Text: Teorías sobre la adquisición del lenguaje (2) 2. Etapas en la adquisición del lenguaje Es un hecho, ya tradicional en los estudios sobre la adquisición del lenguaje, establecer una serie de etapas para mejor determinar el proceso de evolución del lenguaje desde la emisión de los sonidos hasta la adquisición gradual de las estructuras más complejas de la gramática. 2.1. Etapa prelingüística En ella, a partir de los seis meses, se produce el llamado balbuceo, caracterizado por la producción de los más diversos sonidos y su combinación. Las tesis sobre la función de la etapa del balbuceo en el niño van desde la consideración del balbuceo como una actividad lúdica hasta la consideración del balbuceo como síntoma de un lenguaje incipiente, pasando por la teoría que ve en el balbuceo un entrenamiento para posteriores emisiones articulatorias. Alarcos Llorach (1976, 12) así lo interpreta: La utilización efectiva del lenguaje va precedida por etapas que podríamos llamar presemióticas o prelingüísticas y durante las cuales se pueden observar en el niño funciones habitualmente ejercidas por el lenguaje, tales como la exteriorización y la comunicación. Durante ese período se produce, además, una intensa actividad fónica que sirve de preludio al futuro buen funcionamiento de los órganos destinados a materializar el lenguaje, y también un desarrollo del aparato auditivo, que predispone al niño a la captación de los signos exteriores audibles. 2.2. Etapa lingüística A partir de los diez meses, se observa en el niño, en relación a la etapa del balbuceo, una reducción efectiva de sonidos producidos. Según Jakobson (1941, 1974), la etapa lingüística se caracteriza por el uso sistemático de los sonidos del sistema fonológico al que está expuesto el niño. Todo niño puede desarrollar un sistema fonolóqico, siendo la secuencia de éste inmutable por existir unas etapas regulares e invariables de desarrollo reguladas por leyes estructurales. La adquisición del sistema fonológico de cada lengua en particular se consigue gradualmente por diferenciación creciente. Desde los once meses hasta los dieciocho, aproximadamente, la mayoría de las emisiones del niño vienen caracterizadas por constar de un elemento; en esta etapa hay un incremento del léxico utilizado que va en aumento hacia la segunda mitad del segundo año en el que el niño empieza a combinar dos elementos para pasar a emitir, antes de los tres años, frases cortas con elisión de alguno de sus elementos. E1 período que va desde los seis meses hasta los tres años de la vida del niño ha sido estudiado empíricamente, referido al español, por Hernández Pina (1984, 155-291). La producción lingüística continúa su progresión hasta que el niño completa su último nivel de evolución lingüística libre antes de entrar en la escuela (5-6 años). 3. La enseñanza de la lengua Como acabamos de exponer, el inicio del proceso y de la adquisición del lenguaje, si bien de manera incompleta por ser un proceso que se presenta sin punto final,
tienen lugar antes de la llegada del niño a la escuela. E1 niño, cuando llega a la escuela, según Álvarez Méndez (1987, 230), conoce su lengua, la del medio que le pertenece, la lengua que utiliza y oye a diario, la lengua en la que el niño juega y se siente a gusto, la lengua con la que construye su propio mundo de realidades y fantasía. La enseñanza debe tener en cuenta los conocimientos espontáneos y previamente adquiridos por los alumnos. No puede perderse de vista que el niño adquiere una gran cantidad de conocimiento fuera de la escuela que la enseñanza tiene como misión la de activar y sostener este proceso natural de enriquecimiento y maduración personales. La escuela es un medio artificial, pero necesario para la enseñanza /aprendizaje colectivo de la lengua entendida en su dimensión de comunicación social. E1 niño, a partir de su entorno familiar, toma contacto social en el aula con otro medio ajeno al de la familia que va a posibilitar de manera graduada el dominio progresivo de técnicas instrumentales tales como la lectura, escritura, expresión y comprensión oral. La escuela, en lo que se refiere a la enseñanza de la lengua, debe centrarse adecuadamente en la consecución activa y creativa de las destrezas fundamentales del lenguaje: hablar y escuchar, que corresponden esencialmente a la comunicación oral; y escribir y leer, que se incardinan en la comunicación escrita. A1 ser el lenguaje prioritariamente un fenómeno oral y adquirirse la lengua materna escuchando y hablando, es un error suponer que el niño llega a la escuela con un adecuado dominio del idioma. E1 niño posee unas experiencias