VI. Arte Bizantino. Para explicarnos la formación y evolución del arte bizantino propiamente dicho, debemos tener en cuenta sus antecedentes. Estos antecedentes fueron, en el orden histórico, la fundación de Constantinopla, el triunfo del cristianismo, el establecimiento de rutas comerciarles que intensificaron el intercambio entre Oriente y Occidente, la conquista árabe, que ha de dejar su huella en la aversión islámica hacia la representación artística de la figura humana y los motivos ornamentales Ilamados arabescos y, finalmente, la controversia iconoclasta (del s. VIII al IX), que señala un alto en la evolución del arte bizantino con su secularización, el retorno al simbolismo y la emigración de artistas y obras, que extienden por Europa la influencia de Bizancio. En el orden artístico las manifestaciones señaladas en el arte protobizantino preparan la vía al bizantino propiamente dicho. La situación geográfica de Bizancio, ciudad de origen griego y que fue sucesivamente provincia romana, sede imperial bajo Constantino y capital del Imperio romano de oriente, sus condiciones político-sociales que marcan la evolución hacia el absolutismo, el carácter político-religioso que en ella asume el cristianismo, factor de cohesión entre los heterogéneos componentes del Imperio, explican los tres elementos que sirven de base a su cultura y su arte: helenismo, orientalismo, cristianismo. Orígenes. En relación con los orígenes del arte cristiano, en general: y especialmente del estilo bizantino, se plantea un problema que Strzygowsky formuló en la interrogación que sirve de título a una famosa obra suya, Oriente o Roma? Sobre este punto se han mantenido dos opiniones extremas: la romanista y la orientalista, según que se conceda a Roma o al Oriente el papel preponderante en la formación del arte cristiano y en la cristalización del estilo bizantino. Equidistante entre ambos extremos está Charles Diehl quien a los elementos romano-helenísticos y orientales -aportes de Roma, Antioquía, Alejandría y Efeso -añade los de Constantinopla, Bizancio, que, en definitiva, justifican el nombre de bizantino dado al estilo que produjo la fusión de los factores citados. Caracteres y significación. El arte de Bizancio refleja el memento y el medio en que se produjo, es la expresión de aquella sociedad, heredera y guardiana de la cultura helénica, a la vez que toma de oriente el hieratismo y la pompa, la gravedad de actitudes, la riqueza ornamental
y la brillantez de colorido. El arte bizantino desempeña un papel importante en la Historia del Arte, a veces incomprendido cuando se habla de bizantinismo como sinónimo de decadencia. Tomando de la tradición griega y de la antigua Asia los elementos que utiliza para contar plásticamente los evangelios y decorar sus templos, el arte biza ntino establece el nexo espiritual entre las civilizaciones antiguas y la Europa cristiana y moderna. En una época de caos y confusión para Occidente, Bizancio enciende la única luz que alumbra el arte. Aún sin entrar en la Ilamada "cuestión bizantina", relativa a la relación existente entre el arte bizantino y el occidental, y establecer el origen de aquel, debe tenerse en cuenta el notable aporte de elementos orientales en su formación El carácter peculiar de este arte explica que marque Bizancio una solución de continuidad en la tradición clásica, que reanudará Italia en la época del Renacimiento. La altanera austeridad de idea y forma, que coartaban la espontaneidad; la gravedad conservadora de Oriente; el peso de la tradición aherrojando la libertad creadora; la rigidez teológica y monárquica, son caracteres de la cultura bizantina; que agotaron la savia creadora en su suelo al faltar al artista el necesario contacto con la naturaleza y la libertad para la creación. Esas características que dan al arte de Bizancio un sello inconfundible y que pueden concretarse en los términos oficial, oriental y cristiano, pueden observarse sus manifestaciones que pasamos a considerar brevemente. Arquitectura. Sistema estructural. El arte bizantino como el occidental usó en sus templos la planta basilical. Los primitivos techos de madera, debido a frecuentes incendios, fueron sustituidos por cúpula, que el arte protobizantino había aprendido de oriente. La construcción de cúpulas sobre pechinas fue la acertada solución dada al problema constructivo cubrir con cúpulas plantas rectangulares. El Mausoleo de Gala Placidia y la Iglesia de San Vitale, en Ravena, son ejemplos de ello. Perdida la técnica romana del concreto, se emplearon en la creación de las cúpulas otros materiales y, a fin de aligerar su peso, se recurrió