cual trataremos en lo que sigue. El siguiente cuadro que Lacan comienza a construir en el Seminario... Ou Pire, 1971/72, que escribe en L'Etourdit, 14/7/72, y finalmente retoma en la clase del 13/3/73 del Seminario Encore, nos servirá de guía en este camino que da cuenta de la no relación. (gráfico 1). Del lado izquierdo de la barra que divide verticalmente el cuadro la parte llamada hombre, a la derecha la parte llamada mujer. Qué habrá querido decir Lacan cuando dice "A todo ser que - Página 3 de 10 -

4 habla, sea cual fuere, esté o no provisto de los atributos de la masculinidad -aún por determinar-, le está permitido, tal como lo formula expresamente la teoría freudiana, inscribirse en esta parte"? Se está refiriendo obviamente a la parte llamada mujer. Se referirá a que al hombre le es posible esa Otra satisfacción, ese goce que llamamos precisamente femenino? Creo que Lacan no se refiere en esa frase al goce, que ese goce es sólo de ellas, se refiere, es mi interpretación del párrafo, a que en el hombre también el Otro falla, no en la inscripción fálica, sino en que para él de todos modos el inconsciente no responde, que no hay Otro del Otro. Dejando para otra oportunidad una respuesta más amplia a este interrogante, la escritura lógica, dice que para todo hombre se cumple la castración; dicho en otros términos, la función hablante, fálica, aísla al hombre y que no es más que en función de esto que no hay relación sexual, que lo que en la ocasión llamamos lenguaje suple a la relación sexual. Por esto, del lado hombre aparece colocado el S, el sujeto, y el, el significante fálico. Lo que se llama femenino es el Otro sexo, y lo es tanto para los hombres como para las mujeres, en la medida en que para ambos sexos, ella, es el enigma. "Tampoco vosotros, los que me oís, os habéis excluido de tales cavilaciones. Los hombres, pues las mujeres sois vosotras mismas tal enigma", dice Freud, en el año 1932, en la feminidad, luego de haber afirmado que no existe representación psíquica del genital femenino.(5) Lacan escribe esto así: que se lee no toda ella se inscribe mediante la función fálica, en otros términos, no toda ella está castrada. Ella habita el lenguaje, sin duda, pero no toda; por ello colocamos de su lado, debajo de la barra horizontal, los matemas que señalan la falta de inscripción significante: S(A), el Otro sin nombre, significante de la falta en el Otro -mantenemos como lo hace Lacan el término significante, a pesar de que algunos han preferido eliminarlo, ya que sin dudas hace obstáculo, dado que se trata de la falta radical de inscripción-.(4) La, que se lee no hay la mujer -la, artículo definido para designar el universal-, por esencia ella no es toda fálica; dicho en otros términos, no hay significante de la mujer. Y por último, de ese mismo lado, colocamos el "a", Objeto causa del deseo, que también resiste a la función significante. Para volver a tomar el hilo que veníamos desarrollando, recordemos que habíamos comenzado trayendo a colación el complejo de Edipo, afirmando que lo que éste quiere decir es que en realidad con quien tiene cada uno -de los dos sexos- ganas de, como se dice, hacer el amor, es con la madre y de matar al padre; llamamos a esto goce incestuoso, y sería ésta la famosa relación sexual que no hay,(6) que no hay porque es allí donde funciona la castración, es decir, porque somos personas educadas no somos animales, hablamos, y por lo tanto no - Página 4 de 10 -

5 nos acostamos con nuestras madres. Es preciso destacar, tal como Freud lo señalara, que hasta aquí no hay diferencias entre los varones y las mujeres: ambos quieren lo mismo. A partir de aquí el desarrollo freudiano se detiene, o mejor dicho, en el mejor de los casos, hace de la mujer una madre. Nuestra práctica nos muestra cotidianamente que este destino de madre no resuelve el problema de la femineidad. La histeria es la respuesta que encuentran ellas a sus dificultades con su sexualidad. Lacan aborda lo que Freud dejó expresamente de lado. Qué quiere la mujer? Hay un goce de ella del cual quizás ella misma nada sabe, a no ser que ella lo siente, eso sí lo sabe: que lo siente. Claro, lo sabe, desde luego, cuando le ocurre, no les ocurre a todas. Lo cual marca la diferencia entre la histérica, eminentemente fálica, y el goce femenino. Antes de continuar por este camino veamos qué es lo que ocurre del otro lado, del lado hombres, recordando que no hay relación sexual no quiere decir que no se la busque dicha relación todo el tiempo y de todas las maneras posibles. Se la busca a la manera hombre y se la busca a la manera mujer, también a la manera homosexual y de todas las maneras que, fantasmáticamente y perversamente, se les pueda ocurrir. Hay una estructura que cree que la logra, que dice saber de ella, y hasta hace alardes de una cierta maestría: la estructura perversa; eso sí, tienen algunos problemas con las diferencias y no quieren saber nada no sólo con la castración sino también con la falta del Otro. No será de esta estructura, en esta oportunidad, de la que nos vamos a ocupar, sino de la manera de buscar la relación del lado hombre y del lado mujer, es decir, de la falta de relación que hay entre los sexos que se entrecruzan en este juego. El macho, en su progreso hacia el goce del Otro sexo, en el gráfico marcado por La pierde siempre su objeto, que es casualmente el que irá a buscar en la mujer; no la irá a buscar sino que sólo la aborda en tanto objeto causa de su deseo. En el cuadro que hemos reproducido, aparece representado por la flecha que va de S al "a". Las paradojas de Aquiles y la tortuga, como la de la jabalina y el blanco, ponen de manifiesto lo que resulta ser el goce fálico en tanto que nunca logra su objeto. El hombre al fin de cuentas no hace pareja ni con el significante, ya que éste más bien lo representa, el significan- - Página 5 de 10 -

