Sobre la necesidad de una visión más sociológica del islam y de la legalidad democrática Froylán Enciso*

Transcripción

1 29 29 Sobre la necesidad de una visión más sociológica del islam y de la legalidad democrática Froylán Enciso* El autor señala la incompatibilidad actual entre la democracia y el islam. Critica la concepción de ciertos autores de ver a la democracia occidental como un proyecto imperialista que debería esparcirse por el mundo, señalando que existen circunstancias que no lo permiten como tal. Para que exista una democracia en el pueblo musulmán es necesario erigir un Estado laico, modificar el papel central que juega Dios del mismo modo que ha ocurrido en nuestra tradición occidental. C on la falta de un modelo de organización alternativo, después de la Guerra Fría, se desencadenó una ola de optimismo acerca de la preeminencia de las ideas estadounidenses sobre la economía y la política. La expresión más clara de este arranque de triunfalismo de los defensores de la democracia liberal es el famoso planteamiento de Francis Fukuyama. Este autor argüía que, con la caída del bloque soviético, estábamos asistiendo al fin de la historia, es decir a la consolidación del proyecto capitalista de la democracia liberal como único thelos del progreso. Creo que sólo la creencia en una visión teleológica de la historia y la falta de una mayor compresión de los procesos políticos en otras latitudes y culturas pueden explicar la actitud de Fukuyama. De ahí que * Investigador, historiador y periodista. Estudió la licenciatura en relaciones internacionales en El Colegio de México y es candidato a doctor en historia de la State University of New York at Story Brook. Ha colaborado en Los Angeles Times, el Boston Globe y Río Doce. Su libro más reciente es Andar fronteras. El servicio diplomático de Octavio Paz en Francia, publicado por la editorial Siglo XXI. las críticas no se hayan hecho esperar. Entre las reacciones a la idea de Fukuyama está el planteamiento de Huntington sobre el choque de las civilizaciones. En pocas palabras, en un polémico artículo publicado en 1993, Huntington plantea que si bien es cierto que en el siglo XXI los conflictos entre las naciones no se iban a caracterizar por haberse propiciado con el fin de proteger intereses económicos o políticos ni por diferencias ideológicas como ocurrió durante la guerra fría, esto estaba muy lejos de poderse interpretar como el fin de la historia, pues aún existía la posibilidad de que hubiesen choques de carácter cultural entre diferentes civilizaciones. Así, los conflictos de política mundial estarían delimitados por las diferencias culturales entre las diferentes naciones o grupos étnicos. El choque de civilizaciones dominaría al mundo debido a que: 1) las diferencias culturales son más fundamentales que las políticas o económicas, 2) la interacción entre personas y los flujos de bienes e información de diferentes culturas se está intensificando, 3) el proceso de modernización económica, los avances en

2 30 Ornamentos islámicos. telecomunicaciones y los cambios sociales que éstos implican han propiciado la desecularización de diversos ámbitos de la vida, al grado que la religión está desplazando al Estado-nación como factor de identificación social, 4) la cultura occidental en la cima del poder se enfrenta a culturas no occidentales que cada vez tienen más deseos y recursos para moldear el mundo de forma diferente, 5) las diferencias culturales son menos sujetas a cambios que los asuntos económicos o políticos, y 6) el regionalismo económico se está incrementando a la par que la conciencia de pertenencia a culturas compartidas. 1 Dentro de su análisis, Huntington plantea que el Islam representa un reto a las formas de pensamiento y organización social y política de occidente, claro está la democracia incluida. Después de enumerar los conflictos continuos entre los musulmanes y otros grupos como los serbios ortodoxos, los judíos israelitas, los hindúes indios, Huntington concluye que el Islam tiene fronteras sangrientas 2. También plantea de manera acertada que los: conceptos occidentales difieren fundamentalmente de aquello que prevalece en otras culturas. Las ideas occidentales de individualismo, liberalismo, constitucionalismo, derechos humanos, igualdad, libertad, Estado de derecho, democracia, libre mercado, separación de la iglesia y el Estado, frecuentemente tienen poca resonancia en civilizaciones como la islámica y la confuciana... Es a partir de esta clase de planteamientos que surgieron discusiones acerca de cómo las ideas de las civilizaciones no occidentales podrían poner en peligro la manera en que vemos el mundo. Entonces tomó revuelo una discusión acerca de la relación entre la democracia y el Islam. Revistas como Current History o Foreign Affairs dedicaron números especiales a este tema. La mayoría de los artículos se caracterizaron por ser demasiado textuales, es decir, por su falta de videncia empírica y por ser reflexiones muy abstractas. En este texto, trataré de aclarar por qué el Islam ha proveído de una forma de entender el mundo incompatible a las ideas de la democracia, entendida desde un punto de vista occidental. Después intentaré mostrar por qué es necesario abordar este tema desde una perspectiva más sociológica, con el fin de paliar los efectos de académicos que, en una muestra evidente de imperialismo cultural, interpretan la adopción de ideas democráticas en el mundo