lingüísticas básicas, aquellas que le han servido para comunicarse en su entorno, tanto familiar como en sus juegos, pero al inicio de su etapa escolar los conocimientos del sistema lingüístico son muy limitados. Si bien es cierto que domina intuitivamente aspectos parciales de los niveles fonéticos (fonológico), del vocabulario y de la sintaxis, hay que admitir que aún le quedan otros muchos aspectos por conocer, referentes tanto a la expresión oral como a la expresión escrita, y todo ello sin la práctica de la enseñanza de la gramática, sino atendiendo prioritariamente a usar y dominar correctamente la lengua. La labor de la escuela (H. López Morales, 1984, 29-30) debe dar por resultado que el alumno aprenda, internalice e incorpore los elementos que aún no ha adquirido de su lengua materna, de su código, y que los maneje adecuadamente, tanto en las emisiones (hablar) como en las recepciones (entender). En el caso particular de hablar, es decir, de la expresión oral, es preciso trabajar en todos los niveles de lengua, desde la pronunciación adecuada de los sonidos y la producción de la debida entonación, hasta la creación de estructuras oracionales aceptables. Pero ninguna de las dos destrezas puede quedarse sólo en el nivel oracional. Es necesario que el alumno aprenda las técnicas y los principios lingüísticos que regulan la conversación inteligente y las estrategias para la comprensión y elaboración de discursos. E1 dominio gradual y creciente de las destrezas hablar-entender redundará en beneficio de la lectura y, por supuesto, en el de la escritura. Hoy ya nadie ignora que el mayor o menor éxito en el aprendizaje de la lectura y de la escritura está fuertemente condicionado por el estado de desarrollo que se tenga en el proceso de adquisición del lenguaje oral. No es ningún secreto que el niño tiene que dominar en su expresión oral las estructuras lingüísticas y el vocabulario que le van a ser presentados para que aprenda a leer: la utilización de estructuras desconocidas y de léxico extraño harán del ejercicio un fracaso total. La lectura es un proceso de reconocimiento, no de descubrimiento, sobre todo en sus orígenes.
3.1. La gramática y su enseñanza A partir de los doce o trece años, el niño ha acumulado una serie de experiencias lingüísticas y hábitos de expresión y comprensión que lo han acercado a un estudio sistemático, reflexivo y explícito de la lengua. Ya no se trata (Álvarez Méndez, 1987, 50) sólo de enriquecer y perfeccionar un lenguaje adquirido por vías naturales (familia, grupo social o cultural, etc.), sino de sistematizar y reflexionar sobre la lengua y de ampliar las perspectivas lingüístico-culturales, que van desde el perfeccionamiento expresivo al despertar de las cualidades estéticas de la obra literaria. No sólo es cuestión de aprender la lengua, como en los ciclos previos, sino de estudiar sobre la lengua y a partir de ella. En la segunda etapa escribe A. Quilis (1987, 252), el alumno debe pasar de la gramática anterior, inconsciente, eminentemente oral y simple, al código escrito, donde la complejidad gramatical es mayor y donde debe dominar conscientemente las realidades elementales de la morfosintaxis. Poco a poco, y como una consecuencia del empleo de la lengua en la expresión oral y escrita, empleo en el que se ve obligado a utilizar procedimientos de selección que le inducen a manejar los elementos gramaticales de su lengua, se va introduciendo al niño en las nociones elementales de su gramática. Sólo a partir de aquí será progresiva la enseñanza y siempre como medio de enriquecer el conocimiento de la lengua materna. La gramática, ecléctica y didáctica en sus métodos y planteamientos, no debe constituir en esta larga etapa de la enseñanza un fin en sí misma; no es teoría gramatical lo que requiere la enseñanza de la lengua materna, sino enseñar la lengua en sus niveles fonológico, morfológico-sintáctico y semántico en el sentido que ya apuntara A. Castro (1922, 7-8) para la enseñanza primaria: La enseñanza del idioma en la escuela primaria condiciona todos los demás trabajos intelectuales que hayan de realizarse en aquélla. La escuela ideal deberá esforzarse por enseñar a hablar y a escribir con sentido y corrección; hará reflexionar sobre el idioma, llamando la atención sobre el sentido inmediato de lo que se lee; sobre los rudimentos de la escritura gramatical; forma de las palabras, funciones psíquicas y lógicas que desempeñan. La enseñanza de la gramática, concebida no como un fin en sí misma, sino como el mejor instrumento para alcanzar un aceptable dominio de la lengua en todas sus manifestaciones, debe