DEBATE 2 Educación y mercado de trabajo urbano: la situación en seis países de la región



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Transcripción:

DEBATE 2 Educación y mercado de trabajo urbano: la situación en seis países de la región Reforma y crisis: la educación y el mercado de trabajo en la Argentina de los años 90 Ernesto Kritz

Reforma y crisis: la educacion y el mercado de trabajo en la argentina de los años noventa Ernesto Kritz 1 1. La ruptura del sistema de equilibrio social y la crisis del mercado de trabajo La Argentina ha sido hasta hace unos pocos años, un país con un considerable grado de integración y movilidad social. Es comúnmente aceptado que este modelo de sociedad se asentó sobre dos pilares: la educación pública y el empleo formal. La instrucción pública, de amplia cobertura y buena calidad especialmente en el nivel primario- creó el capital social en una sociedad de origen migratorio reciente y proveyó el capital humano para una economía de mediano desarrollo. Por su parte, el empleo formal, con predominio de los contratos de tiempo indeterminado, reguló un sistema de equilibrio social relativamente estable. En este marco, la Argentina logró conservar, por lo menos hasta mediados de los años setenta, un nivel de cohesión social comparativamente elevado en la región. La Argentina actual dista mucho de esa imagen de país de clase media consolidada. El 53% de la población tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza y el 25% (la población bajo la línea de indigencia) carece de recursos para alimentarse adecuadamente. El 19% de los hogares recibe asistencia económica del Estado. El desempleo abierto es de 15%, pero el déficit de empleos incluyendo los beneficiarios de planes públicos (Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados) se eleva a 20%. El empobrecimiento de gran parte de la población y el aumento de la desigualdad están unidos a la ruptura del antiguo sistema de equilibrio social. Aunque, en efecto, ese sistema reposaba sobre el empleo formal (hasta mediados 1 Economista. Socio Director de SEL Consultores Pág. 2

de los años setenta más del 60% de la PEA tenía un contrato de trabajo registrado) estaba igualmente basado en otros dos factores: la redistribución de las ganancias de productividad (es decir, la transferencia de ingresos desde los sectores más productivos hacia los menos productivos) a través de la centralización salarial; y la recaudación del impuesto inflacionario, que permitió financiar un elevado nivel de gasto y empleo público. La centralización salarial (no sólo por el régimen de negociación colectiva sino con gran frecuencia por intervención estatal) homogeneizó la estructura social por sobre las disparidades estructurales de productividad. Por más de cuatro décadas la redistribución de las ganancias de productividad a través de la política salarial fue una pieza central en el sistema de relaciones entre Estado, sociedad y mercado. Este mecanismo fue perdiendo progresivamente importancia hasta alcanzar valores negativos en la década del ochenta, cuando la productividad del trabajo tuvo una brusca caída de 25%. El empleo se mantuvo (aún durante la hiperinflación de 1989 el desempleo no superó el 8%) pero a costa de una fuerte precarización. Los asalariados del sector privado disminuyeron en valores absolutos y la proporción de no registrados subió de 18% a 28%. Tres cuartas partes del aumento total del empleo en la década correspondió a ocupaciones no asalariadas, en su gran mayoría de muy baja productividad, y al servicio doméstico. Por su parte, la posibilidad de financiar el gasto y una parte significativa del empleo a través del impuesto inflacionario, también se hizo cada vez más difícil, hasta quedar totalmente anulada con los episodios hiperinflacionarios de 1989 y 1991. Más que por cantidades, el mercado ajustó por los salarios; aunque el desempleo no superó el 8%, la pobreza llegó a 47% a fines de 1989. En perspectiva, el equilibrio social anterior a las reformas de los noventa reposó en un marco de estancamiento secular de la economía. La Argentina es uno de los países con más bajo crecimiento del salario real en la posguerra. Pág. 3