3 31 31 Ornamentos islámicos. musulmán como un efecto natural del progreso histórico de todas las culturas. Por último describiré sucintamente un ejemplo de cómo se pueden islamizar las formas de organización política occidentales como la democracia. El islam y la democracia son incompatibles A pesar de que muchos autores se esfuerzan por exaltar hasta la evidencia más incipiente para demostrar los avances de la democracia en el mundo musulmán, creo que la posición más sensata al respecto es reconocer que el Islam y la democracia son sistemas de pensamiento que tienen implícito cosmovisiones que son incompatibles. Esta idea no es nada descabellada, si tenemos en cuenta que algunos autores han realizado argumentos de una elaboración analítica y sofisticación metodológica respetable. Manus Midlarsky, por ejemplo, sostiene que la democracia liberal es incompatible con el Islam, y para llegar a esta conclusión estableció correlaciones entre las ideas del Islam y la democracia entendidas en términos de derechos políticos, liberación e institucionalización. Al fin de cuentas, se percató que el Islam se correlacionaba negativamente con esos tres indicadores de la democracia, por lo que se podría decir que son sistemas de pensamiento mutuamente excluyentes.3 Al margen de este tipo de argumentos, es posible llegar a la misma conclusión por medio de

4 consideraciones más generales. Así pues, dicho en términos mínimos, el Islam propicia que la relaciones políticas se interpreten en relación directa con lo divino, mientras que la democracia tiene implícita una visión laica de los asuntos políticos. La constitución del Estado islámico si es que puede ser llamado así se circunscribió en la lucha por establecer los límites entre la autoridad espiritual y la terrenal, un poco a la manera en que en occidente hubo una pugna por redefinir la llamada teoría de las dos espadas. Al final, en el mundo islámico se logró un equilibrio entre el poder político y el religioso, sin embargo, éste estuvo lejos de tener como resultado el establecimiento del laicismo como ocurrió en occidente. No hubo una separación de estos dos ámbitos, sino el establecimiento de un equilibrio o mutuo entendimiento. Para ponerlo en mejores palabras:... la búsqueda del Estado islámico ideal, hasta antes de la época moderna, concluyó sin victoria clara ni para la religión ni para el Estado. Se llegó a un modus vivendi más o menos armonioso pero sin garantía de una estabilidad duradera. Religión y Estado continuaron luchando por la supremacía, sin que ninguno se sometiera claramente a los dictados del otro. Simplemente uno y otro se apoyan, a sabiendas de que no se ha dicho la última palabra. 4 El Corán y la sunna se consolidaron como fuente primigenia de la teoría política islámica. El principio básico de la idea musulmana de lo político es que el poder, la soberanía, la autoridad sólo están determinadas por Dios y que tanto gobernados como gobernantes debían someterse a esta autoridad. En palabras de Bernard Lewis: El verdadero y único soberano entre los musulmanes es Dios, de cuyo mandato deriva la autoridad del Profeta y cuya voluntad, dada a conocer por revelación, es la única fuente de ley. La umma por lo tanto expresa de manera intrínseca la fusión de lo político y lo religioso característica de los posteriores Estados islámicos... En el mundo islámico, debido a esto, no podría haber conflicto entre el Papa y el Emperador, porque el poder que éstos representan es uno y el mismo... 5 Esta visión de la unidad y supremacía de Dios sobre todos los ámbitos de la vida ha propiciado largas discusiones acerca del papel de la conciencia individual entre los musulmanes. Sin embargo, ellos, en lugar de atacar directamente el dogma del poder irrestricto de Dios, han solucionado la polémica diciendo que la capacidad de creación de los hombres se adquiere, con lo que el problema de la libertad humana como capacidad de creación se resuelve, aunque no se plantee una doctrina sobre la capacidad de conciencia individual independiente de la divinidad. 