6 te fálico, ni tampoco hace pareja con La mujer, ya que ésta no existe, en tanto no hay significante de la mujer. El hace el amor con su inconsciente y hace pareja con el objeto "a", causa de su deseo, a través del cual intenta alcanzar al Otro sexo, lo cual no es más que el fantasma que tapona la falta del Otro S(A): en esto el hombre es un perverso polimorfo. En el hombre la terminación del acto sexual no tiene el mismo carácter de enigmático de culminación que el que se produce en la mujer. En el acto sexual lo que interesa es el orgasmo femenino y éste se considera logrado cuando ella alcanza su goce. Qué ocurre del lado de las mujeres? En ellas hay dos goces claramente evidenciales. Algunas sólo gozan en un sentido fálico pero no alcanzan el Otro goce, no terminan, su goce puede ser infinito, se pueden cansar pero quieren continuar. A este tipo de goce le corresponde el fantasma del príapo, un pene siempre erecto.(7) Otras veces ni siquiera les hace falta el pene, gozan con su propio clítoris. Es la misma estructura que la del goce masculino: a pesar de las aparentes diferencias nunca alcanzan su objeto. Porque en el momento en que la mujer parece alcanzar su meta, ésta retrocede, o sea que empieza de nuevo como si no hubiera obtenido nada. Todo siempre listo a recomenzar, dejando siempre un resto a completar, un trayecto por recorrer. Ahora bien, puede ocurrir, de hecho les ocurre, que llegue un momento en que no alcance su meta sino que, de algún modo hay que decirlo, se dé cuenta de que es precisamente su objeto lo que le falta, y es porque le falta que lo desea, que la desesperación de obtener lo que desea no encuentre ya esperanza de obtenerlo y que allí entonces, también encuentre su goce, es Es precisamente en esa dificultad de renunciar a la esperanza de obtener su objeto donde queda detenida la histérica, identificada al hombre en lo que la teoría freudiana denominó la fase fálica. A diferencia de la histérica aquella otra que aceptó la pérdida accede ya desde otro lugar a un goce Otro. Goce del objeto se opone a goce de la falta; si hay algo que verdaderamente falta en el ser hablante no es el objeto "a" sino ese agujero en el Otro que se articula S(A), fuera totalmente de lo Simbólico como pura falta. Lacan ubica al goce del Otro en la escritura del nudo borromeo, que acabo de reproducir, en la supuesta intersección de lo Real con lo Imaginario, es decir, fuera totalmente de lo Simbólico, en tanto que al goce fálico lo ubica en la supuesta intersección de lo Simbólico con lo Real. - Página 6 de 10 -

7 Gráfico 2 Es acaso homólogo el goce del Otro al goce extra de la mujer? No es esta una pregunta que se pueda responder de una manera tajante, pues depende de lo que entendamos por goce del Otro. Si por goce del Otro queremos decir el goce incestuoso, prohibido para el ser que habla, entonces no podríamos homologar estos goces ya que las mujeres habitan el lenguaje; pero resulta que en ese punto en el cual ellas, digamos, se definen en tanto mujeres, en ese punto callan, justo en ese punto están fuera de la inscripción significante, fuera de la palabra. Ahora bien, si entendemos como goce incestuoso aquel que escapa a la ley simbólica, no entendida como incesto propiamente dicho sino como aquello que está afuera del lenguaje, entonces deberíamos responder afirmativamente.(8) Por supuesto, no se agota aquí la cuestión. No se confunde goce del Otro con el fantasma en el cual el sujeto es gozado por el Otro y en el cual muchas veces está atrapado, dado que este fantasma es precisamente el que tapona la falta del Otro, el vacío del Otro. Siendo que de esta ausencia, de este vacío, del Otro de lo que goza la mujer. Por ahora digamos que ese goce femenino es el que vendría a recubrir al goce del Otro en tanto este goce del Otro falta absolutamente -dejando cierto margen de imprecisión a esto último-. Dicho de otra manera, lo que sirve a la mujer para alcanzarlo es la ausencia de significante de la mujer; allí donde ella enfrenta la vacuidad de la ausencia de su esencia en - Página 7 de 10 -