Lo paradójico de ese largo período, por lo tanto, es que el equilibrio social se sostuvo al costo del desequilibrio macroeconómico. Pero la singularidad de las reformas de los años noventa es que la recuperación del equilibrio macroeconómico (durante la primera mitad de la década) provocó la ruptura del equilibrio social preexistente. Después de la estabilización, que tuvo un efecto inicial progresivo en la distribución del ingreso, la reforma del Estado y la reconversión del sector privado (para no mencionar la recomposición del sistema de precios y la apertura) pusieron en descubierto y agravaron la heterogeneidad de la economía. Los mecanismos que operaron tras este fenómeno son principalmente tres: La concentración del crecimiento de la productividad La apertura y la desregulación de los mercados y; La restricción fiscal La productividad se recuperó rápidamente (32% entre 1990 y 1994) pero su concentración en pocas empresas aumentó las brechas de productividad. Por primera vez en muchas décadas, las disparidades de productividad se trasladaron directamente a la distribución del ingreso. Ni la negociación centralizada debilitada por el desempleo y la pérdida de la estabilidad- ni el gasto público financiado con endeudamiento pudo cerrar esa brecha. Esto determinó una diferenciación social creciente, que se hizo sentir no sólo en los extremos de la pirámide sino esto es lo novedoso- en los sectores medios. Es precisamente la polarización y empobrecimiento de capas muy importantes de la clase media educada, lo que rompe el equilibrio social tradicional. La expresión más clara de ese quiebre fue un extraordinario aumento del desempleo, que creció de un promedio de 5% en la década del ochenta (con un máximo de 8.1% durante la hiperinflación de 1989) a una media de 14% en la segunda mitad de los noventa (con un pico de 18.4% durante la crisis del tequila en 1995). Pág. 4

Es cierto que el crecimiento del desempleo golpeó más intensamente a los pobres (6 de cada 10 desocupados son de hogares de nivel socioeconómico bajo o medio bajo), pero lo peculiar de la nueva situación es que cerca del 40% de los desocupados pertenece a sectores medios. En 1996, el desempleo de la clase media típica, emblemática de la Argentina del equilibrio social y la movilidad ascendente, fue de 14% y en la clase media alta de 9% 2. Esto contrasta con la situación anterior, cuando la desocupación era un fenómeno casi desconocido y mayormente friccional, en esos hogares. Pero no se trata sólo del aumento del desempleo sino de las dificultades para salir bien de él. De cada 100 personas que (en 1996) habían perdido el trabajo en los doce meses anteriores, apenas 22 consiguieron un empleo estable y seguían ocupados. El resto oscilaba entre el trabajo temporario, la changa y el desempleo; algunos incluso dejaron de buscar. A su turno, de los que consiguieron un empleo y seguían ocupados, sólo un cuarto (o sea 6% de los que perdieron el trabajo) ganaba más que antes. Una proporción mayoritaria ganaba menos 3. En los noventa, por consiguiente, la precarización ha ido de la mano del crecimiento del desempleo. Cuatro de cinco empleos creados en los años noventa son informales. A fines de la década, 20% de los ocupados tenía un trabajo intermitente, en negro y sin acceso a la seguridad social; otro 20% carecía de regularidad o bien no estaba protegido legalmente. El desempleo se transformó así en un mecanismo principal de pérdida de bienestar y movilidad social descendente. Ello explica que desde mediados del decenio el 75% de los ocupados se declarara preocupado (45% muy preocupado) por la posibilidad de perderlo. 2. Educación y desempleo En una economía normal, debería esperarse una correlación claramente inversa entre el nivel de educación y la tasa de desempleo. Esto ocurría si bien 2 Sociedad de Estudios Laborales, Encuesta de niveles de empleo, octubre 1996 3 Ibid. Pág. 5