6 Así, la falta de una doctrina laicista dentro del Islam y la ambigüedad de la noción de individualismo hace que la adopción democrática de soberanía popular se vuelva inaceptable. En términos ortodoxos, un musulmán jamás aceptaría que el poder último radicara en algo diferente a lo divino, llámese pueblo, voluntad general, bien colectivo, nación, etc. La única fuente de autoridad permisible para el Islam es Dios, el Profeta, y la verdad revelada por éstos. Según autores como Robert Dalh, la democracia o poliarquía como él prefiere llamarla se caracteriza por la liberalización, es decir el otorgamiento de las libertades individuales necesarias para la participación de todos los individuos en el debate público, y por la representación, es decir por el reconocimiento del derecho del pueblo a votar y participar en los procesos de decisiones del gobierno. 7 El planteamiento de Dalh tiene implícita la idea de respeto a las decisiones individuales, independientemente de cualquier consideración religiosa. En teoría, esto se contrapone directamente con la preeminencia de Dios. La idea de individuos con capacidad para decidir de manera autónoma puede considerarse peligrosa para quienes creen que nada es autónomo a la divinidad en este mundo. Nada más ni nada menos, la aceptación del individualismo en términos occidentales tendría un carácter disruptor sobre la idea de Dios como unidad y como totalidad. Además, ésta como muchas nociones occidentales de la democracia tiene como supuesto básico el respeto al papel del pueblo como autoridad última en la toma de decisiones. Está de más repetir que, para el Islam, autoridad última sólo hay una y esa es la emanada de Alá, sus enviados y sus revelaciones. Podría decirse que en el mundo musulmán las discusiones acerca de la democracia son de carácter más teológico que político. En este sentido, musulmanes como Hasan al-tarubi, líder e ideólogo del Frente Nacional Islámico de Sudán, plantea la necesidad de asimilar en términos musulmanes los modelos de organización extranjeros. Siguiendo esta lógica, al-tarubi plantea su discurso político sobre la democracia y la shura, siguiendo tres líneas básicas: a) la superposición de lo divino sobre los humanos, b) la confrontación de la liberación en sentido islámico a la libertad occidental y c) la evaluación de la shura y la democracia. 8 En el punto a) plantea que tanto la sunna como el Corán tienen un carácter inmanente, pero reconoce la 32

5 33 33 Ornamentos islámicos. evolución histórica de la interacción entre lo divino y lo humano. En este orden de ideas, plantea que las interpretaciones de los principios religiosos están en cambio constante, pues las capacidades humanas siempre serán perfectibles y su temporalidad las vuelve susceptibles al cambio. Con esta idea, al- Turabi da cabida a la interpretación y a la posibilidad humana a pensar de manera más pluralista el sentido de lo divino. En el punto b) plantea que la liberación en el sentido islámico se debe entender como sumisión total a los designios divinos. La idea occidental de libertad traería problemas en la definición de las capacidades del individuo frente al Estado musulmán. En los lugares en que impera el Islam, conceptos como individuo, Estado o religión no están separados tan claramente. Así pues, un entendimiento más acercado a la idea occidental de libertad necesitaría reformular la comprensión de la sharía. En el último punto, al-turabi plantea la imposibilidad de reconocer la supremacía del pueblo como detentor del poder político. En su lugar plantea la pertinencia de reconocer la soberanía última de Dios integrada en la autoridad divina de los textos revelados e implícitos en la shura. De esta forma, ni la manipulación autoritaria característica de algunas zonas de oriente ni el imperialismo occidental llevan a al-turabi a la denuncia y la negación total de los principios democráticos. En cambio, hace un llamado al mundo islámico para adoptar lo mejor de las ideas extranjeras como la democracia, a condición de respetar los tres principios antes descritos. En fin, al-turabi exhorta a sus correligionarios a la constitución de una democracia a la musulmana. En pocas palabras, para lograr incorporar la democracia en pleno sentido occidental, los musulmanes tendrían que introducir las ideas de laicismo y una noción moderna de libertad en el sentido que Benjamín Constant asigna al término. Esto, en mi opinión es poco probable si no se quieren atacar algunos dogmas básicos del Islam como la