8 tanto mujer esa vacuidad vendrá a recubrir la vacuidad del Otro en una suerte de exacta coincidencia.(9) La mujer en tanto no puede decirse, por ser en la relación sexual radicalmente Otra, está intrínsecamente relacionada con el S(A), pero hay que agregar que se desdobla, no-toda es; por otra parte tiene relación con el falo, como lo marca el cuadro que hemos reproducido. Gráfico 3 Dice Lacan: "Por ser su goce radicalmente Otro, la mujer tiene mucho más relación con Dios que cuanto puede decirse... No hay necesidad de saberse Otro, para serlo... Así podría decirse que mientras más se preste al hombre a que la mujer lo confunda con Dios, o sea, con lo que ella goza, en tanto Dios no conoce el odio, el hombre menos odia, menos es, y como no hay, después de todo, amor sin odio, menos ama".(10) Llegado a este punto, una distinción, llena de consecuencias, se impone: la posición femenina, objeto "a" en relación con el deseo del hombre, difiere del goce extra de la mujer, es decir que no sería su posición la que le hace alcanzar su goce. Dejamos acentada la afirmación de esta diferencia, sin continuar su desarrollo, del cual sin duda mucho se podría aprender.(11) A la mujer se la mal-dice: mal-digámosla entonces, es decir, digámosla en otros términos.(12) Se trata para ella de llegar a penetrar en ese lugar que ya le es interior, de alcanzar la presencia de esa ausencia que la habita, de una accesis que se origina en un sólo movimiento que se cumple en un modo de radicalidad absoluta; en ese punto la mujer se desprende del - Página 8 de 10 -

9 hombre en el acto sexual, se abandona, se abandona a un goce Otro. Se trata evidentemente de abandonarse de sí misma, abandonar todo lo que es el registro de lo propio, de las posesiones y todo lo que es del registro del tener, ya no le importa no tener el falo, ya no lo reclama. Tampoco quiere, en este punto, un sustituto simbólico, el hijo. Este es el fundamento de la sexualidad humana, que a diferencia del animal, coge para gozar y no sólo para procrear. Este acceso al goce Otro es por lo tanto un movimiento de desprendimiento, desprendimiento del deseo y de todo registro de la demanda. De renuncia a los proyectos, al futuro. Es un presente. Renuncia a la palabra, a toda empresa voluntaria, hasta a la voluntad de gozar, simplemente se goza. Todo este movimiento no es sino el de la pérdida de toda subjetividad (S), como no podría ser de otra forma, dado que se produce fuera del registro simbólico, de pérdida de la subjetividad en el ser que habla. Digamos, como lo dicen algunos míticos, que en este movimiento la mujer reencuentra su esencia íntima; deviene así un desierto, una cosa extraña sin nombre, y es por ese despojamiento que va a reencontrar su esencia. Pero no sólo se evacúa ella; también despoja al Otro de todas sus cualidades como también de todos sus defectos, de todo lo que es humano, es decir, de todas las dificultades para el goce. El Otro también pierde su nombre, no lo tiene, esto en la teoría se denomina S (A). Se trata de hacerse semejante a la desemejanza misma, devenir ajeno, extraño para sí mismo, devenir Otro. Se trata de devenir mujer, y es por ello que no existe, porque cuando lo logra no existe, es muy difícil de decirlo de otra manera. Diría que se trata de algo en donde la palabra falta evidentemente, de algo que no es una relación, que es el recubrimiento de un vacío, La, por el vacío del Otro, S (A). No es el goce fálico, el goce del significante, el que permite el acceso al goce suplementario de la mujer, sino que es precisamente de esa ausencia de significante de lo que la mujer goza. Por lo tanto, la mujer no existe en tanto no tiene significante que la represente; esto es a la postre lo que le permite en ese punto que el significante no interfiera en su goce, o lo que es lo mismo, que alcance ese goce extra. De allí el título: La Falla del Inconsciente es Ella, y el amor, el amor es el recubrimiento de esa falta. - Página 9 de 10 -

10 NOTAS: (1) Publicado en Cuadernos Sigmund Freud Nº 10. (2) Acerca del título de este Seminario y de sus traduuciones posibles, consultar el trabajo de Ricardo Rodríguez Ponti, E.F.B.A. (3) Con esta expresión "propio cuerpo" quiero significar el cuerpo en tanto que real, el cuerpo que deviene propio al perderlo por la adquisición de la vestimenta, el cuerpo imaginario. (4) Ver en los capítulos siguientes. (5) Qué quiere decir representación psíquica? Quiere decir que no hay imagen, hay, es decir no pene, falta. (6) Ver en los capítulos siguientes. (7) La película japonesa el Imperio de los Sentidos, es un ejemplo de ello. decir que pueda alcanzar el goce de esta falta. (8) Esta pregunta es retomada y contestada en los próximos capítulos. (9) Lacan en este punto nos remite a la topología, a la definición de compacidad, al teorema de Heine Borel. Véase Hocking y Young.Topología, Reverté. (10) Lacan, seminario XX Encore, hay aquí un juego homofónico y conceptual entre el odio y el es, es decir el ser. (11) Este es otro punto que será tratado en los próximos capítulos. (12) Notas de la conferencia dictada por Catherine Millot: La Mística: goce fálico u otro goce, en la E.F.B.A., a principios de 1985, son retomadas a partir de aquí. - Página 10 de 10 -