suavemente- a comienzos de los noventa. Para un desempleo promedio de 8.5%, la tasa era entre medio punto y un punto y medio a medida que mejoraba la instrucción hasta alcanzar el segundo ciclo de la escuela secundaria (10-12 años de educación) y algo más de dos puntos una vez completado este nivel. El diferencial de desempleo entre los menos instruidos (0-5 años) y los más educados (13 y más años) era de 4.3 puntos. Esto, debe reiterarse, para un desempleo promedio de un dígito. Medida por la probabilidad de perder el empleo, la educación parecía tener una tasa de retorno siempre positiva. Hacia el final de la década ya no pasaba lo mismo. Aunque la diferencia entre los extremos educativos siguió siendo muy significativa (es más, en términos relativos la brecha aumentó de 75% a 115%) hasta el segundo ciclo de la educación secundaria inclusive, la tasa de desempleo prácticamente no muestra cambios. En efecto, en 2000 esta tasa fue de 17.6% para el grupo de 0-5 años de educación; pero también de 17.6% para el de 6-9 años y de 16.0% para los que aprobaron 10-12 años. Es decir, entre 0 y 12 años, la educación no hace diferencia alguna en la probabilidad de perder el empleo. Esta sólo desciende sensiblemente (a 8.2%) entre los que cursaron 13 ó más años de estudios. Esto ocurre para un desempleo promedio que casi duplica el de inicios de la década. La tasa de retorno de la educación medida por la probabilidad del desempleo parece nula hasta la secundaria completa y pega un salto para los que cursan estudios universitarios o terciarios. Este cambio tiene que ver, probablemente, con las características del modelo de crecimiento de los noventa y en particular, con la elevación de los pisos educativos requeridos por el sector formal. Una encuesta sobre la demanda de trabajo en ese sector realizada a fines de 1996, mostró que desde 1990 alrededor del 25% de las empresas, y para la mayoría de las categorías ocupacionales más de un tercio, elevó los requisitos mínimos de educación. En las empresas de mayor tamaño, donde más avanzó el proceso de reconversión, lo hizo más de la mitad 4. Contar con escuela primaria completa pasó a servir sólo para competir por puestos de operario, preferentemente de baja calificación, en empresas pequeñas; de hecho, un tercio o más de los establecimientos pequeños y medianos fijó la educación secundaria como condición para ocupar 4 Juan Llach, Ernesto Kritz, et al. Un trabajo para todos, Consejo Empresario Argentino, 1997. Pág. 6

posiciones de operario semi-calificado o calificado, y en las firmas grandes una proporción semejante puso ese requisito para los operarios no calificados. La mitad de este estrato y también el 40% de las empresas medianas establecieron que sus operarios calificados debían haber completado la escuela secundaria. Para ser supervisor o capataz ya no alcanza con tener algunos años de instrucción. Casi dos tercios de las empresas chicas o medianas y cuatro de cada cinco grandes pusieron como condición poseer educación secundaria completa o más. En la categoría de personal de oficina, este último pasó a ser el requisito en el 96% de las empresas y entre los vendedores la proporción llegó al 81%. Esto sugiere que en un escenario de reconversión productiva con alto desempleo, las posibilidades de acceso como de movilidad para quienes no completaron el nivel medio de enseñanza se redujeron mucho. Tal vez nadie mejor que los propios desocupados de baja educación para dar testimonio de esto: mientras que sólo el 8.5% de los desempleados que cursaron cuando menos la secundaria completa atribuyó sus dificultades para conseguir trabajo a su nivel educativo, entre los desocupados con educación inferior a media completa esa proporción fue de 32%. Con todo, esto no significa que en ese escenario el nivel educativo no haga diferencias. Aunque entre 0 y 12 años de educación la tasa de desempleo es igualmente alta, la tasa de ocupación (es decir la proporción de la población que tiene un trabajo) guarda una correlación fuertemente positiva con la cantidad de años de estudio. Hacia el final de la década, del total de personas con 0-5 años de educación sólo el 34% tenía empleo; en cambio, en el grupo de 6-9 años de instrucción, con igual tasa de desempleo la tasa de ocupación era de 44%, es decir 10 puntos más elevada. En el siguiente tramo de educación, 10-12 años, con un desempleo sólo un punto y medio más bajo la tasa de ocupación llegaba a 51%, o sea 7 puntos más que en el tramo precedente. Esta diferencia viene explicada por el hecho de que lo que decididamente aumenta con la educación es la tasa de actividad, que mide la participación de las personas en el mercado de trabajo 5. Si esta última aumenta, es posible que crezcan simultáneamente la ocupación y la desocupación (los denominadores son distintos). Pero una vez en el mercado, o para ser más precisos una vez ocupados, la probabilidad de perder Pág. 7

