III CARTA DE TESTIMONIANZA DE AQUEL QUE ARDÍ LA POBLACION DE POMPOLONA AÑO 1258.

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Sandra Miguélez
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1 III CARTA DE TESTIMONIANZA DE AQUEL QUE ARDÍ LA POBLACION DE POMPOLONA AÑO (Archivo Municipal de Pamplona. Cajón B. s. s.) NTRE todos los documentos que integran la sección de históricos del Archivo Municipal de Pamplona, se destaca, por su rareza e interés, el pergamino que explica la causa del incendio padecido por la Población o Burgo de San Nicolás, a mediados del siglo décimo tercio. Aun prescindiendo del subido valor local que para nosotros tiene el documento, su importancia, en el aspecto filológico y del ambiente social que refleja, es grandísima. Muestra, en efecto, desde el primer punto de vista mencionado, avances prodigiosos del idioma, que no son síntoma aislado en el pergamino en cuestión, ya que, numerosos otros de entonces la serie de «Oculi Mei», por ejemplo, que posée la Comisión de Monumentos permiten afirmar que, el romance navarro en que están escritos, era el habla usual de los pamploneses de antaño. Y esa característica, tan esencial en la determinación del desarrollo del idioma español, digna de notarse por quienes a estudiarlo dedican sus afanes, adquiere valor extraordinario cuando, como en el caso presente, logra dos diálogos parejos cuya lectura y comparación permiten apreciar, sin formulismos jurídicos que amengüen su vigor, los giros gramaticales que los forman. Desde el punto de vista del estudio del ambiente social, reafirma las relaciones que de antiguo existieron entre los habitantes de la capital de Navarra y los de otras regio-

2 248 nes asaz distantes de allende el Pirineo, sobre todo con los del mediodía de Francia, cuya influencia se manifiesta incluso en algunas locuciones peculiares del lenguaje. Su asunto a grandes rasgos es este: Varios camaradas de Pamplona, Bayona, Burcx (Bourges?) y Montpellier, reunidos en el lugar de esta última localidad donde tienen por costumbre solazarse, comen y beben al margen de sus actividades. A no dudar, comentan un accidente cuya frecuencia en la edad media era tan grande como desoladora: el incendio de la Población del Burgo de San Nicolás de Pamplona. El hacinamiento de las casas, la abundancia de madera en las construcciones y la escasez de medios para combatir el fuego, se confabulaban para que el menor incendio adquiriera proporciones de catástrofe. Grande debió ser el de Pamplona, por cuanto apenas se acercó al grupo y se dió a conocer Aznar de la Población, quienes lo componían le pidieron noticias de Navarra, de la villa de Pamplona, de la Población y de la Navarrería que, como es sabido, integraban los tres barrios de la ciudad entonces dividida. Le preguntaron también, la causa del incendio de dicha Población, y si eran culpables del mismo los del Burgo. Las respuestas de Aznar, según el testimonio de Pere Julian que las refiere, fueron estas: Que Navarra «Era bona de pan e de vin, e que era bona patz»; que ninguna persona del Burgo era culpable del incendio, y que a nadie se achacase el mismo, puesto que él l o había producido y no de grado. La misma confesión se repite en la declaración de Pere Santz, hijo de Martín Santz el Mercero, a quien acudió en demanda de limosna el propio Aznar, cuando el dicente se hallaba en la Sarraria de Montpellier, con otros mercaderes sus amigos. La explicación del origen del fuego, concordante en las dos declaraciones, es deliciosa para leída en nuestros días. Las líneas que la contienen nos deparan un cuadro íntimo de la vida insólita de aquel tiempo lejano.

3 249 Como si se contemplara la página miniada de algún códice, la escena surge límpida, con todo el graficismo de la descripción realista y veraz que evoca su lectura. He aquí el relato: Filo de noche; Aznar de la Población acuesta a su sobrino después de hacer el lecho suyo y, apenas dormido el infante, dedícase con insana fruición al feo deporte de cazar bajo techado. Enardecido en esta operación de perseguir insectos y quemarlos, ayudándose de la candela con que alumbra la escena, prende fuego al cambe y sin poder coercir los avances del elemento devastador, ve al plácido durmiente morir sepultado entre las llamas. Horrorizado del hecho y avergonzado de no haber podido salvar al muchacho, huye de la ciudad alocada bajo los resplandores del incendio, y abandona para siempre el hogar y el suelo en que naciera. Tal es en síntesis la notable carta de testimonianza de aquel que ardí la Población. Según ella un hemiptero de la más baja estofa estuvo a punto de reducir a pavesas la capital entera del viejo reino navarro. Para terminar, hemos de añadir a cuantas notas van escritas, que Aznar era bastero, y que este era el mester a que se hallaba dedicado. Que no encontrando lugar dónde fijar s u residencia volvía a tierras de Ultramar donde gozaba crédito de experto ballestero, y donde había logrado resarcirse de las pérdidas que el incendio, causante de su éxodo, le había orinado. Digo volvía porque en Ultramar reconoció a un lombardo que antes había vestido su pobreza con una gonela pobra, capa usada por los viandantes de su tiempo, según la narración de los testigos. Cada uno de los declarantes, compadecido de la suerte de su compatriota, le dió un dinero per l'amor de Dios. El documento que vamos a dar a conocer, debió formalizarse para perpetua memoria del caso, y para que constase en forma legal la verdad del hecho en descargo de los mismos que, poco tiempo después, habían de acreditarse de incendiarios, con ocasión de la cruenta guerra civil que Guillermo de Aneliers presenció y describió de mano maestra en su poema de Pamplona.

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5 Carta de Testimoniança de aquel que ardí la Poblacion de Pompolona ( 1.º ) Año Archivo Municipal de Pamplona, Cajón B. (s. s.)

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7 252 Hay cinco cordones para otros tantos sellos de cera amarilla, puestos en pendiente. El primero sin el que se indica como propio de Don Johan Sánchez. E l segundo, roto en dos fragmentos, en forma de escudo y la leyenda «..BERGOIN...» El tercero, ojival, de 45 cm. de altura, con un personaje en pie con capa talar bien guarnecida y otros atributos y la leyenda «...S.PIERE.IVL=IANE DETIO...» El cuarto, circular, con un diámetro de 3 cm., y un escudo de tres bandas acompañadas de dos cada una y la inscripción muy borrosa que dice: «SIGILL... PER... OSTANT...» El quinto, de igual forma y diámetro que el anterior con un escudete fajado de cuatro y el exergo: «+ S. PERE DURANT.» A l dorso las anotaciones que siguen: En letra de la época: «Carta de Testimoniança de aquel que ardí la Poblation.» En letra del siglo XVII: «N o vale cosa». (Está rubricado). En letra del siglo XIX, del Secretario Don Luis Serafín López y Pérez de Urrelo: «Testimonio de fuego en la Poblazion.» Documento manuscrito en pergamino de 34 X 31 cm. + 2'50 de pliegue, con 35 líneas de letra cursiva de albalaes y una en blanco entre las dos partes del texto, con una separación media de 7 mm. Las rr se acompañan de diéresis y las yy con sendos puntos ortográficos. El documento está como casi todos los pergaminos de su serie, muy bien conservado. Por la copia: JOSÉ MARÍA DE HUARTE.

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