6 supremacía de Dios sobre todas las cosas y la importancia de la comunidad musulmana sobre cualquier consideración individualista de libertad. Aunque también existe la posibilidad de recrear el sentido de la democracia, mediante su adaptación a estos principios del Islam. Del imperialismo cultural a la comprensión sociológica En muchos de los artículos que se han escrito acerca de este tema entre los autores occidentales domina una tendencia a tratar de vislumbrar la extensión de sus ideales en el mundo musulmán, en un afán abierto por imponer sus categorías a los fenómenos de una cultura que, en principio, es muy diferente. Otra gran tendencia se perfila en el sentido de resaltar selectivamente el carácter autoritario o democrático de cada gobierno donde se acepta el Islam con fines políticos más o menos claros. Dentro de esta tendencia nos encontramos argumentos como el de Richard Norton, quien realiza un alegato con tintes marcadamente sesgados a los principios del liberalismo, puesto que toma como principal actor del cambio social a los actores no estatales, y relativiza los efectos de la fusión entre religión y política en el Islam. Además, plantea que si bien los movimientos sociales y políticos en los países islámicos tienen tintes religiosos, los individuos terminan decidiendo en términos de eficiencia política y conveniencia económica. También pone énfasis en los efectos de los movimientos económicos en la constitución de los sistemas políticos. A su vez, subyacente en sus argumentos está implícita la idea de que la democracia liberal es el único Fin del progreso histórico. 9 La idea central de Norton es que, a pesar de las dificultades de la democracia occidental, existen evidencias para pensar que está ganando terreno progresivamente en el mundo islámico. Según él, las presiones encaminadas a la constitución de regímenes democráticos han crecido de tal manera que la reforma política se ha vuelto indispensable para los gobiernos que deseen sobrevivir, puesto que los avances tecnológicos, los cambios demográficos, la urbanización y la creciente movilidad de personas, información y bienes conllevará un avance de los ideales democráticos en el mundo musulmán, a pesar de las resistencias que puedan tener los gobernantes autoritarios. 10 Mi principal crítica a esta clase de argumentos es que se centran mucho en los análisis de la conveniencia de las ideas e incluso prejuicios del mismo autor, y que hacen demasiado hincapié en el estudio de los discursos de líderes de movimientos islamistas que pugnan por tal o cual postura dentro de este tipo de discusiones. Casi no se realizan estudios sociológicos sobre la instrumentación de estas ideas y, de hecho, son demasiado textuales. En este sentido también podría decirse que son demasiado militantes de las ideas occidentales y que, en cambio, tienen poco interés en comprender la realidad de otras circunstancias geográficas, históricas y culturales. Dicho de manera más sencilla, es necesario superar estos sesgos y tratar de entender mejor las circunstancias en que se desarrollan estos movimientos de ideas. Si tuviéramos mayor voluntad comprensiva, podríamos entender mejor cómo (según dice Bernard Badie):...de estas formas de importación [de ideas como la democracia] en el seno del mundo islámico deriva, sin ninguna duda, una nueva historicidad del Estado: el entrecruzamiento de elementos endógenos y exógenos, cuya adaptación y transformación tiene efectos sobre la estructura misma del Estado, consagrando su naturaleza híbrida y haciendo de la inserción forzada de algunos elementos que no son de naturaleza transcultural fuentes de tensión, de obstáculos y con frecuencia de autoritarismo y regresión de las capacidades políticas. 11 En la actualidad existe una tendencia a la aceptación de ideas unívocas del progreso histórico, lo que nos lleva en ocasiones a tendencias homogeneizadoras en nuestra compresión de otras culturas. Casi a la par, existe una tendencia, igualmente homogeneizadora, a lo que podría llamarse una noción egalitarista de la diferencia, es decir, una tendencia a considerar que todas las culturas merecen el mismo trato, independientemente de nuestras consideraciones morales al respecto. A lo que apelo es una posición en medio del imperialismo cultural y la diferencia egalitarista. A una visión más empírica, sociológica, amplia de los asuntos que se desenvuelven en otras culturas. Un poco con la esperanza de que, como dice el filósofo canadiense Charles Taylor, haya algo a medio camino entre la exigencia, inauténtica y homogeneizadora, de reconocimiento de igual valor, por una parte, y el amurallamiento dentro de las normas etnocéntricas, por la otra. 12 L 34