el empleo puede ser igualmente alta a lo largo de un extenso tramo y eso es precisamente lo que ocurre con los que no completaron el nivel medio de enseñanza. Por otro lado -y esta no es una cuestión menor- aunque en 2000 se mantiene la correlación positiva entre nivel educativo y tasa de ocupación, con respecto a 1990 la curva muestra una caída muy significativa en todo el tramo 0-12 años; no sólo eso sino que la caída se acentúa al pasar de un escalón al siguiente. En efecto, mientras que para el grupo de 0-5 años de educación la tasa de ocupación disminuyó 2.4 puntos durante la década, para el grupo 6-9 años la caída fue de 3.5 puntos y para el de 10-12 años ésta alcanzó a 9.5 puntos. En otros términos, los más afectados por los cambios fueron los que, estando más cerca del nuevo umbral educativo, paradójicamente sintieron más la sustitución de personal menos educado por otro con mayor instrucción. TASAS DE ACTIVIDAD, DESEMPLEO Y OCUPACION POR AÑOS DE ESCOLARIDAD, 1990 Y 2000 Años de estudio 0-5 6-9 10-12 13 y más Total 1990 Tasa de actividad 40.3 51.9 66.4 69.1 54.6 Tasa de desempleo 10.0 9.5 8.0 5.7 8.5 Tasa de ocupación 36.3 47.0 60.8 65.2 50.0 2000 Tasa de actividad 41.1 52.8 61.1 73.0 58.1 Tasa de desempleo 17.6 17.6 16.0 8.2 14.8 Tasa de ocupación 33.9 43.5 51.3 67.0 49.5 Cambio en puntos porcentuales, 1990-2000 Tasa de actividad 0.8 0.9-5.3 3.9 3.5 Tasa de desempleo 7.7 8.1 8.0 2.5 6.3 Tasa de ocupación -2.4-3.5-9.5 1.8-0.5 Fuente: elaborado con base en IIPE-UNESCO, Educación y Mercado de Trabajo Urbano, Anexo Estadístico, octubre de 2003. 5 La tasa de ocupación (TO) es igual a la tasa de actividad (TA) x (1- la tasa de desempleo TD). Pág. 8

3. Educación y precarización del empleo Pero con ser muy serio, el desempleo no es el único problema laboral de la Argentina. Igualmente importante y en el largo plazo tal vez más significativoes la segmentación del mercado de trabajo y sobre todo el fuerte peso de los sectores de baja productividad. En una economía competitiva predominan las relaciones laborales asalariadas, registradas legalmente. En el mercado de trabajo argentino, ese núcleo capitalista es minoritario. Incluyendo los empleadores y también los trabajadores independientes con capital o con contrato, el sector privado formal comprende en la actualidad 43% de la ocupación. Los asalariados privados registrados es decir, el empleo capitalista en un sentido estricto- representan sólo el 25.3%. En contraste, los trabajadores informales de baja productividad la periferia del mercado laboral- constituyen el 34% de la ocupación, esto es 9 puntos porcentuales más que los asalariados privados registrados. Cualitativamente, además, la categoría más extendida entre ellos es la del trabajo intermitente, de altísima rotación y mínima productividad. Los trabajadores intermitentes, con un desempleo que duplica la tasa promedio, son casi el 18% de la población económicamente activa. La precarización del trabajo asalariado como más en general la informalidad- creció fuertemente durante los noventa. La proporción de asalariados precarios (no registrados) subió de 28% a comienzos de la década a 38% al final de la misma. La correlación (inversa) entre educación y precarización del trabajo asalariado es mucho más definida que la encontrada entre educación y desempleo abierto. A medida que aumenta la escolaridad, la tasa de precarización disminuye firmemente. Aunque a niveles absolutos muy distintos, ello ocurre en los dos extremos del período. En 1990, la diferencia entre el porcentaje de asalariados precarios en el grupo de 0-5 años de educación y en el del grupo de 10-12 años (es decir, dentro de la población asalariada que no Pág. 9