al empleo de cascajos, ladrillos delgados, tejas, tubos de cerámica, etcétera. Hay una construcción, que marca el apogeo de la arquitectura bizantina, que las cúpulas y semicúpulas cubren una planta basilical: la famosa Santa Sofía (Aya Sofía, s. VI). Con ella Ilega a su edad de oro el arte bizantino, siendo, ha escrito Charles Diehl, (...) la expresión más perfecta, por las formas de su arquitectura y el esplendor de su decoración, del ideal que dicho arte trató de realizar. Pocos edificios religiosos tienen una importancia comparable a la suya: Notre Dame de París; por notable que sea, tiene iguales: San Pedro de Roma, carece un poco de originalidad y no es cristiana más que por su destino; Santa Sofía, por el contrario,
es única y marca, al mismo tiempo, el advenimiento de un estilo nuevo y su apogeo. Composición espacial. Santa Sofía marca un paso decisivo en el concepto del espacio cerrado, con su sistema de cúpulas y exedras, en una maravillosa composición espacial no igualada, la acentuación longitudinal y ascendente de los ejes de movimiento y el empleo de las ventanas que, colocadas en la base de la cúpula, no son simples medios de iluminación, sino que desempeñan una función ornamental, tratando la luz como elemento colorista. La Mezquita del Sultán Ahmed, en Constantinopla, aparte los elementos turcos de su decoración, ofrece otro interesante ejemplo de acertada composición espacial. Santa Sofía (interior). Constantinopla. Decoración. Poco interés ofrece el modo de tratar el exterior de los templos bizantinos, los de Ravena y Constantinopla, que nos han servido de ejemplos lo demuestran. A veces, zonas de colores diferentes son el único elemento ornamental de esas fachadas. Interiormente, la ornamentación se realiza por medios diversos: aplicación de mármoles y piedras de colores; relieves en que la talla sigue la técnica colorista de la Fachada Mschatta (del Museo de Berlín), decoración por incisiones, en que la sombra modela las formas (Tiefendunkel de Strzygowsky); motivos geométricos,
fauna y flora estilizadas y abstractas, forman la trama de estos relieves, de los que tenemos interesantes ejemplos en los capiteles de San Apollinare in Classe, Ravena. Los mosaicos de arcilla coloreada o de esmalte, dominando el oro y el azul en su pigmentación, constituyen otro elemento decorativo aplicado a esos interiores. Fachada Machatta. Museo de Berlín. Capitel bizantino. Saint Apollinare in classe. Ravena.
Escultura. El arte bizantino tuvo la aversión asiática hacia la estatuaria. Su carácter oriental, la ideología cristiana, que repudiaba los ídolos paganos de la Antigüedad, la influencia del Islam y la controversia iconoclasta, son razones que explican esta pobreza escultórica. Aparte los relieves referidos al hablar de la decoración interior arquitectónica, son los marfiles la manifestación más notable de la talla bizantina. Placas y arquillas decoradas con asuntos religiosos o de ceremonias oficiales pueden servir de ejemplo, tales las que representan la Coronación de Romano y Eudoxia y la Coronación de Teofana y Otón, Pintura. De carácter narrativo sin realismo, religioso y didáctico, la pintura bizantina pierde, a veces, el sentido de la forma, el volumen y el modelado, adquiriendo un aspecto puramente ornamental. En ella se combinan dos elementos al parecer antagónicos: el espíritu asiático -imágenes de carácter esencialmente decorativo- y el espíritu griego u occidental -figuras de contenido narrativo. Al respecto dice L. Hourticq: "Equidistante de la ornamentación y del realismo, rara vez produce la impresión de belleza" Sus manifestaciones más notables son frescos, íconos, miniaturas y mosaicos. Los frescos, desaparecidos en su mayoría, son conocidos por descripciones, que nos hablan de su carácter monumental e histórico. En los íconos o pequeñas tablas pintadas prevalecía la técnica griega de la pintura a la encáustica, que conocimos en los retratos helenísticos de Fayum, y, como en ellos, se manifiesta la tendencia realista. Las miniaturas muestran una influencia alejandrina más intensa que la ejercida sobre la pintura mural. A ello contribuyó, sin duda, la influencia de los griegos de la Biblioteca de Bizancio donde se hicieron copias de manuscritos alejandrinos. La iluminación bizantina se desarrolla, cronológicamente, entre los siglos VII y IX, fijándose en el IX sus principios fundamentales y alcanzando su máximo perfeccionamiento en el X y XI. Los temas son más bien ideas abstractas que acciones concretas; la calidad estática, tradicional, simbólica, caracteriza su contenido que expresa a través de una forma hierática y suntuosa.