tener en cuenta los siguientes presupuestos: E1 lenguaje es un fenómeno social. La lengua es, ante todo, un medio de comunicación social entre los diferentes individuos que utilizan el mismo sistema lingüístico. A1 ser la lengua un medio de comunicación social, hemos de tener en cuenta las posibilidades reales de la comunicación tanto desde la diastratía como desde la diatopía. Sin embargo, la acción educativa de la escuela debe intentar que los alumnos alcancen la manifestación estándar de la lengua, por ser la que mejor posibilita la comunicación entre todos los miembros de un mismo sistema lingüístico tanto en la manifestación hablada como en la manifestación escrita; en términos de Bernstein (1975), la
enseñanza de la lengua debe perseguir en los discentes la consecución del código elaborado. La lengua es fundamentalmente oral. La lengua hablada es anterior a la manifestación escrita del lenguaje e, indudablemente, mucho más importante como medio de comunicación social. Sin embargo, hemos de tener en cuenta su configuración literaria por la importancia histórico-sociocultural que comporta. La lengua española (Sánchez Lobato, 1987, 47-48) se halla hoy más viva y pujante que nunca, con mayor fuerza creativa y en plena expansión demográfica. Recordemos que la lengua española es el sistema de comunicación por excelencia de un reino (España), dieciocho repúblicas americanas (México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, E1 Salvador, Costa Rica, Cuba, República Dominicana, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay), un país asociado a EE UU (Puerto Rico), una república africana, Guinea Ecuatorial, y las minorías de origen hispano en EEUU, aparte de otros enclaves africanos y filipinos. Las posibilidades que ofrece el sistema desde su variedad son inmensas. Es la lengua de comunicación de unos trescientos millones de hablantes. En una situación lingüística como la anteriormente descrita vale exponer, al igual que en todas, que existen divergencias, que hemos de tener en cuenta sus aspectos diatópicos y diastráticos; a saber: la lengua española, desde la diatopía, presenta diferencias geográficas (España frente a Hispanoamérica para expresar las más llamativas, pero no las únicas) y, desde la diastratía, diferencias de registro (culto, coloquial, popular, vulgar, estudiantil, de argot, etc.), que se reparten por igual, con sus rasgos peculiares, en ambos mundos. Reconocer que el español de América agrupa matices muy diversos (no es igual el habla cubana que la argentina, ni la de un mejicano es igual a la de un boliviano, etc.), no significa no reconocer una misma comunidad idiomática: las variedades lingüísticas (aquéllas que se separan de la norma culta), tanto desde la perspectiva diastrática como desde la perspectiva diatópica antes señaladas, son menos divergentes entre sí en Hispanoamérica, por ejemplo, que los dialectalismos peninsulares (leonés, aragonés, andaluz...), y, por supuesto, poseen un menor arraigo histórico. Pues bien, pese a las diferencias apuntadas en la comunidad hispana, inclusive teniendo en cuenta que tales diferencias son más reconocibles en la manifestación oral no sólo en el plano del idiolecto sino en el del subsistema: la norma castellana frente a la andaluza, por ejemplo, en la norma culta, en la norma que sirve de pauta para la escritura artística, para la literatura de los hombres que la hacen posible desde la lengua española, encontramos una cierta nivelación del idioma, que no significa empobrecimiento, sino que hace patente una realidad: estamos, con nuestras diferencias geográficas, políticas y culturales, participando de un mismo sistema lingüístico. La norma culta difumina diferencias, permite fácilmente la intercomunicación entre los hablantes de un mismo sistema lingüístico y su expresión artística por excelencia: la literatura. La lengua de los García Márquez, Vargas Llosa, Borges (y otros), nos es tan próxima porque se presenta en el mismo registro que la de los Cela, Alberti, Delibes, etc., y a la inversa. La norma culta desde la literatura, desde los medios de comunicación (prensa, radio, televisión), desde la escuela, además de posibilitar la
comunicación entre los miembros que pertenecen al mismo sistema lingüístico, frena la posible fragmentación del idioma. E1 estudio del sistema de lengua debe ser descriptivo y no prescriptivo. La enseñanza debe dar cuenta de cómo hablan y escriben los miembros de la comunidad lingüística. La descripción sincrónica de la lengua debe presidir, frente a la diacronía, la orientación metodológica. La lengua es creación y, por tanto, producción.