completó la escuela secundaria) era de 20 puntos; en 2000 superó los 25 puntos. La misma relación se mantiene cuando el cálculo se hace respecto de la población ocupada total. En otros términos, aunque hasta la secundaria completa un mayor nivel de escolaridad no reduce la exposición al desempleo, en cambio aumenta la probabilidad de obtener un mejor empleo. Pero si ceteris paribus la educación mejora la calidad de la inserción laboral, no puede evitar su deterioro cuando las condiciones del mercado empeoran. Para cada uno de los niveles de educación, incluyendo el de 13 y más años de escolaridad, la proporción de asalariados precarios aumentó entre dos y tres veces en el decenio. En otros términos, aunque no hay un cambio demasiado pronunciado en la pendiente, el desplazamiento hacia abajo de la curva es muy marcado. La precarización del trabajo asalariado es la expresión en el núcleo capitalista del mercado de trabajo de un fenómeno más amplio de informalidad. Esta última tiene que ver con el crecimiento de la no registración de los contratos (es decir de la ilegalidad en las relaciones laborales) pero también del aumento de las ocupaciones de baja productividad, asalariadas o no asalariadas, orientadas más a la subsistencia que a la acumulación. No todo el trabajo asalariado precario es marginal medido por su valor agregado, pero buena parte lo es. Esto es especialmente cierto de los asalariados precarios que trabajan en establecimientos de muy pequeña escala. En el mismo sentido es informal una proporción elevada de los no asalariados, en particular los que realizan trabajos intermitentes y no cuentan con activos de capital. La relación entre escolaridad e informalidad muestra la misma tendencia que la observada para el trabajo asalariado precario. Hay una correlación negativa clara tanto en 1990 como en 2000, pero también un desplazamiento hacia debajo de la curva a lo largo de la década. Esto refuerza la hipótesis de que la educación mejora la calidad del empleo, pero es incapaz de contrarrestar el deterioro de las condiciones del mercado de trabajo. Pág. 10

3. Educación, informalidad e ingresos del trabajo 6 Las disparidades de productividad se reflejan en las remuneraciones. No resulta sorprendente, entonces, que el ingreso medio de la ocupación en el sector informal sea una fracción del que obtienen los ocupados en el sector formal. En la actualidad esa relación equivale al 43% ($313 y $718 respectivamente). La desigualdad en las remuneraciones muestra una fuerte correlación con el nivel de educación. Una regresión logarítmica donde yi = ingreso del trabajo de la categoría ocupacional, y xi = años de educación, arroja un coeficiente de correlación r = 0.9052 6 Los datos de esta sección corresponden a un procesamiento especial de la onda octubre de 2002 de la Encuesta Permanente de Hogares realizado por el autor. Pág. 11

PRECARIZACION DEL TRABAJO ASALARIADO POR AÑOS DE ESCOLARIDAD Años de estudio 0-5 6-9 10-12 13 y más Total 1990 % de asalariados precarios en la población asalariada % de asalariados precarios en la población ocupada 30.3 22.2 10.4 9.2 18.1 18.9 15.0 7.6 6.4 12.4 2000 % de asalariados precarios en la población asalariada % de asalariados precarios en la población ocupada 61.2 51.0 35.4 21.6 38.4 37.9 35.5 26.1 16.4 27.7 Cambio en puntos porcentuales, 1990-2000 % de asalariados precarios en la población asalariada % de asalariados precarios en la población ocupada 30.9 28.8 25.0 12.4 20.3 19.0 20.5 18.5 10.0 15.3 Pág. 12