Tres tipos estilísticos pueden distinguirse en la miniatura bizantina: a) el estático conservador, antirrealista, con finalidad teológica, dogmática, litúrgica. Arte idealista en que los personajes son símbolos en un ceremonial rígido y trasluciendo la influencia de los mosaicos. El Codex Rossanensis puede considerarse un antecedente de este estilo al que pertenecen las ilustraciones de los Sermones de San Gregorio Nacianzeno (s. IX, Biblioteca Nacional, París). b) coexistente con el anterior, muestra la influencia clásica, que reaparece tras la era iconoclasta y se manifiesta en la personificación de cualidades abstractas y fuerzas naturales y en los tipos iconográficos inspirados en modelos de la antigüedad. El Génesis de Viena -citado en la lección anterior- es un precedente de este tipo de miniatura de la que pueden servirnos como ejemplos el Rollo de Josué (Biblioteca Vaticana) y la Homilía de San Gregorio Nacianzeno (Biblioteca Nacional, París). c) un tercer tipo de iluminación combina los rasgos de los dos anteriores y se caracteriza por una mayor viveza y un realismo más intenso. El Menologium (Biblioteca Athos) ilustra esta tendencia. Los mosaicos constituyen la manifestación más notable del arte del color en Bizancio. Ofrecen estos trabajos un carácter abstracto, intelectual, decorativo y monumental, manifiesto en la ornamentación musiva de Santa Sofía (Constantinopla) y la de las iglesias de Roma y Ravena influidas por el arte bizantino, como Santos Cosme y Damián, San Apollinare Nuovo, San Vitale, San Apollinare in Classe Santa Inés Extramuros, Santa María in Cosmedin (Sacristía) y Santa María della Navicella. Mosaicos de San Vitale. Ravena.
Más tarde, en la que Kondakov ha Ilamado segunda Edad de Oro del arte bizantino, el mosaico se torna más realista, acentuando las indicaciones de ambiente, el sentido pintoresco y una mayor fuerza expresiva. Es la época del esplendor y expansión del estilo bizantino que se manifiesta en Kiev (Rusia), en Fócida, Chios y Dafni (Grecia) y en Venecia y Sicilia (Italia). Los mosaicos de Santa Sofía de Kiev, de la iglesia Monástica de Dafni, de San Marcos, en Venecia, de la Martorana y la Capilla Palatina, de Palermo, y de las catedrales de Cefalu y Monreale, en Sicilia, pueden servir de elocuente ilustración. La significación de la pintura bizantina desde el punto de vista iconográfico es notable. Su obra original, se ha dicho, fue la invención de la iconografía cristiana, nacida en los Santos Lugares, como complemento de las reliquias, y que Bizancio creó fijando sus tipos: Cristo, la Virgen, los Apóstoles y Profetas. De Bizancio tomó esos tipos el arte universal, que, posteriormente, hizo humanos y vivientes los rígidos íconos bizantinos, hasta Ilegar a las bellas imágenes del Renacimiento y de la pintura religiosa posterior. Otras manifestaciones. Los trabajos de esmalte en que se aplica la técnica del cloisoné, en que el esmalte ocupa pequeñas zonas, enmarcadas con tabiques formados por Iáminas de oro y combinado, a veces, con ornamentos de gemas incrustadas, constituyen una manifestación del arte bizantino, que ha gozado del favor de épocas posteriores en las que ha influido. Las obras de orfebrería y tejido, en que predominan los motivos religiosos y los temas de fauna, son también dignos de mención. Entre los primeros figura la célebre Palla de d'oro del Altar Mayor de San Marcos, en Venecia, verdadera obra maestra de orfebrería y esmalte del arte bizantino del siglo Xll, y entre los segundos, algunas dalmáticas bordadas. Influencias. Este arte de Bizancio dejó impresa su huella indeleble en el de otros países: en Italia las iglesias de Venecia (San Marcos), Ravena (San Apollinare Nuevo y San Vitale) y Sicilia (Cefalu y Monreale); en Grecia (conventos de San Lucas, Dafni y Montes Athos); en Francia, donde Saint Front (Perigord) subsiste como una prueba de lo que debió a este arte la arquitectura francesa del siglo XIII; en Alemania, donde el arte románico y renano se inspiró en el de Bizancio, y en Rusia, según Pijoan, "la última y gloriosa conquista del arte bizantino". Con mayor o menor intensidad, y mezclado con elementos locales, el arte de Bizancio ejerce su influencia durante toda la Edad Media y Ilega hasta la época del Renacimiento.