INFORMALIDAD LABORAL POR AÑOS DE ESTUDIO Años de estudio 0-5 6-9 10-12 13 y más Total 1990 % de trabajadores en el sector informal 38.2 28.7 19.9 15.1 25.4 2000 % de trabajadores en el sector informal 49.3 40.4 30.3 17.4 31.7 Cambio en puntos porcentuales 1990-2000 11.1 11.7 10.4 2.3 6.3 Fuente: elaborado con base en IIPE-UNESCO, Educación y Mercado de Trabajo Urbano, Anexo Estadístico, octubre de 2003. Pero aunque esto es cierto para el conjunto de la fuerza de trabajo ordenada desde el segmento más formal (los asalariados registrados estables) hasta el más informal (los trabajadores intermitentes) la desigualdad de las remuneraciones entre cualquier par comparable de categorías de los sectores formal e informal 7 no parece ser sólo una consecuencia de la brecha en la escolaridad. Más bien, ésta parece ser una cuestión de productividad total de los factores. En otras palabras, dada una cierta dotación de capital humano definida por los años de estudio, la tecnología y la organización es decir, los factores productivos complementarios- hacen la diferencia. Los asalariados no registrados estables (siendo esta la categoría más próxima a la formalidad entre los informales) tienen en promedio 1,6 años menos de educación que los asalariados registrados estables (10,6 y 12 años 7 Por ejemplo, diferente status legal de la relación laboral (registrado-no registrado) pero igual estabilidad en el empleo Pág. 13

respectivamente); sin embargo, su ingreso es sólo 54% del de estos últimos. La tasa de retorno de la educación no puede ser tan alta como para justificar una diferencia tan marcada en el ingreso de la ocupación. Aún en el caso de los trabajadores informales intermitentes, cuya educación promedio es de 9,3 años, parece difícil explicar la brecha de ingresos únicamente por el capital humano; comparados con los asalariados registrados no estables una categoría formal con rotación equivalente- la educación es 2,5 años menor, pero la disparidad en el ingreso es de 55%. Resulta plausible, por lo tanto, que se trata de un problema de productividad total de factores, es decir de capital humano, y también de capital físico, tecnología y capacidad de gestión. Para estar seguros, la escolaridad debería ajustarse por la capacitación. A diferencia de la educación general, la capacitación se concentra en el sector formal. Esto podría explicar una parte tal vez significativa de las disparidades de ingreso. Pág. 14

PROMEDIO DE AÑOS DE EDUCACION DE LA POBLACION OCUPADA 2002 Total de la población ocupada 11 Asalariados públicos 13,8 Asalariados registrados 12 Empleadores 12,8 Independientes con capital o con contrato 11,1 Asalariados no registrados estables 10,6 Trabajadores intermitentes 9,1 Trabajadores domésticos 7,8 Beneficiarios de planes de empleo 8,1 0 15 Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta de Permanente de Hogares. Octubre 2002 4. La distribución del capital humano y el aumento de la desigualdad La baja calidad laboral de una significativa proporción de los ocupados, como en buena medida el desempleo abierto 8 es, como se dijo, la contrapartida de la baja productividad de un amplio sector de la economía. La reforma de los años noventa no sólo no resolvió el problema sino que aumentó la heterogeneidad es decir la brecha de productividad- lo que a su turno dio como resultado una mayor segmentación del mercado de trabajo. Pero siendo esto cierto, no puede dejar de reconocerse el peso que tiene en la calidad laboral el capital humano en un sentido amplio. Una encuesta realizada poco antes del comienzo de la crisis de 1998-2002, mostró que el 76% de los que tienen un empleo de baja calidad no completó la secundaria; el 90% no sabe informática; el 87% no conoce idiomas y el 80% nunca hizo un curso de capacitación 9. Este perfil es muy parecido al de los desocupados. 8 Dos tercios de los desocupados provienen del sector informal 9 SEL Consultores, Encuesta de niveles de empleo, junio de 1998 Pág. 15

El aumento de la desigualdad durante la década del noventa tiene mucho que ver con la distribución del conocimiento. En la Argentina casi la mitad de las personas con alto capital humano (educación terciaria, estudios de computación e idiomas y cursos de capacitación) pertenecen al decil de ingresos más altos; la mitad más pobre concentra apenas el 7.5%. En el 50% de menores ingresos, el 85% de las personas tiene un capital humano muy bajo o bajo, típicamente con instrucción no mayor a secundaria incompleta, sin conocimientos de computación e idiomas y sin cursos de capacitación. La disparidad aumenta si se corrige por la calidad de la enseñanza que reciben unos y otros. Es por ello que el derrame es insuficiente para reducir la desigualdad. En el largo plazo el problema persiste: los jóvenes desempleados o con ocupación de intermitente tienen un capital humano tan escaso como los adultos en condiciones similares. Este es el mecanismo principal de reproducción intergeneracional de la pobreza. El examen del nivel educativo del principal perceptor de ingresos confirma la asociación entre la pobreza y la distribución del capital humano. En los hogares indigentes, el 86% tiene una escolaridad no mayor a la secundaria incompleta (28% no completó la escuela primaria) con un promedio de 7.7 años de educación. En los hogares pobres no indigentes el promedio educativo del principal perceptor es de 9.1 años. En los hogares no pobres, en cambio, el 58% tiene cuando menos educación secundaria completa (21% completó estudios universitarios o terciarios) y la escolaridad promedio es de 12.4 años. La inclusión de la capacitación con toda probabilidad intensificaría las diferencias. La mejora de la equidad depende del crecimiento sostenido. Pero aún con crecimiento, el derrame es insuficiente. La reducción de la brecha de productividad es condición ineludible para mejorar la calidad de los puestos de trabajo. El logro de este objetivo requiere avanzar en la modernización de la economía, extendiéndola a los sectores más atrasados e informales. En este marco, la mejora del capital humano es una componente central de una Pág. 16

estrategia de crecimiento con equidad y también una condición para sostener un esfuerzo de modernización y competitividad de la economía. DISTRIBUCION DEL CONOCIMIENTO Y DISTRIBUCION DEL INGRESO Nivel de capital humano Muy bajo: Instrucción primaria, sin conocimientos de computación o idiomas, que no han realizado cursos de capacitación Bajo: Educación primaria completa o secundaria incompleta, sin conocimientos de computación o idiomas, que no han realizado cursos de capacitación Medio: Educación secundaria completa o universitaria o terciaria incompleta, con algunos conocimientos de computación y/o idiomas, que no han realizado cursos de capacitación Medio alto: Educación universitaria o terciaria incompleta que han realizado cursos de capacitación o con educación universitaria o terciaria completa pero que no hicieron cursos de capacitación, con conocimientos de computación e idiomas Alto: Educación universitaria o terciaria completa, con buenos conocimientos de computación e idiomas, que han realizado cursos de capacitación % del total de ocupados % del ingreso del trabajo 30.1 17.7 27.7 19.2 18.5 20.9 11.1 13.9 12.5 28.3 Fuente: Sociedad de Estudios Laborales, junio de 1997 Pág. 17

NIVEL EDUCATIVO DEL PRINCIPAL PERCEPTOR DE INGRESOS EN HOGARES POBRES Y NO POBRES Hogares indigentes Hogares pobres Hogares no pobres Total 100.0 100.0 100.0 Hasta primario incompleto 27.5 19.8 7.7 Primario completo y secundario incompleto 58.2 57.5 34.6 Secundario completo y superior/universitario incompleto 13.0 19.4 37.1 Superior/universitario completo 1.3 3.3 20.7 Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Permanente de Hogares, 2002 Pág. 18

Qué es el SITEAL? El Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (SITEAL) es un programa que desarrollan en forma conjunta el Instituto Internacional de Planeamiento de la Educación - Buenos Aires (IIPE - UNESCO, Sede Regional Buenos Aires) y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). Este Programa comenzó a funcionar a comienzos del año 2003. Los objetivos del programa son: - Producir, sistematizar y analizar información cuantitativa y cualitativa orientada a la toma de decisiones - Transferir la información a la comunidad de interés: decisores políticos, académicos, técnicos, docentes, estudiantes, periodistas, etc. El SITEAL está orientado a monitorear la inequidad en el acceso y en los logros educativos de la población, así como el impacto de la educación en la calidad de vida de las familias y en la dinámica social. En su primera etapa, el Programa se concentrará en la producción y análisis de información proveniente de las Encuestas a Hogares que se implementan en casi todos los países de la región, ya que esta fuente, por su periodicidad y cobertura temática, posibilita diagnosticar la situación y la evolución de la relación entre educación y sociedad. Esta iniciativa busca aportar un mayor conocimiento sobre la situación social y educativa de la región, como contribución al fortalecimiento de las políticas educativas ante el desafío de garantizar una educación de calidad para todos. Pág. 19